Sobre la lectura - Roland BARTHES UNIDAD 2 TEXTO FUENTE
En primer lugar, querría darles las gracias por haberme acogido entre ustedes. Muchas son las cosas que nos unen, empezando por esa pregunta común que cada uno de nosotros por su cuenta está planteando: ¿Qué es leer ¿!"mo es leer ¿#ara qué leer. $in embargo, ha% algo que nos separa % que no tengo intenci"n de ocultar: hace mucho tiempo que he de&ado toda práctica pedag"gica: la escuela, el instituto, el colegio actual me son totalmente desconocidos' % mi propia práctica como ense(ante ) que ha signi*icado mucho en mi +ida en la Ecole des -autes Etudes es mu% marginal, mu% an"mica, incluso dentro de la ense(anza posescolar. hora bien, %a que se trata de un congreso, me parece pre*erible que cada cual de&e oír su propia +oz, la +oz de su práctica' así pues, no pienso es*orzarme en alcanzar una competencia pedag"gica que no es la mía, o en *ingirla: permaneceré en los límites de una lectura particular /¿c"mo toda la lectura0, la lectura del indi+iduo que so%, que creo ser. 1especto a la lectura me encuentro en un gran desconcierto doctrinal: no tengo una doctrina sobre la lectura: mientras que, ante mis o&os, se está esbozando poco a poco una doctrina de la escritura. Este desconcierto a +eces llega hasta la duda: ni siquiera sé si es necesario tener una doctrina sobre la lectura' no sé si la lectura no será, constituti+amente, un campo plural de prácticas dispersas, de e*ectos irreductibles, % si, en consecuencia, la lectura de la lectura, la metalectura, no sería en sí misma más que un destello de ideas, de temores, de deseos, de goces, de opresiones, de las que con+endría hablar, sobre la marcha, a imagen de la pluralidad de talleres que constitu%en este congreso. 2o tengo la intenci"n de reducir mi desconcierto /aparte de que tampoco tengo los medios para ello0, sino tan s"lo de situarlo, de comprender el desbordamiento cu%o ob&eto es claramente la noci"n de lectura, para mí. ¿#or d"nde empezar 3ueno, quizá por lo que ha permitido ponerse en marcha a la ling4ística moderna: por la noci"n de pertinencia. 1. Pertnenca
5a pertinencia, en ling4ística, es ) o al menos ha sido el punto de +ista elegido para obser+ar, para interrogar, analizar un con&unto tan heter"clito, tan disparatado como el lengua&e: hasta que no se decidi" a obser+ar el lengua&e desde el punto de +ista del sentido, % s"lo desde él, no de&" $aussure de tantear, atolondrado, % no pudo *undar una nue+a ling4ística' la decisi"n de no considerar los sonidos más que desde la pertinencia del sentido es lo que permiti" a 6roubetz7o% % a 8a7obson desarrollar la *onología' la aceptaci"n, despreciando otras muchas consideraciones posibles, de que no se debían +er en centenares de cuentos populares otra cosa que situaciones % papeles estables, recurrentes, o sea, *ormas, es lo que permiti" a #ropp *undar el nálisis estructural del relato. 9e la misma manera, si pudiéramos decidir una pertinencia desde la que interrogar a la lectura, podríamos esperar desarrollar poco a poco una ling4ística o una semiología, o sencillamente /para no cargarnos de deudas0 un nálisis de la lectura, de anagnosis: una anagnosología: ¿por qué no 9esdichadamente, 9esdichadamente, la lectura aún no ha encontrado su #ropp o su $aussure' esa deseada pertinencia, imagen del ali+io del sabio, no ha sido hallada, al menos de momento: o las +ie&as pertinencias no le sir+en a la lectura, o, por lo menos, ésta las desborda.
.En este dominio de la lectura, no ha% pertinencia de ob&etos: el +erbo leer, que aparentemente es mucho más transiti+o que el +erbo hablar, puede saturarse, catalizarse, con millones de complementos de ob&etos: se leen te;tos, imágenes, ciudades, rostros, gestos, escenas, etc. $on tan +ariados estos ob&etos que no me es posible uni*icarlos ba&o ninguna categoría sustancial, ni siquiera *ormal' lo único que se puede encontrar en ellos es una unidad intencional: el ob&eto que uno lee se *undamenta tan s"lo en la intenci"n de leer: simplemente es algo para leer, un legendum, que pro+iene de una *enomenología, % no de una semiología. <.En el dominio de la lectura ) % esto es más gra+e ) no se da tampoco la pertinencia de los ni+eles, o ha% posibilidad de describir ni+eles de lectura. =a que no es posible cerrar la lista de estos ni+eles. $í es +erdad que ha% un origen en la lectura grá*ica: el aprendiza&e de las letras, de las palabras escritas' pero, por una parte, ha% lecturas sin aprendiza&e /las imágenes0 ) el menos sin aprendiza&e técnico, %a que no cultural ) %, por otra parte, una +ez adquirida esta techné, %a no sabemos d"nde detener la pro*undidad % la dispersi"n de la lectura: ¿en la captaci"n de un sentido. 9e qué clase, ese sentido, ¿denotado, ¿connotado. Estos son arte*actos que %o llamaría éticos, %a que el sentido denotado pasa por ser el sentido +erdadero, % a *undar una le% /¿cuántos hombres habrán muerto por un sentido0, mientras que la connotaci"n /ésta es su +enta&a moral0 permite instaurar un derecho al sentido múltiple % liberar así la lectura: pero, ¿hasta d"nde -asta el in*inito: no ha% límite estructural que pueda cancelar la lectura: se pueden hacer retroceder hasta el in*inito los límites de lo legible, decidir que todo es, en de*initi+a, legible /por ilegible que parezca0, pero también en sentido in+erso, se puede decidir que en el *ondo de todo te;to, por legible que ha%a sido en su concepci"n, ha%, queda, toda+ía, un resto de ilegibilidad. El saberleer puede controlarse, +eri*icarse, en su estadio inaugural, pero mu% pronto se con+ierte en algo sin *ondo, sin reglas, sin grados % sin término. #odemos pensar que la responsabilidad por no encontrar una pertinencia en la que *undamentar un nálisis coherente de la lectura es nuestra, que se debe a nuestra carencia de genialidad. #ero también podemos pensar que la inpertinencia es, en cierto modo, algo congénito a la lectura: como si algo, por derecho propio, enturbiara el análisis de los ob&etos % los ni+eles de lectura, % condu&era así al *racaso, no s"lo a toda búsqueda de una pertinencia para el nálisis de la lectura, sino también, quizás, al mismísimo concepto de pertinencia /%a que la misma a+entura parece estar a punto de sucederle a la ling4ística % a la narratología0. Me parece que puedo darle a ese algo un nombre / de una manera tri+ial, por lo demás0: el 9eseo. Es precisamente porque toda lectura está penetrada de deseo /o de sco0 por lo que la nagnosología es tan di*ícil, quizá hasta imposible' en todo caso, es por ello por lo que tiene la oportunidad de realizarse donde menos la esperamos, o al menos, nunca e;actamente allí donde la esperábamos: en +irtud de una tradici"n ) reciente ) la esperamos por el lado de la estructura' e indudablemente tenemos raz"n, en parte: toda lectura se da en el interior de una estructura /por múltiple % abierta que ésta sea0 % no en el espacio presuntamente libre de una presunta espontaneidad: no ha% lectura >natural?, >sal+a&e?: la lectura no desborda la estructura' está sometida a ella: tiene necesidad de ella, la respeta' pero también la per+ierte. 5a lectura sería el gesto del cuerpo /pues, por supuesto, se lee con el cuerpo0 que, con un solo mo+imiento, establece su orden % también lo per+ierte: sería un suplemento interior de per+ersi"n. 2. Rec!a"o
-ablando con propiedad, no puede decirse que %o me esté interrogando sobre los a+atares del deseo de lectura' en especial, no puedo contestar a esta irritante pregunta: ¿por qué los *ranceses de ho% en día no tienen deseo de leer ¿#or qué el cincuenta por ciento de ellos, según parece, no leen nada 5o que sí puede entretenernos por un momento es la huella de deseo ) o de no deseo ) que queda en el interior de una lectura, suponiendo que %a ha%a sido asumida la +oluntad de leer. = antes que nada, los rechazos de la lectura. $e me ocurren dos de ellos.
El primero es el resultado de todos los constre(imientos, sociales o interiorizados gracias a mil intermediarios, que con+ierten a la lectura en un deber, en el que el mismo acto de leer está determinado por una le%: el acto de leer, o, si se puede llamar así, el acto de haber leído, la marca casi ritual de una iniciaci"n. 2o esto% por tanto hablando de las lecturas >instrumentales?, las que son necesarias para la adquisici"n de un saber, de una técnica, % en las que el gesto de leer desaparece ba&o el acto de aprender: hablo de lecturas >libres? que, sin embargo, es necesario haber hecho: ha% que haber leído /5a #rincesa de !l@+es, el ntiEdipo0. ¿9e donde procede esa le% 9e di+ersas autoridades, cada una de las cuales está basada en +alores, ideologías: para el militante de +anguardia ha% que haber leído a 3ataille, a rtaud. 9urante largo tiempo, cuando la lectura era estrictamente elitista, había deberes uni+ersales de lectura' supongo que el derrumbamiento de los +alores humanistas ha puesto *in a tales deberes de lectura: han sido sustituidos por deberes particulares, ligados al >papel? que el indi+iduo se reconozca en la sociedad actual' la le% de la lectura %a no pro+iene de toda una eternidad de cultura, sino de una autoridad, rara, o al menos enigmática, que se sitúa en la *rontera entre la -istoria % la Moda. 5o que quiero decir es que ha% le%es de grupo, microle%es, de las que debemos tener el derecho de liberarnos. Es más: la libertad de lectura, por alto que sea el precio que se deba pagar por ella, es también la libertad de no leer. ¿Quién sabe si ciertas cosas no se trans*orman, quien sabe si algunas cosas importantes no llegan a suceder /en el traba&o, en la historia del su&eto hist"rico0 no solamente como resultado de las lecturas, sino también como resultado de las que podrían llamarse las despreocupaciones de la lectura Es más: en la lectura, el 9eseo no puede apartarse, mal que les pese a las instituciones, de su propia negati+idad pulsional. An segundo rechazo podría ser el de la 3iblioteca. #or supuesto que no trato de contestar a la instituci"n bibliotecaria ni de desinteresarme de su necesario desarrollo' s"lo trato, sencillamente, de reconocer la marca de rechazo que ha% en ese rasgo *undamental e ine+itable de la 3iblioteca pública /o simplemente colecti+a0: su *acticidad. 5a *acticidad no es en sí misma una +ía para el rechazo /no ha% nada particularmente liberador en la 2aturaleza0' si la *acticidad de la 3iblioteca hace *racasar al 9eseo de leer es por dos razones. . 5a 3iblioteca, por su propio estatuto, % sea cual *uere su dimensi"n, es in*inita, en la medida en que /por bien concebida que esté0 siempre se sitúa más acá o más allá de nuestra demanda: el libro deseado tiene tendencia a no estar nunca en ella, %, sin embargo, se nos propone otro en su lugar: la 3iblioteca es el espacio de los sustitutos del deseo' *rente a la a+entura de leer, ella representa lo real, en la medida en que llama al orden al 9eseo: demasiado grande % demasiado peque(a siempre, es *undamentalmente inadecuada al 9eseo: para e;traer placer, satis*acci"n, goce, de una 3iblioteca, el indi+iduo tiene que renunciar a la e*usi"n de su Bmaginario' tiene que pasar por su Edipo, por ese Edipo por el que no solamente ha%a que pasar a los cuatro a(os, sino en cada momento de la +ida en que se e;perimenta el deseo. En este caso, la le%, la castraci"n, es la misma pro*usi"n de libros que ha% en ella. <. 5a 3iblioteca es un espacio que se +isita pero no se habita. En nuestra lengua, de la que, no obstante, se a*irma que está bien hecha, debería haber dos palabras di*erentes: una para el libro de 3iblioteca, otra para el librodecasa /pongámosle guiones: se trata de un sintagma aut"nomo que tiene como re*erente un ob&eto especí*ico0' una palabra para el libroob&eto de una duda /ha% que de+ol+erlo0, otra para el libroob&eto de un deseo o de una necesidad inmediata /sin mediaci"n0. El espacio doméstico /% no público0 retira del libro toda su *unci"n de >aparentar? social, cultural, institucional /sal+o en el caso de los cos%corners cargados de librosdesperdicio0. 3ien es +erdad que el librodecasa no es un *ragmento de deseo totalmente puro: en general, ha pasado por una mediaci"n que no se distingue por particularmente limpia: el dinero' ha habido que comprarlo, % por tanto, no comprar los demás: pero las cosas son como son, el mismo dinero en sí mismo es un desahogo, cosa que no es la Bnstituci"n: comprar puede ser liberador, tomar prestado seguro que no lo es: es la utopía de Courier, los libros no +alen casi nada, pero, sin embargo, han de pasar por la
mediaci"n de algunos céntimos: están en+ueltos en un cierto 9ispendio, % es por eso por lo que el 9eseo *unciona: porque ha% algo que se desbloquea. #. De$eo
¿Qué es lo que ha% de 9eseo en la lectura El 9eseo no puede nombrarse, ni siquiera /al re+és que la necesidad0 puede decirse. 2o obstante, es indudable que ha% un erotismo de la lectura /en la lectura, el deseo se encuentra &unto a su ob&eto, lo cual es una de*inici"n del erotismo0. $obre este erotismo de la lectura quizá no ha% un ap"logo más puro que aquel episodio de En busca del tiempo perdido, en que #roust nos muestra al &o+en 2arrador encerrándose en los retretes de !ombra% para leer /para no +er su*rir a su abuela, a quien, en broma, le han contado que su marido +a a beber co(ac...0: >Me subía a llorar a lo más alto de la casa, &unto al te&ado, a una habitacioncita que estaba al lado de la sala de estudio, que olía a lirio, % que estaba aromada, además, por el per*ume de un grosellero que crecía a*uera, entre las piedras del muro, % que introducía una rama de *lores por la entreabierta +entana. Este cuarto, que estaba destinando a un uso más especial % +ulgar, % desde el cual se dominaba durante el día claro hasta el torre"n de 1oussain+illele#in, me sir+i" de re*ugio mucho tiempo, sin duda por ser el único donde podía encerrarme con lla+e para aquellas de mis ocupaciones que e;igían una soledad in+iolable: la lectura, el ensue(o, el llanto % la +oluptuosidad?. sí, pues, la lectura deseante aparece marcada por dos rasgos que la *undamentan. l encerrarse para leer, al hacer de la lectura un estado absolutamente apartado, clandestino, en el que resulta abolido el mundo entero, el lector )el le%ente se identi*ica con otros dos seres humanos )mu% pr";imos entre sí, a decir +erdad cu%o estado requiere igualmente una +iolenta separaci"n: el enamorado % el místico: de 6eresa de D+ila se sabe que hacía de la lectura un sustituto de la oraci"n mental' % el enamorado, como sabemos, lle+a la marca de un apartamiento de la realidad, se desinteresa del mundo e;terior. 6odo esto acaba de con*irmar que el su&etolector es un su&eto enteramente e;iliado ba&o el registro del Bmaginario' toda su economía del placer consiste en cuidar su relaci"n dual con el libro /es decir, con la imagen0, encerrándose solo con él, pegado a él, con la nariz metida dentro del libro, me atre+ería a decir, como el ni(o se pega a la madre % el Enamorado se queda suspendido del rostro amado. El retrete per*umado de lirios es la clausura misma del Espe&o, el lugar en que se produce la coalescencia paradisíaca del su&eto % la Bmagen /el libro0. El segundo rasgo que entra en la constituci"n de la lectura deseante ) % eso es lo que nos dice de manera e;plícita el episodio del retrete ) es éste: en la lectura, todas la conmociones del cuerpo están presentes, mezcladas, enredadas: la *ascinaci"n, la +acaci"n, el dolor, la +oluptuosidad' la lectura produce un cuerpo alterado, pero no troceado /si no *uera así la lectura no dependería del Bmaginario0. 2o obstante, ha% algo más enigmático que se trasluce en la lectura, en la interpretaci"n del episodio proustiano: la lectura ) la +oluptuosidad de leer ) parece tener alguna relaci"n con la analidad' una misma metonimia parece encadenar la lectura, el e;cremento % ) como %a +imos ) el dinero. = ahora ) sin salir del gabinete de lectura , la siguiente pregunta: ¿es que e;isten, acaso, di*erentes placeres de la lectura, ¿es posible una tipología de estos placeres Me parece a mí que, en todo caso % por lo menos, ha% tres tipos de placer de la lectura o, para ser más preciso, tres +ías por las que la Bmagen de lectura puede aprisionar al su&eto le%ente. En el primer tipo, el lector tiene una relaci"n *etichista con el te;to leído: e;trae placer de las palabras, de ciertas combinaciones de palabras' en el te;to se dibu&an pla%as e islas en cu%a *ascinaci"n se abisma, se pierde, el su&etolector: éste sería un tipo de lectura meta*"rica o poética' para degustar este placer, ¿es necesario un largo culti+o de la lengua 2o está tan claro: hasta el ni(o peque(o, durante la etapa del balbuceo, conoce el erotismo del lengua&e, práctica oral % sonora que se presenta a la pulsi"n.
En el segundo tipo, que se sitúa en el e;tremo opuesto, el lector se siente como arrastrado hacia delante a lo largo del libro por una *uerza que, de manera más o menos dis*razada, pertenece siempre al orden del suspenso: el libro se +a anulando poco a poco, % es en este desgaste impaciente % apresurado en donde reside el placer' por supuesto, se trata principalmente del placer metonímico de toda narraci"n, % no ol+idemos que el propio saber o la idea pueden estar narrados, sometidos a un mo+imiento con suspenso' % como este placer está +isiblemente ligado a la +igilancia de lo que ocurre % al de+elamiento de lo que esconde, podemos suponer que tiene alguna relaci"n con el acto de escuchar la escena originaria' queremos sorprender, des*allecemos en la espera: pura imagen de goce, en la medida en que éste no es del orden de la satis*acci"n. En sentido contrario, habría que hacerse preguntas también sobre los bloqueos, los ascos de lectura: ¿por qué no continuamos con un determinado libro, ¿por qué 3ou+ard, cuando decide interesarse por la Ciloso*ía de la -istoria no es capaz de acabar el célebre 9iscours de 3ossuet ¿9e quién es la culpa, ¿de 3ou+ard o de 3ossuet ¿E;isten unos mecanismos de atracci"n uni+ersales, ¿e;iste una l"gica er"tica de la 2arraci"n El nálisis estructural del relato tendría que plantearse el problema del #lacer: me parece que ho% día tiene los medios para ello. #or último ha% una tercera a+entura de la lectura /llamo a+entura a la manera en que el placer se acerca al lector0: ésta es, si así puede llamársela, la de la Escritura' la lectura es buena conductora del 9eseo de escribir /ho% %a tenemos la seguridad de que e;iste un placer de la escritura, aunque aún nos resulte mu% enigmático0' no es en absoluto que queramos escribir *orzosamente como el autor cu%a lectura nos complace: lo que deseamos es tan s"lo el deseo de escribir que el autor ha tenido, es más: deseamos el deseo que el autor ha tenido del lector, mientras escribía, deseamos ese ámame que reside en toda escritura. Esto es lo que tan claramente ha e;presado el escritor 1oger 5aporte: >Ana lectura pura que no esté llamando a otra escritura tiene para mí algo de incomprensible...5a lectura de #roust, de 3lanchot, de a*7a, de rtaud no me ha dado ganas de escribir sobre esos autores /ni siquiera, a(ado %o, como ellos0, sino de escribir?. 9esde esta perspecti+a, la lectura resulta ser +erdaderamente una producci"n: %a no de imágenes interiores, de pro%ecciones, de *antasmas, sino, literalmente, de traba&o: el producto /consumido0 se con+ierte en producci"n, en promesa, en deseo de producci"n, % la cadena de los deseos comienza a desencadenarse, hasta que cada lectura +ale por la escritura que engendra, % así hasta el in*inito. Este placer de la producci"n ¿es elitista, está reser+ado tan s"lo para los escritores +irtuales 6odo, en nuestra sociedad, sociedad de consumo, % no de producci"n, sociedad del leer, del +er % del oír, % no sociedad del escribir, del mirar % del escuchar, todo está preparado para bloquear la respuesta: los a*icionados a la escritura son seres dispersos, clandestinos, aplastados por mil presiones. $e plantea ahí un problema de ci+ilizaci"n: pero, por lo que a mí respecta, mi con+icci"n pro*unda % constante es que &amás será posible liberar la lectura sí, de un solo golpe, no liberamos también la escritura. %. Su&eto
Mucho, % mucho antes de la aparici"n del nálisis estructural, se ha discutido acerca de los di*erentes puntos de +ista que puede tomar un autor para relatar una historia /o, simplemente, para enunciar un te;to0. Ana manera de incorporar al lector a una teoría del nálisis de la 2arraci"n, o, en un sentido más amplio, a una #oética, sería considera que él también ocupa un punto de +ista /o +arios sucesi+amente0: dicho en otras palabras, tratar al lector como a un persona&e, hacer de él uno de los persona&es/ni siquiera *orzosamente uno de los pri+ilegiados0 de la *icci"n %Fo del 6e;to. 5a tragedia griega %a hizo una demostraci"n: el lector es ese persona&e que está en la escena 0/aunque sea de manera clandestina0 % que es el único en oír lo que no o%en todos % cada uno de los interlocutores del diálogo' su escucha es doble /% por tanto +irtualmente múltiple0. 9icho en otras
palabras, el lugar especí*ico del lector es el paragrama, tal % como se con+irti" en la obsesi"n de $aussure /¿¿acaso no sentía c"mo se estaba +ol+iendo loco, él, el sabio, por ser, él s"lo, el único % pleno lector0: una >auténtica? lectura loca, % no por in+entariar sentidos improbables />contrasentidos?0, no por ser >delirante? sino por preser+ar la multiplicidad simultánea de los sentidos, de los puntos de +ista, de las estructuras, como un amplio espacio que se e;tendiera *uera de las le%es que proscriben la contradicci"n /el >6e;to? sería la propia postulaci"n de este espacio0. Bmaginarnos un lector total ) es decir, totalmente múltiple, paragramático ) tiene quizá la utilidad de permitirnos entre+er lo que podría llamar la #arado&a del lector: comúnmente se admite que leer es decodi*icar: letras, palabras, sentidos, estructuras, % eso es incontestable' pero acumulando decodi*icaciones, %a que la lectura es, por derecho, in*inita, retirando el *reno que es el sentido, poniendo la lectura en rueda libre /que es su +ocaci"n estructural0, el lector resulta atrapado en una in+ersi"n dialéctica: *inalmente, %a no decodi*ica, sino que sobrecodi*ica' %a no desci*ra, sino que produce, amontona lengua&es, se de&a atra+esar por ellos in*inita e incansablemente: él es esa tra+esía. hora bien, ésa es e;actamente la situaci"n del indi+iduo humano, al menos tal como la epistemología psicoanalítica intenta comprenderla: un indi+iduo que %a no es el su&eto pensante de la *iloso*ía idealista, sino más bien alguien pri+ado de toda unidad, perdido en el doble desconocimiento de su inconsciente % de su ideología, % sosteniéndose tan s"lo gracias a una gran parada de lengua&es. !on esto quiero decir que el lector es el indi+iduo en su totalidad, que el campo de lectura es el de la absoluta sub&eti+idad / en el sentido materialista que esta +ie&a palabra idealista puede tomar de ahora en adelante0: toda lectura procede de un su&eto, % no está separada de ese su&eto más que por mediaciones escasas % tenues, el aprendiza&e de las letras, unos cuantos protocolos ret"ricos, más allá de los cuales, de inmediato, el su&eto se +uel+e a encontrar consigo mismo en su estructura propia, indi+idual: %a sea deseante, %a per+ersa, o paranoica, o imaginaria, o neur"tica' %, por supuesto, también en su estructura hist"rica: alienado por la ideología, por las rutinas de los c"digos. $ir+a esto para indicar que no es razonable esperar una !iencia de la lectura, una $emiología de la lectura, a menos que podamos concebir que llegue un día en que sea posible ) contradicci"n en los términos ) una !iencia de la Bnagotabilidad, del 9esplazamiento in*inito: la lectura es precisamente esa energía, esa acci"n que captará en ese te;to, en ese libro, e;actamente aquello >que no se de&a abarcar por las categorías de la #oética?, la lectura, en suma, sería la hemorragia permanente por la que la estructura ) paciente % útilmente descrita por el nálisis estructural ) se escurriría, se abriría, se perdería, con*orme en este aspecto a todo sistema l"gico, que nada puede, en de*initi+a, cerrar' % de&aría intacto lo que es necesario llamar el mo+imiento del indi+iduo % la historia: la lectura sería precisamente el lugar en el que la estructura se trastorna. E$crto 'ara la (rtn) *on+erence de ,uc!on 1/0. Publcado en ,e Frana$ au&ourd!u 1/3. E4trado de El $u$urro del len)ua&e Pad5$ *o6uncac5n.