Esta obra, ya clásica, de una de las más importantes filósofas y críticas de nuestro tiempo, recorre la trayectoria del deseo: su génesis en la formulación de la Fenomenología del espíritu d…Descripción completa
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Descripción: Explicacion del grafo del deseo de Lacan
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Descripción: El Imperio Del Deseo
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-Voy a buscar algo para beber –respondió Sage deshaciendo el abrazo y levantándose. Deanne le cogió la mano y saltó de la cama para abrazarla. Sus ojos la interrogaban en silencio. -Son muchas cosas, todas enredadas, y no he encontrado la oportunidad ni la manera de desenredarlas. -Lo haremos juntas. -¿Hasta dónde llega tu paciencia? -No lo sé –murmuró cubriéndola de pequeños besos en el cuello, la oreja y la mejilla-. Bésame y lo sabremos. No fue necesario más que sus lenguas se tocaran, que sus pechos se rozaran y que sus caderas se encontraran para que la pasión se hiciera dueña de ellas demostrando su fuerza. Un suspiro de deseo se escapó de la garganta de Deanne fundiéndose con los roncos gemidos de amor de Sage. La fuerza de la atracción mutua se extendió por sus cuerpos que de inmediato sucumbieron al calor exquisito del deseo acompañado de emociones y sentimientos. Sus besos se hicieron apasionados. El frenesí del hambre mutua las recorría y se concentraba en sus caderas, que iniciaron un movimiento rítmico y ardiente. Los suspiros entrecortados de Deanne marcaban el compás con que sus manos apretaban las nalgas de Sage. Giró la pelvis para notar la humedad de su entrepierna y su cuerpo empezó a temblar. -Estoy casi a punto –gimió Deanne. La mano de Sage se deslizó entre los tensos músculos de sus nalgas hasta notar el calor húmedo que la inundaba. -Oh... sí... Sage –musitó moviéndose al ritmo de las caricias, disfrutándolas atenta a no perder el control, hasta que finalmente se agachó hurtando su vagina a los dedos de Sage. Siguió con la boca el húmedo pasaje entre los pechos de Sage hasta llegar al calor de su vientre mientras con las manos le acariciaba la espalda. -Deanne –fue todo lo que pudo decir Sage con una voz grave y crispada. Las manos de Deanne continuaron adelante, acariciando las largas y bellas curvas de las piernas de Sage, robustas y firmes en al intersección con los músculos redondos y carnosos de las nalgas. Allí se hundieron los dedos de Deanne acercando lentamente la morena mata de vello a su boca. Los dedos de Sage se entretejieron en el pelo de Deanne y se quedaron allí quietos, sin animarla a seguir pero sin detenerla tampoco, aunque su cuerpo se tensó con un súbito escalofrío. Con cautela, Deanne besó la suavísima piel del interior de los muslos, sin saber si al segundo siguiente la mente de Sage dominaría su cuerpo y o si conseguiría entregarse. Quería prepararla rápido para el contacto con su lengua pero temía pulsar el botón equivocado. Notó que los dedos de Sage se agitaban entre su pelo, advirtió que la tensión de sus manos empujaba la pelvis hacia delante y le dio la bienvenida moviendo con suavidad los labios mientras con las manos guiaba las caderas de Sage empujándolas a coger ritmo. Sus sentidos se emborracharon del turbador olor de Sage, que aguijoneó su deseo. La envolvieron murmullos de deseo diferentes a los suyos. Deseaba desesperadamente penetrar en el interior de su amante y sentir el temblor de su orgasmo. A Sage se le había borrado la línea definitoria que separaba el placer que sentía al complacer a una amante del que ahora experimentaba. Nunca nada le había parecido demasiado si se trataba de satisfacer los deseos de la mujer con la que se acostaba y ahora era ella la que anhelaba egoístamente su propia satisfacción. Separó las piernas, dando la bienvenida a un deseo durante largo tiempo insatisfecho. Sus dedos se agarrotaron entre el pelo de Deanne y un largo gemido acompañó la primera caricia de su lengua. Sus caderas respondieron adelantándose para invitar a Deanne a que explorara sin miedo. La expectación hizo que dejara de respirar mientras los suaves lametones en espiral la guiaban hacia el centro de un placer exquisito. Las caderas de Sage, ahora animadas por un movimiento fluido, fueron la señal para Deanne de que el deseo estaba a punto de desbordarse. Presionó con la lengua adentrándose en los cálidos repliegues de terciopelo y la movió variando sucesivamente la presión. Oyó que la respiración de Sage se convertía en una serie de suspiros entrecortados y notó que las manos dejaban su pelo para cogerla por los hombros con firmeza mientras que el movimiento de sus caderas sufría un cambio