LA MEZCLA DE RAZAS EN LA H is t o r ia d e
MERICA LATINA M A GN U S
M ORN E R
!IVADAVIA
Volumen 14 Frank Tannenbaum: EL NEGRO EN LAS AMERICAS. ESCLAVO Y CIUDADANO
BIBLIOTECA AMERICA LATINA
Volumen 15 J . A . O d d o ne ne : U R B A N I Z A C I O N Y M O D E R N I Z A C I O N EL RIO DE LA PLATA, 1852-1914
EN
Dirigida por ROBERTO CORTES CONDE TULIO HALPER1N DONGHI
SERIE MAYOR
NICOLAS SANCHEZ-ALBORNOZ Volumen 1 Magnus Morner: ACTIVIDADES POLITICAS Y DE LOS JESUITAS EN EL RIO DE LA PLATA SERIE MENOR Volumen 1 Roberto Cortés Conde y Ezequiel Gallo: LA FORMACION DE LA ARGENTINA MODERNA
ECONOMICAS
Volumen 2 Frederick Merk: LA DOCTRINA MONROE Y EL EXPANSIONISMO NORTEAMERICANO
John Street: GRAN BRETAÑA Y LA INDEPENDENCIA DEL RIO DE LA PLATA
Volumen 3 R. A. Humphreys (compilador): COMERCIO Y POLITICA EN HISPANOAMERICA INDEPENDIENTE. INFORMES CONSULARES BRITANICOS
Volumen 3
Volumen 4
O. Sunkel, G. Maynard, D. Seers y J. G. H. Olivera: INFLACION Y ESTRUCTURA ECONOMICA
Peter H. Smith: CARNE Y POLITICA EN LA ARGENTINA
Volumen 2
Volumen 4
Volumen 5 Magnus Morner: LA MEZCLA DE RAZAS EN LA HISTORIA DE AMERICA LATINA
.
Volumen 14 Frank Tannenbaum: EL NEGRO EN LAS AMERICAS. ESCLAVO Y CIUDADANO Volumen 15 J . A . O d d o ne ne : U R B A N I Z A C I O N Y M O D E R N I Z A C I O N EL RIO DE LA PLATA, 1852-1914
BIBLIOTECA AMERICA LATINA
EN
Dirigida por ROBERTO CORTES CONDE TULIO HALPER1N DONGHI
SERIE MAYOR
NICOLAS SANCHEZ-ALBORNOZ Volumen 1 Magnus Morner: ACTIVIDADES POLITICAS Y DE LOS JESUITAS EN EL RIO DE LA PLATA SERIE MENOR Volumen 1 Roberto Cortés Conde y Ezequiel Gallo: LA FORMACION DE LA ARGENTINA MODERNA
ECONOMICAS
Volumen 2 Frederick Merk: LA DOCTRINA MONROE Y EL EXPANSIONISMO NORTEAMERICANO
John Street: GRAN BRETAÑA Y LA INDEPENDENCIA DEL RIO DE LA PLATA
Volumen 3 R. A. Humphreys (compilador): COMERCIO Y POLITICA EN HISPANOAMERICA INDEPENDIENTE. INFORMES CONSULARES BRITANICOS
Volumen 3
Volumen 4
O. Sunkel, G. Maynard, D. Seers y J. G. H. Olivera: INFLACION Y ESTRUCTURA ECONOMICA
Peter H. Smith: CARNE Y POLITICA EN LA ARGENTINA
Volumen 2
Volumen 4 Boleslao
Lewin:
La
INQUISICION
EN
HISPANOAMERICA
Volumen 5 Magnus Morner: LA MEZCLA DE RAZAS EN LA HISTORIA DE AMERICA LATINA
.
Volumen 5 Jorge Graciarena: PODER Y CLASES SOCIALES EN EL DESARROLLO DE AMERICA LATINA Volumen 6 Clifton B. Kroeber: LA NAVEGACION DE LOS RIOS EN LA HISTORIA ARGENTINA Volumen 7 M. S. Brodersohn, A. Ferrer, E. Eshag y R. Thorp: LOS PLANES D E E S T A B I L IZ IZ A C I O N E N L A A R G E N T I N A Volumen 8 N. Sánchez-AIbornoz y J. L. Moreno: LA POBLACION DE AMERICA LATINA. BOSQUEJO HISTORICO Volumen 9 Romain Gaignard: GEOGRAFIA ECONOMICA DE LA ARGENTINA Volumen 10 Mario Margulis: MIGRACION Y MARGINALIDAD EN LA SOCIEDAD ARGENTINA Volumen 11 Aldo E. Solari: SOCIOLOGIA RURAL LATINOAMERICANA Volumen 12 Ricaurte Soler: EL POSITIVISMO ARGENTINO Volumen 13 Gino Germani: POLITICA Y SOCIEDAD EN UNA EPOCA DE TRANSICION
Voluntan 14 Prank Tannenbaum: EL NEGRO EN LAS AMERICAS. ESCLAVO Y CIUDADANO Volumen 15 J. A. Oddone: URBANIZACION Y MODERNIZACION EN EL RIO DE LA PLATA, 1852-1914
BIBLIOTECA AMERICA LATINA Dirigida por ROBERTO
CORTES
CONDE
TULIO HALPERIN DONGHI
SERIE MAYOR
NICOLAS SANCHEZ-ALBORNOZ Volumen 1 Magnus Morner: ACTIVIDADES POLITICAS Y DE LOS JESUITAS EN EL RIO DE LA PLATA SERIE MENOR Volumen 1 Roberto Cortés Conde y Ezequiel Gallo: LA FORMACION DE LA ARGENTINA MODERNA Volumen 2
ECONOMICAS
Votumen 2 Frederick Merk: LA DOCTRINA MONROE Y EL EXPANSIONISMO NORTEAMERICANO Volumen 3
John Street: GRAN BRETAÑA Y LA INDEPENDENCIA DEL RIO DE LA PLATA
R. A. Humphreys (compilador): COMERCIO Y POLITICA EN HISPANOAMERICA INDEPENDIENTE. INFORMES CONSULARES BRITANICOS
Volumen 3
Volumen 4
O. Sunkel, G. Maynard, D. Seers y J. G. H. Olivera: INFLACION Y ESTRUCTURA ECONOMICA
Peter H. Smith: CARNE Y POLITICA EN LA ARGENTINA
Volumen 4 Boleslao
Lewin:
La
INQUISICION
EN
HISPANOAMERICA
Volumen Volumen 5 Magnus Morner: Morner: LA MEZCLA DE RAZ AS EN DE AMERICA LATINA
.. LA HISTORIA
Volumen 5 Jorge Graciarena: PODER Y CLASES SOCIALES EN EL DESARROLLO DE AMERICA LATINA Volumen 6 Clifton B. Kroeber: LA NAVEGACION DE LOS RIOS EN LA HISTORIA ARGENTINA Volumen 7 M. S. Brodersohn, A. Ferrer, E. Eshag y R. Thorp: LOS PLANES DE ESTABILIZACION EN LA ARGENTINA Volumen 8 N. Sánchez-Albornoz y J. L. Moreno: LA POBLACION DE AMERICA LATINA. BOSQUEJO HISTORICO Volumen 9 Romain Gaignard: GEOGRAFIA ECONOMICA DE LA ARGENTINA Volumen 10 Mario Margulis: MIGRACION Y MARGINALIDAD EN LA SOCIEDAD ARGENTINA Volumen 11 Aldo E. Solari: SOCIOLOGIA RURAL LATINOAMERICANA Volumen 12 Ricaurte Soler: EL POSITIVISMO ARGENTINO Volumen 13 Gino Germani: POLITICA Y SOCIEDAD EN UNA EPOCA DE TRANSICION
LA M EZCLA EZCLA DE DE RA RAZA ZAS S EN LA HISTORIA DE
Volumen 14 Frank Tannenbaum: EL NEGRO EN LAS AMERICAS. ESCLAVO Y CIUDADANO Volumen 15 J . A . O d d o ne ne : U R B A N I Z A C I O N Y M O D E R N I Z A C I O N EL RIO DE LA PLATA, 1852-1914
BIBLIOTECA AMERICA LATINA
EN
Dirigida por ROBERTO CORTES CONDE TULIO HALPER1N DONGHI
SERIE MAYOR
NICOLAS SANCHEZ-ALBORNOZ Volumen 1 Magnus Morner: ACTIVIDADES POLITICAS Y DE LOS JESUITAS EN EL RIO DE LA PLATA SERIE MENOR Volumen 1 Roberto Cortés Conde y Ezequiel Gallo: LA FORMACION DE LA ARGENTINA MODERNA
ECONOMICAS
Volumen 2 Frederick Merk: LA DOCTRINA MONROE Y EL EXPANSIONISMO NORTEAMERICANO
John Street: GRAN BRETAÑA Y LA INDEPENDENCIA DEL RIO DE LA PLATA
Volumen 3 R. A. Humphreys (compilador): COMERCIO Y POLITICA EN HISPANOAMERICA INDEPENDIENTE. INFORMES CONSULARES BRITANICOS
Volumen 3
Volumen 4
O. Sunkel, G. Maynard, D. Seers y J. G. H. Olivera: INFLACION Y ESTRUCTURA ECONOMICA
Peter H. Smith: CARNE Y POLITICA EN LA ARGENTINA
Volumen 2
Volumen 4 Boleslao
Lewin:
La
INQUISICION
EN
HISPANOAMERICA
Volumen 5 Magnus Morner: LA MEZCLA DE RAZAS EN LA HISTORIA DE AMERICA LATINA
.
Volumen 5 Jorge Graciarena: PODER Y CLASES SOCIALES EN EL DESARROLLO DE AMERICA LATINA Volumen 6 Clifton B. Kroeber: LA NAVEGACION DE LOS RIOS EN LA HISTORIA ARGENTINA Volumen 7 M. S. Brodersohn, A. Ferrer, E. Eshag y R. Thorp: LOS PLANES D E E S T A B I L IZ IZ A C I O N E N L A A R G E N T I N A Volumen 8 N. Sánchez-AIbornoz y J. L. Moreno: LA POBLACION DE AMERICA LATINA. BOSQUEJO HISTORICO Volumen 9 Romain Gaignard: GEOGRAFIA ECONOMICA DE LA ARGENTINA Volumen 10 Mario Margulis: MIGRACION Y MARGINALIDAD EN LA SOCIEDAD ARGENTINA Volumen 11 Aldo E. Solari: SOCIOLOGIA RURAL LATINOAMERICANA Volumen 12 Ricaurte Soler: EL POSITIVISMO ARGENTINO Volumen 13 Gino Germani: POLITICA Y SOCIEDAD EN UNA EPOCA DE TRANSICION
Voluntan 14 Prank Tannenbaum: EL NEGRO EN LAS AMERICAS. ESCLAVO Y CIUDADANO Volumen 15 J. A. Oddone: URBANIZACION Y MODERNIZACION EN EL RIO DE LA PLATA, 1852-1914
BIBLIOTECA AMERICA LATINA Dirigida por ROBERTO
CORTES
CONDE
TULIO HALPERIN DONGHI
SERIE MAYOR
NICOLAS SANCHEZ-ALBORNOZ Volumen 1 Magnus Morner: ACTIVIDADES POLITICAS Y DE LOS JESUITAS EN EL RIO DE LA PLATA SERIE MENOR Volumen 1 Roberto Cortés Conde y Ezequiel Gallo: LA FORMACION DE LA ARGENTINA MODERNA Volumen 2
ECONOMICAS
Votumen 2 Frederick Merk: LA DOCTRINA MONROE Y EL EXPANSIONISMO NORTEAMERICANO Volumen 3
John Street: GRAN BRETAÑA Y LA INDEPENDENCIA DEL RIO DE LA PLATA
R. A. Humphreys (compilador): COMERCIO Y POLITICA EN HISPANOAMERICA INDEPENDIENTE. INFORMES CONSULARES BRITANICOS
Volumen 3
Volumen 4
O. Sunkel, G. Maynard, D. Seers y J. G. H. Olivera: INFLACION Y ESTRUCTURA ECONOMICA
Peter H. Smith: CARNE Y POLITICA EN LA ARGENTINA
Volumen 4 Boleslao
Lewin:
La
INQUISICION
EN
HISPANOAMERICA
Volumen Volumen 5 Magnus Morner: Morner: LA MEZCLA DE RAZ AS EN DE AMERICA LATINA
.. LA HISTORIA
Volumen 5 Jorge Graciarena: PODER Y CLASES SOCIALES EN EL DESARROLLO DE AMERICA LATINA Volumen 6 Clifton B. Kroeber: LA NAVEGACION DE LOS RIOS EN LA HISTORIA ARGENTINA Volumen 7 M. S. Brodersohn, A. Ferrer, E. Eshag y R. Thorp: LOS PLANES DE ESTABILIZACION EN LA ARGENTINA Volumen 8 N. Sánchez-Albornoz y J. L. Moreno: LA POBLACION DE AMERICA LATINA. BOSQUEJO HISTORICO Volumen 9 Romain Gaignard: GEOGRAFIA ECONOMICA DE LA ARGENTINA Volumen 10 Mario Margulis: MIGRACION Y MARGINALIDAD EN LA SOCIEDAD ARGENTINA Volumen 11 Aldo E. Solari: SOCIOLOGIA RURAL LATINOAMERICANA Volumen 12 Ricaurte Soler: EL POSITIVISMO ARGENTINO Volumen 13 Gino Germani: POLITICA Y SOCIEDAD EN UNA EPOCA DE TRANSICION
LA M EZCLA EZCLA DE DE RA RAZA ZAS S EN LA HISTORIA DE
Voluntan 14 Prank Tannenbaum: EL NEGRO EN LAS AMERICAS. ESCLAVO Y CIUDADANO Volumen 15 J. A. Oddone: URBANIZACION Y MODERNIZACION EN EL RIO DE LA PLATA, 1852-1914
BIBLIOTECA AMERICA LATINA Dirigida por ROBERTO
CORTES
CONDE
TULIO HALPERIN DONGHI
SERIE MAYOR
NICOLAS SANCHEZ-ALBORNOZ Volumen 1 Magnus Morner: ACTIVIDADES POLITICAS Y DE LOS JESUITAS EN EL RIO DE LA PLATA SERIE MENOR Volumen 1 Roberto Cortés Conde y Ezequiel Gallo: LA FORMACION DE LA ARGENTINA MODERNA Volumen 2
ECONOMICAS
Votumen 2 Frederick Merk: LA DOCTRINA MONROE Y EL EXPANSIONISMO NORTEAMERICANO Volumen 3
John Street: GRAN BRETAÑA Y LA INDEPENDENCIA DEL RIO DE LA PLATA
R. A. Humphreys (compilador): COMERCIO Y POLITICA EN HISPANOAMERICA INDEPENDIENTE. INFORMES CONSULARES BRITANICOS
Volumen 3
Volumen 4
O. Sunkel, G. Maynard, D. Seers y J. G. H. Olivera: INFLACION Y ESTRUCTURA ECONOMICA
Peter H. Smith: CARNE Y POLITICA EN LA ARGENTINA
Volumen 4 Boleslao
Lewin:
La
INQUISICION
EN
HISPANOAMERICA
Volumen Volumen 5 Magnus Morner: Morner: LA MEZCLA DE RAZ AS EN DE AMERICA LATINA
.. LA HISTORIA
Volumen 5 Jorge Graciarena: PODER Y CLASES SOCIALES EN EL DESARROLLO DE AMERICA LATINA Volumen 6 Clifton B. Kroeber: LA NAVEGACION DE LOS RIOS EN LA HISTORIA ARGENTINA Volumen 7 M. S. Brodersohn, A. Ferrer, E. Eshag y R. Thorp: LOS PLANES DE ESTABILIZACION EN LA ARGENTINA Volumen 8 N. Sánchez-Albornoz y J. L. Moreno: LA POBLACION DE AMERICA LATINA. BOSQUEJO HISTORICO Volumen 9 Romain Gaignard: GEOGRAFIA ECONOMICA DE LA ARGENTINA Volumen 10 Mario Margulis: MIGRACION Y MARGINALIDAD EN LA SOCIEDAD ARGENTINA Volumen 11 Aldo E. Solari: SOCIOLOGIA RURAL LATINOAMERICANA Volumen 12 Ricaurte Soler: EL POSITIVISMO ARGENTINO Volumen 13 Gino Germani: POLITICA Y SOCIEDAD EN UNA EPOCA DE TRANSICION
„
C O R E & Í M Í E M T O
LA M EZCLA EZCLA DE DE RA RAZA ZAS S EN LA HISTORIA DE AM ERICA RICA LA TINA
QELtDRE ELtDREG GXOMBQA
Un administrador español invita a cenar a un mestizo, un mulato y un indio. Tomado de P r i m er N u e v a C o r on on i c a y B u e n G o b i e r n o , manuscrito de principios del siglo xvn escrito por el indio peruano Felipe Guarnan Poma de Ayala.
Título del original inglés RACE MIXTURE IN THE HISTORY OF LATIN AMERICA
S i (>rj.:
„
C O R E & Í M Í E M T O
LA M EZCLA EZCLA DE DE RA RAZA ZAS S EN LA HISTORIA DE AM ERICA RICA LA TINA
QELtDRE ELtDREG GXOMBQA
Un administrador español invita a cenar a un mestizo, un mulato y un indio. Tomado de P r i m er N u e v a C o r on on i c a y B u e n G o b i e r n o , manuscrito de principios del siglo xvn escrito por el indio peruano Felipe Guarnan Poma de Ayala.
Título del original inglés RACE MIXTURE IN THE HISTORY OF LATIN AMERICA Publicado por Little, Brown & Company, Londres Versión castellana de J OR GE PI AT I GO R SK Y Revisada por el autor
S i (>rj.:
V.. I N D I C E
IMPRESO EN LA ARGENTINA Queda hecho el depósito que previene la ley N9 11.723 © Copyri ght de todas las ediciones en castellano by ED IT OR IAL PAID OS S. A. I. C. F. Defensa 599 Buenos Aires
P RE FACI O r l T P I . E L C RU ZA M I E N T O D E R AZA S C o J l D II. ANTECEDENTES—AMERICANOS, IBERICOS Y AF RI CA N OS C 22 J III. PRIMER ENCUENTRO DE LAS RAZAS EN LAS AMERICAS IV. POL ITI CAS RACIALES DE L E STADO Y DE LA IG] EN LA EPOCA DE LA COLONIA 44 V. L A SOCIEDA D DE CASTAS: ASCENSO Y DE CL I N ACI ON 60 VI. LA REBELION DE LOS HOMBRES DE PI EL OSCURA 79 VIL E L CAMBIO SOCIAL EN EL CAMPO VIH . ESCL AVI TU D NE GRA
93
110
IX. DISTR IBU CION DE LAS RAZAS Y REL ACIONE S RAC I AL E S DE SDE 1850 124
-i
‘M u
¡ B I B L I O T E C A RIV ADA V I A fi '-MIA BLAX 4 UA
X. EL REN ACIMI ENT O INDIO Y EL MESTIZAJ E REEVALUADO 135 BREVE CRON OLOGI A HIDROGRAFIA
147
145
Título del original inglés RACE MIXTURE IN THE HISTORY OF LATIN AMERICA
S i (>rj.:
Publicado por Little, Brown & Company, Londres Versión castellana de J OR GE PI AT I GO R SK Y Revisada por el autor
V.. I N D I C E
IMPRESO EN LA ARGENTINA Queda hecho el depósito que previene la ley N9 11.723 © Copyri ght de todas las ediciones en castellano by
P RE FACI O r l T P I . E L C RU ZA M I E N T O D E R AZA S C o J l D
ED IT OR IAL PAID OS S. A. I. C. F. Defensa 599 Buenos Aires
II. ANTECEDENTES—AMERICANOS, IBERICOS Y AF RI CA N OS C 22 J III. PRIMER ENCUENTRO DE LAS RAZAS EN LAS AMERICAS IV. POL ITI CAS RACIALES DE L E STADO Y DE LA IG] EN LA EPOCA DE LA COLONIA 44 V. L A SOCIEDA D DE CASTAS: ASCENSO Y DE CL I N ACI ON 60 VI. LA REBELION DE LOS HOMBRES DE PI EL OSCURA 79 VIL E L CAMBIO SOCIAL EN EL CAMPO VIH . ESCL AVI TU D NE GRA
93
110
IX. DISTR IBU CION DE LAS RAZAS Y REL ACIONE S RAC I AL E S DE SDE 1850 124
-i
X. EL REN ACIMI ENT O INDIO Y EL MESTIZAJ E REEVALUADO 135
‘M u
¡ B I B L I O T E C A RIV ADA V I A fi '-MIA BLAX 4 UA
BREVE CRON OLOGI A HIDROGRAFIA
Dedico este libro a mi esposa, con gratitud y amor.
147
145
Dedico este libro a mi esposa, con gratitud y amor.
liste os un libro breve que trata sobre un tema muy amplio. M i propósito M ofrecer un resumen basado en el estado actual de las investigaciones. K xisle una necesidad muy clara de un resumen de este tipo; a pesar de la gran cantidad de estudios realizados en el campo de la historia, la antro pología y la sociología, las interpretaciones tradicionales y, según mi opinión, obsoletas, continúan dictando gran parte de las ideas populares Noliic las relaciones raciales y su trasfondo histórico en América latina.
M agnus M orner
I l'lliigM, Suecia, 3 de junio de 1969
<1 ( K U Z A M I E N T O D E R A Z A S Menú» las famosas palabras del fi lósofo mexicano J osé Vasconcelos, en América latina surgirá una nueva raza, “hecha con el tesoro de todas las milni loros, la raza final, la raza-cósmica”. Es cierto que las palabras de Viril úncelos, que pertenecen a suTlibro Raza cósmi ca (1925), se refieren ii mi hecho abstracto, cultural.1 N o obstante, esta idea de una nueva i ir/u tr opical refleja una situación existente. N inguna parte del mundo lia presenciado un cruzamiento de razas tan gigantesco como el que ha ««Nítido ocurriendo en América latina y en el Caribe desde 1492. En i I i v I h , es imposible determinar el status racial de la mayor parte de los luí Imlamericanos sin una investigación genética y antropométrica previa. I Im ni Unes del siglo x v i i i , si hemos de creer a un historiador muy bien liil oimudo, el mestizaje (en este li bro util izo la palabra con su estricto 'H'iiiiilii técnico de miscegenación) había avanzado tanto en M éxico, * 1111 *poros eran los individuos de raza pura que quedaban en el país”.2 KMii <»l>srrvación probablemente era aplicable a la mayor parte de la Améilea latina de la época. E n esa inmensa región pueden encontrarse ru'.i imlas las variaciones de cruzamientos entre los tres troncos princi pales mongólico, caucásico y negro—, y todos saben que esa triple Itril ón biológica es muy real,3 aunque las personas de piel oscura prellrreu ron frecuencia sugerir que tienen un antepasado indio y no afri-
Los niños mestizos de párrocos españoles son llevados a Lima. De la crónica de Poma de Ayala.
1 Vuní ’
cano. E n al gunos países el mestizaje en sí se convirtió, como veremos mas adelante, en un símbolo de la nacionalidad. Muchas obras de consulta presentan prolijamente cifras y porcentajes sobre la composición racial de las naciones de América latina. Podemos encontrar, por ejemplo, que el 65 por ciento de los venezolanos son mestizos, el 20 por ciento blancos, el 8 por ciento negros, y el 7 por ciento indios, o que el 9,5 por ciento de los panameños son indios, y el 13,3 por ciento negros, el 11,1 por ciento blancos y el 65,3 por ciento de sangre mezclada.4 Estas cifras son puramente conjeturales y carecen por completo de valor científico. Incluso en los pocos censos latinoameri canos que utilizan clasificaciones “raciales", los criterios empleados vanan grandemente, a veces incluso entre diferentes relevamientos realizados en un mismo país. E l censo mexicano de 1929 da un por cen taje de 29,2 indios sobre la base de un criterio en gran medida físico y antropológico. L os censos de 1910 y 1930, basados sobre un criterio socioeconomico, dan un 11 por ciento y un 13 por ciento, respectiva mente. Apl icando un criteri o lingüístico, un especiali sta mexicano obtuvo un valor del 15 por ciento.5Es fácil comprender que la aboli ción de la clasificación racial en los últimos censos no constituye una pérdida para la ciencia. Aunque debamos renunciar a obtener cifras exactas sobre las razas, la obseivacion visual y el conocimiento de algunos hechos básicos permiten discernir las principales pautas raciales de la América latina de la actua lidad En el Caribe (exceptuado Puerto Rico) y en el nordeste de\ Brasil, zonas en las que encontramos plantaciones, la pauta es afrolati noamericana. L a pauta euro-latinoameri cana comprende la mayor parte de Argentina, Uruguay, el extremo sur de Chile y el sur de Brasil esto es, la zona que ha recibido grandes oleadas de inmigración euro pea durante los últimos cien años-. El resto de la región constituye una América mestiza, con enclaves dispersos de poblaciones indígenas en M éxico, Guatemala y los Andes sudamericanos, al igual que en la cuenca del Amazonas. Obviamente, existe una estrecha correlación entre la com- } posición racial y el medio climático y geográfi co. E l “indio” se encuentra en la actualidad en las sierras y en las zonas tropicales bajas e impro ductivas, el negro en las zonas tropicales bajas y productivas, y el blanco» en las zonas bajas y templadas/N o obstante, la explicación de la distri bución racial es, en lo principal, de índole histórica, como veremos más adelante, y parte de la conquista europea y la economía de plantaciónpodría aducirse que, desde cierto punto de vista, el desarrollo de las relaciones raciales y el mestizaje constituyen el tema principal de toda la historia de la América latina.6 I ncluso si admitimos que el aspecto puramente racial de esta historia se ha hecho cada vez menos conspi4 Inf ormati on Please Alm anac (Nu eva York, 1964), 732 763 5 Iturriaga (1951) , 93 y sigs. 6 Smith (1966) 232, aduce también que “sería posible escribir una historia bas tante adecuada del pueblo de Colombia en términos estrictos de sucesión racial” esto es, del proceso por el cual l os miembros de una raza son desalojados deí territorio que han estado ocupando y reemplazados por los de otra. . . ”
W l í f n í d° ej tudiados acabadamente. La distribución genética entre los llamados indios guayqueri de la isla Margarita, de Venezuela sugiere £ £ T u « r ? L COnStí? Ída ^
por eW n to s aPm” r S d te..P°r
46
P ° r C Í e n t ¿ P °r elementos c a S
men,°S ”egr°S' y “ " " 41 ^
d “ ‘°
ni¿canteeKntrÍfÉ 0r,“ 01- ,J Íológi‘!‘ dcI SS fíjS jeP Probablemente insig. razai
COntemP °raneas no se ha encontrado ninguna
m r t r i ín ° f CaS n en- ; elIf SrePresentan evoluciones paralelas moT decir ron í umildes Pnnc,Piol del hombre. En consecuencia pode“e? mestízale^ rio^'p^V.
^
hasta don de sabemos, biológicam ente
las razas en Z S » e\ mal° ’ 9 * esulta significativo que todas jas razas, en alguna medida, se hayan adaptado a su medio.1» El mesd ° hr ? br6S más resistentes en un medio e s p i L Z l t e d í 'H l ^1 E ^ cuando a la o con. mas defensas contra ciertas enfermedades.11
............... innr^iblo que por lo menos el punto de partida de la evolución iMlItifiiiiH i lt atui está en el encu entr o en su suel o de i ndi vi duos d e las fiwu* inuiiy.óllcu, caucásica y negia.
K h í h i uiui definición
Al ■ *•11•m,n este tema pronto se comprende que la termi nología corri ente , l problema en lugar de clarifi carlo. La palabra raza por ph mill o puede designar a casi cualquier grupo humano que posea , • características comunes. Esa caracteri zación es especialmente vi,ilile i o el lenguaje literario, retórico, propagandístico o simplemente ...... huno, sólo en su alcance lingüístico y cultural podernos justihear l . . hpi *siones “raza germana” o “raza hi spana . H ablando con pr opi, il nl , | termino “raza” debe reservarse para designar a cada una de U iii,i mies divisiones de la humanidad cuyos miembros comparten , | eilo', Iasilos bien defi nidos; las poblaciones caracterizadas por la treí ii, ni i.i con qu e recurren ciertos genes. M e refiero, por supuesto, al , olíii lie la piel y los ojos, al ti po de cabell o, a los rasgos antr opométricos, ti r i upo sanguíneo. Puesto que el aspecto físico o f e n o t i p o (por ejem plo I., altura del individuo) puede depender en parte del medio lo Hile realmente interesa es la composición hereditaria o genotipo. Las , ui.ielensticas adquiridas no son hereditarias.7 E n el pasado parecía ti I,divamente fácil separar a la humanidad en categorí as mediante una división estri ctamente racial. El gran naturali sta sueco L inneo en su Su si n n u N a l w a e (1738), fue el primero que clasifico a los indios (o ..... indios según el término más erudito) como una cuarta raza, junto ,, I,, blanca, la negra y la amaril la. Pero investigaciones mas recientes liun revelado que las diferencias raciales son mucho mas vagas y dihciies ile establecer de lo que los estudiosos creían. En la actualidad, en etecto, ....... xlstc acuerdo general sobre ninguna clasificación racial. L as dtfe-
i,'lirias raciales pueden haber resultado de mutaciones de la selección y del azar genético (en cuyo caso las variaciones geneticas .... . n i nn una consecuencia del cruzamiento aleatorio en poblaciones pequen,e,) v haberse mantenido por el aislamiento geográfico. U na vez quebraIlo I■•.Ieaislamiento ha seguido la mezcla. En consecuencia, es natural que 11 , disiinciones raciales sean de carácter vago. Pero en el pasado remoto ........ , , n nación ocurría por lo general entre p u e b l o s vecinos. Solo los i• , ubi mlientos geográficos de los siglos xv y xvi y el desarrol o de la .........ni hicieron posible el cruzamiento racial en gran escala entre ......... . humanos geográficamente distantes. A causa de que America europeos , .................. h.ba condiciones atractivas para muchos i n m i g r a n t e s „...... puñados por sus esclavos negros, el continente se convirtio en el .
i •„em ulo ii rinci pal de este proceso biológi co. Toda ví a sabemos relativa mente poco sobre el desarrollo estrictamente biologico del mestizaje en Amé.lea latina. Sólo unos pocos, pequeños y diseminados grupos humaI l .ln lo que erróneamente creía el biólogo soviético Lysenko. Dunn y Dobz|,,,,,,1. s (1052) constituye una buena introducción popular a la genetica humana.
t HitHinlanlo do razas y sociedad
Mi ImMil ucp,cnución tiene una importancia tan li mitada, ¿cuál es entonces ||| fllunlllimío histórico? Su importancia radica en su íntima relación M)|| ilii, | nni i -,n.s sociales: la aculturaeión —esto es, la mezcla de elemenUil i lili ni ules , y la asimilación —o sea la absorción de un individuo o im |mmMu | >
i imito vehículo de ácülturación, y con mucha fr ecuencia coin. M i...... i I ci u/.anliento racial y la fusi ón cultur al. Pero, como veremos Mili..... Ii'lmilr, a veces hubo aculturaeión sin mestizaje, o mestizaje sin .... ............... De todas maneras debemos distinguir claramente ambos i im •| ilii* I ,a confusión es frecuente en la literatura histórica, y el térlllll m 11ii I ly.ajc” (qu e sólo debe designar el cruzamiento de razas),
cano. E n al gunos países el mestizaje en sí se convirtió, como veremos mas adelante, en un símbolo de la nacionalidad. Muchas obras de consulta presentan prolijamente cifras y porcentajes sobre la composición racial de las naciones de América latina. Podemos encontrar, por ejemplo, que el 65 por ciento de los venezolanos son mestizos, el 20 por ciento blancos, el 8 por ciento negros, y el 7 por ciento indios, o que el 9,5 por ciento de los panameños son indios, y el 13,3 por ciento negros, el 11,1 por ciento blancos y el 65,3 por ciento de sangre mezclada.4 Estas cifras son puramente conjeturales y carecen por completo de valor científico. Incluso en los pocos censos latinoameri canos que utilizan clasificaciones “raciales", los criterios empleados vanan grandemente, a veces incluso entre diferentes relevamientos realizados en un mismo país. E l censo mexicano de 1929 da un por cen taje de 29,2 indios sobre la base de un criterio en gran medida físico y antropológico. L os censos de 1910 y 1930, basados sobre un criterio socioeconomico, dan un 11 por ciento y un 13 por ciento, respectiva mente. Apl icando un criteri o lingüístico, un especiali sta mexicano obtuvo un valor del 15 por ciento.5Es fácil comprender que la aboli ción de la clasificación racial en los últimos censos no constituye una pérdida para la ciencia. Aunque debamos renunciar a obtener cifras exactas sobre las razas, la obseivacion visual y el conocimiento de algunos hechos básicos permiten discernir las principales pautas raciales de la América latina de la actua lidad En el Caribe (exceptuado Puerto Rico) y en el nordeste de\ Brasil, zonas en las que encontramos plantaciones, la pauta es afrolati noamericana. L a pauta euro-latinoameri cana comprende la mayor parte de Argentina, Uruguay, el extremo sur de Chile y el sur de Brasil esto es, la zona que ha recibido grandes oleadas de inmigración euro pea durante los últimos cien años-. El resto de la región constituye una América mestiza, con enclaves dispersos de poblaciones indígenas en M éxico, Guatemala y los Andes sudamericanos, al igual que en la cuenca del Amazonas. Obviamente, existe una estrecha correlación entre la com- } posición racial y el medio climático y geográfi co. E l “indio” se encuentra en la actualidad en las sierras y en las zonas tropicales bajas e impro ductivas, el negro en las zonas tropicales bajas y productivas, y el blanco» en las zonas bajas y templadas/N o obstante, la explicación de la distri bución racial es, en lo principal, de índole histórica, como veremos más adelante, y parte de la conquista europea y la economía de plantaciónpodría aducirse que, desde cierto punto de vista, el desarrollo de las relaciones raciales y el mestizaje constituyen el tema principal de toda la historia de la América latina.6 I ncluso si admitimos que el aspecto puramente racial de esta historia se ha hecho cada vez menos conspi4 Inf ormati on Please Alm anac (Nu eva York, 1964), 732 763 5 Iturriaga (1951) , 93 y sigs. 6 Smith (1966) 232, aduce también que “sería posible escribir una historia bas tante adecuada del pueblo de Colombia en términos estrictos de sucesión racial” esto es, del proceso por el cual l os miembros de una raza son desalojados deí territorio que han estado ocupando y reemplazados por los de otra. . . ”
por eW n to s aPm” r S d te..P°r
46
P ° r C Í e n t ¿ P °r elementos c a S
men,°S ”egr°S' y “ " " 41 ^
d “ ‘°
ni¿canteeKntrÍfÉ 0r,“ 01- ,J Íológi‘!‘ dcI SS fíjS jeP Probablemente insig. razai
COntemP °raneas no se ha encontrado ninguna
m r t r i ín ° f CaS n en- ; elIf SrePresentan evoluciones paralelas moT decir ron í umildes Pnnc,Piol del hombre. En consecuencia pode“e? mestízale^ rio^'p^V.
^
hasta don de sabemos, biológicam ente
las razas en Z S » e\ mal° ’ 9 * esulta significativo que todas jas razas, en alguna medida, se hayan adaptado a su medio.1» El mesd ° hr ? br6S más resistentes en un medio e s p i L Z l t e d í 'H l ^1 E ^ cuando a la o con. mas defensas contra ciertas enfermedades.11 de razas e .t i lmP°rtan“ a psicológica e intelectual del cruzamiento e razas, este tema ha sido discutido con violencia. Se ha tratado de
ingeniosos* tos o,“al* “ í* ^ UnÍ d°S’ VarÍOS tests más ° menos rezaeadT Pern pC,uaIesK1suelen demostrar que “la gente de color ” está “ lg - P,ero el P ^blema no ha sido resuelto en modo alguno porque í ? f Se ha Pr°bado que enlos resultados de estos tests resulta imposib]e_diferericiar claramente el efecto sociocultural del medio del di k -¿^pos i ci ón genética. Por l o menos en el estado presenTe de las inves “superiores” fe ores desde el qUe justificl ue una división enP roba razas superiores 'e^n e inferi punto de vista intelectual blemente sea correcto lo que afir mó Cicerón: “Los hombres difi eren ñor —o que saben, pero son iguales en su capacidad de aprendizaje N o exEte nmguna raza que guiada por la raz ó* no eda j i gar ^ a v^u T ” r a i l ;jbStaiíteí Sabem“ fJ ue las opini ones categóricas sobre el tema Í T mU í aS P°r gunOS seudocientíficos han tenido una influencia Í E d S í s S S 10Mma yp qUe !°S enUnCÍf d0S cautelosos reaL T dos PS
de Afri ca d T sn ^ v ra íer° * ' ^ 6 ^lemania>a los “africander” c/il y a Ios segregacionistas del sur estadounidense pero no solo a ellos. Algunos nacionalistas asiáticos y africanos de la actualidad parecen estar persuadidos también de que sus pr op L razas n innatamente superiores. L a seudociencia se ha nutr ido de muchas fuentes, desde Ar istóteles a Darwin, al conde de Gobineau a Houston Chamberlam y a Al fred Rosenberg -el teórico de H it ler - L os racistas han apelado con .éxito a la envidia, la ignorancia y la estupidez humanas COnCePtOS b¡0lÓg,C“
y sociocultm-ales ba^o u„ “
8 Saldanha (1964), 271-272. 9 Comas (1944), 24. Í Í ^ !ase en Sacchetti (1964) u n extraordinario ejemplo andino 11 Vease, por ejemplo, Vellard (1956), 89
sob; h’S o S n S '''
Sh«’” <19SJ >i ”* »* ™ ™ buen
K h í h i uiui definición
Al ■ *•11•m,n este tema pronto se comprende que la termi nología corri ente , l problema en lugar de clarifi carlo. La palabra raza por ph mill o puede designar a casi cualquier grupo humano que posea , • características comunes. Esa caracteri zación es especialmente vi,ilile i o el lenguaje literario, retórico, propagandístico o simplemente ...... huno, sólo en su alcance lingüístico y cultural podernos justihear l . . hpi *siones “raza germana” o “raza hi spana . H ablando con pr opi, il nl , | termino “raza” debe reservarse para designar a cada una de U iii,i mies divisiones de la humanidad cuyos miembros comparten , | eilo', Iasilos bien defi nidos; las poblaciones caracterizadas por la treí ii, ni i.i con qu e recurren ciertos genes. M e refiero, por supuesto, al , olíii lie la piel y los ojos, al ti po de cabell o, a los rasgos antr opométricos, ti r i upo sanguíneo. Puesto que el aspecto físico o f e n o t i p o (por ejem plo I., altura del individuo) puede depender en parte del medio lo Hile realmente interesa es la composición hereditaria o genotipo. Las , ui.ielensticas adquiridas no son hereditarias.7 E n el pasado parecía ti I,divamente fácil separar a la humanidad en categorí as mediante una división estri ctamente racial. El gran naturali sta sueco L inneo en su Su si n n u N a l w a e (1738), fue el primero que clasifico a los indios (o ..... indios según el término más erudito) como una cuarta raza, junto ,, I,, blanca, la negra y la amaril la. Pero investigaciones mas recientes liun revelado que las diferencias raciales son mucho mas vagas y dihciies ile establecer de lo que los estudiosos creían. En la actualidad, en etecto, ....... xlstc acuerdo general sobre ninguna clasificación racial. L as dtfe-
i,'lirias raciales pueden haber resultado de mutaciones de la selección y del azar genético (en cuyo caso las variaciones geneticas .... . n i nn una consecuencia del cruzamiento aleatorio en poblaciones pequen,e,) v haberse mantenido por el aislamiento geográfico. U na vez quebraIlo I■•.Ieaislamiento ha seguido la mezcla. En consecuencia, es natural que 11 , disiinciones raciales sean de carácter vago. Pero en el pasado remoto ........ , , n nación ocurría por lo general entre p u e b l o s vecinos. Solo los i• , ubi mlientos geográficos de los siglos xv y xvi y el desarrol o de la .........ni hicieron posible el cruzamiento racial en gran escala entre ......... . humanos geográficamente distantes. A causa de que America europeos , .................. h.ba condiciones atractivas para muchos i n m i g r a n t e s „...... puñados por sus esclavos negros, el continente se convirtio en el .
i •„em ulo ii rinci pal de este proceso biológi co. Toda ví a sabemos relativa mente poco sobre el desarrollo estrictamente biologico del mestizaje en Amé.lea latina. Sólo unos pocos, pequeños y diseminados grupos humaI l .ln lo que erróneamente creía el biólogo soviético Lysenko. Dunn y Dobz|,,,,,,1. s (1052) constituye una buena introducción popular a la genetica humana.
W l í f n í d° ej tudiados acabadamente. La distribución genética entre los llamados indios guayqueri de la isla Margarita, de Venezuela sugiere £ £ T u « r ? L COnStí? Ída ^
............... innr^iblo que por lo menos el punto de partida de la evolución iMlItifiiiiH i lt atui está en el encu entr o en su suel o de i ndi vi duos d e las fiwu* inuiiy.óllcu, caucásica y negia.
e
t HitHinlanlo do razas y sociedad
Mi ImMil ucp,cnución tiene una importancia tan li mitada, ¿cuál es entonces ||| fllunlllimío histórico? Su importancia radica en su íntima relación M)|| ilii, | nni i -,n.s sociales: la aculturaeión —esto es, la mezcla de elemenUil i lili ni ules , y la asimilación —o sea la absorción de un individuo o im |mmMu | > i imito vehículo de ácülturación, y con mucha fr ecuencia coin. M i...... i I ci u/.anliento racial y la fusi ón cultur al. Pero, como veremos Mili..... Ii'lmilr, a veces hubo aculturaeión sin mestizaje, o mestizaje sin .... ............... De todas maneras debemos distinguir claramente ambos i im •| ilii* I ,a confusión es frecuente en la literatura histórica, y el térlllll m 11ii I ly.ajc” (qu e sólo debe designar el cruzamiento de razas), p| | ]|*iiiln .ni precisión, es especialmente responsable de esta ambigüedad j* vnKiiittlftd.14 \ .lili K liria del mestizaje, la acultur aeión es a veces sumamente peIIIWh v illlli il para el invi diduo. Qui en se encuentra en medio de este o no “sangre mezclada”, corre el peligro de convertirse ■I ii ln ijun ingeniosamente se ha denominado “un hombre marginal”, un ' lli niliipliiilo sin raíces, inestable, desasosegado.15 Una persona raciall i t e de uno de los “nuevos” países llii lili i >iii ¡i" que pertenece a la é tli ln mlnulidad puede convertir se en un hombre marginal , desgarrado ........... In esla (Mitre la cultura tradicional y la cultura externa, pero es I h ni milili i[no esto ocurra con más frecuencia entre las personas de M*m i mini na mixta. ¿Por qué? Obviamente, la causa es la clasificación »*i i”ni j 11i( a de las razas humanas dictadas por el etnocentrismo europeo. '.......mil-, del año 1500 la valorización diferencial de las razas humanas na IMH" notable. Se admite que los contactos interraciales eran también muí Im menos frecuentes. Parecería que el hombre occidental tomó i mu li’iii ia do las características raciales sobre todo a causa de la curio jlil m! inmeentista. Una vez producida esa toma de conciencia, sólo lalliil ni mi paso para la valoración desde el punto de vista de la propia niíH l'nii en el momento en que estaba comenzando la colonización •1110(11 u «Id Nuevo Mundo, prevaleció durante cierto tiempo otra distinI.ii amcnle medieval, entre cristianos y paganos. El paganismo i - i .... imiaba una excusa útil para la conquista y esclavización. N o ululante, eoino los indios fueron gradualmente cristianizados, esa distin........... i lie val se derrumbó muy pronto; la distinción entre las razas fue niinI ii un la en América por la dicotomía típicamente colonial de conquisImIm es v conquistados, o de amos y sirvi entes (o escl avos). C onsecuen te...... . el mestizaje podía considerarse en sí mismo como una amenaza
I
.
Iih Im cniilrit oí racismo, han utili zado a veces argumentos simplifi cados. Beckman ( lUflfl), u V/iii ino las observaciones de J uan Comas, 1PGH (1961) , 96. (L as abreviaI i i i h ’i lillillii| | ráflcas que aparecen en las notas de este libro están aclaradas en la ............... Un do lns págs. 147-163 por orden alfabético.) \ i iim . i>or ejemplo, Stonequist (1937). .
al mulato tanto como aT neg™ ñor'sT ^*T eStabI®cida Se estigmatizaba vos. Otro estigma To con sü & ^f escla™s ° descendientes de esclasonas de ascendencia mixta De p J I T legitimo de muchas perse convirtieron en hombres m ar ei n a^ i “ Uc os indivíduos de color sus propios linajes o rehmah™ • Ame™ a; eran rechazados por “ipferiores”. unirse a tales linajes, considerados cana cont empok nea^tr e^índi S ’6 y^no X d -Ia»dÍSíjnCÍÓn I atinoameriuna realidad social fia falta d» -i •, n )s refleja por lo general realidad .ad aS S id iS .rt e r S T 13™ 11 d<3 ^ ÍndÍOS) V ™
(lili* 1 lililí' cuando una sociedad está compuesta por grupos cerrados PnlHiinnii.il', en los que la pertenencia es decidida por el nacimiento. I m Inillii, como sabemos, constituye el prototipo de este sistema. En Migllltiln lnr.,11 , el sistema de estados (o estam ent os): sociedad jerárquica t tu 1.. 1 'ilmlos cslán rígidamente separados por la ley y las costumbres, y Mui I ....... ni 11 caracterizados por sus diferentes relaciones hereditail 1 1 mi la I ierra (propietari os, arrendatarios o siervos). Aunque el status jK»luí i"i en general hereditario, la movili dad social verti cal no está w| HiMifiilc excluida. E l pr ototipo de este sistema se encuentra en el itml ili mu de la Edad Media. E n tercer término está el sistema de Inundo jirincipalmente en las diferencias económicas sin restric-
W l í f n í d° ej tudiados acabadamente. La distribución genética entre los llamados indios guayqueri de la isla Margarita, de Venezuela sugiere £ £ T u « r ? L COnStí? Ída ^
por eW n to s aPm” r S d te..P°r
46
t HitHinlanlo do razas y sociedad
P ° r C Í e n t ¿ P °r elementos c a S
men,°S ”egr°S' y “ " " 41 ^
Mi ImMil ucp,cnución tiene una importancia tan li mitada, ¿cuál es entonces ||| fllunlllimío histórico? Su importancia radica en su íntima relación M)|| ilii, | nni i -,n.s sociales: la aculturaeión —esto es, la mezcla de elemenUil i lili ni ules , y la asimilación —o sea la absorción de un individuo o im |mmMu | > i imito vehículo de ácülturación, y con mucha fr ecuencia coin. M i...... i I ci u/.anliento racial y la fusi ón cultur al. Pero, como veremos Mili..... Ii'lmilr, a veces hubo aculturaeión sin mestizaje, o mestizaje sin .... ............... De todas maneras debemos distinguir claramente ambos i im •| ilii* I ,a confusión es frecuente en la literatura histórica, y el térlllll m 11ii I ly.ajc” (qu e sólo debe designar el cruzamiento de razas), p| | ]|*iiiln .ni precisión, es especialmente responsable de esta ambigüedad j* vnKiiittlftd.14 \ .lili K liria del mestizaje, la acultur aeión es a veces sumamente peIIIWh v illlli il para el invi diduo. Qui en se encuentra en medio de este o no “sangre mezclada”, corre el peligro de convertirse ■I ii ln ijun ingeniosamente se ha denominado “un hombre marginal”, un ' lli niliipliiilo sin raíces, inestable, desasosegado.15 Una persona raciall i t e de uno de los “nuevos” países llii lili i >iii ¡i" que pertenece a la é tli ln mlnulidad puede convertir se en un hombre marginal , desgarrado ........... In esla (Mitre la cultura tradicional y la cultura externa, pero es I h ni milili i[no esto ocurra con más frecuencia entre las personas de M*m i mini na mixta. ¿Por qué? Obviamente, la causa es la clasificación »*i i”ni j 11i( a de las razas humanas dictadas por el etnocentrismo europeo. '.......mil-, del año 1500 la valorización diferencial de las razas humanas na IMH" notable. Se admite que los contactos interraciales eran también muí Im menos frecuentes. Parecería que el hombre occidental tomó i mu li’iii ia do las características raciales sobre todo a causa de la curio jlil m! inmeentista. Una vez producida esa toma de conciencia, sólo lalliil ni mi paso para la valoración desde el punto de vista de la propia niíH l'nii en el momento en que estaba comenzando la colonización •1110(11 u «Id Nuevo Mundo, prevaleció durante cierto tiempo otra distinI.ii amcnle medieval, entre cristianos y paganos. El paganismo i - i .... imiaba una excusa útil para la conquista y esclavización. N o ululante, eoino los indios fueron gradualmente cristianizados, esa distin........... i lie val se derrumbó muy pronto; la distinción entre las razas fue niinI ii un la en América por la dicotomía típicamente colonial de conquisImIm es v conquistados, o de amos y sirvi entes (o escl avos). C onsecuen te...... . el mestizaje podía considerarse en sí mismo como una amenaza
d “ ‘°
ni¿canteeKntrÍfÉ 0r,“ 01- ,J Íológi‘!‘ dcI SS fíjS jeP Probablemente insig. razai
COntemP °raneas no se ha encontrado ninguna
m r t r i ín ° f CaS n en- ; elIf SrePresentan evoluciones paralelas moT decir ron í umildes Pnnc,Piol del hombre. En consecuencia pode“e? mestízale^ rio^'p^V.
^
hasta don de sabemos, biológicam ente
las razas en Z S » e\ mal° ’ 9 * esulta significativo que todas jas razas, en alguna medida, se hayan adaptado a su medio.1» El mesd ° hr ? br6S más resistentes en un medio e s p i L Z l t e d í 'H l ^1 E ^ cuando a la o con. mas defensas contra ciertas enfermedades.11 de razas e .t i lmP°rtan“ a psicológica e intelectual del cruzamiento e razas, este tema ha sido discutido con violencia. Se ha tratado de
ingeniosos* tos o,“al* “ í* ^ UnÍ d°S’ VarÍOS tests más ° menos rezaeadT Pern pC,uaIesK1suelen demostrar que “la gente de color ” está “ lg - P,ero el P ^blema no ha sido resuelto en modo alguno porque í ? f Se ha Pr°bado que enlos resultados de estos tests resulta imposib]e_diferericiar claramente el efecto sociocultural del medio del di k -¿^pos i ci ón genética. Por l o menos en el estado presenTe de las inves “superiores” fe ores desde el qUe justificl ue una división enP roba razas superiores 'e^n e inferi punto de vista intelectual blemente sea correcto lo que afir mó Cicerón: “Los hombres difi eren ñor —o que saben, pero son iguales en su capacidad de aprendizaje N o exEte nmguna raza que guiada por la raz ó* no eda j i gar ^ a v^u T ” r a i l ;jbStaiíteí Sabem“ fJ ue las opini ones categóricas sobre el tema Í T mU í aS P°r gunOS seudocientíficos han tenido una influencia
I
Í E d S í s S S 10Mma yp qUe !°S enUnCÍf d0S cautelosos reaL T dos PS
de Afri ca d T sn ^ v ra íer° * ' ^ 6 ^lemania>a los “africander” c/il y a Ios segregacionistas del sur estadounidense pero no solo a ellos. Algunos nacionalistas asiáticos y africanos de la actualidad parecen estar persuadidos también de que sus pr op L razas n innatamente superiores. L a seudociencia se ha nutr ido de muchas fuentes, desde Ar istóteles a Darwin, al conde de Gobineau a Houston Chamberlam y a Al fred Rosenberg -el teórico de H it ler - L os racistas han apelado con .éxito a la envidia, la ignorancia y la estupidez humanas COnCePtOS b¡0lÓg,C“
y sociocultm-ales ba^o u„ “
e
.
8 Saldanha (1964), 271-272. 9 Comas (1944), 24. Í Í ^ !ase en Sacchetti (1964) u n extraordinario ejemplo andino 11 Vease, por ejemplo, Vellard (1956), 89
sob; h’S o S n S '''
Iih Im cniilrit oí racismo, han utili zado a veces argumentos simplifi cados. Beckman ( lUflfl), u V/iii ino las observaciones de J uan Comas, 1PGH (1961) , 96. (L as abreviaI i i i h ’i lillillii| | ráflcas que aparecen en las notas de este libro están aclaradas en la ............... Un do lns págs. 147-163 por orden alfabético.) \ i iim . i>or ejemplo, Stonequist (1937).
Sh«’” <19SJ >i ”* »* ™ ™ buen
.
al mulato tanto como aT neg™ ñor'sT ^*T eStabI®cida Se estigmatizaba vos. Otro estigma To con sü & ^f escla™s ° descendientes de esclasonas de ascendencia mixta De p J I T legitimo de muchas perse convirtieron en hombres m ar ei n a^ i “ Uc os indivíduos de color sus propios linajes o rehmah™ • Ame™ a; eran rechazados por “ipferiores”. unirse a tales linajes, considerados cana cont empok nea^tr e^índi S ’6 y^no X d -Ia»dÍSíjnCÍÓn I atinoameriuna realidad social fia falta d» -i •, n )s refleja por lo general realidad .ad aS S id iS .rt e r S T 13™ 11 d<3 ^ ÍndÍOS) V ™ en este caso la palabra in dígena ni T " Se 3P C°n toda íusticia indio. Aunque el término “é t n i «, designa a quien vive como un sinónimo de “racial” akunos en "J 6 em? a con, ecuencia como mero zarlo para d e S i S ^ L ^ S ’ " UnÍd°S Suelen sos, significado este que nuedp Tin os por rasgos culturales o religioestudios latinoamericanos E nA m ' ^ 1 + & Pa,a^ra también en los mantienen con X e s ^ d e T ^ S ^ ' T “ obvj 0 ^ue l os “ <%®as ri o^."designación de “gmP° min“ itagrupos étnicos que son víctimas del v r e i n i r t 1 ” orteamericanos a los sentido, los indí genas annmiP Pr ejuicio >'la discrimin ación. En este
e n
^ a
(lili* 1 lililí' cuando una sociedad está compuesta por grupos cerrados PnlHiinnii.il', en los que la pertenencia es decidida por el nacimiento. I m Inillii, como sabemos, constituye el prototipo de este sistema. En Migllltiln lnr.,11 , el sistema de estados (o estam ent os): sociedad jerárquica t tu 1.. 1 'ilmlos cslán rígidamente separados por la ley y las costumbres, y Mui I ....... ni 11 caracterizados por sus diferentes relaciones hereditail 1 1 mi la I ierra (propietari os, arrendatarios o siervos). Aunque el status jK»luí i"i en general hereditario, la movili dad social verti cal no está w| HiMifiilc excluida. E l pr ototipo de este sistema se encuentra en el itml ili mu de la Edad Media. E n tercer término está el sistema de Inundo jirincipalmente en las diferencias económicas sin restricfiJotM I' pilles ¡1 la movil idad social vertical. E n realidad, las sociedades (JI M |nrM iilan estrati ficaciones fácilmente definibles son mucho menos hn mui'-. 111 ie las que asumen formas más o menos mixtas. L a evolución Plt luí xoelcHludes ha determinado que el énfasis pasara de uno a otro pl l i ilu ile estratificación social. B ajo el sistema de estados el status o l»M">ll| ',iu 'Id indivi duo tenía una i mportancia suprema, a pesar de la MIMi ni ia ilc di ferencias económicas. E n la sociedad de clases econóinii 1 111 le poco a poco tomó forma en el mundo occidental durante los llUlim hviii y xix, el status es todavía significativo pero ya no decisivo. I l 1111I01 no es partidario del uso profuso de palabras y conceptos si es necesario emplearlos, se deben defini r con claridad. < iiiliiic., N11I11 mil podemos utilizarlos para clarificar nuestros pensamientos e Impi'illi la confusión. E n este libro vamos a seguir la evolución histórica iIm iIu'i procesos paralelos en América latina: el mestizaje y la acultui n ii m 1 mi sil secuela lógica, la asimilación. Pero no podemos limitar itcnli" ile nn marco muy estrecho nuestro estudio histórico sobre estos H111111111 'ii ns procesos gemelos. Será necesari o que tr atemos brevemente mi|iH< In historia de las relaciones raciales latinoamericanas en general, tmi el lln ile aprehender la realidad y la significación del mestizaje. i
'‘discriminaci(^”1^ ^ l ^ . ^ . ^ | Ujlr CO*J c'laridad el .pr ejui cio” de la basada en generalizaciones deficientes o Í f l S C°m°KUna antiPatía racial, religioso o de otro tipo y dirigidas contra í a * ^ Un S ^P ° i gniP ° conK> tal>Y contra sus miembros individualmente A va sentimiento, a veces se exoresa en ]Q' ! el prejuici o es sólo un de la acción es por supuesto la verha?,Va°“ 011' ™la más moderada las palabras. L a discriminación i °n’ P? maS vlciosas que sean del prejuicio, la igualdad de trata ^ f°S m,em|jros del grupo, víctimas gación 'es una Y por el prejuicio humano. Pern 1 ,,,1,1 / 1 discriminación i m agi n a es sólo discriminatoria en la medida en aue m ? r0p ad>Ia segregación del grupo víctima.17 ^ impuesta contra los deseos
Tf°*- ^
i
Estratificación social
S i o ñ a d Ó f S ñ t S i í t a c t ó n T ? T eT r “hm a a,gonos c°”ceP‘°s sociedad en eapas su p em u ttef P J e m S d ° “ • de estratificación soc ia l.» E n prúne, térmi gmpofmtaXir fo's™ (’958) " " ““S» ” bre los “
‘ ‘ d¡V¡SÍÓ"
h
os de Brasil y M Í *,,
is í?!; °bfra clá*íca .sobre este tema es Allpor t ( 1958} lias y d m a i « S ° d X s ‘ f m E Í s 19i S o n ' Z l S ' ™ l ° ‘ r l í í f™ m”°h° “ eI *n i-
»h n , po, eimpi0,
II
S
¿ ^ “ S S “y” t i cL S,t
v, «<■ ! rl caso de los mayas, las tierras bajas tropicales. L a población glllneiiló a medida que interactuaba con la agricultura cada vez mas ula ile las tierras altas; esa agricultura incluía la irrigación la íiMllll/,lición y la construcción de terrazas. Es cierto que los mayas pudiemu un ir su impresionante civilización con una agricultura de c^nJ P° •itM'iiiado, pero la misma debilidad de su base material parece haber «Id......sponsable de la decli nación de esta civi lización. E n consecuencia, ,ii..!...... . aventurar l a generali zación de que había, por unJ ado, tierras iill ir. con agri cultur a intensiva que permitía una poblacion densa y, I olio, tierras bajas, cuya agricultura primitiva,, a cargo de las muL , I , la caza y recolección de semillas y raíces, permitían solamente ii.i pobl ación más o sparcida. Es verdad qu las tierras
al mulato tanto como aT neg™ ñor'sT ^*T eStabI®cida Se estigmatizaba vos. Otro estigma To con sü & ^f escla™s ° descendientes de esclasonas de ascendencia mixta De p J I T legitimo de muchas perse convirtieron en hombres m ar ei n a^ i “ Uc os indivíduos de color sus propios linajes o rehmah™ • Ame™ a; eran rechazados por “ipferiores”. unirse a tales linajes, considerados cana cont empok nea^tr e^índi S ’6 y^no X d -Ia»dÍSíjnCÍÓn I atinoameriuna realidad social fia falta d» -i •, n )s refleja por lo general realidad .ad aS S id iS .rt e r S T 13™ 11 d<3 ^ ÍndÍOS) V ™ en este caso la palabra in dígena ni T " Se 3P C°n toda íusticia indio. Aunque el término “é t n i «, designa a quien vive como un sinónimo de “racial” akunos en "J 6 em? a con, ecuencia como mero zarlo para d e S i S ^ L ^ S ’ " UnÍd°S Suelen sos, significado este que nuedp Tin os por rasgos culturales o religioestudios latinoamericanos E nA m ' ^ 1 + & Pa,a^ra también en los mantienen con X e s ^ d e T ^ S ^ ' T “ obvj 0 ^ue l os “ <%®as ri o^."designación de “gmP° min“ itagrupos étnicos que son víctimas del v r e i n i r t 1 ” orteamericanos a los sentido, los indí genas annmiP Pr ejuicio >'la discrimin ación. En este
e n
^ a
(lili* 1 lililí' cuando una sociedad está compuesta por grupos cerrados PnlHiinnii.il', en los que la pertenencia es decidida por el nacimiento. I m Inillii, como sabemos, constituye el prototipo de este sistema. En Migllltiln lnr.,11 , el sistema de estados (o estam ent os): sociedad jerárquica t tu 1.. 1 'ilmlos cslán rígidamente separados por la ley y las costumbres, y Mui I ....... ni 11 caracterizados por sus diferentes relaciones hereditail 1 1 mi la I ierra (propietari os, arrendatarios o siervos). Aunque el status jK»luí i"i en general hereditario, la movili dad social verti cal no está w| HiMifiilc excluida. E l pr ototipo de este sistema se encuentra en el itml ili mu de la Edad Media. E n tercer término está el sistema de Inundo jirincipalmente en las diferencias económicas sin restricfiJotM I' pilles ¡1 la movil idad social vertical. E n realidad, las sociedades (JI M |nrM iilan estrati ficaciones fácilmente definibles son mucho menos hn mui'-. 111 ie las que asumen formas más o menos mixtas. L a evolución Plt luí xoelcHludes ha determinado que el énfasis pasara de uno a otro pl l i ilu ile estratificación social. B ajo el sistema de estados el status o l»M">ll| ',iu 'Id indivi duo tenía una i mportancia suprema, a pesar de la MIMi ni ia ilc di ferencias económicas. E n la sociedad de clases econóinii 1 111 le poco a poco tomó forma en el mundo occidental durante los llUlim hviii y xix, el status es todavía significativo pero ya no decisivo. I l 1111I01 no es partidario del uso profuso de palabras y conceptos si es necesario emplearlos, se deben defini r con claridad. < iiiliiic., N11I11 mil podemos utilizarlos para clarificar nuestros pensamientos e Impi'illi la confusión. E n este libro vamos a seguir la evolución histórica iIm iIu'i procesos paralelos en América latina: el mestizaje y la acultui n ii m 1 mi sil secuela lógica, la asimilación. Pero no podemos limitar itcnli" ile nn marco muy estrecho nuestro estudio histórico sobre estos H111111111 'ii ns procesos gemelos. Será necesari o que tr atemos brevemente mi|iH< In historia de las relaciones raciales latinoamericanas en general, tmi el lln ile aprehender la realidad y la significación del mestizaje. i
'‘discriminaci(^”1^ ^ l ^ . ^ . ^ | Ujlr CO*J c'laridad el .pr ejui cio” de la basada en generalizaciones deficientes o Í f l S C°m°KUna antiPatía racial, religioso o de otro tipo y dirigidas contra í a * ^ Un S ^P ° i gniP ° conK> tal>Y contra sus miembros individualmente A va sentimiento, a veces se exoresa en ]Q' ! el prejuici o es sólo un de la acción es por supuesto la verha?,Va°“ 011' ™la más moderada las palabras. L a discriminación i °n’ P? maS vlciosas que sean del prejuicio, la igualdad de trata ^ f°S m,em|jros del grupo, víctimas gación 'es una Y por el prejuicio humano. Pern 1 ,,,1,1 / 1 discriminación i m agi n a es sólo discriminatoria en la medida en aue m ? r0p ad>Ia segregación del grupo víctima.17 ^ impuesta contra los deseos
Tf°*- ^
i
Estratificación social
S i o ñ a d Ó f S ñ t S i í t a c t ó n T ? T eT r “hm a a,gonos c°”ceP‘°s sociedad en eapas su p em u ttef P J e m S d ° “ • de estratificación soc ia l.» E n prúne, térmi gmpofmtaXir fo's™ (’958) " " ““S» ” bre los “
‘ ‘ d¡V¡SÍÓ"
h
os de Brasil y M Í *,,
is í?!; °bfra clá*íca .sobre este tema es Allpor t ( 1958} lias y d m a i « S ° d X s ‘ f m E Í s 19i S o n ' Z l S ' ™ l ° ‘ r l í í f™ m”°h° “ eI *n i-
»h n , po, eimpi0,
S
¿ ^ “ S S “y” t i cL S,t
II ANTECEDENTES AMERICANOS, IBERICOS Y AFRICANOS Los indios
L os latinoamericanos descienden de tres grupos raciales: negros indios Y_europeos. Ahora bien, antes de 1810 prácticamente todos los europeos provenían de la Península I bérica, mientras que la inmigración forzada de afri canos se detuvo por completo hacia 1850. L os tres grupos se caracterizaban por su heterogeneidad! L os pri meros amerindios ll egaron a través del estrecho de Bering apro90 nnnam~ & t °S a' de C'; I as últi mas olas quizás arribaron unos 20.000 anos despues. L os antr opólogos han abandonado por ahora la esperanza de encontrar un prototipo amerindio. L os diversos grupos in dios son mas o menos mongoloides; entre ellos se observa la ausencia del grupo sanguíneo B que, por lo contrario, es relativamente común entre los^mongoles de Asia.1 El mil lar de generaciones que ha pasado desde la llegada de los primeros inmigrantes permitió la aparición de ciertos cambios en su herencia biológica. E l proceso de adaptación a los dife rentes medios geográficos también contribuye a explicar las diferencias entre los pueblos amerindios. L a diversi dad lingüísti ca es impresionante, egun Paul Ri vet existen 123 famili as lingüísti cas; en Sudamérica 73 de ellas son completamente diferentes entre sí. Un catálogo reciente enumera 260 idiomas hablados en M éxico y Guatemala. A unque las nuevas técnicas de glotocronología permiten a los eruditos estudiar l a evolucion de esta extrema diversidad lingüística, no se ha encontrado ningún denominador com ún; En realidad existen algunas semejanzas entre ciertas lenguas sudamericanas y otras malayo-polinesias. Hacia el ano 2500 a. de C., o antes, la agri cultura se sumó a las activi dades económicas que venían desarrollando los amerindios -l a caza y la recolección de semillas y raíces-.* Hacia la mitad del primer milenio a de C. hicieron su aparición las primeras culturas superiores. E n respuesta al desafio del que habla Arnold Toynbee, emergieron en medios geográ ficos por lo menos superficialmente adversos, como las altas mesetas 1 Wolf (1962), 23. 2 I b i d . , 35 y sigs. 3 ArmiUas (1962), 48-52. C f. Wolf .(1962), 50 y sigs.
indios t ributoi os ryllotraCdocuinaCt^n' ,r e^ro^pec^va utilizando listas de primera mitad deí sigTo Í T ^ r o T o L ^ T C°nfÍable de ^ métodos los eruditos están lejos de Í llíí ° co™binado estos decada de 1920-1930, Karl Sapper v Herherl # ^ a UU acuerdo- En la blacion precolombina de a m L ri Spinden estimaron una po st r as te con A. £ en fra- ° todas las Américas.5 E n 1945 Angel 'm ° 8,4 millones para basado principalmente en fuentes w Í ? 0SenbIat P resent(>un cálculo teman una población de 13 385000t ,1Cas segun eI cual las Américas <4 a 5 “ ^nes en M éxico y 2 millones en Perú) «fa s e f e 1 1 ? ampliamente y fueron aceptadas nnr í R,°SeDhlat se han difundido Desde 1948 un grupo de e r o d i ^f Í ° S bistoriadores. ma en Berkeley (los historiadores l T Í ™ Universidad de Califor-
v, «<■ ! rl caso de los mayas, las tierras bajas tropicales. L a población glllneiiló a medida que interactuaba con la agricultura cada vez mas ula ile las tierras altas; esa agricultura incluía la irrigación la íiMllll/,lición y la construcción de terrazas. Es cierto que los mayas pudiemu un ir su impresionante civilización con una agricultura de c^nJ P° •itM'iiiado, pero la misma debilidad de su base material parece haber «Id......sponsable de la decli nación de esta civi lización. E n consecuencia, ,ii..!...... . aventurar l a generali zación de que había, por unJ ado, tierras iill ir. con agri cultur a intensiva que permitía una poblacion densa y, I olio, tierras bajas, cuya agricultura primitiva,, a cargo de las muL , I , la caza y recolección de semillas y raíces, permitían solamente mii.i pobl ación más o menos esparcida. Es verdad que en_ las tierras jutUiN Innibién existía un contraste llamativo entre la agricultura seden| mi,i o •.nidosedentaria de los guaraníes y los arawaks, y la economía fUtiliiirntiirla de las tribus nómadas, una diferencia reflejada naturalñu nii cu las respectivas densidades de poblacion. (Ion lodos los respetos debidos a las muchas expresiones sublimes y tulllcN do las culturas precolombinas y a la agricultura avanzada de lim iii mi s altas, debemos tener presente que todas estas sociedades eran I <<•H 11H11(alimente inferi ores desde el punto de vista tecnologico a la .uili .M . lóii europea de la época. La ausencia de hierr o constituí a un Im i..i Importante; la ausencia de la rueda, otro. Y l a estructura socioholllliii de las civilizaciones precolombinas, con formas variables de iii ii i | ivisino y teocracia, reflejaba etapas más remotas de desarrollo. r,M 1".Ir rápido examen debemos tratar brevemente sobre otro tema ■nnli ovnt lble: la magnitud de las poblaciones precolombinas de Ame11 , ,| No l illa información estadística del periodo de la conquista, pero fui val.a es limitado por diversas razones. En primer lugar, habrí a sido 11,,i...... mío imposible para los españoles y portugueses efectuar el censo ilo Ion ludios a menos que hubieran obtenido un control completo sobre i Hu í I*
« w„ir (1002).
HniMt <'iln <¡Ira a su tercera parte, y difícilmente podríamos reducir la Htil* mu» temimos duplicada la estimación de Bosenblat. E s posible 'I 111' en ('l Nuevo Mundo había 50 millones o más de indios, el P0iHH.li' demográfico que tuvo lugar después de 1492 careció probable J(|9mI i •I. equivalentes en la historia de la humanidad. i H* ll iér iio » 1* 1
........- illelio ((iie los europeos que llegaron a lo que es hoy América
.
"lili :, de 1810 eran casi exclusivamente españoles o portugueses. IjH (inlilii ii exclusivista española era muy explícita al respecto. Es cierto | HÍ hiilm excepciones, tanto en el comienzo como hacia el fin del
v, «<■ ! rl caso de los mayas, las tierras bajas tropicales. L a población glllneiiló a medida que interactuaba con la agricultura cada vez mas ula ile las tierras altas; esa agricultura incluía la irrigación la íiMllll/,lición y la construcción de terrazas. Es cierto que los mayas pudiemu un ir su impresionante civilización con una agricultura de c^nJ P° •itM'iiiado, pero la misma debilidad de su base material parece haber «Id......sponsable de la decli nación de esta civi lización. E n consecuencia, ,ii..!...... . aventurar l a generali zación de que había, por unJ ado, tierras iill ir. con agri cultur a intensiva que permitía una poblacion densa y, I olio, tierras bajas, cuya agricultura primitiva,, a cargo de las muL , I , la caza y recolección de semillas y raíces, permitían solamente mii.i pobl ación más o menos esparcida. Es verdad que en_ las tierras jutUiN Innibién existía un contraste llamativo entre la agricultura seden| mi,i o •.nidosedentaria de los guaraníes y los arawaks, y la economía fUtiliiirntiirla de las tribus nómadas, una diferencia reflejada naturalñu nii cu las respectivas densidades de poblacion. (Ion lodos los respetos debidos a las muchas expresiones sublimes y tulllcN do las culturas precolombinas y a la agricultura avanzada de lim iii mi s altas, debemos tener presente que todas estas sociedades eran I <<•H 11H11(alimente inferi ores desde el punto de vista tecnologico a la .uili .M . lóii europea de la época. La ausencia de hierr o constituí a un Im i..i Importante; la ausencia de la rueda, otro. Y l a estructura socioholllliii de las civilizaciones precolombinas, con formas variables de iii ii i | ivisino y teocracia, reflejaba etapas más remotas de desarrollo. r,M 1".Ir rápido examen debemos tratar brevemente sobre otro tema ■nnli ovnt lble: la magnitud de las poblaciones precolombinas de Ame11 , ,| No l illa información estadística del periodo de la conquista, pero fui val.a es limitado por diversas razones. En primer lugar, habrí a sido 11,,i...... mío imposible para los españoles y portugueses efectuar el censo ilo Ion ludios a menos que hubieran obtenido un control completo sobre i Hu í I*
II ANTECEDENTES AMERICANOS, IBERICOS Y AFRICANOS Los indios
L os latinoamericanos descienden de tres grupos raciales: negros indios Y_europeos. Ahora bien, antes de 1810 prácticamente todos los europeos provenían de la Península I bérica, mientras que la inmigración forzada de afri canos se detuvo por completo hacia 1850. L os tres grupos se caracterizaban por su heterogeneidad! L os pri meros amerindios ll egaron a través del estrecho de Bering apro90 nnnam~ & t °S a' de C'; I as últi mas olas quizás arribaron unos 20.000 anos despues. L os antr opólogos han abandonado por ahora la esperanza de encontrar un prototipo amerindio. L os diversos grupos in dios son mas o menos mongoloides; entre ellos se observa la ausencia del grupo sanguíneo B que, por lo contrario, es relativamente común entre los^mongoles de Asia.1 El mil lar de generaciones que ha pasado desde la llegada de los primeros inmigrantes permitió la aparición de ciertos cambios en su herencia biológica. E l proceso de adaptación a los dife rentes medios geográficos también contribuye a explicar las diferencias entre los pueblos amerindios. L a diversi dad lingüísti ca es impresionante, egun Paul Ri vet existen 123 famili as lingüísti cas; en Sudamérica 73 de ellas son completamente diferentes entre sí. Un catálogo reciente enumera 260 idiomas hablados en M éxico y Guatemala. A unque las nuevas técnicas de glotocronología permiten a los eruditos estudiar l a evolucion de esta extrema diversidad lingüística, no se ha encontrado ningún denominador com ún; En realidad existen algunas semejanzas entre ciertas lenguas sudamericanas y otras malayo-polinesias. Hacia el ano 2500 a. de C., o antes, la agri cultura se sumó a las activi dades económicas que venían desarrollando los amerindios -l a caza y la recolección de semillas y raíces-.* Hacia la mitad del primer milenio a de C. hicieron su aparición las primeras culturas superiores. E n respuesta al desafio del que habla Arnold Toynbee, emergieron en medios geográ ficos por lo menos superficialmente adversos, como las altas mesetas
.
1 Wolf (1962), 23. 2 I b i d . , 35 y sigs. 3 ArmiUas (1962), 48-52. C f. Wolf .(1962), 50 y sigs.
« w„ir (1002).
indios t ributoi os ryllotraCdocuinaCt^n' ,r e^ro^pec^va utilizando listas de primera mitad deí sigTo Í T ^ r o T o L ^ T C°nfÍable de ^ métodos los eruditos están lejos de Í llíí ° co™binado estos decada de 1920-1930, Karl Sapper v Herherl # ^ a UU acuerdo- En la blacion precolombina de a m L ri Spinden estimaron una po st r as te con A. £ en fra- ° todas las Américas.5 E n 1945 Angel 'm ° 8,4 millones para basado principalmente en fuentes w Í ? 0SenbIat P resent(>un cálculo teman una población de 13 385000t ,1Cas segun eI cual las Américas <4 a 5 “ ^nes en M éxico y 2 millones en Perú) «fa s e f e 1 1 ? ampliamente y fueron aceptadas nnr í R,°SeDhlat se han difundido Desde 1948 un grupo de e r o d i ^f Í ° S bistoriadores. ma en Berkeley (los historiadores l T Í ™ Universidad de Califorfisio ogo s. F. Cook) han estado Borah, y el revolucionarios referentes a México centra?” h t Ca, os cada vez más ”^metodol ogía muy refinada.7 Según e l L M ' de ^ ^ ^ poblaci ón de no menos de 25 milloneé S £ C6ntraI tuvo una conquista. Incluso si, como ellos lo admiten aT " 8 “ VÍSperas de la entonces superpoblado en relación con Tn ’ ^ eXIC° estaba P °r ese cifra tan grande es difícil de aceptar d e s d i 1 r6curs°s Ostentes,* una común, si recordamos que la m i s m a el,punto de ™ta del sentido tiene en la actualidad aproximarla ? ’ mbíinjzada e industrializada N o obstante, l os r e s t g ^ 0b t a „ ? DT ? pueden ignorarse, y todas las Z ! ! ; P * eSCUela de Berkeley no geod a después de ell os. Queda p oT e ? ^ 5 han Pe«M o vi utilizando métodos similares.» Las es imtoTo T V ® las Américas imperio incaico oscilan entre los de Ia Población del ta aventurad la conf etw aT ? “ 3 * 0 ™ * - “ Mientras 49-, híbTa aproximadamente 10 0 millones d e 'X s
* 0 « S i ¿ 1m 4 Í S¡S ¡7 ' n 'm / ' K ™ h « (1939).
4 s 0l yT
T l , m , ] B"
h y c” k
(I9M) ' « —
*
—
Fr4 ’ “ habr",ido
fn S1 M¿Pta’ como lo hace Harria 0 964} ^ 5^ ’ ,!' l33-9.’ y eI alto a Means (1931)
HniMt <'iln <¡Ira a su tercera parte, y difícilmente podríamos reducir la Htil* mu» temimos duplicada la estimación de Bosenblat. E s posible 'I 111' en ('l Nuevo Mundo había 50 millones o más de indios, el P0iHH.li' demográfico que tuvo lugar después de 1492 careció probable J(|9mI i •I. equivalentes en la historia de la humanidad. i H* ll iér iio » 1* 1
........- illelio ((iie los europeos que llegaron a lo que es hoy América
.
"lili :, de 1810 eran casi exclusivamente españoles o portugueses. IjH (inlilii ii exclusivista española era muy explícita al respecto. Es cierto | HÍ hiilm excepciones, tanto en el comienzo como hacia el fin del | W'"1.......louial, según pueden ejemplificarlo los conquistadores gerftmtini de Venezuela y ciertos nombres de héroes de las guerras de la ..... I "" I''"», como Bernardo O’H iggins y J uan Martín de Pueyrredón. ....... •"** cxlrunjeros, que vivían en América latina ilegalmente o tole| | "l" | "'i l¡is autoridades, apenas pudieron ser tantos como para merecer l 1"'" 1...... Ii'iuográfica.12 Por otra parte, la población de la Península I "1*........ . no era en modo alguno étnicamente homogénea. Una Imihii m ne de pueblos se habían sucedido sobre el suelo ibérico funtllemlir.n genética y culturalmente: íberos, celtas, fenicios, griegos, carnglhckeN, romanos, visigodos, judíos, árabes, bereberes, gitanos y esclaP ni"llévales de orígenes diferentes. L os siete siglos de coexistencia * '•'"Imanes y cristianos hasta la caída de Granada, en 1492, testiHhh i Iihi una aculturación y un cruzamiento racial extraordinarios. L os iN lir’' y bereberes nunca constituyeron más que una relativamente I" ....... minoría de la población en “El A ndalús” (E spaña musulmana), / . ilHHjiie las proporciones exactas no son conocidas. I ndudablemente se "" ' 1..... . «’n gran medida con l a población nativa. P ara hablar solaRtl lili de los estratos superiores, sabemos que hu bo califas de Córdoba fllliliiN, príncipes cristianos hijos de madre mora. Hasta el fin del tlgln m \ las relaciones de los judíos con musulmanes y cristianos eran • *I " l(malmente abiertas. Pero desde 1391 en adelante se los sometió l'Witii vez más a una persecución y segregación sistemáticas. En 1492 ..... expulsados de España, mientras que los “cristianos nuevos” conVprttdoN, con frecuencia cayeron víctimas de los autos de fe de la 11•«I•iInii ion. hn 1509 los judí os fueron también expulsados de Portugal. I.hi mnelios moriscos (musulmanes converti dos) que quedaron, parti' "•.......a lo largo de la costa este de la Península, fueron expulsados *m» IflO!) Aunque los indi viduos de antepasados árabes y judíos eran m*| i IIi ii imente excluidos de la emigración al Nuevo M undo, el pueblo ■i'iiiml de la época de Fernando e Isabel ya había absorbi do una gran I jii I do “sangre” mora y hebrea. Y, lo que es más importante, negun lo lia demostrado con elocuencia América Castro, las contribu' ..... árabes y judías a la aculturación eran muy profundas en la 1‘enliiniilu, Esto lo prueba sin duda la gran cantidad de palabras espa.
.
.
11 t’n .......i resumen es Konetzke (1965), 65-68, 74. .
3 £ S S T S L S ” árabeempleada!- por e¡emP'“. “ -vega. ^n^uí^I bér ica'pa r abas reía ^Ura°*^n ? ? cruzamlent° de razas Si hemos de creer a Gi lberto Frevrp l*eS raci s en Nuevo M undo? como colonizadores a causa de <¡if »’ f ° S Portugueses lograron el éxito rida durante siglos de relaciones snn'al™01 inana. m ^sc^bi ltdade, adquiinvasores, política y culturalmentP * Y Sexila, con ]os m°ros. L os llevó a la idealización de la “mora T ^Í .” 68’ Pi el oscura>lo cual F wy r e- E sta d i tación de la mujer morena a s o S ™ mana, facilitaría y ejercería influir» s n ^i / j 10" P ^gámi ca musulen el Nuevo M u n < £ S e í m L n V * que tuvo lugar imposible determSar la exteL ton de ^ ^Ue “es * * el pueblo portugués L va p' e inflItración de sangre mora en
|i',u Ilí5(l mi especialista en antecedentes ibéricos de la historia latinortiiiei 1>mui enmi eló lo siguiente: “E n lo que respecta a la historia de |»« imlilnelúii Ibérica en relación con la colonización de ultramar, casi •mlii ijiieiln |><> i luicer.” 10 Esta afi rmación melancólica es todavía váli tlrt Nm) mmii on i| ue en 1492 había aproximadamente 10 mill ones de perMMnin i ii lu l ’enlnsula, casi 7 millones en Castill a, 1 mil lón en Portugal, y I mili .... . en Cataluña-Aragón. Parecería que existió una presión deiii.ii'nili. ii sobre los recursos disponibles, por lo menos en las regiones 1 1 1 1 1 1 1 1 , 11 Muy poco es lo que sabemos con seguridad sobre la emiK' • lóii i eul a ultramar. E n 1940 el A rchivo General de Indi as, de Se villa 11111 ió la publicación de un ambicioso Ca tálogo d e pasajeros a bit¡h', ipn conti ene permisos de parti da hacia el Nuevo M undo desde iru MI en adelante. Al ll ar al año 1559, la publicación enumera 15.480
indios t ributoi os ryllotraCdocuinaCt^n' ,r e^ro^pec^va utilizando listas de primera mitad deí sigTo Í T ^ r o T o L ^ T C°nfÍable de ^ métodos los eruditos están lejos de Í llíí ° co™binado estos decada de 1920-1930, Karl Sapper v Herherl # ^ a UU acuerdo- En la blacion precolombina de a m L ri Spinden estimaron una po st r as te con A. £ en fra- ° todas las Américas.5 E n 1945 Angel 'm ° 8,4 millones para basado principalmente en fuentes w Í ? 0SenbIat P resent(>un cálculo teman una población de 13 385000t ,1Cas segun eI cual las Américas <4 a 5 “ ^nes en M éxico y 2 millones en Perú) «fa s e f e 1 1 ? ampliamente y fueron aceptadas nnr í R,°SeDhlat se han difundido Desde 1948 un grupo de e r o d i ^f Í ° S bistoriadores. ma en Berkeley (los historiadores l T Í ™ Universidad de Califorfisio ogo s. F. Cook) han estado Borah, y el revolucionarios referentes a México centra?” h t Ca, os cada vez más ”^metodol ogía muy refinada.7 Según e l L M ' de ^ ^ ^ poblaci ón de no menos de 25 milloneé S £ C6ntraI tuvo una conquista. Incluso si, como ellos lo admiten aT " 8 “ VÍSperas de la entonces superpoblado en relación con Tn ’ ^ eXIC° estaba P °r ese cifra tan grande es difícil de aceptar d e s d i 1 r6curs°s Ostentes,* una común, si recordamos que la m i s m a el,punto de ™ta del sentido tiene en la actualidad aproximarla ? ’ mbíinjzada e industrializada N o obstante, l os r e s t g ^ 0b t a „ ? DT ? pueden ignorarse, y todas las Z ! ! ; P * eSCUela de Berkeley no geod a después de ell os. Queda p oT e ? ^ 5 han Pe«M o vi utilizando métodos similares.» Las es imtoTo T V ® las Américas imperio incaico oscilan entre los de Ia Población del ta aventurad la conf etw aT ? “ 3 * 0 ™ * - “ Mientras 49-, híbTa aproximadamente 10 0 millones d e 'X s
* 0 « S i ¿ 1m 4 Í S¡S ¡7 ' n 'm / ' K ™ h « (1939).
4 s 0l yT
T l , m , ] B"
h y c” k
(I9M) ' « —
*
—
Fr4 ’ “ habr",ido
fn S1 M¿Pta’ como lo hace Harria 0 964} ^ 5^ ’ ,!' l33-9.’ y eI alto a Means (1931)
HniMt <'iln <¡Ira a su tercera parte, y difícilmente podríamos reducir la Htil* mu» temimos duplicada la estimación de Bosenblat. E s posible 'I 111' en ('l Nuevo Mundo había 50 millones o más de indios, el P0iHH.li' demográfico que tuvo lugar después de 1492 careció probable J(|9mI i •I. equivalentes en la historia de la humanidad. i H* ll iér iio » 1* 1
........- illelio ((iie los europeos que llegaron a lo que es hoy América
.
"lili :, de 1810 eran casi exclusivamente españoles o portugueses. IjH (inlilii ii exclusivista española era muy explícita al respecto. Es cierto | HÍ hiilm excepciones, tanto en el comienzo como hacia el fin del | W'"1.......louial, según pueden ejemplificarlo los conquistadores gerftmtini de Venezuela y ciertos nombres de héroes de las guerras de la ..... I "" I''"», como Bernardo O’H iggins y J uan Martín de Pueyrredón. ....... •"** cxlrunjeros, que vivían en América latina ilegalmente o tole| | "l" | "'i l¡is autoridades, apenas pudieron ser tantos como para merecer l 1"'" 1...... Ii'iuográfica.12 Por otra parte, la población de la Península I "1*........ . no era en modo alguno étnicamente homogénea. Una Imihii m ne de pueblos se habían sucedido sobre el suelo ibérico funtllemlir.n genética y culturalmente: íberos, celtas, fenicios, griegos, carnglhckeN, romanos, visigodos, judíos, árabes, bereberes, gitanos y esclaP ni"llévales de orígenes diferentes. L os siete siglos de coexistencia * '•'"Imanes y cristianos hasta la caída de Granada, en 1492, testiHhh i Iihi una aculturación y un cruzamiento racial extraordinarios. L os iN lir’' y bereberes nunca constituyeron más que una relativamente I" ....... minoría de la población en “El A ndalús” (E spaña musulmana), / . ilHHjiie las proporciones exactas no son conocidas. I ndudablemente se "" ' 1..... . «’n gran medida con l a población nativa. P ara hablar solaRtl lili de los estratos superiores, sabemos que hu bo califas de Córdoba fllliliiN, príncipes cristianos hijos de madre mora. Hasta el fin del tlgln m \ las relaciones de los judíos con musulmanes y cristianos eran • *I " l(malmente abiertas. Pero desde 1391 en adelante se los sometió l'Witii vez más a una persecución y segregación sistemáticas. En 1492 ..... expulsados de España, mientras que los “cristianos nuevos” conVprttdoN, con frecuencia cayeron víctimas de los autos de fe de la 11•«I•iInii ion. hn 1509 los judí os fueron también expulsados de Portugal. I.hi mnelios moriscos (musulmanes converti dos) que quedaron, parti' "•.......a lo largo de la costa este de la Península, fueron expulsados *m» IflO!) Aunque los indi viduos de antepasados árabes y judíos eran m*| i IIi ii imente excluidos de la emigración al Nuevo M undo, el pueblo ■i'iiiml de la época de Fernando e Isabel ya había absorbi do una gran I jii I do “sangre” mora y hebrea. Y, lo que es más importante, negun lo lia demostrado con elocuencia América Castro, las contribu' ..... árabes y judías a la aculturación eran muy profundas en la 1‘enliiniilu, Esto lo prueba sin duda la gran cantidad de palabras espa.
.
.
11 t’n .......i resumen es Konetzke (1965), 65-68, 74. .
3 £ S S T S L S ” árabeempleada!- por e¡emP'“. “ -vega. ^n^uí^I bér ica'pa r abas reía ^Ura°*^n ? ? cruzamlent° de razas Si hemos de creer a Gi lberto Frevrp l*eS raci s en Nuevo M undo? como colonizadores a causa de <¡if »’ f ° S Portugueses lograron el éxito rida durante siglos de relaciones snn'al™01 inana. m ^sc^bi ltdade, adquiinvasores, política y culturalmentP * Y Sexila, con ]os m°ros. L os llevó a la idealización de la “mora T ^Í .” 68’ Pi el oscura>lo cual F wy r e- E sta d i tación de la mujer morena a s o S ™ mana, facilitaría y ejercería influir» s n ^i / j 10" P ^gámi ca musulen el Nuevo M u n < £ S e í m L n V * que tuvo lugar imposible determSar la exteL ton de ^ ^Ue “es * * el pueblo portugués q L va p' e inflItración de sangre mora en i nfil tración r emota de f en i ci os yi u d T o s/11 a CaUSa de Ia de las invasi ones musulmanas” ho h U1j e ,s avances y retrocesos eaetÜar brasileño se c a r a c t e r S T T e s t e S í o / * e intuitiva más que por presentad m u Z ? ” lmaglnación ^ar ia Freyre tiene sentido^oom^n suficiente^ en ™ J nVmceirt?s- En todo caso, elaborada por el historiador portugués Toao L ú ci íd ’A 7 ^ t6°ría que la aristocracia del país era de origen “nórdien” 7 i ?U16n Cree o menos africanizados. Incidental menfp p*:^ t ° plebeyos más eur opeo del si glo xi x.13 ’ teor ía r ecuer da el r aci smo ‘ T i * ™ 1 » existen como los gauchos y ll aneros Llegan a la )lne,tes. ,de las Américas, tales estar en la influencia S i d a en F .L ~ COndu1slon ? u e la causa debe Esto puede ser exacto ñero p« rlifrVl 11? P,°r africanos del norte, en cuenta la gravitación de los amhi pP a. °> también hay que tener no es sencillo evaluar Sabemos nue In« °S Slmnar®s’ fenómeno este que de Castilla ya habían adquT rSo^rn,^ qU6r0S ^ SÍgl° XIV en el ^1 lentes futuros en las Indias.14 S caractensticas de sus equiva-
étnicas en Lo5Pen^nsul TXrante™ 0do m-Uch° S | fs relaciones inter posible influencia en el Nuevo M undo Ha1^ 01), a e para estudiar su tipo de extraña mezcla entre g u e í a í el ™ incluso mestizaje), entre intolerancia y toleianc “ va T oh PaCÍfÍC° i(® relaciones raciales en las AménVac ° . , a .observarse en las fue también característica de la P ' Die t k ,con(l ulstaj esta mezcla Media. Bernal Díaz, el cronista i n c o ^T Í ,3 durante la Edad hablando de los españoles di ce en un lugar? “ 6 aCOnqu,sta de México, en quince y de veinte en veinte e j t, ’ ‘ ^J untaban de quince
HS S ® !
«*
1£ SSK5S S S S S = í slc=±#S>?S£ip-x se ha dado por sentado que predominaban hidalgos, o nobles de rango
|i',u Ilí5(l mi especialista en antecedentes ibéricos de la historia latinortiiiei 1>mui enmi eló lo siguiente: “E n lo que respecta a la historia de |»« imlilnelúii Ibérica en relación con la colonización de ultramar, casi •mlii ijiieiln |><> i luicer.” 10 Esta afi rmación melancólica es todavía váli tlrt Nm) mmii on i| ue en 1492 había aproximadamente 10 mill ones de perMMnin i ii lu l ’enlnsula, casi 7 millones en Castill a, 1 mil lón en Portugal, y I mili .... . en Cataluña-Aragón. Parecería que existió una presión deiii.ii'nili. ii sobre los recursos disponibles, por lo menos en las regiones 1 1 1 1 1 1 1 1 , 11 Muy poco es lo que sabemos con seguridad sobre la emiK' • lóii i eul a ultramar. E n 1940 el A rchivo General de Indi as, de Se villa 11111 ió la publicación de un ambicioso Ca tálogo d e pasajeros a bit¡h', ipn conti ene permisos de parti da hacia el Nuevo M undo desde iru MI en adelante. Al llegar al año 1559, la publicación enumera 15.480 lli i ni lie. Como lo señaló inicialmente J uan Fri ede, este número está iiim l«|on de coincidir con el total de inmigrantes durante ese período. ||ii i I i nl álogo faltan datos acerca de años enteros en los cuales según MIHH Inenies luibo expediciones hacia América. Durante las primeras i)¿i mías del siglo muchos viajeros partieron de puertos situados fuera i)p \ ndaliieía y no quedaron registrados en el Ca t álogo. Finalmente, la ................ i ilegal no puede ignorarse, incluso aunque sea imposible di lt i minarla. Kntre 1509 y 1559 pueden haber partido de España un lnl.il de I(K).O(X) personas, en lugar de las 15.000 registradas en la publiidhi Ihii i le (pie hablamos.19Menos aún es lo que sabemos sobre las migrai‘(.... .. | ii islei ¡ores a 1559. Un período de emigración relativamente bajo dniiinie el siglo xvii fue probablemente seguido por otro de considerable •ii.... .. emigratorio, durante el siglo x v i i i , pero el cálculo que apan«i li'i en un bien con ocido trabajo hace algunos años carece de valor ■ii niilii o ° D e la emigración portuguesa no sabemos prácticamente nuda eun seguridad. I >e| emiis u Portugal de lado. ¿C ómo estaba compuesta la mi gración • .......la? Kspecial mente en el comienzo era predominantemente mascuHlm Según la concepción tradicional, Hi spanoamérica fue [poblada] pin Hulleros, en contraste con Angloamérica, qu e fue establecida por fa milia , I 'ero incluso el perí odo inicial, de 1509 a 1539, aproximadamente ■I l o pin liento de las licencias registradas en el Ca tál ogo fueron emi tí' le. i n lavor de mujeres, y sabemos por otras fuentes que siempre hubo l i i ' i l . k n (1956), 63-64. " I i l c i l n (1963a). G óngora (1965) proporciona un informe completo y equili IhimIii iln los factores socioeconómicos que condicionaban la emigración en parte de l u i u iiiiii 1 111 ii. So necesitan más monografías de este tipo. ,n t'ilIdloKO (1940-46). l iIriln (1951; 1952). Sobre la emigración española véase también Konetzke ( II »IM, 11)52). *"• Mu refiero al cálculo presentado por M. Hernández Sánchez Barba: 52.000 i'iiilimmli'H durante el siglo xvm en Vicens Vives (1958), I V, 326. Se basa en cifras i in 11 ii iimiIlentes a solamente tres años, elegidas arbitrariamente, según parece. Sobre luí illlli nltados para obtener el permiso de emigración hacia 1800, véase Depons ( Imili) I I, 75-77.
d. I•iiI ¡iis ', unidad usual para medir la mercancí a humana. Una lItHM | iiiiii'K| ii»n(lía a un esclavo varón en buen estado físico; también fi| | i i m i l i r i u m una pareja de menores de tamaño pequeño para (liHuni uncí |ii. /.i. Durante la última mitad del siglo xvii i el comercio Mi lu Vi m I un liberalizado (en el sentido económico) para que se ni.Iii ni dl'.| iiii i de una mayor cantidad de “piezas”. L as posesiones j¿jliiHiii Me* en Africa, particularmente Angola, permitieron el comercio )§ Ni Iiin< linéelo con brasil, sin reposar en empresas extranjeras. SaMMiiiih lelilíIvamcnte poco sobre la magnitud de la importación de es,l,i ....... Une,II. Ku lo que respecta a Hispanoamérica, no es suficiente liltlMi |iin números contenidos en las licencias para tener una idea acerca •I# Ihh , lliiei de esto tráfico. Con fr ecuencia, los tratantes no proporcio-
C
3 £ S S T S L S ” árabeempleada!- por e¡emP'“. “ -vega. ^n^uí^I bér ica'pa r abas reía ^Ura°*^n ? ? cruzamlent° de razas Si hemos de creer a Gi lberto Frevrp l*eS raci s en Nuevo M undo? como colonizadores a causa de <¡if »’ f ° S Portugueses lograron el éxito rida durante siglos de relaciones snn'al™01 inana. m ^sc^bi ltdade, adquiinvasores, política y culturalmentP * Y Sexila, con ]os m°ros. L os llevó a la idealización de la “mora T ^Í .” 68’ Pi el oscura>lo cual F wy r e- E sta d i tación de la mujer morena a s o S ™ mana, facilitaría y ejercería influir» s n ^i / j 10" P ^gámi ca musulen el Nuevo M u n < £ S e í m L n V * que tuvo lugar imposible determSar la exteL ton de ^ ^Ue “es * * el pueblo portugués q L va p' e inflItración de sangre mora en i nfil tración r emota de f en i ci os yi u d T o s/11 a CaUSa de Ia de las invasi ones musulmanas” ho h U1j e ,s avances y retrocesos eaetÜar brasileño se c a r a c t e r S T T e s t e S í o / * e intuitiva más que por presentad m u Z ? ” lmaglnación ^ar ia Freyre tiene sentido^oom^n suficiente^ en ™ J nVmceirt?s- En todo caso, elaborada por el historiador portugués Toao L ú ci íd ’A 7 ^ t6°ría que la aristocracia del país era de origen “nórdien” 7 i ?U16n Cree o menos africanizados. Incidental menfp p*:^ t ° plebeyos más eur opeo del si glo xi x.13 ’ teor ía r ecuer da el r aci smo ‘ T i * ™ 1 » existen como los gauchos y ll aneros Llegan a la )lne,tes. ,de las Américas, tales estar en la influencia S i d a en F .L ~ COndu1slon ? u e la causa debe Esto puede ser exacto ñero p« rlifrVl 11? P,°r africanos del norte, en cuenta la gravitación de los amhi pP a. °> también hay que tener no es sencillo evaluar Sabemos nue In« °S Slmnar®s’ fenómeno este que de Castilla ya habían adquT rSo^rn,^ qU6r0S ^ SÍgl° XIV en el ^1 lentes futuros en las Indias.14 S caractensticas de sus equiva-
étnicas en Lo5Pen^nsul TXrante™ 0do m-Uch° S | fs relaciones inter posible influencia en el Nuevo M undo Ha1^ 01), a e para estudiar su tipo de extraña mezcla entre g u e í a í el ™ incluso mestizaje), entre intolerancia y toleianc “ va T oh PaCÍfÍC° i(® relaciones raciales en las AménVac ° . , a .observarse en las fue también característica de la P ' Die t k ,con(l ulstaj esta mezcla Media. Bernal Díaz, el cronista i n c o ^T Í ,3 durante la Edad hablando de los españoles di ce en un lugar? “ 6 aCOnqu,sta de México, en quince y de veinte en veinte e j t, ’ ‘ ^J untaban de quince
HS S ® !
«*
1£ SSK5S S S S S = í slc=±#S>?S£ip-x se ha dado por sentado que predominaban hidalgos, o nobles de rango
|i',u Ilí5(l mi especialista en antecedentes ibéricos de la historia latinortiiiei 1>mui enmi eló lo siguiente: “E n lo que respecta a la historia de |»« imlilnelúii Ibérica en relación con la colonización de ultramar, casi •mlii ijiieiln |><> i luicer.” 10 Esta afi rmación melancólica es todavía váli tlrt Nm) mmii on i| ue en 1492 había aproximadamente 10 mill ones de perMMnin i ii lu l ’enlnsula, casi 7 millones en Castill a, 1 mil lón en Portugal, y I mili .... . en Cataluña-Aragón. Parecería que existió una presión deiii.ii'nili. ii sobre los recursos disponibles, por lo menos en las regiones 1 1 1 1 1 1 1 1 , 11 Muy poco es lo que sabemos con seguridad sobre la emiK' • lóii i eul a ultramar. E n 1940 el A rchivo General de Indi as, de Se villa 11111 ió la publicación de un ambicioso Ca tálogo d e pasajeros a bit¡h', ipn conti ene permisos de parti da hacia el Nuevo M undo desde iru MI en adelante. Al llegar al año 1559, la publicación enumera 15.480 lli i ni lie. Como lo señaló inicialmente J uan Fri ede, este número está iiim l«|on de coincidir con el total de inmigrantes durante ese período. ||ii i I i nl álogo faltan datos acerca de años enteros en los cuales según MIHH Inenies luibo expediciones hacia América. Durante las primeras i)¿i mías del siglo muchos viajeros partieron de puertos situados fuera i)p \ ndaliieía y no quedaron registrados en el Ca t álogo. Finalmente, la ................ i ilegal no puede ignorarse, incluso aunque sea imposible di lt i minarla. Kntre 1509 y 1559 pueden haber partido de España un lnl.il de I(K).O(X) personas, en lugar de las 15.000 registradas en la publiidhi Ihii i le (pie hablamos.19Menos aún es lo que sabemos sobre las migrai‘(.... .. | ii islei ¡ores a 1559. Un período de emigración relativamente bajo dniiinie el siglo xvii fue probablemente seguido por otro de considerable •ii.... .. emigratorio, durante el siglo x v i i i , pero el cálculo que apan«i li'i en un bien con ocido trabajo hace algunos años carece de valor ■ii niilii o ° D e la emigración portuguesa no sabemos prácticamente nuda eun seguridad. I >e| emiis u Portugal de lado. ¿C ómo estaba compuesta la mi gración • .......la? Kspecial mente en el comienzo era predominantemente mascuHlm Según la concepción tradicional, Hi spanoamérica fue [poblada] pin Hulleros, en contraste con Angloamérica, qu e fue establecida por fa milia , I 'ero incluso el perí odo inicial, de 1509 a 1539, aproximadamente ■I l o pin liento de las licencias registradas en el Ca tál ogo fueron emi tí' le. i n lavor de mujeres, y sabemos por otras fuentes que siempre hubo l i i ' i l . k n (1956), 63-64. " I i l c i l n (1963a). G óngora (1965) proporciona un informe completo y equili IhimIii iln los factores socioeconómicos que condicionaban la emigración en parte de l u i u iiiiii 1 111 ii. So necesitan más monografías de este tipo. ,n t'ilIdloKO (1940-46). l iIriln (1951; 1952). Sobre la emigración española véase también Konetzke ( II »IM, 11)52). *"• Mu refiero al cálculo presentado por M. Hernández Sánchez Barba: 52.000 i'iiilimmli'H durante el siglo xvm en Vicens Vives (1958), I V, 326. Se basa en cifras i in 11 ii iimiIlentes a solamente tres años, elegidas arbitrariamente, según parece. Sobre luí illlli nltados para obtener el permiso de emigración hacia 1800, véase Depons ( Imili) I I, 75-77.
d. I•iiI ¡iis ', unidad usual para medir la mercancí a humana. Una lItHM | iiiiii'K| ii»n(lía a un esclavo varón en buen estado físico; también fi| | i i m i l i r i u m una pareja de menores de tamaño pequeño para (liHuni uncí |ii. /.i. Durante la última mitad del siglo xvii i el comercio Mi lu Vi m I un liberalizado (en el sentido económico) para que se ni.Iii ni dl'.| iiii i de una mayor cantidad de “piezas”. L as posesiones j¿jliiHiii Me* en Africa, particularmente Angola, permitieron el comercio )§ Ni Iiin< linéelo con brasil, sin reposar en empresas extranjeras. SaMMiiiih lelilíIvamcnte poco sobre la magnitud de la importación de es,l,i ....... Une,II. Ku lo que respecta a Hispanoamérica, no es suficiente liltlMi |iin números contenidos en las licencias para tener una idea acerca •I# Ihh , lliiei de esto tráfico. Con fr ecuencia, los tratantes no proporcioil 1 1 lautos esclavos como los autorizados por las licencias, y por mui | i.iili el comercio ilegal de esclavos fue probablemente tan impor tante i . ...... el legal. Un estudio cuidadoso realizado por una erudita étHeuii leí nuestra que entre 1742 y 1806 se impor tó legalmente, ví a PUfilimi Mies, una cantidad aproxi mada de 30.000 negros. Además un•. ln>, ei mi impor tados como contrabando, pero el total es desconoi i-l ■ Un estudio reciente sobre Venezuela calcula que la importación liitiil ilmunte el período colonial fue de 121.168 esclavos, y que 70.513 .......... llevados durante el siglo x v i i i .27 Es claro que el total importado tt lliimll durante 450 años debe estimarse en mil lones, pero la destruclliiii de H giütros referentes a la esclavitud, después de su abolición en I’ i'i'i luí hecho el cálculo casi imposible. Una conjetura realizada por un Ii InIui uulor autorizado da un total de unos 4 millones (hasta 1850),28 Hilen!i un que el total para toda Hispanoamérica habría alcanzado los A millones. Es probable que tratar de estimar la magnitud de esta Hlltfniclúu enorme desde el lado africano resulte incluso más azaroso. (Mui autor conjeturó recientemente que el tráfico de esclavos le costó i Al lien 50 millones de personas, pero la cifra parece infl ada.29 No Iilmlanle. la diferenci a entre las cifras de exportación e importación debe l|iil n i sido considerable, por la mortalidad a bordo, terri blemente alta mi general como resultado del mal trato y de la disentería y otras enfi'i medades. Según la impresión que me formé al estudiar los registros ili la agencia del Asiento Bri tánico en Buenos Aires, a principi os del ligio x v i i i se consideraba normal una pérdida de entre el 15 y el 20 por i ii uto del cargamento humano. 1 1)e dónde llegaban los esclavos? Sus orígenes eran muy variados, ....... la mayoría provenía de la costa oeste africana, comprendida entre el lio Sencgal en el norte (con los fuertes portugueses de Cacheu y lUv. iu) y la Angola portuguesa en el sur. Esta región alber gaba a di-
C
. . . .
Los negros
. . . . . .
e íS ‘C°i " " 0’; '°S
á S S
e ra n c ia d os r e c t a X
los rasgos negroides de los habitantes de n„a"ldea
2
^
f e ^
comercio directo y en gran escala e n t e Z e a
N u“ o M „° S f en V S l s i í í e S “ >*"• h
* «* «« ¿
SZTnTÁ
esclavos durante 8 años En 152# k O ™ , “ P0”,13.1” e"lreSa * 4.000 o -asiento" de e s t e ¿ o d e e o n S P' ¡mer territorio en la costa africana lno
t
e
• .
*
España no poseía ningún
s
- r
o r í , g“ ai
este asiento, de’bian
.
.
vello fl92T Z)ke ( 194 5)' S°br e Ia migraci ón de esclavos blancos, véase Torre Re22 Góngora (1962).
“ S i ' f f i j . t o S ; t T '119'
un Srlieusa do Studer ( 1958). ' II rilo Flgueroa ( 1963 ), 137. Otras obras sobre la importación de esclavos a la Amóileu hispana son: Scelle (1906); Aguirre Beltrán (1946) ; Otte y Ruí z Burrue»( IIM3); Mellafe (1959; 1965). lliiiir<|UO do Holanda (1960), 191. Según Maur o (196 0), 180, de 1570 a 1670 tu Inlindujeron 400.000 esclavos en Brasil.
. . . .
en Lisboa durante la segunda mitad deí siglo xvi . **
3
(,M 55,■Corl& (I M 4> 10.000 esclavos
LA MEZCLA DE BAZAS
" Duvldson (1961), 87-88.
m j * .................... || |
AMI'.IU CA LA TIN A
versa;, sociedades altamente estratificadas, relativamente avanzadas m
e w TrPr s ' y„ idam,r ai
ueuiaa en parte al comercio de esclavos mismo no debe oscurecpr la la naí ^ defl0S/ er SY°ruba de ^ de Dahomey, Benin y S o En a parte norte de la zona también era importante la influencia mnsnl salida P °S f SC S® clasificaban generalmente según el puerto de salida. Puesto que provenían del interior, esas denominaciones aclaran S o ar e a¿ X ° " r rea';” L “ contemporáneas han que estudiar esta cuestión pr incipalmente sobre la base rlp lr>«
diferentes n M ’
~
el1afrÍCan° UeVÓ consigo ° a l N ^ M ^ d o « se unían a sus cargamentos en puertos
li4 3 l
1£ SSK5S S S S S = í slc=±#S>?S£ip-x se ha dado por sentado que predominaban hidalgos, o nobles de rango
d. I•iiI ¡iis ', unidad usual para medir la mercancí a humana. Una lItHM | iiiiii'K| ii»n(lía a un esclavo varón en buen estado físico; también fi| | i i m i l i r i u m una pareja de menores de tamaño pequeño para (liHuni uncí |ii. /.i. Durante la última mitad del siglo xvii i el comercio Mi lu Vi m I un liberalizado (en el sentido económico) para que se ni.Iii ni dl'.| iiii i de una mayor cantidad de “piezas”. L as posesiones j¿jliiHiii Me* en Africa, particularmente Angola, permitieron el comercio )§ Ni Iiin< linéelo con brasil, sin reposar en empresas extranjeras. SaMMiiiih lelilíIvamcnte poco sobre la magnitud de la importación de es,l,i ....... Une,II. Ku lo que respecta a Hispanoamérica, no es suficiente liltlMi |iin números contenidos en las licencias para tener una idea acerca •I# Ihh , lliiei de esto tráfico. Con fr ecuencia, los tratantes no proporcioil 1 1 lautos esclavos como los autorizados por las licencias, y por mui | i.iili el comercio ilegal de esclavos fue probablemente tan impor tante i . ...... el legal. Un estudio cuidadoso realizado por una erudita étHeuii leí nuestra que entre 1742 y 1806 se impor tó legalmente, ví a PUfilimi Mies, una cantidad aproxi mada de 30.000 negros. Además un•. ln>, ei mi impor tados como contrabando, pero el total es desconoi i-l ■ Un estudio reciente sobre Venezuela calcula que la importación liitiil ilmunte el período colonial fue de 121.168 esclavos, y que 70.513 .......... llevados durante el siglo x v i i i .27 Es claro que el total importado tt lliimll durante 450 años debe estimarse en mil lones, pero la destruclliiii de H giütros referentes a la esclavitud, después de su abolición en I’ i'i'i luí hecho el cálculo casi imposible. Una conjetura realizada por un Ii InIui uulor autorizado da un total de unos 4 millones (hasta 1850),28 Hilen!i un que el total para toda Hispanoamérica habría alcanzado los A millones. Es probable que tratar de estimar la magnitud de esta Hlltfniclúu enorme desde el lado africano resulte incluso más azaroso. (Mui autor conjeturó recientemente que el tráfico de esclavos le costó i Al lien 50 millones de personas, pero la cifra parece infl ada.29 No Iilmlanle. la diferenci a entre las cifras de exportación e importación debe l|iil n i sido considerable, por la mortalidad a bordo, terri blemente alta mi general como resultado del mal trato y de la disentería y otras enfi'i medades. Según la impresión que me formé al estudiar los registros ili la agencia del Asiento Bri tánico en Buenos Aires, a principi os del ligio x v i i i se consideraba normal una pérdida de entre el 15 y el 20 por i ii uto del cargamento humano. 1 1)e dónde llegaban los esclavos? Sus orígenes eran muy variados, ....... la mayoría provenía de la costa oeste africana, comprendida entre el lio Sencgal en el norte (con los fuertes portugueses de Cacheu y lUv. iu) y la Angola portuguesa en el sur. Esta región alber gaba a di-
C
. . . .
Los negros
. . . . . .
^
e íS ‘C°i " " 0’; '°S
á S S
e ra n c ia d os r e c t a X
los rasgos negroides de los habitantes de n„a"ldea
2
.
f e ^
comercio directo y en gran escala e n t e Z e a
N u“ o M „° S f en V S l s i í í e S “ >*"• h
* «* «« ¿
SZTnTÁ
esclavos durante 8 años En 152# k O ™ , “ P0”,13.1” e"lreSa * 4.000 o -asiento" de e s t e ¿ o d e e o n S P' ¡mer territorio en la costa africana lno
t
e
• .
*
España no poseía ningún
s
- r
o r í , g“ ai
este asiento, de’bian
.
vello fl92T Z)ke ( 194 5)' S°br e Ia migraci ón de esclavos blancos, véase Torre Re22 Góngora (1962).
“ S i ' f f i j . t o S ; t T '119'
un Srlieusa do Studer ( 1958). ' II rilo Flgueroa ( 1963 ), 137. Otras obras sobre la importación de esclavos a la Amóileu hispana son: Scelle (1906); Aguirre Beltrán (1946) ; Otte y Ruí z Burrue»( IIM3); Mellafe (1959; 1965). lliiiir<|UO do Holanda (1960), 191. Según Maur o (196 0), 180, de 1570 a 1670 tu Inlindujeron 400.000 esclavos en Brasil.
. . . .
en Lisboa durante la segunda mitad deí siglo xvi . **
3
(,M 55,■Corl& (I M 4> 10.000 esclavos
LA MEZCLA DE BAZAS
" Duvldson (1961), 87-88.
m j * .................... || |
AMI'.IU CA LA TIN A
versa;, sociedades altamente estratificadas, relativamente avanzadas m li4 3 l
e w TrPr s ' y„ idam,r ai
ueuiaa en parte al comercio de esclavos mismo no debe oscurecpr la la naí ^ defl0S/ er SY°ruba de ^ de Dahomey, Benin y S o En a parte norte de la zona también era importante la influencia mnsnl salida P °S f SC S® clasificaban generalmente según el puerto de salida. Puesto que provenían del interior, esas denominaciones aclaran S o ar e a¿ X ° " r rea';” L “ contemporáneas han que estudiar esta cuestión pr incipalmente sobre la base rlp lr>«
diferentes n M ’
~
M Ü d T ^e s f a T " Í
el1afrÍCan° UeVÓ consigo ° a l N ^ M ^ d o « se unían a sus cargamentos en puertos
! F
r
agricultura de las Améri ca^
É
l
i
P
trabaio W ar U t ,« J •
J
y °z t z os e“
"
tst S^aje’ Ia musica>Ia danza y la
t ó a r x r ir i
l
S
P 7 ,
V “
i
l
M fiMiilfini iln I vmcraldas (el E cuador actual) que visitaron Quito en 1599. Ob IffHlp I " "i| ui española y los adornos indios que llevaban estos descendientes 0 £|li > ¡ros náufragos que los españoles no pudieron someter. Cortesía del Museo de América, Madrid. . . . . .
i
no ,soio a su experiencia previa de
l r
t 6n
esclavos0 podk nuí ilí arfe K s t í f o í d e las dL w ces51'6? d origen ‘ribal de los mencionadas en los documentos de venta etcétera “ CUerP°S d® loS negros’ 32 Harris U 964 )T 14 -í e? °’ * l0S ^
C°nocidos estudios de Melvil le Herskovits.
III PRIMER ENCUENTRO DE U S RAZ AS EN LAS AMERICAS
i¡ni lulc* expresiones, en cróni cas que en otros aspectos no son llllMil ........mullicas, pudieron a veces ser sinceras y basarse en la f|#n«lii I ii electo, el ti po femenino de las tri bus de la selva se flwniiilm bailante al ideal de mujer que tuvo vigencia en Europa ii| h., I II. mu iii iiciilo y algo más tarde. Pero sospecho que los autores f i n hvi ii veces insistían en la belleza y encanto de las mujeres lltti | ni i mil N acer el gusto literario de la época. E n consecuencia, es MiiMiitlile tomar muy en serio esas narraciones, o referirse a ellas piplli n la rapidez y el carácter del proceso de cruzamiento de i| f i ............. lo hacen algunos historiadores. Sobre todo, según yo ypH, fu Ha absurdo considerarl as como una prueba de falta de pr e til |iiM pul le do los conquistadores. L a expli cación fundamental |i4 )>t|ii>11 / i mi la cual tuvo lugar el cruzamiento después del pr imer
LA MEZCLA DE BAZAS
m j * .................... || |
AMI'.IU CA LA TIN A
versa;, sociedades altamente estratificadas, relativamente avanzadas m li4 3 l
e w TrPr s ' y„ idam,r ai
ueuiaa en parte al comercio de esclavos mismo no debe oscurecpr la la naí ^ defl0S/ er SY°ruba de ^ de Dahomey, Benin y S o En a parte norte de la zona también era importante la influencia mnsnl salida P °S f SC S® clasificaban generalmente según el puerto de salida. Puesto que provenían del interior, esas denominaciones aclaran S o ar e a¿ X ° " r rea';” L “ contemporáneas han que estudiar esta cuestión pr incipalmente sobre la base rlp lr>«
diferentes n M ’
~
M Ü d T ^e s f a T " Í
el1afrÍCan° UeVÓ consigo ° a l N ^ M ^ d o « se unían a sus cargamentos en puertos
! F
r
agricultura de las Améri ca^
É
l
i
P
trabaio W ar U t ,« J •
y °z t z os e“
J
"
tst S^aje’ Ia musica>Ia danza y la
t ó a r x r ir i
l
S
P 7 ,
i
l
M fiMiilfini iln I vmcraldas (el E cuador actual) que visitaron Quito en 1599. Ob IffHlp I " "i| ui española y los adornos indios que llevaban estos descendientes 0 £|li > ¡ros náufragos que los españoles no pudieron someter. Cortesía del Museo de América, Madrid. . . . . .
i
no ,soio a su experiencia previa de
V “
l r
t 6n
esclavos0 podk nuí ilí arfe K s t í f o í d e las dL w ces51'6? d origen ‘ribal de los mencionadas en los documentos de venta etcétera “ CUerP°S d® loS negros’ 32 Harris U 964 )T 14 -í e? °’ * l0S ^
C°nocidos estudios de Melvil le Herskovits.
III PRIMER ENCUENTRO DE U S RAZ AS EN LAS AMERICAS La conquista de las mujeres
-CQS¿aron que hM uíiT l.i T bo™bres con frecuencia en _ a los extranjpmc blancos~En 8V dp multar sus mujeres incluso importunaban con su a d n ^S n T •iiatiinijinente, éstos neñsaron nne l ^
A
d
S
S
Se e J^£fiáJ Bastante ¡9 M _ s e d e b í a n l o s
T
S t esc^
P ™ *
mente expresaban su amor’ Interpretan mu j,eres>desde iu ego, soladel primer encuentro de las razas n u e d e ^011^ 1^ anáIo§ as acerca narr aciones de los croni stas de la ? n tamb ien encontr arse en las r i or es. P e ro en 1 924 u n h i sto r ia do r S 7 í h is1 t or í ad o res p os tequ e las actitud es de los na tur ale°D od^an ° €1?íri° esas llu siones: observó cias animistas. E ^ L e r S r t exphcarse mejor por sus creen............^ ajenos. Cuando que r^sistir a los espíritus
A de mts7Tos"lü^ wa l-« i
indias. También un rudo mercenario ileni
S rri
*
esp añ oI es y P o r -
^as jóvenes
i¡ni lulc* expresiones, en cróni cas que en otros aspectos no son llllMil ........mullicas, pudieron a veces ser sinceras y basarse en la f|#n«lii I ii electo, el ti po femenino de las tri bus de la selva se flwniiilm bailante al ideal de mujer que tuvo vigencia en Europa ii| h., I II. mu iii iiciilo y algo más tarde. Pero sospecho que los autores f i n hvi ii veces insistían en la belleza y encanto de las mujeres lltti | ni i mil N acer el gusto literario de la época. E n consecuencia, es MiiMiitlile tomar muy en serio esas narraciones, o referirse a ellas piplli n la rapidez y el carácter del proceso de cruzamiento de i| f i ............. lo hacen algunos historiadores. Sobre todo, según yo ypH, fu Ha absurdo considerarl as como una prueba de falta de pr e til |iiM pul le do los conquistadores. L a expli cación fundamental |i4 )>t|ii>11 / i mi la cual tuvo lugar el cruzamiento después del pr imer |i||.|!• -■i ii
Í
| m .....
la esclavización de los indios, que incluía la He sus mujeres, .lifla en una oportunidad, en 1608.7 Bernal Dí az, notable tes tigo ni ubi de la conquista de M éxico, ofrece una animada narración t, i. o ni. a la esclavización de las mujeres. Cortés había decidido que Milu
.
.S E S £
'L T c S l ^ t 1 • M u l t a d a 1* ? ’
V son ardien.es di
T
t X
• Io de Pérez de Barradas (1948) es romántica y carece de sentido IÍoncuíblat (1954), I I , también atri buye el mestizaje parcialmente a una III| ihi
2S Tiíe it siuevara(1924); Colón(196°). ni.
3 Schmidel (1938), 113.
lil.'.it Huillín ( 1088).
" i ii nln por Konetzke (1946), 19. ' |>HI| ( 100 0), 205-207.
L A m e z c l a DE RAZAS
ItA m * t n m A DI! AMKIUCA LATINA
bannos las vi ej^^ru ines Y ^obre esT"?.’ h ^ de reParto dá' contra Cortés . . « Sin duda todas k - grandes murmuraciones a a s ™ 1^ pre acompañadas por^S a ci í n es v ^eron siemdefensos. Parece, no obstante nue i 1 7 bm tal id ad ^ contra los inpeciales durante la lucha entre p u e b l o s ia posee características esampliamente diferentes. E n ese caso es cHíT rf Pf ? entan civil izaciones comunes,9 como en las guerras enh,Ca Ia faIta de normas éticas Península Ibérica, y también d u r a n t e ° ? 7 ™usulmanes en la Tal vez el elemento de v L Í Vconquista de América. bien la vir ginidad m^,y,^TTn~ : " --L no eba .¿ estacarse demasiado. Si entre otras ocurr ía lo contrario P rohVM eS.t™ ada Por ciertas tribus, mucha frecuencia se sometieron d .’C ° , ™ í eres «dí as con
35
di: Iun casos Lambién concubinas. Ci eza de León informa i- ln 1 1 1 1 < h-s. Este tráfico tambi én fue prohibi do por las « I i'yn»,™ yiM> ]|.)¡) esputíolcs y portugueses de principios del siglo xvi las .
i¡ni lulc* expresiones, en cróni cas que en otros aspectos no son llllMil ........mullicas, pudieron a veces ser sinceras y basarse en la f|#n«lii I ii electo, el ti po femenino de las tri bus de la selva se flwniiilm bailante al ideal de mujer que tuvo vigencia en Europa ii| h., I II. mu iii iiciilo y algo más tarde. Pero sospecho que los autores f i n hvi ii veces insistían en la belleza y encanto de las mujeres lltti | ni i mil N acer el gusto literario de la época. E n consecuencia, es MiiMiitlile tomar muy en serio esas narraciones, o referirse a ellas piplli n la rapidez y el carácter del proceso de cruzamiento de i| f i ............. lo hacen algunos historiadores. Sobre todo, según yo ypH, fu Ha absurdo considerarl as como una prueba de falta de pr e til |iiM pul le do los conquistadores. L a expli cación fundamental |i4 )>t|ii>11 / i mi la cual tuvo lugar el cruzamiento después del pr imer |i||.|!• -■i ii
III PRIMER ENCUENTRO DE U S RAZ AS EN LAS AMERICAS La conquista de las mujeres
-CQS¿aron que hM uíiT l.i T bo™bres con frecuencia en _ a los extranjpmc blancos~En 8V dp multar sus mujeres incluso importunaban con su a d n ^S n T •iiatiinijinente, éstos neñsaron nne l ^
A
d
S
S
hi
Se e J^£fiáJ Bastante ¡9 M _ s e d e b í a n l o s
T
S t esc^
P ™ *
mente expresaban su amor’ Interpretan mu j,eres>desde iu ego, soladel primer encuentro de las razas n u e d e ^011^ 1^ anáIo§ as acerca narr aciones de los croni stas de la ? n tamb ien encontr arse en las r i or es. P e ro en 1 924 u n h i sto r ia do r S 7 í h is1 t or í ad o res p os tequ e las actitud es de los na tur ale°D od^an ° €1?íri° esas llu siones: observó cias animistas. E ^ L e r S r t exphcarse mejor por sus creen............^ ajenos. Cuando que r^sistir a los espíritus
Í
A de mts7Tos"lü^ wa l-« i
indias. También un rudo mercenario ileni
S rri
*
| m .....
la esclavización de los indios, que incluía la He sus mujeres, .lifla en una oportunidad, en 1608.7 Bernal Dí az, notable tes tigo ni ubi de la conquista de M éxico, ofrece una animada narración t, i. o ni. a la esclavización de las mujeres. Cortés había decidido que Milu
esp añ oI es y P o r -
^as jóvenes
.
.S E S £
'L T c S l ^ t 1 • M u l t a d a 1* ? ’
T
V son ardien.es di
t X
• Io de Pérez de Barradas (1948) es romántica y carece de sentido IÍoncuíblat (1954), I I , también atri buye el mestizaje parcialmente a una III| ihi
2S Tiíe it siuevara(1924); Colón(196°). ni.
3 Schmidel (1938), 113.
lil.'.it Huillín ( 1088).
" i ii nln por Konetzke (1946), 19. ' |>HI| ( 100 0), 205-207.
L A m e z c l a DE RAZAS
ItA m * t n m A DI! AMKIUCA LATINA
bannos las vi ej^^ru ines Y ^obre esT"?.’ h ^ de reParto dá' contra Cortés . . « Sin duda todas k - grandes murmuraciones a a s ™ 1^ pre acompañadas por^S a ci í n es v ^eron siemdefensos. Parece, no obstante nue i 1 7 bm tal id ad ^ contra los inpeciales durante la lucha entre p u e b l o s ia posee características esampliamente diferentes. E n ese caso es cHíT rf Pf ? entan civil izaciones comunes,9 como en las guerras enh,Ca Ia faIta de normas éticas Península Ibérica, y también d u r a n t e ° ? 7 ™usulmanes en la Tal vez el elemento de v L Í Vconquista de América. bien la vir ginidad m^,y,^TTn~ : " --L no eba .¿ estacarse demasiado. Si entre otras ocurr ía lo contrario P rohVM eS.t™ ada Por ciertas tribus, mucha frecuencia se sometieron d .’C ° , ™ í eres «dí as con ------- .dócilmente a los deseos de los conqmstadores.1^
di: Iun casos Lambién concubinas. Ci eza de León informa i- ln 1 1 1 1 < h-s. Este tráfico tambi én fue prohibi do por las « I i'yn»,™ yiM> ]|.)¡) esputíolcs y portugueses de principios del siglo xvi las .
l'li nido por la fuerza, comprándolas o como regalo, vivían • imiji i< indias. A veces eran esclavas o siervas del tipo ^ m T iÍ ii I lorias" en el Caribe y “yanaconas" en Perú; a veces, gervitlciras libres. Este modo de vida con frecuencia M’ln Jtj I n1111 i";~íoñ"<1e un íi arén~aii iK iue algunas narraciones de los VBi Iiim iTr a(| iiella época parecen exageradas, porque esos cro»t# .......... escandali zados o se entusiasmaron. N o debemos tomar
loS g j £ | tr i hi¿a-obl,!f ° -” * 7 r7 " ™ iH , ■ m w L . eiTüTüehos otros m eL s y ¿pocas " b S a l D f í í h°Sp^alidad ha existid Xjcotenga ofreció „ C , J a , ■' liíi l n n0S dlce cl ue^ cacique -•n ° % a’ Y Qtras .XJ iatro hermosas —i S B f c a sus capi fanpg d e b o c a .11 Sobre P aTagüarRurDl T d T c ab™dan
¥ ^ que J os , Uiazdf Guzman informa
cuelgues guaraníps
.
' ' 1■"I|,,t 11 nnenlc verificado el infor me de que en Par aguay, 11ai Mi I ru ndí .» de Mahorna”, cada español tenía un pr omedio Be I' 11 heíiiTn mujeres.1,1 ^^^^^^M u i p ucslo, de ningún modo aprobaba esta situación.
-^—-pjente jjara unirse con los esm ni, ~T~"T medio de donde ha i S os llamaban “cuñados, sus encomiendas con el nombre de tohm J -mar 1 Ios lndios de en efecto, sucedió que los e s n a t l S •qU6 qmere decir cuñado; y dieron, muchos hijos e hijas” « V n l ^ indias que les mujeres, la alianza entre españole. P T j .conj ir™ada P °r el regalo de y duradera. Esto pudo muy bien haL 1°S •j resu,tar más fuerte en el éxito de grupos pequeños de ! j Una gran importancia mea Garcilaso de la V eg a * ^S d o C° m° lo dic* el español, toda la parentela se juntaba I r !°S algUna india Parida de a su ídolo, porque había emparentado co^eífn Yv ^ esPaño1 como de mucho socorro en la 3S1 f— -t os tales
..........i 11nenie fácil hacer algo para modificarla. E l obispo de
! fTmosa_in,tituí /",(-1(,T;! por su cristi anización. P m"]., ,, ~- j ^ara a sus indios y ai¡^ (1542) los indios pagaban ñor ln ... i "° S Ts,a s Nuevas Leyes con días de trabajo. No es sorprendente micTo ‘Í9S al euconicndero raadas. Como lo observó'el f ~^ÜC Igg ^POmendems
asi
8 Díaz del Castillo (1955), I, 428
Gutiérrez de Pineda (1963 ) T P¡fl
^
Z/
e l C aS tiM o ( 1 9 5 5 )
I
222
j
¡ñmiliKo escribió ai emperador en lo29 que cuando sus feligreses Hnli > i vivían en pecado, las concubi nas eran sus criadas indias, y «i J indlii probarse. Además los resultados de estas uniones nacían Im ' nrm i.i en lugares apartados. Otro infor me proveniente de Santo nlllMH •n el mismo período afirma que “aquí hay muchos mestizos, i* de empalióles e indias que generalmente nacen en estancias y desLus auloridades civiles durante la conquista con frecuencia iir.li . lias con que las indias que tomaban los españoles [m u Ifll'iui bautizadas. Asi, el iefe de una expedición a Cartagena _ i«n t i'dliló Inslrneciones en el sentido de que debía velar para que IiiMiiii 'mlilinio se eche con india que no sea cristiana”.18 L os conqui sIH.IIiiii i mininos, conscientes o no de llenar una función “civilizadora”, mmi en IniIii‘i* lomado muy a la ligera las acusaciones de promiscuidad. •i|ul>l ni., por la I nquisición a causa de pronunciar una gran canti dad ■I. Iil.e.lcnilii • c| vi ejo conquistador Franci sco de Aguir re, gobernador de I IMIIMii'in, conl esó entre otras cosas haber declarado que “se hace más (KMVlHn ii I >li >s en hacer mestizos que el pecado que en ello se hace . . .”19
B "
9 Frazier (i957), 46. »
35
" S lg S ’
is P-Ía^° Por Konetzke (1946), 24-25 Citado por Varallanos (1962), 4 5 .
Concubinato y matrimonio mixto
No puede haber duda de que el concubinato y la relación sexual casual explican la mayor parte del cruzamiento ocurrido durante la Conquista.20 Y la poliginia era más que frecuente. Pero no debe olvidarse que el matrimonio también tuvo su parte en la mezcla de razas. L os matri monios mixtos fueron explícitamente permitidos por el monarca en 1501. Dos años más tarde el gobernador Ovando, de Santo Domingo, recibió instrucciones de procurar que “algunos cristianos [es decir españoles] se casen con algunas mujeres indias, y las mujeres cristianas con algunos indios, porque los unos y los otros se comuniquen y enseñen y se hagan los dichos indios e indias hombres y mujeres de razón”. Examinaremos
M-ii Imll (10.10), 173; Cicza de L eón (1945), 145. 1 íleeii/i//(ie/uii. VI 1-0. Véase también Díaz del Castillo (195 5), I I, 387-388. 111 • ......i ln linee, por ejemplo, Salas (1960), 189 y sigs. II 1 llmln pm k ntiel/.ko ( 1946), 22-23; para Brasil, véase Nóbrega (1955),
1 "n. i i . ■de Pineda (1963), I, 183; Nóbrega (1955), 30-31, informa que la HiltiiiM i iniiinilini exilia en Brasil, III M. i Iiii .i ( IDJ M), 85.
I i , ti»*» ili’ I " <|«io sabemos acerca del cruzamiento de razas ln i t•1111 mI■ <111 es posible extraer dos conclusiones claras. E npn| , , I ,|, la compañera sexual carecía de importancia, y i, „ I,. „•...... . | mui de Car vajal, un conquistador de Venezuela. M,, I,, ai icó .Ir promiscuidad, respondió llanamente: Que nadie •* ......... teniendo cusa, se puede estar sin tener mujeres, españolas | ,h disimilo término, es obvio que los españoles preterían Hlll muirles espartólas; probablemente la razón principal era su tli>iMniMiM 11ti ni i a sus descendientes un bu en linaje. iini| i Mn Indias, la asociación con los conquistadores les propor.....huí ventajas, incluso aunque no se casaran. Pero muchas lutlii i lomado conciencia de su inferi oridad con respecto a las ernández de .
.
.
L A m e z c l a DE RAZAS
ItA m * t n m A DI! AMKIUCA LATINA
bannos las vi ej^^ru ines Y ^obre esT"?.’ h ^ de reParto dá' contra Cortés . . « Sin duda todas k - grandes murmuraciones a a s ™ 1^ pre acompañadas por^S a ci í n es v ^eron siemdefensos. Parece, no obstante nue i 1 7 bm tal id ad ^ contra los inpeciales durante la lucha entre p u e b l o s ia posee características esampliamente diferentes. E n ese caso es cHíT rf Pf ? entan civil izaciones comunes,9 como en las guerras enh,Ca Ia faIta de normas éticas Península Ibérica, y también d u r a n t e ° ? 7 ™usulmanes en la Tal vez el elemento de v L Í Vconquista de América. bien la vir ginidad m^,y,^TTn~ : " --L no eba .¿ estacarse demasiado. Si entre otras ocurr ía lo contrario P rohVM eS.t™ ada Por ciertas tribus, mucha frecuencia se sometieron d .’C ° , ™ í eres «dí as con ------- .dócilmente a los deseos de los conqmstadores.1^
di: Iun casos Lambién concubinas. Ci eza de León informa i- ln 1 1 1 1 < h-s. Este tráfico tambi én fue prohibi do por las « I i'yn»,™ yiM> ]|.)¡) esputíolcs y portugueses de principios del siglo xvi las .
l'li nido por la fuerza, comprándolas o como regalo, vivían • imiji i< indias. A veces eran esclavas o siervas del tipo ^ m T iÍ ii I lorias" en el Caribe y “yanaconas" en Perú; a veces, gervitlciras libres. Este modo de vida con frecuencia M’ln Jtj I n1111 i";~íoñ"<1e un íi arén~aii iK iue algunas narraciones de los VBi Iiim iTr a(| iiella época parecen exageradas, porque esos cro»t# .......... escandali zados o se entusiasmaron. N o debemos tomar
loS g j £ | tr i hi¿a-obl,!f ° -” * 7 r7 " ™ iH , ■ m w L . eiTüTüehos otros m eL s y ¿pocas " b S a l D f í í h°Sp^alidad ha existid Xjcotenga ofreció „ C , J a , ■' liíi l n n0S dlce cl ue^ cacique -•n ° % a’ Y Qtras .XJ iatro hermosas —i S B f c a sus capi fanpg d e b o c a .11 Sobre P aTagüarRurDl T d T c ab™dan
¥ ^ que J os , Uiazdf Guzman informa
cuelgues guaraníps
.
' ' 1■"I|,,t 11 nnenlc verificado el infor me de que en Par aguay, 11ai Mi I ru ndí .» de Mahorna”, cada español tenía un pr omedio Be I' 11 heíiiTn mujeres.1,1 ^^^^^^M u i p ucslo, de ningún modo aprobaba esta situación.
-^—-pjente jjara unirse con los esm ni, ~T~"T medio de donde ha i S os llamaban “cuñados, sus encomiendas con el nombre de tohm J -mar 1 Ios lndios de en efecto, sucedió que los e s n a t l S •qU6 qmere decir cuñado; y dieron, muchos hijos e hijas” « V n l ^ indias que les mujeres, la alianza entre españole. P T j .conj ir™ada P °r el regalo de y duradera. Esto pudo muy bien haL 1°S •j resu,tar más fuerte en el éxito de grupos pequeños de ! j Una gran importancia mea Garcilaso de la V eg a * ^S d o C° m° lo dic* el español, toda la parentela se juntaba I r !°S algUna india Parida de a su ídolo, porque había emparentado co^eífn Yv ^ esPaño1 como de mucho socorro en la 3S1 f— -t os tales
..........i 11nenie fácil hacer algo para modificarla. E l obispo de
! fTmosa_in,tituí /",(-1(,T;! por su cristi anización. P m"]., ,, ~- j ^ara a sus indios y ai¡^ (1542) los indios pagaban ñor ln ... i "° S Ts,a s Nuevas Leyes con días de trabajo. No es sorprendente micTo ‘Í9S al euconicndero raadas. Como lo observó'el f ~^ÜC Igg ^POmendems
j
asi
8 Díaz del Castillo (1955), I, 428
Z/
e l C aS tiM o ( 1 9 5 5 )
I
222
B
M-ii Imll (10.10), 173; Cicza de L eón (1945), 145. 1 íleeii/i//(ie/uii. VI 1-0. Véase también Díaz del Castillo (195 5), I I, 387-388. 111 • ......i ln linee, por ejemplo, Salas (1960), 189 y sigs. II 1 llmln pm k ntiel/.ko ( 1946), 22-23; para Brasil, véase Nóbrega (1955),
Gutiérrez de Pineda (1963 ) T P¡fl
^
¡ñmiliKo escribió ai emperador en lo29 que cuando sus feligreses Hnli > i vivían en pecado, las concubi nas eran sus criadas indias, y «i J indlii probarse. Además los resultados de estas uniones nacían Im ' nrm i.i en lugares apartados. Otro infor me proveniente de Santo nlllMH •n el mismo período afirma que “aquí hay muchos mestizos, i* de empalióles e indias que generalmente nacen en estancias y desLus auloridades civiles durante la conquista con frecuencia iir.li . lias con que las indias que tomaban los españoles [m u Ifll'iui bautizadas. Asi, el iefe de una expedición a Cartagena _ i«n t i'dliló Inslrneciones en el sentido de que debía velar para que IiiMiiii 'mlilinio se eche con india que no sea cristiana”.18 L os conqui sIH.IIiiii i mininos, conscientes o no de llenar una función “civilizadora”, mmi en IniIii‘i* lomado muy a la ligera las acusaciones de promiscuidad. •i|ul>l ni., por la I nquisición a causa de pronunciar una gran canti dad ■I. Iil.e.lcnilii • c| vi ejo conquistador Franci sco de Aguir re, gobernador de I IMIIMii'in, conl esó entre otras cosas haber declarado que “se hace más (KMVlHn ii I >li >s en hacer mestizos que el pecado que en ello se hace . . .”19 "
9 Frazier (i957), 46. »
35
" S lg S ’
is P-Ía^° Por Konetzke (1946), 24-25 Citado por Varallanos (1962), 4 5 .
1 "n. i i . ■de Pineda (1963), I, 183; Nóbrega (1955), 30-31, informa que la HiltiiiM i iniiinilini exilia en Brasil, III M. i Iiii .i ( IDJ M), 85.
I i , ti»*» ili’ I " <|«io sabemos acerca del cruzamiento de razas ln i t•1111 mI■ <111 es posible extraer dos conclusiones claras. E npn| , , I ,|, la compañera sexual carecía de importancia, y i, „ I,. „•...... . | mui de Car vajal, un conquistador de Venezuela. M,, I,, ai icó .Ir promiscuidad, respondió llanamente: Que nadie •* ......... teniendo cusa, se puede estar sin tener mujeres, españolas | ,h disimilo término, es obvio que los españoles preterían Hlll muirles espartólas; probablemente la razón principal era su tli>iMniMiM 11ti ni i a sus descendientes un bu en linaje. iini| i Mn Indias, la asociación con los conquistadores les propor.....huí ventajas, incluso aunque no se casaran. Pero muchas lutlii i lomado conciencia de su inferi oridad con respecto a las Itliim ni El cronista Gonzalo F ernández de Oviedo narra una ln noli ii. ii Nolnc cómo las muchachas indias trataban de blanquear I U » I ndia:. Dtiilúm aperar qjie los niños que tuvieran de los__ [titilan a,cnlados como españoles l ibres, lo. i |. io tales expectaciones parecen haber sido sati sfechas.
Concubinato y matrimonio mixto
No puede haber duda de que el concubinato y la relación sexual casual explican la mayor parte del cruzamiento ocurrido durante la Conquista.20 Y la poliginia era más que frecuente. Pero no debe olvidarse que el matrimonio también tuvo su parte en la mezcla de razas. L os matri monios mixtos fueron explícitamente permitidos por el monarca en 1501. Dos años más tarde el gobernador Ovando, de Santo Domingo, recibió instrucciones de procurar que “algunos cristianos [es decir españoles] se casen con algunas mujeres indias, y las mujeres cristianas con algunos indios, porque los unos y los otros se comuniquen y enseñen y se hagan los dichos indios e indias hombres y mujeres de razón”. Examinaremos más adelante este decreto en su contexto legal. Aquí nos interesa el modo en que fue recibida esta política en el medio americano. Las auto ridades coloniales estaban lejos de entusiasmarse por ella, pero hubo algunos sacerdotes que ejercieron presión para que permitieran o in cluso fomentaran el matri monio mixto. L as parejas de español e india que vivían en concubinato debían ser persuadidas de que se casaran. Según un cronista, el gobernador Ovando ordenó a los españoles de Santo Domingo que desposaran a sus compañeras indias o se separaran de ellas: “. .. p or no perder el servicio y señorío que con las mujeres poseían, se casaron con ellas”.21 Pero ni siquiera esos métodos lograron resultados apreciables. U n censo realizado en Santo D omingo en 1514 reveló que solamente 171 de los 689 españoles que vivían allí estaban casados. L as esposas de 107 eran españolas (5 de ellas habían quedado en España) y solamente 64 eran nativas. Estos esposos de indias per tenecían por lo general al estrato social más bajo.22 L a política de la Corona también vacilaba considerablemente en lo referente al matrimo nio mixto. iPor orden suya muchas esclavas blancas fueron enviadas alas Indias. TE1 decreto real de 1514 explica que la falta de mujeres era tal que había llevado a que algunos españoles desposaran a indias, “gente tan apartada de razón”.23 Muchos españoles preferían casarse con una prostituta blanca antes que con una nativa. Esta es la razón por la cual Cervantes llamó a América “añagaza general de mujeres libres”.24 En cuanto disponían de españolas, era muy probable que los conquis tadores rechazaran a sus esposas o favoritas indias. Esto le ocurrió incluso a las “princesas”, como, por ejemplo, la madre del inca Garcilaso de la Vega. El famoso escritor afir mó con tri steza: “Pocos ha habido en el Perú que se hayan casado con indias para legitimar los hijos na turales yap ar a] que ellos heredasen.” 25
.
.
< ia U1J im I .i
activa en las últimas ctimas do la conquista. En la región del Rio de la Pl ata fueron J uan de Car ay y sus compañeros mcsli züx dü...Asunción qui enes fundaron Santa F e y, finalmente. Buenos Aires pn ÍSKO F.n Chile los mestizos lucharon activamente contra los araucanos. En una muy interesante carta del gobernador de Chile al rey, fechada en 1585, el primero acusa recibo de un decreto real que restringa los derechos de los mestizos. Apenas capaz de controlar su cólera, el gobernador informa que en el ejército hay 150 mestizos, la mayor parte de los cuales son hijos de los conquistadores. Sin ellos Chile se hubiera per dido. Exclama: “Plugiera a Dios que hubiera tantos hombres buenos
eein
ración de mestizos fue aceptada como espaask •
I,,, il .I. , o m p r e n d e r con respecto a los mestizos nacidos de un l„ iii c o m o ya liemos señalado, ello no er a en absoluto I',,, olí a parte, durante este pri mer perí odo muchos mestizos ......... leídos por sus padres. El procedimiento de legitimación
, liul,i
i
Nido aplicado frecuentemente en esa época, tanto en E s-
................... Portugal.28 Cierto Di ego de Ocaña, que residi ó en Nueva
nina 1 1 , el sitflo xvi, tuvo por cierto una actitud muy tolerante. En su ,u,i, ni,, confesó que la criada Antonica había sido su amante. Puesto , ||,i vivía también con un indio, él no estaba seguro quien era | iitiili i del nlrto, aunque por el color de la piel probablemente fuera ||n 11,• |)li'H<>. Sea como fuere, consi deró lo mejor reconocer al nmo y Mii il „ mi lii| () legitimo que lo instruyera y se hiciera cargo de el. En I tfl i i, ii iineiilo el de Domingo Martínez de Irala, famoso conquistador lá lista de niños engendrados por siete indias comprende »Í,.| f ..... . ■Si Vaioni "¡ v seis mujeres. Seis de las madres eran criadas de Irala; 1a „ | ....... mu “criada de Diego de Villalpando”. Irala declara haber | „»n.l., ii niis hijas con otros conquistadores, habiéndoles proporcionado llt mi |ol dolé posibl e.30 le í iitlmero» mestizos
_
I ...... itl/.os de esta categorí a, como regla accptAdd-Y bien tratada, se 1 . | ,11......... rn <•1 1e ií icnte solidarios con el grupo, paterno,.jVL j3ri ncia^„lq§— na 11 . ,,, i .oilí an incluso heredar una encomienda de sus padres es- j;
20 La afir mación de Ots Capdequí (1957), 80, en el sentido de que la mayor parte de los concubinatos hispano-indígenas terminaban en matrimonios parece carecer por completo de fundamento. 21 C D H F S , I, 12-13; Konetzke (1946), 215-216. 22 Konetzke (1946), 218. 23 Konetzke (1946), 235. 24 Cervantes Saavedra (1949 ), 902. 25 Vega (195 9), 1:2, cap. I.
panoles/11 Y la primera ttciioraclón Je nm.*j||yim ' u m y if li nnn paita
.
u,t r,i, ,lr (1061), 405.
1 i ||ii,lo por Salas (1960), 57. " i ;,lili ',ir/, de Pineda (196 3), I , 160-161. " l',i. llny (1929), 111-112. 111I i.li in il o Machain (1939), 560-561.
i
|t< |( .1 1 1 *•. hn'n linde, tuvo noticias de ellos y envió a Aguilar la ,, i i. .1 1 1 . 1 1 .1.i ii.iii la liberación de ambos. Aguilar,^más que i , i i r m la novedad. Pero este último le dijo: “Hermano ■ V,, «oy i uniuIo y tengo tres hijos, y tiénenme por cacique y I .........ln 11. 1 v guerras; idos con Dios, que yo tengo labrada la .
| i i h mliiiI.in Iiin
orejas. iQué dirán de mí desde que me vean esos i|, M i, de <.i ii manera! Y ya veis estos mis hijitos cuán bonicos ........ Din/ nos relata que la mujer de Guerrero añadió colé,i i , i . Mu i i mi ((lió viene este esclavo a llamar a mi marido; idos y ..............I-, de más pláticas.”35 Considerados como ejemplo de Miin Ion \ ii 1 1milación, Aguilar era el inadaptado , el hombre in. .
Í
.
I i , ti»*» ili’ I " <|«io sabemos acerca del cruzamiento de razas ln i t•1111 mI■ <111 es posible extraer dos conclusiones claras. E npn| , , I ,|, la compañera sexual carecía de importancia, y i, „ I,. „•...... . | mui de Car vajal, un conquistador de Venezuela. M,, I,, ai icó .Ir promiscuidad, respondió llanamente: Que nadie •* ......... teniendo cusa, se puede estar sin tener mujeres, españolas | ,h disimilo término, es obvio que los españoles preterían Hlll muirles espartólas; probablemente la razón principal era su tli>iMniMiM 11ti ni i a sus descendientes un bu en linaje. iini| i Mn Indias, la asociación con los conquistadores les propor.....huí ventajas, incluso aunque no se casaran. Pero muchas lutlii i lomado conciencia de su inferi oridad con respecto a las Itliim ni El cronista Gonzalo F ernández de Oviedo narra una ln noli ii. ii Nolnc cómo las muchachas indias trataban de blanquear I U » I ndia:. Dtiilúm aperar qjie los niños que tuvieran de los__ [titilan a,cnlados como españoles l ibres, lo. i |. io tales expectaciones parecen haber sido sati sfechas.
Concubinato y matrimonio mixto
No puede haber duda de que el concubinato y la relación sexual casual explican la mayor parte del cruzamiento ocurrido durante la Conquista.20 Y la poliginia era más que frecuente. Pero no debe olvidarse que el matrimonio también tuvo su parte en la mezcla de razas. L os matri monios mixtos fueron explícitamente permitidos por el monarca en 1501. Dos años más tarde el gobernador Ovando, de Santo Domingo, recibió instrucciones de procurar que “algunos cristianos [es decir españoles] se casen con algunas mujeres indias, y las mujeres cristianas con algunos indios, porque los unos y los otros se comuniquen y enseñen y se hagan los dichos indios e indias hombres y mujeres de razón”. Examinaremos más adelante este decreto en su contexto legal. Aquí nos interesa el modo en que fue recibida esta política en el medio americano. Las auto ridades coloniales estaban lejos de entusiasmarse por ella, pero hubo algunos sacerdotes que ejercieron presión para que permitieran o in cluso fomentaran el matri monio mixto. L as parejas de español e india que vivían en concubinato debían ser persuadidas de que se casaran. Según un cronista, el gobernador Ovando ordenó a los españoles de Santo Domingo que desposaran a sus compañeras indias o se separaran de ellas: “. .. p or no perder el servicio y señorío que con las mujeres poseían, se casaron con ellas”.21 Pero ni siquiera esos métodos lograron resultados apreciables. U n censo realizado en Santo D omingo en 1514 reveló que solamente 171 de los 689 españoles que vivían allí estaban casados. L as esposas de 107 eran españolas (5 de ellas habían quedado en España) y solamente 64 eran nativas. Estos esposos de indias per tenecían por lo general al estrato social más bajo.22 L a política de la Corona también vacilaba considerablemente en lo referente al matrimo nio mixto. iPor orden suya muchas esclavas blancas fueron enviadas alas Indias. TE1 decreto real de 1514 explica que la falta de mujeres era tal que había llevado a que algunos españoles desposaran a indias, “gente tan apartada de razón”.23 Muchos españoles preferían casarse con una prostituta blanca antes que con una nativa. Esta es la razón por la cual Cervantes llamó a América “añagaza general de mujeres libres”.24 En cuanto disponían de españolas, era muy probable que los conquis tadores rechazaran a sus esposas o favoritas indias. Esto le ocurrió incluso a las “princesas”, como, por ejemplo, la madre del inca Garcilaso de la Vega. El famoso escritor afir mó con tri steza: “Pocos ha habido en el Perú que se hayan casado con indias para legitimar los hijos na turales yap ar a] que ellos heredasen.” 25
.
.
< ia U1J im I .i
aldeas de sus indios, como mayorales o calpisques. L os negros eran urgidos a encontrar una salida en la mezcla racial por el mismo factor básico que operaba entre los europeos: la falta de una debida pr o porción entre los sexos. Entre los afri canos que ll egaron a las Indi as haber8 S i v<;ces,más hombres que mujeres; la proporción puede haber sido aun mas desequilibrada. Al mismo tiempo, su status de esclavos constituía una grave desventaja en la persecución de la satis facción sexual. L os vigorosos esfuerzos que debían realizar para superar el obstáculo le dieron una reputación de “lujur ia desenfrenada”. L ógicamente, sus compañeras eran por lo general mujeres indias. En efecto parece que muchas indias los preferían a sus esposos.39 Dejando de lado
ración de mestizos fue aceptada como espaask •
, liul,i
Nido aplicado frecuentemente en esa época, tanto en E s-
i
................... Portugal.28 Cierto Di ego de Ocaña, que residi ó en Nueva
nina 1 1 , el sitflo xvi, tuvo por cierto una actitud muy tolerante. En su ,u,i, ni,, confesó que la criada Antonica había sido su amante. Puesto , ||,i vivía también con un indio, él no estaba seguro quien era | iitiili i del nlrto, aunque por el color de la piel probablemente fuera ||n 11,• |)li'H<>. Sea como fuere, consi deró lo mejor reconocer al nmo y Mii il „ mi lii| () legitimo que lo instruyera y se hiciera cargo de el. En I tfl i i, ii iineiilo el de Domingo Martínez de Irala, famoso conquistador lá lista de niños engendrados por siete indias comprende »Í,.| f ..... . ■Si Vaioni "¡ v seis mujeres. Seis de las madres eran criadas de Irala; 1a „ | ....... mu “criada de Diego de Villalpando”. Irala declara haber | „»n.l., ii niis hijas con otros conquistadores, habiéndoles proporcionado llt mi |ol dolé posibl e.30 le í iitlmero» mestizos
_
I ...... itl/.os de esta categorí a, como regla accptAdd-Y bien tratada, se 1 . | ,11......... rn <•1 1e ií icnte solidarios con el grupo, paterno,.jVL j3ri ncia^„lq§— na 11 . ,,, i .oilí an incluso heredar una encomienda de sus padres es- j; u,t r,i, ,lr (1061), 405.
1 i ||ii,lo por Salas (1960), 57. " i ;,lili ',ir/, de Pineda (196 3), I , 160-161. " l',i. llny (1929), 111-112. 111I i.li in il o Machain (1939), 560-561.
i
activa en las últimas ctimas do la conquista. En la región del Rio de la Pl ata fueron J uan de Car ay y sus compañeros mcsli züx dü...Asunción qui enes fundaron Santa F e y, finalmente. Buenos Aires pn ÍSKO F.n Chile los mestizos lucharon activamente contra los araucanos. En una muy interesante carta del gobernador de Chile al rey, fechada en 1585, el primero acusa recibo de un decreto real que restringa los derechos de los mestizos. Apenas capaz de controlar su cólera, el gobernador informa que en el ejército hay 150 mestizos, la mayor parte de los cuales son hijos de los conquistadores. Sin ellos Chile se hubiera per dido. Exclama: “Plugiera a Dios que hubiera tantos hombres buenos como entre aquell os mestizos, entre los recién ll egados de E spaña.” 32 ' En lo que respecta a Brasil, es bien conocido el hecho de que—dos. n aufragos portugueses, Car amuru __ V J oao Ramnlhn enn S i l mimprnsn progenie, ayudaron al gobernador Tomé de Souza a fundar los estable cimientos de Raía y Sao Vicente, respectivamente. El gobernador escri bió al rey^que Ramalho tenía tantos niños que él no osaba anotar el numero. De Caramuru , por otra parte, se decía que tuvo por lo menos sesenta. Por mas salvaies y primitivos que fueran estríe mpstiVr,,; brasi leños (los m a m el u cos) , futuros exploradores del interior, era obvio que permanecían leales a la causa de sus padres.33 Pero hubo excepciones en la solidaridad general de los primeros mes tizos con respecto al grupo paterno. Algunos mestizos de la nrimera generación eligieron quedarse con el grupo materno o, ya de mayor edad, unirse a él. L amavor nar te de los rlessi,i7irpr"wp'jwn1pc'i que ron;. bieron los araucanos en Chile eran probablemente mestizos. Pero este fenomeno no se limitaba a mestizos; unos pocos españoles “de pura cepa , algunos de ellos náufragos o cautivos, también cambiaban de bando, y se asimilaban a los indios. Algunos, a diferencia de “Caramurú” y Ramalho, no recuperaron SU lealtad original ni siquiera mediante el ¿nntarto directo posteri or con sus compatri otas. Así tenemos al patético Franciso. Martin,...miembro de una expedición conquistadora en Vp^.zuela, qugj^se hizo nativo” después de corr er aventuras y sufrir penurias casi i nrreibJ gs. Años más tarde lo encontró un grupo de compatriotas quienes lo forzaron a volver con ellos a la “civilización”. Muy pronto huyo para unirse a su familia y tribu indias, pero fue alcanzado por segunda vez y exili ado a Nueva Granada. El cronista Fernández de Oviedo dice que “era tanto el amor que a la mujer e hijos en su cauti vidad hubo, que lamentaba y lloraba por ellos; que estaban en él tan impresas las ceremonias y costumbres de los indios, que muchas veces, por descuido, usaba de ellas entre los españoles”.34 Otra historia intere sante es la de dos españoles, J aime Aguilar y Gonzalo Guerrero, que habían si do tomados prisioneros en Campeche. Cuando Cortés llegó a 31 Ots Capdequí ( 1957), 125-126. 32 C D I H C h , III, 268-269. (Véase la Bibli ografía, págs. 147-163.) 33 Sobre Ramalho, véase también Nóbrega (1955) , 183-184. 34 Friede (1961), 198-202; Friede (1965), 33-46.
eein
I,,, il .I. , o m p r e n d e r con respecto a los mestizos nacidos de un l„ iii c o m o ya liemos señalado, ello no er a en absoluto I',,, olí a parte, durante este pri mer perí odo muchos mestizos ......... leídos por sus padres. El procedimiento de legitimación
20 La afir mación de Ots Capdequí (1957), 80, en el sentido de que la mayor parte de los concubinatos hispano-indígenas terminaban en matrimonios parece carecer por completo de fundamento. 21 C D H F S , I, 12-13; Konetzke (1946), 215-216. 22 Konetzke (1946), 218. 23 Konetzke (1946), 235. 24 Cervantes Saavedra (1949 ), 902. 25 Vega (195 9), 1:2, cap. I.
panoles/11 Y la primera ttciioraclón Je nm.*j||yim ' u m y if li nnn paita
.
|t< |( .1 1 1 *•. hn'n linde, tuvo noticias de ellos y envió a Aguilar la ,, i i. .1 1 1 . 1 1 .1.i ii.iii la liberación de ambos. Aguilar,^más que i , i i r m la novedad. Pero este último le dijo: “Hermano ■ V,, «oy i uniuIo y tengo tres hijos, y tiénenme por cacique y I .........ln 11. 1 v guerras; idos con Dios, que yo tengo labrada la .
| i i h mliiiI.in Iiin
orejas. iQué dirán de mí desde que me vean esos i|, M i, de <.i ii manera! Y ya veis estos mis hijitos cuán bonicos ........ Din/ nos relata que la mujer de Guerrero añadió colé,i i , i . Mu i i mi ((lió viene este esclavo a llamar a mi marido; idos y ..............I-, de más pláticas.”35 Considerados como ejemplo de Miin Ion \ ii 1 1milación, Aguilar era el inadaptado , el hombre indn iiilniiiiii lón, mientras (pie Guerrero había logrado asimilarse Iiin I ii electo, el pobre marinero había ascendido en la escala .
. .
Í
Mittvllil/’iuloio en jefe y capitán. 1 1 u los mestizos de la primera generación, hemos visto que ii 1 , 1 ni,i'yoi "parte lueron absorbíaos por el grupo paterno,
.........rrnw fle unieron a’los indios. Por cierto hubo también los BJ MJ lülicia marginal entre los dos grupos, sin ser acep.... iMiTüTde ellos. Pero este lenómeno sólo posteriormente se .
^^H W n fl S S I a T b s un hecho sociológico simple el de que las f|AD di in flen mixto tienden a ser absorbidas por el grupo paterno | ini|iii nii»lomo cuando son pocas. Pero cuan do son numerosas, lo na constituyen un grupo por sí mismas.36
á
l ||| i himiu IsIii se inició un proceso extensivo de cruzamiento entre los ........ } l o s a m e r i n d i o s . Kl elemento negro estuvo también presente, .
..... I. pri meros años deí siglo xvi, pero en pequeña cantidad. i
, ............. negros que aparecieron en las Indias eran ladinos hispa,,iii di-.de Kspaña acompañaron a sus amos como esclavos o ,,i,' 1,1,,, . I’iádi c ámente todos los jefes conquistadores y altos I.. podían obtener licencias para traer algunos esclavos c gJ J Úl, Mmluis esclavos tomaron parte activa en la conquista; algunos tililiM........ mi libertad de esa manera.37 Hubo también algunas esclavas .1........ por ejemplo, que Diego de Almagro (padre) libero a , , lnvii negra Margari ta. Años mas tarde, en 1553, esta mujer dotó ............ II,mía o función piadosa, para honrar y perpetuar el nombre de Al mii)/,io, y el de “otros señores amigos míos que acompañaron^al ,| l, ......... Nt-fior en la jornada, que hici mos a las provincias de Chile”.38 I i, |,i mu leílad abierta de la conquista parece que ocurrían de Vfí7. en. i uiiiiilii eni i e los negros ascensos sociales espectaculares de ese..tipo~ ii lavos negros eran col ocados, por los encomenderos en las .
.
.
.
""
.
11
|,, .1.1 (J ustillo (195 5), I, 98.
...... ....
.
(lorso), 315.
•o Mnllnln ( 11MMK 22-27; Aguirre Beltrán (194 6), caps. XI -XI V. »» MelUfn (105»), 45.
151» 1532 1548 1508 1580 1595 1005
25.200.000 16.800.000 6.300.000 2.650.000 1.900.000 1.375.000 1.075.000
* .nnii| uc nh a
panoles/11 Y la primera ttciioraclón Je nm.*j||yim ' u m y if li nnn paita
i
activa en las últimas ctimas do la conquista. En la región del Rio de la Pl ata fueron J uan de Car ay y sus compañeros mcsli züx dü...Asunción qui enes fundaron Santa F e y, finalmente. Buenos Aires pn ÍSKO F.n Chile los mestizos lucharon activamente contra los araucanos. En una muy interesante carta del gobernador de Chile al rey, fechada en 1585, el primero acusa recibo de un decreto real que restringa los derechos de los mestizos. Apenas capaz de controlar su cólera, el gobernador informa que en el ejército hay 150 mestizos, la mayor parte de los cuales son hijos de los conquistadores. Sin ellos Chile se hubiera per dido. Exclama: “Plugiera a Dios que hubiera tantos hombres buenos como entre aquell os mestizos, entre los recién ll egados de E spaña.” 32 ' En lo que respecta a Brasil, es bien conocido el hecho de que—dos. n aufragos portugueses, Car amuru __ V J oao Ramnlhn enn S i l mimprnsn progenie, ayudaron al gobernador Tomé de Souza a fundar los estable cimientos de Raía y Sao Vicente, respectivamente. El gobernador escri bió al rey^que Ramalho tenía tantos niños que él no osaba anotar el numero. De Caramuru , por otra parte, se decía que tuvo por lo menos sesenta. Por mas salvaies y primitivos que fueran estríe mpstiVr,,; brasi leños (los m a m el u cos) , futuros exploradores del interior, era obvio que permanecían leales a la causa de sus padres.33 Pero hubo excepciones en la solidaridad general de los primeros mes tizos con respecto al grupo paterno. Algunos mestizos de la nrimera generación eligieron quedarse con el grupo materno o, ya de mayor edad, unirse a él. L amavor nar te de los rlessi,i7irpr"wp'jwn1pc'i que ron;. bieron los araucanos en Chile eran probablemente mestizos. Pero este fenomeno no se limitaba a mestizos; unos pocos españoles “de pura cepa , algunos de ellos náufragos o cautivos, también cambiaban de bando, y se asimilaban a los indios. Algunos, a diferencia de “Caramurú” y Ramalho, no recuperaron SU lealtad original ni siquiera mediante el ¿nntarto directo posteri or con sus compatri otas. Así tenemos al patético Franciso. Martin,...miembro de una expedición conquistadora en Vp^.zuela, qugj^se hizo nativo” después de corr er aventuras y sufrir penurias casi i nrreibJ gs. Años más tarde lo encontró un grupo de compatriotas quienes lo forzaron a volver con ellos a la “civilización”. Muy pronto huyo para unirse a su familia y tribu indias, pero fue alcanzado por segunda vez y exili ado a Nueva Granada. El cronista Fernández de Oviedo dice que “era tanto el amor que a la mujer e hijos en su cauti vidad hubo, que lamentaba y lloraba por ellos; que estaban en él tan impresas las ceremonias y costumbres de los indios, que muchas veces, por descuido, usaba de ellas entre los españoles”.34 Otra historia intere sante es la de dos españoles, J aime Aguilar y Gonzalo Guerrero, que habían si do tomados prisioneros en Campeche. Cuando Cortés llegó a 31 Ots Capdequí ( 1957), 125-126. 32 C D I H C h , III, 268-269. (Véase la Bibli ografía, págs. 147-163.) 33 Sobre Ramalho, véase también Nóbrega (1955) , 183-184. 34 Friede (1961), 198-202; Friede (1965), 33-46.
aldeas de sus indios, como mayorales o calpisques. L os negros eran urgidos a encontrar una salida en la mezcla racial por el mismo factor básico que operaba entre los europeos: la falta de una debida pr o porción entre los sexos. Entre los afri canos que ll egaron a las Indi as haber8 S i v<;ces,más hombres que mujeres; la proporción puede haber sido aun mas desequilibrada. Al mismo tiempo, su status de esclavos constituía una grave desventaja en la persecución de la satis facción sexual. L os vigorosos esfuerzos que debían realizar para superar el obstáculo le dieron una reputación de “lujur ia desenfrenada”. L ógicamente, sus compañeras eran por lo general mujeres indias. En efecto parece que muchas indias los preferían a sus esposos.39 Dejando de lado los posibles factores sexuales o psicológicos, este hecho puede admitir también una explicación social. A pesar de su status legal de esclavos, osjiegros, por aparecer asociados con los conquistadores españoles’ denotados aNn matl? T n£C u”a P °jición superior a la de los indios tr íS S A í ,ier duda de que Ias uniones afroindias ocu rridas durante este periodo no fueron de carácter matrimonial, sino casi sin excepción casuales. El desastre demográfico
Podemos estar bastante seguros de que los grupos relativamente pe queños de europeas y africanos, que llegaron a las Indias durante la primera mitad del siglo xvi llevaron adelante el mestizaje tan exten samente como era posible, y que las oportunidades existían. Puesto que la mayor parte de los vástagos se unieron a sus padres y a los oíros europeos, esta actividad biológica dinámica también abrió el camino para la aculturación y asimilación dentro de la civilización occidental. fah W aiVanCe m"sh7nie dnrante la conquista habría sido menos no table si l as masas indias hubieran seguido Sendo tan numerosas como evidentemente lo fueron antes del contacto con los europeos. Para eva luar la importancia del mestizaje durante el siglo xvi, debemos ubicarlo Sdígenaarc° declinacion terriblemente rápida de las poblaciones i m S r bS f 1CUí i cr telosos realizados Por Angel Rosenblat, 3 7 ™ q la.1V°blaci01n aborigen de las Américas se vi o reducida ~d~ s -1.3’3 fi l on es a los 10,8 mill ones entre 1492 y 1570 En lo que respecta a los blancos negros y roes.izos, Rosenbk, estima que so T mero no iba mas alia del 3 5 por ciento de la población total en 1570 (19 por ciento en 1650) 40 L os cálculos muy detall ados preparados por L r P° 6 k eS-CU/ a de Berkeley de historiadores y demógrafos pro el M éxiccfcentr al' tamente más dramática que la de Rosenblat para
e’ POr eiempl 0’ una carta del vir re>' de Nueva E spaña al rey en 1574, Rosenblat (1954), I, 88, 102,
C I n d Vm
disentería«
®
qUe aSlmiSm° eran vícti™ s Recuentes de la
dades importadas, no' ^o r a m o ^t ^c h o d ^ 311”61116 a , estas enfermecaían víctimas de trato rrneK ?l ni . gran número de indi«s í Pero considero obvfo eme raantit^Hvaln
/
l,Piíi % concl™tadores.
eran infinitamente menos importantes N o * S causas ? • razonable atribuir un desastre tan grave como pl nnp n J ' tecnología bélica del sigl o™ P “na Suerra at6mica 3 1“
|t< |( .1 1 1 *•. hn'n linde, tuvo noticias de ellos y envió a Aguilar la ,, i i. .1 1 1 . 1 1 .1.i ii.iii la liberación de ambos. Aguilar,^más que i , i i r m la novedad. Pero este último le dijo: “Hermano ■ V,, «oy i uniuIo y tengo tres hijos, y tiénenme por cacique y I .........ln 11. 1 v guerras; idos con Dios, que yo tengo labrada la .
| i i h mliiiI.in Iiin
orejas. iQué dirán de mí desde que me vean esos i|, M i, de <.i ii manera! Y ya veis estos mis hijitos cuán bonicos ........ Din/ nos relata que la mujer de Guerrero añadió colé,i i , i . Mu i i mi ((lió viene este esclavo a llamar a mi marido; idos y ..............I-, de más pláticas.”35 Considerados como ejemplo de Miin Ion \ ii 1 1milación, Aguilar era el inadaptado , el hombre indn iiilniiiiii lón, mientras (pie Guerrero había logrado asimilarse Iiin I ii electo, el pobre marinero había ascendido en la escala .
. .
Í
Mittvllil/’iuloio en jefe y capitán. 1 1 u los mestizos de la primera generación, hemos visto que ii 1 , 1 ni,i'yoi "parte lueron absorbíaos por el grupo paterno,
.........rrnw fle unieron a’los indios. Por cierto hubo también los BJ MJ lülicia marginal entre los dos grupos, sin ser acep.... iMiTüTde ellos. Pero este lenómeno sólo posteriormente se .
^^H W n fl S S I a T b s un hecho sociológico simple el de que las f|AD di in flen mixto tienden a ser absorbidas por el grupo paterno | ini|iii nii»lomo cuando son pocas. Pero cuan do son numerosas, lo na constituyen un grupo por sí mismas.36
á
l ||| i himiu IsIii se inició un proceso extensivo de cruzamiento entre los ........ } l o s a m e r i n d i o s . Kl elemento negro estuvo también presente, .
..... I. pri meros años deí siglo xvi, pero en pequeña cantidad. i
, ............. negros que aparecieron en las Indias eran ladinos hispa,,iii di-.de Kspaña acompañaron a sus amos como esclavos o ,,i,' 1,1,,, . I’iádi c ámente todos los jefes conquistadores y altos I.. podían obtener licencias para traer algunos esclavos c gJ J Úl, Mmluis esclavos tomaron parte activa en la conquista; algunos tililiM........ mi libertad de esa manera.37 Hubo también algunas esclavas .1........ por ejemplo, que Diego de Almagro (padre) libero a , , lnvii negra Margari ta. Años mas tarde, en 1553, esta mujer dotó ............ II,mía o función piadosa, para honrar y perpetuar el nombre de Al mii)/,io, y el de “otros señores amigos míos que acompañaron^al ,| l, ......... Nt-fior en la jornada, que hici mos a las provincias de Chile”.38 I i, |,i mu leílad abierta de la conquista parece que ocurrían de Vfí7. en. i uiiiiilii eni i e los negros ascensos sociales espectaculares de ese..tipo~ ii lavos negros eran col ocados, por los encomenderos en las .
.
.
.
""
.
11
|,, .1.1 (J ustillo (195 5), I, 98.
...... ....
(lorso), 315.
.
•o Mnllnln ( 11MMK 22-27; Aguirre Beltrán (194 6), caps. XI -XI V. »» MelUfn (105»), 45.
151» 1532 1548 1508 1580 1595 1005
25.200.000 16.800.000 6.300.000 2.650.000 1.900.000 1.375.000 1.075.000
* .nnii| uc nh a'* Una investigación sobre la tribu quimbaya de la Colomii. IimI .I .......slra que el número de indios tributarios bajó de 15.000 (plll ii ni'i Iii 09 en 1628.43 E l desastre demográfico dio obvi amente el mu m I h historia latinoamericana del siglo xvi, aunque nuestro conoItnli Milu ni respecto es aún muy incompleto. “Como los altares barrocos itiil» ...... tullirían de erigirse en la colonia, el esplendor y la riqueza ili. !h > . niirviis posesiones no hacían más que recubrir una calavera sar•rt.ll. „ Inles las palabras con que E ri c Wo lf descri be esta trágica IHilllilml 44 I un i HUMUS principales de la decli nación demográfica fueron las enfpiinr'lii'li '. Importadas: la viruela, el tifus, el sarampión y la gripe. AisMtlflR il' l n sto del mundo como lo estaban, los amerindios_iia-habí an it> .ii 1 1 iIIimlo ninguna resistencia contra los bacilos de estas enfermeilii.li . I.ii epidemia de viruela, introducida en México por un negro inli niliin de la expedición de Nar váez de J .520, causó estragos hasta in ii . Indios con quienes los españoles no habían entrado en contacto illn i lo todavía. D e modo similar las enfermedades europeas llegaron al 1 i u 1520, precediendo a los conquistadores mismos. La chocante ii piinela entre las cifras demográficas correspondiente a Nueva E s| ntl 1508 y 1580 es el producto de la epidemia de mat lal záhua tl .
. .
.
.
.
. .
41 Iti mil i (1051), 18 y passim; Cook y Borah (1960) y otros estudios realizados iiiii r'.liimilns eruditos. Mientras que Borali ubica el nadir demográfico hacia 1650, K111 ti nitu ( 1902), basándose en fuentes adicionales, sugiere que la recuperación ii. uniini'illeu on México central tuvo lugar entre 1620 y 1630. Rastreando la evolut.li’m 1 1i i iu>tíráflca de Chile, entre 1540 y 1620, M ellafe (1959), 212-226, ubi ca el mullí luirla 1600. Dubyns (1963). «" Kllndn (1063) , 253-254, ** Wolf (1962), 195,
aldeas de sus indios, como mayorales o calpisques. L os negros eran urgidos a encontrar una salida en la mezcla racial por el mismo factor básico que operaba entre los europeos: la falta de una debida pr o porción entre los sexos. Entre los afri canos que ll egaron a las Indi as haber8 S i v<;ces,más hombres que mujeres; la proporción puede haber sido aun mas desequilibrada. Al mismo tiempo, su status de esclavos constituía una grave desventaja en la persecución de la satis facción sexual. L os vigorosos esfuerzos que debían realizar para superar el obstáculo le dieron una reputación de “lujur ia desenfrenada”. L ógicamente, sus compañeras eran por lo general mujeres indias. En efecto parece que muchas indias los preferían a sus esposos.39 Dejando de lado los posibles factores sexuales o psicológicos, este hecho puede admitir también una explicación social. A pesar de su status legal de esclavos, osjiegros, por aparecer asociados con los conquistadores españoles’ denotados aNn matl? T n£C u”a P °jición superior a la de los indios tr íS S A í ,ier duda de que Ias uniones afroindias ocu rridas durante este periodo no fueron de carácter matrimonial, sino casi sin excepción casuales. El desastre demográfico
Podemos estar bastante seguros de que los grupos relativamente pe queños de europeas y africanos, que llegaron a las Indias durante la primera mitad del siglo xvi llevaron adelante el mestizaje tan exten samente como era posible, y que las oportunidades existían. Puesto que la mayor parte de los vástagos se unieron a sus padres y a los oíros europeos, esta actividad biológica dinámica también abrió el camino para la aculturación y asimilación dentro de la civilización occidental. fah W aiVanCe m"sh7nie dnrante la conquista habría sido menos no table si l as masas indias hubieran seguido Sendo tan numerosas como evidentemente lo fueron antes del contacto con los europeos. Para eva luar la importancia del mestizaje durante el siglo xvi, debemos ubicarlo Sdígenaarc° declinacion terriblemente rápida de las poblaciones i m S r bS f 1CUí i cr telosos realizados Por Angel Rosenblat, 3 7 ™ q la.1V°blaci01n aborigen de las Américas se vi o reducida ~d~ s -1.3’3 fi l on es a los 10,8 mill ones entre 1492 y 1570 En lo que respecta a los blancos negros y roes.izos, Rosenbk, estima que so T mero no iba mas alia del 3 5 por ciento de la población total en 1570 (19 por ciento en 1650) 40 L os cálculos muy detall ados preparados por L r P° 6 k eS-CU/ a de Berkeley de historiadores y demógrafos pro el M éxiccfcentr al' tamente más dramática que la de Rosenblat para
e’ POr eiempl 0’ una carta del vir re>' de Nueva E spaña al rey en 1574, Rosenblat (1954), I, 88, 102,
C I n d Vm
disentería«
®
151» 1532 1548 1508 1580 1595 1005
25.200.000 16.800.000 6.300.000 2.650.000 1.900.000 1.375.000 1.075.000
* .nnii| uc nh a'* Una investigación sobre la tribu quimbaya de la Colomii. IimI .I .......slra que el número de indios tributarios bajó de 15.000 (plll ii ni'i Iii 09 en 1628.43 E l desastre demográfico dio obvi amente el mu m I h historia latinoamericana del siglo xvi, aunque nuestro conoItnli Milu ni respecto es aún muy incompleto. “Como los altares barrocos itiil» ...... tullirían de erigirse en la colonia, el esplendor y la riqueza ili. !h > . niirviis posesiones no hacían más que recubrir una calavera sar•rt.ll. „ Inles las palabras con que E ri c Wo lf descri be esta trágica IHilllilml 44 I un i HUMUS principales de la decli nación demográfica fueron las enfpiinr'lii'li '. Importadas: la viruela, el tifus, el sarampión y la gripe. AisMtlflR il' l n sto del mundo como lo estaban, los amerindios_iia-habí an it> .ii 1 1 iIIimlo ninguna resistencia contra los bacilos de estas enfermeilii.li . I.ii epidemia de viruela, introducida en México por un negro inli niliin de la expedición de Nar váez de J .520, causó estragos hasta in ii . Indios con quienes los españoles no habían entrado en contacto illn i lo todavía. D e modo similar las enfermedades europeas llegaron al 1 i u 1520, precediendo a los conquistadores mismos. La chocante ii piinela entre las cifras demográficas correspondiente a Nueva E s| ntl 1508 y 1580 es el producto de la epidemia de mat lal záhua tl .
. .
.
.
.
. .
41 Iti mil i (1051), 18 y passim; Cook y Borah (1960) y otros estudios realizados iiiii r'.liimilns eruditos. Mientras que Borali ubica el nadir demográfico hacia 1650, K111 ti nitu ( 1902), basándose en fuentes adicionales, sugiere que la recuperación ii. uniini'illeu on México central tuvo lugar entre 1620 y 1630. Rastreando la evolut.li’m 1 1i i iu>tíráflca de Chile, entre 1540 y 1620, M ellafe (1959), 212-226, ubi ca el mullí luirla 1600. Dubyns (1963). «" Kllndn (1063) , 253-254, ** Wolf (1962), 195,
qUe aSlmiSm° eran vícti™ s Recuentes de la
dades importadas, no' ^o r a m o ^t ^c h o d ^ 311”61116 a , estas enfermecaían víctimas de trato rrneK ?l ni . gran número de indi«s í Pero considero obvfo eme raantit^Hvaln
/
l,Piíi % concl™tadores.
eran infinitamente menos importantes N o * S causas ? • razonable atribuir un desastre tan grave como pl nnp n J ' tecnología bélica del sigl o™ P “na Suerra at6mica 3 1“ m ^ í S s I í a “ f * de de Ias *■**tizaje. L os S j S f i d « — aparición bien documentada durante el sitio de “¡S o 1 Su,pr™ era ceses en el año 1495 p Prn „„ u ! Ñapóles por los frani desde el N uevo Mundo los ma r í i S T do Cotón "o n” 8? ' ^
rtkm a-«A £5» £
muy rápidamente en el N uevo M undo sob * 'l** T i ” ? ? “ difuI”J ie''on contraparte de la “civil ización” «
S¡ ’ 1Zaclon como una suette de
h
h
M
ih i
DiiI,
mu
c\| Misil india y su hijo mestizo; cuadro del siglo xvm. C ortesía del Museo de América, Madrid.
45 Ashburn (1947). y W ol f fr 962)d ei96,ta283UeSt° 6Stó representado Por Ashburn (1947), 186 y sigs., 47 Freyre (1950), I, 16Í-162.
IV
siglos. A lo largo de este prolongado período se produjeron cambios que afectaron tanto la forma como el contenido.| En consecuencia, al ti atar las leyes coloniales para la América hispana resulta i mprescin dible la adecuada ubicación cronológica. E l matrimonio mixto ocupó una posición clave en la políti ca “racial” d(i la C orona española. L a ley canónica consideraba las diferentes reli giones de los miembros de la pareja como un obstáculo para el matri monio. Además, el concepto de “pureza de sangre”, tal como se des arrolló desde el siglo xv en adelante, también gravitaba en contra del matrimonio con los “cristianos nuevos”, o sea los judíos convertidos. Por otra parte, no parece Tiaber habido obstáculos para el matrimonio mixto
disentería«
®
qUe aSlmiSm° eran vícti™ s Recuentes de la
dades importadas, no' ^o r a m o ^t ^c h o d ^ 311”61116 a , estas enfermecaían víctimas de trato rrneK ?l ni . gran número de indi«s í Pero considero obvfo eme raantit^Hvaln
/
l,Piíi % concl™tadores.
eran infinitamente menos importantes N o * S causas ? • razonable atribuir un desastre tan grave como pl nnp n J ' tecnología bélica del sigl o™ P “na Suerra at6mica 3 1“ m ^ í S s I í a “ f * de de Ias *■**tizaje. L os S j S f i d « — aparición bien documentada durante el sitio de “¡S o 1 Su,pr™ era ceses en el año 1495 p Prn „„ u ! Ñapóles por los frani desde el N uevo Mundo los ma r í i S T do Cotón "o n” 8? ' ^
rtkm a-«A £5» £
muy rápidamente en el N uevo M undo sob * 'l** T i ” ? ? “ difuI”J ie''on contraparte de la “civil ización” «
S¡ ’ 1Zaclon como una suette de
h
h
M
ih i
DiiI,
mu
c\| Misil india y su hijo mestizo; cuadro del siglo xvm. C ortesía del Museo de América, Madrid.
45 Ashburn (1947). y W ol f fr 962)d ei96,ta283UeSt° 6Stó representado Por Ashburn (1947), 186 y sigs., 47 Freyre (1950), I, 16Í-162.
IV POLITICAS RACIALES DEL ESTADO Y DE LA IGLESIA EN LA EPOCA DE LA COLONIA La ley y el matrimonio mixto en la América hispana
A jsesar de las muchas semejanzas existentes entro las políticas “ra ciales de España y Portugal en América, os preciso disti nguirlas clara mente. Comencemos por España. V ariosjactores determinaron el enfoque con que la Corona española abordo la legislación y la políti ca sociales*En primer término debemos notar la ultima relación entre el Estado y la Iglesia eslablecída sobre la base del patronato real. Dentro de este marco institucional, los sacer dotes constituían un grupo de presión muy influyente, cuya gravitación sobre ia política real fue especialmente grande durante el siglo xvi *E n segundo lugar debemos tener presente las ambiciones extraordinarias de{ Estado durante la época del mercantilismo, y su aspiración a re gular la totali dad de la sociedad por medio de la legislación de una imnCTa en alguna medida semejante a la política de previsión social del E jtado mas o menos socialista del siglo xx ,K n tercer lugar, debe recor darse el caracter extremadamente casuístico de la legislación promul gada para la América española. Se entendía que esta legislación se limitaba a aplicar y complementar los principios adoptados por las leyes de las Siete Parti das de la Castilla medieval. De modo que la legislación para la America hispana estaba constituida por una serie de decisiones admmistratiyas concernientes en algunos casos a ciertas jurisdicciones No obstante, tales decisiones se daban a veces el carácter de IeXes go a l e s . En 1680, las leyes para la América hispana fueron codificadas en la famosa Recopil ación de L et/ es de los Reinos de l as Indias. Puesto que cada ley en particular debía su origen a las exi gencias de alguna parte interesada de la América española, había por supuesto, frecuentes contradi cciones en el seno de la legislación y a veces los principios quedaban ocultos por las numerosas excepciones" permitidas. Finalmente, para comprender las leyes de la América his pana debemos tener presente (aunque esto no se hace con frecuencia) que la legislación continuó desarrollándose durante no menos de tres
tarde, en 1514, la libertad concedida a los españoles para desposar indias fue una vez más y definidamente asentada por decreto, pero esto solo significa que la ley canónica se aplicó a la libertad de matrimonio. INo se intentaba promover el matrimonio mixto.5 L a Corona parece haber pr omovido activamente sólo [dos tipos de' ^ m o n i o mixto, En 1516,) el cardenal Cisneros, como recente de Cas tilla, emitió instrucciones para los tres frailes J erónimos que habían que dado a cargo del gobierno civil en las Indias. U na de las instr ucciones ubraya^que los españoles deben desposar a las hijas de los caciques a quienes pertenecía la sucesión por falta de varones . .. porque de esta maneia muy presto podrán ser todos los caciques españoles y se excusa ^n j ^W ga st os .«T^Dj^ue el car d en al sa bí /er a que las leyeTde herencia entreoías tri bus del Caribe por lo general seguían la l ínea ma-
siglos. A lo largo de este prolongado período se produjeron cambios que afectaron tanto la forma como el contenido.| En consecuencia, al ti atar las leyes coloniales para la América hispana resulta i mprescin dible la adecuada ubicación cronológica. E l matrimonio mixto ocupó una posición clave en la políti ca “racial” d(i la C orona española. L a ley canónica consideraba las diferentes reli giones de los miembros de la pareja como un obstáculo para el matri monio. Además, el concepto de “pureza de sangre”, tal como se des arrolló desde el siglo xv en adelante, también gravitaba en contra del matrimonio con los “cristianos nuevos”, o sea los judíos convertidos. Por otra parte, no parece Tiaber habido obstáculos para el matrimonio mixto entre españoles y mujeres guanches nativas de las Islas Canari as.1 Es preciso recordar otros dos preceptos canónicos: la libertad del indi viduo para contraer matrimonio según sus deseos, dentro de límites ' laramente definidos, y la obligación de los cónyuges de vivir juntos. I'.ste ultimo principio fue puesto severamente a prueba por la coloni zación del Nuevo Mundo. Muchos españoles partieron hacia las Indias, dejando a sus esposas en España. L a Corona les permitió optar entre retornar a sus hogares o hacer que sus mujeres se reunieran con ellos en el Nuevo Múndo. Pero resultó difícil llevar a la práctica estas intenrI ones piadosas. E n cambio, los esposos negli gentes con fr ecuencia podían obtener la legalización de una situación anormal mediante la lm lenóni gnoer a la separación de los maridos J ndios de sus esposas a euusa de las difefeiit6s~formas de trabajo forzado. También en este caso el legislador intentó remediar una situación canónicamente insatisfactoi la, sin mucho éxitojs En 1528 se estableció por decreto qu e era ilegal sepami a una mujer india de su esposo, incluso aunque ella l o deseare.3 En las instrucciones reales de 1501 para el gobernador Ovando, se estipula asi mismo que las indias no deben ser retenidas contra sus deseos, y que ni los españoles quieren desposar a jóvenes indias, “sea de voluntad de la partes y no por fuerza”.4,D os años más tarde, Ovando, según ya lo dijimos, recibió instrucciones en el sentido de concertar cierto número ''|l 'uatriümmps mixtos. Estas instr ucciones se han citado como prueba 3e| M"1' la Corona realmente ^promovía el matrimonio mixte^y la fusión de 1' razajsJ fo me inclino a concordar con Richard K onetzke, qúien cree i| ur Ins ordenes recibidas por Ovando no representaban más que otro de los experimentos sociales característicos de principios del sigloxvi i n i-l N uevo M undo. En efecto, a las Indi as se enviaron esclavas blancas piccisamente para evitar uniones con los indios, “gente tan apartada de ur /ón”, según las palabras del decreto real. E s ciert o que dos años más ' Sln 'off (1060). Sobre los guanches, véase Konetzke (1946), 119; Zavala (1948), N7, 1)1, ’ I(iirtnu (1003), 197. 1 Ol í Ciimloquí (1957), 95. * CDFS,
I, S.
viera del papa la prohibición estricta del matrimonio afroindio, o por lo menos una declaración inequívoca de que los hijos de tales uniones Herían automáticamente esclavos. Pero el rey no aceptó esa propuesta.11 Un siglo más tarde, el Cabildo de la ciudad de Santo Domingo, quejándose de que algunos oficiales españoles se hubieran casado con mu jeres negras, propuso al rey que tales oficiales fueran excluidos de cualquier promoción ulterior en sus carreras. Con ciertas reservas, el rey aprobó esta propuesta discriminatoria en 1687.13 lín 1776 la Corona promulgó normas solemnes sobre el matrimonio en España, muy representativas de los esfuerzos hechos en todas partes durante esa época para impedir el matrimonio entre individuos de diferente posición social. Para los novios menores de 25 años, la aprobación de los padres constituía un requerimiento formal ineludible. Estas nor
IV POLITICAS RACIALES DEL ESTADO Y DE LA IGLESIA EN LA EPOCA DE LA COLONIA La ley y el matrimonio mixto en la América hispana
A jsesar de las muchas semejanzas existentes entro las políticas “ra ciales de España y Portugal en América, os preciso disti nguirlas clara mente. Comencemos por España. V ariosjactores determinaron el enfoque con que la Corona española abordo la legislación y la políti ca sociales*En primer término debemos notar la ultima relación entre el Estado y la Iglesia eslablecída sobre la base del patronato real. Dentro de este marco institucional, los sacer dotes constituían un grupo de presión muy influyente, cuya gravitación sobre ia política real fue especialmente grande durante el siglo xvi *E n segundo lugar debemos tener presente las ambiciones extraordinarias de{ Estado durante la época del mercantilismo, y su aspiración a re gular la totali dad de la sociedad por medio de la legislación de una imnCTa en alguna medida semejante a la política de previsión social del E jtado mas o menos socialista del siglo xx ,K n tercer lugar, debe recor darse el caracter extremadamente casuístico de la legislación promul gada para la América española. Se entendía que esta legislación se limitaba a aplicar y complementar los principios adoptados por las leyes de las Siete Parti das de la Castilla medieval. De modo que la legislación para la America hispana estaba constituida por una serie de decisiones admmistratiyas concernientes en algunos casos a ciertas jurisdicciones No obstante, tales decisiones se daban a veces el carácter de IeXes go a l e s . En 1680, las leyes para la América hispana fueron codificadas en la famosa Recopil ación de L et/ es de los Reinos de l as Indias. Puesto que cada ley en particular debía su origen a las exi gencias de alguna parte interesada de la América española, había por supuesto, frecuentes contradi cciones en el seno de la legislación y a veces los principios quedaban ocultos por las numerosas excepciones" permitidas. Finalmente, para comprender las leyes de la América his pana debemos tener presente (aunque esto no se hace con frecuencia) que la legislación continuó desarrollándose durante no menos de tres
tarde, en 1514, la libertad concedida a los españoles para desposar indias fue una vez más y definidamente asentada por decreto, pero esto solo significa que la ley canónica se aplicó a la libertad de matrimonio. INo se intentaba promover el matrimonio mixto.5 L a Corona parece haber pr omovido activamente sólo [dos tipos de' ^ m o n i o mixto, En 1516,) el cardenal Cisneros, como recente de Cas tilla, emitió instrucciones para los tres frailes J erónimos que habían que dado a cargo del gobierno civil en las Indias. U na de las instr ucciones ubraya^que los españoles deben desposar a las hijas de los caciques a quienes pertenecía la sucesión por falta de varones . .. porque de esta maneia muy presto podrán ser todos los caciques españoles y se excusa ^n j ^W ga st os .«T^Dj^ue el car d en al sa bí /er a que las leyeTde herencia entreoías tri bus del Caribe por lo general seguían la l ínea ma,)-os Slíit<'nias nidios de parentesco con frecuencia causaban la perplejidad y mala comprensión de los españoles. De todos modos, parece que hubo bastantes matrimonios mixtos de esta categoría.^ Otro ejemplo de promoción -^91. lo meno,216; Torre Revello (1927).
s a t is rs ?
“ 10
256-257
- *■ * 5S = &
eT(1^ 4o ^ ’ 219’ cítando al cronista Santa Clara. ’ ’ ’ 99' 100>185> 210. Véase también Aguirre Beltrán (1946),
SfKKd£ 32“p ¿ 2 £ £
latos”.16 Vemos aar í
£el®mentos & i de“casta de negros : “ « Zy mu-
tizo A ás franca hacia el fi „£ d d “p e S ^ S í “ “ “ reSP” l ° “ La Corona, la Iglesia y el concubinato interracial
vaS <
Í2kradas_por las Siete
siglos. A lo largo de este prolongado período se produjeron cambios que afectaron tanto la forma como el contenido.| En consecuencia, al ti atar las leyes coloniales para la América hispana resulta i mprescin dible la adecuada ubicación cronológica. E l matrimonio mixto ocupó una posición clave en la políti ca “racial” d(i la C orona española. L a ley canónica consideraba las diferentes reli giones de los miembros de la pareja como un obstáculo para el matri monio. Además, el concepto de “pureza de sangre”, tal como se des arrolló desde el siglo xv en adelante, también gravitaba en contra del matrimonio con los “cristianos nuevos”, o sea los judíos convertidos. Por otra parte, no parece Tiaber habido obstáculos para el matrimonio mixto entre españoles y mujeres guanches nativas de las Islas Canari as.1 Es preciso recordar otros dos preceptos canónicos: la libertad del indi viduo para contraer matrimonio según sus deseos, dentro de límites ' laramente definidos, y la obligación de los cónyuges de vivir juntos. I'.ste ultimo principio fue puesto severamente a prueba por la coloni zación del Nuevo Mundo. Muchos españoles partieron hacia las Indias, dejando a sus esposas en España. L a Corona les permitió optar entre retornar a sus hogares o hacer que sus mujeres se reunieran con ellos en el Nuevo Múndo. Pero resultó difícil llevar a la práctica estas intenrI ones piadosas. E n cambio, los esposos negli gentes con fr ecuencia podían obtener la legalización de una situación anormal mediante la lm lenóni gnoer a la separación de los maridos J ndios de sus esposas a euusa de las difefeiit6s~formas de trabajo forzado. También en este caso el legislador intentó remediar una situación canónicamente insatisfactoi la, sin mucho éxitojs En 1528 se estableció por decreto qu e era ilegal sepami a una mujer india de su esposo, incluso aunque ella l o deseare.3 En las instrucciones reales de 1501 para el gobernador Ovando, se estipula asi mismo que las indias no deben ser retenidas contra sus deseos, y que ni los españoles quieren desposar a jóvenes indias, “sea de voluntad de la partes y no por fuerza”.4,D os años más tarde, Ovando, según ya lo dijimos, recibió instrucciones en el sentido de concertar cierto número ''|l 'uatriümmps mixtos. Estas instr ucciones se han citado como prueba 3e| M"1' la Corona realmente ^promovía el matrimonio mixte^y la fusión de 1' razajsJ fo me inclino a concordar con Richard K onetzke, qúien cree i| ur Ins ordenes recibidas por Ovando no representaban más que otro de los experimentos sociales característicos de principios del sigloxvi i n i-l N uevo M undo. En efecto, a las Indi as se enviaron esclavas blancas piccisamente para evitar uniones con los indios, “gente tan apartada de ur /ón”, según las palabras del decreto real. E s ciert o que dos años más ' Sln 'off (1060). Sobre los guanches, véase Konetzke (1946), 119; Zavala (1948), N7, 1)1, ’ I(iirtnu (1003), 197. 1 Ol í Ciimloquí (1957), 95. * CDFS,
I, S.
viera del papa la prohibición estricta del matrimonio afroindio, o por lo menos una declaración inequívoca de que los hijos de tales uniones Herían automáticamente esclavos. Pero el rey no aceptó esa propuesta.11 Un siglo más tarde, el Cabildo de la ciudad de Santo Domingo, quejándose de que algunos oficiales españoles se hubieran casado con mu jeres negras, propuso al rey que tales oficiales fueran excluidos de cualquier promoción ulterior en sus carreras. Con ciertas reservas, el rey aprobó esta propuesta discriminatoria en 1687.13 lín 1776 la Corona promulgó normas solemnes sobre el matrimonio en España, muy representativas de los esfuerzos hechos en todas partes durante esa época para impedir el matrimonio entre individuos de diferente posición social. Para los novios menores de 25 años, la aprobación de los padres constituía un requerimiento formal ineludible. Estas nor mas extendieron su campo de aplicación a las posesiones de ultramar en 1778, pero el requerimiento mencionado no se consideraba exigible cu el caso de “mulatos, negros, coyotes e individuos de castas y razas semejantes”. Entre los indi viduos de color sólo los que fueran oficiales de la milicia debían l lenarlo. E l l egislador fue probablemente influi do por el prejuicio y también por la idea de que los miembros de las castas, de sangre mezclada, eran por lo general hijos ilegítimos y no podían ubicar a sus padres.13 Cuando la Audiencia (Cor te Suprema y Consejo Administrativo) de Chile recibió las reglas sobre el matrimonio, replicó que en lo que a los indios concernía, “no estando envilecido su origen, romo de ordinari o suele ser con mezcla con otras castas. .. es injusto e irracional el disenso que fundado en la calidad de indio se oponga por parte de padres españoles, así europeos como de aquell os reinos”. El ( ,’onsejo de Indias estuvo de acuerdo, y en las normas sobre el matri monio se otorgó a indígenas la misma posición que tenían los espaííoles.14 También la Audiencia de México fue causa de que esas reglas so clarificaran y rectificaran. Observó que los mestizos y castizos “me neen distinguirse de las otras castas como lo hacen por varias considelai iones las leyes y la común estimación”. En este caso se contó nueva mente con el acuerdo del Consejo, y los mestizos y castizos fueron so metidos a los mismos requerimientos que regían para los españoles. Por otra parte, la Audiencia mexicana, describiendo los malos hábitos de negros y mulatos, recomendó que “se den especiales órdenes a los curas para que si algún indio quisiere contraer matrimonio con persona de dichas castas, no sólo a él, sino a sus padres ... les adviertan y expliquen los graves perjuicios ... a que ellos mismos, sus familias y sus pueblos los exponen tales enlaces, a más de quedar su descendencia incapaz de obtener los oficios honrosos de su república, pues sólo pueden servirlos los indios puros”.15 E l C onsejo de I ndias aconsejó al rey en 1806 que " Marshall (19 39), 173; C I n d , 297-304. Rosenblat (1954), II, 159. Véase también Aguir re Beltrán (1946), 253. 1:1 La San ción Pr agm áti ca del 23 de marzo de 1776 en C D F S , III, 406-413; la 438-442. explicativa de 1778, >« C D F S , III, 466. In C D F S , III, 477. Interpretando la Pr agm áti ca de 1776, el procurador de la
Cdi'ula
ibid.,
nato afroindio, producto de las condiciones sociales existentes, continuó do todos modos en vigencia. Como en todas partes, la lucha de la C orona y la I glesia contra las ni ¡iones sin sanción religiosa no se consideraba incompatible con la tole rancia de la prostitución organizada, que apareció tempranamente en el N uevo Mundo.21 Pero según el testimonio de Ulloa, en el siglo xviu no había en Perú prostitución del tipo europeo, como resultado natural
(Consideremos ahora brevemente el status legal de cada uno de los i.i upos étnicos que componían l a sociedad colonial. Como lo demos-
tarde, en 1514, la libertad concedida a los españoles para desposar indias fue una vez más y definidamente asentada por decreto, pero esto solo significa que la ley canónica se aplicó a la libertad de matrimonio. INo se intentaba promover el matrimonio mixto.5 L a Corona parece haber pr omovido activamente sólo [dos tipos de' ^ m o n i o mixto, En 1516,) el cardenal Cisneros, como recente de Cas tilla, emitió instrucciones para los tres frailes J erónimos que habían que dado a cargo del gobierno civil en las Indias. U na de las instr ucciones ubraya^que los españoles deben desposar a las hijas de los caciques a quienes pertenecía la sucesión por falta de varones . .. porque de esta maneia muy presto podrán ser todos los caciques españoles y se excusa ^n j ^W ga st os .«T^Dj^ue el car d en al sa bí /er a que las leyeTde herencia entreoías tri bus del Caribe por lo general seguían la l ínea ma,)-os Slíit<'nias nidios de parentesco con frecuencia causaban la perplejidad y mala comprensión de los españoles. De todos modos, parece que hubo bastantes matrimonios mixtos de esta categoría.^ Otro ejemplo de promoción -^91. lo meno,216; Torre Revello (1927).
- *■ * 5S = &
s a t is rs ?
“ 10
256-257
eT(1^ 4o ^ ’ 219’ cítando al cronista Santa Clara. ’ ’ ’ 99' 100>185> 210. Véase también Aguirre Beltrán (1946),
SfKKd£ 32“p ¿ 2 £ £
latos”.16 Vemos aar í
£el®mentos & i de“casta de negros : “ « Zy mu-
tizo A ás franca hacia el fi „£ d d “p e S ^ S í “ “ “ reSP” l ° “ La Corona, la Iglesia y el concubinato interracial
vaS <
Í2kradas_por las Siete a,tóiic„s. didas contra quienes vivían ™ f í tomaron a veces severas mehuían de sus lugares 'de residencia p lnalo> fl,,c e, ai1 expulsados o HW B a t e al r especta L o T w c e C ^ P.°C° P °J ía llaCerSe ef“ comuniones”, escri bió un sacerdote t no, tlenen en ní*da las ex mis tarde, según el viajero ÁSontó de U l C ° 7 W ’" D“ *W » el concubinato era tan frecuente 1 T •, V rrt'",ato del P erú normal; también los monjes y sacerdote. 9 i™ eomPl etamenté -M m_ sinj ratar siquiera de ocultarlo « A f 01, lo «‘'«eral concuvigente en la América L n a n f 1 ^ ! A. Pausa de la estructura social lo general de piel más oscura. E n algunos easns 1-, r J ^anC0S eran P°f que las compañprac inrlin - nn T T P — — asos % Corona comprendió ^ m e ñ t e 7 F r ^ l ^ T ^ ^5 ^ ^^ ^^ I Í H Í g : lda's g j a s i a d o severaÜ H T de que en I nl recibieron instrucciones en el senindias fueran traíadas co ^L n T d a d ^ &l °fenSaS s.,exuales>las mujeres mente.19A pesar de t o d o s e ^ S s 0^ F s S severaconcubinato siguió constituyendo U ™ ? ™ Estado y la Iglesia, el sexuales interétnicas) Este hecho normal de las relaciones actitud del E stadS? l fí gl es ?l 2 d a “ T ’ «“ “ W » » explicar la
T a / r r ^ r r » «£ t ó & ps z i
gen mix‘°que
-E ™. V J ,a S Í K s S ST r a Í :^ ^ l i < > ní ,,!,i,'"to «froindigeua nñpüsíeron como £5S H m T r ^al ° \ ^2J 2HfiÍ£ÍESL es del siglo xvi oá é ^ i r t e M
A
7 f ^ ^ -
2c h nv lr enfe ™na te ‘5 ? “h diferencía de •• es as familias” ( i b i c l , 696). E l arzobispo de México" l coní,icif)n V estado de «di os a Que casaran sus hijas con 17
R ^i f ’
^.®4-796; Aguirre Beltrán (1946) 2 c>ri
;* f «? v yu S ^ S S ' ^ 9g ; K” " ' ¿ 8« > . «»•
2o
£ “tlerrez de Pmeda (1903), 267.
o pi ni ó^d e’ viaT c Z f u Q S ^ s S s f ^ (J 934)> . ^ S S . E sto contradice la apli caba solamente en caso de viol ación. ’ en (l ue esta penali dad se
los esclavos^ ciertos derechos elementales. Pero hasta 1789 no hubo para la America española un código ampl io que legislara al r especto.25 Una vez promulgado, su carácter relativamente benigno lo diferenció de las primeras disposiciones legales sobre la esclavitud, que se carac terizaban en gran medida por su severidad. Bajo la ley española, no obstante, siempre existió la posibilidad de manumisión, aunque gene ralmente ella dependía de la voluntad del propietario. Puesto que la condicion de esclava "de la madre determinaba el cautiverio de la prole, ¡ los niños mulatos también se convertían en esclavos como cosa natural. ' Pero para ellos había por lo menos dos tipos de salida legal. Un decreto real dir igido a los funcionarios de la Real H acienda en Cuba en el año ^1583, tomando en consideración que algunos soldados españoles habían engendrado niños con esclavas de propiedad del E stado, y
viera del papa la prohibición estricta del matrimonio afroindio, o por lo menos una declaración inequívoca de que los hijos de tales uniones Herían automáticamente esclavos. Pero el rey no aceptó esa propuesta.11 Un siglo más tarde, el Cabildo de la ciudad de Santo Domingo, quejándose de que algunos oficiales españoles se hubieran casado con mu jeres negras, propuso al rey que tales oficiales fueran excluidos de cualquier promoción ulterior en sus carreras. Con ciertas reservas, el rey aprobó esta propuesta discriminatoria en 1687.13 lín 1776 la Corona promulgó normas solemnes sobre el matrimonio en España, muy representativas de los esfuerzos hechos en todas partes durante esa época para impedir el matrimonio entre individuos de diferente posición social. Para los novios menores de 25 años, la aprobación de los padres constituía un requerimiento formal ineludible. Estas nor mas extendieron su campo de aplicación a las posesiones de ultramar en 1778, pero el requerimiento mencionado no se consideraba exigible cu el caso de “mulatos, negros, coyotes e individuos de castas y razas semejantes”. Entre los indi viduos de color sólo los que fueran oficiales de la milicia debían l lenarlo. E l l egislador fue probablemente influi do por el prejuicio y también por la idea de que los miembros de las castas, de sangre mezclada, eran por lo general hijos ilegítimos y no podían ubicar a sus padres.13 Cuando la Audiencia (Cor te Suprema y Consejo Administrativo) de Chile recibió las reglas sobre el matrimonio, replicó que en lo que a los indios concernía, “no estando envilecido su origen, romo de ordinari o suele ser con mezcla con otras castas. .. es injusto e irracional el disenso que fundado en la calidad de indio se oponga por parte de padres españoles, así europeos como de aquell os reinos”. El ( ,’onsejo de Indias estuvo de acuerdo, y en las normas sobre el matri monio se otorgó a indígenas la misma posición que tenían los espaííoles.14 También la Audiencia de México fue causa de que esas reglas so clarificaran y rectificaran. Observó que los mestizos y castizos “me neen distinguirse de las otras castas como lo hacen por varias considelai iones las leyes y la común estimación”. En este caso se contó nueva mente con el acuerdo del Consejo, y los mestizos y castizos fueron so metidos a los mismos requerimientos que regían para los españoles. Por otra parte, la Audiencia mexicana, describiendo los malos hábitos de negros y mulatos, recomendó que “se den especiales órdenes a los curas para que si algún indio quisiere contraer matrimonio con persona de dichas castas, no sólo a él, sino a sus padres ... les adviertan y expliquen los graves perjuicios ... a que ellos mismos, sus familias y sus pueblos los exponen tales enlaces, a más de quedar su descendencia incapaz de obtener los oficios honrosos de su república, pues sólo pueden servirlos los indios puros”.15 E l C onsejo de I ndias aconsejó al rey en 1806 que " Marshall (19 39), 173; C I n d , 297-304. Rosenblat (1954), II, 159. Véase también Aguir re Beltrán (1946), 253. 1:1 La San ción Pr agm áti ca del 23 de marzo de 1776 en C D F S , III, 406-413; la 438-442. explicativa de 1778, >« C D F S , III, 466. In C D F S , III, 477. Interpretando la Pr agm áti ca de 1776, el procurador de la
Cdi'ula
ibid.,
nato afroindio, producto de las condiciones sociales existentes, continuó do todos modos en vigencia. Como en todas partes, la lucha de la C orona y la I glesia contra las ni ¡iones sin sanción religiosa no se consideraba incompatible con la tole rancia de la prostitución organizada, que apareció tempranamente en el N uevo Mundo.21 Pero según el testimonio de Ulloa, en el siglo xviu no había en Perú prostitución del tipo europeo, como resultado natural
(Consideremos ahora brevemente el status legal de cada uno de los i.i upos étnicos que componían l a sociedad colonial. Como lo demos11 aró en el capítulo V, la condición legal debe distinguirse claramente .Id status social, aun cuando existía interjuego entre la legislación y la realidad social. Por lo menos, el prejuicio y las condiciones sociales in fluyeron gradualmente sobre la política y la legislación de la Corona. Kl patrón original era muy simple. H abía.dos categorías: “españoles’ i "indios”. El primer grupo incluí a a los españoles peninsul ares, los i i io II o s y los mestizos legítimos. L os indi os debían ser considerados vasallos libres y súbditos de la Coroíiá, y a sus caciques se les aseguraba i I rango de hidalgos.23 Pero teóricamente a la masa de los indios se le ¡i .ij'.naba las mismas condiciones que al estrato inferior d ej a sociedad hispana, él de los “rústicos y miserables”. A partir de la experi encia de las doíiilidadés“de”"Io5 lndló3“7*tfél temor a su levantamiento, se fue formando gradualmente un conjunto peculiar de normas que defi nían el status legal del i ndígena. L as libertades y obli gaciones aparccian clar amente balanceadas. L os indios debían ser gobernados por sus propias autoridades, según l eves au&,.£sJ aiyÍ £imupaxciali iieiitaae ai ncido con sus antiguas costumbres, pero eran especialmente contro lados y su libertad de movimientos sufría restricciones. Debían tributar al ii y o al encomendero y realizar trabajos forzados (ni ita, cuatequiT ). Por otra parte, estaban exentos de diezmos y alcabalas. T ampoco tenían mío prestar servicio militar, a la vez no se les permitía emplear armas do fuego ni espada, ni tampoco montar a caballo. Como “menores” go zalian de una pr otección l egal especial, y sobre ellos no tenía juris dicción la Inquisición. Con la misina base se los consideraba ineptos para la conclusión de contratos legales; tampoco se les permitía comprar \ U I 0 . * ¿ ^ - - — ----------------------
1ios esclavos negrgsx:onstituían el tercer grupo al que debió asignarse un status'especial. Puesto que trataremos el problema de la esclavitud *'u un capítulo posterior, aquí basta señalar que la existencia de la es clavitud en el Mediterráneo desde la antigüedad había asegurado a 21 Ots Capdequí (1957), 121-122. Cf . Gutiérrez de Pineda (1963), 266. aa J uan y Ull oa (1 953), 384-385. v:l I.n nobleza de las famili as incas fue abolida en 1782 después de haberse sofo cado lu rebelión del Túpac Amaru. C D F S , III, 482-483. t od os (1954), 62 y sigs. “'* Un buen resumen se encuentra en M é
< •1temor (en general i nfundado) de que no serían leales ante una rebe lión india o un ataque de piratas. E n la década de 1570-1580 se pro mulgaron una serie de restricciones legales sobre los derechos de los mestizos. Se les prohibió el acceso a las posiciones de protector de indios, notario público y cacique; también se les prohibió vivir entre los indí genas. E n 1643 fueron-asi mismo privados del derecho de ser soldados.31 111.111 de Solórzano Pereira, el gran experto sobre las leyes hispano americanas de la época, interpreta que estas restricciones se aplicaban Nulamente a los hijos ilegítimos y él estaba disgustado por su exclusión do la carrera de las armas. Comparándolos con los mulatos y zambos (ttfroindígenas), Solórzano, que pasó muchos años en Perú, exclama: ' I ,os mestizos son la mejor mezcla que hay en las Indias.” 32
SfKKd£ 32“p ¿ 2 £ £
latos”.16 Vemos aar í
£el®mentos & i de“casta de negros : “ « Zy mu-
tizo A ás franca hacia el fi „£ d d “p e S ^ S í “ “ “ reSP” l ° “ La Corona, la Iglesia y el concubinato interracial
vaS <
Í2kradas_por las Siete a,tóiic„s. didas contra quienes vivían ™ f í tomaron a veces severas mehuían de sus lugares 'de residencia p lnalo> fl,,c e, ai1 expulsados o HW B a t e al r especta L o T w c e C ^ P.°C° P °J ía llaCerSe ef“ comuniones”, escri bió un sacerdote t no, tlenen en ní*da las ex mis tarde, según el viajero ÁSontó de U l C ° 7 W ’" D“ *W » el concubinato era tan frecuente 1 T •, V rrt'",ato del P erú normal; también los monjes y sacerdote. 9 i™ eomPl etamenté -M m_ sinj ratar siquiera de ocultarlo « A f 01, lo «‘'«eral concuvigente en la América L n a n f 1 ^ ! A. Pausa de la estructura social lo general de piel más oscura. E n algunos easns 1-, r J ^anC0S eran P°f que las compañprac inrlin - nn T T P — — asos % Corona comprendió ^ m e ñ t e 7 F r ^ l ^ T ^ ^5 ^ ^^ ^^ I Í H Í g : lda's g j a s i a d o severaÜ H T de que en I nl recibieron instrucciones en el senindias fueran traíadas co ^L n T d a d ^ &l °fenSaS s.,exuales>las mujeres mente.19A pesar de t o d o s e ^ S s 0^ F s S severaconcubinato siguió constituyendo U ™ ? ™ Estado y la Iglesia, el sexuales interétnicas) Este hecho normal de las relaciones actitud del E stadS? l fí gl es ?l 2 d a “ T ’ «“ “ W » » explicar la
T a / r r ^ r r » «£ t ó & ps z i
gen mix‘°que
-E ™. V J ,a S Í K s S ST r a Í :^ ^ l i < > ní ,,!,i,'"to «froindigeua nñpüsíeron como £5S H m T r ^al ° \ ^2J 2HfiÍ£ÍESL es del siglo xvi oá é ^ i r t e M
A
7 f ^ ^ -
2c h nv lr enfe ™na te ‘5 ? “h diferencía de •• es as familias” ( i b i c l , 696). E l arzobispo de México" l coní,icif)n V estado de «di os a Que casaran sus hijas con 17
R ^i f ’
nato afroindio, producto de las condiciones sociales existentes, continuó do todos modos en vigencia. Como en todas partes, la lucha de la C orona y la I glesia contra las ni ¡iones sin sanción religiosa no se consideraba incompatible con la tole rancia de la prostitución organizada, que apareció tempranamente en el N uevo Mundo.21 Pero según el testimonio de Ulloa, en el siglo xviu no había en Perú prostitución del tipo europeo, como resultado natural
(Consideremos ahora brevemente el status legal de cada uno de los i.i upos étnicos que componían l a sociedad colonial. Como lo demos11 aró en el capítulo V, la condición legal debe distinguirse claramente .Id status social, aun cuando existía interjuego entre la legislación y la realidad social. Por lo menos, el prejuicio y las condiciones sociales in fluyeron gradualmente sobre la política y la legislación de la Corona. Kl patrón original era muy simple. H abía.dos categorías: “españoles’ i "indios”. El primer grupo incluí a a los españoles peninsul ares, los i i io II o s y los mestizos legítimos. L os indi os debían ser considerados vasallos libres y súbditos de la Coroíiá, y a sus caciques se les aseguraba i I rango de hidalgos.23 Pero teóricamente a la masa de los indios se le ¡i .ij'.naba las mismas condiciones que al estrato inferior d ej a sociedad hispana, él de los “rústicos y miserables”. A partir de la experi encia de las doíiilidadés“de”"Io5 lndló3“7*tfél temor a su levantamiento, se fue formando gradualmente un conjunto peculiar de normas que defi nían el status legal del i ndígena. L as libertades y obli gaciones aparccian clar amente balanceadas. L os indios debían ser gobernados por sus propias autoridades, según l eves au&,.£sJ aiyÍ £imupaxciali iieiitaae ai ncido con sus antiguas costumbres, pero eran especialmente contro lados y su libertad de movimientos sufría restricciones. Debían tributar al ii y o al encomendero y realizar trabajos forzados (ni ita, cuatequiT ). Por otra parte, estaban exentos de diezmos y alcabalas. T ampoco tenían mío prestar servicio militar, a la vez no se les permitía emplear armas do fuego ni espada, ni tampoco montar a caballo. Como “menores” go zalian de una pr otección l egal especial, y sobre ellos no tenía juris dicción la Inquisición. Con la misina base se los consideraba ineptos para la conclusión de contratos legales; tampoco se les permitía comprar \ U I 0 . * ¿ ^ - - — ----------------------
1ios esclavos negrgsx:onstituían el tercer grupo al que debió asignarse un status'especial. Puesto que trataremos el problema de la esclavitud *'u un capítulo posterior, aquí basta señalar que la existencia de la es clavitud en el Mediterráneo desde la antigüedad había asegurado a
^.®4-796; Aguirre Beltrán (1946) 2 c>ri
;* f «? v yu S ^ S S ' ^ 9g ; K” " ' ¿ 8« > . «»•
2o
£ “tlerrez de Pmeda (1903), 267.
21 Ots Capdequí (1957), 121-122. Cf . Gutiérrez de Pineda (1963), 266. aa J uan y Ull oa (1 953), 384-385. v:l I.n nobleza de las famili as incas fue abolida en 1782 después de haberse sofo cado lu rebelión del Túpac Amaru. C D F S , III, 482-483. t od os (1954), 62 y sigs. “'* Un buen resumen se encuentra en M é
o pi ni ó^d e’ viaT c Z f u Q S ^ s S s f ^ (J 934)> . ^ S S . E sto contradice la apli caba solamente en caso de viol ación. ’ en (l ue esta penali dad se
los esclavos^ ciertos derechos elementales. Pero hasta 1789 no hubo para la America española un código ampl io que legislara al r especto.25 Una vez promulgado, su carácter relativamente benigno lo diferenció de las primeras disposiciones legales sobre la esclavitud, que se carac terizaban en gran medida por su severidad. Bajo la ley española, no obstante, siempre existió la posibilidad de manumisión, aunque gene ralmente ella dependía de la voluntad del propietario. Puesto que la condicion de esclava "de la madre determinaba el cautiverio de la prole, ¡ los niños mulatos también se convertían en esclavos como cosa natural. ' Pero para ellos había por lo menos dos tipos de salida legal. Un decreto real dir igido a los funcionarios de la Real H acienda en Cuba en el año ^1583, tomando en consideración que algunos soldados españoles habían engendrado niños con esclavas de propiedad del E stado, y querían comprar la libertad de estos niños, disponía que se diera pre ferencia^ a los padres en la subasta donde eran vendidos.20 La otra excepción trata sobre los niños de eclesiásticos y esclavas. Por lo menos el primer Consejo Mexicano, decretó que “si por ventura algún clé rigo ... ha tenido o tiene conversación carnal con su esclava... tal sea castigado conforme a derecho y de la tal esclava disponga el pre lado lo que mejor le pareciere, y los hijos que en ella hubiere, sean li br es..”27 ¿Qué podemos decir sobre los otros elementos de la población? Obvia mente, el numero creciente de hijos ilegítimos y de origen racial mixto no había sido previsto por los legisladores de la época temprana.. El disgusto^y la desesperación de las autoridades locales que enfrentarían este fenómeno eran compartidos por la Corona. Un decreto real dirigido al virrey del Perú en 1609 le pedía que informara sobre “cómo se puede desaguar esta gente y atajar los inconvenientes que de su aumento y malas costumbres se pueden temer”.28 L a actitud del legislador par ece haber sido especialmente influida por el nacimiento ilegítimo de los individuos de sangre mixta.29 L a primera restri cción legal de sus dere chos fue introducida en México en 1549, cuando se dispuso que “ningún mulato, ni mestizo, ni hombre que no fuese legítimo, pudiese tener indios [en encomienda] ,30 Las palabras mestizo e “ilegítimo” se convirtieron prácticamente en sinónimos. El nacimiento ilegíti mo excluía a los indi viduos de sangre mixta de las tareas de supervisión de indios y de cual quier otro ti po de contacto estrecho con ellos. A l Consejo de J n&iasT llegaban continuamente quejas sobre su mala conducta. A esto se sumaba 25 C D F S , III, 643-654. 2« C D F S , I, 547. 27 Aguirre Beltrán (1946), 263. C f. 266-268 28 C D F S , II, 148. 29 Refir iéndose a los bastardos reales, Rosenblat (195 4), II , 13-14 aduce que los hijos naturales no eran desdeñados en España ni en Portugal. “Si la sociedad espa ñola carecía de prejuicios en este sentido, mucho menos podía tenerlos la sociedad americana . . . Pero Konetzke U P G H (1961), 61] rechaza este argumento señalando i .™erioridad atribuida a los hijos ilegítimos por la ley española y las objeciones so f ° TnTtra la legitimación en gran escala de los “hijos naturales”. t o 30 C D F S , I, 256. Cf . II, 32 y Ots Capdequí (1957), 125-126
Por otra parte, los mulatos, los zambos y los negros libres sufrían por igual la combinación penosa del nacimiento ilegítimo y el estigma de la esclavitud. Además de padecer las restricciones impuestas a los mestizos, ellos estaban obligados a pagar tri butos como los indi os.35 Podían ser enviados a realizar trabajos forzados en las minas, pero en tal caso debían ser separados de los indios, medida que tenía la función de im pedirles que abusaran de los nativos. Soportaban la limitación de sus movimientos, la regulación de la manera de vestir, y tenían estrictamente prohibida la posesión de armas de fuego.36 N o obstante, los indi viduos de ráza africana sabían demostrar su valor militar en las emergencias, y poco a poco comenzaron a ser reclutados para formar unidades espe ciales. E n este contexto militar, los mulatos eran llamados “pardos”, y los negros, “morenos”. L os miembros de estas unidades no pagaban tributos y, ya entrado el siglo x v h i , gozaron por lo menos parcialmente, del pri vil io de qued uadrados en el fuero militar.37 Finalmente
< •1temor (en general i nfundado) de que no serían leales ante una rebe lión india o un ataque de piratas. E n la década de 1570-1580 se pro mulgaron una serie de restricciones legales sobre los derechos de los mestizos. Se les prohibió el acceso a las posiciones de protector de indios, notario público y cacique; también se les prohibió vivir entre los indí genas. E n 1643 fueron-asi mismo privados del derecho de ser soldados.31 111.111 de Solórzano Pereira, el gran experto sobre las leyes hispano americanas de la época, interpreta que estas restricciones se aplicaban Nulamente a los hijos ilegítimos y él estaba disgustado por su exclusión do la carrera de las armas. Comparándolos con los mulatos y zambos (ttfroindígenas), Solórzano, que pasó muchos años en Perú, exclama: ' I ,os mestizos son la mejor mezcla que hay en las Indias.” 32 I ,a controversia sobre el ordenamiento de mestizos como sacerdotes es I turl icularmente interesante, porqu e en ell a están directamente i mplicados ' I orgullo y exclusivismo de la Iglesia como institución. Al mismo tiempo, i'slslia una gran necesidad de sacerdotes que conocieran los idiomas u *i ivos; estos sacerdotes podían r eclutar se más fácil mente entr e los mes tizos l ln 1568, Felipe II prohibió que los mestizos fueran ordenados “por muchas razones”, pero algunos años más tarde el papa permitió el ordemimiento de “ilegítimos y mestizos” siempre que fueran personalmente virtuosos y estuvieran famil iarizados con los idiomas nativos. E n 1588, i finhicn F elipe II optó por aceptar el ordenamiento de mestizos, si era (núvrdido por una investigación completa de los antecedentes del aspii mlr, (jue debía ser hijo legítimo. Estas condiciones con frecuencia . ivi.m a los prelados como un excelente pretexto para excluir casi lululmcaie a los mestizos del sacerdocio. E n los conventos se desplegaba im exclusivismo similar.33 IV. muy probable que durante el siglo xviii la frecuencia de nacimien(oi legítimos de mestizos aumentara considerablemente; ya hemos visto que las reglas sobre el matrimonio de 1778 fueron modificadas en I i i v o i ile aquéllos. El linaje indi o no se consideraba “vil”. En 1790, el n y ileelaró explícitamente qué “las informaciones sobre la limpieza de oirie . . no se ponga entre las malas razas o con tacha la de indios”.34 II l.oiietzke (1960) , 179-213. ' ' Solórzano Pereira (1647) , libro I I , capítulo XXX , § § 35 , 38. Este autor tamI ...... im/a una distinción estricta entre los mestizos y mulatos legítimos y los ilegí timo'!, llegando a la conclusión de que “lo más ordinario es, que nacen de adulterio, n ile nhos ilícitos y feos ayuntamientos, porque pocos españoles de honra hay, que ......... . con indi as o negras, el cual defecto de los natales les hacen infames [a lo i mil mi añade] la mancha de color vario, y otros vici os, que suelen ser como natui,iI .n, y mamados en la le c h e...” ( § 20) . Cuando ll egó a sus manos un decreto i. ,il ile 1053 que prohi bía a los mestizos, mulatos y negros llevar espadas, el vir rey *.,iIv .illi'ira (leí Perú no lo aplicó a los mestizos, quienes eran “muy capaces, haceni ludo ■v amigos de los españoles.. Polo (1899), II, 47. ’ 1 koni'tzko (1946b ), 231-232; C hamberlin (1966), subraya las diferencias regioii ili . Huí ante el último período colonial la falta de sacerdotes debilitó el exclusi......... I n 1706 el arzobispo de Santo Domingo ll egó incluso a pedir al rey permiso mulatos, conservándose la restricción de sus posibilidades de promo1 1 1 1 ........ ........... lo se aprobó. C D F S , III, 107-108. Cf . 821-829. n« C D F S , III, 687. .
.
.
.
.
errando partidarios agradecidos a la Corona, que se sumaran a la mi n o r í a blanca y minaran las pretensiones de la aristocracia criolla I t o d o caso, las “Cédulas de gracias al sacar r e v e l a n la extensión de las ambiciones de la monarquía absoluta. U n documento de 1783 esta blece que el rey, “por efecto de su soberanía, puede sacar a cualquier vas;,lio de la oscuridad de su nacimiento, colocándole en esfera dis tinguida”.'11 ~~ ln política de separación racial
| ,ii Corona siguió tenazmente una política cuya finalidad era separar a Mis súbditos indios de los restantes.43 El punto de partida de esta po í11, i era el concepto de las dos repúbli cas, la “Repúbl ica de españoles y la República de indios”. En los primeros días este dualismo resultaba n,iI mal pero fue prontamente socavado por la mezcla de razas. L os ¡)i ¡meros misioneros que llegaron a América suponían que los españoles
los esclavos^ ciertos derechos elementales. Pero hasta 1789 no hubo para la America española un código ampl io que legislara al r especto.25 Una vez promulgado, su carácter relativamente benigno lo diferenció de las primeras disposiciones legales sobre la esclavitud, que se carac terizaban en gran medida por su severidad. Bajo la ley española, no obstante, siempre existió la posibilidad de manumisión, aunque gene ralmente ella dependía de la voluntad del propietario. Puesto que la condicion de esclava "de la madre determinaba el cautiverio de la prole, ¡ los niños mulatos también se convertían en esclavos como cosa natural. ' Pero para ellos había por lo menos dos tipos de salida legal. Un decreto real dir igido a los funcionarios de la Real H acienda en Cuba en el año ^1583, tomando en consideración que algunos soldados españoles habían engendrado niños con esclavas de propiedad del E stado, y querían comprar la libertad de estos niños, disponía que se diera pre ferencia^ a los padres en la subasta donde eran vendidos.20 La otra excepción trata sobre los niños de eclesiásticos y esclavas. Por lo menos el primer Consejo Mexicano, decretó que “si por ventura algún clé rigo ... ha tenido o tiene conversación carnal con su esclava... tal sea castigado conforme a derecho y de la tal esclava disponga el pre lado lo que mejor le pareciere, y los hijos que en ella hubiere, sean li br es..”27 ¿Qué podemos decir sobre los otros elementos de la población? Obvia mente, el numero creciente de hijos ilegítimos y de origen racial mixto no había sido previsto por los legisladores de la época temprana.. El disgusto^y la desesperación de las autoridades locales que enfrentarían este fenómeno eran compartidos por la Corona. Un decreto real dirigido al virrey del Perú en 1609 le pedía que informara sobre “cómo se puede desaguar esta gente y atajar los inconvenientes que de su aumento y malas costumbres se pueden temer”.28 L a actitud del legislador par ece haber sido especialmente influida por el nacimiento ilegítimo de los individuos de sangre mixta.29 L a primera restri cción legal de sus dere chos fue introducida en México en 1549, cuando se dispuso que “ningún mulato, ni mestizo, ni hombre que no fuese legítimo, pudiese tener indios [en encomienda] ,30 Las palabras mestizo e “ilegítimo” se convirtieron prácticamente en sinónimos. El nacimiento ilegíti mo excluía a los indi viduos de sangre mixta de las tareas de supervisión de indios y de cual quier otro ti po de contacto estrecho con ellos. A l Consejo de J n&iasT llegaban continuamente quejas sobre su mala conducta. A esto se sumaba 25 C D F S , III, 643-654. 2« C D F S , I, 547. 27 Aguirre Beltrán (1946), 263. C f. 266-268 28 C D F S , II, 148. 29 Refir iéndose a los bastardos reales, Rosenblat (195 4), II , 13-14 aduce que los hijos naturales no eran desdeñados en España ni en Portugal. “Si la sociedad espa ñola carecía de prejuicios en este sentido, mucho menos podía tenerlos la sociedad americana . . . Pero Konetzke U P G H (1961), 61] rechaza este argumento señalando i .™erioridad atribuida a los hijos ilegítimos por la ley española y las objeciones so f ° TnTtra la legitimación en gran escala de los “hijos naturales”. t o 30 C D F S , I, 256. Cf . II, 32 y Ots Capdequí (1957), 125-126
Por otra parte, los mulatos, los zambos y los negros libres sufrían por igual la combinación penosa del nacimiento ilegítimo y el estigma de la esclavitud. Además de padecer las restricciones impuestas a los mestizos, ellos estaban obligados a pagar tri butos como los indi os.35 Podían ser enviados a realizar trabajos forzados en las minas, pero en tal caso debían ser separados de los indios, medida que tenía la función de im pedirles que abusaran de los nativos. Soportaban la limitación de sus movimientos, la regulación de la manera de vestir, y tenían estrictamente prohibida la posesión de armas de fuego.36 N o obstante, los indi viduos de ráza africana sabían demostrar su valor militar en las emergencias, y poco a poco comenzaron a ser reclutados para formar unidades espe ciales. E n este contexto militar, los mulatos eran llamados “pardos”, y los negros, “morenos”. L os miembros de estas unidades no pagaban tributos y, ya entrado el siglo x v h i , gozaron por lo menos parcialmente, del pri vilegio de quedar encuadrados en el fuero militar.37 Finalmente se jjrohibió por ley que los individuos de sangre africana obtuvieran doctorados. E n 1768 esto se justifi có aduciendo la existencia de mul titud de abogados de oscuro nacimiento y malas costumbres”.38 E l “vil í simo nacimiento” de los zambos y mulatos se consideraba un hecho indiscutible. L a última mitad del siglo x v i ii , como veremos, presenció la culmina ción del prejuicio sociorracial contra los mulatos o pardos. Aunque los líderes del gobierno estaban obviamente imbuidos del mismo prejuicio del resto de la sociedad, lanzaron una nueva política, permitiendo que los pardos ricos compraran licencias llamadas “Cédulas de gracias al sacar”, que desde el punto de vista legal los convertía en blancos. Esta política se hizo cada vez más generosa. E n 1783 fue categóricamente rechazada la petición de un pardo muy distinguido, Bernardo Ramírez, que deseaba mejorar su condición jurídica. Pero, para tomar otro ejemplo concreto, en 1796 cierto J ulián V alenzuela, sobre l a base de sus “modales, educación y costumbres”, parece que obtuvo su li cencia fácilmente.39 Esta política debe haber sido dictada por consideraciones financieras (en 1801 se estableció una tari fa) tanto como por el deseo de contr a l i t e criolla cada vez más sospechosa. Un balancear políticamente a una é estudioso de la materia, J ames King, llega a la conclusión de que se intentaba “recompensar los méritos individuales de los individuos de color, drenar la fuerza del liderazgo potencial de las masas de color, 35 El Obispo Manuel A bad y Queipo comenta: “L as castas se hallan infamadas por derecho como descendientes de negros esclavos. Son tributarios. .. el tributo viene a ser para ellas una marca indeleble de esclavitud que no pueden borrar con el tiempo, ni la mezcla de las razas en las generaciones sucesivas. Hay muchos que por su color, fisonomía y conducta se elevarían a la clase de los ‘españoles’ si no fuera este impedimento por el cual se quedan abatidos.” Mora (196 3), 205. 36 C D F S , I, 213, 482-483; I I , 47, 182, 184, etcétera. 37 McAlister (1957), cap. IV; Rosenblat (1954), II, 157-158; C D F S , II, 334; I H , 325. 38 C D F S , I I I , 340. Por otra parte, después de 1797 se les permitió ser médicos. Depons (196 0), I , 124-125. 39 C D F S , III, 530-535, 754.
matica de los indígenas remanentes en grandes aldeas misioneras (“re ducciones” 0 “congregaciones”), y los crecientes desórdenes que ocurrían en el campo y que se atribuían a los vagabundos de sangre mezclada. Esta política tenía varios móviles. En^irimSj- lugar, la Corona deseaba proteger a los indios no solamente de m violencia y abuso sino también de influencias dañinas para su moral y su fe. En-següiiclo término, existía el deseo de mantener el dual ismo ya establecicltr en los niveles eclesiás tico y administrativo. L os “españoles” no estaban sometidos a la juris dicción de los cabildos “indios”/n i el cuidado de sus almas estaba confiado a los frailes o sacerdotes misioneros. Consecuentemente, los ‘ españoles” y los “indios” debían vivir separados, en aldeas o pueblos propios. L a-pol ít ica de separación puede haber apuntado a promover la fundaci ón de nuevos centros “españoles”.47 Esta polí tica no era dis criminatoria a la manera del apartheid sudafricano, o por lo menos la discriminación no se dirigía contra los indios, sino más bien contra los no indios. L a segregación impuesta para reducir las tensiones interétnicas
< •1temor (en general i nfundado) de que no serían leales ante una rebe lión india o un ataque de piratas. E n la década de 1570-1580 se pro mulgaron una serie de restricciones legales sobre los derechos de los mestizos. Se les prohibió el acceso a las posiciones de protector de indios, notario público y cacique; también se les prohibió vivir entre los indí genas. E n 1643 fueron-asi mismo privados del derecho de ser soldados.31 111.111 de Solórzano Pereira, el gran experto sobre las leyes hispano americanas de la época, interpreta que estas restricciones se aplicaban Nulamente a los hijos ilegítimos y él estaba disgustado por su exclusión do la carrera de las armas. Comparándolos con los mulatos y zambos (ttfroindígenas), Solórzano, que pasó muchos años en Perú, exclama: ' I ,os mestizos son la mejor mezcla que hay en las Indias.” 32 I ,a controversia sobre el ordenamiento de mestizos como sacerdotes es I turl icularmente interesante, porqu e en ell a están directamente i mplicados ' I orgullo y exclusivismo de la Iglesia como institución. Al mismo tiempo, i'slslia una gran necesidad de sacerdotes que conocieran los idiomas u *i ivos; estos sacerdotes podían r eclutar se más fácil mente entr e los mes tizos l ln 1568, Felipe II prohibió que los mestizos fueran ordenados “por muchas razones”, pero algunos años más tarde el papa permitió el ordemimiento de “ilegítimos y mestizos” siempre que fueran personalmente virtuosos y estuvieran famil iarizados con los idiomas nativos. E n 1588, i finhicn F elipe II optó por aceptar el ordenamiento de mestizos, si era (núvrdido por una investigación completa de los antecedentes del aspii mlr, (jue debía ser hijo legítimo. Estas condiciones con frecuencia . ivi.m a los prelados como un excelente pretexto para excluir casi lululmcaie a los mestizos del sacerdocio. E n los conventos se desplegaba im exclusivismo similar.33 IV. muy probable que durante el siglo xviii la frecuencia de nacimien(oi legítimos de mestizos aumentara considerablemente; ya hemos visto que las reglas sobre el matrimonio de 1778 fueron modificadas en I i i v o i ile aquéllos. El linaje indi o no se consideraba “vil”. En 1790, el n y ileelaró explícitamente qué “las informaciones sobre la limpieza de oirie . . no se ponga entre las malas razas o con tacha la de indios”.34 II l.oiietzke (1960) , 179-213. ' ' Solórzano Pereira (1647) , libro I I , capítulo XXX , § § 35 , 38. Este autor tamI ...... im/a una distinción estricta entre los mestizos y mulatos legítimos y los ilegí timo'!, llegando a la conclusión de que “lo más ordinario es, que nacen de adulterio, n ile nhos ilícitos y feos ayuntamientos, porque pocos españoles de honra hay, que ......... . con indi as o negras, el cual defecto de los natales les hacen infames [a lo i mil mi añade] la mancha de color vario, y otros vici os, que suelen ser como natui,iI .n, y mamados en la le c h e...” ( § 20) . Cuando ll egó a sus manos un decreto i. ,il ile 1053 que prohi bía a los mestizos, mulatos y negros llevar espadas, el vir rey *.,iIv .illi'ira (leí Perú no lo aplicó a los mestizos, quienes eran “muy capaces, haceni ludo ■v amigos de los españoles.. Polo (1899), II, 47. ’ 1 koni'tzko (1946b ), 231-232; C hamberlin (1966), subraya las diferencias regioii ili . Huí ante el último período colonial la falta de sacerdotes debilitó el exclusi......... I n 1706 el arzobispo de Santo Domingo ll egó incluso a pedir al rey permiso mulatos, conservándose la restricción de sus posibilidades de promo1 1 1 1 ........ ........... lo se aprobó. C D F S , III, 107-108. Cf . 821-829. n« C D F S , III, 687. .
.
.
.
.
errando partidarios agradecidos a la Corona, que se sumaran a la mi n o r í a blanca y minaran las pretensiones de la aristocracia criolla I t o d o caso, las “Cédulas de gracias al sacar r e v e l a n la extensión de las ambiciones de la monarquía absoluta. U n documento de 1783 esta blece que el rey, “por efecto de su soberanía, puede sacar a cualquier vas;,lio de la oscuridad de su nacimiento, colocándole en esfera dis tinguida”.'11 ~~ ln política de separación racial
| ,ii Corona siguió tenazmente una política cuya finalidad era separar a Mis súbditos indios de los restantes.43 El punto de partida de esta po í11, i era el concepto de las dos repúbli cas, la “Repúbl ica de españoles y la República de indios”. En los primeros días este dualismo resultaba n,iI mal pero fue prontamente socavado por la mezcla de razas. L os ¡)i ¡meros misioneros que llegaron a América suponían que los españoles daban buen ejemplo a los indios, per i an to los sacerdotes como muchos niI ministradores aprendieron por amarga experi encia que españoles y mestizos servían enrealidad más bien de mal ejemplo para los neohtos. I misión del famoso domini co Bartolomé de Las Casas en la Iierr a de la Vera Paz”, en Guatemala, permite ejemplificar el hecho de que. lo . misioneros preferí an trabajar sin intervención de otros blancos. L os vapibundos españoles y mestizos muy pronto infestaron las aldeas indias. Kste problema social motivó prohibiciones especificas promulgadas en 1530 v 1563. También cometían abusos los encomenderos y sus capata ces (calpisques") -qu e eran con frecuencia negros esclavos o libres dejados por l os encomenderos en las aldeas indígenas—. Por ello, gj os calpisques negros se les prohi bió residir entre los indios en 1551; la prohibición para los calpisques en general fue modificada en 1563 al mi mo tiempo que se extendía su alcance para que abarcara a los mismos mromenderos.43 En 1578 se produjo la exclusión sistemática de todos los mestizos, mulatos y negros, por sugestión de un fraile agustino de Perú u Por fin en 1600, fueron incluidos en la lista los españoles puros. I'.n 1646 se explicó que incluso tenían prohibido vivir en los pueblos de Indios las personas que poseían tierras en aquéll os.45 Por otra parte que daban excluidos de la prohibición los mestizos que habían nacido en mía aldea d e madre india. L as leyes que establecían la separación de residencias fueron incluidas en la Recopilación de 1680 « E l trasfondo ,1,- esta política a la que se dio forma principalmente durante la década de 1570, era la rápida declinación de la población india, la reunión siste mo King
El sistema de “gracias al sacar” era muy semejante al de el Africa portuguesa del siglo xx.
(1951), 644.
ti.s.similados en
« E stetema,' que antes de ellos había quedado en gran medida inexplorado, es (\stadiado por Morn er (1961a, 1964b, 1966a, 1966b), Morner y Gibson (1962). 4:1 Morner (1964a). Morner (1962). /inotíUN 4 ^ Sobre el marco de referencia de esta Cé d u l a, vease Morner (1965b). ■"i R l , libro V I , título II I , 21-23, etcétera.
A la Corona simplemente le faltaban los instrumentos necesarios para imponer una política tan radical, sobre todo puesto que ésta no se complementaba sistemáticamente con la fundación de nuevas ciudades para albergar a “españoles”, negros y castas. A causa de la declinación de la población indígena y del aumento dé los mestizos, esa política resultó cada vez más absurda. Aunque teóricamente en vigencia, las leyes de separación desde 1680 en adelante se aplicaron sólo en casos aislados dando lugar a juicios interminables, rigieron exclusivamente en las misiones situadas en regiones periféricas, como las de los jesuítas entre los guaraníes de la cuenca del Plata, porque así convenía a los misioneros.50 Durante su famosa gira de inspección en Nueva E spaña, el visitador J osé Gálvez declar ó en 1767 que en el futuro las leyes de separación se aplicarían solamente en los distritos misioneros. Pero, siempre en el plano teórico, estas leyes obsoletas sólo fueron abolidas eomo resultado de la emancipación.
Por otra parte, los mulatos, los zambos y los negros libres sufrían por igual la combinación penosa del nacimiento ilegítimo y el estigma de la esclavitud. Además de padecer las restricciones impuestas a los mestizos, ellos estaban obligados a pagar tri butos como los indi os.35 Podían ser enviados a realizar trabajos forzados en las minas, pero en tal caso debían ser separados de los indios, medida que tenía la función de im pedirles que abusaran de los nativos. Soportaban la limitación de sus movimientos, la regulación de la manera de vestir, y tenían estrictamente prohibida la posesión de armas de fuego.36 N o obstante, los indi viduos de ráza africana sabían demostrar su valor militar en las emergencias, y poco a poco comenzaron a ser reclutados para formar unidades espe ciales. E n este contexto militar, los mulatos eran llamados “pardos”, y los negros, “morenos”. L os miembros de estas unidades no pagaban tributos y, ya entrado el siglo x v h i , gozaron por lo menos parcialmente, del pri vilegio de quedar encuadrados en el fuero militar.37 Finalmente se jjrohibió por ley que los individuos de sangre africana obtuvieran doctorados. E n 1768 esto se justifi có aduciendo la existencia de mul titud de abogados de oscuro nacimiento y malas costumbres”.38 E l “vil í simo nacimiento” de los zambos y mulatos se consideraba un hecho indiscutible. L a última mitad del siglo x v i ii , como veremos, presenció la culmina ción del prejuicio sociorracial contra los mulatos o pardos. Aunque los líderes del gobierno estaban obviamente imbuidos del mismo prejuicio del resto de la sociedad, lanzaron una nueva política, permitiendo que los pardos ricos compraran licencias llamadas “Cédulas de gracias al sacar”, que desde el punto de vista legal los convertía en blancos. Esta política se hizo cada vez más generosa. E n 1783 fue categóricamente rechazada la petición de un pardo muy distinguido, Bernardo Ramírez, que deseaba mejorar su condición jurídica. Pero, para tomar otro ejemplo concreto, en 1796 cierto J ulián V alenzuela, sobre l a base de sus “modales, educación y costumbres”, parece que obtuvo su li cencia fácilmente.39 Esta política debe haber sido dictada por consideraciones financieras (en 1801 se estableció una tari fa) tanto como por el deseo de contr a l i t e criolla cada vez más sospechosa. Un balancear políticamente a una é estudioso de la materia, J ames King, llega a la conclusión de que se intentaba “recompensar los méritos individuales de los individuos de color, drenar la fuerza del liderazgo potencial de las masas de color, 35 El Obispo Manuel A bad y Queipo comenta: “L as castas se hallan infamadas por derecho como descendientes de negros esclavos. Son tributarios. .. el tributo viene a ser para ellas una marca indeleble de esclavitud que no pueden borrar con el tiempo, ni la mezcla de las razas en las generaciones sucesivas. Hay muchos que por su color, fisonomía y conducta se elevarían a la clase de los ‘españoles’ si no fuera este impedimento por el cual se quedan abatidos.” Mora (196 3), 205. 36 C D F S , I, 213, 482-483; I I , 47, 182, 184, etcétera. 37 McAlister (1957), cap. IV; Rosenblat (1954), II, 157-158; C D F S , II, 334; I H , 325. 38 C D F S , I I I , 340. Por otra parte, después de 1797 se les permitió ser médicos. Depons (196 0), I , 124-125. 39 C D F S , III, 530-535, 754.
matica de los indígenas remanentes en grandes aldeas misioneras (“re ducciones” 0 “congregaciones”), y los crecientes desórdenes que ocurrían en el campo y que se atribuían a los vagabundos de sangre mezclada. Esta política tenía varios móviles. En^irimSj- lugar, la Corona deseaba proteger a los indios no solamente de m violencia y abuso sino también de influencias dañinas para su moral y su fe. En-següiiclo término, existía el deseo de mantener el dual ismo ya establecicltr en los niveles eclesiás tico y administrativo. L os “españoles” no estaban sometidos a la juris dicción de los cabildos “indios”/n i el cuidado de sus almas estaba confiado a los frailes o sacerdotes misioneros. Consecuentemente, los ‘ españoles” y los “indios” debían vivir separados, en aldeas o pueblos propios. L a-pol ít ica de separación puede haber apuntado a promover la fundaci ón de nuevos centros “españoles”.47 Esta polí tica no era dis criminatoria a la manera del apartheid sudafricano, o por lo menos la discriminación no se dirigía contra los indios, sino más bien contra los no indios. L a segregación impuesta para reducir las tensiones interétnicas y para proporcionar autonomía implica discriminación sólo si es im puesta compulsi vamente a uno o varios grupos (como ocurr e por lo general) / En la A mérica hispana, los indios aplaudían la política de separación o segregación. D e modo que las víctimas de la segregación eran en este caso los mestizos, los mulatos y otros no indinsA _La política de separación fue también impuesta en las ciudades, aun que con~meños énfasis que en el medio rural. En las ciudades ~sé~supo nía que los indios vivían en distritos especiales como el famoso Cercado de Lima. C uando eran enviados a trabajar en minas o en talleres textiles ( obrajes'de paño”) los indios, de acuerdo con la ley, debían ser man tenidos aparte de los otros trabajadores. Teóricamente, la política de separación estaba en confli cto con otro objetivo de la
mática de los^indígenas remanentes en grandes aldeas misioneras ( “re ducciones o congregaciones ), y los crecientes desórdenes que ocurrían en el campo y que se atribuían a los vagabundos de sangre mezclada, Esta política tenía varios móviles. En(j>mn
e deseo de mantener el dual ismo ya establecichr en los niveles eclesiástico y administrativo. L os españoles” no estaban sometidos a la juris dicci ón de los cabildos “iñdios,’~BT _eI cuidado de sus almas estaba confiado a los frailes o sacerdotes misioneros. Consecuentemente, los españoles” y los “indios” debían vivir separados, en aldeas o pueblos propios. L a." política de separación puede haber. apuntado a promover la fundación de nuevos centros “españoles”.47 Esta políti ca no era dis criminatoria a la manera del a p a r t h e i d sudafricano, o por lo menos la discriminación no se dirigía contra los indios, sino más bien contra los no indios. L a segregación impuesta para reducir las tensiones interétnicas y para proporcionar autonomía implica discriminación sólo si es im puesta compulsi vamente a uno o varios grupos (como ocurre por lo
errando partidarios agradecidos a la Corona, que se sumaran a la mi n o r í a blanca y minaran las pretensiones de la aristocracia criolla I t o d o caso, las “Cédulas de gracias al sacar r e v e l a n la extensión de las ambiciones de la monarquía absoluta. U n documento de 1783 esta blece que el rey, “por efecto de su soberanía, puede sacar a cualquier vas;,lio de la oscuridad de su nacimiento, colocándole en esfera dis tinguida”.'11 ~~ ln política de separación racial
| ,ii Corona siguió tenazmente una política cuya finalidad era separar a Mis súbditos indios de los restantes.43 El punto de partida de esta po í11, i era el concepto de las dos repúbli cas, la “Repúbl ica de españoles y la República de indios”. En los primeros días este dualismo resultaba n,iI mal pero fue prontamente socavado por la mezcla de razas. L os ¡)i ¡meros misioneros que llegaron a América suponían que los españoles daban buen ejemplo a los indios, per i an to los sacerdotes como muchos niI ministradores aprendieron por amarga experi encia que españoles y mestizos servían enrealidad más bien de mal ejemplo para los neohtos. I misión del famoso domini co Bartolomé de Las Casas en la Iierr a de la Vera Paz”, en Guatemala, permite ejemplificar el hecho de que. lo . misioneros preferí an trabajar sin intervención de otros blancos. L os vapibundos españoles y mestizos muy pronto infestaron las aldeas indias. Kste problema social motivó prohibiciones especificas promulgadas en 1530 v 1563. También cometían abusos los encomenderos y sus capata ces (calpisques") -qu e eran con frecuencia negros esclavos o libres dejados por l os encomenderos en las aldeas indígenas—. Por ello, gj os calpisques negros se les prohi bió residir entre los indios en 1551; la prohibición para los calpisques en general fue modificada en 1563 al mi mo tiempo que se extendía su alcance para que abarcara a los mismos mromenderos.43 En 1578 se produjo la exclusión sistemática de todos los mestizos, mulatos y negros, por sugestión de un fraile agustino de Perú u Por fin en 1600, fueron incluidos en la lista los españoles puros. I'.n 1646 se explicó que incluso tenían prohibido vivir en los pueblos de Indios las personas que poseían tierras en aquéll os.45 Por otra parte que daban excluidos de la prohibición los mestizos que habían nacido en mía aldea d e madre india. L as leyes que establecían la separación de residencias fueron incluidas en la Recopilación de 1680 « E l trasfondo ,1,- esta política a la que se dio forma principalmente durante la década de 1570, era la rápida declinación de la población india, la reunión siste mo King
El sistema de “gracias al sacar” era muy semejante al de el Africa portuguesa del siglo xx.
(1951), 644.
ti.s.similados en
« E stetema,' que antes de ellos había quedado en gran medida inexplorado, es (\stadiado por Morn er (1961a, 1964b, 1966a, 1966b), Morner y Gibson (1962). 4:1 Morner (1964a). Morner (1962). /inotíUN 4 ^ Sobre el marco de referencia de esta Cé d u l a, vease Morner (1965b). ■"i R l , libro V I , título II I , 21-23, etcétera.
A la Corona simplemente le faltaban los instrumentos necesarios para imponer una política tan radical, sobre todo puesto que ésta no se complementaba sistemáticamente con la fundación de nuevas ciudades para albergar a “españoles”, negros y castas. A causa de la declinación de la población indígena y del aumento dé los mestizos, esa política resultó cada vez más absurda. Aunque teóricamente en vigencia, las leyes de separación desde 1680 en adelante se aplicaron sólo en casos aislados dando lugar a juicios interminables, rigieron exclusivamente en las misiones situadas en regiones periféricas, como las de los jesuítas entre los guaraníes de la cuenca del Plata, porque así convenía a los misioneros.50 Durante su famosa gira de inspección en Nueva E spaña, el visitador J osé Gálvez declar ó en 1767 que en el futuro las leyes de separación se aplicarían solamente en los distritos misioneros. Pero, siempre en el plano teórico, estas leyes obsoletas sólo fueron abolidas eomo resultado de la emancipación. Al tratar de resumir los aspectos político-legales de las relaciones raciales en la América hispana durante el período Colonial, encuentro imposible hablar de una actitud generosa y tolerante. Pero sería ana( iónico e injusto caracterizar esta actitud como “racista”. L a actitud de la Corona española debe evaluarse simplemente en el contexto de la concepción jerárquica de la sociedad que prevalecía en el mundo occi dental antes de la R evolución F rancesa. E n la A mérica hispana, esa ■ concepción debía aplicarse a un medio colonial multirracial. Asesorando al rey, el Consejo de Indias expresaba esto mismo con gran elocuencia m 1806: “ .. .si es innegable que en el estado monárquico son de suma importancia a su subsistencia y buen régimen las diversas jerarquías y esferas, por cuya gradual y eslabonada dependencia y subordinación se sostiene y verifica la obediencia y respeto del último vasallo a la auto ridad del soberano, con mucha más razón es necesario este sistema en América, así por la mayor distancia del trono, como por lo numeroso de esta clase de gentes que por su viciosa derivación y naturaleza no es comparable a la del estado llano de España y constituye una especie muy inferior, ofreciéndose en extremo reparable que los hijos o descen dientes de esclavos conocidos como tales, se sientan y alternen con los que derivan de los primeros conquistadores o de familias nobles, legí timas, blancas y limpias de toda fea mancha”.51 Como veremos más claramente en el capítulo V la polít ica “racial” de la Corona por lo general más reflejó las actitudes prevalecientes que influyó sobre ellas. Pero también es cierto que a veces intentó, aunque con poco éxito, modificar actitudes sociales extremas, por una razón u otra.52 Morner (1961b). "i C D F S , III, 825. M Otros estudiosos de la materia dan más importancia al papel de la Corona en lu formación y mantenimiento del sistema social. Véase Konetzke (1951); Beneyto (1961), 232; McAlister (1963), 365.
A ln ( oronu simplemente le faltaban los instrumentos necesarios | inlii ImpoiH'i iiiiii política tan radi cal, sobre todo puesto que ésta no se MHHpli un nlidin sistemáticamente con la fundaci ón de nuevas ciudades intuí iillm i c.iii a 'españoles”, negros y castas. A causa de la decli nación .le ln iioliiut lón indígena y del aumento de los mestizos, esa políti ca m >1 u11o i mía vez más absurda. Aunqu e teóricamente en vigenci a, las iftytm ile separación desde 1680 en adelante se aplicaron sólo en casos ni'ilmlo'i dundo lugar a juicios interminables, rigieron exclusivamente , ii 11 , mi',Iones situadas en regiones periféricas, como las de los jesuítas i iili. Ion Hiutnmfes de la cuenca del P lata, porque así convenía a los tni ri,nn ms •" Durante su famosa gira de inspección en Nueva España, 1 1 ' i ii nloi J osé Cálvez declaró en 1767 que en el futuro las leyes de tt ......telón se aplicarían solamente en los distritos misioneros. Pero, «Ii nipii en el plano teórico, estas leyes obsoletas sólo fueron abol idas humo m'hi1 11nclo de la emancipación. Al tintín de resumir los aspectos político-legales de las relaciones in, l ili * iii la América hispana durante el perí odo coloni al, encuentro .
matica de los indígenas remanentes en grandes aldeas misioneras (“re ducciones” 0 “congregaciones”), y los crecientes desórdenes que ocurrían en el campo y que se atribuían a los vagabundos de sangre mezclada. Esta política tenía varios móviles. En^irimSj- lugar, la Corona deseaba proteger a los indios no solamente de m violencia y abuso sino también de influencias dañinas para su moral y su fe. En-següiiclo término, existía el deseo de mantener el dual ismo ya establecicltr en los niveles eclesiás tico y administrativo. L os “españoles” no estaban sometidos a la juris dicción de los cabildos “indios”/n i el cuidado de sus almas estaba confiado a los frailes o sacerdotes misioneros. Consecuentemente, los ‘ españoles” y los “indios” debían vivir separados, en aldeas o pueblos propios. L a-pol ít ica de separación puede haber apuntado a promover la fundaci ón de nuevos centros “españoles”.47 Esta polí tica no era dis criminatoria a la manera del apartheid sudafricano, o por lo menos la discriminación no se dirigía contra los indios, sino más bien contra los no indios. L a segregación impuesta para reducir las tensiones interétnicas y para proporcionar autonomía implica discriminación sólo si es im puesta compulsi vamente a uno o varios grupos (como ocurr e por lo general) / En la A mérica hispana, los indios aplaudían la política de separación o segregación. D e modo que las víctimas de la segregación eran en este caso los mestizos, los mulatos y otros no indinsA _La política de separación fue también impuesta en las ciudades, aun que con~meños énfasis que en el medio rural. En las ciudades ~sé~supo nía que los indios vivían en distritos especiales como el famoso Cercado de Lima. C uando eran enviados a trabajar en minas o en talleres textiles ( obrajes'de paño”) los indios, de acuerdo con la ley, debían ser man tenidos aparte de los otros trabajadores. Teóricamente, la política de separación estaba en confli cto con otro objetivo de la
mática de los^indígenas remanentes en grandes aldeas misioneras ( “re ducciones o congregaciones ), y los crecientes desórdenes que ocurrían en el campo y que se atribuían a los vagabundos de sangre mezclada, Esta política tenía varios móviles. En(j>mn
e deseo de mantener el dual ismo ya establecichr en los niveles eclesiástico y administrativo. L os españoles” no estaban sometidos a la juris dicci ón de los cabildos “iñdios,’~BT _eI cuidado de sus almas estaba confiado a los frailes o sacerdotes misioneros. Consecuentemente, los españoles” y los “indios” debían vivir separados, en aldeas o pueblos propios. L a." política de separación puede haber. apuntado a promover la fundación de nuevos centros “españoles”.47 Esta políti ca no era dis criminatoria a la manera del a p a r t h e i d sudafricano, o por lo menos la discriminación no se dirigía contra los indios, sino más bien contra los no indios. L a segregación impuesta para reducir las tensiones interétnicas y para proporcionar autonomía implica discriminación sólo si es im puesta compulsi vamente a uno o varios grupos (como ocurre por lo general) / E n la Améri ca hispana, los indios aplaudían l a política de scpiü’aeK).Q_„Q_ segregacion. D e modo que las víctimas "dé la segregación eran en este caso los mestizos. los mulatos y otros~li^ñdlosr . . . . . . .
J La polít ica de separación fue también i mpuesta en las ciudades, aun que con menos énfasis que en eT~Eiedio rur al. E n las ciudades se supo nía queios indios vivían en distritos especiales como el famoso Cercado de Lima. C uando eran enviados a trabajar en minas o en talleres textiles ( obrajes de paño ) los indios, de acuerdo con la ley, debían ser man tenidos aparte de los otros trabajadores. Teóricamente, la política de separación estaba en conflicto con otro objetivo de la Cor onadla difusión del español entre los indios ( este ob jenvcTTiabía sido subrayado en un decreto re'al de 1770).48 Tampoco armonizaba con la libertad de concertar matrimonios mixtos entre indios y españoles, aun cuando, como ya hemos observado, el matrimonio mixto nunca fue promovido por el rey. Por otra parte, la aversión de la Corona
y las autoridades al mestizaje afroindio concordaba por supuesto con la ?«7 o ’*ca,^e seParactón. Esta es la razón de que un document o del año 1781 sobre el matrimonio mixto se refiriera explícitamente a las “leyes que prohíben [el] trato y comunicación [de los indios] y mulatos, negros y demás razas semejantes”.49 El conflicto entre estas diversas metas de la Corona, hecho manifiesto en el siglo x v i i i * no l l égo~e~ñ realidad a materializarse porque en esa época el fracaso dé la polítfca de separación ya ^'^.-UQ-hggho consumado. "Había fracasado ya, cosa paradóji ca, al ser codificadas las leyes de separación en IfibO. ' 47 Los motivos adicional es para separar a los negros de los indios son examinados en Morner (1966b). 48 Morner (1967). 49 C D F S , I II 477. No fue una prohibición nueva, como erróneamente lo sostienen Rosenblat (195 4), I I , 147, y otros.
La política racial de Portugal en Brasil
Las condiciones y motivaciones básicas de la política “racial” de Portu gal en América eran muy similares a las de la política española. Pero en éste como en otros campos, la administración colonial portuguesa fue más flexibl e y débil. E l abismo entre la legislación y la reali dad social se hizo aun más grande. Quizá sea esta la razón por la cual la legislación portuguesa en Brasil ha sido estudiada comparativamente poco. Es probable que la Iglesia y la Corona toleraran el matrimonio mixto indio-portugués desde el principio, pero tales matrimonios parecen habery sido muy pocos) En 1551 el superior jesuíta N óbrega informaba desde Pernambuco que los pobladores consideraban “una gran infamia” casarse con una india. Repetidamente urgió al rey a enviar de Portugal a Brasil a muchachas huérfanas e incluso a mujeres de mala reputación, que eran requeridas por los colonos, los cuales preferían casarse con blan cas.53 Esta actitud fue obviamente compartida por la Corona. E n un bien conocido libro se afirma que “la política portuguesa fue conse cuente en favor del matrimonio mixto hasta el siglo xv ii i”,54 pero el autor no proporciona pruebas. Sabemos que hacia mediados del siglo x v i i i un estadista notable, el marqués de Pombal, introdujo súbitamente
A la Corona simplemente le faltaban los instrumentos necesarios para imponer una política tan radical, sobre todo puesto que ésta no se complementaba sistemáticamente con la fundación de nuevas ciudades para albergar a “españoles”, negros y castas. A causa de la declinación de la población indígena y del aumento dé los mestizos, esa política resultó cada vez más absurda. Aunque teóricamente en vigencia, las leyes de separación desde 1680 en adelante se aplicaron sólo en casos aislados dando lugar a juicios interminables, rigieron exclusivamente en las misiones situadas en regiones periféricas, como las de los jesuítas entre los guaraníes de la cuenca del Plata, porque así convenía a los misioneros.50 Durante su famosa gira de inspección en Nueva E spaña, el visitador J osé Gálvez declar ó en 1767 que en el futuro las leyes de separación se aplicarían solamente en los distritos misioneros. Pero, siempre en el plano teórico, estas leyes obsoletas sólo fueron abolidas eomo resultado de la emancipación. Al tratar de resumir los aspectos político-legales de las relaciones raciales en la América hispana durante el período Colonial, encuentro imposible hablar de una actitud generosa y tolerante. Pero sería ana( iónico e injusto caracterizar esta actitud como “racista”. L a actitud de la Corona española debe evaluarse simplemente en el contexto de la concepción jerárquica de la sociedad que prevalecía en el mundo occi dental antes de la R evolución F rancesa. E n la A mérica hispana, esa ■ concepción debía aplicarse a un medio colonial multirracial. Asesorando al rey, el Consejo de Indias expresaba esto mismo con gran elocuencia m 1806: “ .. .si es innegable que en el estado monárquico son de suma importancia a su subsistencia y buen régimen las diversas jerarquías y esferas, por cuya gradual y eslabonada dependencia y subordinación se sostiene y verifica la obediencia y respeto del último vasallo a la auto ridad del soberano, con mucha más razón es necesario este sistema en América, así por la mayor distancia del trono, como por lo numeroso de esta clase de gentes que por su viciosa derivación y naturaleza no es comparable a la del estado llano de España y constituye una especie muy inferior, ofreciéndose en extremo reparable que los hijos o descen dientes de esclavos conocidos como tales, se sientan y alternen con los que derivan de los primeros conquistadores o de familias nobles, legí timas, blancas y limpias de toda fea mancha”.51 Como veremos más claramente en el capítulo V la polít ica “racial” de la Corona por lo general más reflejó las actitudes prevalecientes que influyó sobre ellas. Pero también es cierto que a veces intentó, aunque con poco éxito, modificar actitudes sociales extremas, por una razón u otra.52 Morner (1961b). "i C D F S , III, 825. M Otros estudiosos de la materia dan más importancia al papel de la Corona en lu formación y mantenimiento del sistema social. Véase Konetzke (1951); Beneyto (1961), 232; McAlister (1963), 365.
A ln ( oronu simplemente le faltaban los instrumentos necesarios | inlii ImpoiH'i iiiiii política tan radi cal, sobre todo puesto que ésta no se MHHpli un nlidin sistemáticamente con la fundaci ón de nuevas ciudades intuí iillm i c.iii a 'españoles”, negros y castas. A causa de la decli nación .le ln iioliiut lón indígena y del aumento de los mestizos, esa políti ca m >1 u11o i mía vez más absurda. Aunqu e teóricamente en vigenci a, las iftytm ile separación desde 1680 en adelante se aplicaron sólo en casos ni'ilmlo'i dundo lugar a juicios interminables, rigieron exclusivamente , ii 11 , mi',Iones situadas en regiones periféricas, como las de los jesuítas i iili. Ion Hiutnmfes de la cuenca del P lata, porque así convenía a los tni ri,nn ms •" Durante su famosa gira de inspección en Nueva España, 1 1 ' i ii nloi J osé Cálvez declaró en 1767 que en el futuro las leyes de tt ......telón se aplicarían solamente en los distritos misioneros. Pero, «Ii nipii en el plano teórico, estas leyes obsoletas sólo fueron abol idas humo m'hi1 11nclo de la emancipación. Al tintín de resumir los aspectos político-legales de las relaciones in, l ili * iii la América hispana durante el perí odo coloni al, encuentro Imponible hablar de una actitud generosa y tolerante. Pero sería anai. o r injusto caracterizar esta actitud como “racista”. L a actitud de ln ( .......... española debe evaluarse simplemente en el contexto de la ......... 'pelón jerárquica de la sociedad que prevalecí a en el mundo occiiIi iiiiii untes de la Revolución F rancesa. En la América hispana, esa ¡ ■mu i p, lón debía aplicarse a un medio colonial multirracial. Asesorando ni n v el C onsejo de Indi as expresaba esto mismo con gran elocuencia •o I MI1(1 " si es innegable que en el estado monárquico son de suma ItupoiIiiiii la a su subsistencia y buen régimen las diversas jerarquías y i Ii i.ei, por cuya gradual y eslabonada dependencia y subordi nación se mmllene y verifica la obediencia y respeto del último vasallo a la autotldnd del soberano, con mudha más razón es necesario este sistema en Amellen, así por la mayor distancia del trono, como por lo numeroso de i”,la i lase de gentes que por su viciosa derivación y naturaleza no es i(iinpiuable a la del estado llano de España y constituye una especie muv lulorlor, ofreciéndose en extremo reparable que los hij os o descenilienieM de esclavos conocidos como tales, se sientan y alternen con los qui' deiivan de los primeros conquistadores o de familias nobles, legí timas, blancas y li mpias de toda fea mancha”.51 ( !omo veremos más claramente en el capítulo V la política “racial” dr l.i ( loiona por lo general más reflejó las actitudes prevalecientes que Inl luyó sobre ellas. Pero tambi én es cierto que a veces intentó, aunque ' "ii poco éxito, modificar actitudes sociales extremas, por una razón n utr n. B:J .
. . . . . . .
Mtlrner (1961b). "i C D F S , III, 825. n’J Otros estudiosos de la materi a dan más importancia al papel de la Corona en Io I
por razones claramente políticas.56 Esto —continúa Pombal— exige el uso de dos métodos. E n primer l ugar' ^es preciso aboli r todas las di fe rencias legales entre portugueses y guaraníes, y otorgar distinciones especiales a los portugueses que se casen con indi as. L os hij os de estos matrimonios mixtos deben gozar de los mismos privilegios que los portugueses. E n segundo lugar, la administr ación india debe ser lo mejor posible. Además se prohibirá estrictamente ridiculizar a los indios llamándolos bárbaros y a sus hijos “mestizos y otros epítetos de burla e insulto”.67 Dentro de este marco, la sensacional política de P ombal acerca de los matrimonios mixtos parece haber surgido de dos consi deraciones principales.<^rimerq^)formaba parte de su posición mercanI¡lista que tendía al^xmymiento de la población, fortaleciendo de este modo la frontera.(SegundoJ era un modo de atraer a los indios, que hasta entonces habían eStechrtrSjo la tutela de los jesuítas españoles en el Río ile la Plata y de sus hermanos portugueses en el Amazonas. E sto con cordaba con la inexorable lucha de Pombal contra la C ompañía de J esús, lis más difícil decir si esta política debe o no ser atribuida en parte a la influencia de la idea de “le bon sauvage”.58 La política “liberal” de Pombal con respecto al matri monio mixto no se extendía al elemento africano. E n 1771 el virr ey de Brasil r edujo el
mática de los^indígenas remanentes en grandes aldeas misioneras ( “re ducciones o congregaciones ), y los crecientes desórdenes que ocurrían en el campo y que se atribuían a los vagabundos de sangre mezclada, Esta política tenía varios móviles. En(j>mn
e deseo de mantener el dual ismo ya establecichr en los niveles eclesiástico y administrativo. L os españoles” no estaban sometidos a la juris dicci ón de los cabildos “iñdios,’~BT _eI cuidado de sus almas estaba confiado a los frailes o sacerdotes misioneros. Consecuentemente, los españoles” y los “indios” debían vivir separados, en aldeas o pueblos propios. L a." política de separación puede haber. apuntado a promover la fundación de nuevos centros “españoles”.47 Esta políti ca no era dis criminatoria a la manera del a p a r t h e i d sudafricano, o por lo menos la discriminación no se dirigía contra los indios, sino más bien contra los no indios. L a segregación impuesta para reducir las tensiones interétnicas y para proporcionar autonomía implica discriminación sólo si es im puesta compulsi vamente a uno o varios grupos (como ocurre por lo general) / E n la Améri ca hispana, los indios aplaudían l a política de scpiü’aeK).Q_„Q_ segregacion. D e modo que las víctimas "dé la segregación eran en este caso los mestizos. los mulatos y otros~li^ñdlosr . . . . . . .
J La polít ica de separación fue también i mpuesta en las ciudades, aun que con menos énfasis que en eT~Eiedio rur al. E n las ciudades se supo nía queios indios vivían en distritos especiales como el famoso Cercado de Lima. C uando eran enviados a trabajar en minas o en talleres textiles ( obrajes de paño ) los indios, de acuerdo con la ley, debían ser man tenidos aparte de los otros trabajadores. Teóricamente, la política de separación estaba en conflicto con otro objetivo de la Cor onadla difusión del español entre los indios ( este ob jenvcTTiabía sido subrayado en un decreto re'al de 1770).48 Tampoco armonizaba con la libertad de concertar matrimonios mixtos entre indios y españoles, aun cuando, como ya hemos observado, el matrimonio mixto nunca fue promovido por el rey. Por otra parte, la aversión de la Corona
y las autoridades al mestizaje afroindio concordaba por supuesto con la ?«7 o ’*ca,^e seParactón. Esta es la razón de que un document o del año 1781 sobre el matrimonio mixto se refiriera explícitamente a las “leyes que prohíben [el] trato y comunicación [de los indios] y mulatos, negros y demás razas semejantes”.49 El conflicto entre estas diversas metas de la Corona, hecho manifiesto en el siglo x v i i i * no l l égo~e~ñ realidad a materializarse porque en esa época el fracaso dé la polítfca de separación ya ^'^.-UQ-hggho consumado. "Había fracasado ya, cosa paradóji ca, al ser codificadas las leyes de separación en IfibO. ' 47 Los motivos adicional es para separar a los negros de los indios son examinados en Morner (1966b). 48 Morner (1967). 49 C D F S , I II 477. No fue una prohibición nueva, como erróneamente lo sostienen Rosenblat (195 4), I I , 147, y otros.
La política racial de Portugal en Brasil
Las condiciones y motivaciones básicas de la política “racial” de Portu gal en América eran muy similares a las de la política española. Pero en éste como en otros campos, la administración colonial portuguesa fue más flexibl e y débil. E l abismo entre la legislación y la reali dad social se hizo aun más grande. Quizá sea esta la razón por la cual la legislación portuguesa en Brasil ha sido estudiada comparativamente poco. Es probable que la Iglesia y la Corona toleraran el matrimonio mixto indio-portugués desde el principio, pero tales matrimonios parecen habery sido muy pocos) En 1551 el superior jesuíta N óbrega informaba desde Pernambuco que los pobladores consideraban “una gran infamia” casarse con una india. Repetidamente urgió al rey a enviar de Portugal a Brasil a muchachas huérfanas e incluso a mujeres de mala reputación, que eran requeridas por los colonos, los cuales preferían casarse con blan cas.53 Esta actitud fue obviamente compartida por la Corona. E n un bien conocido libro se afirma que “la política portuguesa fue conse cuente en favor del matrimonio mixto hasta el siglo xv ii i”,54 pero el autor no proporciona pruebas. Sabemos que hacia mediados del siglo x v i i i un estadista notable, el marqués de Pombal, introdujo súbitamente una política favorable a los matrimonios mixtos indio-portugueses. El pasaje principal de la famosa A l v a r á d e l ei , del 4 de abril de 1755, dice lo siguiente: .. .aquellos de mis vasallos de este reino [Portugal] y de América que se casen con indias no serán infamados por ese acto. Por el contrario, serán dignos de mi real atención y allí donde habiten serán preferidos para las posiciones que corres pondan a su rango. Sus hijos y descendientes serán dignos y hábiles para recibir cualquier tipo de posicion, honor y dignidad, sin necesidad de que les dispensen excepciones.. . 55
Existe un antecedente de este sorprendente decreto en las instruccio nes. enviadas por P ombal en 1751, al gobernador Comes F reir e de Andrade, entonces a cargo de la demarcación de los límites con los territorios españoles del Río de la Plata. El gran problema de esta de marcación consistía en las populosas misiones guaraníes de los jesuítas españoles distribuidas a lo largo de la frontera existente. En consecuen, cía, Pombal aconsejó al gobernador que atrajera a los guaraníes, de modo que estos pasaran al lado portugués y poblaran esas áreas deso ladas. El mejor modo de atraerlos —escri bió— sería seguir el ejemplo de los romanos y de Alfonso de Albuquerque en las Indias Orientales. Se refería a la polít ica portuguesa en la I ndia desde 1510 en adelante, que promovía el matrimonio mixto con mujeres de las castas superiores, 5® Nobrega (1955), 29-30, 79-80, 91, 102, 114. Tales prostitutas podían ser en viadas que hubieran perdido enteramente su sentido de la ver güen za.. 54 Rosenblat (1 954) , II , 101. 55 Andrade (1961), documento I.
A ln ( oronu simplemente le faltaban los instrumentos necesarios | inlii ImpoiH'i iiiiii política tan radi cal, sobre todo puesto que ésta no se MHHpli un nlidin sistemáticamente con la fundaci ón de nuevas ciudades intuí iillm i c.iii a 'españoles”, negros y castas. A causa de la decli nación .le ln iioliiut lón indígena y del aumento de los mestizos, esa políti ca m >1 u11o i mía vez más absurda. Aunqu e teóricamente en vigenci a, las iftytm ile separación desde 1680 en adelante se aplicaron sólo en casos ni'ilmlo'i dundo lugar a juicios interminables, rigieron exclusivamente , ii 11 , mi',Iones situadas en regiones periféricas, como las de los jesuítas i iili. Ion Hiutnmfes de la cuenca del P lata, porque así convenía a los tni ri,nn ms •" Durante su famosa gira de inspección en Nueva España, 1 1 ' i ii nloi J osé Cálvez declaró en 1767 que en el futuro las leyes de tt ......telón se aplicarían solamente en los distritos misioneros. Pero, «Ii nipii en el plano teórico, estas leyes obsoletas sólo fueron abol idas humo m'hi1 11nclo de la emancipación. Al tintín de resumir los aspectos político-legales de las relaciones in, l ili * iii la América hispana durante el perí odo coloni al, encuentro Imponible hablar de una actitud generosa y tolerante. Pero sería anai. o r injusto caracterizar esta actitud como “racista”. L a actitud de ln ( .......... española debe evaluarse simplemente en el contexto de la ......... 'pelón jerárquica de la sociedad que prevalecí a en el mundo occiiIi iiiiii untes de la Revolución F rancesa. En la América hispana, esa ¡ ■mu i p, lón debía aplicarse a un medio colonial multirracial. Asesorando ni n v el C onsejo de Indi as expresaba esto mismo con gran elocuencia •o I MI1(1 " si es innegable que en el estado monárquico son de suma ItupoiIiiiii la a su subsistencia y buen régimen las diversas jerarquías y i Ii i.ei, por cuya gradual y eslabonada dependencia y subordi nación se mmllene y verifica la obediencia y respeto del último vasallo a la autotldnd del soberano, con mudha más razón es necesario este sistema en Amellen, así por la mayor distancia del trono, como por lo numeroso de i”,la i lase de gentes que por su viciosa derivación y naturaleza no es i(iinpiuable a la del estado llano de España y constituye una especie muv lulorlor, ofreciéndose en extremo reparable que los hij os o descenilienieM de esclavos conocidos como tales, se sientan y alternen con los qui' deiivan de los primeros conquistadores o de familias nobles, legí timas, blancas y li mpias de toda fea mancha”.51 ( !omo veremos más claramente en el capítulo V la política “racial” dr l.i ( loiona por lo general más reflejó las actitudes prevalecientes que Inl luyó sobre ellas. Pero tambi én es cierto que a veces intentó, aunque ' "ii poco éxito, modificar actitudes sociales extremas, por una razón n utr n. B:J .
. . . . . . .
Mtlrner (1961b). "i C D F S , III, 825. n’J Otros estudiosos de la materi a dan más importancia al papel de la Corona en Io I
por razones claramente políticas.56 Esto —continúa Pombal— exige el uso de dos métodos. E n primer l ugar' ^es preciso aboli r todas las di fe rencias legales entre portugueses y guaraníes, y otorgar distinciones especiales a los portugueses que se casen con indi as. L os hij os de estos matrimonios mixtos deben gozar de los mismos privilegios que los portugueses. E n segundo lugar, la administr ación india debe ser lo mejor posible. Además se prohibirá estrictamente ridiculizar a los indios llamándolos bárbaros y a sus hijos “mestizos y otros epítetos de burla e insulto”.67 Dentro de este marco, la sensacional política de P ombal acerca de los matrimonios mixtos parece haber surgido de dos consi deraciones principales.<^rimerq^)formaba parte de su posición mercanI¡lista que tendía al^xmymiento de la población, fortaleciendo de este modo la frontera.(SegundoJ era un modo de atraer a los indios, que hasta entonces habían eStechrtrSjo la tutela de los jesuítas españoles en el Río ile la Plata y de sus hermanos portugueses en el Amazonas. E sto con cordaba con la inexorable lucha de Pombal contra la C ompañía de J esús, lis más difícil decir si esta política debe o no ser atribuida en parte a la influencia de la idea de “le bon sauvage”.58 La política “liberal” de Pombal con respecto al matri monio mixto no se extendía al elemento africano. E n 1771 el virr ey de Brasil r edujo el grado de un oficial indio ( I ) por haberse probado que era “una persona de mentalidad tan baja como para casarse con una negra, denigrando su sangre con esta alianza”.58 Si el matrimonio entre un indio y una negra so consideraba contrario a la “limpieza de sangre”, es fácil imaginar cuál hubiera sido la reacción en el caso de que se tratara de un oficial blanco. No hay ninguna razón para creer que las opiniones de Pombal y del gobierno metropolitano sobre el matrimonio mixto con negros fueran más “ilustradas” que la del virrey. En su li bro ampliamente leído, Angel R osenblat afirma que la políti ca portuguesa “favoreció el mestizaje aún sin consagración religiosa” con el fin de poblar a Br asil.60 Pero no proporciona ninguna prueba que confir me la existencia de una actitud tan extraordinaria por parte de la Corona. Iíl hecho de que administradores negligentes y eclesiásticos inmorales no actuaran contra el concubinato no puede interpretarse como una política. En realidad, la Corona y las autoridades combatieron especialmente las formas perniciosas de la promiscuidad prevaleciente en Brasil —como, 6« Boxer (1963), 64-65, 76-77. 57 Carneiro de Mendonga (1960), 188-189. r>8 C f. Boxer (1963) , 98; Teixeira Soares (1961), 186. Sobre los esfuerzos del gobernador de Pará-Maranháo, Francisco Xavier de Mendonga Furtado, por dar vigor al decreto de 1755, véase Carneiro de Mendonga (1 963) , I I, 759; II I , 948, 977. En las palabras del gobernador: “ .. .este es el verdadero cami no ... de poblar este país enormemente vasto”. 50 Buarque de Holanda (195 6), 58. Cf . el decreto de 1726 que adjudica las postas municipales exclusivamente a blancos casados con blancas. Ibid., 28-29; Boxer (1963), 116-117. 60 Rosenblat (1 954) , I I, 100-101. Su afirmación de que “las leyes portuguesas prohijaban los hijos naturales” merece también un examen detenido; C f. Borah y Cook (1966), 949-952.
LA MEZCLA DE RAZAS
por ejemplo, el alquiler de esclavas en calidad de prostitutas—. Pero no tuvieron éxito en esta lucha.61 Bajo el sistema portugués la posicion l egal de los diferentes grupos étnicos coincidía en un todo con la de estos mismos grupos bajo el sistema español. L a Corona reali zó algunos esfuerzos (en 1688, 1698 y 1714) para prohibir los castigos corporales muy severos aplicados a los esclavos negros, pero por otra parte ni la Corona ni las autoridades prestaron mucha atención a la institución de la esclavitud. .L a abolición de la esclavitud en el Portugal metropolitano, decretada por Pombal en 1761, no afecto a Brasil.1,2All í resultó muy difícil aboli r i ncluso la escla vitud de los^indios. Según una ley de 1570, los indios capturados en guerra justa podían ser esclavizados, pero posteriormente los términos de esta norma fueron modificados en favor de los esclavos. En 1605 y 1609, la esclavitud india fue prohibida categóricamente; no obstante, muy pronto se introdujeron nuevamente modificaciones. L a concesión de que los indi os ya ' esclavizados por otros indios (indios de corda, llamados asi porque se suponía que eran atados con una cuerda), podían a su vez ser esclavizados por los blancos, proporcionó una excusa muy adecuada para la caza de esclavos. E n el Amazonas y el Maranhao, a propósito de la libertad o el cautiverio de los indios, estalló entre ios
equivalentes en Brasil. I ncluso los misioneros jesuítas estaban demasiado estrechamente relacionados con los blancos e individupsjde sangre mezcladas quel os rodeaban como para que buscaran la f ormulación de semejante política. A úñ lált a realizar un estudio objetivo y exhaustivo de la polí tica sociorracial de la Corona en Brasil; gracias al enfoque revisionista del historiador británico C. B. Boxer, el concepto tradicional de una política racial portuguesa coherentemente tolerante ha sido finalmente puesto a prueba. Pero se necesitan investigaciones más sistemáticas para deter minar la medida en que los puntos de vista de Boxer merecen a su vez aceptarse.
La política racial de Portugal en Brasil
Las condiciones y motivaciones básicas de la política “racial” de Portu gal en América eran muy similares a las de la política española. Pero en éste como en otros campos, la administración colonial portuguesa fue más flexibl e y débil. E l abismo entre la legislación y la reali dad social se hizo aun más grande. Quizá sea esta la razón por la cual la legislación portuguesa en Brasil ha sido estudiada comparativamente poco. Es probable que la Iglesia y la Corona toleraran el matrimonio mixto indio-portugués desde el principio, pero tales matrimonios parecen habery sido muy pocos) En 1551 el superior jesuíta N óbrega informaba desde Pernambuco que los pobladores consideraban “una gran infamia” casarse con una india. Repetidamente urgió al rey a enviar de Portugal a Brasil a muchachas huérfanas e incluso a mujeres de mala reputación, que eran requeridas por los colonos, los cuales preferían casarse con blan cas.53 Esta actitud fue obviamente compartida por la Corona. E n un bien conocido libro se afirma que “la política portuguesa fue conse cuente en favor del matrimonio mixto hasta el siglo xv ii i”,54 pero el autor no proporciona pruebas. Sabemos que hacia mediados del siglo x v i i i un estadista notable, el marqués de Pombal, introdujo súbitamente una política favorable a los matrimonios mixtos indio-portugueses. El pasaje principal de la famosa A l v a r á d e l ei , del 4 de abril de 1755, dice lo siguiente: .. .aquellos de mis vasallos de este reino [Portugal] y de América que se casen con indias no serán infamados por ese acto. Por el contrario, serán dignos de mi real atención y allí donde habiten serán preferidos para las posiciones que corres pondan a su rango. Sus hijos y descendientes serán dignos y hábiles para recibir cualquier tipo de posicion, honor y dignidad, sin necesidad de que les dispensen excepciones.. . 55
Existe un antecedente de este sorprendente decreto en las instruccio nes. enviadas por P ombal en 1751, al gobernador Comes F reir e de Andrade, entonces a cargo de la demarcación de los límites con los territorios españoles del Río de la Plata. El gran problema de esta de marcación consistía en las populosas misiones guaraníes de los jesuítas españoles distribuidas a lo largo de la frontera existente. En consecuen, cía, Pombal aconsejó al gobernador que atrajera a los guaraníes, de modo que estos pasaran al lado portugués y poblaran esas áreas deso ladas. El mejor modo de atraerlos —escri bió— sería seguir el ejemplo de los romanos y de Alfonso de Albuquerque en las Indias Orientales. Se refería a la polít ica portuguesa en la I ndia desde 1510 en adelante, que promovía el matrimonio mixto con mujeres de las castas superiores, 5® Nobrega (1955), 29-30, 79-80, 91, 102, 114. Tales prostitutas podían ser en viadas que hubieran perdido enteramente su sentido de la ver güen za.. 54 Rosenblat (1 954) , II , 101. 55 Andrade (1961), documento I.
por razones claramente políticas.56 Esto —continúa Pombal— exige el uso de dos métodos. E n primer l ugar' ^es preciso aboli r todas las di fe rencias legales entre portugueses y guaraníes, y otorgar distinciones especiales a los portugueses que se casen con indi as. L os hij os de estos matrimonios mixtos deben gozar de los mismos privilegios que los portugueses. E n segundo lugar, la administr ación india debe ser lo mejor posible. Además se prohibirá estrictamente ridiculizar a los indios llamándolos bárbaros y a sus hijos “mestizos y otros epítetos de burla e insulto”.67 Dentro de este marco, la sensacional política de P ombal acerca de los matrimonios mixtos parece haber surgido de dos consi deraciones principales.<^rimerq^)formaba parte de su posición mercanI¡lista que tendía al^xmymiento de la población, fortaleciendo de este modo la frontera.(SegundoJ era un modo de atraer a los indios, que hasta entonces habían eStechrtrSjo la tutela de los jesuítas españoles en el Río ile la Plata y de sus hermanos portugueses en el Amazonas. E sto con cordaba con la inexorable lucha de Pombal contra la C ompañía de J esús, lis más difícil decir si esta política debe o no ser atribuida en parte a la influencia de la idea de “le bon sauvage”.58 La política “liberal” de Pombal con respecto al matri monio mixto no se extendía al elemento africano. E n 1771 el virr ey de Brasil r edujo el grado de un oficial indio ( I ) por haberse probado que era “una persona de mentalidad tan baja como para casarse con una negra, denigrando su sangre con esta alianza”.58 Si el matrimonio entre un indio y una negra so consideraba contrario a la “limpieza de sangre”, es fácil imaginar cuál hubiera sido la reacción en el caso de que se tratara de un oficial blanco. No hay ninguna razón para creer que las opiniones de Pombal y del gobierno metropolitano sobre el matrimonio mixto con negros fueran más “ilustradas” que la del virrey. En su li bro ampliamente leído, Angel R osenblat afirma que la políti ca portuguesa “favoreció el mestizaje aún sin consagración religiosa” con el fin de poblar a Br asil.60 Pero no proporciona ninguna prueba que confir me la existencia de una actitud tan extraordinaria por parte de la Corona. Iíl hecho de que administradores negligentes y eclesiásticos inmorales no actuaran contra el concubinato no puede interpretarse como una política. En realidad, la Corona y las autoridades combatieron especialmente las formas perniciosas de la promiscuidad prevaleciente en Brasil —como, 6« Boxer (1963), 64-65, 76-77. 57 Carneiro de Mendonga (1960), 188-189. r>8 C f. Boxer (1963) , 98; Teixeira Soares (1961), 186. Sobre los esfuerzos del gobernador de Pará-Maranháo, Francisco Xavier de Mendonga Furtado, por dar vigor al decreto de 1755, véase Carneiro de Mendonga (1 963) , I I, 759; II I , 948, 977. En las palabras del gobernador: “ .. .este es el verdadero cami no ... de poblar este país enormemente vasto”. 50 Buarque de Holanda (195 6), 58. Cf . el decreto de 1726 que adjudica las postas municipales exclusivamente a blancos casados con blancas. Ibid., 28-29; Boxer (1963), 116-117. 60 Rosenblat (1 954) , I I, 100-101. Su afirmación de que “las leyes portuguesas prohijaban los hijos naturales” merece también un examen detenido; C f. Borah y Cook (1966), 949-952.
LA MEZCLA DE RAZAS
por ejemplo, el alquiler de esclavas en calidad de prostitutas—. Pero no tuvieron éxito en esta lucha.61 Bajo el sistema portugués la posicion l egal de los diferentes grupos étnicos coincidía en un todo con la de estos mismos grupos bajo el sistema español. L a Corona reali zó algunos esfuerzos (en 1688, 1698 y 1714) para prohibir los castigos corporales muy severos aplicados a los esclavos negros, pero por otra parte ni la Corona ni las autoridades prestaron mucha atención a la institución de la esclavitud. .L a abolición de la esclavitud en el Portugal metropolitano, decretada por Pombal en 1761, no afecto a Brasil.1,2All í resultó muy difícil aboli r i ncluso la escla vitud de los^indios. Según una ley de 1570, los indios capturados en guerra justa podían ser esclavizados, pero posteriormente los términos de esta norma fueron modificados en favor de los esclavos. En 1605 y 1609, la esclavitud india fue prohibida categóricamente; no obstante, muy pronto se introdujeron nuevamente modificaciones. L a concesión de que los indi os ya ' esclavizados por otros indios (indios de corda, llamados asi porque se suponía que eran atados con una cuerda), podían a su vez ser esclavizados por los blancos, proporcionó una excusa muy adecuada para la caza de esclavos. E n el Amazonas y el Maranhao, a propósito de la libertad o el cautiverio de los indios, estalló entre ios pobladores blancos y los jesuítas una larga y dramática lucha que concluyó con una especie de compromiso. L os indios para los campos de los primeros y las misiones de los segundos podían ser obtenidos tanto mediante la violencia como por la persuasión pacífi ca.63 Fue du rante la secularización de las misiones jesuíticas en 1755-1758 cuando Pombal declar ó solemnemente la emancipación l egal de los indios, una emancipación sobre el papel que muy pronto demostró ser completamentejlusoria. L a legislación, como las actitudes sociales portuguesas, distinguía cla ramente entre los mestizos y otros i ndivi duos de sangre’ mezclada. Los negros y mulatos libres tenían prohibido llevar armas y vestir ropas costosas. Los delitos cometidos por ell os se castigaban más severamente. Pero a pesar "délos obstáculos algunos pardos encontraron el modo de obtener educación y riqueza. Incluso entre los negros la discri minación usual sufría excepciones. Así, el negro Henrique Dias, héroe de la lu cha de mediados del siglo x v i i contra los holandeses del nordeste, fue aceptado en la Orden de Cristo. En 1759 se otorgó a mulatos distinguidos el privilegio de portar espadas.64 L os esfuerzos de la Corona española para obtener la separación de residencias entre los indi os y el restante elemento humano no tuvieron
equivalentes en Brasil. I ncluso los misioneros jesuítas estaban demasiado estrechamente relacionados con los blancos e individupsjde sangre mezcladas quel os rodeaban como para que buscaran la f ormulación de semejante política. A úñ lált a realizar un estudio objetivo y exhaustivo de la polí tica sociorracial de la Corona en Brasil; gracias al enfoque revisionista del historiador británico C. B. Boxer, el concepto tradicional de una política racial portuguesa coherentemente tolerante ha sido finalmente puesto a prueba. Pero se necesitan investigaciones más sistemáticas para deter minar la medida en que los puntos de vista de Boxer merecen a su vez aceptarse.
61 B°xer (1962), 165. E s verdad no obstante que Nóbrega acusó a otros eclesiás ticos de haber concedido la absolución muy generosamente en casos de concubinato. Nobrega (1955), 102 y passim. 62 Boxer (1962) , 9; (1963) , 100, 103. Pr obablemente la ley se debía de modo pnncipal a las protestas de los trabajadores libres contra la competencia esclava. Verlinden (1955), 839. 63 Boxer (1962), 279-280. 64 Boxer (1962), 166, (1963), 106, 116-117.
V LA SOCIEDAD DE CASTAS: ASCENSO Y DECLINACION La sociedad de castas hispanoamericana
L a sociedad hispanoamericana fue relativamente abierta durante la épo ca de la Conquista, como ya lo hemos visto, pero en el período de la colonización se fue haciendo cada vez más cerrada y rígidamente estrati
sector rural que en el urbano. Pero, según espero poder demostrar, fue el régimen de castas el que continuó proporcionando los valores sociales, y a él le correspondió ser sancionado por las leyes hasta el final del período. No hay ninguna razón para creer que, según aducen los estu diosos marxistas, éste fue sólo un velo muy delgado sobre una realidad de clases económicas y conflictos de clases. Tal enfoque parece en efecto insuficiente e incluso anacrónico para analizar cualquier sociedad occi dental anterior a la Revolución F rancesa.3 Además l a América hispana estaba obviamente retrasada en su evolución social. Como hemos dicho, la sociedad de castas de Hispanoamérica era de un tipo s u i g e n e r i s , pero fue creada transfir iendo al Nuevo M undo la sociedad corporativa, jerár quica, basada en el patrimonio de la Castilla de l a E dad M edia tardía, e imponiéndola a una situación colonial multirracial. Esta realidad colo nial se caracterizaba por la dicotomía de conquistadores y conquistados, amos y siervos o esclavos, y en segundó término, por el cruzamiento entre estos grupos opuestos. Por le tanto, resultaba inevitable que la estratificación social y el status social, se relacionaran estrechamente con la divi sión en grupos étnicos. L a ubicación de los grupos étnicos exis tentes dentro de la estructura social jerárquica dio lugar al surgimiento
LA MEZCLA DE RAZAS
por ejemplo, el alquiler de esclavas en calidad de prostitutas—. Pero no tuvieron éxito en esta lucha.61 Bajo el sistema portugués la posicion l egal de los diferentes grupos étnicos coincidía en un todo con la de estos mismos grupos bajo el sistema español. L a Corona reali zó algunos esfuerzos (en 1688, 1698 y 1714) para prohibir los castigos corporales muy severos aplicados a los esclavos negros, pero por otra parte ni la Corona ni las autoridades prestaron mucha atención a la institución de la esclavitud. .L a abolición de la esclavitud en el Portugal metropolitano, decretada por Pombal en 1761, no afecto a Brasil.1,2All í resultó muy difícil aboli r i ncluso la escla vitud de los^indios. Según una ley de 1570, los indios capturados en guerra justa podían ser esclavizados, pero posteriormente los términos de esta norma fueron modificados en favor de los esclavos. En 1605 y 1609, la esclavitud india fue prohibida categóricamente; no obstante, muy pronto se introdujeron nuevamente modificaciones. L a concesión de que los indi os ya ' esclavizados por otros indios (indios de corda, llamados asi porque se suponía que eran atados con una cuerda), podían a su vez ser esclavizados por los blancos, proporcionó una excusa muy adecuada para la caza de esclavos. E n el Amazonas y el Maranhao, a propósito de la libertad o el cautiverio de los indios, estalló entre ios pobladores blancos y los jesuítas una larga y dramática lucha que concluyó con una especie de compromiso. L os indios para los campos de los primeros y las misiones de los segundos podían ser obtenidos tanto mediante la violencia como por la persuasión pacífi ca.63 Fue du rante la secularización de las misiones jesuíticas en 1755-1758 cuando Pombal declar ó solemnemente la emancipación l egal de los indios, una emancipación sobre el papel que muy pronto demostró ser completamentejlusoria. L a legislación, como las actitudes sociales portuguesas, distinguía cla ramente entre los mestizos y otros i ndivi duos de sangre’ mezclada. Los negros y mulatos libres tenían prohibido llevar armas y vestir ropas costosas. Los delitos cometidos por ell os se castigaban más severamente. Pero a pesar "délos obstáculos algunos pardos encontraron el modo de obtener educación y riqueza. Incluso entre los negros la discri minación usual sufría excepciones. Así, el negro Henrique Dias, héroe de la lu cha de mediados del siglo x v i i contra los holandeses del nordeste, fue aceptado en la Orden de Cristo. En 1759 se otorgó a mulatos distinguidos el privilegio de portar espadas.64 L os esfuerzos de la Corona española para obtener la separación de residencias entre los indi os y el restante elemento humano no tuvieron
equivalentes en Brasil. I ncluso los misioneros jesuítas estaban demasiado estrechamente relacionados con los blancos e individupsjde sangre mezcladas quel os rodeaban como para que buscaran la f ormulación de semejante política. A úñ lált a realizar un estudio objetivo y exhaustivo de la polí tica sociorracial de la Corona en Brasil; gracias al enfoque revisionista del historiador británico C. B. Boxer, el concepto tradicional de una política racial portuguesa coherentemente tolerante ha sido finalmente puesto a prueba. Pero se necesitan investigaciones más sistemáticas para deter minar la medida en que los puntos de vista de Boxer merecen a su vez aceptarse.
61 B°xer (1962), 165. E s verdad no obstante que Nóbrega acusó a otros eclesiás ticos de haber concedido la absolución muy generosamente en casos de concubinato. Nobrega (1955), 102 y passim. 62 Boxer (1962) , 9; (1963) , 100, 103. Pr obablemente la ley se debía de modo pnncipal a las protestas de los trabajadores libres contra la competencia esclava. Verlinden (1955), 839. 63 Boxer (1962), 279-280. 64 Boxer (1962), 166, (1963), 106, 116-117.
V LA SOCIEDAD DE CASTAS: ASCENSO Y DECLINACION La sociedad de castas hispanoamericana
L a sociedad hispanoamericana fue relativamente abierta durante la épo ca de la Conquista, como ya lo hemos visto, pero en el período de la colonización se fue haciendo cada vez más cerrada y rígidamente estrati gi m en d e castas, ficada, hasta convertirse en lo que se llama s o c i e d a d o r é que es, no obstante, notoriamente distinta del pr ototipo de las Indias Orientales. En la América española no hubo una división estricta en. grupos endogámicos. Existía alguna movilidad social vertical y el sistema no gozaba de una sanción religiosa explícita. E n realidad, podemos razonablemente sospechar que el empleo que se hizo en la época de la palabra “casta” para designar los estratos popu lares y de sangre mezclada ha influido sobre los análisis de estudiosos posteriores. Pero “casta” es una palabra ibérica medieval aplicable a todo tipo animal o grupo humano. Cuando los portugueses conocieron el sistema social hindú utilizaron ese término para describirlo, y la deno minación prosperó. Su semántica, por supuesto no siguió siendo la misma 3 cuando la palabra se empleó en el Nuevo Mundo.1 En consecuencia, la sociedad de castas de la América hispana no necesariamente se refiere a castas de estratificación social. L a divi sión de la sociedad en grupos investidos de diferentes status legaX como~faTiibióji lus fnortes privilegios' corporatiVós, sugieren un parecido más estrecho con otro sistema de estratificación, el de Estados. También la movilidad social vertical limi tada de aquella época es coherente con esta pauta. Por otro lado, la correlación europea feudal entre el status socio-legal y la relación con la tierra no resulta aplicable; tampoco había funciones políticas repre sentativas delegadas a los diferentes estratos como en E uropa durante la Edad M edia tardía.2 Es cierto que durante el período colonial puede discernirse un sistema en surgimiento de clases económicas, más en el 1 Corominas (19542, 722-724. E n la comunidad de Vicos, Ancash, Perú, se uti liza la palabra “casta” para designar grupos de parientes consanguíneos. Vázauez (1964). 2 Góngora (1951), 178-183; R. Morse en Hartz (1964), 144; McAlister (1963).
saturaba todo el sistema social jerárquico y contribuía a mantenerlo en vigencia. En lo que respecta al elemento africano, la esclavitud añadía otro estigma y causa de desprecio. L a concepción medieval de la orto doxia religiosa de la “li mpieza de santlrc v rl "oniuTl o de'llñáj e* en la Península Ibérica, fueron transferidos romo rosa común al Nuevo M undo.7 Solamente a los “cri stianos viejos , no sospechosos de ninguna coTifáminación religiosa —judía o musulmana—, se les permitía emigrar a la América hispana. Esta restricción legal hizo que los españoles que llegaban a América adoptaran fácilmente una actitud social definida, y les permiti ó ambicionar cosas que en E uropa eran monopolizadas por la aristocracia. Al mismo tiempo, identificaba a los miembros de piel oscura de los estratos inferiores con los plebeyos “viles” de la sociedad europea tradicional. Nadie ha analizado este proceso mejor que Alexander von Humboldt, el inteligente observador de la América hispana durante los primeros años del siglo xix. “En España es una especie de título de nobleza el no descender ni de judíos ni de moros; en América, la piel, más o menos blanca, decide la clase que ocupa el hombre en la so ciedad. U n blanco, aunque monte descalzo a caball o, se imagina ser de la nobleza del país.” 8 Otro factor de interéss a este respecto ha sido señalado por un historiador español que estudió el antagonismo entre peninsulares y crioll os. L os primeros enrostraban a los últi mos “su gotas
sector rural que en el urbano. Pero, según espero poder demostrar, fue el régimen de castas el que continuó proporcionando los valores sociales, y a él le correspondió ser sancionado por las leyes hasta el final del período. No hay ninguna razón para creer que, según aducen los estu diosos marxistas, éste fue sólo un velo muy delgado sobre una realidad de clases económicas y conflictos de clases. Tal enfoque parece en efecto insuficiente e incluso anacrónico para analizar cualquier sociedad occi dental anterior a la Revolución F rancesa.3 Además l a América hispana estaba obviamente retrasada en su evolución social. Como hemos dicho, la sociedad de castas de Hispanoamérica era de un tipo s u i g e n e r i s , pero fue creada transfir iendo al Nuevo M undo la sociedad corporativa, jerár quica, basada en el patrimonio de la Castilla de l a E dad M edia tardía, e imponiéndola a una situación colonial multirracial. Esta realidad colo nial se caracterizaba por la dicotomía de conquistadores y conquistados, amos y siervos o esclavos, y en segundó término, por el cruzamiento entre estos grupos opuestos. Por le tanto, resultaba inevitable que la estratificación social y el status social, se relacionaran estrechamente con la divi sión en grupos étnicos. L a ubicación de los grupos étnicos exis tentes dentro de la estructura social jerárquica dio lugar al surgimiento de lo que un estudioso chileno llamó ingeniosamente “pigmentocracia”.4 L os indivi duos eran clasificados de acuerdo con el color de su piel; el estrato superior correspondía a los amos blancos. Teóricamente, cada grupo que podía definirse desde el punto de vista racial constituía un estrato social propio. T ero el complejo sistema pigmentocrático emergió lenta y gradual mente. Al principio, como ya lo hemos dicho, prevaleció el dualismo de “cristianos” o “españoles” por un l ado, e “indi os” por el otro. Los pri meros mestizos fueron absorbidos por uno u otro de los grupos parentalcf^. E n 1533 el emperador Car los ordenó a la audiencia de M éxico ¡•ecogcr a todos “los hijos de españoles que hubieren habido en indias ... y anduvieren entre los indios” y darles educación y formación española.5 Y no fueron p ocos los primeros mestizos que merecieron ser aceptados por la sociedad, a pesar de su nacimieñTo ííe| ^inV ó,a~caiisa de naber sido reconocidos por sus padres. Pero el aumento de mestizos ilegí timos, dejados al cuidado de sus madres indias, produje inevitablemente un grupo social que no era aceptado por el grupo paterno ni por el grupo matnnio.-Por otra parte, a los mestizos nacidos en matrimonió,“por lo menos durante el siglo xvi, se los aceptaba como criollos, esto es, “espa ñoles americanos”.6 Era natural, entonces, que la palabra “mestizos” se convir tiera en casi un sinónimo de “hijo il egítimo”. E l desdén y el pre juicio de quienes ocupaban el estrato superior se nutrían fácilmente de la ilegitimidad de nacimiento de los estratos inferiores. Este desdén Como lo hace, por ejemplo, Bagú (1952), 102. Cf . McAlister (1963), 362. / 1 I.tpschütz (1944), 75 y passim, y otras obras del mismo autor. CDFS, I, 147. Véasg también 168. " Agulrio Bcltrán (1946), 250, cree que la distinción entre hijos legítimos de uniones Indo-hispanas (ll amados españoles o criollos) y los ilegítimos (llamados iiinütly.o»), fue establecida hacia 1570.
existió en la América hispana entre elrstatus social f e incluso legal) y el color de la pi el.11 Ún hombre de aquella época, Bartolomé de Góngora, en su libro El Corregidor Sagaz (1656) narra una historia bastante graciosa que ilustra bien las actitudes y prejuicios prevalecientes: “Don J uan Pareja, bien conocido en México por su mucha calidad, canónigo de aquella Santa Iglesia y persona insigne por sus célebres dichos y hechos, paseán dose un día por las calles de aquella ciudad, vio a un anciano mulato bien vestido y con muchas canas. Hizo parar la carroza y llamando al pardo le dijo: ¿C ómo os llamáis? Respondió: Ful ano, y dijo el canónigo: E n cuanto he leído no he hallado que haya Santo mulato, ni lo pueden ser los mulatos. Andad con Dios, que yo os canonizo, porque mulato que parece honrado, y ha llegado a tener tantas canas, y no haberlo ahorcado o muerto a puñaladas, Santo debe ser.” 12
l'ai el siglo x v i i i , el prejuicio sociorracial en Hispanoamérica, como en indas parFéíTen lá misma época, estaba creciendo obviamente. Incluso ...... tan agudo e inteligente como el joven funcionario español Antonio de Ul loa, junto con su compañero J orge J uan —después de su visita al Virreinato del Perú en la década de 1730— propuso que los mestizos, viciosos e inútiles como lo eran en su tierra natal, fueran depor tados ,\ España para constituir algunos regimientos sometidos a discipli na rigurosa. Pero aun así debían ser mantenidos aparte de los blancos, para que no cobraran arrogancia a causa de su familiaridad con ellos.1' .
V LA SOCIEDAD DE CASTAS: ASCENSO Y DECLINACION La sociedad de castas hispanoamericana
L a sociedad hispanoamericana fue relativamente abierta durante la épo ca de la Conquista, como ya lo hemos visto, pero en el período de la colonización se fue haciendo cada vez más cerrada y rígidamente estrati gi m en d e castas, ficada, hasta convertirse en lo que se llama s o c i e d a d o r é que es, no obstante, notoriamente distinta del pr ototipo de las Indias Orientales. En la América española no hubo una división estricta en. grupos endogámicos. Existía alguna movilidad social vertical y el sistema no gozaba de una sanción religiosa explícita. E n realidad, podemos razonablemente sospechar que el empleo que se hizo en la época de la palabra “casta” para designar los estratos popu lares y de sangre mezclada ha influido sobre los análisis de estudiosos posteriores. Pero “casta” es una palabra ibérica medieval aplicable a todo tipo animal o grupo humano. Cuando los portugueses conocieron el sistema social hindú utilizaron ese término para describirlo, y la deno minación prosperó. Su semántica, por supuesto no siguió siendo la misma 3 cuando la palabra se empleó en el Nuevo Mundo.1 En consecuencia, la sociedad de castas de la América hispana no necesariamente se refiere a castas de estratificación social. L a divi sión de la sociedad en grupos investidos de diferentes status legaX como~faTiibióji lus fnortes privilegios' corporatiVós, sugieren un parecido más estrecho con otro sistema de estratificación, el de Estados. También la movilidad social vertical limi tada de aquella época es coherente con esta pauta. Por otro lado, la correlación europea feudal entre el status socio-legal y la relación con la tierra no resulta aplicable; tampoco había funciones políticas repre sentativas delegadas a los diferentes estratos como en E uropa durante la Edad M edia tardía.2 Es cierto que durante el período colonial puede discernirse un sistema en surgimiento de clases económicas, más en el 1 Corominas (19542, 722-724. E n la comunidad de Vicos, Ancash, Perú, se uti liza la palabra “casta” para designar grupos de parientes consanguíneos. Vázauez (1964). 2 Góngora (1951), 178-183; R. Morse en Hartz (1964), 144; McAlister (1963).
saturaba todo el sistema social jerárquico y contribuía a mantenerlo en vigencia. En lo que respecta al elemento africano, la esclavitud añadía otro estigma y causa de desprecio. L a concepción medieval de la orto doxia religiosa de la “li mpieza de santlrc v rl "oniuTl o de'llñáj e* en la Península Ibérica, fueron transferidos romo rosa común al Nuevo M undo.7 Solamente a los “cri stianos viejos , no sospechosos de ninguna coTifáminación religiosa —judía o musulmana—, se les permitía emigrar a la América hispana. Esta restricción legal hizo que los españoles que llegaban a América adoptaran fácilmente una actitud social definida, y les permiti ó ambicionar cosas que en E uropa eran monopolizadas por la aristocracia. Al mismo tiempo, identificaba a los miembros de piel oscura de los estratos inferiores con los plebeyos “viles” de la sociedad europea tradicional. Nadie ha analizado este proceso mejor que Alexander von Humboldt, el inteligente observador de la América hispana durante los primeros años del siglo xix. “En España es una especie de título de nobleza el no descender ni de judíos ni de moros; en América, la piel, más o menos blanca, decide la clase que ocupa el hombre en la so ciedad. U n blanco, aunque monte descalzo a caball o, se imagina ser de la nobleza del país.” 8 Otro factor de interéss a este respecto ha sido señalado por un historiador español que estudió el antagonismo entre peninsulares y crioll os. L os primeros enrostraban a los últi mos “su gotas de sangre mestiza, y en consecuencia exageraron unos y otros su orgullo racial de blancos con el correlativo desprecio para la gente de color”.9 El prejuicio y la terminología sociorracial
F recuentemente se encuentra el argumento de que el prejui cio en la sociedad hispanoamericana colonial era de naturaleza social y no racial, puesto que respondía al hecho de que los blancos ocuparan el estrato superior.10 Puede ser cierto que este prejuicio, como regla, no expre sara en sí repugnancia con respecto a ciertos fenotipos definidos. Pero es indudablemente azaroso si no imposible distinguir con claridad entre el prejuicio racial y el prejuicio social: este último con mucha frecuencia precede al pri mero. In cluso aunque no se acepte la posici ón marxista según la cual el prejuicio es solamente una invención destinada a defen der el propio interés económico, la controversia en su totalidad parece carecer por completo de interés. Lo que interesa es la relación que 7 L a distinción que traza Aguir re Beltrán (1946) , 271, entre los “cristianos viejos” y los de “sangre pura” difícilmente se justifica, puesto que ambos conceptos se basan en un criterio religioso. 8 Humboldt ( 1941 ), I I, 262. E l virrey del Perú se quejaba en 1806 de que mu chos ‘polizones” llegaron de E spaña atraídos por “la mayor consideración quedandiscernimiento disfrutan en estos países por la sola calidad de color blanc o. . . ” Romero ( 190 1), 37. Sobre el orgullo sociorracial de que estaba imbuida la “socie dad de castas”, J uan y Ulloa (1768) , I , 32, informan: “Todas las personas son tan celosas del orden de su tribu o casta que si incluso inadvertidamente, sin la menor intención de ofender, se denomina a una de ellas con la designación correspondiente a un grado inferior del que le corresponde, se considera sumamente injuriada. . . ” 9 G. Céspedes en Vicens Vives, II I (19 57) , 503. 10 También lo afirma Konetzke (1946b), 229.
observador de la época señala que en el Paraguay los habitantes eran muy disti nguidos [de modo] que no conviene llamarles mestizos sino del nombre que dios se precian que es m on t a ñeses-. 17 L a nomenh leS tf • CaStaSdesarrollándose con el tiempo. Presenta jiota“ diferencias y variaciones regionales.18 Como ejemplo presentamos la lista siguiente que corresponde a la Nueva España del siglo x v i i i : 1. De español e india, mestizo 2. De mestizo y española, castizo 3. De castiza y español, español i» 4. D e española y negro, mulato 2 0 5. De español y mulata, morisco 2 1 6. De morisca y español, albino 7. De español y albina, torna atrás 8. De indio y torna atrás, lobo 9. De lobo e india, zambaigo 10. De zambaigo e india, cambujo 5® c®m^>uJ ° y mulata, albarazado 12. De albarazado y mulata, barcino 13. De barcino y mulata, coyote 14. De mujer coyote e indio, chamiso 15. De chamisa y mestizo, coyote mestizo De coyote mestizo y mulata, ahí te estás
d i eTt¡st„ tZdóri0neS
la
sector rural que en el urbano. Pero, según espero poder demostrar, fue el régimen de castas el que continuó proporcionando los valores sociales, y a él le correspondió ser sancionado por las leyes hasta el final del período. No hay ninguna razón para creer que, según aducen los estu diosos marxistas, éste fue sólo un velo muy delgado sobre una realidad de clases económicas y conflictos de clases. Tal enfoque parece en efecto insuficiente e incluso anacrónico para analizar cualquier sociedad occi dental anterior a la Revolución F rancesa.3 Además l a América hispana estaba obviamente retrasada en su evolución social. Como hemos dicho, la sociedad de castas de Hispanoamérica era de un tipo s u i g e n e r i s , pero fue creada transfir iendo al Nuevo M undo la sociedad corporativa, jerár quica, basada en el patrimonio de la Castilla de l a E dad M edia tardía, e imponiéndola a una situación colonial multirracial. Esta realidad colo nial se caracterizaba por la dicotomía de conquistadores y conquistados, amos y siervos o esclavos, y en segundó término, por el cruzamiento entre estos grupos opuestos. Por le tanto, resultaba inevitable que la estratificación social y el status social, se relacionaran estrechamente con la divi sión en grupos étnicos. L a ubicación de los grupos étnicos exis tentes dentro de la estructura social jerárquica dio lugar al surgimiento de lo que un estudioso chileno llamó ingeniosamente “pigmentocracia”.4 L os indivi duos eran clasificados de acuerdo con el color de su piel; el estrato superior correspondía a los amos blancos. Teóricamente, cada grupo que podía definirse desde el punto de vista racial constituía un estrato social propio. T ero el complejo sistema pigmentocrático emergió lenta y gradual mente. Al principio, como ya lo hemos dicho, prevaleció el dualismo de “cristianos” o “españoles” por un l ado, e “indi os” por el otro. Los pri meros mestizos fueron absorbidos por uno u otro de los grupos parentalcf^. E n 1533 el emperador Car los ordenó a la audiencia de M éxico ¡•ecogcr a todos “los hijos de españoles que hubieren habido en indias ... y anduvieren entre los indios” y darles educación y formación española.5 Y no fueron p ocos los primeros mestizos que merecieron ser aceptados por la sociedad, a pesar de su nacimieñTo ííe| ^inV ó,a~caiisa de naber sido reconocidos por sus padres. Pero el aumento de mestizos ilegí timos, dejados al cuidado de sus madres indias, produje inevitablemente un grupo social que no era aceptado por el grupo paterno ni por el grupo matnnio.-Por otra parte, a los mestizos nacidos en matrimonió,“por lo menos durante el siglo xvi, se los aceptaba como criollos, esto es, “espa ñoles americanos”.6 Era natural, entonces, que la palabra “mestizos” se convir tiera en casi un sinónimo de “hijo il egítimo”. E l desdén y el pre juicio de quienes ocupaban el estrato superior se nutrían fácilmente de la ilegitimidad de nacimiento de los estratos inferiores. Este desdén Como lo hace, por ejemplo, Bagú (1952), 102. Cf . McAlister (1963), 362. / 1 I.tpschütz (1944), 75 y passim, y otras obras del mismo autor. CDFS, I, 147. Véasg también 168. " Agulrio Bcltrán (1946), 250, cree que la distinción entre hijos legítimos de uniones Indo-hispanas (ll amados españoles o criollos) y los ilegítimos (llamados iiinütly.o»), fue establecida hacia 1570.
existió en la América hispana entre elrstatus social f e incluso legal) y el color de la pi el.11 Ún hombre de aquella época, Bartolomé de Góngora, en su libro El Corregidor Sagaz (1656) narra una historia bastante graciosa que ilustra bien las actitudes y prejuicios prevalecientes: “Don J uan Pareja, bien conocido en México por su mucha calidad, canónigo de aquella Santa Iglesia y persona insigne por sus célebres dichos y hechos, paseán dose un día por las calles de aquella ciudad, vio a un anciano mulato bien vestido y con muchas canas. Hizo parar la carroza y llamando al pardo le dijo: ¿C ómo os llamáis? Respondió: Ful ano, y dijo el canónigo: E n cuanto he leído no he hallado que haya Santo mulato, ni lo pueden ser los mulatos. Andad con Dios, que yo os canonizo, porque mulato que parece honrado, y ha llegado a tener tantas canas, y no haberlo ahorcado o muerto a puñaladas, Santo debe ser.” 12
l'ai el siglo x v i i i , el prejuicio sociorracial en Hispanoamérica, como en indas parFéíTen lá misma época, estaba creciendo obviamente. Incluso ...... tan agudo e inteligente como el joven funcionario español Antonio de Ul loa, junto con su compañero J orge J uan —después de su visita al Virreinato del Perú en la década de 1730— propuso que los mestizos, viciosos e inútiles como lo eran en su tierra natal, fueran depor tados ,\ España para constituir algunos regimientos sometidos a discipli na rigurosa. Pero aun así debían ser mantenidos aparte de los blancos, para que no cobraran arrogancia a causa de su familiaridad con ellos.1' 1.1 desdén qué españoles y criollos sentían por los mestizos y las otras "casias” era ilimitado. Sólo unas pocas figuras excepcionales, como rl deán Antonio García Redondo, de Guatemala, y el obispo Manuel Abad v Onripo, de Michoacán, México, supieron comprender que si las "i astas" tenían malas costumbres, sus actos eran explicables por la disi ilminación legal y la pobreza que soportaban.14 .
I a terminología sociorracial, que se hizo más precisa en el siglo x v i i i , nlrmpre reflejó desprecio.15 Ya el inca Garcilaso de la Vega afir maba en las I n di as... ‘sois un m estizo ...’ lo toman por menosprecio”. 10 Inca afirma que el término “mestizo”, “impuesto por nuestros padres” v i el ei ente a la fusión raci al de dos grandes pu eblos, a él solo le produce Hi|Milln 111 Sin duda, la reacci ón opuesta era mucho más frecuente. Un
II I ii posición marxista está inteligentemente representada por Bagú ( 1952), 54. Nnlite d prejuicio en general, véase Allport (1958). uigora (19 60) , 235. Aunque el autor admite que había algunos mestizos, iiiii ImIm'i y negros buenos, declara que “la mayor parte suelen ser ingratos y desiitmi'li i l i l i u n gran defecto en la sociedad jerárquica. 11 111un v Ull oa (1953), 133-134. Una proposición similar hizo en el año 1575 un linde iimhsIitio. Lissón Chávez, n9 10, 798. El virr ey Revillagigedo (hi jo) se lamenIhIhi i a 17111 do la falta en Nueva España de inmigrantes europeos, los que “hubieiiiii |ii>1 1liti■mejorar de muchos modos la raza de los indios”. También afirma que lim iii’iíiiii "en todos sentidos han afeado y empeorado la casta india, y han sido minen \ principio do tantas castas deformes como se ven en estos r ei n os ...” I n s - i mi. latí. ■ II . ( 1873), 52. " .......... i ( 1005), 39-42. Amilrrn Beltrán (1946), 72. Vi mi ( 10(59), 566-567. L a palabra “mestizo” deriva de m i x t i c i u s (del latín 11 ) v «Implemento significa “mezclado”. Coraminas, II I, 315-316. v11 1u■
Estos ejemplos de ningún modo agotan la terminología. Existen docu mentados innumerables nombres más o menos extraños: no te entiendo, tente en el aire, jíbaro, tresalbo, jarocho, sambo prieto, lunarejo, mequimixt, rayado, etcétera.23 Debemos dejar en claro que es imposibl e tomar en serio todas estas denominaciones. Las encontramos sobre todo en las notas explicativas correspondientes a cierto número de bien conocidos cuadros sobre el cruzamiento racial en la Hispanoamérica del siglo x v i i i , conservadas en la actualidad en los museos de M éxico, Madrid y Viena. También aparecen en obras de autores eruditos de la época. En otras palabras, la mayor parte de esas expresiones son artificiales, producto ilc la inventiva de unos pocos intelectuales y artistas. Además ilustran el interés casi patológico por la genealogía que es característico de esa «•poca. L os cuadros con fr ecuencia presentan un contraste sorprendente, 1 ('presentando de modo realista a cada individuo con su ropa peculiar, pero en las más improbables combinaciones de sujetos, especialmente absurdas en aquell os días: por ejemplo, la de un español elegantemente vestido con una negra o una india cubierta asimismo con ropas típicas. I'.slo sugiere que se trata de un género artístico de entretenimiento, mas propio del exotieismo y rococó del siglo x v i i i que de un esfuerzo serio por presentar la realidad social de las Indias. I ,a complejidad y confusión de l a nomenclatura-erudita demuestra convincentemente que el criterio genealógico de clasificación "étnica
saturaba todo el sistema social jerárquico y contribuía a mantenerlo en vigencia. En lo que respecta al elemento africano, la esclavitud añadía otro estigma y causa de desprecio. L a concepción medieval de la orto doxia religiosa de la “li mpieza de santlrc v rl "oniuTl o de'llñáj e* en la Península Ibérica, fueron transferidos romo rosa común al Nuevo M undo.7 Solamente a los “cri stianos viejos , no sospechosos de ninguna coTifáminación religiosa —judía o musulmana—, se les permitía emigrar a la América hispana. Esta restricción legal hizo que los españoles que llegaban a América adoptaran fácilmente una actitud social definida, y les permiti ó ambicionar cosas que en E uropa eran monopolizadas por la aristocracia. Al mismo tiempo, identificaba a los miembros de piel oscura de los estratos inferiores con los plebeyos “viles” de la sociedad europea tradicional. Nadie ha analizado este proceso mejor que Alexander von Humboldt, el inteligente observador de la América hispana durante los primeros años del siglo xix. “En España es una especie de título de nobleza el no descender ni de judíos ni de moros; en América, la piel, más o menos blanca, decide la clase que ocupa el hombre en la so ciedad. U n blanco, aunque monte descalzo a caball o, se imagina ser de la nobleza del país.” 8 Otro factor de interéss a este respecto ha sido señalado por un historiador español que estudió el antagonismo entre peninsulares y crioll os. L os primeros enrostraban a los últi mos “su gotas de sangre mestiza, y en consecuencia exageraron unos y otros su orgullo racial de blancos con el correlativo desprecio para la gente de color”.9 El prejuicio y la terminología sociorracial
F recuentemente se encuentra el argumento de que el prejui cio en la sociedad hispanoamericana colonial era de naturaleza social y no racial, puesto que respondía al hecho de que los blancos ocuparan el estrato superior.10 Puede ser cierto que este prejuicio, como regla, no expre sara en sí repugnancia con respecto a ciertos fenotipos definidos. Pero es indudablemente azaroso si no imposible distinguir con claridad entre el prejuicio racial y el prejuicio social: este último con mucha frecuencia precede al pri mero. In cluso aunque no se acepte la posici ón marxista según la cual el prejuicio es solamente una invención destinada a defen der el propio interés económico, la controversia en su totalidad parece carecer por completo de interés. Lo que interesa es la relación que 7 L a distinción que traza Aguir re Beltrán (1946) , 271, entre los “cristianos viejos” y los de “sangre pura” difícilmente se justifica, puesto que ambos conceptos se basan en un criterio religioso. 8 Humboldt ( 1941 ), I I, 262. E l virrey del Perú se quejaba en 1806 de que mu chos ‘polizones” llegaron de E spaña atraídos por “la mayor consideración quedandiscernimiento disfrutan en estos países por la sola calidad de color blanc o. . . ” Romero ( 190 1), 37. Sobre el orgullo sociorracial de que estaba imbuida la “socie dad de castas”, J uan y Ulloa (1768) , I , 32, informan: “Todas las personas son tan celosas del orden de su tribu o casta que si incluso inadvertidamente, sin la menor intención de ofender, se denomina a una de ellas con la designación correspondiente a un grado inferior del que le corresponde, se considera sumamente injuriada. . . ” 9 G. Céspedes en Vicens Vives, II I (19 57) , 503. 10 También lo afirma Konetzke (1946b), 229.
observador de la época señala que en el Paraguay los habitantes eran muy disti nguidos [de modo] que no conviene llamarles mestizos sino del nombre que dios se precian que es m on t a ñeses-. 17 L a nomenh leS tf • CaStaSdesarrollándose con el tiempo. Presenta jiota“ diferencias y variaciones regionales.18 Como ejemplo presentamos la lista siguiente que corresponde a la Nueva España del siglo x v i i i : 1. De español e india, mestizo 2. De mestizo y española, castizo 3. De castiza y español, español i» 4. D e española y negro, mulato 2 0 5. De español y mulata, morisco 2 1 6. De morisca y español, albino 7. De español y albina, torna atrás 8. De indio y torna atrás, lobo 9. De lobo e india, zambaigo 10. De zambaigo e india, cambujo 5® c®m^>uJ ° y mulata, albarazado 12. De albarazado y mulata, barcino 13. De barcino y mulata, coyote 14. De mujer coyote e indio, chamiso 15. De chamisa y mestizo, coyote mestizo De coyote mestizo y mulata, ahí te estás
d i . eTt¡st„ tZdóri0neS
la
1. De español e india, mestizo 2. De español y mestiza, cuarterón de mestizo 3. De español y cuarterona de mestizo, quinterón i E l 2 S ! y
6. 7. . 10 lu.
De español De españo De español TV D e mestizo
“ ■» "> ° ' « — y mulata, cuarterón de mulato y cuarterona de mulato, quinterón y quinterona de mulato, requinterón ro1 na de mulato, gente blanca Y e re‘?Ulntl india, cholo
« i » * • mesti zo
11. De mulato e india, chino 2 2 5 e esPañ°l y chi na, cuarterón de chino i a r^ e negro e india, sambo de indio 14. De negro y mulata, zambo
existió en la América hispana entre elrstatus social f e incluso legal) y el color de la pi el.11 Ún hombre de aquella época, Bartolomé de Góngora, en su libro El Corregidor Sagaz (1656) narra una historia bastante graciosa que ilustra bien las actitudes y prejuicios prevalecientes: “Don J uan Pareja, bien conocido en México por su mucha calidad, canónigo de aquella Santa Iglesia y persona insigne por sus célebres dichos y hechos, paseán dose un día por las calles de aquella ciudad, vio a un anciano mulato bien vestido y con muchas canas. Hizo parar la carroza y llamando al pardo le dijo: ¿C ómo os llamáis? Respondió: Ful ano, y dijo el canónigo: E n cuanto he leído no he hallado que haya Santo mulato, ni lo pueden ser los mulatos. Andad con Dios, que yo os canonizo, porque mulato que parece honrado, y ha llegado a tener tantas canas, y no haberlo ahorcado o muerto a puñaladas, Santo debe ser.” 12
l'ai el siglo x v i i i , el prejuicio sociorracial en Hispanoamérica, como en indas parFéíTen lá misma época, estaba creciendo obviamente. Incluso ...... tan agudo e inteligente como el joven funcionario español Antonio de Ul loa, junto con su compañero J orge J uan —después de su visita al Virreinato del Perú en la década de 1730— propuso que los mestizos, viciosos e inútiles como lo eran en su tierra natal, fueran depor tados ,\ España para constituir algunos regimientos sometidos a discipli na rigurosa. Pero aun así debían ser mantenidos aparte de los blancos, para que no cobraran arrogancia a causa de su familiaridad con ellos.1' 1.1 desdén qué españoles y criollos sentían por los mestizos y las otras "casias” era ilimitado. Sólo unas pocas figuras excepcionales, como rl deán Antonio García Redondo, de Guatemala, y el obispo Manuel Abad v Onripo, de Michoacán, México, supieron comprender que si las "i astas" tenían malas costumbres, sus actos eran explicables por la disi ilminación legal y la pobreza que soportaban.14 .
I a terminología sociorracial, que se hizo más precisa en el siglo x v i i i , nlrmpre reflejó desprecio.15 Ya el inca Garcilaso de la Vega afir maba en las I n di as... ‘sois un m estizo ...’ lo toman por menosprecio”. 10 Inca afirma que el término “mestizo”, “impuesto por nuestros padres” v i el ei ente a la fusión raci al de dos grandes pu eblos, a él solo le produce Hi|Milln 111 Sin duda, la reacci ón opuesta era mucho más frecuente. Un
II I ii posición marxista está inteligentemente representada por Bagú ( 1952), 54. Nnlite d prejuicio en general, véase Allport (1958). uigora (19 60) , 235. Aunque el autor admite que había algunos mestizos, iiiii ImIm'i y negros buenos, declara que “la mayor parte suelen ser ingratos y desiitmi'li i l i l i u n gran defecto en la sociedad jerárquica. 11 111un v Ull oa (1953), 133-134. Una proposición similar hizo en el año 1575 un linde iimhsIitio. Lissón Chávez, n9 10, 798. El virr ey Revillagigedo (hi jo) se lamenIhIhi i a 17111 do la falta en Nueva España de inmigrantes europeos, los que “hubieiiiii |ii>1 1liti■mejorar de muchos modos la raza de los indios”. También afirma que lim iii’iíiiii "en todos sentidos han afeado y empeorado la casta india, y han sido minen \ principio do tantas castas deformes como se ven en estos r ei n os ...” I n s - i mi. latí. ■ II . ( 1873), 52. " .......... i ( 1005), 39-42. Amilrrn Beltrán (1946), 72. Vi mi ( 10(59), 566-567. L a palabra “mestizo” deriva de m i x t i c i u s (del latín 11 ) v «Implemento significa “mezclado”. Coraminas, II I, 315-316. v11 1u■
Estos ejemplos de ningún modo agotan la terminología. Existen docu mentados innumerables nombres más o menos extraños: no te entiendo, tente en el aire, jíbaro, tresalbo, jarocho, sambo prieto, lunarejo, mequimixt, rayado, etcétera.23 Debemos dejar en claro que es imposibl e tomar en serio todas estas denominaciones. Las encontramos sobre todo en las notas explicativas correspondientes a cierto número de bien conocidos cuadros sobre el cruzamiento racial en la Hispanoamérica del siglo x v i i i , conservadas en la actualidad en los museos de M éxico, Madrid y Viena. También aparecen en obras de autores eruditos de la época. En otras palabras, la mayor parte de esas expresiones son artificiales, producto ilc la inventiva de unos pocos intelectuales y artistas. Además ilustran el interés casi patológico por la genealogía que es característico de esa «•poca. L os cuadros con fr ecuencia presentan un contraste sorprendente, 1 ('presentando de modo realista a cada individuo con su ropa peculiar, pero en las más improbables combinaciones de sujetos, especialmente absurdas en aquell os días: por ejemplo, la de un español elegantemente vestido con una negra o una india cubierta asimismo con ropas típicas. I'.slo sugiere que se trata de un género artístico de entretenimiento, mas propio del exotieismo y rococó del siglo x v i i i que de un esfuerzo serio por presentar la realidad social de las Indias. I ,a complejidad y confusión de l a nomenclatura-erudita demuestra convincentemente que el criterio genealógico de clasificación "étnica Imhía llegado a adquirir un carácter completamente absurdo, especial mente en lo referentes las personas que muy a menudo eran hijos ilei'jl imos.^Por otra parte, sobre la base del fenoti po o aspecto físico sola mente, eran pocas las distinciones que podían hacerse. Quizá de todas Lis denominaciones mencionadas anteriormente, junto a las básicas de •spafiol, mestizo, mulato, indio y zambo, las únicas utilizadas con fre*nencia eran las de coyote y cholo, que designaban al mestizo oscuro y ni castizo o mestizo claro, respectivamente. L os párr ocos generalmente llevaban tres registros separados, uno para los “españoles”, otro para las 1 asías de mezcla”, y un tercero para l os “indios”.24 En estos registros ■ ,e clasi ficaban a las personas, aproximadamente, según las categorías básicas que acabamos de mencionar. Hh m i
17 Cardozo (1959), 69.
i73-m
' "
Ae",m
<«"•>,
gimen de castas^de"™^ cónc^dóí^adJ ta eftrSTa°" C M a aIS° 'T í ^ ^ T¿' incl uida a continuación, números 4 y 9 ‘ nomenclatur a peruana, co n ^dela m S Í C o r o ti ^n ^S s : 9UC C°mPara d °rÍgen híbrid° del ™ lato
y estratificación social
, .
siones^on l^palabra españok qu íd efisn a “T ^ ^ térmi?° para evitar c°nfu22 Según H u m b o l d t T (19ü ) f e / l t 81-82' se los llamaba chinos tanto en México como’ en Per,f t m<íl a y negro expresión venezolana. Perú, mientras que zambo era una
•HiUmmitti.
McAliltor (1963), 356.
LA MEZCLA DE RAZAS
que la distinción entre mestizos, por un lado, y negros, mulatos y zambos libres, por el otro, es demasiado importante como para ignorarla. El obispo de Caracas afirmó en 1805: “en estas provincias, los mulatos nunca han sido considerados mestizos ni confundidos con el los ... ” & los mestizos se les asignaba una ubicación próxima a los blancos, pero los mulatos oran considerados “adecuados para el servicio, sea en el trabajo _esclavo o en tareas que no exigieraji ^s B l í i í í ^’esp^ial-es”.26 Cr eo que estas dos escalas de clasificación pueden distinguirse claramente dentro de la sociedad de castas; una de ellas estaba sancionada ep la ley, la otra correspondía al status social. Aunque los blancos ocupaban la posición superior en ambas, las diferencias son obvias: A. 1. 23. 4. 5.
Condi ción l egal
Españoles Indios Mestizos Negros libres, mulatos y zambos Esclavos
B. Status social . Españoles peninsulares 2. Cri ollos 3 , Mestizos 4. Mulatos, zambos negros libres 5. Esclavos 6. Indi os (que no fueran caciques, etc.)
1
Aunque legalmente superiores a los individuos de sangre mixta, y en especial a los de origen africano, la posición social de los indios era sin
EN LA HISTORIA DE AMERICA LATINA
67
rentes tipos de trabajo no calificado v nesado.30 Pero estos esfuerzos para identificar las “castas” de acuerdo con su función social y económica implican necesariamente generalizaciones que a veces están en contra dicción con las pruebas históricas. Dos ejemplos ilustrarán el carácter sorprendentemente complejo de la estructura social llamada sociedad de castas”. L os indios que viví an en el distr ito de E l Cercado, en L ima, poseían un número impresionante ele esclavos negros. Por otra parte, los granjeros negros~del Al to PeTúT ültivaban las tierras con la ayuda de indios yanaconas que eran siervos suyos.3i Para examinar con plenitud de sentido la relación entre casta y función socioeconomica , es impor tante plantear la cuestión de si a los miembros de los diferentes grupos étnicos que cumplían una misma tarea se les pagaban salarios discri minatorios. Pero la poca información disponible al respecto es contra dictoria.32 Es obvio que antes de realizar un análisis más serio de las' relaciones entre grupo étnico y funciones económicas y ocupacionales se necesita mucha más investigación imparcial. De una manera que también era natural en la E uropa de aquellos días, cada una de las castas se distinguía más o menos por su ^¿e¿tiiVicnía. Las quejas interminables de las autoridades acerca del hecho de que las castas inferiores se excedieran en cuestiones de vestimenta tienen equivalentes europeos. En 1681 el virrey del Perú informo deta
observador de la época señala que en el Paraguay los habitantes eran muy disti nguidos [de modo] que no conviene llamarles mestizos sino del nombre que dios se precian que es m on t a ñeses-. 17 L a nomenh leS tf • CaStaSdesarrollándose con el tiempo. Presenta jiota“ diferencias y variaciones regionales.18 Como ejemplo presentamos la lista siguiente que corresponde a la Nueva España del siglo x v i i i : 1. De español e india, mestizo 2. De mestizo y española, castizo 3. De castiza y español, español i» 4. D e española y negro, mulato 2 0 5. De español y mulata, morisco 2 1 6. De morisca y español, albino 7. De español y albina, torna atrás 8. De indio y torna atrás, lobo 9. De lobo e india, zambaigo 10. De zambaigo e india, cambujo 5® c®m^>uJ ° y mulata, albarazado 12. De albarazado y mulata, barcino 13. De barcino y mulata, coyote 14. De mujer coyote e indio, chamiso 15. De chamisa y mestizo, coyote mestizo De coyote mestizo y mulata, ahí te estás
d i . eTt¡st„ tZdóri0neS
la
1. De español e india, mestizo 2. De español y mestiza, cuarterón de mestizo 3. De español y cuarterona de mestizo, quinterón i E l 2 S ! y
6. 7. . 10 lu.
De español De españo De español TV D e mestizo
“ ■» "> ° ' « — y mulata, cuarterón de mulato y cuarterona de mulato, quinterón y quinterona de mulato, requinterón ro1 na de mulato, gente blanca Y e re‘?Ulntl india, cholo
« i » * • mesti zo
11. De mulato e india, chino 2 2 5 e esPañ°l y chi na, cuarterón de chino i a r^ e negro e india, sambo de indio 14. De negro y mulata, zambo
Estos ejemplos de ningún modo agotan la terminología. Existen docu mentados innumerables nombres más o menos extraños: no te entiendo, tente en el aire, jíbaro, tresalbo, jarocho, sambo prieto, lunarejo, mequimixt, rayado, etcétera.23 Debemos dejar en claro que es imposibl e tomar en serio todas estas denominaciones. Las encontramos sobre todo en las notas explicativas correspondientes a cierto número de bien conocidos cuadros sobre el cruzamiento racial en la Hispanoamérica del siglo x v i i i , conservadas en la actualidad en los museos de M éxico, Madrid y Viena. También aparecen en obras de autores eruditos de la época. En otras palabras, la mayor parte de esas expresiones son artificiales, producto ilc la inventiva de unos pocos intelectuales y artistas. Además ilustran el interés casi patológico por la genealogía que es característico de esa «•poca. L os cuadros con fr ecuencia presentan un contraste sorprendente, 1 ('presentando de modo realista a cada individuo con su ropa peculiar, pero en las más improbables combinaciones de sujetos, especialmente absurdas en aquell os días: por ejemplo, la de un español elegantemente vestido con una negra o una india cubierta asimismo con ropas típicas. I'.slo sugiere que se trata de un género artístico de entretenimiento, mas propio del exotieismo y rococó del siglo x v i i i que de un esfuerzo serio por presentar la realidad social de las Indias. I ,a complejidad y confusión de l a nomenclatura-erudita demuestra convincentemente que el criterio genealógico de clasificación "étnica Imhía llegado a adquirir un carácter completamente absurdo, especial mente en lo referentes las personas que muy a menudo eran hijos ilei'jl imos.^Por otra parte, sobre la base del fenoti po o aspecto físico sola mente, eran pocas las distinciones que podían hacerse. Quizá de todas Lis denominaciones mencionadas anteriormente, junto a las básicas de •spafiol, mestizo, mulato, indio y zambo, las únicas utilizadas con fre*nencia eran las de coyote y cholo, que designaban al mestizo oscuro y ni castizo o mestizo claro, respectivamente. L os párr ocos generalmente llevaban tres registros separados, uno para los “españoles”, otro para las 1 asías de mezcla”, y un tercero para l os “indios”.24 En estos registros ■ ,e clasi ficaban a las personas, aproximadamente, según las categorías básicas que acabamos de mencionar. Hh m i
17 Cardozo (1959), 69.
i73-m
' "
Ae",m
<«"•>,
gimen de castas^de"™^ cónc^dóí^adJ ta eftrSTa°" C M a aIS° 'T í ^ ^ T¿' incl uida a continuación, números 4 y 9 ‘ nomenclatur a peruana, co n ^dela m S Í C o r o ti ^n ^S s : 9UC C°mPara d °rÍgen híbrid° del ™ lato
y estratificación social
, .
siones^on l^palabra españok qu íd efisn a “T ^ ^ térmi?° para evitar c°nfu22 Según H u m b o l d t T (19ü ) f e / l t 81-82' se los llamaba chinos tanto en México como’ en Per,f t m<íl a y negro expresión venezolana. Perú, mientras que zambo era una
•HiUmmitti.
McAliltor (1963), 356.
LA MEZCLA DE RAZAS
que la distinción entre mestizos, por un lado, y negros, mulatos y zambos libres, por el otro, es demasiado importante como para ignorarla. El obispo de Caracas afirmó en 1805: “en estas provincias, los mulatos nunca han sido considerados mestizos ni confundidos con el los ... ” & los mestizos se les asignaba una ubicación próxima a los blancos, pero los mulatos oran considerados “adecuados para el servicio, sea en el trabajo _esclavo o en tareas que no exigieraji ^s B l í i í í ^’esp^ial-es”.26 Cr eo que estas dos escalas de clasificación pueden distinguirse claramente dentro de la sociedad de castas; una de ellas estaba sancionada ep la ley, la otra correspondía al status social. Aunque los blancos ocupaban la posición superior en ambas, las diferencias son obvias: A. 1. 23. 4. 5.
Condi ción l egal
Españoles Indios Mestizos Negros libres, mulatos y zambos Esclavos
B. Status social . Españoles peninsulares 2. Cri ollos 3 , Mestizos 4. Mulatos, zambos negros libres 5. Esclavos 6. Indi os (que no fueran caciques, etc.)
1
Aunque legalmente superiores a los individuos de sangre mixta, y en especial a los de origen africano, la posición social de los indios era sin duda la inferi or. Las castas sabían hablar castellano y de ellas salían los criados, esclavos o asalariados de los españoles. En consecuencia, según las palabras de J osé Miranda, aparecían, “a los ojos de los indí genas como reflejos de la autori dad de sus amos”.27 I ncluso algunos observadores de aquella época advirtieron la contradicción que existía entre el^status social y el status legal. H ablando sobre las condiciones en el R io de la Plata, F élix de Azara observa que “las leyes ponen al mulato en la ultima clase, después de los europeos y sus hijos, de los indios, mestizos y aun negros; pero la opinión corriente los gradúa igua les a los negros y mestizos y superiores a los indios”.28 ¿Que especiales funciones socioeconómicas y ocupacionales llenaban los diferentes grupos socioétnicos? Los autores marxi stas—para qui enes el aspecto económico es el más importante— y otros, han tratado de identifi car l as castas por su función. E stá claro, desde luego, que los peninsulares y criollos se reservaban las funciones aristocráticas, dejando las otras tareas a los plebeyos”.29 I ncluso es posible advertir una pauta másjJ eiall ada, en la cu
Discriminación y matrimonio mixto
L as diferentes castas eran también separadas mediante recursos bien conocidos por todas las sociedades discriminatorias.'El virrey del Perú, durante el siglo x v i i i , recibía a sus visitantes blancos en un salón, y a los indios y personas de sangre mezclada en otro. En Caracas, hacia 1800, los blancos oían misa en la Catedral, los pardos en otra iglesia, y los negros en una tercera.,i(i De acuerdo con una decisión del Cabildo pro mulgada en r?23, la escuela primaria de Buenos Aires era estrictamente discriminatoria. Solo se debía enseñar a leer y escribir a los niños blancos e indios, mientras que los mestizos y mulatos recibían sólo instrucción sobre el dogma cristiano; además estos grupos se mantenían separados cuando el maestro los llevaba a reuniones públicas.37 L a discriminación fue también fácilmente introducida en la sociedad colonial por las numerosas y diversas corporaciones —por ejemplo, los gremios y cofradías (hermandades religiosas), los consulados (asocia ciones de comerciantes), las universidades y la I glesia en todas sus ramas—. Los gremios más disti nguidos, como el de los plateros, eran por supuesto especialmente exclusivistas en su política de admisión. Por otra parte la repugnancia de los “españoles” a realizar trabajos manuales conducía necesariamente a que las personas de piel oscura ingresaran en los gremios a pesar de los esfuerzos segregacioni stas.38 A su vez los
EN LA HISTORIA DE AMERICA LATINA
67
rentes tipos de trabajo no calificado v nesado.30 Pero estos esfuerzos para identificar las “castas” de acuerdo con su función social y económica implican necesariamente generalizaciones que a veces están en contra dicción con las pruebas históricas. Dos ejemplos ilustrarán el carácter sorprendentemente complejo de la estructura social llamada sociedad de castas”. L os indios que viví an en el distr ito de E l Cercado, en L ima, poseían un número impresionante ele esclavos negros. Por otra parte, los granjeros negros~del Al to PeTúT ültivaban las tierras con la ayuda de indios yanaconas que eran siervos suyos.3i Para examinar con plenitud de sentido la relación entre casta y función socioeconomica , es impor tante plantear la cuestión de si a los miembros de los diferentes grupos étnicos que cumplían una misma tarea se les pagaban salarios discri minatorios. Pero la poca información disponible al respecto es contra dictoria.32 Es obvio que antes de realizar un análisis más serio de las' relaciones entre grupo étnico y funciones económicas y ocupacionales se necesita mucha más investigación imparcial. De una manera que también era natural en la E uropa de aquellos días, cada una de las castas se distinguía más o menos por su ^¿e¿tiiVicnía. Las quejas interminables de las autoridades acerca del hecho de que las castas inferiores se excedieran en cuestiones de vestimenta tienen equivalentes europeos. En 1681 el virrey del Perú informo deta lladamente a su sucesor lo que había hecho para suprimir la horrible ' profani dad de galas en las mulatas de esta ciudad”.33 Ya en 1665 el virrey había prohibido a las negras y mulatas que vistieran cualquier tipo de seda bajo pena de confiscación de la ropa, la primera vez que ocurriera; la segunda, correspondían cien azotes y la expulsión de la ciudad de L ima.34 Sin duda el bello sexo se mostraba especialmente activo en las luchas acerca de la ropa, que las autoridades y la opinion publi ca de la época siempre tomaban muy en serio. En V enezuela, las grandes mantillas de las damas blancas dieron origen al término “manl i t e, también 11aluano”, bien conocida expresión que designaba a la é mada, con un cri terio económico, “Los del Gran Cacao”, debido a las plantaciones que poseía. ¡En los siglos xvu y xvrn, los aborígenes, imi tando la vestimenta española de la época, crearon la indumentaria que en la actualidad se considera típicamente “indígena”.35 :m Intentos similares son los de Chávez Orozco (1 938 ), 24-25; Aguir re Beltrán
i l'tlfl), 270-271. Véanse también Bagú (1952), 53-55; Diffie (1945), 481-482; I til mu de Mendizábal, IV (1946), 65. " I tarth-Terré (1961) ; Wolff (196 4), 185. 11 Discriminación confirmada por Jara (1959), 74; negada por Harth-Terré y Mili ([lie/. Abanto (19 62) , 39 y passim. 11 Mrmorias, I (18 59) . Véase también un decreto real de 1725, C D F S , III, 187 11 Muguburu, I (192 8), 109. Descripciones detalladas de las variaciones sociales v M'nlmmlrs en el vestido se encuentran en J uan y Ulloa (1768) , I -H , passim. VéiiNM Kninco (1961), 166 sobre un drástico ejemplo de cómo reaccionaban los liliUiniN ante las violaciones de las reglas sobre el vestido por parte de los mulatos. H" Paradójicamente, en Yucatán, la ropa llamada “mestizo” es la vestimenta fiii| Hilin, dislalia de la ciudadana, “vestido”. Redfield (1 941), 64, 74-75. Un fraile uniilaitiiiltoco propuso en 1797 que los indios y mestizos rurales fueran “integrados” Im, lóndolcs adoptar la ropa española. Córdoba (195 7).
ejemplo, mediante una “Cédula de gracias al sacar , no bastaba para superar los obstáculos creados por la discriminación socioétnica. Un viajero francés observó hacia 1800 que el único efecto social de esa carta real consistía en que las damas de las familias pardas de que se tratara se atrevían a usar una mantilla en la iglesia, lo cual constituía normalmente un privilegio de las blancas.43 Un ejemplo concreto servirá para ilustrar esta cuestión. Un pardo de nombre Diego Mejías Bejarano obtuvo en Caracas una Cédula de gracias al sacar” en el año 1796. Siete años mas tarde quiso hacer entrai a su hijo en la universidad, pero esta institución protestó ante el rey, aduciendo que la presencia de pardos extinguiría el esplendor de las letras y chocaría a quienes “se glorian justamente de que circule por sus venas sin mezcla la sangre castellana . En 1805, la C orona rechazo la protesta, pero no sabemos si realmente se permitió el ingreso en la uni versidad del joven Mejías. Probablemente, simples palabras no hubieran bastado para asegurarlo.44 Existe un documento que ilustra muy bien l i t e criolla. M e refiero a la carta dirigida por el Cabildo la actitud de la é de Caracas al rey, en el año 1796, después de haber recibido una tarifa para la compra de exenciones legales del status de pardo y quinte] on, respectivamente. L os aristócratas de Caracas declaraban: “Este tránsito. . . que se concede por una cantidad pequeña de dinero, es espan toso a los vecinos y naturales de América porque sólo ellos conocen desde que
LA MEZCLA DE RAZAS
que la distinción entre mestizos, por un lado, y negros, mulatos y zambos libres, por el otro, es demasiado importante como para ignorarla. El obispo de Caracas afirmó en 1805: “en estas provincias, los mulatos nunca han sido considerados mestizos ni confundidos con el los ... ” & los mestizos se les asignaba una ubicación próxima a los blancos, pero los mulatos oran considerados “adecuados para el servicio, sea en el trabajo _esclavo o en tareas que no exigieraji ^s B l í i í í ^’esp^ial-es”.26 Cr eo que estas dos escalas de clasificación pueden distinguirse claramente dentro de la sociedad de castas; una de ellas estaba sancionada ep la ley, la otra correspondía al status social. Aunque los blancos ocupaban la posición superior en ambas, las diferencias son obvias: A. 1. 23. 4. 5.
Condi ción l egal
Españoles Indios Mestizos Negros libres, mulatos y zambos Esclavos
B. Status social . Españoles peninsulares 2. Cri ollos 3 , Mestizos 4. Mulatos, zambos negros libres 5. Esclavos 6. Indi os (que no fueran caciques, etc.)
1
Aunque legalmente superiores a los individuos de sangre mixta, y en especial a los de origen africano, la posición social de los indios era sin duda la inferi or. Las castas sabían hablar castellano y de ellas salían los criados, esclavos o asalariados de los españoles. En consecuencia, según las palabras de J osé Miranda, aparecían, “a los ojos de los indí genas como reflejos de la autori dad de sus amos”.27 I ncluso algunos observadores de aquella época advirtieron la contradicción que existía entre el^status social y el status legal. H ablando sobre las condiciones en el R io de la Plata, F élix de Azara observa que “las leyes ponen al mulato en la ultima clase, después de los europeos y sus hijos, de los indios, mestizos y aun negros; pero la opinión corriente los gradúa igua les a los negros y mestizos y superiores a los indios”.28 ¿Que especiales funciones socioeconómicas y ocupacionales llenaban los diferentes grupos socioétnicos? Los autores marxi stas—para qui enes el aspecto económico es el más importante— y otros, han tratado de identifi car l as castas por su función. E stá claro, desde luego, que los peninsulares y criollos se reservaban las funciones aristocráticas, dejando las otras tareas a los plebeyos”.29 I ncluso es posible advertir una pauta másjJ eiall ada, en la cu
Discriminación y matrimonio mixto
L as diferentes castas eran también separadas mediante recursos bien conocidos por todas las sociedades discriminatorias.'El virrey del Perú, durante el siglo x v i i i , recibía a sus visitantes blancos en un salón, y a los indios y personas de sangre mezclada en otro. En Caracas, hacia 1800, los blancos oían misa en la Catedral, los pardos en otra iglesia, y los negros en una tercera.,i(i De acuerdo con una decisión del Cabildo pro mulgada en r?23, la escuela primaria de Buenos Aires era estrictamente discriminatoria. Solo se debía enseñar a leer y escribir a los niños blancos e indios, mientras que los mestizos y mulatos recibían sólo instrucción sobre el dogma cristiano; además estos grupos se mantenían separados cuando el maestro los llevaba a reuniones públicas.37 L a discriminación fue también fácilmente introducida en la sociedad colonial por las numerosas y diversas corporaciones —por ejemplo, los gremios y cofradías (hermandades religiosas), los consulados (asocia ciones de comerciantes), las universidades y la I glesia en todas sus ramas—. Los gremios más disti nguidos, como el de los plateros, eran por supuesto especialmente exclusivistas en su política de admisión. Por otra parte la repugnancia de los “españoles” a realizar trabajos manuales conducía necesariamente a que las personas de piel oscura ingresaran en los gremios a pesar de los esfuerzos segregacioni stas.38 A su vez los blancos se abstenían de unirse incluso a gremios que eran socialmente aceptables, eligiendo la holganza”, según observó un viajero español en el Perú del siglo xvi ii .30 A veces sólo se excluía a personas_d£_saagre_ africana. Las Ordenanzas de los Alfareros de~Ia ciudad de M éxico en el año l(j.v)l admitían a españoles y mestizos pero excluían a negros~y ^mulatos.40 Un estudio reciente sobre los carpinteros y albañil es de L ima demuestra que incluso entre los maestros había mestizos y mulatos.41 ~ A veces las corporaciones debían modi ficar sus esfuerzós en pos de una aiscriniiiiacióii^estricta debido a )a oposición que enfrentaban o por otras razones. Cuando en el año 1801 se formó en Buenos Aires la So ciedad Patriótica, se propuso la exclusión de la misma de todos los extranjeros, negros, mulatos, zambos y mestizos, “porque se ha de pro curar que esta Sociedad Argentina se componga de hombres de honrados nacimientos y buenos procederes”. Pero poco después se admitió et ingreso de extranjeros naturalizados y mestizos, de acuerdo con su status legal.42 Sin embargo, es obvio que la exención del status de pardo, por 36 En la catedral de Cuzco había tres sacerdotes, dos para los españoles y uno para los indios y esclavos, combinación significativa. Bueno (19 51) , 95. 37 Rosenblat (195 4), 136-137, 162; Konetzke (1946b ), 232. En Leal (1963) , 120, se encuentra un ejemplo simil ar de Cumaná, Venezuela, en 1784. 38 Carrera Stampa (1954), 223-243. 39 Ruíz (1952) , I , 25. Vease también una manifestación del virrey Revil lagigedo (hijo), Instruciones, II (1873), 52-53. 40 Konetzke (1949b). 41 Harth-Terré y Márquez Abanto (1962), 18-19 y vassim. 42 Rosenblat (1954), I I, 155.
70
LA MEZCLA DE EAZAS
gregaciones y cofradías de devoción”, sino también “del trato social con la clase blanca, a cuyas personas y casas no pueden acercarse sin tantas o mayores demostraciones de respeto, que las que se tributan, o deben tri butarse a la autoridad pública”;46 Dentro de la sociedad de castas, con este preiuicio_y estos modos_jje rli qprirriTnanión le ga l y soci al
m ii c±L as„obst¿culos- se flD.QEÓan- na tui al . .
mente ni matri mor»» rm'vt/vpn gran escala. No se trataba exclusivamente de una cuestión de prejuicio por parte de los blancos. Un cronista indio, Guamán Poma de Ayala, a principios del siglo xvn, exhortó a los caci ques indios a que no casaran a sus hijas con indios o españoles de la clase inferior- sino solamente “con sus iguales, para que salga buena casta en este reino”.47 L as disposiciones sobre el matrimonio en Hispano américa promulgadas en 1778 reflejan el mismo modo de pensar por parte de los europeos.48 Sin pretender haber llevado una investigación sistemática sobre el tema, puedo mencionar que unas pocas muestras extraídas por mi esposa y por mí en archivos eclesiásticos ele México y C 1i áf c i T i ala i ndican que, como podía esperar se, la mayoría de los matri monios mixtos se concertaron entre miembros de grupos étnicos más o menos próximos, como, por ejemplo, castizos y españoles o mestizos y mulatos.' Pero hubo excepciones. Entre 186 matrimonios celebrados en el Sagrario de la catedral de Oaxaca en el año 1756, la mitad por lo menos unió a miembros de un mismo grupo étnico, y la mayor parte
EN LA HISTORIA DE AMERICA LATINA
67
rentes tipos de trabajo no calificado v nesado.30 Pero estos esfuerzos para identificar las “castas” de acuerdo con su función social y económica implican necesariamente generalizaciones que a veces están en contra dicción con las pruebas históricas. Dos ejemplos ilustrarán el carácter sorprendentemente complejo de la estructura social llamada sociedad de castas”. L os indios que viví an en el distr ito de E l Cercado, en L ima, poseían un número impresionante ele esclavos negros. Por otra parte, los granjeros negros~del Al to PeTúT ültivaban las tierras con la ayuda de indios yanaconas que eran siervos suyos.3i Para examinar con plenitud de sentido la relación entre casta y función socioeconomica , es impor tante plantear la cuestión de si a los miembros de los diferentes grupos étnicos que cumplían una misma tarea se les pagaban salarios discri minatorios. Pero la poca información disponible al respecto es contra dictoria.32 Es obvio que antes de realizar un análisis más serio de las' relaciones entre grupo étnico y funciones económicas y ocupacionales se necesita mucha más investigación imparcial. De una manera que también era natural en la E uropa de aquellos días, cada una de las castas se distinguía más o menos por su ^¿e¿tiiVicnía. Las quejas interminables de las autoridades acerca del hecho de que las castas inferiores se excedieran en cuestiones de vestimenta tienen equivalentes europeos. En 1681 el virrey del Perú informo deta lladamente a su sucesor lo que había hecho para suprimir la horrible ' profani dad de galas en las mulatas de esta ciudad”.33 Ya en 1665 el virrey había prohibido a las negras y mulatas que vistieran cualquier tipo de seda bajo pena de confiscación de la ropa, la primera vez que ocurriera; la segunda, correspondían cien azotes y la expulsión de la ciudad de L ima.34 Sin duda el bello sexo se mostraba especialmente activo en las luchas acerca de la ropa, que las autoridades y la opinion publi ca de la época siempre tomaban muy en serio. En V enezuela, las grandes mantillas de las damas blancas dieron origen al término “manl i t e, también 11aluano”, bien conocida expresión que designaba a la é mada, con un cri terio económico, “Los del Gran Cacao”, debido a las plantaciones que poseía. ¡En los siglos xvu y xvrn, los aborígenes, imi tando la vestimenta española de la época, crearon la indumentaria que en la actualidad se considera típicamente “indígena”.35 :m Intentos similares son los de Chávez Orozco (1 938 ), 24-25; Aguir re Beltrán
i l'tlfl), 270-271. Véanse también Bagú (1952), 53-55; Diffie (1945), 481-482; I til mu de Mendizábal, IV (1946), 65. " I tarth-Terré (1961) ; Wolff (196 4), 185. 11 Discriminación confirmada por Jara (1959), 74; negada por Harth-Terré y Mili ([lie/. Abanto (19 62) , 39 y passim. 11 Mrmorias, I (18 59) . Véase también un decreto real de 1725, C D F S , III, 187 11 Muguburu, I (192 8), 109. Descripciones detalladas de las variaciones sociales v M'nlmmlrs en el vestido se encuentran en J uan y Ulloa (1768) , I -H , passim. VéiiNM Kninco (1961), 166 sobre un drástico ejemplo de cómo reaccionaban los liliUiniN ante las violaciones de las reglas sobre el vestido por parte de los mulatos. H" Paradójicamente, en Yucatán, la ropa llamada “mestizo” es la vestimenta fiii| Hilin, dislalia de la ciudadana, “vestido”. Redfield (1 941), 64, 74-75. Un fraile uniilaitiiiltoco propuso en 1797 que los indios y mestizos rurales fueran “integrados” Im, lóndolcs adoptar la ropa española. Córdoba (195 7).
ejemplo, mediante una “Cédula de gracias al sacar , no bastaba para superar los obstáculos creados por la discriminación socioétnica. Un viajero francés observó hacia 1800 que el único efecto social de esa carta real consistía en que las damas de las familias pardas de que se tratara se atrevían a usar una mantilla en la iglesia, lo cual constituía normalmente un privilegio de las blancas.43 Un ejemplo concreto servirá para ilustrar esta cuestión. Un pardo de nombre Diego Mejías Bejarano obtuvo en Caracas una Cédula de gracias al sacar” en el año 1796. Siete años mas tarde quiso hacer entrai a su hijo en la universidad, pero esta institución protestó ante el rey, aduciendo que la presencia de pardos extinguiría el esplendor de las letras y chocaría a quienes “se glorian justamente de que circule por sus venas sin mezcla la sangre castellana . En 1805, la C orona rechazo la protesta, pero no sabemos si realmente se permitió el ingreso en la uni versidad del joven Mejías. Probablemente, simples palabras no hubieran bastado para asegurarlo.44 Existe un documento que ilustra muy bien l i t e criolla. M e refiero a la carta dirigida por el Cabildo la actitud de la é de Caracas al rey, en el año 1796, después de haber recibido una tarifa para la compra de exenciones legales del status de pardo y quinte] on, respectivamente. L os aristócratas de Caracas declaraban: “Este tránsito. . . que se concede por una cantidad pequeña de dinero, es espan toso a los vecinos y naturales de América porque sólo ellos conocen desde que nacen o por el transcurso de muchos años de trato en ella, la inmensa distancia que separa a los blancos y pardos: la ventaja y superiori dad de aquéllos y la bajeza y subordinación de éstos; como que nunca se atreverían a creer como posible la igualdad que les pronostica la Real Cédu la. . . Cómo es posible que los vecinos y naturales blancos de esta Provincia admitan a su la d o. .. a un innlato descendiente de sus propios esclavos o de los de sus padres, . . . a un mu íalo que puede señalar sus parientes en actual servidumbre; y a un mulato ile su nacimiento afeado por un encadenamiento de bastardías y torpezas.. .
( ¡on una franqueza que no podía ser mayor, concluyen que el concepto de “pardo” nunca debería desaparecer, “aunque se interponga la ley, el privilegio o la gracia”. Parece paradójico encontrar entre los firmantes n Carlos Palacios y Blanco, tío y tutor de Simón Bolívar.45 El baluarte del prejuicio era al mismo tiempo la cuna de la libertad. Incluso en el año 1815 un observador europeo relativamente liberal, | osó Ceball os, capitán general de Venezuela, se sorprendió ante la exlensión de la discriminación a que se veían sometidas las llamadas i lisias. N o sólo eran excluidas “de todos los ofi cios concejiles y demás nrupiiciones y perfecciones honoríficas, de la entrada en algunas coni i Dt'pon* (19 60) , I, 120-121. , | ,,,„| (1963), 326-332. Hasta 1822, “la limpieza de sangre era todavía un 11 iniiurlmlento para la matriculación en esta universidad. C f. Lanning (1955), | til | ()5, Compár ese con las enérgicas medidas militares que se necesitaban en Muí' pina que la Universidad de Misisipí admitiera a su primer estudiante negro. I n ln Universidad de Cór doba, Argentina, las “castas” todavía estaban excluidas tu IH44. Endrek (196 6), 67. " lllnnoo, I (1875) , 267-268, 272.
EN LA HISTORIA DE AMERICA LATINA
con un español, un genovés, una negra y una india como padr in os01 y Los” archivos eclesiásticos, hasta ahora poco expíorados tienen considerable interés para quien investiga la historia social y las relacl™®s interétnicas Pero no podemos comparti r el optimismo de otro eru , a S a t o a que los acer io.es era» expertos en las cías,f,camones étnica V siempre sinceros en sus juicios.»’ Si ello fuera as,, ser a fac.l y •gnl tificador compilar estadísticas sobre la materia. No c* f an\e’ | 1C¿ ón K onetzke ha publicado documentos según los cuales la clasihcacio i “racial” de los registros parroquiales se basabai s e J j B3 declaración de las partes, y en consecuencia carecía de valor legal. Nosotros también hemos observado que los sacerdotes variaban de parroquia a parroquia y de ePoca ^ f a°Cpar ece ^unque_d_niatri iii Qnio_ rsjxtosieni£re_OT stió, . ^ iriduda6íemeñte haberaumentado hacia el fin d^Tpmodo colonial. Fue indudablemente 1ferán presión ejercida por uña Iglesia mejor organizada lo que condu] a U legalizar án cié J eb a s uniones exis.en.esA U n erudrto mexmano , resentí una lista de veinte españoles que, bajo la amenaza de no concedérseles la absolución, se casaron con negras y mulatas esclavas v libres en Puebla, entre 1690 y 1695“ P e r o d e t a o s t eper p l g ^ É .me dur anteeL sigl o xvii ^en parti cular- j ument o tanto la cultura qomp r i c S d í S S B P s i ntermedi os^ d T l aj os da áL ccl oa ia L J P a r a las
Discriminación y matrimonio mixto
L as diferentes castas eran también separadas mediante recursos bien conocidos por todas las sociedades discriminatorias.'El virrey del Perú, durante el siglo x v i i i , recibía a sus visitantes blancos en un salón, y a los indios y personas de sangre mezclada en otro. En Caracas, hacia 1800, los blancos oían misa en la Catedral, los pardos en otra iglesia, y los negros en una tercera.,i(i De acuerdo con una decisión del Cabildo pro mulgada en r?23, la escuela primaria de Buenos Aires era estrictamente discriminatoria. Solo se debía enseñar a leer y escribir a los niños blancos e indios, mientras que los mestizos y mulatos recibían sólo instrucción sobre el dogma cristiano; además estos grupos se mantenían separados cuando el maestro los llevaba a reuniones públicas.37 L a discriminación fue también fácilmente introducida en la sociedad colonial por las numerosas y diversas corporaciones —por ejemplo, los gremios y cofradías (hermandades religiosas), los consulados (asocia ciones de comerciantes), las universidades y la I glesia en todas sus ramas—. Los gremios más disti nguidos, como el de los plateros, eran por supuesto especialmente exclusivistas en su política de admisión. Por otra parte la repugnancia de los “españoles” a realizar trabajos manuales conducía necesariamente a que las personas de piel oscura ingresaran en los gremios a pesar de los esfuerzos segregacioni stas.38 A su vez los blancos se abstenían de unirse incluso a gremios que eran socialmente aceptables, eligiendo la holganza”, según observó un viajero español en el Perú del siglo xvi ii .30 A veces sólo se excluía a personas_d£_saagre_ africana. Las Ordenanzas de los Alfareros de~Ia ciudad de M éxico en el año l(j.v)l admitían a españoles y mestizos pero excluían a negros~y ^mulatos.40 Un estudio reciente sobre los carpinteros y albañil es de L ima demuestra que incluso entre los maestros había mestizos y mulatos.41 ~ A veces las corporaciones debían modi ficar sus esfuerzós en pos de una aiscriniiiiacióii^estricta debido a )a oposición que enfrentaban o por otras razones. Cuando en el año 1801 se formó en Buenos Aires la So ciedad Patriótica, se propuso la exclusión de la misma de todos los extranjeros, negros, mulatos, zambos y mestizos, “porque se ha de pro curar que esta Sociedad Argentina se componga de hombres de honrados nacimientos y buenos procederes”. Pero poco después se admitió et ingreso de extranjeros naturalizados y mestizos, de acuerdo con su status legal.42 Sin embargo, es obvio que la exención del status de pardo, por 36 En la catedral de Cuzco había tres sacerdotes, dos para los españoles y uno para los indios y esclavos, combinación significativa. Bueno (19 51) , 95. 37 Rosenblat (195 4), 136-137, 162; Konetzke (1946b ), 232. En Leal (1963) , 120, se encuentra un ejemplo simil ar de Cumaná, Venezuela, en 1784. 38 Carrera Stampa (1954), 223-243. 39 Ruíz (1952) , I , 25. Vease también una manifestación del virrey Revil lagigedo (hijo), Instruciones, II (1873), 52-53. 40 Konetzke (1949b). 41 Harth-Terré y Márquez Abanto (1962), 18-19 y vassim. 42 Rosenblat (1954), I I, 155.
LA MEZCLA DE EAZAS
70
gregaciones y cofradías de devoción”, sino también “del trato social con la clase blanca, a cuyas personas y casas no pueden acercarse sin tantas o mayores demostraciones de respeto, que las que se tributan, o deben tri butarse a la autoridad pública”;46 Dentro de la sociedad de castas, con este preiuicio_y estos modos_jje rli qprirriTnanión le ga l y soci al
m ii c±L as„obst¿culos- se flD.QEÓan- na tui al . .
mente ni matri mor»» rm'vt/vpn gran escala. No se trataba exclusivamente de una cuestión de prejuicio por parte de los blancos. Un cronista indio, Guamán Poma de Ayala, a principios del siglo xvn, exhortó a los caci ques indios a que no casaran a sus hijas con indios o españoles de la clase inferior- sino solamente “con sus iguales, para que salga buena casta en este reino”.47 L as disposiciones sobre el matrimonio en Hispano américa promulgadas en 1778 reflejan el mismo modo de pensar por parte de los europeos.48 Sin pretender haber llevado una investigación sistemática sobre el tema, puedo mencionar que unas pocas muestras extraídas por mi esposa y por mí en archivos eclesiásticos ele México y C 1i áf c i T i ala i ndican que, como podía esperar se, la mayoría de los matri monios mixtos se concertaron entre miembros de grupos étnicos más o menos próximos, como, por ejemplo, castizos y españoles o mestizos y mulatos.' Pero hubo excepciones. Entre 186 matrimonios celebrados en el Sagrario de la catedral de Oaxaca en el año 1756, la mitad por lo menos unió a miembros de un mismo grupo étnico, y la mayor parte de los restantes se consumaron entre “vecinos” raciales. Pero hubo dos entre español e india y cinco entre pardo y español.49 De l os matri monios que tuvieron lugar en el Sagrari o de la catedral de la ciudad d e México en 1810, la mayor parte (184) vincularon a parejas españolas, pero uno unió a un español con una negra, siete a españoles con indias, y no menos de dieciséis a indios con españolas. Algunas combinaciones eran bastante sorprendentes; en 1756, por ejemplo, se casaron en la ciudad de México: Don Bernardo Marcos de Castro, indio cacique filipino originario de la ciudad y arquidiócesis de Manil a en las islas Filipinas y vecino en esta co r te... y Doña María Gertrudis de Rojas, española natural y vecina de esta ciudad, hija legítima de Don J osé y Doña Rosa Clara M ontes.. . 50
L a I glesia sancionaba también otro lazo social para las relaciones interétnicas: el compadrazgo.\ En un caso ocurrido en L ima en la dé cada de 1540,Nía hija de un negro y su esposa india fueron bautizadas 4« King (1953), 531. 47 Poma de Ayala (1944), 752-742. 48 El Cabildo de la ci udad de México escribió al rey en 1771 que los españoles que se habían mezclado con indios verían a sus hijos privados de los honores de bidos a los españoles y también de los privilegios de los indios. Torres Quintero (1921), 10. 49 Archivo del Sagrario, Oaxaca: Libro de matrimonios, 1756. 50 Archivo del Sagrario Metropolitano, Ciudad de México: L i b r o d e m a t r i m o n i os d e espa ñ ol es, vol. 41 (1810-1811); Li bro d e amonestaciones de l os de color quebrado, 1756-1757, 13 v. Tanto en México como en Perú hubo un cierto nú mero de asiáticos que llegaron en el galeón Manila. Varios indios chinos y
Don Rodrigo, hijo de un terrateniente criollo, había cohabitado con una mulata durante nueve años y tenía cuatro hijos de ella. E ntonces quiso formalizar el matrimonio. E n vano el buen fraile le advirtió que bodas semejantes con frecuencia convertían el amor en aversión, que su padre montaría en cólera y que él mancillaría su sangre pura. Pero finalmente el frai le cedió y desposó a la pareja. D e modo bastante insensato, Don Rodrigo en persona, comunicó la novedad a su padre, y apenas pudo escapar a los dos disparos que este último le hizo. Pero, si hemos de creer al fraile, no hubo final feli z: Don Rodrigo comenzó a detestar a su pobre esposa e hizo las paces con su iracundo padre, lo cual quizá lo salvó de ser desheredado.56 El nacimiento ilegítimo probablemente continuó siendo característico de la mayor parte de los niños de origen mixto nacidos en la América hispana.57 E n todas las sociedades multirraciales en las cuales se prac tica la discriminación, es bien conocido el hecho de que las mujeres de raza “inferior” prefieren el concubinato con un hombre de la raza “superior” al matrimonio con un miembro de su propia raza. Esto es explícitamente confirmado en lo referente a Quito y al Perú durante el siglo x v i i i por el viajero Antonio de Ulloa, quien, aunque observa la ausencia de prostitución pública, subraya la disposición de las mujeres de piel oscura para entrar en un concubinato en cuanto se les asegura alguna seguridad o permanencia de la relación. De este modo, el fre
ejemplo, mediante una “Cédula de gracias al sacar , no bastaba para superar los obstáculos creados por la discriminación socioétnica. Un viajero francés observó hacia 1800 que el único efecto social de esa carta real consistía en que las damas de las familias pardas de que se tratara se atrevían a usar una mantilla en la iglesia, lo cual constituía normalmente un privilegio de las blancas.43 Un ejemplo concreto servirá para ilustrar esta cuestión. Un pardo de nombre Diego Mejías Bejarano obtuvo en Caracas una Cédula de gracias al sacar” en el año 1796. Siete años mas tarde quiso hacer entrai a su hijo en la universidad, pero esta institución protestó ante el rey, aduciendo que la presencia de pardos extinguiría el esplendor de las letras y chocaría a quienes “se glorian justamente de que circule por sus venas sin mezcla la sangre castellana . En 1805, la C orona rechazo la protesta, pero no sabemos si realmente se permitió el ingreso en la uni versidad del joven Mejías. Probablemente, simples palabras no hubieran bastado para asegurarlo.44 Existe un documento que ilustra muy bien l i t e criolla. M e refiero a la carta dirigida por el Cabildo la actitud de la é de Caracas al rey, en el año 1796, después de haber recibido una tarifa para la compra de exenciones legales del status de pardo y quinte] on, respectivamente. L os aristócratas de Caracas declaraban: “Este tránsito. . . que se concede por una cantidad pequeña de dinero, es espan toso a los vecinos y naturales de América porque sólo ellos conocen desde que nacen o por el transcurso de muchos años de trato en ella, la inmensa distancia que separa a los blancos y pardos: la ventaja y superiori dad de aquéllos y la bajeza y subordinación de éstos; como que nunca se atreverían a creer como posible la igualdad que les pronostica la Real Cédu la. . . Cómo es posible que los vecinos y naturales blancos de esta Provincia admitan a su la d o. .. a un innlato descendiente de sus propios esclavos o de los de sus padres, . . . a un mu íalo que puede señalar sus parientes en actual servidumbre; y a un mulato ile su nacimiento afeado por un encadenamiento de bastardías y torpezas.. .
( ¡on una franqueza que no podía ser mayor, concluyen que el concepto de “pardo” nunca debería desaparecer, “aunque se interponga la ley, el privilegio o la gracia”. Parece paradójico encontrar entre los firmantes n Carlos Palacios y Blanco, tío y tutor de Simón Bolívar.45 El baluarte del prejuicio era al mismo tiempo la cuna de la libertad. Incluso en el año 1815 un observador europeo relativamente liberal, | osó Ceball os, capitán general de Venezuela, se sorprendió ante la exlensión de la discriminación a que se veían sometidas las llamadas i lisias. N o sólo eran excluidas “de todos los ofi cios concejiles y demás nrupiiciones y perfecciones honoríficas, de la entrada en algunas coni i Dt'pon* (19 60) , I, 120-121. , | ,,,„| (1963), 326-332. Hasta 1822, “la limpieza de sangre era todavía un 11 iniiurlmlento para la matriculación en esta universidad. C f. Lanning (1955), | til | ()5, Compár ese con las enérgicas medidas militares que se necesitaban en Muí' pina que la Universidad de Misisipí admitiera a su primer estudiante negro. I n ln Universidad de Cór doba, Argentina, las “castas” todavía estaban excluidas tu IH44. Endrek (196 6), 67. " lllnnoo, I (1875) , 267-268, 272.
EN LA HISTORIA DE AMERICA LATINA
con un español, un genovés, una negra y una india como padr in os01 y Los” archivos eclesiásticos, hasta ahora poco expíorados tienen considerable interés para quien investiga la historia social y las relacl™®s interétnicas Pero no podemos comparti r el optimismo de otro eru , a S a t o a que los acer io.es era» expertos en las cías,f,camones étnica V siempre sinceros en sus juicios.»’ Si ello fuera as,, ser a fac.l y •gnl tificador compilar estadísticas sobre la materia. No c* f an\e’ | 1C¿ ón K onetzke ha publicado documentos según los cuales la clasihcacio i “racial” de los registros parroquiales se basabai s e J j B3 declaración de las partes, y en consecuencia carecía de valor legal. Nosotros también hemos observado que los sacerdotes variaban de parroquia a parroquia y de ePoca ^ f a°Cpar ece ^unque_d_niatri iii Qnio_ rsjxtosieni£re_OT stió, . ^ iriduda6íemeñte haberaumentado hacia el fin d^Tpmodo colonial. Fue indudablemente 1ferán presión ejercida por uña Iglesia mejor organizada lo que condu] a U legalizar án cié J eb a s uniones exis.en.esA U n erudrto mexmano , resentí una lista de veinte españoles que, bajo la amenaza de no concedérseles la absolución, se casaron con negras y mulatas esclavas v libres en Puebla, entre 1690 y 1695“ P e r o d e t a o s t eper p l g ^ É .me dur anteeL sigl o xvii ^en parti cular- j ument o tanto la cultura qomp r i c S d í S S B P s i ntermedi os^ d T l aj os da áL ccl oa ia L J P a r a las , „r r p e ,t e n ¿ i eu.es a e l i estrato intermedio, el ma.rimomc. sei con-
S U en la fnrma natural de unióo. Es muy probable que estos matri inonTos^vmcín^añ'coíifrecuencia a miembros de casitas pr . isiizos v mestizos o mestizos y mulatos. Esto explica la contradicción a mírente de dos rasgos propios del s i g b ¿ m T i l a ^ e ^o ^p ^ r é j p c H !1,1 ^if^rImoñío~mixto.^il^Í ^ídÍ d^£üe_el_ E r^£l£ sr>Y .daJ OS pup os ín T eT ^fes l o que esencialroentc^iotiva el exclusivismo cada ’^ i ^ neva Granada (l a actual Co| o,nbia) que debemos a un misionero del siglo xvm, ilustr a vivi dame nT,(,Stro examen del matrimonio mixto, con todas sus contradicciones. "Iupoñcscs” eran obreros y artesanos activos en Lima entre 1595 y 1610. Harth-Terré v Márquez Abanto (1962), 89-90. llarth-Terré (1962), 81-82. f'' Honcal (1944), 532. Konetzke (1946a). AK»irre Beltrán (1946) 252-253 j ]los de clase aita nn I Ir acuerdo con Depons (196 0), 1, ranarios cobres .........suhn.i con pardas; con más frecuencia lo hacían los ^ f ^ ^ d e que las i 11 ,,1n que se promulgó una restricción legal en 1785). Este^autoro“ ekci?ones
llnnz-Ailpr (1968).
guir Tal mestizo! del pur o español, sino en el pelo: éste hasta la segunda o tercera generación no se moditica. E n todo lo demás no hay diferencia alguna, ni en las facciones del rostro, ni en el talle, ni en el modo de hablar ni en la pronunciación^ J uan y U lloa observaron en Quito que habí a muchos mestizos que . . por la Yontaia~*He una complexi ón lo zana. parecían mas españoles que quienes l o eran en realidad . . 59 Tampoco había gran distancia entre los indios y los mestizos, de modo que pasar de una categoría a la otra resultaba relativamente fácil.60 Concolorcorvo, un sagaz y algo misterioso viajero de la década de 1770, observó que \ el i ndio no se distingue del español en la configuración del rostro, y así cuando se dedica a servir a alguno de los nuestros, que le trate con claridad, la primera diligencia es enseñarle limpieza; esto es, que se laven la cara, se peinen y se corten las uñas, y aunque mantenga su propio traje, con aquella providencia y una camisita limpia,... pasan por cholos, que es lo mismo que tener mezcla de mestizo. Si su servicio es útil al español, ya le visteycalza, y a los dos meses es un mestizo en el nombre”.61 Considerando los testimonios de Ovall e, Ul loa y Conco lorcorvo,'podemos cuestionar que fuera posible distinguir entre lobos, moriscos y coyotes. Necesariamente, tanto los sacerdotes como las auto ridades debían confiar en las declaraciones de las partes interesadas. A causa del carácter discriminatorio de la sociedad colonial, era in evitable que el individuo tratara de pasar de una categoría más modesta
LA MEZCLA DE EAZAS
70
gregaciones y cofradías de devoción”, sino también “del trato social con la clase blanca, a cuyas personas y casas no pueden acercarse sin tantas o mayores demostraciones de respeto, que las que se tributan, o deben tri butarse a la autoridad pública”;46 Dentro de la sociedad de castas, con este preiuicio_y estos modos_jje rli qprirriTnanión le ga l y soci al
m ii c±L as„obst¿culos- se flD.QEÓan- na tui al . .
mente ni matri mor»» rm'vt/vpn gran escala. No se trataba exclusivamente de una cuestión de prejuicio por parte de los blancos. Un cronista indio, Guamán Poma de Ayala, a principios del siglo xvn, exhortó a los caci ques indios a que no casaran a sus hijas con indios o españoles de la clase inferior- sino solamente “con sus iguales, para que salga buena casta en este reino”.47 L as disposiciones sobre el matrimonio en Hispano américa promulgadas en 1778 reflejan el mismo modo de pensar por parte de los europeos.48 Sin pretender haber llevado una investigación sistemática sobre el tema, puedo mencionar que unas pocas muestras extraídas por mi esposa y por mí en archivos eclesiásticos ele México y C 1i áf c i T i ala i ndican que, como podía esperar se, la mayoría de los matri monios mixtos se concertaron entre miembros de grupos étnicos más o menos próximos, como, por ejemplo, castizos y españoles o mestizos y mulatos.' Pero hubo excepciones. Entre 186 matrimonios celebrados en el Sagrario de la catedral de Oaxaca en el año 1756, la mitad por lo menos unió a miembros de un mismo grupo étnico, y la mayor parte de los restantes se consumaron entre “vecinos” raciales. Pero hubo dos entre español e india y cinco entre pardo y español.49 De l os matri monios que tuvieron lugar en el Sagrari o de la catedral de la ciudad d e México en 1810, la mayor parte (184) vincularon a parejas españolas, pero uno unió a un español con una negra, siete a españoles con indias, y no menos de dieciséis a indios con españolas. Algunas combinaciones eran bastante sorprendentes; en 1756, por ejemplo, se casaron en la ciudad de México: Don Bernardo Marcos de Castro, indio cacique filipino originario de la ciudad y arquidiócesis de Manil a en las islas Filipinas y vecino en esta co r te... y Doña María Gertrudis de Rojas, española natural y vecina de esta ciudad, hija legítima de Don J osé y Doña Rosa Clara M ontes.. . 50
L a I glesia sancionaba también otro lazo social para las relaciones interétnicas: el compadrazgo.\ En un caso ocurrido en L ima en la dé cada de 1540,Nía hija de un negro y su esposa india fueron bautizadas 4« King (1953), 531. 47 Poma de Ayala (1944), 752-742. 48 El Cabildo de la ci udad de México escribió al rey en 1771 que los españoles que se habían mezclado con indios verían a sus hijos privados de los honores de bidos a los españoles y también de los privilegios de los indios. Torres Quintero (1921), 10. 49 Archivo del Sagrario, Oaxaca: Libro de matrimonios, 1756. 50 Archivo del Sagrario Metropolitano, Ciudad de México: L i b r o d e m a t r i m o n i os d e espa ñ ol es, vol. 41 (1810-1811); Li bro d e amonestaciones de l os de color quebrado, 1756-1757, 13 v. Tanto en México como en Perú hubo un cierto nú mero de asiáticos que llegaron en el galeón Manila. Varios indios chinos y
Don Rodrigo, hijo de un terrateniente criollo, había cohabitado con una mulata durante nueve años y tenía cuatro hijos de ella. E ntonces quiso formalizar el matrimonio. E n vano el buen fraile le advirtió que bodas semejantes con frecuencia convertían el amor en aversión, que su padre montaría en cólera y que él mancillaría su sangre pura. Pero finalmente el frai le cedió y desposó a la pareja. D e modo bastante insensato, Don Rodrigo en persona, comunicó la novedad a su padre, y apenas pudo escapar a los dos disparos que este último le hizo. Pero, si hemos de creer al fraile, no hubo final feli z: Don Rodrigo comenzó a detestar a su pobre esposa e hizo las paces con su iracundo padre, lo cual quizá lo salvó de ser desheredado.56 El nacimiento ilegítimo probablemente continuó siendo característico de la mayor parte de los niños de origen mixto nacidos en la América hispana.57 E n todas las sociedades multirraciales en las cuales se prac tica la discriminación, es bien conocido el hecho de que las mujeres de raza “inferior” prefieren el concubinato con un hombre de la raza “superior” al matrimonio con un miembro de su propia raza. Esto es explícitamente confirmado en lo referente a Quito y al Perú durante el siglo x v i i i por el viajero Antonio de Ulloa, quien, aunque observa la ausencia de prostitución pública, subraya la disposición de las mujeres de piel oscura para entrar en un concubinato en cuanto se les asegura alguna seguridad o permanencia de la relación. De este modo, el fre cuente nacimiento ilegítimo de gran cantidad de personas de origen mixto ayudó a mantener y-fortalecer el prejuicio existente contra ellas: era un cír culo vicioso.58
EN LA HISTORIA DE AMERICA LATINA
con un español, un genovés, una negra y una india como padr in os01 y Los” archivos eclesiásticos, hasta ahora poco expíorados tienen considerable interés para quien investiga la historia social y las relacl™®s interétnicas Pero no podemos comparti r el optimismo de otro eru , a S a t o a que los acer io.es era» expertos en las cías,f,camones étnica V siempre sinceros en sus juicios.»’ Si ello fuera as,, ser a fac.l y •gnl tificador compilar estadísticas sobre la materia. No c* f an\e’ | 1C¿ ón K onetzke ha publicado documentos según los cuales la clasihcacio i “racial” de los registros parroquiales se basabai s e J j B3 declaración de las partes, y en consecuencia carecía de valor legal. Nosotros también hemos observado que los sacerdotes variaban de parroquia a parroquia y de ePoca ^ f a°Cpar ece ^unque_d_niatri iii Qnio_ rsjxtosieni£re_OT stió, . ^ iriduda6íemeñte haberaumentado hacia el fin d^Tpmodo colonial. Fue indudablemente 1ferán presión ejercida por uña Iglesia mejor organizada lo que condu] a U legalizar án cié J eb a s uniones exis.en.esA U n erudrto mexmano , resentí una lista de veinte españoles que, bajo la amenaza de no concedérseles la absolución, se casaron con negras y mulatas esclavas v libres en Puebla, entre 1690 y 1695“ P e r o d e t a o s t eper p l g ^ É .me dur anteeL sigl o xvii ^en parti cular- j ument o tanto la cultura qomp r i c S d í S S B P s i ntermedi os^ d T l aj os da áL ccl oa ia L J P a r a las , „r r p e ,t e n ¿ i eu.es a e l i estrato intermedio, el ma.rimomc. sei con-
S U en la fnrma natural de unióo. Es muy probable que estos matri inonTos^vmcín^añ'coíifrecuencia a miembros de casitas pr . isiizos v mestizos o mestizos y mulatos. Esto explica la contradicción a mírente de dos rasgos propios del s i g b ¿ m T i l a ^ e ^o ^p ^ r é j p c H !1,1 ^if^rImoñío~mixto.^il^Í ^ídÍ d^£üe_el_ E r^£l£ sr>Y .daJ OS pup os ín T eT ^fes l o que esencialroentc^iotiva el exclusivismo cada ’^ i ^ neva Granada (l a actual Co| o,nbia) que debemos a un misionero del siglo xvm, ilustr a vivi dame nT,(,Stro examen del matrimonio mixto, con todas sus contradicciones. "Iupoñcscs” eran obreros y artesanos activos en Lima entre 1595 y 1610. Harth-Terré v Márquez Abanto (1962), 89-90. llarth-Terré (1962), 81-82. f'' Honcal (1944), 532. Konetzke (1946a). AK»irre Beltrán (1946) 252-253 j ]los de clase aita nn I Ir acuerdo con Depons (196 0), 1, ranarios cobres .........suhn.i con pardas; con más frecuencia lo hacían los ^ f ^ ^ d e que las i 11 ,,1n que se promulgó una restricción legal en 1785). Este^autoro“ ekci?ones
llnnz-Ailpr (1968).
guir Tal mestizo! del pur o español, sino en el pelo: éste hasta la segunda o tercera generación no se moditica. E n todo lo demás no hay diferencia alguna, ni en las facciones del rostro, ni en el talle, ni en el modo de hablar ni en la pronunciación^ J uan y U lloa observaron en Quito que habí a muchos mestizos que . . por la Yontaia~*He una complexi ón lo zana. parecían mas españoles que quienes l o eran en realidad . . 59 Tampoco había gran distancia entre los indios y los mestizos, de modo que pasar de una categoría a la otra resultaba relativamente fácil.60 Concolorcorvo, un sagaz y algo misterioso viajero de la década de 1770, observó que \ el i ndio no se distingue del español en la configuración del rostro, y así cuando se dedica a servir a alguno de los nuestros, que le trate con claridad, la primera diligencia es enseñarle limpieza; esto es, que se laven la cara, se peinen y se corten las uñas, y aunque mantenga su propio traje, con aquella providencia y una camisita limpia,... pasan por cholos, que es lo mismo que tener mezcla de mestizo. Si su servicio es útil al español, ya le visteycalza, y a los dos meses es un mestizo en el nombre”.61 Considerando los testimonios de Ovall e, Ul loa y Conco lorcorvo,'podemos cuestionar que fuera posible distinguir entre lobos, moriscos y coyotes. Necesariamente, tanto los sacerdotes como las auto ridades debían confiar en las declaraciones de las partes interesadas. A causa del carácter discriminatorio de la sociedad colonial, era in evitable que el individuo tratara de pasar de una categoría más modesta y “oscura” a una superior y más “clara”.62 Dos ejemplos tomados de algunas listas de tributación de Nueva España pueden ilustrarlo: Manuel Hilario López, español según dice pero de color muy sospechoso. .. J uan Antonio Mendoza, castizo de color osburo. .. 63
La sociedad de castas se desmorona
L a sociedad de castas estaba siendo socavada por el mismo proceso que había contribuido a crearla: el cruzamiento de razas. Una vez adop tada nna terminología multirifaciah resulta simplemente imposible apli car un criterio estricto y universalmente válido pará~clasificar una poblacTÓn creciente de origen miíftr .'Y a‘en el cronista chil eno Al onso de Ovall e observo quelio"éxTsF Ia"“marca alguna que permitiera “distirr88 Santa Gertrudis (1956), I, 333-335, 346, 403-404. 57 Desacuerdo con Borah y Cook (19 66) , 262-264, “la mayor parte de las per sonas (en el M éxico colonial) se casaban de acuerdo con los requerimientos de la Iglesia”. L a afir mación se basa en los registros parroquiales de Mixteca Alta (Oaxa ca), y se aplica parti cularmente a los indios. Los autores admiten que “la Iglesia y el Estado eran mucho menos capaces de imponer la moral oficial” en dis tritos con población mixta, pero afirman (sobr e la base de datos de 1777) que incluso en Antequera, ciudad de población mixta, la mayoría estaba casada. Car magnani ( 1963), 30, demuestra que sólo una cuarta parte de los niños del Norte Chico, Chile, entre 1690 y 1800, eran ilegítimos, pero resulta difícil decidir si la muestra que consideró es representativa. Compárese con Car magnani y K lein (19 65) , tablas V-V I I I . Se necesitan más investigaciones sobre la frecuencia del nacimiento ilegítimo en la América latina colonial ; el tema posee un interés peculiar en vista de las tristes condiciones que en este sentido prevalecen en América latina en la actualidad. J uan y Ulloa (1953), 384-386,
de todos los privilegios de tal y paga menos tributo, y si no que es español, cas tizo o mestizo, que es lo mas frecuente y entonces nada paga. . .” 84
C™ Io °bservó Areche, no necesariamente se trataba de una movi lidad ascendente en la estructura social. Mientras que el indio podía desear que se lo tomara por mestizo para no pagar tributo, el mestizo podía encontrar conveniente, en ciertos casos, presentarse como indio, para escapar a la jurisdi cción de la Inquisi ción. L a actitud resignada' de las autoridades hacia el fin de la época colonial está bien expresada en el siguiente informe de un administrador de Nueva España: Las castas no habrá qui en se atreva a distinguirlas. Esta sería una información odiosa y tomandola rigurosamente se descubrirían en familias bien admitidas manchas muy oscuras que ha borrado el ti em po ... Yo he señalado las castas de español, castizo, mestizo, pardo, etc. gobernándome por las declaraciones de los mismos vecinos, aunque algunos me hayan hecho caer en la sospecha de que no me dijeran la verdad... 85 * 1
Es necesario tener bien presente estas circunstancias siempre que se utilice material demográfico de la época para estudiar los grupos étnicos.66 La posibili dad del “pasaje” también explica la facili dad rela tiva con la cual funcionó evidentemente una limitada movilidad social
Expresiones como “se tiene por español” o “se reputa español” abun dan en los documentos de la época. Ante esta situación, los funcionarios i ¡viles llegaban a extremos de confusión y, a veces, de desesperación. J uan Antonio de Areche, entonces Fiscal en la Audiencia de México escribió al virrey en 1770: "I,a libertad con que se ha dejado a esta plebe usar de la clase que quiere si se lo consiente su color, tiene manchada la de los naturales y la de los españoles, y se arriman a cualquiera de éstas según les parece, o necesitan con mucha fre cu enc ia ... Un mulato v.g. a quien ayuda un poco su color para encubrir se en otra casta dice, según le viene sus ideas, que es indio aunque rara vez, así goza Ovalle (1 888) , 166; J uan y Ulloa ( 1768), I , 279. Sus propios criterios para irmnm rr mestizos no son muy convincentes. "" Un buen ejemplo de la manera en que podía ser calificada una persona lia. I.i 1000 es el proporcionado por J ara (1959) , 60: “.. .mestiza a lo que pareció y i Mu dijo, aunque en hábito de in di a. . . ” 1,1 Concolorcorvo (1 942), 328-329. Esta definición del concepto de transición ' i linio" es mucho mejor que cualquiera que se encuentre en la monografía sobre i ii I r m a perteneciente a Varallanos (1962). Véase también Kubler (1952), 36-37. " 1 Itala era también la conclusión de Fr ancisco de Mi randa, el famoso “precur* ”, rxpresada en un informe escrito en 1805. Miranda ( 195 0), X XI , 248. "i' Axuirrc Beltrán (1946), 273-274, . . . .
se los llamaba por igual mamelucos o mestigos, pero esta última pala bra se aplicaba también a los mulatos. Caboclo designaba a los mestizos y a los indios aculturados. Pardo podía aplicarse prácticamente a cual quier persona de color.68 I ndudablemente, la esclavitud fue mucho más significativa en la sociedad brasil eña que en la hispanoamericana. M uchos indios estaban sujetos a un régimen más o menos escíavocrático, por lo menos hasta su emancipación legal en la década de 1750. É l historiador Caio Prado (hijo) lo expresa adecuadamente, la esclavitud y sus dos principales íimcloner —explatatriórrlaboral'y explütaüí'ÓírgSxual— tieñdé a brutalizar stífctürürpiii-
eselavitud, es clara la razón por la cual no existía una estructura más compleja y amplia. Prevalecía la dicotomía de amos y esclavos. L a situación —dice Pr ado—fue incluso peor en el sectoFciue permanecía~áTmargen de la esclavitud. uLa desoiW ni /nnión era allí la regla.” 69 Un porcentaje anormalmente alto de la población libre de Brasil, incapaz o no dispuesto a competir con la mano de obra esclava, llevaba una vida de vagabundeo en la zona marginal de la sociedad. Este fenómeno ha sido llamado vadi agem o cabo- clizagao. No puede haber duda de que el cruzamiento de razas fue
Don Rodrigo, hijo de un terrateniente criollo, había cohabitado con una mulata durante nueve años y tenía cuatro hijos de ella. E ntonces quiso formalizar el matrimonio. E n vano el buen fraile le advirtió que bodas semejantes con frecuencia convertían el amor en aversión, que su padre montaría en cólera y que él mancillaría su sangre pura. Pero finalmente el frai le cedió y desposó a la pareja. D e modo bastante insensato, Don Rodrigo en persona, comunicó la novedad a su padre, y apenas pudo escapar a los dos disparos que este último le hizo. Pero, si hemos de creer al fraile, no hubo final feli z: Don Rodrigo comenzó a detestar a su pobre esposa e hizo las paces con su iracundo padre, lo cual quizá lo salvó de ser desheredado.56 El nacimiento ilegítimo probablemente continuó siendo característico de la mayor parte de los niños de origen mixto nacidos en la América hispana.57 E n todas las sociedades multirraciales en las cuales se prac tica la discriminación, es bien conocido el hecho de que las mujeres de raza “inferior” prefieren el concubinato con un hombre de la raza “superior” al matrimonio con un miembro de su propia raza. Esto es explícitamente confirmado en lo referente a Quito y al Perú durante el siglo x v i i i por el viajero Antonio de Ulloa, quien, aunque observa la ausencia de prostitución pública, subraya la disposición de las mujeres de piel oscura para entrar en un concubinato en cuanto se les asegura alguna seguridad o permanencia de la relación. De este modo, el fre cuente nacimiento ilegítimo de gran cantidad de personas de origen mixto ayudó a mantener y-fortalecer el prejuicio existente contra ellas: era un cír culo vicioso.58
guir Tal mestizo! del pur o español, sino en el pelo: éste hasta la segunda o tercera generación no se moditica. E n todo lo demás no hay diferencia alguna, ni en las facciones del rostro, ni en el talle, ni en el modo de hablar ni en la pronunciación^ J uan y U lloa observaron en Quito que habí a muchos mestizos que . . por la Yontaia~*He una complexi ón lo zana. parecían mas españoles que quienes l o eran en realidad . . 59 Tampoco había gran distancia entre los indios y los mestizos, de modo que pasar de una categoría a la otra resultaba relativamente fácil.60 Concolorcorvo, un sagaz y algo misterioso viajero de la década de 1770, observó que \ el i ndio no se distingue del español en la configuración del rostro, y así cuando se dedica a servir a alguno de los nuestros, que le trate con claridad, la primera diligencia es enseñarle limpieza; esto es, que se laven la cara, se peinen y se corten las uñas, y aunque mantenga su propio traje, con aquella providencia y una camisita limpia,... pasan por cholos, que es lo mismo que tener mezcla de mestizo. Si su servicio es útil al español, ya le visteycalza, y a los dos meses es un mestizo en el nombre”.61 Considerando los testimonios de Ovall e, Ul loa y Conco lorcorvo,'podemos cuestionar que fuera posible distinguir entre lobos, moriscos y coyotes. Necesariamente, tanto los sacerdotes como las auto ridades debían confiar en las declaraciones de las partes interesadas. A causa del carácter discriminatorio de la sociedad colonial, era in evitable que el individuo tratara de pasar de una categoría más modesta y “oscura” a una superior y más “clara”.62 Dos ejemplos tomados de algunas listas de tributación de Nueva España pueden ilustrarlo: Manuel Hilario López, español según dice pero de color muy sospechoso. .. J uan Antonio Mendoza, castizo de color osburo. .. 63
La sociedad de castas se desmorona
L a sociedad de castas estaba siendo socavada por el mismo proceso que había contribuido a crearla: el cruzamiento de razas. Una vez adop tada nna terminología multirifaciah resulta simplemente imposible apli car un criterio estricto y universalmente válido pará~clasificar una poblacTÓn creciente de origen miíftr .'Y a‘en el cronista chil eno Al onso de Ovall e observo quelio"éxTsF Ia"“marca alguna que permitiera “distirr88 Santa Gertrudis (1956), I, 333-335, 346, 403-404. 57 Desacuerdo con Borah y Cook (19 66) , 262-264, “la mayor parte de las per sonas (en el M éxico colonial) se casaban de acuerdo con los requerimientos de la Iglesia”. L a afir mación se basa en los registros parroquiales de Mixteca Alta (Oaxa ca), y se aplica parti cularmente a los indios. Los autores admiten que “la Iglesia y el Estado eran mucho menos capaces de imponer la moral oficial” en dis tritos con población mixta, pero afirman (sobr e la base de datos de 1777) que incluso en Antequera, ciudad de población mixta, la mayoría estaba casada. Car magnani ( 1963), 30, demuestra que sólo una cuarta parte de los niños del Norte Chico, Chile, entre 1690 y 1800, eran ilegítimos, pero resulta difícil decidir si la muestra que consideró es representativa. Compárese con Car magnani y K lein (19 65) , tablas V-V I I I . Se necesitan más investigaciones sobre la frecuencia del nacimiento ilegítimo en la América latina colonial ; el tema posee un interés peculiar en vista de las tristes condiciones que en este sentido prevalecen en América latina en la actualidad. J uan y Ulloa (1953), 384-386,
de todos los privilegios de tal y paga menos tributo, y si no que es español, cas tizo o mestizo, que es lo mas frecuente y entonces nada paga. . .” 84
C™ Io °bservó Areche, no necesariamente se trataba de una movi lidad ascendente en la estructura social. Mientras que el indio podía desear que se lo tomara por mestizo para no pagar tributo, el mestizo podía encontrar conveniente, en ciertos casos, presentarse como indio, para escapar a la jurisdi cción de la Inquisi ción. L a actitud resignada' de las autoridades hacia el fin de la época colonial está bien expresada en el siguiente informe de un administrador de Nueva España: Las castas no habrá qui en se atreva a distinguirlas. Esta sería una información odiosa y tomandola rigurosamente se descubrirían en familias bien admitidas manchas muy oscuras que ha borrado el ti em po ... Yo he señalado las castas de español, castizo, mestizo, pardo, etc. gobernándome por las declaraciones de los mismos vecinos, aunque algunos me hayan hecho caer en la sospecha de que no me dijeran la verdad... 85 * 1
Es necesario tener bien presente estas circunstancias siempre que se utilice material demográfico de la época para estudiar los grupos étnicos.66 La posibili dad del “pasaje” también explica la facili dad rela tiva con la cual funcionó evidentemente una limitada movilidad social vertical durante la ultima centuria del dominio colonial dentro de la pigmentocracia . En esa época, como veremos, se había hecho casi im posible establecer clasificaciones raciales dentro de la población rural de Hispanoamérica. E sto era especialmente cierto con respecto al pr o letariado que vivía en las grandes haciendas. Pero la sociedad de castas total, legalmente sancionada y con profundas raíces en valores y acti tudes sociales, continuó dando forma a las bases de la estratificación social hasta el fin de la época colonial, mientras que el sistema de clases, según las palabras de L yle McAlister, representaba sólo “una situación incipiente .^P robablemente la mejor prueba está en las graves tensio nes y frustraciones engendradas por la discriminación característica de la sociedad de castas, que se manifestaron elocuentemente en las pro longadas guerras de ¿mancipación. Raza y sociedad en Brasil
L a sociedad de la Améri ca colonial portuguesa tenía mucho en común con la de la América hispana, pero da la impresión de haber sido más fluida y menos estrictamente regulada. L a terminología ordinari a en Brasil era asimismo más vaga. A los hijos de parejas indioportuguesas Blo8L Y„gnton!rín d.151’
C °UeCtÍOn’ Li lIy Li bra^
University of Indiana,
Aguirre Beltrán (1 946) , 274 Incluso los términos básicos se utili zaban de un vaf° en ]a Mu lato’, según lo empleaban las autoridades de El Castro ( 1942°) C254-256 Par6Ce mcluido también a los mestizos. Barón
88 Morner (’l966c), 21-22. Cf . Borah en I P C I I (1961), 63-73. 67 McAlister (1963), 362-363.
la sociedad m isma.. L os bravos m a m e l u c o s eran la prole de indias esclavizadas, y cazadores de indios ellos mismos. L a familia patriarcal de la alta meseta de San Pablo comprendía una numerosa progenie de hijos mixtos e ilegítimos.72 Refiriéndose específicamente al período tardío de la expansión m a m e l u c a o b a n d e i r a n t e , Cassiano Ricardo afir ma que el elemento africano tuvo en ella una gran importancia y en consecuencia también gravitó mucho en la mezcla racial que acom paño al avance.73 L a presencia de una numerosa población esclava negra en el sur del Brasil es confirmada por el censo realizado en 1776 y por otra documen tación de la misma época. Casi una tercera parte de los habitantes-de K 10 Grande do Sul eran esclavos negros. En Minas Gerais la mitad L l n PrÍ aCK,n f \ n0gra’ k CIJaí ta Parte bIanca, y el cuarto restante, pardo. Como ya lo. hemos señalado, no obstante, las clasificaciones son extremadamente imprecisas. E n San P ablo, donde más de la mitad de la poblacion estaba registrada como blanca, el lenguaje indígena tupí eguia siendo la lengua materna de la mayor part e de los habitantes.74 Parecería improbable que en una sociedad tan fluida hubiera bases
Expresiones como “se tiene por español” o “se reputa español” abun dan en los documentos de la época. Ante esta situación, los funcionarios i ¡viles llegaban a extremos de confusión y, a veces, de desesperación. J uan Antonio de Areche, entonces Fiscal en la Audiencia de México escribió al virrey en 1770: "I,a libertad con que se ha dejado a esta plebe usar de la clase que quiere si se lo consiente su color, tiene manchada la de los naturales y la de los españoles, y se arriman a cualquiera de éstas según les parece, o necesitan con mucha fre cu enc ia ... Un mulato v.g. a quien ayuda un poco su color para encubrir se en otra casta dice, según le viene sus ideas, que es indio aunque rara vez, así goza Ovalle (1 888) , 166; J uan y Ulloa ( 1768), I , 279. Sus propios criterios para irmnm rr mestizos no son muy convincentes. "" Un buen ejemplo de la manera en que podía ser calificada una persona lia. I.i 1000 es el proporcionado por J ara (1959) , 60: “.. .mestiza a lo que pareció y i Mu dijo, aunque en hábito de in di a. . . ” 1,1 Concolorcorvo (1 942), 328-329. Esta definición del concepto de transición ' i linio" es mucho mejor que cualquiera que se encuentre en la monografía sobre i ii I r m a perteneciente a Varallanos (1962). Véase también Kubler (1952), 36-37. " 1 Itala era también la conclusión de Fr ancisco de Mi randa, el famoso “precur* ”, rxpresada en un informe escrito en 1805. Miranda ( 195 0), X XI , 248. "i' Axuirrc Beltrán (1946), 273-274, . . . .
se los llamaba por igual mamelucos o mestigos, pero esta última pala bra se aplicaba también a los mulatos. Caboclo designaba a los mestizos y a los indios aculturados. Pardo podía aplicarse prácticamente a cual quier persona de color.68 I ndudablemente, la esclavitud fue mucho más significativa en la sociedad brasil eña que en la hispanoamericana. M uchos indios estaban sujetos a un régimen más o menos escíavocrático, por lo menos hasta su emancipación legal en la década de 1750. É l historiador Caio Prado (hijo) lo expresa adecuadamente, la esclavitud y sus dos principales íimcloner —explatatriórrlaboral'y explütaüí'ÓírgSxual— tieñdé a brutalizar stífctürürpiii-
eselavitud, es clara la razón por la cual no existía una estructura más compleja y amplia. Prevalecía la dicotomía de amos y esclavos. L a situación —dice Pr ado—fue incluso peor en el sectoFciue permanecía~áTmargen de la esclavitud. uLa desoiW ni /nnión era allí la regla.” 69 Un porcentaje anormalmente alto de la población libre de Brasil, incapaz o no dispuesto a competir con la mano de obra esclava, llevaba una vida de vagabundeo en la zona marginal de la sociedad. Este fenómeno ha sido llamado vadi agem o cabo- clizagao. No puede haber duda de que el cruzamiento de razas fue cspecíaftripnte profundo y difundido entre esta masa humana amorfa, aunque, por razones obvias, la documentación histórica disponible difí cilmente permita un estudio más detallado de este proceso. Las descripciones de Gi lberto Freyre sobre las relaciones raciales en otro medio, el de las grandes plantaciones azucareras del nordeste, son en la actualidad uni versalmente conocidas y ampli amente admiradas.70 De modo que no es necesario que toquemos el tema en este lugar, pero mía circunstancia nos ayudará a evaluar l a interpr etación de Fr eyre. L os i 'sclavos negros y mulatos descriptos por el famoso sociólogo de PernamImco eran por l o general domésticos, y en consecuencia privi legiados en (■qmparací óucon lorf ObrerOÜ aHi rnf™ B TnflvrT r ovT° ‘le la mano de obra servil. Mientras qne Freyre y otros subrayan el valor de la contribución africana a la aculturación, el fríamente mate■i iHvt n Pain Pr;idn expresa la opinión de que, puesto que para ser ese]avo sólo se /eqTderL iu ei^ljH I t-a-o-entr ega sexual la contr ibución . ifiirnna a la r ivil i/ación de Brasil ha sido “casi nula’*.*1 Probablemente la verdad histórica está en algún punto intermedio entre esas posiciones rxffemas. I ,a esclavitud india en Maranháo es relati vamente bien conocida, trraclás sobre todo a las PfnHlWM hmpf>rrinnarias por l os misi oneros, incluso aunque ellas sean necesari amente tendenciosas. E n el sur ele Brasil, desde San Pablo hacia abajo, la esclavitud india también pro porcionó una base para el proceso de cruzamiento racial, es decir, para <>" Boxer (1963), 87. <»>Prado ( 196 1), 341-343. 7(1 Especialmente Fr eyre (1950), cuya primera edición apareció en 1933. 71 Prado (1961), 270. Boxer (1963 ), 104-110, resume un muy interesante tra tado portugués sobre la esclavitud, de 1764.
hispana. Un viajero nos proporciona un ejemplo divertido correspondien te a comienzos del siglo xix. Cuando preguntó a alguien si cierto admi nistrador local, Capita-mor, era mulato, se le dio la siguiente respuesta: “Acostumbraba serlo, pero ahora ya no.” Cuando el viajero manifestó su perplejidad, el interlocutor exclamó: “Pero señor, ¿podría un Capitao- m or ser mulato?”78Obviamente, entre los individuos de sangre mezclada el tono de la piel tenía una importancia. L a denominación p r e t o o negro ll egó a estar llena de desprecio.79 E l fenotipo del niño nacido del con cubinato entre amo y esclava decidía con frecuencia el que ese mulato fuera manumitido o no.80 I ndependientemente de la actitud del estrato superior con r especto al cruzamiento de razas, nada podía haberlo detenido o incluso retar dado en el ambiente brasileño. Parecería que en Brasil había una escasez de mujeres blancas mucho mayor que en la A mérica hispana.81 N o es en absoluto necesario buscar la razón de la ampliamente difundida fusión racial característica de Brasil en la preferencia que los portu gueses habrían tenido por las mujeres de piel oscura, o en la tolerancia de la política racial portuguesa. Esencialmente, la fusión racial total fue
de todos los privilegios de tal y paga menos tributo, y si no que es español, cas tizo o mestizo, que es lo mas frecuente y entonces nada paga. . .” 84
se los llamaba por igual mamelucos o mestigos, pero esta última pala bra se aplicaba también a los mulatos. Caboclo designaba a los mestizos y a los indios aculturados. Pardo podía aplicarse prácticamente a cual quier persona de color.68 I ndudablemente, la esclavitud fue mucho más significativa en la sociedad brasil eña que en la hispanoamericana. M uchos indios estaban sujetos a un régimen más o menos escíavocrático, por lo menos hasta su emancipación legal en la década de 1750. É l historiador Caio Prado (hijo) lo expresa adecuadamente, la esclavitud y sus dos principales íimcloner —explatatriórrlaboral'y explütaüí'ÓírgSxual— tieñdé a brutalizar
C™ Io °bservó Areche, no necesariamente se trataba de una movi lidad ascendente en la estructura social. Mientras que el indio podía desear que se lo tomara por mestizo para no pagar tributo, el mestizo podía encontrar conveniente, en ciertos casos, presentarse como indio, para escapar a la jurisdi cción de la Inquisi ción. L a actitud resignada' de las autoridades hacia el fin de la época colonial está bien expresada en el siguiente informe de un administrador de Nueva España:
stífctürürpiii-
Las castas no habrá qui en se atreva a distinguirlas. Esta sería una información odiosa y tomandola rigurosamente se descubrirían en familias bien admitidas manchas muy oscuras que ha borrado el ti em po ... Yo he señalado las castas de español, castizo, mestizo, pardo, etc. gobernándome por las declaraciones de los mismos vecinos, aunque algunos me hayan hecho caer en la sospecha de que no me dijeran la verdad... 85 * 1
eselavitud, es clara la razón por la cual no existía una estructura más compleja y amplia. Prevalecía la dicotomía de amos y esclavos. L a situación —dice Pr ado—fue incluso peor en el sectoFciue permanecía~áTmargen de la esclavitud. uLa desoiW ni /nnión era allí la regla.” 69 Un porcentaje anormalmente alto de la población libre de Brasil, incapaz o no dispuesto a competir con la mano de obra esclava, llevaba una vida de vagabundeo en la zona marginal de la sociedad. Este fenómeno ha sido llamado vadi agem o cabo- clizagao. No puede haber duda de que el cruzamiento de razas fue cspecíaftripnte profundo y difundido entre esta masa humana amorfa, aunque, por razones obvias, la documentación histórica disponible difí cilmente permita un estudio más detallado de este proceso. Las descripciones de Gi lberto Freyre sobre las relaciones raciales en otro medio, el de las grandes plantaciones azucareras del nordeste, son en la actualidad uni versalmente conocidas y ampli amente admiradas.70 De modo que no es necesario que toquemos el tema en este lugar, pero mía circunstancia nos ayudará a evaluar l a interpr etación de Fr eyre. L os i 'sclavos negros y mulatos descriptos por el famoso sociólogo de PernamImco eran por l o general domésticos, y en consecuencia privi legiados en (■qmparací óucon lorf ObrerOÜ aHi rnf™ B TnflvrT r ovT° ‘le la mano de obra servil. Mientras qne Freyre y otros subrayan el valor de la contribución africana a la aculturación, el fríamente mate■i iHvt n Pain Pr;idn expresa la opinión de que, puesto que para ser ese]avo sólo se /eqTderL iu ei^ljH I t-a-o-entr ega sexual la contr ibución . ifiirnna a la r ivil i/ación de Brasil ha sido “casi nula’*.*1 Probablemente la verdad histórica está en algún punto intermedio entre esas posiciones rxffemas. I ,a esclavitud india en Maranháo es relati vamente bien conocida, trraclás sobre todo a las PfnHlWM hmpf>rrinnarias por l os misi oneros, incluso aunque ellas sean necesari amente tendenciosas. E n el sur ele Brasil, desde San Pablo hacia abajo, la esclavitud india también pro porcionó una base para el proceso de cruzamiento racial, es decir, para
Es necesario tener bien presente estas circunstancias siempre que se utilice material demográfico de la época para estudiar los grupos étnicos.66 La posibili dad del “pasaje” también explica la facili dad rela tiva con la cual funcionó evidentemente una limitada movilidad social vertical durante la ultima centuria del dominio colonial dentro de la pigmentocracia . En esa época, como veremos, se había hecho casi im posible establecer clasificaciones raciales dentro de la población rural de Hispanoamérica. E sto era especialmente cierto con respecto al pr o letariado que vivía en las grandes haciendas. Pero la sociedad de castas total, legalmente sancionada y con profundas raíces en valores y acti tudes sociales, continuó dando forma a las bases de la estratificación social hasta el fin de la época colonial, mientras que el sistema de clases, según las palabras de L yle McAlister, representaba sólo “una situación incipiente .^P robablemente la mejor prueba está en las graves tensio nes y frustraciones engendradas por la discriminación característica de la sociedad de castas, que se manifestaron elocuentemente en las pro longadas guerras de ¿mancipación. Raza y sociedad en Brasil
L a sociedad de la Améri ca colonial portuguesa tenía mucho en común con la de la América hispana, pero da la impresión de haber sido más fluida y menos estrictamente regulada. L a terminología ordinari a en Brasil era asimismo más vaga. A los hijos de parejas indioportuguesas Blo8L Y„gnton!rín d.151’
C °UeCtÍOn’ Li lIy Li bra^
University of Indiana,
Aguirre Beltrán (1 946) , 274 Incluso los términos básicos se utili zaban de un vaf° en ]a Mu lato’, según lo empleaban las autoridades de El Castro ( 1942°) C254-256 Par6Ce mcluido también a los mestizos. Barón
<>" Boxer (1963), 87. <»>Prado ( 196 1), 341-343. 7(1 Especialmente Fr eyre (1950), cuya primera edición apareció en 1933. 71 Prado (1961), 270. Boxer (1963 ), 104-110, resume un muy interesante tra tado portugués sobre la esclavitud, de 1764.
88 Morner (’l966c), 21-22. Cf . Borah en I P C I I (1961), 63-73. 67 McAlister (1963), 362-363.
la sociedad m isma.. L os bravos m a m e l u c o s eran la prole de indias esclavizadas, y cazadores de indios ellos mismos. L a familia patriarcal de la alta meseta de San Pablo comprendía una numerosa progenie de hijos mixtos e ilegítimos.72 Refiriéndose específicamente al período tardío de la expansión m a m e l u c a o b a n d e i r a n t e , Cassiano Ricardo afir ma que el elemento africano tuvo en ella una gran importancia y en consecuencia también gravitó mucho en la mezcla racial que acom paño al avance.73 L a presencia de una numerosa población esclava negra en el sur del Brasil es confirmada por el censo realizado en 1776 y por otra documen tación de la misma época. Casi una tercera parte de los habitantes-de K 10 Grande do Sul eran esclavos negros. En Minas Gerais la mitad L l n PrÍ aCK,n f \ n0gra’ k CIJaí ta Parte bIanca, y el cuarto restante, pardo. Como ya lo. hemos señalado, no obstante, las clasificaciones son extremadamente imprecisas. E n San P ablo, donde más de la mitad de la poblacion estaba registrada como blanca, el lenguaje indígena tupí eguia siendo la lengua materna de la mayor part e de los habitantes.74 Parecería improbable que en una sociedad tan fluida hubiera bases para el prejuicio sociorracial, y muchos eruditos niegan que éste haya existido. Pero incluso Freyre admite que los padres de muchachas blan cas teman solamente dos alternativas: enviar a la hija a un convento o encontrar un esposo blanco “puro” para ella, dentro de lo posibl e un peninsular. Tener una esposa blanca era símbolo de prestigio y había que cuidarla mucho." Es claro que desde 1755 en adelante la política de la Corona tendiente a fomentar el matrimonio mixto indioportugués fue recibida con poca simpatía.7* L a actitud arrogante y exclusivista " i f T n0 tema nada que ver, desde luego, con sus hábitos sexuales. Las jovenes mulatas eran las concubinas favoritas según lo m u l h e r ! ( ¡La mulata expresaba un proverbio popular: ¡E a m u l a t a q u e é es l a mujer!). Otro proverbio citado frecuentemente define a Brasil como un infierno para los negros, un purgatori o para los blancos y un paraíso para los mulatos. Pero el status social de estos últimos Estaba bastante lejos de ser paradisiaco. Debido a sus estigmas de esclavitud y nacimiento ilegitimo, los pardos estaban sujetos a formas de discrimi nación racial, ademas de las impuestas por la ley. Un esfuerzo realizado durante la decada de 1730 para “integrar” étnicamente las unidades de la milicia fracaso con estrepito. Las i r m a n d a d e s (equivalentes a las
hispana. Un viajero nos proporciona un ejemplo divertido correspondien te a comienzos del siglo xix. Cuando preguntó a alguien si cierto admi nistrador local, Capita-mor, era mulato, se le dio la siguiente respuesta: “Acostumbraba serlo, pero ahora ya no.” Cuando el viajero manifestó su perplejidad, el interlocutor exclamó: “Pero señor, ¿podría un Capitao- m or ser mulato?”78Obviamente, entre los individuos de sangre mezclada el tono de la piel tenía una importancia. L a denominación p r e t o o negro ll egó a estar llena de desprecio.79 E l fenotipo del niño nacido del con cubinato entre amo y esclava decidía con frecuencia el que ese mulato fuera manumitido o no.80 I ndependientemente de la actitud del estrato superior con r especto al cruzamiento de razas, nada podía haberlo detenido o incluso retar dado en el ambiente brasileño. Parecería que en Brasil había una escasez de mujeres blancas mucho mayor que en la A mérica hispana.81 N o es en absoluto necesario buscar la razón de la ampliamente difundida fusión racial característica de Brasil en la preferencia que los portu gueses habrían tenido por las mujeres de piel oscura, o en la tolerancia de la política racial portuguesa. Esencialmente, la fusión racial total fue un resultado de las peculiaridades de la colonización y la economía del paísj el necesariamente pequeño número de colonizadores portu gueses, los requerimientos laborales de la economía azucarera, y el boom minero que hacia el año 1700 atrajo súbitamente a gran número de inmigrantes varones. Tanto la esclavitud como la vagancia crearon con diciones ideales para la promiscuidad en gran escala.
clusivismo racialJ ^n°amerÍC^} mantenían asimism0 una Políti ^ de exd i w ^ í “ i '" '? 2 ^ . « f e d a d col oni al brasileña, el fenómeno pasaje debe haber sido incluso mas frecuente que en la América 7- Un relato interesante, basado en inventarios v testamentos rlp la encuentra en Machado (1953), 158-165. testamentos de la época, se 73 Ricardo (1942), II. 74 Aid en (1963 ), 66; Rosenblat (1954), I I 104 7j Freyre (1950). 70 Boxer (1963), 199. ,7 Boxer (1962), 15, 142 y passim-, (1963), 119-120.
•" lunnl (.1962), 263, citando a J . M. Rugendas. Prado (1961), 271-272. "" C f. Hutchinson (1957), 99. 111 Boxer (1962), 164-165; Calmon (1937), I, 75-76.
VI LA REBELION DE LOS HOMBRES DE PIEL OSCURA Frustración y vagancia de los mestizos
Las reacciones psicológicas de los individuos de origen mixto ante las
la sociedad m isma.. L os bravos m a m e l u c o s eran la prole de indias esclavizadas, y cazadores de indios ellos mismos. L a familia patriarcal de la alta meseta de San Pablo comprendía una numerosa progenie de hijos mixtos e ilegítimos.72 Refiriéndose específicamente al período tardío de la expansión m a m e l u c a o b a n d e i r a n t e , Cassiano Ricardo afir ma que el elemento africano tuvo en ella una gran importancia y en consecuencia también gravitó mucho en la mezcla racial que acom paño al avance.73 L a presencia de una numerosa población esclava negra en el sur del Brasil es confirmada por el censo realizado en 1776 y por otra documen tación de la misma época. Casi una tercera parte de los habitantes-de K 10 Grande do Sul eran esclavos negros. En Minas Gerais la mitad L l n PrÍ aCK,n f \ n0gra’ k CIJaí ta Parte bIanca, y el cuarto restante, pardo. Como ya lo. hemos señalado, no obstante, las clasificaciones son extremadamente imprecisas. E n San P ablo, donde más de la mitad de la poblacion estaba registrada como blanca, el lenguaje indígena tupí eguia siendo la lengua materna de la mayor part e de los habitantes.74 Parecería improbable que en una sociedad tan fluida hubiera bases para el prejuicio sociorracial, y muchos eruditos niegan que éste haya existido. Pero incluso Freyre admite que los padres de muchachas blan cas teman solamente dos alternativas: enviar a la hija a un convento o encontrar un esposo blanco “puro” para ella, dentro de lo posibl e un peninsular. Tener una esposa blanca era símbolo de prestigio y había que cuidarla mucho." Es claro que desde 1755 en adelante la política de la Corona tendiente a fomentar el matrimonio mixto indioportugués fue recibida con poca simpatía.7* L a actitud arrogante y exclusivista " i f T n0 tema nada que ver, desde luego, con sus hábitos sexuales. Las jovenes mulatas eran las concubinas favoritas según lo m u l h e r ! ( ¡La mulata expresaba un proverbio popular: ¡E a m u l a t a q u e é es l a mujer!). Otro proverbio citado frecuentemente define a Brasil como un infierno para los negros, un purgatori o para los blancos y un paraíso para los mulatos. Pero el status social de estos últimos Estaba bastante lejos de ser paradisiaco. Debido a sus estigmas de esclavitud y nacimiento ilegitimo, los pardos estaban sujetos a formas de discrimi nación racial, ademas de las impuestas por la ley. Un esfuerzo realizado durante la decada de 1730 para “integrar” étnicamente las unidades de la milicia fracaso con estrepito. Las i r m a n d a d e s (equivalentes a las
hispana. Un viajero nos proporciona un ejemplo divertido correspondien te a comienzos del siglo xix. Cuando preguntó a alguien si cierto admi nistrador local, Capita-mor, era mulato, se le dio la siguiente respuesta: “Acostumbraba serlo, pero ahora ya no.” Cuando el viajero manifestó su perplejidad, el interlocutor exclamó: “Pero señor, ¿podría un Capitao- m or ser mulato?”78Obviamente, entre los individuos de sangre mezclada el tono de la piel tenía una importancia. L a denominación p r e t o o negro ll egó a estar llena de desprecio.79 E l fenotipo del niño nacido del con cubinato entre amo y esclava decidía con frecuencia el que ese mulato fuera manumitido o no.80 I ndependientemente de la actitud del estrato superior con r especto al cruzamiento de razas, nada podía haberlo detenido o incluso retar dado en el ambiente brasileño. Parecería que en Brasil había una escasez de mujeres blancas mucho mayor que en la A mérica hispana.81 N o es en absoluto necesario buscar la razón de la ampliamente difundida fusión racial característica de Brasil en la preferencia que los portu gueses habrían tenido por las mujeres de piel oscura, o en la tolerancia de la política racial portuguesa. Esencialmente, la fusión racial total fue un resultado de las peculiaridades de la colonización y la economía del paísj el necesariamente pequeño número de colonizadores portu gueses, los requerimientos laborales de la economía azucarera, y el boom minero que hacia el año 1700 atrajo súbitamente a gran número de inmigrantes varones. Tanto la esclavitud como la vagancia crearon con diciones ideales para la promiscuidad en gran escala.
clusivismo racialJ ^n°amerÍC^} mantenían asimism0 una Políti ^ de exd i w ^ í “ i '" '? 2 ^ . « f e d a d col oni al brasileña, el fenómeno pasaje debe haber sido incluso mas frecuente que en la América 7- Un relato interesante, basado en inventarios v testamentos rlp la encuentra en Machado (1953), 158-165. testamentos de la época, se 73 Ricardo (1942), II. 74 Aid en (1963 ), 66; Rosenblat (1954), I I 104 7j Freyre (1950). 70 Boxer (1963), 199. ,7 Boxer (1962), 15, 142 y passim-, (1963), 119-120.
•" lunnl (.1962), 263, citando a J . M. Rugendas.
Prado (1961), 271-272. "" C f. Hutchinson (1957), 99. 111 Boxer (1962), 164-165; Calmon (1937), I, 75-76.
VI LA REBELION DE LOS HOMBRES DE PIEL OSCURA Frustración y vagancia de los mestizos
Las reacciones psicológicas de los individuos de origen mixto ante las condiciones discriminatorias impuestas por la sociedad de castas eran complejas. E ric Wol f ha descripto de modo excelente el tipo del mestizo,, inteligente y flexible^intermediar io. dil igente s » todas las transacciones sutiles necesarias en la sociedad, que no dejará nunca de perseguir ál mismo tiempo sus ambici ones personales.1 Pero había también un tipo frustr ado de mestizo. A veces, esta fr ustr ado» se expresaba-como esca pismo, a veces' como agresión. Sergio B agó escribe que el mestizo del período colonial* “sin ubicación en el esquema económico, se encuentra también sin destino en el esquema social, porque- no siendo indio, ni negro, aspira a ser blan co sin poder serlo. L a sociedad colonial le coloca cu un peligroso lugar intermedio, le crea una psicología de resentido a quien, para colmo, no le da trabajo ni educación”.2 Ya en el siglo xvi la vagancia había alcanzado proporciones consi derables; los vagabundos (“vagos” en español; vadios en portugués) eran principalmente mestizos y mulatos. Las autori dades, los peninsulares, los criollos y los indios se sentían por igual aterrorizados ante la viru lencia del fenómeno. Su repugnancia fortalecía sus prejuicios, los que u su vez contr ibuí an a aumentar la frustración de la cual .se nutría la vagancia. “L a^repúbl iea^padecsa oausa de estar llena de gente perdi da y vagabunda que no se aplica a trabajar, ni hay en qué, y hace agravios 0 insolencias a los naturales y españoles, y con todo se salen, como la llena es la rga .. Esto informó en 1593 el virrey Luis de Velasco, de Nueva España.3 Tanto la Corona como las autoridades locales inten1ii ion lenazmente reducir la vagancia e impedir que los vagabundos dMisaran de los indios. L a política de separación residencial seguida en 1 Wolf (1962), cap. XI. u llagú (1952), 113. " Martin (1957), 106. Debe también observarse que esta vagancia existía asiMiluno nitro los indios. E n Perú los yanaconas constituían un proletariado desarraiUnilo y flotante. I 1 S A I , II, 377-379.
la América hispana respondía en parte a este propósito. A medida que avanzaba el período colonial, la vagancia pareció disminuir, si no absolutamente, por lo menos en términos relativos. Aunque esto haya sido así, probablemente no se debió a los esfuerzos de las autoridades sino más bien al hecho de que los vagabundos eran atraídos por la tierra excedente que dejaba sin cultivar una población india en declinación. En gran contraste con las intenciones de la C orona, muchos ex vaga bundos se instalaron entre los indios para eukivar su tierra. No obstante, la América4iispana y Brasil siempre incluyeron una gran cantidad de individuos vagabundos y sin empleo. Este sector absorbía elementos de diferentes procedencias étnicas. Desde luego, la motivación de los esclavos mulatos y negros que los llevaba a escapar de una sociedad en la cual se los reprimía sin misericordia, era particularmente fuerte. A veces sus violentas rebeliones, aunque siempre aplastadas, facilitaban deserciones masivas. Estos “ne-
no por la composición étnica d e los grupos de vagabundos. Esto es cierto, por ejemplo, con respecto a los gauchos del Río de la Plata, “un caso de mestizaje de pastores libres”, según las palabras de Carlos Rama .7 La abundancia de ganad o salvaje ( las famosas “vaquerías” ), proporcionaba a los gauchos su medi o d e subsistencia y los ayu daba a sobrel levar la vida. Ya a principios del siglo xv», documentos del Río de la Plata comienzan a mencionar a estos “mozos perdidos” que, habiendo nacido en los pequeños centros urbanos de la región, iban “a cazar y vivir entre los indios, copiando sus costumbres y defectos ” .8 Desde esa época en adelante es posible seguir a estos vagabundos a caballo a través de sus ocasionales contactos con la sociedad, como contrabandistas o temporariamente conchabados para trabajos ganaderos, aunque la primera^nKji ción conoc ida de la pa labra “g aucho”data dé—1774.9 Los gauchos, llevaban una vida sexual claramente restringida, pues enTa inmensa planicie de las pampas eran muy pocas las mujeres de cualquier color
VI LA REBELION DE LOS HOMBRES DE PIEL OSCURA Frustración y vagancia de los mestizos
Las reacciones psicológicas de los individuos de origen mixto ante las condiciones discriminatorias impuestas por la sociedad de castas eran complejas. E ric Wol f ha descripto de modo excelente el tipo del mestizo,, inteligente y flexible^intermediar io. dil igente s » todas las transacciones sutiles necesarias en la sociedad, que no dejará nunca de perseguir ál mismo tiempo sus ambici ones personales.1 Pero había también un tipo frustr ado de mestizo. A veces, esta fr ustr ado» se expresaba-como esca pismo, a veces' como agresión. Sergio B agó escribe que el mestizo del período colonial* “sin ubicación en el esquema económico, se encuentra también sin destino en el esquema social, porque- no siendo indio, ni negro, aspira a ser blan co sin poder serlo. L a sociedad colonial le coloca cu un peligroso lugar intermedio, le crea una psicología de resentido a quien, para colmo, no le da trabajo ni educación”.2 Ya en el siglo xvi la vagancia había alcanzado proporciones consi derables; los vagabundos (“vagos” en español; vadios en portugués) eran principalmente mestizos y mulatos. Las autori dades, los peninsulares, los criollos y los indios se sentían por igual aterrorizados ante la viru lencia del fenómeno. Su repugnancia fortalecía sus prejuicios, los que u su vez contr ibuí an a aumentar la frustración de la cual .se nutría la vagancia. “L a^repúbl iea^padecsa oausa de estar llena de gente perdi da y vagabunda que no se aplica a trabajar, ni hay en qué, y hace agravios 0 insolencias a los naturales y españoles, y con todo se salen, como la llena es la rga .. Esto informó en 1593 el virrey Luis de Velasco, de Nueva España.3 Tanto la Corona como las autoridades locales inten1ii ion lenazmente reducir la vagancia e impedir que los vagabundos dMisaran de los indios. L a política de separación residencial seguida en 1 Wolf (1962), cap. XI. u llagú (1952), 113. " Martin (1957), 106. Debe también observarse que esta vagancia existía asiMiluno nitro los indios. E n Perú los yanaconas constituían un proletariado desarraiUnilo y flotante. I 1 S A I , II, 377-379.
la América hispana respondía en parte a este propósito. A medida que avanzaba el período colonial, la vagancia pareció disminuir, si no absolutamente, por lo menos en términos relativos. Aunque esto haya sido así, probablemente no se debió a los esfuerzos de las autoridades sino más bien al hecho de que los vagabundos eran atraídos por la tierra excedente que dejaba sin cultivar una población india en declinación. En gran contraste con las intenciones de la C orona, muchos ex vaga bundos se instalaron entre los indios para eukivar su tierra. No obstante, la América4iispana y Brasil siempre incluyeron una gran cantidad de individuos vagabundos y sin empleo. Este sector absorbía elementos de diferentes procedencias étnicas. Desde luego, la motivación de los esclavos mulatos y negros que los llevaba a escapar de una sociedad en la cual se los reprimía sin misericordia, era particularmente fuerte. A veces sus violentas rebeliones, aunque siempre aplastadas, facilitaban deserciones masivas. Estos “negros cimarrones” inquietaban especialmente a las autoridades, puesto que la pérdida de esclavos tenía una importancia económica directa, y también a causa de que los negros con frecuencia caían en el bandolerismo. Las medidas que las autoridades tomaban contra los cimarrones eran por lo general crueles, pero estaban muy lejos de ser eficaces .4 Desde luego, los desertores sólo se atrevían a establecerse en aldeas relativamente alejadas de los poblados españoles y portugueses. Estos centros de población y resistencia africanas se llamaron “palenques” o “cumbes” en la América hispana, y quilombos en Brasil. Hacia fines del siglo x v i i , para destruir el llamado Quilombo dos Palmares, la “Troya Negra”, se necesitó una campaña militar en gran escala. Si estos refugios no eran destruidos, continuaban atrayendo un número creciente de esclavos de las plantaciones .5 Necesariamente la fuga de esclavos negros hacia áreas remotas amplió el cruzamiento, en primer lugar con mujeres indias. Las tribus extraordinariamente belicosas de los zambos en el distrito de Esmeraldas, jurisdicción de la Audiencia de Quito, y las de la Costa Mosquito en Nicaragua, fueron productos de ese tipo de mestizaje. Pero los atacantes negros y zambos también se llevaban consigo a mujeres blancas y mestizas después de sus incursiones. Un misionero que hacia fines del siglo x v i i i erró en torno a las salvajes regiones anteriores de Cartagena, en Nueva Granada, nos ha legado unos pocos relatos violentos y coloridos sobre mujeres secuestradas y violadas por los zambos sin ley .6 En otras regiones, entre los vagabundos predominaban los mestizos. Su existencia marginal recibía forma del ambiente geoeconómico, y 4 Martín (1957), 122124; Saco (1938), II, passim-, Guillot (1961), 6671 y passim; Acosta Saignes (1961 j. Las rebeliones negras en Bahía son analizadas dentro de un contexto muy amplio por Verger (1968). 5 Carneiro (1958), 1417, subraya que los organizadores de los quilombos eran probablemente individuos que acababan de llegar de Africa y que el marco del cual emergía esta colonia de refugiados era siempre “una situación de dificultades económicas locales que conducían a cierto debilitamiento en la disciplina de los esclavos”. Véase también Jaramillo Uribe (1963), 4250; Davidson (1966). 6 Palacios de la Vega (1955), 38 y sigs.
ginal similar: el llanero de las planicies del Orinoco. Etnicamente, los llaneros tenían un porcentaje más alto de sangre africana. Un estudio reciente demuestra que en Chile la vagancia fue más frecuente en las regiones ganaderas, a lo largo de la frontera sur. Como los gauchos y los llaneros, los jinetes vagabu ndos chilenos partic iparo n activa mente en las guerras de emancipación, reunidos en torno de lideres elegidos por ellos mismos.13 En México, la región llamada El Bajío estaba mucho más integrada en la sociedad que la pampa o los llanos, pero su economía ganad era y minera atrajo análogamente elementos aventureros^ e inestables. Fue precisamente allí donde estalló, en 1810, la rebelión popular de Allende y el padre Hidalgo .14 Las rebeliones indias y mestizas y las guerras de la emancipación
Dentro de la sociedad colonial, el resentimiento y la agresividad de
no por la composición étnica d e los grupos de vagabundos. Esto es cierto, por ejemplo, con respecto a los gauchos del Río de la Plata, “un caso de mestizaje de pastores libres”, según las palabras de Carlos Rama .7 La abundancia de ganad o salvaje ( las famosas “vaquerías” ), proporcionaba a los gauchos su medi o d e subsistencia y los ayu daba a sobrel levar la vida. Ya a principios del siglo xv», documentos del Río de la Plata comienzan a mencionar a estos “mozos perdidos” que, habiendo nacido en los pequeños centros urbanos de la región, iban “a cazar y vivir entre los indios, copiando sus costumbres y defectos ” .8 Desde esa época en adelante es posible seguir a estos vagabundos a caballo a través de sus ocasionales contactos con la sociedad, como contrabandistas o temporariamente conchabados para trabajos ganaderos, aunque la primera^nKji ción conoc ida de la pa labra “g aucho”data dé—1774.9 Los gauchos, llevaban una vida sexual claramente restringida, pues enTa inmensa planicie de las pampas eran muy pocas las mujeres de cualquier color de piel. Así, un observador de la época señala que en la última parte del siglo xvm muchas mujeres vivían en chozas cerca de la ciudad de San Nicolás, y cada una de ellas satisfacía las necesidades de varios gauchos y cuidaba los hijos de todos ellos. Esta forma d e poliandria, llamada “aparcería”, se basaba en el acuerdo mutuo entre los hombres que frecuentaban a la misma mujer .10 La alternativa a este tipo, de arreglo era la lucha sangrienta entre los hombres. Una mujer le manifestó a un viajero español que diez años antes ella había sido raptada por un cierto Cuenca, pero que éste había sido asesinado por otro gaucho, el que a su vez sucumbió ante un tercer hombre, a quien ella pertenecía en ese momento .11 Es obvio que estas mujeres provenían de diferentes grupos étnicos. Durante e l siglo x vm se extendió una forma más racional de explotación"3eíos recursos ganaderos, la “estancia”, coñ lo cual se intensificó la presión de la sociedad sobre los gauchos. Un funcionario civil español informó en 1790 que los paisan os pobres de la Banda Oriental, el Uruguay del presente, se veían realmente forzados “a hacer sin licencia lo que otros hacen con títulos colorados matando a diestro y siniestro para sacar cueros, y llevarlos a los ricos españoles y portugueses, que les dan una bagatela jpor(iellos”.1^ e r o solamente a mediados d el s iglo xi x los gauchos "sucumbieron a su destino, eliminados por el alambrede púas, la colomzaeiórueurapea y la moderna cría de ganado. Cuando en el año 1872 se publicó el gran poema épico Martín Fierro, llegó para el gauc ho histórico el momento de desaparecer y dejar lugar al mito del gaucho. Las condiciones geoeconómicas paralelas produjeron otro grupo mar 7 IPGH (1981), 94. « Coni (1945), 4552. 11 Rodríguez Molas (1 964 ), 8182, rectifica la fecha que da Coni; 1790. La etimología de la palabra “gaucho” es discutible. Según Assungao (1963), 369536, deriva do “guacho”, que significa “ hijo ilegítimo”, “huérfano”, o está relacionada <(iii gauche (prove nzal), que significa “torcido”, “ desviado”, “ errante”. i" Coni (1945), 70. *• Azara (1943), 202203. Rodríguez Molas (1964), 84.
miento comunero de Nueva Granada durante la decada de 1780. En Nueva Granada la rebelión de los comuneros mestizos coincidió con el alzamiento indígena encabezado por Ambrosio Pisco. Pero la alianza entre ambos grupos probablemente debilitó más que fortaleció la rebelión comunera, a causa de las tensiones que surgieron de aquella.1’ De un modo u otro llegaron hasta las masas de la América hispana ecos remotos de la Bevolución Francesa_o, más bien, de sus secuelas en Haití. En Coro, Venezuela, José Leonardo Chirino, un zambo libre, se hizo líder de un alzamiento esclavo con la meta de introducir la ley de los franceses”. Probablemente se proponía una gran carnicería de blancos, pero los resultados de la revuelta fueron opuestos .20 Debemos no obstante subrayar que los movimientos emancipadores de la América hispana, anticipados por muchas conspiraciones aplastadas, fueron por sobre todo obra de la élite criolla, que se puso en movi-
la América hispana respondía en parte a este propósito. A medida que avanzaba el período colonial, la vagancia pareció disminuir, si no absolutamente, por lo menos en términos relativos. Aunque esto haya sido así, probablemente no se debió a los esfuerzos de las autoridades sino más bien al hecho de que los vagabundos eran atraídos por la tierra excedente que dejaba sin cultivar una población india en declinación. En gran contraste con las intenciones de la C orona, muchos ex vaga bundos se instalaron entre los indios para eukivar su tierra. No obstante, la América4iispana y Brasil siempre incluyeron una gran cantidad de individuos vagabundos y sin empleo. Este sector absorbía elementos de diferentes procedencias étnicas. Desde luego, la motivación de los esclavos mulatos y negros que los llevaba a escapar de una sociedad en la cual se los reprimía sin misericordia, era particularmente fuerte. A veces sus violentas rebeliones, aunque siempre aplastadas, facilitaban deserciones masivas. Estos “negros cimarrones” inquietaban especialmente a las autoridades, puesto que la pérdida de esclavos tenía una importancia económica directa, y también a causa de que los negros con frecuencia caían en el bandolerismo. Las medidas que las autoridades tomaban contra los cimarrones eran por lo general crueles, pero estaban muy lejos de ser eficaces .4 Desde luego, los desertores sólo se atrevían a establecerse en aldeas relativamente alejadas de los poblados españoles y portugueses. Estos centros de población y resistencia africanas se llamaron “palenques” o “cumbes” en la América hispana, y quilombos en Brasil. Hacia fines del siglo x v i i , para destruir el llamado Quilombo dos Palmares, la “Troya Negra”, se necesitó una campaña militar en gran escala. Si estos refugios no eran destruidos, continuaban atrayendo un número creciente de esclavos de las plantaciones .5 Necesariamente la fuga de esclavos negros hacia áreas remotas amplió el cruzamiento, en primer lugar con mujeres indias. Las tribus extraordinariamente belicosas de los zambos en el distrito de Esmeraldas, jurisdicción de la Audiencia de Quito, y las de la Costa Mosquito en Nicaragua, fueron productos de ese tipo de mestizaje. Pero los atacantes negros y zambos también se llevaban consigo a mujeres blancas y mestizas después de sus incursiones. Un misionero que hacia fines del siglo x v i i i erró en torno a las salvajes regiones anteriores de Cartagena, en Nueva Granada, nos ha legado unos pocos relatos violentos y coloridos sobre mujeres secuestradas y violadas por los zambos sin ley .6 En otras regiones, entre los vagabundos predominaban los mestizos. Su existencia marginal recibía forma del ambiente geoeconómico, y 4 Martín (1957), 122124; Saco (1938), II, passim-, Guillot (1961), 6671 y passim; Acosta Saignes (1961 j. Las rebeliones negras en Bahía son analizadas dentro de un contexto muy amplio por Verger (1968). 5 Carneiro (1958), 1417, subraya que los organizadores de los quilombos eran probablemente individuos que acababan de llegar de Africa y que el marco del cual emergía esta colonia de refugiados era siempre “una situación de dificultades económicas locales que conducían a cierto debilitamiento en la disciplina de los esclavos”. Véase también Jaramillo Uribe (1963), 4250; Davidson (1966). 6 Palacios de la Vega (1955), 38 y sigs.
ginal similar: el llanero de las planicies del Orinoco. Etnicamente, los llaneros tenían un porcentaje más alto de sangre africana. Un estudio reciente demuestra que en Chile la vagancia fue más frecuente en las regiones ganaderas, a lo largo de la frontera sur. Como los gauchos y los llaneros, los jinetes vagabu ndos chilenos partic iparo n activa mente en las guerras de emancipación, reunidos en torno de lideres elegidos por ellos mismos.13 En México, la región llamada El Bajío estaba mucho más integrada en la sociedad que la pampa o los llanos, pero su economía ganad era y minera atrajo análogamente elementos aventureros^ e inestables. Fue precisamente allí donde estalló, en 1810, la rebelión popular de Allende y el padre Hidalgo .14 Las rebeliones indias y mestizas y las guerras de la emancipación
Dentro de la sociedad colonial, el resentimiento y la agresividad de las masas oprimidas se manifestaban de tiempo en tiempo a través de rebeliones y revueltas .15 Los levantamientos indios eran en realidad corrientes, y en la mayor parte de los casos fácilmente aplastados. Pero hubo una rebelión en gran escala que por un momento pareció amenazar realmente a la dominación hispana: la de los indios andinos acaudillados por Túpac Amaru, en 1780 y 1781. Aunque estrictamente hablando el líder era un mestizo, se consideraba sucesor de los incas, y parece haber soñado con la restauración de su imperio. En todo caso, la rebelión fue adquiriendo un carácter cada vez más indio, lo cual provocó que toda la población no indígena estrechara filas con el fin de defender el régimen. Esto resultó fatal para los rebeldes .16 Los levantamientos de los mestizos eran por lo general más moderados, dirigidos como lo estaban contra algún nuevo tributo u otra medida administrativa impopular. Incluso así, con frecuencia reflejaban el odio profundo que existía entre mestizos y blancos .17 Muchos han considerado que los levantamientos mestizos eran expresiones conscientes de patriotismo, puesto que a los cabecillas por lo general se los ajusticiaba cruelmente como traidores, pero esta interpretación es engañosa. Después de los desórdenes provocados en Venezuela por el zambo contrabandista Andresote, entre 1730 y 1733, muchos hombres de color fueron ejecutados, mientras que algunos grandes terratenientes, también comprometidos, escaparon al castigo .18 Desde el punto de vista ideológico, solamente son dignos de Ínteres la rebelión de los llamados “comuneros” del Paraguay en las décadas de 1720 y 1730, y el movi13 Góngora (1966). 14 W. Jiménez More no en IPGH (1961), 84; Wolf (1957). 15 De acuerdo con Guthrie (1945), una de las causas principales de los alza! mientos populares en la ciudad de México en 1624 y 1692 era la desigualdad social, “producida por agudas distinciones de clase, de naturaleza principalmente racial . 16 La literatura sobre Túpac Amaru es amplia pero mediocre. Aquí basta una referencia a Lewin (1943). r 1 7 Un líder del motín mestizo en Perú (1 56 7) declaro que el mas ruin mestizo .. . [es] mejor que el mejor español”. López Martínez (1965). 18 Felice Cardot (1952).
en Perú y el Alto Perú, la actual Bolivia, eran indios. Entre eJL30 y el 40 por ciento de los hombres del ejército patriota que el general San Martín llevó a través de Tos Andes para liberar a Chile, parecen haber sido negros.23 A pesar de su bravura, estos combatientes de color eran manejados por intereses más o menos ajenos a los propios. Pero durante las guerras hubo momentos en que todas las tensiones y odios reprimi dos en la socied ad de castas amena zaron con explotar, originando un lucha sociorracial. Consideremos primero a Venezuela. Én v1813jy como es bien sabido, dos españoles, Tomás Boves y F rancisco Morales, trataron de incitar a los llaneros contra los rebeldes criollos inaugurando la fase más salvaje de la lucha. “Vamos a caer en manos de los negros. ¡Dio s quiera que m e engañe!” Estas palabras angustiadas las escribió a su mujer un líder criollo ,24 anunciando sombríamente la lucha racial. Y el arzobispo Coll y Prat informó a Madrid sobre los 1.500 “zambos y mulatos” que entraron en Caracas proclamando un “degüello general contra los blancos”.25 A pesar de todo, parece que los
no por la composición étnica d e los grupos de vagabundos. Esto es cierto, por ejemplo, con respecto a los gauchos del Río de la Plata, “un caso de mestizaje de pastores libres”, según las palabras de Carlos Rama .7 La abundancia de ganad o salvaje ( las famosas “vaquerías” ), proporcionaba a los gauchos su medi o d e subsistencia y los ayu daba a sobrel levar la vida. Ya a principios del siglo xv», documentos del Río de la Plata comienzan a mencionar a estos “mozos perdidos” que, habiendo nacido en los pequeños centros urbanos de la región, iban “a cazar y vivir entre los indios, copiando sus costumbres y defectos ” .8 Desde esa época en adelante es posible seguir a estos vagabundos a caballo a través de sus ocasionales contactos con la sociedad, como contrabandistas o temporariamente conchabados para trabajos ganaderos, aunque la primera^nKji ción conoc ida de la pa labra “g aucho”data dé—1774.9 Los gauchos, llevaban una vida sexual claramente restringida, pues enTa inmensa planicie de las pampas eran muy pocas las mujeres de cualquier color de piel. Así, un observador de la época señala que en la última parte del siglo xvm muchas mujeres vivían en chozas cerca de la ciudad de San Nicolás, y cada una de ellas satisfacía las necesidades de varios gauchos y cuidaba los hijos de todos ellos. Esta forma d e poliandria, llamada “aparcería”, se basaba en el acuerdo mutuo entre los hombres que frecuentaban a la misma mujer .10 La alternativa a este tipo, de arreglo era la lucha sangrienta entre los hombres. Una mujer le manifestó a un viajero español que diez años antes ella había sido raptada por un cierto Cuenca, pero que éste había sido asesinado por otro gaucho, el que a su vez sucumbió ante un tercer hombre, a quien ella pertenecía en ese momento .11 Es obvio que estas mujeres provenían de diferentes grupos étnicos. Durante e l siglo x vm se extendió una forma más racional de explotación"3eíos recursos ganaderos, la “estancia”, coñ lo cual se intensificó la presión de la sociedad sobre los gauchos. Un funcionario civil español informó en 1790 que los paisan os pobres de la Banda Oriental, el Uruguay del presente, se veían realmente forzados “a hacer sin licencia lo que otros hacen con títulos colorados matando a diestro y siniestro para sacar cueros, y llevarlos a los ricos españoles y portugueses, que les dan una bagatela jpor(iellos”.1^ e r o solamente a mediados d el s iglo xi x los gauchos "sucumbieron a su destino, eliminados por el alambrede púas, la colomzaeiórueurapea y la moderna cría de ganado. Cuando en el año 1872 se publicó el gran poema épico Martín Fierro, llegó para el gauc ho histórico el momento de desaparecer y dejar lugar al mito del gaucho. Las condiciones geoeconómicas paralelas produjeron otro grupo mar 7 IPGH (1981), 94. « Coni (1945), 4552. 11 Rodríguez Molas (1 964 ), 8182, rectifica la fecha que da Coni; 1790. La etimología de la palabra “gaucho” es discutible. Según Assungao (1963), 369536, deriva do “guacho”, que significa “ hijo ilegítimo”, “huérfano”, o está relacionada <(iii gauche (prove nzal), que significa “torcido”, “ desviado”, “ errante”. i" Coni (1945), 70. *• Azara (1943), 202203. Rodríguez Molas (1964), 84.
miento comunero de Nueva Granada durante la decada de 1780. En Nueva Granada la rebelión de los comuneros mestizos coincidió con el alzamiento indígena encabezado por Ambrosio Pisco. Pero la alianza entre ambos grupos probablemente debilitó más que fortaleció la rebelión comunera, a causa de las tensiones que surgieron de aquella.1’ De un modo u otro llegaron hasta las masas de la América hispana ecos remotos de la Bevolución Francesa_o, más bien, de sus secuelas en Haití. En Coro, Venezuela, José Leonardo Chirino, un zambo libre, se hizo líder de un alzamiento esclavo con la meta de introducir la ley de los franceses”. Probablemente se proponía una gran carnicería de blancos, pero los resultados de la revuelta fueron opuestos .20 Debemos no obstante subrayar que los movimientos emancipadores de la América hispana, anticipados por muchas conspiraciones aplastadas, fueron por sobre todo obra de la élite criolla, que se puso en movimiento cuando la invasión napoleónica a España provoc ó una serie de acontecimientos disgregadores. Como únicas excepciones de alguna importancia podemos considerar las rebeliones populares de Nueva España conducidas por los curas Hidalgo y Morelos, a cuya derrota contribu yeron los criollos aterrados. En Brasil, las tensiones spciorríiciales en \ísperas de la emancipación habían c reado una situación peligrosa, hl movimiento abortivo de.1798, conocido como la Inconfidencia de Bahía, estaba dirigido aparentemente por mulatos de origen modesto. J£n ll.iliía hubo también frecuentes alzamientos de esclavos —no menos de ocho entr e 1807 y 1835—.21 Pero , como sabemos, Brasil tuvo la independencia de una manera extraordinariamente tranquila, gracias a cir ■1instancias afortunadas que preservaron la monarquía. En consecuencia, no hubo acontecimientos suficientemente explosivos como para poner en marcha una lucha sociorracial en gran escala. I ,¡is humillacio nes sufridas por los individ uos en la sociedad de castas i\ udaron a crear revolucionarios. El gran ejemplo es Francisco Javier Kugenio de Espejo, zambo intelectual de Quito, cuya vida trágica constituyó un osado desafío a una sociedad basada en el privilegio y la desigualdad sociales .22 Pero debemos también tener presente que la gran mayoría de los conspiradores y revolucionarios eran criollos. El ejemplo di l'.spejo demuestra lo di fíc il que era para un miembr o de las castas .I. .llenadas obtener la educación que necesitaba un revolucionario "iliwlnido”. I ,m s guerras de la emancipación fueron guerras civiles. Ambos bandos iill'iliiron indios, negros y castas que cargaron con una parte impor Imile (lo la lucha. La mayor parte de los hombres del ejército realista 111 lliim o y Arrubla (193 8), 168169. Véase también Lewin (19 43) , 673717, milmi liis repercusiones de la rebelión peruana en Nueva Granada y Venezuela. Uü Arenyn (1949) . ' rindo (1 96 1), 367, cree que “ el nervio del alzamiento proyectado estaba en Inn illie iniic ias de castas, una revuelta contra el prejuicio d el color ” . Véase también
i
..............
( Ií í í i l ) ,
31.
‘ PirónSalas ( 19 63 ), 153. Otro ejempl o es el poeta y naturalista peruano José M.iihh ‘ 1 Valdés, un mulato. Romero (19 42 ).
batalla durante años, se evitó el peligro de una lucha sociorracial abierta porque ni los comandantes realistas ni los jefes patriotas deseaban este tipo de lucha. £n México es bien sabido que, incitadas por los fogosos discursos do Miguel de Hidalgo, las ordas indias repetidamente se vengaron de los blancos de modo sangriento, como en la horrible masacre del granero publico de Granaditas, en Guanajuato. Cuando los criollos comprendieron que el grito de guerra “¡Q ue mueran los gachupines!”, invectiva dirigida contra los peninsulares, los incluía también a ellos, no dudaron cu ayudar a aplastar el alzamiento. Pero más interesante es el hecho de que José María Morelos, primero mano derecha y después sucesor de Hidalgo, y mestizo o moreno él mismo, intervino tan pronto como con sideró inminente el estallido de una guerra de razas. En un decreto promulgado en Tecpán el 13 de octubre de 1811, Morelos declaraba:
ginal similar: el llanero de las planicies del Orinoco. Etnicamente, los llaneros tenían un porcentaje más alto de sangre africana. Un estudio reciente demuestra que en Chile la vagancia fue más frecuente en las regiones ganaderas, a lo largo de la frontera sur. Como los gauchos y los llaneros, los jinetes vagabu ndos chilenos partic iparo n activa mente en las guerras de emancipación, reunidos en torno de lideres elegidos por ellos mismos.13 En México, la región llamada El Bajío estaba mucho más integrada en la sociedad que la pampa o los llanos, pero su economía ganad era y minera atrajo análogamente elementos aventureros^ e inestables. Fue precisamente allí donde estalló, en 1810, la rebelión popular de Allende y el padre Hidalgo .14 Las rebeliones indias y mestizas y las guerras de la emancipación
Dentro de la sociedad colonial, el resentimiento y la agresividad de las masas oprimidas se manifestaban de tiempo en tiempo a través de rebeliones y revueltas .15 Los levantamientos indios eran en realidad corrientes, y en la mayor parte de los casos fácilmente aplastados. Pero hubo una rebelión en gran escala que por un momento pareció amenazar realmente a la dominación hispana: la de los indios andinos acaudillados por Túpac Amaru, en 1780 y 1781. Aunque estrictamente hablando el líder era un mestizo, se consideraba sucesor de los incas, y parece haber soñado con la restauración de su imperio. En todo caso, la rebelión fue adquiriendo un carácter cada vez más indio, lo cual provocó que toda la población no indígena estrechara filas con el fin de defender el régimen. Esto resultó fatal para los rebeldes .16 Los levantamientos de los mestizos eran por lo general más moderados, dirigidos como lo estaban contra algún nuevo tributo u otra medida administrativa impopular. Incluso así, con frecuencia reflejaban el odio profundo que existía entre mestizos y blancos .17 Muchos han considerado que los levantamientos mestizos eran expresiones conscientes de patriotismo, puesto que a los cabecillas por lo general se los ajusticiaba cruelmente como traidores, pero esta interpretación es engañosa. Después de los desórdenes provocados en Venezuela por el zambo contrabandista Andresote, entre 1730 y 1733, muchos hombres de color fueron ejecutados, mientras que algunos grandes terratenientes, también comprometidos, escaparon al castigo .18 Desde el punto de vista ideológico, solamente son dignos de Ínteres la rebelión de los llamados “comuneros” del Paraguay en las décadas de 1720 y 1730, y el movi13 Góngora (1966). 14 W. Jiménez More no en IPGH (1961), 84; Wolf (1957). 15 De acuerdo con Guthrie (1945), una de las causas principales de los alza! mientos populares en la ciudad de México en 1624 y 1692 era la desigualdad social, “producida por agudas distinciones de clase, de naturaleza principalmente racial . 16 La literatura sobre Túpac Amaru es amplia pero mediocre. Aquí basta una referencia a Lewin (1943). r 1 7 Un líder del motín mestizo en Perú (1 56 7) declaro que el mas ruin mestizo .. . [es] mejor que el mejor español”. López Martínez (1965). 18 Felice Cardot (1952).
en Perú y el Alto Perú, la actual Bolivia, eran indios. Entre eJL30 y el 40 por ciento de los hombres del ejército patriota que el general San Martín llevó a través de Tos Andes para liberar a Chile, parecen haber sido negros.23 A pesar de su bravura, estos combatientes de color eran manejados por intereses más o menos ajenos a los propios. Pero durante las guerras hubo momentos en que todas las tensiones y odios reprimi dos en la socied ad de castas amena zaron con explotar, originando un lucha sociorracial. Consideremos primero a Venezuela. Én v1813jy como es bien sabido, dos españoles, Tomás Boves y F rancisco Morales, trataron de incitar a los llaneros contra los rebeldes criollos inaugurando la fase más salvaje de la lucha. “Vamos a caer en manos de los negros. ¡Dio s quiera que m e engañe!” Estas palabras angustiadas las escribió a su mujer un líder criollo ,24 anunciando sombríamente la lucha racial. Y el arzobispo Coll y Prat informó a Madrid sobre los 1.500 “zambos y mulatos” que entraron en Caracas proclamando un “degüello general contra los blancos”.25 A pesar de todo, parece que los temores y las muchas descripciones de la crueldad de Boves y sus hombres resultaron algo exagerados.28 No debemos olvidar que la historia fue escrita por los vencedores. En 1817 Bolívar logró persuadir al nuevo capitán llanero, José Antonio Páez, de que se uniera a los patriotas. Desde ese momento, el salvaje heroísmo de los llaneros quedó al servicio de los revolucionarios criollos. En el mismo año Bolívar causó sensación cuando hizo ejecutar por insubordinación a uno de sus mejores generales: Manuel Piar. Es imposible sustraerse a la impresión de que Piar fue castigado con tanta severidad debido a que era mulato. Bolívar escribió a un amigo que Piar había empezado “a provocar la guerra de colores”.27 En realidad los generales realistas abrigaban el mismo temor. El capitán general Francisco Montalvo comunicó al gobierno español, en 1814, que Boves había podido reunir entre 10 y 12.000 zambos y mulatos que estaban luchando por destruir a los criollos blancos, sus amos, por el interés mutuo que ven en ello; poco después partirán a destruir a los blancos europeos, que también son sus amos y de cuya muerte' les viene el mismo beneficio que de la de los primeros .28 ¡Una profecía que demostró ser correcta! En 1817, el nuevo general en jefe de los realistas, Pablo Morillo, envió a España a un oficial de color muy valiente, por la razón explícita de que había demostrado ser “enemigo acérrimo de todos los blancos. Es también hombre que ha mandado gente de su color y tiene demasiado influjo sobre ella...” 29 Podemos extraer la conclusión de que en Venez uela, que ya había sido un campo de
,
23 Masini (1962). 24 Carta de Mart ín Tov ar Ponte, 15 de julio de 1813, en Epistolario, II, (1960), 380. En su exilio londinense, Francisco de Miranda expresó en 1809 su temor por “los furores de mulatos y negros” . Miranda (1 95 0), X XI I, 350. 25 Coll y Prat (1960), 298299. 20 Para una apreciació n menos emocional de Boves, véase Carrera Damas (1 96 4). “ 27 Bolívar a Luis López Méndez, 11 de noviembre de 1817, en Lecuna, Cartas, I, 117. Cf. Masur (1948), 305311. Véase también Griffin (1962), 57. 28 Citado por Vallenilla Lanz (1961), 96. 29 lbid., 9798.
las primeras constituciones de las nuevas repúblicas hispanoamericanas aseguraban la ciudadanía a todos los nacidos en el país, sin referirse explícitamente a las discriminaciones previas. En México, Morelos, actuando en nombre de Hidalgo, prohibió el uso de rotulqs, tales como “in dio” , “mulato” y “ castas”, en noviembr e de 1810.32 Cuando de un día para otro se interrumpió la clasificación tradicional en grupos étnicos, la emancipación política afecto tangiblemente a cada una de las parroquias de la inmensa región. Tomemos como ejemplo una anotación encontrada eiTél libro de matrimonios de una de las iglesias de la ciudad de México, correspondientes al año ¿822:,) “ De orden del superior gobierno se publicó un bando el día 14 de este mes de enero en que se manda que en los libros parroquiales no se especiriquen calidades de españoles, indios, mulatos, etc.,,sino que en general a todos se ljs ñonga la nota de Americanos, jy en virtud de ello se verifica desde el día de
miento comunero de Nueva Granada durante la decada de 1780. En Nueva Granada la rebelión de los comuneros mestizos coincidió con el alzamiento indígena encabezado por Ambrosio Pisco. Pero la alianza entre ambos grupos probablemente debilitó más que fortaleció la rebelión comunera, a causa de las tensiones que surgieron de aquella.1’ De un modo u otro llegaron hasta las masas de la América hispana ecos remotos de la Bevolución Francesa_o, más bien, de sus secuelas en Haití. En Coro, Venezuela, José Leonardo Chirino, un zambo libre, se hizo líder de un alzamiento esclavo con la meta de introducir la ley de los franceses”. Probablemente se proponía una gran carnicería de blancos, pero los resultados de la revuelta fueron opuestos .20 Debemos no obstante subrayar que los movimientos emancipadores de la América hispana, anticipados por muchas conspiraciones aplastadas, fueron por sobre todo obra de la élite criolla, que se puso en movimiento cuando la invasión napoleónica a España provoc ó una serie de acontecimientos disgregadores. Como únicas excepciones de alguna importancia podemos considerar las rebeliones populares de Nueva España conducidas por los curas Hidalgo y Morelos, a cuya derrota contribu yeron los criollos aterrados. En Brasil, las tensiones spciorríiciales en \ísperas de la emancipación habían c reado una situación peligrosa, hl movimiento abortivo de.1798, conocido como la Inconfidencia de Bahía, estaba dirigido aparentemente por mulatos de origen modesto. J£n ll.iliía hubo también frecuentes alzamientos de esclavos —no menos de ocho entr e 1807 y 1835—.21 Pero , como sabemos, Brasil tuvo la independencia de una manera extraordinariamente tranquila, gracias a cir ■1instancias afortunadas que preservaron la monarquía. En consecuencia, no hubo acontecimientos suficientemente explosivos como para poner en marcha una lucha sociorracial en gran escala. I ,¡is humillacio nes sufridas por los individ uos en la sociedad de castas i\ udaron a crear revolucionarios. El gran ejemplo es Francisco Javier Kugenio de Espejo, zambo intelectual de Quito, cuya vida trágica constituyó un osado desafío a una sociedad basada en el privilegio y la desigualdad sociales .22 Pero debemos también tener presente que la gran mayoría de los conspiradores y revolucionarios eran criollos. El ejemplo di l'.spejo demuestra lo di fíc il que era para un miembr o de las castas .I. .llenadas obtener la educación que necesitaba un revolucionario "iliwlnido”. I ,m s guerras de la emancipación fueron guerras civiles. Ambos bandos iill'iliiron indios, negros y castas que cargaron con una parte impor Imile (lo la lucha. La mayor parte de los hombres del ejército realista 111 lliim o y Arrubla (193 8), 168169. Véase también Lewin (19 43) , 673717, milmi liis repercusiones de la rebelión peruana en Nueva Granada y Venezuela. Uü Arenyn (1949) . ' rindo (1 96 1), 367, cree que “ el nervio del alzamiento proyectado estaba en Inn illie iniic ias de castas, una revuelta contra el prejuicio d el color ” . Véase también
i
..............
( Ií í í i l ) ,
31.
‘ PirónSalas ( 19 63 ), 153. Otro ejempl o es el poeta y naturalista peruano José M.iihh ‘ 1 Valdés, un mulato. Romero (19 42 ).
batalla durante años, se evitó el peligro de una lucha sociorracial abierta porque ni los comandantes realistas ni los jefes patriotas deseaban este tipo de lucha. £n México es bien sabido que, incitadas por los fogosos discursos do Miguel de Hidalgo, las ordas indias repetidamente se vengaron de los blancos de modo sangriento, como en la horrible masacre del granero publico de Granaditas, en Guanajuato. Cuando los criollos comprendieron que el grito de guerra “¡Q ue mueran los gachupines!”, invectiva dirigida contra los peninsulares, los incluía también a ellos, no dudaron cu ayudar a aplastar el alzamiento. Pero más interesante es el hecho de que José María Morelos, primero mano derecha y después sucesor de Hidalgo, y mestizo o moreno él mismo, intervino tan pronto como con sideró inminente el estallido de una guerra de razas. En un decreto promulgado en Tecpán el 13 de octubre de 1811, Morelos declaraba: "Que nuestro sistema sólo se encamina a que el gobierno político y militar que reside en los europeos recaig a en los criollos . . . y, en consecuencia, de que no Imya distinción de calidades, sino" que todos generalmente nos nombremos americanos . .. de que se sigue que todos deb en conocerlo, que no hay mot ivo para que las que se llamaban castas quieran destruirse unos con otros, los blancos contra los negros, o éstos contr a los naturales . . . Que siendo los blancos los primeros representantes del reino y los que primero tomaron las armas en defensa de los pueblos y demás cast as. . . deben ser los blancos, por este mérito, el objeto de nuestra gratitud y no del odio que se quiere formar contra ellos . . .”
I’ura subrayar sus palabras, el padre Morelos ejecutó a dos líderes p ' 11iotas cuya conducta había sido causa directa de la promulgación di I decreto .30 Concluye la discriminación legal
I , ii actitud de la élite criolla era ambivalente en extremo cuando los
II tollos tuvieron que enfrentar las consecuencias sociorraciales del mis .......novimiento al que habían dado vida. De un lado estaban sus te . que ya hemos ilustrado, y su deseo de conservar una posición privilegiada; del otro estaba la influencia ejercida sobre ellos por las ídrns igualitarias de la Revolución Francesa. En Venezuela —la primera lili* ion hispanoamericana que se declaró independiente—, los padres de i,. <:
r
"" Coii/áloz del Cossío (1958), 26; Chávez (1957), 4852. Sobre Hidalgo véase II ....ill (1966), 139141, 181183 y passim. " Pensamiento (1961), V, 93.
taron una resistencia decidida. Primero, los peninsulares intentaron excluir a los indios, pero al respecto las Leyes de Indias se pronunciaban demasiado abiertamente en favor de los nativos, de modo que debieron ceder en ese punto. A continuación se concentraron en el intento de excluir a los individuos de sangre africana, y a pesar de la recia oposici ón de los americanos, ^tuvieron éxito. Una há bil soluc ión de compromiso, propuesta por un peruano, habría dado a las castas el sufragio pero no la eligibilidad; esta proposición también fue rechazada. Con una fórmula tan astuta como intrincada, la constitución terminó enunciando que “la base para la representación nacional... es la población compuesta por los naturales que por ambas líneas sean originarios de los dominios españoles”. Pero la posibilidad del “pasaje” individual ya consentida por las “Cédulas de gracias al sacar” no fue imulada, pues otro párrafo establecía:
en Perú y el Alto Perú, la actual Bolivia, eran indios. Entre eJL30 y el 40 por ciento de los hombres del ejército patriota que el general San Martín llevó a través de Tos Andes para liberar a Chile, parecen haber sido negros.23 A pesar de su bravura, estos combatientes de color eran manejados por intereses más o menos ajenos a los propios. Pero durante las guerras hubo momentos en que todas las tensiones y odios reprimi dos en la socied ad de castas amena zaron con explotar, originando un lucha sociorracial. Consideremos primero a Venezuela. Én v1813jy como es bien sabido, dos españoles, Tomás Boves y F rancisco Morales, trataron de incitar a los llaneros contra los rebeldes criollos inaugurando la fase más salvaje de la lucha. “Vamos a caer en manos de los negros. ¡Dio s quiera que m e engañe!” Estas palabras angustiadas las escribió a su mujer un líder criollo ,24 anunciando sombríamente la lucha racial. Y el arzobispo Coll y Prat informó a Madrid sobre los 1.500 “zambos y mulatos” que entraron en Caracas proclamando un “degüello general contra los blancos”.25 A pesar de todo, parece que los temores y las muchas descripciones de la crueldad de Boves y sus hombres resultaron algo exagerados.28 No debemos olvidar que la historia fue escrita por los vencedores. En 1817 Bolívar logró persuadir al nuevo capitán llanero, José Antonio Páez, de que se uniera a los patriotas. Desde ese momento, el salvaje heroísmo de los llaneros quedó al servicio de los revolucionarios criollos. En el mismo año Bolívar causó sensación cuando hizo ejecutar por insubordinación a uno de sus mejores generales: Manuel Piar. Es imposible sustraerse a la impresión de que Piar fue castigado con tanta severidad debido a que era mulato. Bolívar escribió a un amigo que Piar había empezado “a provocar la guerra de colores”.27 En realidad los generales realistas abrigaban el mismo temor. El capitán general Francisco Montalvo comunicó al gobierno español, en 1814, que Boves había podido reunir entre 10 y 12.000 zambos y mulatos que estaban luchando por destruir a los criollos blancos, sus amos, por el interés mutuo que ven en ello; poco después partirán a destruir a los blancos europeos, que también son sus amos y de cuya muerte' les viene el mismo beneficio que de la de los primeros .28 ¡Una profecía que demostró ser correcta! En 1817, el nuevo general en jefe de los realistas, Pablo Morillo, envió a España a un oficial de color muy valiente, por la razón explícita de que había demostrado ser “enemigo acérrimo de todos los blancos. Es también hombre que ha mandado gente de su color y tiene demasiado influjo sobre ella...” 29 Podemos extraer la conclusión de que en Venez uela, que ya había sido un campo de
,
23 Masini (1962). 24 Carta de Mart ín Tov ar Ponte, 15 de julio de 1813, en Epistolario, II, (1960), 380. En su exilio londinense, Francisco de Miranda expresó en 1809 su temor por “los furores de mulatos y negros” . Miranda (1 95 0), X XI I, 350. 25 Coll y Prat (1960), 298299. 20 Para una apreciació n menos emocional de Boves, véase Carrera Damas (1 96 4). “ 27 Bolívar a Luis López Méndez, 11 de noviembre de 1817, en Lecuna, Cartas, I, 117. Cf. Masur (1948), 305311. Véase también Griffin (1962), 57. 28 Citado por Vallenilla Lanz (1961), 96. 29 lbid., 9798.
las primeras constituciones de las nuevas repúblicas hispanoamericanas aseguraban la ciudadanía a todos los nacidos en el país, sin referirse explícitamente a las discriminaciones previas. En México, Morelos, actuando en nombre de Hidalgo, prohibió el uso de rotulqs, tales como “in dio” , “mulato” y “ castas”, en noviembr e de 1810.32 Cuando de un día para otro se interrumpió la clasificación tradicional en grupos étnicos, la emancipación política afecto tangiblemente a cada una de las parroquias de la inmensa región. Tomemos como ejemplo una anotación encontrada eiTél libro de matrimonios de una de las iglesias de la ciudad de México, correspondientes al año ¿822:,) “ De orden del superior gobierno se publicó un bando el día 14 de este mes de enero en que se manda que en los libros parroquiales no se especiriquen calidades de españoles, indios, mulatos, etc.,,sino que en general a todos se ljs ñonga la nota de Americanos, jy en virtud de ello se verifica desde el día de la fecha . . ®
La aplicación del nuevo concepto igualitario no siempre resulto fácil. InclusoTas altas autoridades a veces se resistían a abandonar la palabra “indio”, que aparecía hasta en sus decretos. Durante algún tiempo, los juzgados fueron reacios_a dejar de tratar a los indios como a menores légales.34 No obstante, la igualización legal y administrativa constituyo una innovación de gran importancia. En adelante el prejuicio Y otías formas de discriminación sociorracial ya. no se encontraron convalidadas e n ja legislación. Por otra parte, la població n indígena no encontró en las nuevas leyes la protección especial que con frecuencia necesitaba. En el plano délas garantías constitucionales y los derechos civiles referentes a los individuos de piel oscura, debemos examinar brevemente Ja Asamblea Liberal de Cádiz, España, que produjo la Constitución de 1812 in clu so aunque esa constitución viba a tener poca v id a . En este caso la actitud antidiscriminatoria de los diputados hispanoamericanos estaba íntimamente relacionada con el problema de definir eT tipo de representación popular que incluiría el regimen monárquico constitucional.35 De optarse por un sistema representativo igualitario, las posesiones de~T¡Tt?amar, con sus 15 o 16 millones de habitantes, iban a prevalecer en el parlamento, puesto que la España de la época tema solamente 10 u 11 millones. Los diputados “liberales” españoles encontraron entonces un medio de reducir la eventual representación americana apelando a las divisiones dictadas por la sociedad de castas. Por mas prejuiciosos que fueran ellos personalmente en lo referente a las cuestiones raciales y de clase, los diputados hispanoamericanos presen32 González del Cossío (1 95 8), 23. De acuerdo con González Navarro ( 195 5), Hidalgo mismo favorecía más los intereses criollos que los indios, pero la conducta de sus seguidores indígenas asustó a los criollos. 33 Archivos de la parroquia de Santa Catalina, Ciudad de México: Ltbro de matrimonios, 18101822. Véase también González Navarro (1968a). 31 Bushnell (1954), 173, 182. Las autoridades “incluso encontraban dihcil evitar la palabra salvaje”. Sobre el tratamiento de los indios como menores legales, vease González del Cossío (1958), 168. 35 Seguimos la excelente narración de King (1953b).
mandar a los blancos tratándolos cuando menos de iguales”. Concluye que “... para estos hombres no hay otro medio que extraerlos legalmente de su clase inferior”. Pero Fernando V II , sublimemente terco y estúpido como de costumbre, no prestó atención a este sano consejo .39 Los individuos de color no tuvieron finalmente más opción que la desunirse a la causa patriota. La situación no podría ser mejor ilustrada que por el diálogo que Pedro de Molina, de Guatemala, escribió para el periódico El genio de la libertad en 1821. Discutiendo el tema apasionante de la emancipación con el realista Don Gómez, Pedro Mulato dice que él ha visto “a negritos esclavos muy estimados y regalados de sus manos que se van al monte a viv ir desnudos sólo por ser libr es” . Don Gómez lo interrumpe: “Esos son salvajes, hombre, pero nosotros que somos descendientes de españoles, y cristianos...” Pedro Mulato responde: “Por lo mismo debemos ser libres. ¿Qué culpa tengo yo de ser
batalla durante años, se evitó el peligro de una lucha sociorracial abierta porque ni los comandantes realistas ni los jefes patriotas deseaban este tipo de lucha. £n México es bien sabido que, incitadas por los fogosos discursos do Miguel de Hidalgo, las ordas indias repetidamente se vengaron de los blancos de modo sangriento, como en la horrible masacre del granero publico de Granaditas, en Guanajuato. Cuando los criollos comprendieron que el grito de guerra “¡Q ue mueran los gachupines!”, invectiva dirigida contra los peninsulares, los incluía también a ellos, no dudaron cu ayudar a aplastar el alzamiento. Pero más interesante es el hecho de que José María Morelos, primero mano derecha y después sucesor de Hidalgo, y mestizo o moreno él mismo, intervino tan pronto como con sideró inminente el estallido de una guerra de razas. En un decreto promulgado en Tecpán el 13 de octubre de 1811, Morelos declaraba: "Que nuestro sistema sólo se encamina a que el gobierno político y militar que reside en los europeos recaig a en los criollos . . . y, en consecuencia, de que no Imya distinción de calidades, sino" que todos generalmente nos nombremos americanos . .. de que se sigue que todos deb en conocerlo, que no hay mot ivo para que las que se llamaban castas quieran destruirse unos con otros, los blancos contra los negros, o éstos contr a los naturales . . . Que siendo los blancos los primeros representantes del reino y los que primero tomaron las armas en defensa de los pueblos y demás cast as. . . deben ser los blancos, por este mérito, el objeto de nuestra gratitud y no del odio que se quiere formar contra ellos . . .”
I’ura subrayar sus palabras, el padre Morelos ejecutó a dos líderes p ' 11iotas cuya conducta había sido causa directa de la promulgación di I decreto .30 Concluye la discriminación legal
I , ii actitud de la élite criolla era ambivalente en extremo cuando los
II tollos tuvieron que enfrentar las consecuencias sociorraciales del mis .......novimiento al que habían dado vida. De un lado estaban sus te . que ya hemos ilustrado, y su deseo de conservar una posición privilegiada; del otro estaba la influencia ejercida sobre ellos por las ídrns igualitarias de la Revolución Francesa. En Venezuela —la primera lili* ion hispanoamericana que se declaró independiente—, los padres de i,. <:
r
"" Coii/áloz del Cossío (1958), 26; Chávez (1957), 4852. Sobre Hidalgo véase II ....ill (1966), 139141, 181183 y passim. " Pensamiento (1961), V, 93.
taron una resistencia decidida. Primero, los peninsulares intentaron excluir a los indios, pero al respecto las Leyes de Indias se pronunciaban demasiado abiertamente en favor de los nativos, de modo que debieron ceder en ese punto. A continuación se concentraron en el intento de excluir a los individuos de sangre africana, y a pesar de la recia oposici ón de los americanos, ^tuvieron éxito. Una há bil soluc ión de compromiso, propuesta por un peruano, habría dado a las castas el sufragio pero no la eligibilidad; esta proposición también fue rechazada. Con una fórmula tan astuta como intrincada, la constitución terminó enunciando que “la base para la representación nacional... es la población compuesta por los naturales que por ambas líneas sean originarios de los dominios españoles”. Pero la posibilidad del “pasaje” individual ya consentida por las “Cédulas de gracias al sacar” no fue imulada, pues otro párrafo establecía: "A los españoles que por cualquier línea son habidos y reputados (1 ) por orig inarios del Africa, les queda abierta la puerta de la virtud y merecimiento para ser ciudadanos; en consecuencia, las Cortes concederán carta de ciudadano a los quo hicieren servicios calificados a la patria, o a los que se distingan por su (alentó, aplicación y conducta con la condición de que sean hijos de legítimo matrimonio de padres ingenuos; de que estén casados con mujer ingenua . . . y (In que ejerzan algunji^profesióii, oficio o industria útil con un capital propio.” :l"
líi i decreto de ;Í812 abría también las puertas de las universidades, «pminarios y del sacerdocio a los pardos, pero con reservas que redujeron •i M a d e r a b l e m e n t e el valor de este decreto .37 En estas circunstancias, el lilimío obtenido en Cádiz por los peninsulares “liberales” sólo sirvió (mui pr oporcion ar municiones a la propaga nda patrió tica .38 Y, cuando "l'Vi uando V II retornó d el ca utiverio en Francia, también desapareció p| liberalismo limitado de ía Constitución de 1812. Los comandantes nudistas inteligentes comprendieron el adverso efecto psicológico pro ilm Ido por la ind iferencia d el go bierno español hacia los problemas ........ aciales. José Ceballos, el capitán general de Venezuela en esa épiK'ii, le escribió al rey en 1815, pidiéndole nue concediera nlgnnos Inanes que podrían atraer a fes nardos, v sugiriendo por lo menos la 0 •,Limación de las posibilidades que ofrecía la constitución derogada •In INI2. El punto de partida de su análisis era que “V enez uela ha vuelto iiI ......inio del Rey por los esfuerzos de sus mismos habitantes y que los t |i ii líos que l leva ban el e standarte re al se com ponía n casi tot almente ili |ni idos y de g entes de las demás castas” . ¿Cóm o se pod ía recom pen■iiiilii'.i' Para los esclavos, la manumisión era el premio obvio, ¿pero qué lnii 11 con los pardos? Ceballos refiere su propia experiencia en las •itm|)nflns pasadas, en las cuales “el pardo más atezado se acostumbró a "" IVnnnmiento (19 61 ), V, 296-297, 299. i ..ir ( 1953a), 529. I n 1814, los diputados a la Asamblea de C ádiz realizaron un divertido Rosto l't"lHiuiiiitl|ltlco al ceder un día de sus dietas para proporcionar una doto ii "lu 1.ii * .... in hulla (me se case con un español europeo, en el primer lugar do los quo
nimia ..un disidentes, y dé a la nación, con motivo de la venida del Sr. D on l'Vi Huillín V i l , el consuelo do volver a su seno” . Ots Capdequí (19 58 ), 360.
negra, refiriéndose explícitamente al padre Las Casas, Bolívar despliega una actitud románticamente proindia. Es muy interesante que tome el hecho histórico del mestizaje como punto de partida para la teorización política y constitucional que abarca la mayor parte del documento: “. .. n o somo s. .. indios ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles. . .” 44 En su famoso mensaje al Congreso d e A nggistura_ Bolív ar continúa c on el mismo tema “Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo, ni el americano del norte, que más bien es un compuesto de Africa y de América, que una emanación de Europa; pues que hasta la España misma, deja de ser europea por su sangre africana, por sus instituciones y por su carácter. Es imposible asignar con propiedad a qué familia humana pertenecemos. ,La mayor parte del indígena se lia aniquilado; el europeo se ha mezclado con el americano y con el africano
las primeras constituciones de las nuevas repúblicas hispanoamericanas aseguraban la ciudadanía a todos los nacidos en el país, sin referirse explícitamente a las discriminaciones previas. En México, Morelos, actuando en nombre de Hidalgo, prohibió el uso de rotulqs, tales como “in dio” , “mulato” y “ castas”, en noviembr e de 1810.32 Cuando de un día para otro se interrumpió la clasificación tradicional en grupos étnicos, la emancipación política afecto tangiblemente a cada una de las parroquias de la inmensa región. Tomemos como ejemplo una anotación encontrada eiTél libro de matrimonios de una de las iglesias de la ciudad de México, correspondientes al año ¿822:,) “ De orden del superior gobierno se publicó un bando el día 14 de este mes de enero en que se manda que en los libros parroquiales no se especiriquen calidades de españoles, indios, mulatos, etc.,,sino que en general a todos se ljs ñonga la nota de Americanos, jy en virtud de ello se verifica desde el día de la fecha . . ®
La aplicación del nuevo concepto igualitario no siempre resulto fácil. InclusoTas altas autoridades a veces se resistían a abandonar la palabra “indio”, que aparecía hasta en sus decretos. Durante algún tiempo, los juzgados fueron reacios_a dejar de tratar a los indios como a menores légales.34 No obstante, la igualización legal y administrativa constituyo una innovación de gran importancia. En adelante el prejuicio Y otías formas de discriminación sociorracial ya. no se encontraron convalidadas e n ja legislación. Por otra parte, la població n indígena no encontró en las nuevas leyes la protección especial que con frecuencia necesitaba. En el plano délas garantías constitucionales y los derechos civiles referentes a los individuos de piel oscura, debemos examinar brevemente Ja Asamblea Liberal de Cádiz, España, que produjo la Constitución de 1812 in clu so aunque esa constitución viba a tener poca v id a . En este caso la actitud antidiscriminatoria de los diputados hispanoamericanos estaba íntimamente relacionada con el problema de definir eT tipo de representación popular que incluiría el regimen monárquico constitucional.35 De optarse por un sistema representativo igualitario, las posesiones de~T¡Tt?amar, con sus 15 o 16 millones de habitantes, iban a prevalecer en el parlamento, puesto que la España de la época tema solamente 10 u 11 millones. Los diputados “liberales” españoles encontraron entonces un medio de reducir la eventual representación americana apelando a las divisiones dictadas por la sociedad de castas. Por mas prejuiciosos que fueran ellos personalmente en lo referente a las cuestiones raciales y de clase, los diputados hispanoamericanos presen32 González del Cossío (1 95 8), 23. De acuerdo con González Navarro ( 195 5), Hidalgo mismo favorecía más los intereses criollos que los indios, pero la conducta de sus seguidores indígenas asustó a los criollos. 33 Archivos de la parroquia de Santa Catalina, Ciudad de México: Ltbro de matrimonios, 18101822. Véase también González Navarro (1968a). 31 Bushnell (1954), 173, 182. Las autoridades “incluso encontraban dihcil evitar la palabra salvaje”. Sobre el tratamiento de los indios como menores legales, vease González del Cossío (1958), 168. 35 Seguimos la excelente narración de King (1953b).
mandar a los blancos tratándolos cuando menos de iguales”. Concluye que “... para estos hombres no hay otro medio que extraerlos legalmente de su clase inferior”. Pero Fernando V II , sublimemente terco y estúpido como de costumbre, no prestó atención a este sano consejo .39 Los individuos de color no tuvieron finalmente más opción que la desunirse a la causa patriota. La situación no podría ser mejor ilustrada que por el diálogo que Pedro de Molina, de Guatemala, escribió para el periódico El genio de la libertad en 1821. Discutiendo el tema apasionante de la emancipación con el realista Don Gómez, Pedro Mulato dice que él ha visto “a negritos esclavos muy estimados y regalados de sus manos que se van al monte a viv ir desnudos sólo por ser libr es” . Don Gómez lo interrumpe: “Esos son salvajes, hombre, pero nosotros que somos descendientes de españoles, y cristianos...” Pedro Mulato responde: “Por lo mismo debemos ser libres. ¿Qué culpa tengo yo de ser mulato para que los españoles, paisanos de mi padre, aunque no de mi madre, no quieran que yo sea nada?” Don Gómez: “Eso es porque la mezcla de blanco y negra engendra mala sangre.” Pedro Mulato tiene la última palabra: “Entonces estuviera yo enfermo, mi amigo .” 40 La promesa de la manumisión también contribuyó a engrosar las filas de los ejército s patriotas, y las cualida des guerreras de los ex esclavos tuvieron reconocimiento general. El general San Martín confesó que “el mejor soldado que tenemos es el negro y mulato” mientras que los blancos “no son aptos sino para la caballería ”.41 Bolívar prometió la libertad a todo esclavo que tomara las armas contra los realistas, y trató de cumplir la promesa hecha al presidente Pétion de Haití de abolir la esclavitud como tal. No fue culpa suya que durante su vida la abolición sólo llegara a iniciarse. Su actitud abolicionista fue indudablemente sincera —basada como lo estaba en consideraciones humanitarias— pero también respondía a la conveniencia política y militar .42 Al mismo tiempo, Simón Bolívar constituye un ejemplo fascinante de la actitud ambivalente de la élite criolla con respecto al problema racial. Bolívar y la cuestión racial
Un borrador de Bolívar de 1815 subraya la relativa armonía de las relaciones raciales en la América hispana y niega que la “diferencia de castas” constituya un obstáculo para lá independencia. En este borrador trata asimismo de explicar el secreto del éxito de Boves afirmando que los esclavos y mulatos habían sido obligados a atacar a los patriotas .43 Desde luego la división que tenía importancia para el Libertador era la que diferenciaba a peninsulares y americanos nativos. En su famosa carta de Jamaica, del mismo año, escrita a la sombra de la leyenda s» King (1953a), 536537. 40 Molina (1954), III, 771. 41 Masini (1962), 18. 42 Griffin (1962), 5961; Bierck (1953), 365385. En Antioquia, Colombia, la abolición fue decretada ya en 1814, Zulueta (1916), 3237, •*a Lecuna, Cortas, I, 211216,
cuando su actitud general se hizo manifiestamente cada vez más sombría X B ^ q pstg, pstg, incluyó en algunas de sus sus carta cartass pasajes pasajes que revelan tanto temores como culpa con respecto a las personas de color. Un texto d«_1826 dirigido al general Santander Santander es es especialmente revela dor Informado sobre la insubordinación del general Páez, el Libertador se angustia: muy le¡° s ,de los hermosos hermosos tiempos de Atenas y de Roma y a nada que sea europeo debemos compararnos. El origen más impuro es el nuestro ser. todo lo que nos ha precedido está envuelto con el negro manto del crimen Nosotros somos el compuesto abominable de esos tigres cazadores que vinieron a la America a derramarle su sangre y a encastar con las víctimas antes de sacrificarlas, para mezclar después los frutos espúreos de estos enlaces con los frutos de esos esclavos arrancados del Africa. Con tales mezclas físicas, con tales
taron una resistencia decidida. Primero, los peninsulares intentaron excluir a los indios, pero al respecto las Leyes de Indias se pronunciaban demasiado abiertamente en favor de los nativos, de modo que debieron ceder en ese punto. A continuación se concentraron en el intento de excluir a los individuos de sangre africana, y a pesar de la recia oposici ón de los americanos, ^tuvieron éxito. Una há bil soluc ión de compromiso, propuesta por un peruano, habría dado a las castas el sufragio pero no la eligibilidad; esta proposición también fue rechazada. Con una fórmula tan astuta como intrincada, la constitución terminó enunciando que “la base para la representación nacional... es la población compuesta por los naturales que por ambas líneas sean originarios de los dominios españoles”. Pero la posibilidad del “pasaje” individual ya consentida por las “Cédulas de gracias al sacar” no fue imulada, pues otro párrafo establecía: "A los españoles que por cualquier línea son habidos y reputados (1 ) por orig inarios del Africa, les queda abierta la puerta de la virtud y merecimiento para ser ciudadanos; en consecuencia, las Cortes concederán carta de ciudadano a los quo hicieren servicios calificados a la patria, o a los que se distingan por su (alentó, aplicación y conducta con la condición de que sean hijos de legítimo matrimonio de padres ingenuos; de que estén casados con mujer ingenua . . . y (In que ejerzan algunji^profesióii, oficio o industria útil con un capital propio.” :l"
líi i decreto de ;Í812 abría también las puertas de las universidades, «pminarios y del sacerdocio a los pardos, pero con reservas que redujeron •i M a d e r a b l e m e n t e el valor de este decreto .37 En estas circunstancias, el lilimío obtenido en Cádiz por los peninsulares “liberales” sólo sirvió (mui pr oporcion ar municiones a la propaga nda patrió tica .38 Y, cuando "l'Vi uando V II retornó d el ca utiverio en Francia, también desapareció p| liberalismo limitado de ía Constitución de 1812. Los comandantes nudistas inteligentes comprendieron el adverso efecto psicológico pro ilm Ido por la ind iferencia d el go bierno español hacia los problemas ........ aciales. José Ceballos, el capitán general de Venezuela en esa épiK'ii, le escribió al rey en 1815, pidiéndole nue concediera nlgnnos Inanes que podrían atraer a fes nardos, v sugiriendo por lo menos la 0 •,Limación de las posibilidades que ofrecía la constitución derogada •In INI2. El punto de partida de su análisis era que “V enez uela ha vuelto iiI ......inio del Rey por los esfuerzos de sus mismos habitantes y que los t |i ii líos que l leva ban el e standarte re al se com ponía n casi tot almente ili |ni idos y de g entes de las demás castas” . ¿Cóm o se pod ía recom pen■iiiilii'.i' Para los esclavos, la manumisión era el premio obvio, ¿pero qué lnii 11 con los pardos? Ceballos refiere su propia experiencia en las •itm|)nflns pasadas, en las cuales “el pardo más atezado se acostumbró a "" IVnnnmiento (19 61 ), V, 296-297, 299. i ..ir ( 1953a), 529. I n 1814, los diputados a la Asamblea de C ádiz realizaron un divertido Rosto l't"lHiuiiiitl|ltlco al ceder un día de sus dietas para proporcionar una doto ii "lu 1.ii * .... in hulla (me se case con un español europeo, en el primer lugar do los quo
nimia ..un disidentes, y dé a la nación, con motivo de la venida del Sr. D on l'Vi Huillín V i l , el consuelo do volver a su seno” . Ots Capdequí (19 58 ), 360.
negra, refiriéndose explícitamente al padre Las Casas, Bolívar despliega una actitud románticamente proindia. Es muy interesante que tome el hecho histórico del mestizaje como punto de partida para la teorización política y constitucional que abarca la mayor parte del documento: “. .. n o somo s. .. indios ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles. . .” 44 En su famoso mensaje al Congreso d e A nggistura_ Bolív ar continúa c on el mismo tema “Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo, ni el americano del norte, que más bien es un compuesto de Africa y de América, que una emanación de Europa; pues que hasta la España misma, deja de ser europea por su sangre africana, por sus instituciones y por su carácter. Es imposible asignar con propiedad a qué familia humana pertenecemos. ,La mayor parte del indígena se lia aniquilado; el europeo se ha mezclado con el americano y con el africano y éste" se ha mezclado con el indio y con el europeo. ¿Nacidos todos del seno de una misma madre, nuestros padres, diferentes en origen y en sangre, son extran jeros, y todos difieren visiblemente en la epidermis; «esta desemejanza, trae un reato d e la mayor trascendencia, y
Finalmente* concluye que la república democrática ofrece la única elución posible, pues [“la igualdad legal es indispensable donde hay desigualdad física para "corregir, en ciert a modo, la injusticia de la Naturaleza” .,45 I ,os documentos de Bolívar a los cuales me he referido tenían carácter público, y la carta de Jamaica era obviamente propagandística. No obs Uuile, no hay razón para dudar de la sinceridad de la creencia del Libertador en cuanto a que el hecho histórico del cruzamiento de las i ii/,is constituía la ve rdad era base de la exist encia nacional d e los pu eblos de la América hispana. Pero la cuestión racial era para él incluso nii'r; seria y profunda. ílabía crecido en el ambiente aristocrático de tus plantaciones de esclavos. Como criatura delicada y huérfana desde lrm ¡ nana edad, era natural que conservara un afecto especial por la o b l i g a t o r i a nodriza negra. Desde Perú escribió a su hermana María An to ni a en 1825: "Tu mando una carta de mi madre Hipólita, para que le des todo lo que ella i i n l c r c ; para que hagas por ella como si fuera tu madre, su leche ha alimentado hiI vida y no he conocido otro padre que ella.” 46
I’rm Bolívar había también heredado los temores y el complejo de de la clase propietaria esclavocrática. Parece incluso jque existía *111' 111111 Incertidumbre con rfespecto a su propio linaje. El quqrhaya tenido ■i mi mui bisabuela mulata Constituye, por supuesto, como tal un detal le i•i\luí IVro la incertidum me acerca de esta cuestión puede haber pre i 11 npmlo profundamente a Bolívar mismo .47 Hacia el fin de su vida,
m i l|ni
Ihhl., I, 100.
1'
I I i i I I v i i i ( 1050), III, 682. I , ■i i i i i i , Cartas, V, 19. " \ , ii i . por ejemplo, Madariaga (1 95 2), 1617, 658659. Lecuna ( 19 56 ), I,
Pero la gran batalla entre las razas nunca ocurrió. En las largas guerras de la independencia muchos individuos de piel relativamente oscura pudieron ascender en la escala social gracias a sus méritos militares —como, por ejemplo, Andrés de Santa Cruz, José Antonio Paez, Vicente Guerrero y Agustín Gamarra - . 52 Pero, en lugar de reemplazar a la élite criolla tradicional, fueron asimilados por ella, abandonando toda intención que pudieran haber tenid o de representar representar los intereses intereses del grupo socioétnico del cual habían salido. Ademas, a pesar de todos los contrastes entre la piel más clara de los estratos superiores y la más oscura de la mayor parte de los inferiores, la nueva sociedad de clases no presentaba los límites rígidos y bien definidos que debían provocar un ataque directo. Había siempre algunos individuos de piel oscura que gracias a sus méritos militares o profesionales, o a su astucia, gozaban
mandar a los blancos tratándolos cuando menos de iguales”. Concluye que “... para estos hombres no hay otro medio que extraerlos legalmente de su clase inferior”. Pero Fernando V II , sublimemente terco y estúpido como de costumbre, no prestó atención a este sano consejo .39 Los individuos de color no tuvieron finalmente más opción que la desunirse a la causa patriota. La situación no podría ser mejor ilustrada que por el diálogo que Pedro de Molina, de Guatemala, escribió para el periódico El genio de la libertad en 1821. Discutiendo el tema apasionante de la emancipación con el realista Don Gómez, Pedro Mulato dice que él ha visto “a negritos esclavos muy estimados y regalados de sus manos que se van al monte a viv ir desnudos sólo por ser libr es” . Don Gómez lo interrumpe: “Esos son salvajes, hombre, pero nosotros que somos descendientes de españoles, y cristianos...” Pedro Mulato responde: “Por lo mismo debemos ser libres. ¿Qué culpa tengo yo de ser mulato para que los españoles, paisanos de mi padre, aunque no de mi madre, no quieran que yo sea nada?” Don Gómez: “Eso es porque la mezcla de blanco y negra engendra mala sangre.” Pedro Mulato tiene la última palabra: “Entonces estuviera yo enfermo, mi amigo .” 40 La promesa de la manumisión también contribuyó a engrosar las filas de los ejército s patriotas, y las cualida des guerreras de los ex esclavos tuvieron reconocimiento general. El general San Martín confesó que “el mejor soldado que tenemos es el negro y mulato” mientras que los blancos “no son aptos sino para la caballería ”.41 Bolívar prometió la libertad a todo esclavo que tomara las armas contra los realistas, y trató de cumplir la promesa hecha al presidente Pétion de Haití de abolir la esclavitud como tal. No fue culpa suya que durante su vida la abolición sólo llegara a iniciarse. Su actitud abolicionista fue indudablemente sincera —basada como lo estaba en consideraciones humanitarias— pero también respondía a la conveniencia política y militar .42 Al mismo tiempo, Simón Bolívar constituye un ejemplo fascinante de la actitud ambivalente de la élite criolla con respecto al problema racial. Bolívar y la cuestión racial
Un borrador de Bolívar de 1815 subraya la relativa armonía de las relaciones raciales en la América hispana y niega que la “diferencia de castas” constituya un obstáculo para lá independencia. En este borrador trata asimismo de explicar el secreto del éxito de Boves afirmando que los esclavos y mulatos habían sido obligados a atacar a los patriotas .43 Desde luego la división que tenía importancia para el Libertador era la que diferenciaba a peninsulares y americanos nativos. En su famosa carta de Jamaica, del mismo año, escrita a la sombra de la leyenda s» King (1953a), 536537. 40 Molina (1954), III, 771. 41 Masini (1962), 18. 42 Griffin (1962), 5961; Bierck (1953), 365385. En Antioquia, Colombia, la abolición fue decretada ya en 1814, Zulueta (1916), 3237, •*a Lecuna, Cortas, I, 211216,
cuando su actitud general se hizo manifiestamente cada vez más sombría X B ^ q pstg, pstg, incluyó en algunas de sus sus carta cartass pasajes pasajes que revelan tanto temores como culpa con respecto a las personas de color. Un texto d«_1826 dirigido al general Santander Santander es es especialmente revela dor Informado sobre la insubordinación del general Páez, el Libertador se angustia: muy le¡° s ,de los hermosos hermosos tiempos de Atenas y de Roma y a nada que sea europeo debemos compararnos. El origen más impuro es el nuestro ser. todo lo que nos ha precedido está envuelto con el negro manto del crimen Nosotros somos el compuesto abominable de esos tigres cazadores que vinieron a la America a derramarle su sangre y a encastar con las víctimas antes de sacrificarlas, para mezclar después los frutos espúreos de estos enlaces con los frutos de esos esclavos arrancados del Africa. Con tales mezclas físicas, con tales Í
K
f
f
l
r
56 PUeden ÍUndar leyeS S0bre los héroes y principios
Con estas palabras desnudas, Simón Bolívar expresa “el sentimiento trágico de la vida del que habla Unamuno, Unamuno, sentimiento sentimiento este íntimamente relacionado con la idea del rapto criminal como origen de la .49 Al existencia y con la conciencia del eterno estigma de la esclavitud .49 mismo tiempo, sigue siendo el aristócrata que ve a las masas con un desprecio mezclado con temor. Su concepto de los hombres de piel mas o menos oscura como Piar, Padilla e incluso Páez, presenta desdén mezclado con envidia, p orque sentía que. ellos encamaban el espíritu espíritu real deA m er ic a En virtud de su origen, ellos ellos serían serían los vencedores del mañana. Refiriéndose a Padilla, Bolívar le escribe a Santander: .. . igualdad legal no es bastante bastante por el espíritu que tiene el pueblo ^, que quiere que haya igualdad absoluta, tanto en lo público como en lo’ domestico, domestico, y después después qu errá la par docrac iáf que es la inclinación natural natural y única, para exterminio después de la clase p rivi legi ada . . . ” En abrupto contraste con su declaración optimista de 1815, Bolívar habla ahora de la enemistad natural de los colores ”, profe tizan do sombríamente sobre el día en que la gente de color se se levanta y acaba con todo”. De un modo que recuerda Spengler, Bolívar admite la impotencia de su propia clase y raza . Refiri éndo se a Pad illa y Páez, exclama: “Estos dos hombres tienen en su sangre los elementos de su poder, porque la mía no vale nada para el pueblo .” 50 No puede haber duda de que la Gotterdamme- rung, la ultima batalla que como un espejismo vislumbraron los ojos del declinante y moribundo Bolívar, tenía un fuerte sabor a conflicto racial .61 69 niega categóricamente cualquier ascendenci ascendencia a negra o india, pero admite que la bisabuela bisabuela de que se trata era hija ilegítima. 1 48 Lecuna, Cartas, VI, 11. 49 interesante comparar esto esto con las reflexion es del autor mexicano moderno Octavio Paz en su El laberinto de la soledad. • so Lecuna, Cartas, IV , 307; VII , 257. También utiliza la palabra palabra “ pardocracia” w 182\ 12> S” hermana le había informado 182\ (Íbid-> (Íbid-> V ’ 12> r 6lPOl 6lPOl tentat tentativ ivas as y amen amenaz azas as de la pardoc pardocrac racia”. ia”. 1®,23 ,23 ?n Gran. Colom bia se difundie ron rumores en el sentido d e que !,nc ^nn°m0 España, trataba de fomentar el conflicto racial, e incluso había ubicado unos unos 300 agentes agentes en Venezuela con ese propósito . .. ” Bushnell Bushnell (1 95 4), 172 172
^ a u e'é™ «i H a í r
aJ ' antr ^
En Brasil algunas de las rebeliones y alzamientos del nordeste durante la regencia imperial parecen haber tenido un contenido sociorracial. Carlos Rama dice que “con una base estrictamente campesina, procuran permanentemente, de un modo ciego, con frecuencia brutal, pero en el cual domina la presencia proletaria, terminar con un sistema de explotación que mantiene en el Brasil la vida social de castas ”.56 En el interior nordestino se sucedieron los movimientos anarquistas y mesiánicos, entre ellos la rebelión d e Canudos en la década 1890 1890,, inmortalizada por Eueli des da Cunha. Menos conscientemente sin duda que los rebeldes de la costa, los del interior expresaron la frustración y resentimiento de los estratos oprimidos del pueblo brasileño. Para resumir los hechos presentados en este capítulo, debemos dejar en claro que las tensiones engendradas por la sociedad de castas real-
negra, refiriéndose explícitamente al padre Las Casas, Bolívar despliega una actitud románticamente proindia. Es muy interesante que tome el hecho histórico del mestizaje como punto de partida para la teorización política y constitucional que abarca la mayor parte del documento: “. .. n o somo s. .. indios ni europeos, sino una especie media entre los legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles. . .” 44 En su famoso mensaje al Congreso d e A nggistura_ Bolív ar continúa c on el mismo tema “Tengamos presente que nuestro pueblo no es el europeo, ni el americano del norte, que más bien es un compuesto de Africa y de América, que una emanación de Europa; pues que hasta la España misma, deja de ser europea por su sangre africana, por sus instituciones y por su carácter. Es imposible asignar con propiedad a qué familia humana pertenecemos. ,La mayor parte del indígena se lia aniquilado; el europeo se ha mezclado con el americano y con el africano y éste" se ha mezclado con el indio y con el europeo. ¿Nacidos todos del seno de una misma madre, nuestros padres, diferentes en origen y en sangre, son extran jeros, y todos difieren visiblemente en la epidermis; «esta desemejanza, trae un reato d e la mayor trascendencia, y
Finalmente* concluye que la república democrática ofrece la única elución posible, pues [“la igualdad legal es indispensable donde hay desigualdad física para "corregir, en ciert a modo, la injusticia de la Naturaleza” .,45 I ,os documentos de Bolívar a los cuales me he referido tenían carácter público, y la carta de Jamaica era obviamente propagandística. No obs Uuile, no hay razón para dudar de la sinceridad de la creencia del Libertador en cuanto a que el hecho histórico del cruzamiento de las i ii/,is constituía la ve rdad era base de la exist encia nacional d e los pu eblos de la América hispana. Pero la cuestión racial era para él incluso nii'r; seria y profunda. ílabía crecido en el ambiente aristocrático de tus plantaciones de esclavos. Como criatura delicada y huérfana desde lrm ¡ nana edad, era natural que conservara un afecto especial por la o b l i g a t o r i a nodriza negra. Desde Perú escribió a su hermana María An to ni a en 1825: "Tu mando una carta de mi madre Hipólita, para que le des todo lo que ella i i n l c r c ; para que hagas por ella como si fuera tu madre, su leche ha alimentado hiI vida y no he conocido otro padre que ella.” 46
I’rm Bolívar había también heredado los temores y el complejo de de la clase propietaria esclavocrática. Parece incluso jque existía *111' 111111 Incertidumbre con rfespecto a su propio linaje. El quqrhaya tenido ■i mi mui bisabuela mulata Constituye, por supuesto, como tal un detal le i•i\luí IVro la incertidum me acerca de esta cuestión puede haber pre i 11 npmlo profundamente a Bolívar mismo .47 Hacia el fin de su vida,
m i l|ni
Ihhl., I, 100.
1'
I I i i I I v i i i ( 1050), III, 682. I , ■i i i i i i , Cartas, V, 19. " \ , ii i . por ejemplo, Madariaga (1 95 2), 1617, 658659. Lecuna ( 19 56 ), I,
Pero la gran batalla entre las razas nunca ocurrió. En las largas guerras de la independencia muchos individuos de piel relativamente oscura pudieron ascender en la escala social gracias a sus méritos militares —como, por ejemplo, Andrés de Santa Cruz, José Antonio Paez, Vicente Guerrero y Agustín Gamarra - . 52 Pero, en lugar de reemplazar a la élite criolla tradicional, fueron asimilados por ella, abandonando toda intención que pudieran haber tenid o de representar representar los intereses intereses del grupo socioétnico del cual habían salido. Ademas, a pesar de todos los contrastes entre la piel más clara de los estratos superiores y la más oscura de la mayor parte de los inferiores, la nueva sociedad de clases no presentaba los límites rígidos y bien definidos que debían provocar un ataque directo. Había siempre algunos individuos de piel oscura que gracias a sus méritos militares o profesionales, o a su astucia, gozaban le alguna movilidad ascensional, mientras que a veces aparecían “blan ios” sumergidos en el fondo de la estructura social .53 Es cierto que, a mediados del siglo xix, intelectuales y profesionales de los estratos medios entre quienes se destacaban elementos mestizos comenzaron a constituir la parte más influyente de los partidos liberales, especialmente en México durante la Reforma (el período de tumultos y profundos (;IIlibios políticos, de 1854 a 1876). Pero su ataque a la élite (todavía m su mayor parte criolla) no respondía a razones étnica étnicas. s. La oligarquía era atacada por ser oligarquía, y no por estar compuesta por criollos. Las rebeliones de los indígenas, que habían sido frecuentes bajo el régimen hispano, continuaron durante la mayor parte del período na I ional. Entre los líderes de mediados del siglo xix pueden encontrarse im pocos mestizos, como José José María Bar rera, en la llamada guerra de .54 Pero estos mestizos se hai usías” entre los indios mayas de Yucatán .54 bían identificado con los indios. Exceptuada quizá la República Dominicana, con sus problemas de Umitas con el Haití negro, en la América hispana solamente Venezuela parece haber experimentado una influencia “racial” de alguna importancia en su vida política. Si podemos confiar en el testimonio de algu .... observadores de la época, el régimen de los hermanos Monagas luinentó demagógicamente el odio de las razas contra la élite de apa i Inicia más blanca. Estas tensiones culminaron en la sanguinaria guerra Humada Humada “fed era l” , de 1859 a 1863.5 1863.55 Esta horren da co ntienda civi l, des II liiiu de modo excelente por el novelista Rómulo Gallegos en su libro 1‘nln f ne gro, logró una extensa nivelación sociorracial, resultado impor Iiinli' que contrasta agudamente con la esterilidad absoluta de sus conse ....... .. políticas. Desde esa época en adelante, Venezuela, a pesar de ..... .^labilidad y falta de equilibrio político, pudo establecer entre sus i li
' 1’n 1’n sldentes de Bolivia Perú , Venezuela, M éxico y Perú respectivamente. riU Un buen ejemplo de progre so social es el del mulato mulato José Romero, cuyo n imio Im trazado Feliú Cruz (1942), 183225. m llr.d (1964); Armillas (1962), 166168. " Olí moro (196 4), 4041; Hudson (196 4), 236239. 236239.
V II FL CAMBIO SOCIAL EN EL CAMPO
cuando su actitud general se hizo manifiestamente cada vez más sombría X B ^ q pstg, pstg, incluyó en algunas de sus sus carta cartass pasajes pasajes que revelan tanto temores como culpa con respecto a las personas de color. Un texto d«_1826 dirigido al general Santander Santander es es especialmente revela dor Informado sobre la insubordinación del general Páez, el Libertador se angustia: muy le¡° s ,de los hermosos hermosos tiempos de Atenas y de Roma y a nada que sea europeo debemos compararnos. El origen más impuro es el nuestro ser. todo lo que nos ha precedido está envuelto con el negro manto del crimen Nosotros somos el compuesto abominable de esos tigres cazadores que vinieron a la America a derramarle su sangre y a encastar con las víctimas antes de sacrificarlas, para mezclar después los frutos espúreos de estos enlaces con los frutos de esos esclavos arrancados del Africa. Con tales mezclas físicas, con tales Í
K
f
f
l
r
56 PUeden ÍUndar leyeS S0bre los héroes y principios
Con estas palabras desnudas, Simón Bolívar expresa “el sentimiento trágico de la vida del que habla Unamuno, Unamuno, sentimiento sentimiento este íntimamente relacionado con la idea del rapto criminal como origen de la .49 Al existencia y con la conciencia del eterno estigma de la esclavitud .49 mismo tiempo, sigue siendo el aristócrata que ve a las masas con un desprecio mezclado con temor. Su concepto de los hombres de piel mas o menos oscura como Piar, Padilla e incluso Páez, presenta desdén mezclado con envidia, p orque sentía que. ellos encamaban el espíritu espíritu real deA m er ic a En virtud de su origen, ellos ellos serían serían los vencedores del mañana. Refiriéndose a Padilla, Bolívar le escribe a Santander: .. . igualdad legal no es bastante bastante por el espíritu que tiene el pueblo ^, que quiere que haya igualdad absoluta, tanto en lo público como en lo’ domestico, domestico, y después después qu errá la par docrac iáf que es la inclinación natural natural y única, para exterminio después de la clase p rivi legi ada . . . ” En abrupto contraste con su declaración optimista de 1815, Bolívar habla ahora de la enemistad natural de los colores ”, profe tizan do sombríamente sobre el día en que la gente de color se se levanta y acaba con todo”. De un modo que recuerda Spengler, Bolívar admite la impotencia de su propia clase y raza . Refiri éndo se a Pad illa y Páez, exclama: “Estos dos hombres tienen en su sangre los elementos de su poder, porque la mía no vale nada para el pueblo .” 50 No puede haber duda de que la Gotterdamme- rung, la ultima batalla que como un espejismo vislumbraron los ojos del declinante y moribundo Bolívar, tenía un fuerte sabor a conflicto racial .61 69 niega categóricamente cualquier ascendenci ascendencia a negra o india, pero admite que la bisabuela bisabuela de que se trata era hija ilegítima. 1 48 Lecuna, Cartas, VI, 11. 49 interesante comparar esto esto con las reflexion es del autor mexicano moderno Octavio Paz en su El laberinto de la soledad. • so Lecuna, Cartas, IV , 307; VII , 257. También utiliza la palabra palabra “ pardocracia” w 182\ 12> S” hermana le había informado 182\ (Íbid-> (Íbid-> V ’ 12> r 6lPOl 6lPOl tentat tentativ ivas as y amen amenaz azas as de la pardoc pardocrac racia”. ia”. 1®,23 ,23 ?n Gran. Colom bia se difundie ron rumores en el sentido d e que !,nc ^nn°m0 España, trataba de fomentar el conflicto racial, e incluso había ubicado unos unos 300 agentes agentes en Venezuela con ese propósito . .. ” Bushnell Bushnell (1 95 4), 172 172
^ a u e'é™ «i H a í r
aJ ' antr ^
En Brasil algunas de las rebeliones y alzamientos del nordeste durante la regencia imperial parecen haber tenido un contenido sociorracial. Carlos Rama dice que “con una base estrictamente campesina, procuran permanentemente, de un modo ciego, con frecuencia brutal, pero en el cual domina la presencia proletaria, terminar con un sistema de explotación que mantiene en el Brasil la vida social de castas ”.56 En el interior nordestino se sucedieron los movimientos anarquistas y mesiánicos, entre ellos la rebelión d e Canudos en la década 1890 1890,, inmortalizada por Eueli des da Cunha. Menos conscientemente sin duda que los rebeldes de la costa, los del interior expresaron la frustración y resentimiento de los estratos oprimidos del pueblo brasileño. Para resumir los hechos presentados en este capítulo, debemos dejar en claro que las tensiones engendradas por la sociedad de castas realmente amenazaron con producir una lucha civil según lineamientos socioétnicos. Pero, como los peninsulares atraían gran parte del odio acumulado, la élite criolla supo preservar su control. El marco legal que definía a la sociedad de castas fue abolido. No obstante, la estratificación en clases preservó la mayor parte de la distancia tradicional entre los grupos étnicos básicos, incluso aunque, en un nivel individual, la movilidad social —tanto ascendente como descendente— de vez en cuando afectaba a personas de diferente color. Por supuesto, el prejuicio sociorracial no desapareció, pero su expresión se hizo más sutil, de modo que resulta más difícil descubrirlo que en la sociedad colonial .57
5S Rama (1957), 344, Véase también Carneiro (1964), 3132. 57 En lugares alejados puede haber prevalecido una actitud más tradicional. En Santa Cruz de la ^Sierra, Bolivia, el viajero f rancés Castelnau obse rvó en 1845 “ la vanidad de casta” de las damas que trataban a todas sus sirvientas que tenían alguna gota de sangre mez clad a. . . como cholas, cholas, incluso incluso aunque a veces eran eran más blancas blancas que sus sus amas”. amas”. Citado po r VázquezMa chicado (19 56 ), 183. 183.
desarrolló a partir del nuevo y adverso clima económico, al igual que en Europa durante la Alta Edad Media. Las haciendas, más o menos autoabastecidas, por lo general tenían un producto excedente para vender. A pesar de que por lo común su orige n era extralegal, constituían un rasgo normal de la sociedad rural hispanoamericana hacia fines del siglo xvn .4 Su fundación no respondía solamente a motivos económicos. Los hacendados, en su gran mayoría barones del comercio, la minería o la ganadería, querían poder y prestigio. Aunque entre ellos había algunos encomenderos, Silvio Zavala ha demostrado que no existió una conexión directa entre la encomienda y la hacienda. La concesion de una encomienda no implicaba ningún derecho referente a las tierras de los indios.5 Hacia mediados del siglo xvi la encomienda había perdido su carácter de sistema de trabajo en la mayor parte de la América hispana. De
Pero la gran batalla entre las razas nunca ocurrió. En las largas guerras de la independencia muchos individuos de piel relativamente oscura pudieron ascender en la escala social gracias a sus méritos militares —como, por ejemplo, Andrés de Santa Cruz, José Antonio Paez, Vicente Guerrero y Agustín Gamarra - . 52 Pero, en lugar de reemplazar a la élite criolla tradicional, fueron asimilados por ella, abandonando toda intención que pudieran haber tenid o de representar representar los intereses intereses del grupo socioétnico del cual habían salido. Ademas, a pesar de todos los contrastes entre la piel más clara de los estratos superiores y la más oscura de la mayor parte de los inferiores, la nueva sociedad de clases no presentaba los límites rígidos y bien definidos que debían provocar un ataque directo. Había siempre algunos individuos de piel oscura que gracias a sus méritos militares o profesionales, o a su astucia, gozaban le alguna movilidad ascensional, mientras que a veces aparecían “blan ios” sumergidos en el fondo de la estructura social .53 Es cierto que, a mediados del siglo xix, intelectuales y profesionales de los estratos medios entre quienes se destacaban elementos mestizos comenzaron a constituir la parte más influyente de los partidos liberales, especialmente en México durante la Reforma (el período de tumultos y profundos (;IIlibios políticos, de 1854 a 1876). Pero su ataque a la élite (todavía m su mayor parte criolla) no respondía a razones étnica étnicas. s. La oligarquía era atacada por ser oligarquía, y no por estar compuesta por criollos. Las rebeliones de los indígenas, que habían sido frecuentes bajo el régimen hispano, continuaron durante la mayor parte del período na I ional. Entre los líderes de mediados del siglo xix pueden encontrarse im pocos mestizos, como José José María Bar rera, en la llamada guerra de .54 Pero estos mestizos se hai usías” entre los indios mayas de Yucatán .54 bían identificado con los indios. Exceptuada quizá la República Dominicana, con sus problemas de Umitas con el Haití negro, en la América hispana solamente Venezuela parece haber experimentado una influencia “racial” de alguna importancia en su vida política. Si podemos confiar en el testimonio de algu .... observadores de la época, el régimen de los hermanos Monagas luinentó demagógicamente el odio de las razas contra la élite de apa i Inicia más blanca. Estas tensiones culminaron en la sanguinaria guerra Humada Humada “fed era l” , de 1859 a 1863.5 1863.55 Esta horren da co ntienda civi l, des II liiiu de modo excelente por el novelista Rómulo Gallegos en su libro 1‘nln f ne gro, logró una extensa nivelación sociorracial, resultado impor Iiinli' que contrasta agudamente con la esterilidad absoluta de sus conse ....... .. políticas. Desde esa época en adelante, Venezuela, a pesar de ..... .^labilidad y falta de equilibrio político, pudo establecer entre sus i li
' 1’n 1’n sldentes de Bolivia Perú , Venezuela, M éxico y Perú respectivamente. riU Un buen ejemplo de progre so social es el del mulato mulato José Romero, cuyo n imio Im trazado Feliú Cruz (1942), 183225. m llr.d (1964); Armillas (1962), 166168. " Olí moro (196 4), 4041; Hudson (196 4), 236239. 236239.
V II FL CAMBIO SOCIAL EN EL CAMPO E.a declinación de la po blació n in dia y los sistemas sistemas de trabajos f orzados
l’ara comprender cómo la dicotomía españolindio fue gradualmente reemplazada por la de “hacendados” y “peones”, debemos considerar la evolución rural de la América hispana .1 Hasta hace muy poco tiempo, la gran mayoría de la población de lo que llamamos América latina vivía en el campo, subsistiendo precariamente gracias a las labores agrícolas. agrícolas. A pesar de esta preponderancia, la historia agraria de A mérica latina ha sido muy poco estudiada. Como la mayoría de los historiadores ii general, los que estudiaron esta región han sido habitantes de ciudades, poco familiarizados con las condiciones rurales y poco interesados
lante, las autoridades, tanto civiles como eclesiásticas, dedicaron mucha energía para reunir a los indios en pueblos dotados de tierras comunales en toda la América hispana. Estas “reducciones” albergaron pronto la mayor parte de la población india. Incluso después de haber perdido su status de misiones se suponía que esas comunidades iban a seguir siendo “pueblo de indios”, diferentes de los asientos o ciudades de los “español “españoles” es” (no indios). El t r a b a j o i n d i o l i b r e y e l p e o n a j e
Después de principios del siglo xvn observamos que cada vez más indios provenientes de los pueblos de indios se ofrecen voluntariamente a trabajar para los terratenientes a cambio de jornales fijados por contrato. I ia relación de este crecimiento con la declinación del sistema de repartimiento en lo referente a la labor agrícola es obvia. Estos indios,
En Brasil algunas de las rebeliones y alzamientos del nordeste durante la regencia imperial parecen haber tenido un contenido sociorracial. Carlos Rama dice que “con una base estrictamente campesina, procuran permanentemente, de un modo ciego, con frecuencia brutal, pero en el cual domina la presencia proletaria, terminar con un sistema de explotación que mantiene en el Brasil la vida social de castas ”.56 En el interior nordestino se sucedieron los movimientos anarquistas y mesiánicos, entre ellos la rebelión d e Canudos en la década 1890 1890,, inmortalizada por Eueli des da Cunha. Menos conscientemente sin duda que los rebeldes de la costa, los del interior expresaron la frustración y resentimiento de los estratos oprimidos del pueblo brasileño. Para resumir los hechos presentados en este capítulo, debemos dejar en claro que las tensiones engendradas por la sociedad de castas realmente amenazaron con producir una lucha civil según lineamientos socioétnicos. Pero, como los peninsulares atraían gran parte del odio acumulado, la élite criolla supo preservar su control. El marco legal que definía a la sociedad de castas fue abolido. No obstante, la estratificación en clases preservó la mayor parte de la distancia tradicional entre los grupos étnicos básicos, incluso aunque, en un nivel individual, la movilidad social —tanto ascendente como descendente— de vez en cuando afectaba a personas de diferente color. Por supuesto, el prejuicio sociorracial no desapareció, pero su expresión se hizo más sutil, de modo que resulta más difícil descubrirlo que en la sociedad colonial .57
5S Rama (1957), 344, Véase también Carneiro (1964), 3132. 57 En lugares alejados puede haber prevalecido una actitud más tradicional. En Santa Cruz de la ^Sierra, Bolivia, el viajero f rancés Castelnau obse rvó en 1845 “ la vanidad de casta” de las damas que trataban a todas sus sirvientas que tenían alguna gota de sangre mez clad a. . . como cholas, cholas, incluso incluso aunque a veces eran eran más blancas blancas que sus sus amas”. amas”. Citado po r VázquezMa chicado (19 56 ), 183. 183.
desarrolló a partir del nuevo y adverso clima económico, al igual que en Europa durante la Alta Edad Media. Las haciendas, más o menos autoabastecidas, por lo general tenían un producto excedente para vender. A pesar de que por lo común su orige n era extralegal, constituían un rasgo normal de la sociedad rural hispanoamericana hacia fines del siglo xvn .4 Su fundación no respondía solamente a motivos económicos. Los hacendados, en su gran mayoría barones del comercio, la minería o la ganadería, querían poder y prestigio. Aunque entre ellos había algunos encomenderos, Silvio Zavala ha demostrado que no existió una conexión directa entre la encomienda y la hacienda. La concesion de una encomienda no implicaba ningún derecho referente a las tierras de los indios.5 Hacia mediados del siglo xvi la encomienda había perdido su carácter de sistema de trabajo en la mayor parte de la América hispana. De acuerdo con las regulaciones legales, los indios debían pagar tributo a los encomenderos en moneda o especie, no con su trabajo, como antes. Poco a poco, estas regulaciones entraron en vigencia. Consecuentemente, la mano de obra necesaria en la agricultura ya no podía obtenerse a través del sistema de encomienda. Cuando los indios de la encomienda dejaron de estar obligados a trabajar para sus encomenderos, se estableció un nuevo sistema de trabajo forzado, pero pago. Conocido como “repartimiento” o “cuatequil” en Nueva España y como “mita” en Perú ,6 estos sistemas establecían la labor periódica de una proporción fija de indios durante cierto número de semanas; los diversos grupos rotaban durante el año. Un funcionario llamado "juez repartidor” velaba por que obtuviera su parte todo el que necesitaba necesitaba trabajo indio: quienes estaban estaban á cargo de obras públicas, los propietarios de las minas, y los hacendados .7 A estos últimos les resultaba difí cil consegui r suficientes brazos; además los cambios frecuentes en su fuerza de trabajo bajo este sistema constituían constituían otro rasgo indeseable. indeseable. E l abastecimiento de fuerza de trabajo con el sistema de repartimiento parece haber terminado en las regiones centrales de México y Perú antes de la mitad del siglo xvn. En la Colombia central se nos dice que el repartimiento rural desapareció hacia 174CF.S No contando ya con trabajo indio forzado, ¿cómo resolverían los hacendados su problema? ¿Proporcionarían la solución los esclavos negros? Los negros eran a veces usados como sirvientes, vaqueros o artesanos dentro de la economía de la hacienda, pero resultaban demasiado costosos para su empleo en gran escala en establecimientos que no fueran las altamente remunerativas plantaciones de azúcar y otras semejantes. En consecuencia, el trabajo indio voluntario constituía la única fuente que quedaba. Desde la última parte del siglo xvi en ade4 Sobre la hacie hacienda nda,, véase véase Chevalier Chevalier (19 56) ; W olf (196 2), 201 y sigs.; sigs.; Vázquez (1961), 1217. 8 Zavala (1940, 1948). Góngora, por su parte, introduce la siguiente modificación cación:: “ ...conex ión fáctiea, fáctiea, no jur ídica ...” Borde Borde y Góngora Góngora (195 6), I, 29. 29. « Haring (1963), 5862. t Gibson (1954), 593594; US AI, II, 371377. 8 Ospina Pérez (1955), 1416.
de la hacienda, en parte porque los hacendados les ofrecían parcelas para cultivar o campos de pastoreo para sus animales. También 1q hicieron jsimplemente porque la vida en las comunidades comunidades seÜa cía cada vez más difícil. A medida que su población disminuía, las onerosas cargas municipales debían dividirse entre menos individuos, y puesto que el tributo con frecuencia se recogía de acuerdo con padrones anticuados, esta obligación resultaba crecientemente gravosa. Como veremos, había también un flujo en aumento de mestiz mestizos^ os^ y de otros ajenos que con frecuencia perturbaban y trataban duramente a los indios. Estas condiciones hicieron o parecieron hacer de la hacienda un refugio y una garantía de seguridad personal, semejante al señorío medieval. Al mismo tiempo el acto de desplazarse a una hacienda, particularmente si ella no estaba próxima, podía permitir al indio escapar a su statu statuss legal. Un documento chileno de la época expresa expresa que vive n ‘ a su voluntad y desfigurándose en mestizos y otras especies . . . ” 13 El
V II FL CAMBIO SOCIAL EN EL CAMPO E.a declinación de la po blació n in dia y los sistemas sistemas de trabajos f orzados
l’ara comprender cómo la dicotomía españolindio fue gradualmente reemplazada por la de “hacendados” y “peones”, debemos considerar la evolución rural de la América hispana .1 Hasta hace muy poco tiempo, la gran mayoría de la población de lo que llamamos América latina vivía en el campo, subsistiendo precariamente gracias a las labores agrícolas. agrícolas. A pesar de esta preponderancia, la historia agraria de A mérica latina ha sido muy poco estudiada. Como la mayoría de los historiadores ii general, los que estudiaron esta región han sido habitantes de ciudades, poco familiarizados con las condiciones rurales y poco interesados
lante, las autoridades, tanto civiles como eclesiásticas, dedicaron mucha energía para reunir a los indios en pueblos dotados de tierras comunales en toda la América hispana. Estas “reducciones” albergaron pronto la mayor parte de la población india. Incluso después de haber perdido su status de misiones se suponía que esas comunidades iban a seguir siendo “pueblo de indios”, diferentes de los asientos o ciudades de los “español “españoles” es” (no indios). El t r a b a j o i n d i o l i b r e y e l p e o n a j e
Después de principios del siglo xvn observamos que cada vez más indios provenientes de los pueblos de indios se ofrecen voluntariamente a trabajar para los terratenientes a cambio de jornales fijados por contrato. I ia relación de este crecimiento con la declinación del sistema de repartimiento en lo referente a la labor agrícola es obvia. Estos indios, ilamadosv“gañanes”, por lo general continuaban residiendo en sus pueblos
" Tiimbién debían realizar “cuatequil” . Gibson (19 64 ), 247. Véase también también <.niigoru (1960), 31. "• Itorah (1951), 41; Gibson (1954), 595. " Cliovalier (1956), 170. 170. IU VillaSeñor VillaSeñor y Sánchez Sánchez (17 48), II, 203, 255. 255.
dicejo mismo sobre esa región .18 Por lo menos durante el período colonial, el hecho esencial consistía en que a pesar de los factores adversos, la vida como peón de una hacienda era la mejor alternativa al alcance de los indios de la América española. El proceso que acabo de describir brevemente fue muy distinto en otras partes de Hispanoamérica. En Chile, la encomienda, también con la forma de servicio personal como tributo al encomendero, persistió mucho más que en la mayor parte de las otras regiones. Incluso la esclavitud india (p or ejemplo, la de hostiles hostiles araucanos) araucanos) existió existió en Chile hasta el fin del siglo xvn, cuando los esclavos liberados fueron puestos a cargo de sus ex amos. Esta forma transicional no se abolió hasta 1703. Un estudio cuidadoso sobre un pequeño distrito situado no lejos de Santiago —el valle de Puangue— enumera una sorprendente variedad de categorías en el trabajo agrícola. Los brazos provenientes de las encomiendas y de las aldeas indias proporcionaban por igual trabajo a
desarrolló a partir del nuevo y adverso clima económico, al igual que en Europa durante la Alta Edad Media. Las haciendas, más o menos autoabastecidas, por lo general tenían un producto excedente para vender. A pesar de que por lo común su orige n era extralegal, constituían un rasgo normal de la sociedad rural hispanoamericana hacia fines del siglo xvn .4 Su fundación no respondía solamente a motivos económicos. Los hacendados, en su gran mayoría barones del comercio, la minería o la ganadería, querían poder y prestigio. Aunque entre ellos había algunos encomenderos, Silvio Zavala ha demostrado que no existió una conexión directa entre la encomienda y la hacienda. La concesion de una encomienda no implicaba ningún derecho referente a las tierras de los indios.5 Hacia mediados del siglo xvi la encomienda había perdido su carácter de sistema de trabajo en la mayor parte de la América hispana. De acuerdo con las regulaciones legales, los indios debían pagar tributo a los encomenderos en moneda o especie, no con su trabajo, como antes. Poco a poco, estas regulaciones entraron en vigencia. Consecuentemente, la mano de obra necesaria en la agricultura ya no podía obtenerse a través del sistema de encomienda. Cuando los indios de la encomienda dejaron de estar obligados a trabajar para sus encomenderos, se estableció un nuevo sistema de trabajo forzado, pero pago. Conocido como “repartimiento” o “cuatequil” en Nueva España y como “mita” en Perú ,6 estos sistemas establecían la labor periódica de una proporción fija de indios durante cierto número de semanas; los diversos grupos rotaban durante el año. Un funcionario llamado "juez repartidor” velaba por que obtuviera su parte todo el que necesitaba necesitaba trabajo indio: quienes estaban estaban á cargo de obras públicas, los propietarios de las minas, y los hacendados .7 A estos últimos les resultaba difí cil consegui r suficientes brazos; además los cambios frecuentes en su fuerza de trabajo bajo este sistema constituían constituían otro rasgo indeseable. indeseable. E l abastecimiento de fuerza de trabajo con el sistema de repartimiento parece haber terminado en las regiones centrales de México y Perú antes de la mitad del siglo xvn. En la Colombia central se nos dice que el repartimiento rural desapareció hacia 174CF.S No contando ya con trabajo indio forzado, ¿cómo resolverían los hacendados su problema? ¿Proporcionarían la solución los esclavos negros? Los negros eran a veces usados como sirvientes, vaqueros o artesanos dentro de la economía de la hacienda, pero resultaban demasiado costosos para su empleo en gran escala en establecimientos que no fueran las altamente remunerativas plantaciones de azúcar y otras semejantes. En consecuencia, el trabajo indio voluntario constituía la única fuente que quedaba. Desde la última parte del siglo xvi en ade4 Sobre la hacie hacienda nda,, véase véase Chevalier Chevalier (19 56) ; W olf (196 2), 201 y sigs.; sigs.; Vázquez (1961), 1217. 8 Zavala (1940, 1948). Góngora, por su parte, introduce la siguiente modificación cación:: “ ...conex ión fáctiea, fáctiea, no jur ídica ...” Borde Borde y Góngora Góngora (195 6), I, 29. 29. « Haring (1963), 5862. t Gibson (1954), 593594; US AI, II, 371377. 8 Ospina Pérez (1955), 1416.
de la hacienda, en parte porque los hacendados les ofrecían parcelas para cultivar o campos de pastoreo para sus animales. También 1q hicieron jsimplemente porque la vida en las comunidades comunidades seÜa cía cada vez más difícil. A medida que su población disminuía, las onerosas cargas municipales debían dividirse entre menos individuos, y puesto que el tributo con frecuencia se recogía de acuerdo con padrones anticuados, esta obligación resultaba crecientemente gravosa. Como veremos, había también un flujo en aumento de mestiz mestizos^ os^ y de otros ajenos que con frecuencia perturbaban y trataban duramente a los indios. Estas condiciones hicieron o parecieron hacer de la hacienda un refugio y una garantía de seguridad personal, semejante al señorío medieval. Al mismo tiempo el acto de desplazarse a una hacienda, particularmente si ella no estaba próxima, podía permitir al indio escapar a su statu statuss legal. Un documento chileno de la época expresa expresa que vive n ‘ a su voluntad y desfigurándose en mestizos y otras especies . . . ” 13 El núnaero de vagabundos indios parece haber aumentado durante la última parte del período colonial. Un censo de tributarios de Nueva España del año 180 1806 6 indica que en la provinci a de Guanajuato no menos de 164.879 indios estaban clasificados como “laboríos [trabajadores indios migratorios] y vagabundos” mientras que solamente 74.852 vivían todavía en sus propias comunidades. Esta puede haber sido una excepción regional, pero aun así, está bien documentado que una gran cantidad de indios se desplazaban y buscaban trabajo también en otras regio jq£ S.14 Sin duda la mayor parte de estos indios en movimiento eran absorbidos tarde o temprano jaor las haciendas, como gañanes o peones. El método clásico para ligar al trabajador a la propiedad consistía en concederle créditos que no podía pagar, colocándolo en una situación de esclavitud (o más bien servidumbre) por deudas. Ya en 1567 un decreto real prohibió este tipo de abuso. Pero, en general, la Corona y las autoridades hicieron muy poco para impedir que esta artimaña se generalizara e institucionalizara .15 Eí 1 1784 1784,, el virrey d e N ueva España España promulgó algunas disposiciones referentes al peonaje. Según ellas, una hacienda no podía aceptar nuevos trabajadores a menos que pudieran demostrar que estaban libres de deudas en otras haciendas, pero el nuevo empleador podía prometer el pago de las deudas previas .16 De este modo se formó una clase de obreros rurales prácticamente hereditaria, Pero el mecanismo del endeudamiento sólo en parte explica este importante fenómeno. Investigaciones recientes realizadas sobre el Valle de México han puesto en claro que allí el endeudamiento de los peones era poco importante .17 Un erudito familiarizado con la Colombia central 13 Citado por Carmagnani (1963), 24. 14 W ol f (19 57 ), 190191 190191.. Véase también Gibson (.1964), 149150 149150;; Martin (1957); López Sarrelangue (1962), 520. 15 Borah (1951), 3741. 16 Véase Zavala (1944), 729744, sobre los esfuerzos de los virreyes de Nueva España para establecer normas sobre el peonaje entre 1589 y 1786. Un documento revelador de 1702 se encuentra en Zavala y Casteló (1946), 149150. 17 Gibson (1964), 249255.
los feriados—. Una vez deducido un tributo de 8 pesos, al indio no le quedaba dinero suficiente para mantener a su familia y cumplir sus obligaciones con el párroco, por ejemplo. Asi, en general debía pedir al hacendado que le adelantara algún cereal. El hacendado lo hacía, pero a un precio extraordinario .21 En Nueva Granada, donde la mita rural también persistió hasta mediados del siglo xvm, parece haber existido una relación directa entre esta forma de trabajo y la de los peones permanentes en las haciendas .22 En Guatemala, el sistema de repartimiento habría continuado siendo el principal proveedor de mano de obra para los hacendados. Con el nombre de “mandamiento reviv ió durante la última parte del siglo xix .23 En Yucatán, las encomiendas persistieron incluso más que en Chile. Hasta fines del siglo xvm no comenzaron a desaparecer. Las haciendas qbtenían brazos de dos modos principales. Los trabajadores eran peones residentes endeudados ( “peones acasillados’ ), con frecuencia mestizos,
lante, las autoridades, tanto civiles como eclesiásticas, dedicaron mucha energía para reunir a los indios en pueblos dotados de tierras comunales en toda la América hispana. Estas “reducciones” albergaron pronto la mayor parte de la población india. Incluso después de haber perdido su status de misiones se suponía que esas comunidades iban a seguir siendo “pueblo de indios”, diferentes de los asientos o ciudades de los “español “españoles” es” (no indios). El t r a b a j o i n d i o l i b r e y e l p e o n a j e
Después de principios del siglo xvn observamos que cada vez más indios provenientes de los pueblos de indios se ofrecen voluntariamente a trabajar para los terratenientes a cambio de jornales fijados por contrato. I ia relación de este crecimiento con la declinación del sistema de repartimiento en lo referente a la labor agrícola es obvia. Estos indios, ilamadosv“gañanes”, por lo general continuaban residiendo en sus pueblos
" Tiimbién debían realizar “cuatequil” . Gibson (19 64 ), 247. Véase también también <.niigoru (1960), 31. "• Itorah (1951), 41; Gibson (1954), 595. " Cliovalier (1956), 170. 170. IU VillaSeñor VillaSeñor y Sánchez Sánchez (17 48), II, 203, 255. 255.
dicejo mismo sobre esa región .18 Por lo menos durante el período colonial, el hecho esencial consistía en que a pesar de los factores adversos, la vida como peón de una hacienda era la mejor alternativa al alcance de los indios de la América española. El proceso que acabo de describir brevemente fue muy distinto en otras partes de Hispanoamérica. En Chile, la encomienda, también con la forma de servicio personal como tributo al encomendero, persistió mucho más que en la mayor parte de las otras regiones. Incluso la esclavitud india (p or ejemplo, la de hostiles hostiles araucanos) araucanos) existió existió en Chile hasta el fin del siglo xvn, cuando los esclavos liberados fueron puestos a cargo de sus ex amos. Esta forma transicional no se abolió hasta 1703. Un estudio cuidadoso sobre un pequeño distrito situado no lejos de Santiago —el valle de Puangue— enumera una sorprendente variedad de categorías en el trabajo agrícola. Los brazos provenientes de las encomiendas y de las aldeas indias proporcionaban por igual trabajo a los encomenderos y beneficiaban a otros propietarios. El indígena era alquilado o simplemente prestado a estos últimos por los encomenderos, o se cerraban contratos (asientos) con los mismos indios de acuerdo con tarifas existentes. Otros grupos pequeños de indios se establecieron en las haciendas —por ejemplo, araucanos cautivos, yanaconas e indios refugi ados—. A veces estos indios se reunían en nuevas encomiendas, y otras se convertían francamente en esclavos o peones .19 El “Arancel de los jornales que se han de pagar a los indios”, promulgado por el virrey en 1687, nos proporciona información interesante sobre las diversas categorías de trabajadores que existían en el Perú. Los “indios agregados a las haciendas” debían recibir el mismo jornal —tres reales por día— que los “indios mitayos”. Aunque los primeros también disponían de parcelas para cultivar, el virrey consideró que los terratenientes obtenían del hecho de que estos indios y sus hijos estuvieran siempre a su disposición un beneficio suficiente como para justificar los jornales comparativamente altos que se les fijaba. En el sudeste del Perú, los indios agregados se llamaban “arrenderos”, mientras que en la costa se utilizaba la antigua palabra “yanacona”. Estas normas prohibían el empleo de indios como siervos siervos doméstico domésticoss ( “indios pongos” ) y la distribución de trabajadores indios entre los hacendados por los corregidores y c aciques ( “indios picotas ”,).20 Desde luego no hay ninguna razón para creer que esta disposición haya entrado en vigencia. En lo que es actualmente Ecuador, la mita rural estaba ampliamente difundida y perduró durante un período prolongado. Muchos mitayos se quedaban en las haciendas de modo permanente. Según un observa flor con sentido crítico, Antonio de Ulloa, joven oficial naval que visitó <1 país en la década de 1730, los mitayos recibían jornales de aproximadamente 14 a 18 pesos por año, además de una pequeña parcela para cultivar. Para recibir esa paga debían trabajar 300 días —exceptuados ,H Ospina Pérez (1955), 18. i» Borde y Góngora (1956), I, 7273. ° El documento constituye el manuscrito 1426, Colección B. Mcndel, Univorslty of Indiana, Bloomington, Ind., U.S.A.
comparación, de sus cifras referentes a los indi os) según se ve en la siguiente tabla: Año
1570 1646 1742 1772 1793
“ Blancos” México central Nueva España
63.000 125.000 565.000 784.000 1.050.000
57.000 114.000 465.000 586.000 780.000
Indios México central
4.409.000 (1565) 1.500.000 (1650) 1.500.000 3.700.00028
Incluso los cálculos extremadamente prudentes de Angel Rosenblat muestran un aumento relativo de las castas (individuos de sangre mezc lada ) desde un pequ eño porc entaje en 1650 hasta el 25 por ciento en 1825, para toda Hispan oamérica. P ero pien so que sus cálculos son
de la hacienda, en parte porque los hacendados les ofrecían parcelas para cultivar o campos de pastoreo para sus animales. También 1q hicieron jsimplemente porque la vida en las comunidades comunidades seÜa cía cada vez más difícil. A medida que su población disminuía, las onerosas cargas municipales debían dividirse entre menos individuos, y puesto que el tributo con frecuencia se recogía de acuerdo con padrones anticuados, esta obligación resultaba crecientemente gravosa. Como veremos, había también un flujo en aumento de mestiz mestizos^ os^ y de otros ajenos que con frecuencia perturbaban y trataban duramente a los indios. Estas condiciones hicieron o parecieron hacer de la hacienda un refugio y una garantía de seguridad personal, semejante al señorío medieval. Al mismo tiempo el acto de desplazarse a una hacienda, particularmente si ella no estaba próxima, podía permitir al indio escapar a su statu statuss legal. Un documento chileno de la época expresa expresa que vive n ‘ a su voluntad y desfigurándose en mestizos y otras especies . . . ” 13 El núnaero de vagabundos indios parece haber aumentado durante la última parte del período colonial. Un censo de tributarios de Nueva España del año 180 1806 6 indica que en la provinci a de Guanajuato no menos de 164.879 indios estaban clasificados como “laboríos [trabajadores indios migratorios] y vagabundos” mientras que solamente 74.852 vivían todavía en sus propias comunidades. Esta puede haber sido una excepción regional, pero aun así, está bien documentado que una gran cantidad de indios se desplazaban y buscaban trabajo también en otras regio jq£ S.14 Sin duda la mayor parte de estos indios en movimiento eran absorbidos tarde o temprano jaor las haciendas, como gañanes o peones. El método clásico para ligar al trabajador a la propiedad consistía en concederle créditos que no podía pagar, colocándolo en una situación de esclavitud (o más bien servidumbre) por deudas. Ya en 1567 un decreto real prohibió este tipo de abuso. Pero, en general, la Corona y las autoridades hicieron muy poco para impedir que esta artimaña se generalizara e institucionalizara .15 Eí 1 1784 1784,, el virrey d e N ueva España España promulgó algunas disposiciones referentes al peonaje. Según ellas, una hacienda no podía aceptar nuevos trabajadores a menos que pudieran demostrar que estaban libres de deudas en otras haciendas, pero el nuevo empleador podía prometer el pago de las deudas previas .16 De este modo se formó una clase de obreros rurales prácticamente hereditaria, Pero el mecanismo del endeudamiento sólo en parte explica este importante fenómeno. Investigaciones recientes realizadas sobre el Valle de México han puesto en claro que allí el endeudamiento de los peones era poco importante .17 Un erudito familiarizado con la Colombia central 13 Citado por Carmagnani (1963), 24. 14 W ol f (19 57 ), 190191 190191.. Véase también Gibson (.1964), 149150 149150;; Martin (1957); López Sarrelangue (1962), 520. 15 Borah (1951), 3741. 16 Véase Zavala (1944), 729744, sobre los esfuerzos de los virreyes de Nueva España para establecer normas sobre el peonaje entre 1589 y 1786. Un documento revelador de 1702 se encuentra en Zavala y Casteló (1946), 149150. 17 Gibson (1964), 249255.
los feriados—. Una vez deducido un tributo de 8 pesos, al indio no le quedaba dinero suficiente para mantener a su familia y cumplir sus obligaciones con el párroco, por ejemplo. Asi, en general debía pedir al hacendado que le adelantara algún cereal. El hacendado lo hacía, pero a un precio extraordinario .21 En Nueva Granada, donde la mita rural también persistió hasta mediados del siglo xvm, parece haber existido una relación directa entre esta forma de trabajo y la de los peones permanentes en las haciendas .22 En Guatemala, el sistema de repartimiento habría continuado siendo el principal proveedor de mano de obra para los hacendados. Con el nombre de “mandamiento reviv ió durante la última parte del siglo xix .23 En Yucatán, las encomiendas persistieron incluso más que en Chile. Hasta fines del siglo xvm no comenzaron a desaparecer. Las haciendas qbtenían brazos de dos modos principales. Los trabajadores eran peones residentes endeudados ( “peones acasillados’ ), con frecuencia mestizos, y jornaleros proveni entes de las aldeas mayas vecinas —los llamados “luneros” (p alabra deri vada de “lunes”, día usual de tra baj o)—. Las aldeas mayas estaban a veces dentro y a veces fuera de las haciendas, pero por lo general dependían de ellas para su provisión de agua, muy importante en esa región seca .24 / Una vez establecido en una hacienda como peón, el indio tema que mezclarse con personas pertenecientes a otros grupos étnicos. Si no había mestizaje, existía por lo menos aculturación. Necesariamente adoptaba el castellano. Woodrow Borah afirma en consecuencia que “el peonaje por endeudamiento, irónicamente, ayudó a forjar a la Nación mexicana” .25 Esta observación puede generalizarse a otras partes de Hispanoamérica. La penetración mestiza en los pueblos de indios
Pero la transformación y, hasta cierto punto, la mestización del sector rural de Hispanoamérica se produjo no solamente porque los i ndios se establecieron en el medio “español” de la hacienda, sino también porque los mestizos se establecieron en las comunidades indias. Se trataba de un proceso doble. Aunque su magnitud es difícil de probar y de medir a causa de la vaga terminología y de las deficiencias de las fuentes de datos cuantitativos, existió sin duda un rápido aumento de la poblacion racialmente mixta durante el período colonial. Los llamados blancos (eu ropeos inmigrantes, criollos y mestizos) de Nu eva España aumentaron (de acuerdo con las cifras de Borah, que acompañamos con fines de 21 Juan y Ulloa (1 953 ), 209211; Pérez ( 194 7), 120. 2 2 Fals Borda (1957), 7880. 23 Zavala (1945), 8185. 24 Strickom (1965), 4546. 25 Borah (1951), 42. Cf. Carmagnani (1963), 2829.
dor observó en 1695 que la razón primordial de la infiltración mestiza en ío s pueblos de indios era la explotación del trabajo indígena. Allí continúa el sacerdote todos se consideran amos y caballeros, todos, “desde el español al mestizo ruin o indio que se vistió para no tributa r ... Se les arriman [a los indios] e introducen en sus pueblos, para tenerlos a mano a todas horas para todo...” 31 Creo, no obstante, que los mestizos eran atraídos sobre todo por las tierras que los indios, al disminuir su número, no podían cultivar. En la última parte del siglo xvix y en la primera del siglo x v i i i ya no era fác il para un mestizo o 'incluso para un español pobre satisfacer su hambre de tierra para cultivar pues la mayor parte de las áreas susceptibles de ararse habían sido divididas entre las grandes haciendas y las comunidades indias. Probablemente debían de todos modos cultivar la tierra como arrendatarios y no como propietarios. Con frecuencia las comunidades indias estaban
dicejo mismo sobre esa región .18 Por lo menos durante el período colonial, el hecho esencial consistía en que a pesar de los factores adversos, la vida como peón de una hacienda era la mejor alternativa al alcance de los indios de la América española. El proceso que acabo de describir brevemente fue muy distinto en otras partes de Hispanoamérica. En Chile, la encomienda, también con la forma de servicio personal como tributo al encomendero, persistió mucho más que en la mayor parte de las otras regiones. Incluso la esclavitud india (p or ejemplo, la de hostiles hostiles araucanos) araucanos) existió existió en Chile hasta el fin del siglo xvn, cuando los esclavos liberados fueron puestos a cargo de sus ex amos. Esta forma transicional no se abolió hasta 1703. Un estudio cuidadoso sobre un pequeño distrito situado no lejos de Santiago —el valle de Puangue— enumera una sorprendente variedad de categorías en el trabajo agrícola. Los brazos provenientes de las encomiendas y de las aldeas indias proporcionaban por igual trabajo a los encomenderos y beneficiaban a otros propietarios. El indígena era alquilado o simplemente prestado a estos últimos por los encomenderos, o se cerraban contratos (asientos) con los mismos indios de acuerdo con tarifas existentes. Otros grupos pequeños de indios se establecieron en las haciendas —por ejemplo, araucanos cautivos, yanaconas e indios refugi ados—. A veces estos indios se reunían en nuevas encomiendas, y otras se convertían francamente en esclavos o peones .19 El “Arancel de los jornales que se han de pagar a los indios”, promulgado por el virrey en 1687, nos proporciona información interesante sobre las diversas categorías de trabajadores que existían en el Perú. Los “indios agregados a las haciendas” debían recibir el mismo jornal —tres reales por día— que los “indios mitayos”. Aunque los primeros también disponían de parcelas para cultivar, el virrey consideró que los terratenientes obtenían del hecho de que estos indios y sus hijos estuvieran siempre a su disposición un beneficio suficiente como para justificar los jornales comparativamente altos que se les fijaba. En el sudeste del Perú, los indios agregados se llamaban “arrenderos”, mientras que en la costa se utilizaba la antigua palabra “yanacona”. Estas normas prohibían el empleo de indios como siervos siervos doméstico domésticoss ( “indios pongos” ) y la distribución de trabajadores indios entre los hacendados por los corregidores y c aciques ( “indios picotas ”,).20 Desde luego no hay ninguna razón para creer que esta disposición haya entrado en vigencia. En lo que es actualmente Ecuador, la mita rural estaba ampliamente difundida y perduró durante un período prolongado. Muchos mitayos se quedaban en las haciendas de modo permanente. Según un observa flor con sentido crítico, Antonio de Ulloa, joven oficial naval que visitó <1 país en la década de 1730, los mitayos recibían jornales de aproximadamente 14 a 18 pesos por año, además de una pequeña parcela para cultivar. Para recibir esa paga debían trabajar 300 días —exceptuados ,H Ospina Pérez (1955), 18. i» Borde y Góngora (1956), I, 7273. ° El documento constituye el manuscrito 1426, Colección B. Mcndel, Univorslty of Indiana, Bloomington, Ind., U.S.A.
comparación, de sus cifras referentes a los indi os) según se ve en la siguiente tabla: Año
1570 1646 1742 1772 1793
“ Blancos” México central Nueva España
63.000 125.000 565.000 784.000 1.050.000
57.000 114.000 465.000 586.000 780.000
Indios México central
4.409.000 (1565) 1.500.000 (1650) 1.500.000 3.700.00028
Incluso los cálculos extremadamente prudentes de Angel Rosenblat muestran un aumento relativo de las castas (individuos de sangre mezc lada ) desde un pequ eño porc entaje en 1650 hasta el 25 por ciento en 1825, para toda Hispan oamérica. P ero pien so que sus cálculos son demasiado bajos en lo que se refiere a las castas .27 El aumento de la población mestiza es especialmente sorprendente desde mediados del ■.ij’.lo xv ii en ade lan te .28 Probablemente la mayor parte de esos mestizos nucieron y se criaron en las principa les ciudades “españolas” , en los disi ritos mineros y en los centros administrativos, locales y r egionales íi nboceras) que originalmente habían sido pueblos de indios. Por otra Ikii Ie, las fuentes de que disponemos sugieren que con mucha frecuencia los niños engendrados por vagabundos mestizos y españoles se quedaban i im sus madres indias y eran asimilados por el gru po materno. N o '.libemos si estos individuos eran listados como indios en los padrones de Mil >iitarios o si podían evitar el pa go d e tributo en virtud de ser “mestizos”, aunque en otros aspectos estuvieran completamente indianiza ■los Los vagabundos a veces convertidos en jornaleros o buhoneros ..... . los únicos no indios que visitaban las comunidades indígenas .30 Iliibía también capataces y representantes de los encomenderos, arte Ninios mestizos y recolectores de diezmos y otros tributos. Hacia fines riel siglo x v i i y a casi no quedaba lugar para la creciente población mestiza en los pueblos y ciudades “españolas”. Además, después del ilin.imico siglo xvi, y antes del siglo xvm, sólo se establecieron unos locos nuevos centros urbanos. Al mismo tiempo, los pueblos y aldeas mlilis sufrían una despoblación creciente, no solamente por efecto de ns epidemias sino también por la deserción hacia las haciendas, como \ii lo hemos señalado. El vacío resultante era llenado por los mestizos. 1111 indianófilo de la época, párroco del país actualmente llamado Ecua "" Borah (1951), 18. 1 Rosenblat (195 4), I , 36, 59. Cf. Carmagnani (1963), 2829. "" Véanse, por ejemplo, las cifras sobre milicianos, en Góngora (19 60 ), 5966. " I )(• acuerdo con Gibson (1 96 4) , 144, 147. “Po dría sospecharse que los espa i ih Irs solían clasificar a los mestizos e indios para someterlos al pago de tributos i ii otros tipos de obligacio nes . . .” N o obstante, lo que yo h e visto de los registros im Im dejado la impresió n de que incluso los mestizos indianizados se resistían a l ili . pretensiones, probablemente con éxito, en la mayor parte de los casos. 111 ¡'ln Perú, a los vagos se los llamaba “soldados”.
con frecuencia la tercera parte o la mitad de los habitantes eran no indios.35 Independientemente de las diferencias regionales es obvio que las mayores aglomeraciones indias (cabeceras) habían sufrido una infiltración mayor que las menores (sujetos). A pesar de los no indios que ¡ucluían, las comunidades siguieron siendo gobernadas por sus^ propias autoridades, entre las cuales la ley determinaba que no podía haber mestizos .36 No es sorprendente que con frecuencia surgieran tensiones entre los dos grupos. Pero en otros casos la relación parece haber sido relativamente armoniosa. Puesto que a veces los motivos de queja aducidos en la documentación legal por los indios contra algunos mestizos eran de carácter menor, debemos concluir que la situación, despues de todo, no era demasiado mala. Por cierto, el siglo xvin presenció una mestización creciente en los pueblos de indios. Una gira de inspección realizada por un alto administrador en la Nueva Granada central durante
los feriados—. Una vez deducido un tributo de 8 pesos, al indio no le quedaba dinero suficiente para mantener a su familia y cumplir sus obligaciones con el párroco, por ejemplo. Asi, en general debía pedir al hacendado que le adelantara algún cereal. El hacendado lo hacía, pero a un precio extraordinario .21 En Nueva Granada, donde la mita rural también persistió hasta mediados del siglo xvm, parece haber existido una relación directa entre esta forma de trabajo y la de los peones permanentes en las haciendas .22 En Guatemala, el sistema de repartimiento habría continuado siendo el principal proveedor de mano de obra para los hacendados. Con el nombre de “mandamiento reviv ió durante la última parte del siglo xix .23 En Yucatán, las encomiendas persistieron incluso más que en Chile. Hasta fines del siglo xvm no comenzaron a desaparecer. Las haciendas qbtenían brazos de dos modos principales. Los trabajadores eran peones residentes endeudados ( “peones acasillados’ ), con frecuencia mestizos, y jornaleros proveni entes de las aldeas mayas vecinas —los llamados “luneros” (p alabra deri vada de “lunes”, día usual de tra baj o)—. Las aldeas mayas estaban a veces dentro y a veces fuera de las haciendas, pero por lo general dependían de ellas para su provisión de agua, muy importante en esa región seca .24 / Una vez establecido en una hacienda como peón, el indio tema que mezclarse con personas pertenecientes a otros grupos étnicos. Si no había mestizaje, existía por lo menos aculturación. Necesariamente adoptaba el castellano. Woodrow Borah afirma en consecuencia que “el peonaje por endeudamiento, irónicamente, ayudó a forjar a la Nación mexicana” .25 Esta observación puede generalizarse a otras partes de Hispanoamérica. La penetración mestiza en los pueblos de indios
Pero la transformación y, hasta cierto punto, la mestización del sector rural de Hispanoamérica se produjo no solamente porque los i ndios se establecieron en el medio “español” de la hacienda, sino también porque los mestizos se establecieron en las comunidades indias. Se trataba de un proceso doble. Aunque su magnitud es difícil de probar y de medir a causa de la vaga terminología y de las deficiencias de las fuentes de datos cuantitativos, existió sin duda un rápido aumento de la poblacion racialmente mixta durante el período colonial. Los llamados blancos (eu ropeos inmigrantes, criollos y mestizos) de Nu eva España aumentaron (de acuerdo con las cifras de Borah, que acompañamos con fines de 21 Juan y Ulloa (1 953 ), 209211; Pérez ( 194 7), 120. 2 2 Fals Borda (1957), 7880. 23 Zavala (1945), 8185. 24 Strickom (1965), 4546. 25 Borah (1951), 42. Cf. Carmagnani (1963), 2829.
dor observó en 1695 que la razón primordial de la infiltración mestiza en ío s pueblos de indios era la explotación del trabajo indígena. Allí continúa el sacerdote todos se consideran amos y caballeros, todos, “desde el español al mestizo ruin o indio que se vistió para no tributa r ... Se les arriman [a los indios] e introducen en sus pueblos, para tenerlos a mano a todas horas para todo...” 31 Creo, no obstante, que los mestizos eran atraídos sobre todo por las tierras que los indios, al disminuir su número, no podían cultivar. En la última parte del siglo xvix y en la primera del siglo x v i i i ya no era fác il para un mestizo o 'incluso para un español pobre satisfacer su hambre de tierra para cultivar pues la mayor parte de las áreas susceptibles de ararse habían sido divididas entre las grandes haciendas y las comunidades indias. Probablemente debían de todos modos cultivar la tierra como arrendatarios y no como propietarios. Con frecuencia las comunidades indias estaban interesadas en que los mestizos arrendaran por lo menos una parte de sus tierras, porque necesitaba n moneda para tributar. A veces estas comunidades también vendían parte de la tierra a los recien ^gados aunque la legislación lo prohibía estrictamente. Un decreto real de lb4b, que reitera la antigua prohibición para los no indios de establecerse entre los indígenas, añade de modo característico: .. . aunque hayan comprado tierras en sus pueblos ”.32 A pesar de las prohibiciones, un número creciente de mestizos se instalaron en los pueblos de los indios o cerca de ellos, en modestos ranchos. El gobernador de Soconuzco, en el noroeste de América Central, informó en 1673 que la mayor parte de los numerosos españoles, negros, mulatos y mestizos de l distrito ( gente ladina y reputada la más por española” ) vivían entre los indios, en sus pueblos. Una pequeña parte estaba distribuida en torno a ellos ts difícil hacerse una idea clara de la nueva estructura de la poblacion rural en el siglo xvn, puesto que la mayor parte de las fuentes solo proporcionan cifras referentes a los indios que pagaban tributos. Pero hay excepciones. Sabemos que en la década de 1680 no menos de 300 mestizos ( “vecinos ladinos” ) vivían en los 25 pueblos de indios de Zapo titlán, provincia norteña de América Central. Su presencia debe haber sido tácitamente aprobada por las autoridades, pues se suponía que entre ellos se reclutaban cuatro compañías de milicia. Desd e mediados del siglo x v i i i en adelante, las fuentes demuestran que la población mestiza en el campo fue más abundante. Los autores de relaciones geográficas importantes, como José Antonio de Villabenor, de Nueva España, el obispo Pedro Cortés y Larraz, de Guatemala, Y Basilio Vicente de Oviedo, de Nueva Granada, ya no tratan de ocultar el hecho de que los llamados pueblos de indios incluyen con frecuencia una numerosa población no india. L eyen do estas fuentes nos queda la impresión de que hacia mediados del siglo x v i i i había una o dos familias “españolas” en casi todos los pueblos de indios, y que en los mayores 31 Pérez de Tudela Bueso (1960), 331. 32 RJ, VIIII22. 33 Morner (1964b), 145. 34 ibid., 149.
arrendatarios tanto mestizos como españoles, algunos muy pobres, otros relativamente acomodados .39 El único estudio de cierta profundidad referente a esta categoría social parece ser el realizado por Mario Góngora sobre Chile central. De acuerdo con el punto de vista tradicional, é f “inquilinó” , él proletario rural característico de Chile, derivó de una categoría de trabajadores indios del período posterior a la encomienda. Pero Góngora demuestra convincentemente que, en cambio, el inquilino se desarrolló a partir de una forma de arrendamiento no indio. Dentro de la economía pastoral de Chile en el siglo xvn, los terratenientes arrendaban tierras a otros españoles y a mestizos ( “préstamos de tierra” ), a cambio de alguna renta casi simbólica y de algunos servicios fácilmente realizables. Pero, durante el siglo xvm, el numero de inquilinos aumentó, al mismo tiempo que la creciente exportación de trigo a Perú provocó un notable ascenso en el valor de la tierra. Como
comparación, de sus cifras referentes a los indi os) según se ve en la siguiente tabla: Año
1570 1646 1742 1772 1793
“ Blancos” México central Nueva España
63.000 125.000 565.000 784.000 1.050.000
57.000 114.000 465.000 586.000 780.000
Indios México central
4.409.000 (1565) 1.500.000 (1650) 1.500.000 3.700.00028
Incluso los cálculos extremadamente prudentes de Angel Rosenblat muestran un aumento relativo de las castas (individuos de sangre mezc lada ) desde un pequ eño porc entaje en 1650 hasta el 25 por ciento en 1825, para toda Hispan oamérica. P ero pien so que sus cálculos son demasiado bajos en lo que se refiere a las castas .27 El aumento de la población mestiza es especialmente sorprendente desde mediados del ■.ij’.lo xv ii en ade lan te .28 Probablemente la mayor parte de esos mestizos nucieron y se criaron en las principa les ciudades “españolas” , en los disi ritos mineros y en los centros administrativos, locales y r egionales íi nboceras) que originalmente habían sido pueblos de indios. Por otra Ikii Ie, las fuentes de que disponemos sugieren que con mucha frecuencia los niños engendrados por vagabundos mestizos y españoles se quedaban i im sus madres indias y eran asimilados por el gru po materno. N o '.libemos si estos individuos eran listados como indios en los padrones de Mil >iitarios o si podían evitar el pa go d e tributo en virtud de ser “mestizos”, aunque en otros aspectos estuvieran completamente indianiza ■los Los vagabundos a veces convertidos en jornaleros o buhoneros ..... . los únicos no indios que visitaban las comunidades indígenas .30 Iliibía también capataces y representantes de los encomenderos, arte Ninios mestizos y recolectores de diezmos y otros tributos. Hacia fines riel siglo x v i i y a casi no quedaba lugar para la creciente población mestiza en los pueblos y ciudades “españolas”. Además, después del ilin.imico siglo xvi, y antes del siglo xvm, sólo se establecieron unos locos nuevos centros urbanos. Al mismo tiempo, los pueblos y aldeas mlilis sufrían una despoblación creciente, no solamente por efecto de ns epidemias sino también por la deserción hacia las haciendas, como \ii lo hemos señalado. El vacío resultante era llenado por los mestizos. 1111 indianófilo de la época, párroco del país actualmente llamado Ecua "" Borah (1951), 18. 1 Rosenblat (195 4), I , 36, 59. Cf. Carmagnani (1963), 2829. "" Véanse, por ejemplo, las cifras sobre milicianos, en Góngora (19 60 ), 5966. " I )(• acuerdo con Gibson (1 96 4) , 144, 147. “Po dría sospecharse que los espa i ih Irs solían clasificar a los mestizos e indios para someterlos al pago de tributos i ii otros tipos de obligacio nes . . .” N o obstante, lo que yo h e visto de los registros im Im dejado la impresió n de que incluso los mestizos indianizados se resistían a l ili . pretensiones, probablemente con éxito, en la mayor parte de los casos. 111 ¡'ln Perú, a los vagos se los llamaba “soldados”.
con frecuencia la tercera parte o la mitad de los habitantes eran no indios.35 Independientemente de las diferencias regionales es obvio que las mayores aglomeraciones indias (cabeceras) habían sufrido una infiltración mayor que las menores (sujetos). A pesar de los no indios que ¡ucluían, las comunidades siguieron siendo gobernadas por sus^ propias autoridades, entre las cuales la ley determinaba que no podía haber mestizos .36 No es sorprendente que con frecuencia surgieran tensiones entre los dos grupos. Pero en otros casos la relación parece haber sido relativamente armoniosa. Puesto que a veces los motivos de queja aducidos en la documentación legal por los indios contra algunos mestizos eran de carácter menor, debemos concluir que la situación, despues de todo, no era demasiado mala. Por cierto, el siglo xvin presenció una mestización creciente en los pueblos de indios. Una gira de inspección realizada por un alto administrador en la Nueva Granada central durante los años 17551756 reveló que los llamados pueblos de indios del dis I rito tenían una pobla ción de no más de 28.000 indios, mientras que los no indios llegaban a 59.000 e n su mayor parte eran mestizos (v e ri ,,os )— .37 Cuando de los indígenas de un pueblo de indios no quedaba más que una pequeña minoría, la transformación del lugar en una villa de españoles” era relativamente fácil. También ocurría a veces que las autoridades transferían la minoría india a otro pueblo de indios, donde se convertía n en un grupo adici onal indeseado (¡agregados)». Al mismo tiempo, sus antiguas tierras se dividían entre los españoles y mestizos que quedaban en la aldea de la cual habían sido desalojados. |Kslo equivalía a la aplicación en sentido inverso de las leyes obsoletas que imponían la separación residencial entre indios y no indios, promulgadas en su momento para proteger a los nativos contra los intrusos! Pero muchos agricultores mestizos (propietarios o arrendatarios) continuaron cultivando la tierra de los pueblos de indios llevando una existencia extralegal hasta la emancipación. Sólo entonces se confirmaron k u s derechos a la propiedad y su presencia entre los indios recibió •mución legal. Mostizo" e "indio" se convierten en conceptos sociales
Kl excedente demográfico de mestizos no se canalizó solamente hacia lus pueblos de indios. Hubo también un flujo hacia las haciendas. Siem |in hubo mestizps» sirvien do como capataces y en otras posiciones de .....l ianza. Pero es interes ante obser var el con tinuo aumento en el nuttirro de mestizos arrendatarios. En Nueva España encontramos los " i i n i heros”, que ocupaban parcelas alejadas de las haciendas a cambio ile servicios prestados a los hacendados.38 En Nueva Granada había nn Villa-Señor y Sánchez (17 48); Cortés y Larraz (19 58); Oviedo ( 1930 ). 1111 Góngora (1 96 0) , 80-81, se refiere a una sorprendente decisión tomad a por In Audiencia de Chile en 1748, de acuerdo con la cual los vagabundos casados ■ i . Indias (p ero no los vagabundos solteros) podían residir en los pueblos de I i h I I o n s i contribuían al pago del tributo indígena. Mlirner (1963), 74-76. "N Chcvalier (1956 ), 226. ii
españoles o mestizos, que vivían entre los indios pero no compartían su status legal. Si abandonaba su comunidad y su distrito nativo de modo permanente, el indio emprendedor podía cambiar de status. En las partes centrales de los Andes sudamericanos, el nombre vago y transitorio de “cholo” ayudaba a cerrar la brecha entre “indio” y “mestizo” —esto es, entre el campesino de comunidad y el agricultor o artesano mestizo —.42 Cuando los legisladores y administradores del período de la emancipación introdujeron la palabra “indígena”, este paso reflejó que sabían ya que la divisi ón dentro del grupo rural había adq uiri do un carácter más social que racial. Constituía también un intento de suprimir el carácter despreciativo ligado a la designación “indio”. Cerca del fin del siglo xix se realizaron esfuerzos similares, con la misma motivación i imdamental, para reempla zar la palabra “indígena ” por “labrador po-
dor observó en 1695 que la razón primordial de la infiltración mestiza en ío s pueblos de indios era la explotación del trabajo indígena. Allí continúa el sacerdote todos se consideran amos y caballeros, todos, “desde el español al mestizo ruin o indio que se vistió para no tributa r ... Se les arriman [a los indios] e introducen en sus pueblos, para tenerlos a mano a todas horas para todo...” 31 Creo, no obstante, que los mestizos eran atraídos sobre todo por las tierras que los indios, al disminuir su número, no podían cultivar. En la última parte del siglo xvix y en la primera del siglo x v i i i ya no era fác il para un mestizo o 'incluso para un español pobre satisfacer su hambre de tierra para cultivar pues la mayor parte de las áreas susceptibles de ararse habían sido divididas entre las grandes haciendas y las comunidades indias. Probablemente debían de todos modos cultivar la tierra como arrendatarios y no como propietarios. Con frecuencia las comunidades indias estaban interesadas en que los mestizos arrendaran por lo menos una parte de sus tierras, porque necesitaba n moneda para tributar. A veces estas comunidades también vendían parte de la tierra a los recien ^gados aunque la legislación lo prohibía estrictamente. Un decreto real de lb4b, que reitera la antigua prohibición para los no indios de establecerse entre los indígenas, añade de modo característico: .. . aunque hayan comprado tierras en sus pueblos ”.32 A pesar de las prohibiciones, un número creciente de mestizos se instalaron en los pueblos de los indios o cerca de ellos, en modestos ranchos. El gobernador de Soconuzco, en el noroeste de América Central, informó en 1673 que la mayor parte de los numerosos españoles, negros, mulatos y mestizos de l distrito ( gente ladina y reputada la más por española” ) vivían entre los indios, en sus pueblos. Una pequeña parte estaba distribuida en torno a ellos ts difícil hacerse una idea clara de la nueva estructura de la poblacion rural en el siglo xvn, puesto que la mayor parte de las fuentes solo proporcionan cifras referentes a los indios que pagaban tributos. Pero hay excepciones. Sabemos que en la década de 1680 no menos de 300 mestizos ( “vecinos ladinos” ) vivían en los 25 pueblos de indios de Zapo titlán, provincia norteña de América Central. Su presencia debe haber sido tácitamente aprobada por las autoridades, pues se suponía que entre ellos se reclutaban cuatro compañías de milicia. Desd e mediados del siglo x v i i i en adelante, las fuentes demuestran que la población mestiza en el campo fue más abundante. Los autores de relaciones geográficas importantes, como José Antonio de Villabenor, de Nueva España, el obispo Pedro Cortés y Larraz, de Guatemala, Y Basilio Vicente de Oviedo, de Nueva Granada, ya no tratan de ocultar el hecho de que los llamados pueblos de indios incluyen con frecuencia una numerosa población no india. L eyen do estas fuentes nos queda la impresión de que hacia mediados del siglo x v i i i había una o dos familias “españolas” en casi todos los pueblos de indios, y que en los mayores 31 Pérez de Tudela Bueso (1960), 331. 32 RJ, VIIII22. 33 Morner (1964b), 145. 34 ibid., 149.
arrendatarios tanto mestizos como españoles, algunos muy pobres, otros relativamente acomodados .39 El único estudio de cierta profundidad referente a esta categoría social parece ser el realizado por Mario Góngora sobre Chile central. De acuerdo con el punto de vista tradicional, é f “inquilinó” , él proletario rural característico de Chile, derivó de una categoría de trabajadores indios del período posterior a la encomienda. Pero Góngora demuestra convincentemente que, en cambio, el inquilino se desarrolló a partir de una forma de arrendamiento no indio. Dentro de la economía pastoral de Chile en el siglo xvn, los terratenientes arrendaban tierras a otros españoles y a mestizos ( “préstamos de tierra” ), a cambio de alguna renta casi simbólica y de algunos servicios fácilmente realizables. Pero, durante el siglo xvm, el numero de inquilinos aumentó, al mismo tiempo que la creciente exportación de trigo a Perú provocó un notable ascenso en el valor de la tierra. Como podía preverse, las rentas aumentaron también considerablemente. Hacia fines del siglo, muchos inquilinos se vieron obligados a pagar su renta mediante servicios laborales, con lo cual declino su status social. Se los llamó entonces inquilinos y sus parcelas se redujeron, pero, según lo ve Góngora, su transformación real en un proletariado miserable no tuvo lugar sino durante el siglo xix y este proceso se explica principalmente por su número creciente .40 Este fenómeno agrario puede compararse con un interesante fenomeno paralelo que ha sido estudiado en el distrito minero de Norte Chico, en la parte norte de Chile central. Los empleadores podían atraer al trabajador ofreciéndole “préstamos de vetas” para explotar por su propia cuenta. Posteriormente, gracias al método de endeudamiento, adquirían el derecho de restringir los movimientos de esos trabajadores. Este método que, como hemos visto, fue utiliza do con frecuencia con los indios de las haciendas, en las minas y en los talleres, resultaba igualmente conveniente para individuos de origen español o de sangre mixta. El estudio del trabajo en el Norte Chico indica que el 49 por ciento de los mineros entre los años 1720 y 1750 eran blancos , el 21 por ciento “mestizos” y el 30 por ciento “ indios” . Para l os años 17501800, el autor afirma que no menos del 79 por ciento de los obreros estaban clasificados como “blancos”, el 14 por ciento como mestizos y solamente el 7 por ciento como “indios ”.41 El análisis similar del trabajo en las haciendas probablemen te habría mostrado una tendencia analoga. Es relativamente obvio que el criterio de la clasificación étnica se había hecho más generoso para los mestizos que querían pasar por “blancos” y para los indios que deseaban pasar por “mestizos”. En vísperas de la emancipación, el término indi o ya tenia,^ en el sector rural, un significado principalmente social, y no racial. El indio por lo general era el miembro de una comunidad india que funcionaba de acuerdo con las normas hispanoindias establecidas en las Leyes de Indias. Era un miembro plen o de esa comunidad, distinto de los vecinos 39 Fals Borda (1957), 84. 40 Góngora (1960), passim. 41 Carmagnani (1963), 5264.
Gran Colombia, una ley dictada en 1821 determinó que las tierras de lascomunidades indias, los “resguardos de indígenas”, debían dividirse entre los indios como propiedades privadas en el término de cinco años. La legislación ,se aplicó durante la déca da d e 1830, aunque con la condición de que las nuevas propiedades serían inalienables por otros diez años. De este modo desaparecieron la mayor parte de los resguardos de la Colombia central, aunque algunos han maniobrado para supervivir.46 En 1958 visité un pequeño pueblo no muy lejano de Bogotá que, desde el punto de vista administrativo, seguía dividido entre una municipalidad ordinaria y un resguardo de indígenas. Los miembros de los dos grupos poseían el mismo tipo mestizo físico y cultural; la tradición familiar determinaba a cuál de los grupos se pertenecía. En Perú, Bolívar decretó en el año 1824 la división de las tierras de las comunidades. Primeramente se prohibió a los nuevos propietarios indios que vendieran
con frecuencia la tercera parte o la mitad de los habitantes eran no indios.35 Independientemente de las diferencias regionales es obvio que las mayores aglomeraciones indias (cabeceras) habían sufrido una infiltración mayor que las menores (sujetos). A pesar de los no indios que ¡ucluían, las comunidades siguieron siendo gobernadas por sus^ propias autoridades, entre las cuales la ley determinaba que no podía haber mestizos .36 No es sorprendente que con frecuencia surgieran tensiones entre los dos grupos. Pero en otros casos la relación parece haber sido relativamente armoniosa. Puesto que a veces los motivos de queja aducidos en la documentación legal por los indios contra algunos mestizos eran de carácter menor, debemos concluir que la situación, despues de todo, no era demasiado mala. Por cierto, el siglo xvin presenció una mestización creciente en los pueblos de indios. Una gira de inspección realizada por un alto administrador en la Nueva Granada central durante los años 17551756 reveló que los llamados pueblos de indios del dis I rito tenían una pobla ción de no más de 28.000 indios, mientras que los no indios llegaban a 59.000 e n su mayor parte eran mestizos (v e ri ,,os )— .37 Cuando de los indígenas de un pueblo de indios no quedaba más que una pequeña minoría, la transformación del lugar en una villa de españoles” era relativamente fácil. También ocurría a veces que las autoridades transferían la minoría india a otro pueblo de indios, donde se convertía n en un grupo adici onal indeseado (¡agregados)». Al mismo tiempo, sus antiguas tierras se dividían entre los españoles y mestizos que quedaban en la aldea de la cual habían sido desalojados. |Kslo equivalía a la aplicación en sentido inverso de las leyes obsoletas que imponían la separación residencial entre indios y no indios, promulgadas en su momento para proteger a los nativos contra los intrusos! Pero muchos agricultores mestizos (propietarios o arrendatarios) continuaron cultivando la tierra de los pueblos de indios llevando una existencia extralegal hasta la emancipación. Sólo entonces se confirmaron k u s derechos a la propiedad y su presencia entre los indios recibió •mución legal. Mostizo" e "indio" se convierten en conceptos sociales
Kl excedente demográfico de mestizos no se canalizó solamente hacia lus pueblos de indios. Hubo también un flujo hacia las haciendas. Siem |in hubo mestizps» sirvien do como capataces y en otras posiciones de .....l ianza. Pero es interes ante obser var el con tinuo aumento en el nuttirro de mestizos arrendatarios. En Nueva España encontramos los " i i n i heros”, que ocupaban parcelas alejadas de las haciendas a cambio ile servicios prestados a los hacendados.38 En Nueva Granada había nn Villa-Señor y Sánchez (17 48); Cortés y Larraz (19 58); Oviedo ( 1930 ). 1111 Góngora (1 96 0) , 80-81, se refiere a una sorprendente decisión tomad a por In Audiencia de Chile en 1748, de acuerdo con la cual los vagabundos casados ■ i . Indias (p ero no los vagabundos solteros) podían residir en los pueblos de I i h I I o n s i contribuían al pago del tributo indígena. Mlirner (1963), 74-76. "N Chcvalier (1956 ), 226. ii
españoles o mestizos, que vivían entre los indios pero no compartían su status legal. Si abandonaba su comunidad y su distrito nativo de modo permanente, el indio emprendedor podía cambiar de status. En las partes centrales de los Andes sudamericanos, el nombre vago y transitorio de “cholo” ayudaba a cerrar la brecha entre “indio” y “mestizo” —esto es, entre el campesino de comunidad y el agricultor o artesano mestizo —.42 Cuando los legisladores y administradores del período de la emancipación introdujeron la palabra “indígena”, este paso reflejó que sabían ya que la divisi ón dentro del grupo rural había adq uiri do un carácter más social que racial. Constituía también un intento de suprimir el carácter despreciativo ligado a la designación “indio”. Cerca del fin del siglo xix se realizaron esfuerzos similares, con la misma motivación i imdamental, para reempla zar la palabra “indígena ” por “labrador polín” o “campesino ”.43 La política "india" de los gobiernos nacionales
I .
El conservadorismo, la otra tendencia principábale la política latinoamericana; durante el siglo xix, no logró mejore/resultados en lo que respecta a los indios. La indiférencia de los conservadores con respecto al destino del indio parece haber sido completa. Del destacado líder conservador mexicano Lucas Alamán se dice que afirmo en una oportunidad que “sería peligroso poner a los indios en estado de entender los diarios” .49 Efectos sociales del cambio económico de mediados de siglo
Pero las ideologías políticas constituían un solo lado de la disyuntiva india. Hacia mediados del siglo xix la revolución económica y tecnológica que irradiaba desde Europa occidental llegó a América latina. Por primera vez en su historia,"la creciente demanda en los países mas
arrendatarios tanto mestizos como españoles, algunos muy pobres, otros relativamente acomodados .39 El único estudio de cierta profundidad referente a esta categoría social parece ser el realizado por Mario Góngora sobre Chile central. De acuerdo con el punto de vista tradicional, é f “inquilinó” , él proletario rural característico de Chile, derivó de una categoría de trabajadores indios del período posterior a la encomienda. Pero Góngora demuestra convincentemente que, en cambio, el inquilino se desarrolló a partir de una forma de arrendamiento no indio. Dentro de la economía pastoral de Chile en el siglo xvn, los terratenientes arrendaban tierras a otros españoles y a mestizos ( “préstamos de tierra” ), a cambio de alguna renta casi simbólica y de algunos servicios fácilmente realizables. Pero, durante el siglo xvm, el numero de inquilinos aumentó, al mismo tiempo que la creciente exportación de trigo a Perú provocó un notable ascenso en el valor de la tierra. Como podía preverse, las rentas aumentaron también considerablemente. Hacia fines del siglo, muchos inquilinos se vieron obligados a pagar su renta mediante servicios laborales, con lo cual declino su status social. Se los llamó entonces inquilinos y sus parcelas se redujeron, pero, según lo ve Góngora, su transformación real en un proletariado miserable no tuvo lugar sino durante el siglo xix y este proceso se explica principalmente por su número creciente .40 Este fenómeno agrario puede compararse con un interesante fenomeno paralelo que ha sido estudiado en el distrito minero de Norte Chico, en la parte norte de Chile central. Los empleadores podían atraer al trabajador ofreciéndole “préstamos de vetas” para explotar por su propia cuenta. Posteriormente, gracias al método de endeudamiento, adquirían el derecho de restringir los movimientos de esos trabajadores. Este método que, como hemos visto, fue utiliza do con frecuencia con los indios de las haciendas, en las minas y en los talleres, resultaba igualmente conveniente para individuos de origen español o de sangre mixta. El estudio del trabajo en el Norte Chico indica que el 49 por ciento de los mineros entre los años 1720 y 1750 eran blancos , el 21 por ciento “mestizos” y el 30 por ciento “ indios” . Para l os años 17501800, el autor afirma que no menos del 79 por ciento de los obreros estaban clasificados como “blancos”, el 14 por ciento como mestizos y solamente el 7 por ciento como “indios ”.41 El análisis similar del trabajo en las haciendas probablemen te habría mostrado una tendencia analoga. Es relativamente obvio que el criterio de la clasificación étnica se había hecho más generoso para los mestizos que querían pasar por “blancos” y para los indios que deseaban pasar por “mestizos”. En vísperas de la emancipación, el término indi o ya tenia,^ en el sector rural, un significado principalmente social, y no racial. El indio por lo general era el miembro de una comunidad india que funcionaba de acuerdo con las normas hispanoindias establecidas en las Leyes de Indias. Era un miembro plen o de esa comunidad, distinto de los vecinos 39 Fals Borda (1957), 84. 40 Góngora (1960), passim. 41 Carmagnani (1963), 5264.
Gran Colombia, una ley dictada en 1821 determinó que las tierras de lascomunidades indias, los “resguardos de indígenas”, debían dividirse entre los indios como propiedades privadas en el término de cinco años. La legislación ,se aplicó durante la déca da d e 1830, aunque con la condición de que las nuevas propiedades serían inalienables por otros diez años. De este modo desaparecieron la mayor parte de los resguardos de la Colombia central, aunque algunos han maniobrado para supervivir.46 En 1958 visité un pequeño pueblo no muy lejano de Bogotá que, desde el punto de vista administrativo, seguía dividido entre una municipalidad ordinaria y un resguardo de indígenas. Los miembros de los dos grupos poseían el mismo tipo mestizo físico y cultural; la tradición familiar determinaba a cuál de los grupos se pertenecía. En Perú, Bolívar decretó en el año 1824 la división de las tierras de las comunidades. Primeramente se prohibió a los nuevos propietarios indios que vendieran sus tierras antes del año 1850, pero esta medida precautoria fue derogada muy pronto. Se abrieron así las puertas para que blancos y mestizos despiadados arrebataran sus propiedades a los indios inexpertos. No obstante, bastantes comunidades pudieron supervivir sin la protección de la legisl ación y de las autoridades. Lo mismo ocurrió en Bol ivi a .47 En México, la política agraria seguida por las diversas autoridades locales y estaduales varió considerablemente durante la primera década del período nacional. Un paso decisivo fue el de la Ley Lerdo de 1856, por la cual se decretó que toda la tierra poseída en común, tanto la de las comunidades indias como la de la Iglesia, debía dividirse. Aunque lo que interesaba principalmente a los liberales de la Beforma era la tierra de la Iglesia, también aspiraban a que los indios se convirtieran en propietarios con conciencia del dinero. En muchas comunidades mexicanas la aplicación gradual de la Ley Lerdo provocó el desastre. Aproximadamente el 40 por ciento de las comunidades lograron de alguna manera sobrevivir, empero, basta la revolución de 1910. Como los del resto de América latina, los liberales mexicanos, al perseguir el noble ideal de la igualdad legal de todos los ciudadanos, revelaron que no comprendían los problemas del campo. Carlos María Bustamante fue uno de los primeros que cuestionó la prudencia de la política agraria. En un debate de 1824 exclamó: “Paréceme que oigo el retintín de que ya no hay indios; de que todos somos me xic an os.. . Va lien te ilusión a fe mía, para remediar males efectivos y graves... Ya no hay indios, pero sí hay las mismas necesidades que aquejaron a los indios.” A pesar de sus buenas intenciones, el liberalismo en el poder empeoró la situación de los indios, incluso aunque esta política se modificó algo en favor de los indígenas hacia fines del largo período dictatorial de Porfirio Día z (1876 1911).48 46 Fals Borda (1957), 98100. Véase también Friede (1944), 47 Sáenz (1933), 203206. Cf. Romero (19 49) , 446._ Un decreto d e J 828 reconoció sin distinción a “los llamados indios y mestizos por dueños de sus tierras. L IP (1948), 22. 48 Métodos (1954), 122130; González del Cossío (1958), 3955. Bustamante, citado por Chávez Q rozco (19 43 ), 369. Refiriéndose a las comunidades indias, un
bananas en el país, aumentó la necesidad de mano de obra indígena. A diferencia de las plantaciones de café, el cultivo de bananas se realizaba sobre la costa del Caribe, lejos de los lugares donde vivía la mayor parte de los indios. En consecuencia, muchos indios que fueron a la costa perdieron sus lazos con las comunidades nativas y se convirtieron en mestizos (o “ladinos”, según la expresión centroamericana). Por otra parte los trabajadores indios migratorios de las tierras altas por lo general conservaban esos lazos y su status indio .52 El mismo período que presenció el ascenso y prosperidad de la alta burguesía latinoamericana fue también testigo del deterioro de las condiciones de vida de las masas trabajadoras, constituidas en su mayor parte por personas de piel oscura. La agricultura y la minería comerciales dejan la misma impresión general. Las masas rurales fueron inca-
españoles o mestizos, que vivían entre los indios pero no compartían su status legal. Si abandonaba su comunidad y su distrito nativo de modo permanente, el indio emprendedor podía cambiar de status. En las partes centrales de los Andes sudamericanos, el nombre vago y transitorio de “cholo” ayudaba a cerrar la brecha entre “indio” y “mestizo” —esto es, entre el campesino de comunidad y el agricultor o artesano mestizo —.42 Cuando los legisladores y administradores del período de la emancipación introdujeron la palabra “indígena”, este paso reflejó que sabían ya que la divisi ón dentro del grupo rural había adq uiri do un carácter más social que racial. Constituía también un intento de suprimir el carácter despreciativo ligado a la designación “indio”. Cerca del fin del siglo xix se realizaron esfuerzos similares, con la misma motivación i imdamental, para reempla zar la palabra “indígena ” por “labrador polín” o “campesino ”.43 La política "india" de los gobiernos nacionales
I .
El conservadorismo, la otra tendencia principábale la política latinoamericana; durante el siglo xix, no logró mejore/resultados en lo que respecta a los indios. La indiférencia de los conservadores con respecto al destino del indio parece haber sido completa. Del destacado líder conservador mexicano Lucas Alamán se dice que afirmo en una oportunidad que “sería peligroso poner a los indios en estado de entender los diarios” .49 Efectos sociales del cambio económico de mediados de siglo
Pero las ideologías políticas constituían un solo lado de la disyuntiva india. Hacia mediados del siglo xix la revolución económica y tecnológica que irradiaba desde Europa occidental llegó a América latina. Por primera vez en su historia,"la creciente demanda en los países mas desarrollados de Europa y Estados Unidos de las materias primas y los comestibles de América latina procuraron beneficios a algunas haciendas. Consecuentemente, aumentó la demanda de mano de obra, y también la tentación de, explorarla con más intensidad. Los crecientes beneficios permitieron a muchos hacendados retirarse de sus__ propiedades para residir en la capital de la nación o, realizando sus sueños más optimistas, en París. En ausencia del propietario, las relaciones laborales en la hacienda se hicieron menos paternalistas y mas crudas .'’0 En Yucatán, en las plantaciones de azúcar en expansión aumentó la necesidad de mano de obra maya. En este tipo de trabajo, que les exigía más tiempo y energía, continuar con el cultivo de las propias parcelas les resultaba a los indios más difícil de lo que había sido en las estancias ganaderas tradicionales. La presión de los hacendados contribuyó a provocar el terrib le alzamient o de 1847, la “guerra de castas que costó 100.000 vidas. Una vez pacificado el Yucatán occidental, en las plantaciones de henequén que reemplazaron a las de azúcar devastadas, los mayas sobrevivientes fueron sometidos a condiciones incluso peores, que, los transformaron en un proletariado rural miserable .51 Kn Guatemala, la necesidad que existía en las plantaciones de cale del trabajo indio constituyó el telón de fondo de la política liberal de |uslo Rufino Barrios, que abolió las comunidades indias en 1877. Las autoridades locales distribuyeron a los indios de Guatemala entre los productores de café, a quienes servían rotativamente, de una a cuatro semanas por año. Este “mandamiento" significaba la resurrección absoluta del sistema laboral colonial. En 1934, Guatemala introdujo leyes pitm impedir la ‘Vagancia”, cuyo contenido real estipulaba que los indios debían servir entre 100 y 150 días por año fuera del pueblo donde residían. Esta forma de explotación discriminatoria no fue abolida hasta IIIIS. Cuando en 1906 la United Fruit Company comenzó a cultivar uní bulista liberal comentó en 1856: “ . . . e l comunismo es opuesto a la libertad y In civilización”. ( !) Reyes Héroles (19 61), III , 611. A1Modos (1954), 116. no Hcsumen realizad o por Mosk (1 94 8) . 1,1 Strlokom (196 5); Reed (19 64).
humillantes. A los indio s en particular se les impusieron distintas formas de trabajo gratuito para las autoridades públicas y eclesiásticas .54 El característico sistem a de “fiesta^ que encontramos en las comunidades indias, por el cual “cargueros” elegidos anualmente debían financiar las celebraciones religiosas costosas, parece haber beneficiado sobre todo a intereses exteriores, como los de los proveedores. Estaría por lo tanto justifica do que clasificáramos la fi esta como otra form a simple de explo tación de los indios —cosa que hac e^Marv in H arris—.5B En los primeros años del siglo xix había poblaciones indias más o menos numerosas en casi todas partes de la América hispana .56 Hacia fin de siglo solamente México, Guatemala, Ecuador, Perú y Bolivia albergaban poblaciones indias de magnitud ponderable. Evidentemen te, estos países eran también los que tenían mayor cantidad de indios a comien-
Gran Colombia, una ley dictada en 1821 determinó que las tierras de lascomunidades indias, los “resguardos de indígenas”, debían dividirse entre los indios como propiedades privadas en el término de cinco años. La legislación ,se aplicó durante la déca da d e 1830, aunque con la condición de que las nuevas propiedades serían inalienables por otros diez años. De este modo desaparecieron la mayor parte de los resguardos de la Colombia central, aunque algunos han maniobrado para supervivir.46 En 1958 visité un pequeño pueblo no muy lejano de Bogotá que, desde el punto de vista administrativo, seguía dividido entre una municipalidad ordinaria y un resguardo de indígenas. Los miembros de los dos grupos poseían el mismo tipo mestizo físico y cultural; la tradición familiar determinaba a cuál de los grupos se pertenecía. En Perú, Bolívar decretó en el año 1824 la división de las tierras de las comunidades. Primeramente se prohibió a los nuevos propietarios indios que vendieran sus tierras antes del año 1850, pero esta medida precautoria fue derogada muy pronto. Se abrieron así las puertas para que blancos y mestizos despiadados arrebataran sus propiedades a los indios inexpertos. No obstante, bastantes comunidades pudieron supervivir sin la protección de la legisl ación y de las autoridades. Lo mismo ocurrió en Bol ivi a .47 En México, la política agraria seguida por las diversas autoridades locales y estaduales varió considerablemente durante la primera década del período nacional. Un paso decisivo fue el de la Ley Lerdo de 1856, por la cual se decretó que toda la tierra poseída en común, tanto la de las comunidades indias como la de la Iglesia, debía dividirse. Aunque lo que interesaba principalmente a los liberales de la Beforma era la tierra de la Iglesia, también aspiraban a que los indios se convirtieran en propietarios con conciencia del dinero. En muchas comunidades mexicanas la aplicación gradual de la Ley Lerdo provocó el desastre. Aproximadamente el 40 por ciento de las comunidades lograron de alguna manera sobrevivir, empero, basta la revolución de 1910. Como los del resto de América latina, los liberales mexicanos, al perseguir el noble ideal de la igualdad legal de todos los ciudadanos, revelaron que no comprendían los problemas del campo. Carlos María Bustamante fue uno de los primeros que cuestionó la prudencia de la política agraria. En un debate de 1824 exclamó: “Paréceme que oigo el retintín de que ya no hay indios; de que todos somos me xic an os.. . Va lien te ilusión a fe mía, para remediar males efectivos y graves... Ya no hay indios, pero sí hay las mismas necesidades que aquejaron a los indios.” A pesar de sus buenas intenciones, el liberalismo en el poder empeoró la situación de los indios, incluso aunque esta política se modificó algo en favor de los indígenas hacia fines del largo período dictatorial de Porfirio Día z (1876 1911).48 46 Fals Borda (1957), 98100. Véase también Friede (1944), 47 Sáenz (1933), 203206. Cf. Romero (19 49) , 446._ Un decreto d e J 828 reconoció sin distinción a “los llamados indios y mestizos por dueños de sus tierras. L IP (1948), 22. 48 Métodos (1954), 122130; González del Cossío (1958), 3955. Bustamante, citado por Chávez Q rozco (19 43 ), 369. Refiriéndose a las comunidades indias, un
bananas en el país, aumentó la necesidad de mano de obra indígena. A diferencia de las plantaciones de café, el cultivo de bananas se realizaba sobre la costa del Caribe, lejos de los lugares donde vivía la mayor parte de los indios. En consecuencia, muchos indios que fueron a la costa perdieron sus lazos con las comunidades nativas y se convirtieron en mestizos (o “ladinos”, según la expresión centroamericana). Por otra parte los trabajadores indios migratorios de las tierras altas por lo general conservaban esos lazos y su status indio .52 El mismo período que presenció el ascenso y prosperidad de la alta burguesía latinoamericana fue también testigo del deterioro de las condiciones de vida de las masas trabajadoras, constituidas en su mayor parte por personas de piel oscura. La agricultura y la minería comerciales dejan la misma impresión general. Las masas rurales fueron incapaces de presentar ninguna resistencia organizada contra la explotación despiadada. Las rebeliones ocasionales eran cruel y eficientemente aplastadas —como, por ejemplo, en el México de Porfirio Díaz—. La legislación ambigua y vagamente redactada y también las prácticas administrativas sancionaron diversos sistemas de trabajo y arriendo en América latina, todos los cuales favorecían a los grandes terratenientes a expensas de la mano de obra. A cambio del permiso para cultivar pequeñas parcelas, los hacendados obtenían trabajo muy barato. El natural aumento del proletariado rural ayudó a mantener esta situación, e incluso a extremarla. En la actualidad, el aumento relativo de la población rural marginal es con frecuencia mayor que el de los estratos mejor situados. Probablemente la misma falta de equilibrio existió también durante un período más temprano, aunque carecemos de estadísticas o las que existen no son confiables .53 Lo que acabamos de decir se apMca, por supuesto, tanto a los proletarios “indios” como a los “mestizos”. Consideremos el caso de los primeros. Como ya lo he señalado, el proceso que.dividió a la población india en dos partes —peones permanentes y campesinos de comunidad, a veces también jornaleros de empleo parcial—, resultó principalmente de condiciones que prevalecieron durante el siglo x v i i i . Como consecuencia de la emancipación, los fundamentos legales de las comunidades quedaban socavadas o desaparecían por completo. Por otra parte, las formas existentes de trabajo y arriendo recibían sanción legal. Cuando, durante el siglo xix, las masas rurales comenzaron a ser más severamente explotadas, la explotación de los indios tomó otras formas peculiares —el mandamient o en Guatemala, por ejem plo—. En los Ande s sudamericanos, el “pongueaje”, o ciertos servicios domésticos que debían prestarse al hacendado además del trabajo, fueron por igual pesados y 52 Dessaint (19 62 ), 323354, cita a un viajero francés de la década de 1860: “ Tous les travaux des haciendas sont généralement faits par des Indiens nóm ades .. .” Véase también Stavenhagen (1963), 70 y passim. 03 1LO (1957), passim. Costales (1962), 1536, afirma que el huasipungo de Ecuador (descripto en la famosa novela de Jorge Icaza), derivó de la mita rural, pero su exposición histórica es muy esquemática. Hasta en 1954, los huasipungueros constituían el 7,5 por ciento de la población rural de la sierra ecuatoriana.
nal y a las guerras civiles probablemente las hicieron más aislacionistas mas cerradas contra el mundo exterior, y más marginales.58 Al cambiar la situación economica en la última mitad del siglo xix, la vitalidad y dinámica capitalista de la sociedad nacional hizo aun más chocante la regresión de las comunidades indias que sobrevivían. Dentro de su estructura economica de clase, el lugar que la nueva sociedad asignaba a los indios era el mas bajo de todos. Desde entonces, los indios que perdieron sus tierras las cuales inicialmente constituían la clave de su identidad so cia l tendieron a seguir siendo indios. En el municipio guatemalteco de Ji otepeque, alrededor del 95 por ciento de los indios de la actualidad deben arrendar la tierra a los mestizos .59 En tales casos las condiciones que prevalecieron durante el período colonial han sido revertidas completamente. El racismo que invadió la civilización occidental durante el siglo xix fortaleció el desdén tradicional que los criollos y mestizos sentían por los “perros indios*. Esta actitud contribuyó
El conservadorismo, la otra tendencia principábale la política latinoamericana; durante el siglo xix, no logró mejore/resultados en lo que respecta a los indios. La indiférencia de los conservadores con respecto al destino del indio parece haber sido completa. Del destacado líder conservador mexicano Lucas Alamán se dice que afirmo en una oportunidad que “sería peligroso poner a los indios en estado de entender los diarios” .49 Efectos sociales del cambio económico de mediados de siglo
Pero las ideologías políticas constituían un solo lado de la disyuntiva india. Hacia mediados del siglo xix la revolución económica y tecnológica que irradiaba desde Europa occidental llegó a América latina. Por primera vez en su historia,"la creciente demanda en los países mas desarrollados de Europa y Estados Unidos de las materias primas y los comestibles de América latina procuraron beneficios a algunas haciendas. Consecuentemente, aumentó la demanda de mano de obra, y también la tentación de, explorarla con más intensidad. Los crecientes beneficios permitieron a muchos hacendados retirarse de sus__ propiedades para residir en la capital de la nación o, realizando sus sueños más optimistas, en París. En ausencia del propietario, las relaciones laborales en la hacienda se hicieron menos paternalistas y mas crudas .'’0 En Yucatán, en las plantaciones de azúcar en expansión aumentó la necesidad de mano de obra maya. En este tipo de trabajo, que les exigía más tiempo y energía, continuar con el cultivo de las propias parcelas les resultaba a los indios más difícil de lo que había sido en las estancias ganaderas tradicionales. La presión de los hacendados contribuyó a provocar el terrib le alzamient o de 1847, la “guerra de castas que costó 100.000 vidas. Una vez pacificado el Yucatán occidental, en las plantaciones de henequén que reemplazaron a las de azúcar devastadas, los mayas sobrevivientes fueron sometidos a condiciones incluso peores, que, los transformaron en un proletariado rural miserable .51 Kn Guatemala, la necesidad que existía en las plantaciones de cale del trabajo indio constituyó el telón de fondo de la política liberal de |uslo Rufino Barrios, que abolió las comunidades indias en 1877. Las autoridades locales distribuyeron a los indios de Guatemala entre los productores de café, a quienes servían rotativamente, de una a cuatro semanas por año. Este “mandamiento" significaba la resurrección absoluta del sistema laboral colonial. En 1934, Guatemala introdujo leyes pitm impedir la ‘Vagancia”, cuyo contenido real estipulaba que los indios debían servir entre 100 y 150 días por año fuera del pueblo donde residían. Esta forma de explotación discriminatoria no fue abolida hasta IIIIS. Cuando en 1906 la United Fruit Company comenzó a cultivar uní bulista liberal comentó en 1856: “ . . . e l comunismo es opuesto a la libertad y In civilización”. ( !) Reyes Héroles (19 61), III , 611. A1Modos (1954), 116. no Hcsumen realizad o por Mosk (1 94 8) . 1,1 Strlokom (196 5); Reed (19 64).
humillantes. A los indio s en particular se les impusieron distintas formas de trabajo gratuito para las autoridades públicas y eclesiásticas .54 El característico sistem a de “fiesta^ que encontramos en las comunidades indias, por el cual “cargueros” elegidos anualmente debían financiar las celebraciones religiosas costosas, parece haber beneficiado sobre todo a intereses exteriores, como los de los proveedores. Estaría por lo tanto justifica do que clasificáramos la fi esta como otra form a simple de explo tación de los indios —cosa que hac e^Marv in H arris—.5B En los primeros años del siglo xix había poblaciones indias más o menos numerosas en casi todas partes de la América hispana .56 Hacia fin de siglo solamente México, Guatemala, Ecuador, Perú y Bolivia albergaban poblaciones indias de magnitud ponderable. Evidentemen te, estos países eran también los que tenían mayor cantidad de indios a comienzos de siglo. Pero podría haberse esperado que la aculturaeión y asimilación —tan avanzadas hacia fines del período colonial— hubieran reducido en mucho el sector indígena en esos cinco países durante el siglo xix. Mientras que los indios fueron absorbidos en los países donde ya constituían una minoría, los procesos de aculturaeión y asimilación en los cinco Estados donde constituían la mayoría se volvieron, en efecto, más lentos en el curso del siglo xix. Si consideramos las metas integra
bananas en el país, aumentó la necesidad de mano de obra indígena. A diferencia de las plantaciones de café, el cultivo de bananas se realizaba sobre la costa del Caribe, lejos de los lugares donde vivía la mayor parte de los indios. En consecuencia, muchos indios que fueron a la costa perdieron sus lazos con las comunidades nativas y se convirtieron en mestizos (o “ladinos”, según la expresión centroamericana). Por otra parte los trabajadores indios migratorios de las tierras altas por lo general conservaban esos lazos y su status indio .52 El mismo período que presenció el ascenso y prosperidad de la alta burguesía latinoamericana fue también testigo del deterioro de las condiciones de vida de las masas trabajadoras, constituidas en su mayor parte por personas de piel oscura. La agricultura y la minería comerciales dejan la misma impresión general. Las masas rurales fueron incapaces de presentar ninguna resistencia organizada contra la explotación despiadada. Las rebeliones ocasionales eran cruel y eficientemente aplastadas —como, por ejemplo, en el México de Porfirio Díaz—. La legislación ambigua y vagamente redactada y también las prácticas administrativas sancionaron diversos sistemas de trabajo y arriendo en América latina, todos los cuales favorecían a los grandes terratenientes a expensas de la mano de obra. A cambio del permiso para cultivar pequeñas parcelas, los hacendados obtenían trabajo muy barato. El natural aumento del proletariado rural ayudó a mantener esta situación, e incluso a extremarla. En la actualidad, el aumento relativo de la población rural marginal es con frecuencia mayor que el de los estratos mejor situados. Probablemente la misma falta de equilibrio existió también durante un período más temprano, aunque carecemos de estadísticas o las que existen no son confiables .53 Lo que acabamos de decir se apMca, por supuesto, tanto a los proletarios “indios” como a los “mestizos”. Consideremos el caso de los primeros. Como ya lo he señalado, el proceso que.dividió a la población india en dos partes —peones permanentes y campesinos de comunidad, a veces también jornaleros de empleo parcial—, resultó principalmente de condiciones que prevalecieron durante el siglo x v i i i . Como consecuencia de la emancipación, los fundamentos legales de las comunidades quedaban socavadas o desaparecían por completo. Por otra parte, las formas existentes de trabajo y arriendo recibían sanción legal. Cuando, durante el siglo xix, las masas rurales comenzaron a ser más severamente explotadas, la explotación de los indios tomó otras formas peculiares —el mandamient o en Guatemala, por ejem plo—. En los Ande s sudamericanos, el “pongueaje”, o ciertos servicios domésticos que debían prestarse al hacendado además del trabajo, fueron por igual pesados y 52 Dessaint (19 62 ), 323354, cita a un viajero francés de la década de 1860: “ Tous les travaux des haciendas sont généralement faits par des Indiens nóm ades .. .” Véase también Stavenhagen (1963), 70 y passim. 03 1LO (1957), passim. Costales (1962), 1536, afirma que el huasipungo de Ecuador (descripto en la famosa novela de Jorge Icaza), derivó de la mita rural, pero su exposición histórica es muy esquemática. Hasta en 1954, los huasipungueros constituían el 7,5 por ciento de la población rural de la sierra ecuatoriana.
nal y a las guerras civiles probablemente las hicieron más aislacionistas mas cerradas contra el mundo exterior, y más marginales.58 Al cambiar la situación economica en la última mitad del siglo xix, la vitalidad y dinámica capitalista de la sociedad nacional hizo aun más chocante la regresión de las comunidades indias que sobrevivían. Dentro de su estructura economica de clase, el lugar que la nueva sociedad asignaba a los indios era el mas bajo de todos. Desde entonces, los indios que perdieron sus tierras las cuales inicialmente constituían la clave de su identidad so cia l tendieron a seguir siendo indios. En el municipio guatemalteco de Ji otepeque, alrededor del 95 por ciento de los indios de la actualidad deben arrendar la tierra a los mestizos .59 En tales casos las condiciones que prevalecieron durante el período colonial han sido revertidas completamente. El racismo que invadió la civilización occidental durante el siglo xix fortaleció el desdén tradicional que los criollos y mestizos sentían por los “perros indios*. Esta actitud contribuyó a mantener al indígena apartado en una situación de proletariado extremadamente depresiva. Aunque el mestizaje en el sentido biológico había alcanzado prácticamente a todas las poblaciones de la América latina en vísperas del siglo xx, la aculturaeión y la asimilación se vieron demoradas o incluso ^etemdasen algunas partes de esa inmensa región. Mientras que la estructura multirracial del decadente régimen de castas de la última parte del p eriodo colonial era relativamente fluida en la práctica los países índoamencanos ’ del siglo xix crearon un dualismo étnico artificia l entre indígenas y ciudadanos. Era ésta una dicotomía fuertemente inficionada de explotación de clases. Pero consideremos un resumen de la situación redactado en ¿865 por Francisco Pimentel, perspicaz intelectual mejicano: '—
humillantes. A los indio s en particular se les impusieron distintas formas de trabajo gratuito para las autoridades públicas y eclesiásticas .54 El característico sistem a de “fiesta^ que encontramos en las comunidades indias, por el cual “cargueros” elegidos anualmente debían financiar las celebraciones religiosas costosas, parece haber beneficiado sobre todo a intereses exteriores, como los de los proveedores. Estaría por lo tanto justifica do que clasificáramos la fi esta como otra form a simple de explo tación de los indios —cosa que hac e^Marv in H arris—.5B En los primeros años del siglo xix había poblaciones indias más o menos numerosas en casi todas partes de la América hispana .56 Hacia fin de siglo solamente México, Guatemala, Ecuador, Perú y Bolivia albergaban poblaciones indias de magnitud ponderable. Evidentemen te, estos países eran también los que tenían mayor cantidad de indios a comienzos de siglo. Pero podría haberse esperado que la aculturaeión y asimilación —tan avanzadas hacia fines del período colonial— hubieran reducido en mucho el sector indígena en esos cinco países durante el siglo xix. Mientras que los indios fueron absorbidos en los países donde ya constituían una minoría, los procesos de aculturaeión y asimilación en los cinco Estados donde constituían la mayoría se volvieron, en efecto, más lentos en el curso del siglo xix. Si consideramos las metas integra
Do mulato y mestiza nace cuarterón.
Cortesía del Museo de América, Madrid.
“El blanco es propietario, el indio proletario. El blanco es rico, el indio nobre miserable. Los descendientes de los españoles están al alcance de todos los conocimientos del siglo . . . el indio todo lo ignora . . . el blanco vive en las ciu ades en magnificas casas; el indio está aislado en los campos y su habitación son miserables chozas . hay dos pueblos diferentes en el mismo to re n o p T ro lo que es peor, dos pueblos hasta cierto punto enemigos.” 60 ’
nJ pcStr enhT n (1903)> 92. Kubler (195 2), 65. Concluye: “ Las actitudes coloniales hacia el pasaje de los indios a castas no indias pueden describirse como mas relajadas y permisivas que las que tendrían vigencia después de la Indenen eideolóé' factor.es T e gobernaban el proCeso eran probablemente econóníico¡ e ideologicos, y en ningún caso biologicos . . 59 Stavenhagen (1963), 74. 60 Gonzá lez del Cossío ( 19 58 ), 151. Resulta curioso que los indios mayas también empleaban una terminología dualista, pero cuyo criterio era el lugar de nacimiento neo°)
Redfield ^ 9 4 ? )“
VIII ESCLAVITUD NEGRA
^
^
maZehudoh eran
dzulob (forá
sieron vigorosamente a la esclavitud india, aunque no formulaban ninguna objeción a la esclavitud negra. ¿Cómo puede explicarse esta ambivalencia? ¿Se debía a la sospecha de que la fe jnusulmana siempre pendía como posibilidad sobre los negros, en contraste con la “inocencia” del paganismo indio? El indio podía ser ganado para la fe verdadera, pero el negro ya había rechazado el cristianismo y merecía un duro castigo. ¿Acaso la esclavitud parecía menos chocante cuando se infligí a a la mercancía humana proporcionada por los jefes africanos que cuando exigía la previa esclavización de los indios? 4 El problema es intrincado, pero pienso que Charles Verlinden proporciona la explicación básica al afirmar que la esclavitud de los indios constituía una amenaza contra Ta “paz colon ial”, mientras que la esclavización d e africanos, traídos de regiones donde los europeos no tenían responsabilidad colonial, no presentaba una amenaza similar .5 Si, en cambio, Africa hubiera sido la primera en ser colonizada, ¡quizá sus plantaciones hubie-
nal y a las guerras civiles probablemente las hicieron más aislacionistas mas cerradas contra el mundo exterior, y más marginales.58 Al cambiar la situación economica en la última mitad del siglo xix, la vitalidad y dinámica capitalista de la sociedad nacional hizo aun más chocante la regresión de las comunidades indias que sobrevivían. Dentro de su estructura economica de clase, el lugar que la nueva sociedad asignaba a los indios era el mas bajo de todos. Desde entonces, los indios que perdieron sus tierras las cuales inicialmente constituían la clave de su identidad so cia l tendieron a seguir siendo indios. En el municipio guatemalteco de Ji otepeque, alrededor del 95 por ciento de los indios de la actualidad deben arrendar la tierra a los mestizos .59 En tales casos las condiciones que prevalecieron durante el período colonial han sido revertidas completamente. El racismo que invadió la civilización occidental durante el siglo xix fortaleció el desdén tradicional que los criollos y mestizos sentían por los “perros indios*. Esta actitud contribuyó a mantener al indígena apartado en una situación de proletariado extremadamente depresiva. Aunque el mestizaje en el sentido biológico había alcanzado prácticamente a todas las poblaciones de la América latina en vísperas del siglo xx, la aculturaeión y la asimilación se vieron demoradas o incluso ^etemdasen algunas partes de esa inmensa región. Mientras que la estructura multirracial del decadente régimen de castas de la última parte del p eriodo colonial era relativamente fluida en la práctica los países índoamencanos ’ del siglo xix crearon un dualismo étnico artificia l entre indígenas y ciudadanos. Era ésta una dicotomía fuertemente inficionada de explotación de clases. Pero consideremos un resumen de la situación redactado en ¿865 por Francisco Pimentel, perspicaz intelectual mejicano: '—
Do mulato y mestiza nace cuarterón.
Cortesía del Museo de América, Madrid.
“El blanco es propietario, el indio proletario. El blanco es rico, el indio nobre miserable. Los descendientes de los españoles están al alcance de todos los conocimientos del siglo . . . el indio todo lo ignora . . . el blanco vive en las ciu ades en magnificas casas; el indio está aislado en los campos y su habitación son miserables chozas . hay dos pueblos diferentes en el mismo to re n o p T ro lo que es peor, dos pueblos hasta cierto punto enemigos.” 60 ’
nJ pcStr enhT n (1903)> 92. Kubler (195 2), 65. Concluye: “ Las actitudes coloniales hacia el pasaje de los indios a castas no indias pueden describirse como mas relajadas y permisivas que las que tendrían vigencia después de la Indenen eideolóé' factor.es T e gobernaban el proCeso eran probablemente econóníico¡ e ideologicos, y en ningún caso biologicos . . 59 Stavenhagen (1963), 74. 60 Gonzá lez del Cossío ( 19 58 ), 151. Resulta curioso que los indios mayas también empleaban una terminología dualista, pero cuyo criterio era el lugar de nacimiento neo°)
Redfield ^ 9 4 ? )“
^
^
maZehudoh eran
dzulob (forá
VIII ESCLAVITUD NEGRA
La esclavitud de plantación en el Nuevo Mundo
Cuando } se descubrieron las Indias Occidentales, la esclavitud estaba legalmente reconocida en España y Portugal. Era regulada por Las Siete Partidas (famosa codificación castellana del siglo x h i ) , aunque po existía una distinción legal clara entre siervo y esclavo .1 Los esclavos, que comenzaron a reclutarse en número creciente entre los negros de los territorios de la costa occidental de Africa que acababan de descubrirse, habían sido tradicionalmente empleados como sirvientes domésticos. Peró la revolución comercial del siglo xvi creó plantaciones basadas en la esclavitud, especialmente negra, en las islas ocupadas por ibéricos, más allá de la costa atlántica: Madeira, Las Canarias, Santo Tomé. De ello resultó que la esclavitud, y también la plantación como empresa esclavocrática, fueron transferidas al Nuevo Mundo .2 La plantación puede describirse como un centro especializado en la producción y quizá también en la primera etapa del procesamiento de un producto de la agricultura comercial. Estaba íntimamente ligada con el mercado europeo o, más precisamente, en la era mercantilista con el mercado del país europeo que poseía el territorio en el cual la plantación estaba situada. Una larga cadena de plantaciones cubrió pronto las áreas costeras atlánticas del Nuevo Mundo, desde la América del Norte hasta el sur de Brasil. En esa inmensa zona, cuando llegaron los europeos la tierra resultaba prácticamente regalada, mientras que la población nativa era escasa y primitiva. Cuando la tierra es abundante y la mano de obra escasa, es difícil obtener trabajo permanente sin utilizar algún tipo de compulsión .3 Así es como, tanto en Brasil como en el resto de América, se realizaron en primer lugar esfuerzos para esclavizar con tal finalidad a los aborígenes. Pero, según hemos visto, la Corona y la Iglesia, especialmente en la América hispana, se opu1 Gouveia (1960), 76; Davis (1966), 102103. 2 Verlinden (¿1964?), 41. 3 Ianni (1962), 81. En Brasil, la posesión de esclavos era una condición necesaria para recibir una merced de tierra (sesmaria). Stein (1957), 5556.
américa y en América latina, como causada por el “carácter nacional”, la religión y las leyes .. .8 La inevitable vaguedad y el tono subjetivo de toda discusión sobre el “carácter nacional” hace que éste sea un tema poco fructífero para la discusión científica. Consideremos, en cambio, la influencia supuestamente mitigadora de la Iglesia y de la fe católica sobre la esclavitud en Latinoamérica. En primer lugar, la Iglesia no cuestionó la validez de la esclavitud negra, y fue ella misma propietaria de esclavos en gran escala. En 1573, un visionario español, Bartolomé de Albornoz, puso osadamente en tela de juicio varios de los principios básicos de la esclavitud, pero su tratado fue colocado en el “Indice ”.9 Algunos eclesiásticos, como San Pedro Claver y Alonso de Sandoval, hicieron cuanto pudieron para aliviar los sufrimientos de los esclavos negros en el Nu evo Mundo, pero su principal interés era salvarles el alma, y no cuestio-
sieron vigorosamente a la esclavitud india, aunque no formulaban ninguna objeción a la esclavitud negra. ¿Cómo puede explicarse esta ambivalencia? ¿Se debía a la sospecha de que la fe jnusulmana siempre pendía como posibilidad sobre los negros, en contraste con la “inocencia” del paganismo indio? El indio podía ser ganado para la fe verdadera, pero el negro ya había rechazado el cristianismo y merecía un duro castigo. ¿Acaso la esclavitud parecía menos chocante cuando se infligí a a la mercancía humana proporcionada por los jefes africanos que cuando exigía la previa esclavización de los indios? 4 El problema es intrincado, pero pienso que Charles Verlinden proporciona la explicación básica al afirmar que la esclavitud de los indios constituía una amenaza contra Ta “paz colon ial”, mientras que la esclavización d e africanos, traídos de regiones donde los europeos no tenían responsabilidad colonial, no presentaba una amenaza similar .5 Si, en cambio, Africa hubiera sido la primera en ser colonizada, ¡quizá sus plantaciones hubieran albergado a esclavos indios! En todo caso, es un hecho histórico que el esclavo negro se convirtió en la fuerza de trabajo de las plantaciones del Nuevo Mundo. Consecuentemente, la zona de las plantaciones, seleccionadas por razones geoeconómicas también se transformó en afroamericana. Puesto
No consideraremos aquí los aspectos comparativos de la esclavitud en Lis diferentes partes del Nuevo Mundo, sobre los cuales trata una recien le y docta obra de David Davis, historiador de la Universidad de Cor nell.7 Pero no podemos ignorar los aspectos de las comparaciones I intentadas qu e tienen q ue ver con Améri ca latina, incluso aunque los análisis de los eruditos de que se trata lleven huellas de su carácter i mnparativo y no independiente. La afirmación de que “la esclavitud era menos severa en América latina” caracteriza las conclusiones y tam lilén los supuestos y enfoques de eruditos como Frank Tannenbaum y Sluiiley Elkins. Con la ayuda del brasileño Gilberto Freyre, ellos explican la diferencia que se da por sentada entre la esclavitud en Anglo 4 Davis (19 66), 169 y sigs. n Verlinden (¿1964?), passim. " l '.l coordina dor de l Seminario de 1957 sobre los sistemas de plantació n en el N iev o Mundo llega a la siguiente conclusión: “ Debe recurrirse a otros factores: la lnv es uno, o me jo r. .. la religión.” PA U (1959), 187. 7 Davis (196 6). Véase también Morner (1968 ).
tratamiento de los esclavos en la América hispana representa claramente un enfoque humanitario e incluso protector .13 Pero éste fue el primer esfuerzo por formular una legislación coherente sobre la esclavitud, y las leyes anteriores referentes a esta cuestión eran princ ipalme nte represivas, incluso aunque no faltaban en ellas algunos pasajes más benignos.14 La legislación brasileña siguió siendo fragmentaria y contradictoria .15 Pero lo importante, desde luego, es que el contenido humanitario de las leyes se aplicara o no. Ya en 1904 el historiador norteamericano E. G. Bourne escribió lo siguiente: “Sobre la humanidad relativa de las leyes españolas no queda duda, pero decidir si los esclavos españoles eran más afectuosamente tratados que los franceses o ingleses es una cuestión diferente y más difícil .” 16 Todo estudioso de la historia colonial latinoamericana ha tenido amplias oportunidades de observar qué
VIII ESCLAVITUD NEGRA
La esclavitud de plantación en el Nuevo Mundo
Cuando } se descubrieron las Indias Occidentales, la esclavitud estaba legalmente reconocida en España y Portugal. Era regulada por Las Siete Partidas (famosa codificación castellana del siglo x h i ) , aunque po existía una distinción legal clara entre siervo y esclavo .1 Los esclavos, que comenzaron a reclutarse en número creciente entre los negros de los territorios de la costa occidental de Africa que acababan de descubrirse, habían sido tradicionalmente empleados como sirvientes domésticos. Peró la revolución comercial del siglo xvi creó plantaciones basadas en la esclavitud, especialmente negra, en las islas ocupadas por ibéricos, más allá de la costa atlántica: Madeira, Las Canarias, Santo Tomé. De ello resultó que la esclavitud, y también la plantación como empresa esclavocrática, fueron transferidas al Nuevo Mundo .2 La plantación puede describirse como un centro especializado en la producción y quizá también en la primera etapa del procesamiento de un producto de la agricultura comercial. Estaba íntimamente ligada con el mercado europeo o, más precisamente, en la era mercantilista con el mercado del país europeo que poseía el territorio en el cual la plantación estaba situada. Una larga cadena de plantaciones cubrió pronto las áreas costeras atlánticas del Nuevo Mundo, desde la América del Norte hasta el sur de Brasil. En esa inmensa zona, cuando llegaron los europeos la tierra resultaba prácticamente regalada, mientras que la población nativa era escasa y primitiva. Cuando la tierra es abundante y la mano de obra escasa, es difícil obtener trabajo permanente sin utilizar algún tipo de compulsión .3 Así es como, tanto en Brasil como en el resto de América, se realizaron en primer lugar esfuerzos para esclavizar con tal finalidad a los aborígenes. Pero, según hemos visto, la Corona y la Iglesia, especialmente en la América hispana, se opu1 Gouveia (1960), 76; Davis (1966), 102103. 2 Verlinden (¿1964?), 41. 3 Ianni (1962), 81. En Brasil, la posesión de esclavos era una condición necesaria para recibir una merced de tierra (sesmaria). Stein (1957), 5556.
américa y en América latina, como causada por el “carácter nacional”, la religión y las leyes .. .8 La inevitable vaguedad y el tono subjetivo de toda discusión sobre el “carácter nacional” hace que éste sea un tema poco fructífero para la discusión científica. Consideremos, en cambio, la influencia supuestamente mitigadora de la Iglesia y de la fe católica sobre la esclavitud en Latinoamérica. En primer lugar, la Iglesia no cuestionó la validez de la esclavitud negra, y fue ella misma propietaria de esclavos en gran escala. En 1573, un visionario español, Bartolomé de Albornoz, puso osadamente en tela de juicio varios de los principios básicos de la esclavitud, pero su tratado fue colocado en el “Indice ”.9 Algunos eclesiásticos, como San Pedro Claver y Alonso de Sandoval, hicieron cuanto pudieron para aliviar los sufrimientos de los esclavos negros en el Nu evo Mundo, pero su principal interés era salvarles el alma, y no cuestionaban la validez de la esclavitud en sí. Si bien los jesuítas por lo general trataban a sus esclavos de modo relativamente generoso, sería difícil distinguir sus razones humanitarias de su comprensión comercial de la conveniencia económica. Además, las pruebas claras de una política más humanitaria con respecto a los esclavos en América latina datan de la última parte del siglo xvnTen adelante. Puesto que en esa época se había reducido la influencia de la Iglesia y la religión sobre la política, difícilmente podría atribuirse la nueva tendencia a la gravitación mitigadora del catolicismo .10 Del mismo modo, el elemento eclesiástico apenas participó en los movimientos abolicionistas latinoamericanos del siglo xix .11 Lo que decimos no significa que el enfoque universalista del catolicismo, distinto del exclusivismo de muchas iglesias y sectas protestantes, no beneficiara a los esclavos, pero esta influencia e.s difícil de medir .12 Pasando al aspecto legal, la famosa Instrucción real de 1789 sobre el 8 Freyre (1950, 1963); Tannenbaum (1947); Elkins (1959). Un sagaz observador del siglo xix, Depons (1 96 0), I , 110113, criticó el “punto de vista tradicional” según el cual la esclavitud española era más humana que la inglesa o la francesa. Admite que los amos españoles consentían una mayor familiaridad a sus esclavos e incluso les enseñaban a recitar unas pocas oraciones pero —continúa Depons— los proveían más pobremente de comida y ropa. 9 Davis (1966), 189190. 10 Ihid., 227. El reciente estudio de Klein (1966, 1967) intenta demostrar la influencia mitigante sobre la esclavitud de la Iglesia Católica, comparando las condiciones en Cuba y Virginia. Como comenta E. Gouveia, esto no explica la similitud entre la esclavitud de las Indias Occidentales francesa y británica. Por otra parte, el relativamente pequeño porcentaje de esclavos de Cuba, y otras condiciones locales peculiares, hicieron posible la existencia de una actitud más o menos tolerante, la cual “habría sido considerada suicida por los grupos gobernantes” de las otras colonias del Caribe, que ya eran “colonias de plantación” enteramente maduras. El papel de la Iglesia fue secundario. La actitud de los eclesiásticos pronegros está mejor ilustrada en Sandoval (1956). Sobre los jesuítas y la esclavitud negra, véase Morner ( 1967b). 11 Joaquim Nabuco, líder abolicionista, declaró que .. la Iglesia C atólica . .. nunca alzó su voz en favor de la emancipación [de los esclavos] en Brasil”. Gouveia (1960). Véase también Stein (1957), 138139. 12 Compárese con lo que sostiene W. Jiménez Moreno en IPGH (1961), 82.
hispana, hasta esa época, los esclavos negros por lo general habían sido sirvientes domésticos. La Corona española quería hacer de la esclavitud la base de la agricultura de plantación, según el modelo francés de Santo Domingo. Bastante naturalmente, la instrucción se inspiró en algunas partes del Code Noir francés de 1685. Por razones en parte humanitarias, la esclavitud fue algo humanizada, pero se suponía que lps negros libres podían servir para el mismo fin. Una versión preliminar de la Instrucción subraya claramente que ésta apunta a promover .. la ocupac ión útil y asidua de los negros libres y esclavos en el cultivo de las producciones que necesita la metrópoli. . tanto como la “perfecta subordinación y respeto” de ambas categorías “a los magistrados, a sus señores, y generalmente a toda persona blanca ”.20 No obstante, los rasgos protectores de la Instrucción provocaron una enér-
sieron vigorosamente a la esclavitud india, aunque no formulaban ninguna objeción a la esclavitud negra. ¿Cómo puede explicarse esta ambivalencia? ¿Se debía a la sospecha de que la fe jnusulmana siempre pendía como posibilidad sobre los negros, en contraste con la “inocencia” del paganismo indio? El indio podía ser ganado para la fe verdadera, pero el negro ya había rechazado el cristianismo y merecía un duro castigo. ¿Acaso la esclavitud parecía menos chocante cuando se infligí a a la mercancía humana proporcionada por los jefes africanos que cuando exigía la previa esclavización de los indios? 4 El problema es intrincado, pero pienso que Charles Verlinden proporciona la explicación básica al afirmar que la esclavitud de los indios constituía una amenaza contra Ta “paz colon ial”, mientras que la esclavización d e africanos, traídos de regiones donde los europeos no tenían responsabilidad colonial, no presentaba una amenaza similar .5 Si, en cambio, Africa hubiera sido la primera en ser colonizada, ¡quizá sus plantaciones hubieran albergado a esclavos indios! En todo caso, es un hecho histórico que el esclavo negro se convirtió en la fuerza de trabajo de las plantaciones del Nuevo Mundo. Consecuentemente, la zona de las plantaciones, seleccionadas por razones geoeconómicas también se transformó en afroamericana. Puesto
No consideraremos aquí los aspectos comparativos de la esclavitud en Lis diferentes partes del Nuevo Mundo, sobre los cuales trata una recien le y docta obra de David Davis, historiador de la Universidad de Cor nell.7 Pero no podemos ignorar los aspectos de las comparaciones I intentadas qu e tienen q ue ver con Améri ca latina, incluso aunque los análisis de los eruditos de que se trata lleven huellas de su carácter i mnparativo y no independiente. La afirmación de que “la esclavitud era menos severa en América latina” caracteriza las conclusiones y tam lilén los supuestos y enfoques de eruditos como Frank Tannenbaum y Sluiiley Elkins. Con la ayuda del brasileño Gilberto Freyre, ellos explican la diferencia que se da por sentada entre la esclavitud en Anglo 4 Davis (19 66), 169 y sigs. n Verlinden (¿1964?), passim. " l '.l coordina dor de l Seminario de 1957 sobre los sistemas de plantació n en el N iev o Mundo llega a la siguiente conclusión: “ Debe recurrirse a otros factores: la lnv es uno, o me jo r. .. la religión.” PA U (1959), 187. 7 Davis (196 6). Véase también Morner (1968 ).
tratamiento de los esclavos en la América hispana representa claramente un enfoque humanitario e incluso protector .13 Pero éste fue el primer esfuerzo por formular una legislación coherente sobre la esclavitud, y las leyes anteriores referentes a esta cuestión eran princ ipalme nte represivas, incluso aunque no faltaban en ellas algunos pasajes más benignos.14 La legislación brasileña siguió siendo fragmentaria y contradictoria .15 Pero lo importante, desde luego, es que el contenido humanitario de las leyes se aplicara o no. Ya en 1904 el historiador norteamericano E. G. Bourne escribió lo siguiente: “Sobre la humanidad relativa de las leyes españolas no queda duda, pero decidir si los esclavos españoles eran más afectuosamente tratados que los franceses o ingleses es una cuestión diferente y más difícil .” 16 Todo estudioso de la historia colonial latinoamericana ha tenido amplias oportunidades de observar qué arduo fue siempre aplicar cualquier tipo de legislación resistida por alguna corporación o grupo de influencia más o menos poderoso. De modo que parece dudoso que hayan podido tener éxito normas legales que restringían la libertad de acción de quienes poseían propiedad Immana —prácticamente todos los individuos y corporaciones influyen tes de la sociedad—. Nada menos que un testigo como Alexander von I himboldt subrayó también la impotencia de las autoridades españolas ni respecto, llegando a la conclusión de que “nada es más ilusorio que el tan ensalzado efecto de esas leyes que prescriben la forma del látigo v el número de golpes que se permite dar de una vez ”.17 La instrucción do 1789 autorizó a los sacerdotes y a inspectores especiales a recoger denuncias secretas de los esclavos sobre abusos y mal tratamiento; la documentación legal conservada demuestra que las autoridades estaban ni tanto de muchos de los abusos que ocurrían .18 Pero desde el cono r¡miento hasta la acción eficiente había un trecho muy largo. Como la Instrucción de 1789 ha llegado a ocupar una posición clave e n l a discusión, sería bueno tener presente el contexto en el cual fue l>¡omulgada. Está íntimamente relacionada con los esfuerzos de la Cor o n a por extender la esclavitud en las posesiones de ultramar, y reemplazar el sistema obsoleto de asientos por el libre tráfico de esclavos, asegurando un mejor abastecimiento .19 En la mayor parte de la América '« CDFS, III, 643652. 14 Un decreto real de 1540 ordenó a las Audiencias que atendieran las quejas de Ii". esclavos que afirmaban tener derecho a ser liberados; fue incorporado a R l ( 1(180), VIIV8. Algunas ordenanzas del siglo xvn sobre el buen tratamiento ■I' linio a los esclavos están en H D M , I, 237240. Otras leyes sobre la esclavitud se nni iuintran en CDFS, passim. ' ■ lloxer (19 63), 107. 111 Bourne (196 2), 281. King (194 5), 310, afirma que sólo llegaron a ser efec llvns las providencias coincidentes con la actitud popular hacia la esclavitud. i' Ilumboldt (1956), II, 105. ri Juramillo Uribe (1963), 2325, 3035. La compra de un esclavo que padecía i nli'imod ades o vicios desco nocidos por el comp rador se podía anular legalmente. 1 .....i lo demuestra Massini Ezcurra (1961), los registros sobre tales casos pueden llir.lmr la situación de los esclavos y el tratamiento que recibían. 111 Klng (19 44); Villalobos (1962 ).
punto de vista legal, todo lo que producía el esclavo pertenecía al propietario,2'’ pero por costumbre y tradición se permitía que aquél retuviera algunos ahorros, producto de lo que cultivaba o ganaba en días feriados, y otros ingresos por el e stilo: en latín, su pe cu liu m . Esta constituía la base de la compra de sí mismo. La “coartación” fue una institución interesante, de origen cubano, posteriormente extendida a otros territorios. Una vez fijado el precio de la compra de sí mismo, con o sin arbitraje por parte de un tribunal, el pago se realizaba en cuotas. Si ■‘1 esclavo cambiaba de amo, el nuevo propietario debía respetar la coartación y descontar los pagos ya realizados del precio de la libertad. La pretensión de que las madres esclavas en coartación liberaran a los Ilijos menores sin un pago adicional, fue rechazada por el Consejo de Indias en 1788. La medida se debió a que lo contrario hubiera dismi-
américa y en América latina, como causada por el “carácter nacional”, la religión y las leyes .. .8 La inevitable vaguedad y el tono subjetivo de toda discusión sobre el “carácter nacional” hace que éste sea un tema poco fructífero para la discusión científica. Consideremos, en cambio, la influencia supuestamente mitigadora de la Iglesia y de la fe católica sobre la esclavitud en Latinoamérica. En primer lugar, la Iglesia no cuestionó la validez de la esclavitud negra, y fue ella misma propietaria de esclavos en gran escala. En 1573, un visionario español, Bartolomé de Albornoz, puso osadamente en tela de juicio varios de los principios básicos de la esclavitud, pero su tratado fue colocado en el “Indice ”.9 Algunos eclesiásticos, como San Pedro Claver y Alonso de Sandoval, hicieron cuanto pudieron para aliviar los sufrimientos de los esclavos negros en el Nu evo Mundo, pero su principal interés era salvarles el alma, y no cuestionaban la validez de la esclavitud en sí. Si bien los jesuítas por lo general trataban a sus esclavos de modo relativamente generoso, sería difícil distinguir sus razones humanitarias de su comprensión comercial de la conveniencia económica. Además, las pruebas claras de una política más humanitaria con respecto a los esclavos en América latina datan de la última parte del siglo xvnTen adelante. Puesto que en esa época se había reducido la influencia de la Iglesia y la religión sobre la política, difícilmente podría atribuirse la nueva tendencia a la gravitación mitigadora del catolicismo .10 Del mismo modo, el elemento eclesiástico apenas participó en los movimientos abolicionistas latinoamericanos del siglo xix .11 Lo que decimos no significa que el enfoque universalista del catolicismo, distinto del exclusivismo de muchas iglesias y sectas protestantes, no beneficiara a los esclavos, pero esta influencia e.s difícil de medir .12 Pasando al aspecto legal, la famosa Instrucción real de 1789 sobre el 8 Freyre (1950, 1963); Tannenbaum (1947); Elkins (1959). Un sagaz observador del siglo xix, Depons (1 96 0), I , 110113, criticó el “punto de vista tradicional” según el cual la esclavitud española era más humana que la inglesa o la francesa. Admite que los amos españoles consentían una mayor familiaridad a sus esclavos e incluso les enseñaban a recitar unas pocas oraciones pero —continúa Depons— los proveían más pobremente de comida y ropa. 9 Davis (1966), 189190. 10 Ihid., 227. El reciente estudio de Klein (1966, 1967) intenta demostrar la influencia mitigante sobre la esclavitud de la Iglesia Católica, comparando las condiciones en Cuba y Virginia. Como comenta E. Gouveia, esto no explica la similitud entre la esclavitud de las Indias Occidentales francesa y británica. Por otra parte, el relativamente pequeño porcentaje de esclavos de Cuba, y otras condiciones locales peculiares, hicieron posible la existencia de una actitud más o menos tolerante, la cual “habría sido considerada suicida por los grupos gobernantes” de las otras colonias del Caribe, que ya eran “colonias de plantación” enteramente maduras. El papel de la Iglesia fue secundario. La actitud de los eclesiásticos pronegros está mejor ilustrada en Sandoval (1956). Sobre los jesuítas y la esclavitud negra, véase Morner ( 1967b). 11 Joaquim Nabuco, líder abolicionista, declaró que .. la Iglesia C atólica . .. nunca alzó su voz en favor de la emancipación [de los esclavos] en Brasil”. Gouveia (1960). Véase también Stein (1957), 138139. 12 Compárese con lo que sostiene W. Jiménez Moreno en IPGH (1961), 82.
hispana, hasta esa época, los esclavos negros por lo general habían sido sirvientes domésticos. La Corona española quería hacer de la esclavitud la base de la agricultura de plantación, según el modelo francés de Santo Domingo. Bastante naturalmente, la instrucción se inspiró en algunas partes del Code Noir francés de 1685. Por razones en parte humanitarias, la esclavitud fue algo humanizada, pero se suponía que lps negros libres podían servir para el mismo fin. Una versión preliminar de la Instrucción subraya claramente que ésta apunta a promover .. la ocupac ión útil y asidua de los negros libres y esclavos en el cultivo de las producciones que necesita la metrópoli. . tanto como la “perfecta subordinación y respeto” de ambas categorías “a los magistrados, a sus señores, y generalmente a toda persona blanca ”.20 No obstante, los rasgos protectores de la Instrucción provocaron una enérgica oposición en las áreas de plantaciones de la América hispana. Si bien no fueron derogadas, como lo sugieren algunos estudiosos, no hay razón para creer que las partes controvertibles de la Instrucción tuvieron una vigencia efectiva (excepto en casos raros ).21 La manumisión constituye un problema especial de gran interés. Fue relativamente frecuente tanto en la América hispana como en Brasil, y sin duda más común que en Angloamérica, aunque las cifras concretas sólo pueden establecerse mediante una investigación minuciosa. En ninguna parte de la América española existían restricciones legales al derecho del propietario de liberar a sus esclavos si así lo deseaba .22 Humboldt asegura que, por lo contrario, durante los últimos años del régimen español, la política oficial favorecía la manumisión, aplicando normas legales que la prescribían en casos específicos, por ejemplo, cuando mediaba un tratamiento cruel .23 Pero es probable que las generalizaciones sobre la manumisión y sus efectos conduzcan a conclusiones engañosas. Debemos considerar sus diferentes formas junto con sus diferentes motivaciones. La categoría más frecuente de manumisión en Latinoamérica fue probablemente la compra por el esclavo de su propia libertad .24 Desde el CDFS, III, 554556; Malagón (1956). 21 Ortiz (1916), 363, afirma que la Instrucción no fue obedecida, pero Torre Revello (1932), 4250, demuestra que teóricamente seguía en vigor. Véase también Petit Muñoz (1947), 7989; Depons (1960), I, 113. 22 Davis (1966), 262 y sigs.; Jaramillo Uribe (1963), 2930; Depons (1960), I, 114115; Tannenbaum (1947). Una viajera sueca que visitó América del Sur y Cuba hacia 1850 encontró que los esclavos cubanos conseguían dinero para comprar su libertad más fácilmente que los esclavos de los Estados Unidos. Por otra parte, los esclavos cubanos de las plantaciones eran explotados más duramente y su situación general era “mucho peor” . Bremer (18 53 ), I II , 109 y sigs. 23 Humboldt ( 19 41 ), I I, 138139. Violando el “ acuerdo de caballeros” entre los propietarios de esclavos del Caribe, el rey de España decidió en 1773 que cierto número de fugitivos que llegaron a Trinidad desde el Tobago británico y Essequibo holandés fueran liberados en lugar de restituidos a sus propietar ios; deb ían emplearse como jornaleros libres. Saco (1938), II, 286288. Es más bien obvio que los españoles intentaron de este modo atraer brazos desde las colonias de las otras potencias. 24 Entre las manumisiones concedidas en Mendoza, Argentina, durante la primera mitad del siglo xix, la mayoría lo fueron “por compra” o condicionales; sólo 20
de gratitud y aprecio .30 Debemos llegar a la conclusión de que las razones para otorgar la manumisión gratuita variaban mucho, y que por ello las generalizaciones son imposibles. Finalmente, estaba la manumisión condicional, que solía modificar muy poco la situación del negro o del mulato. Esto se aplica por igual a las manumisiones individuales como a las que resultaban de medidas abolicionistas. En Paraguay, durante el siglo x v i i i , los esclavos manumitidos quedaban a cargo de algún “español” que tributaba por ellos la suma que debían entregar a las autoridades, pero se beneficiaban con su trabajo “como si fuesen sus esclavos ”.31 En Venezuela, el conde de Tovar, en el siglo x v i i i , manumitió a una gran cantidad de esclavos, haciéndolos sus inquilinos. De este modo, un historiador venezolano afirma: “el latifundista... se libraba de los gastos relacionados con su
tratamiento de los esclavos en la América hispana representa claramente un enfoque humanitario e incluso protector .13 Pero éste fue el primer esfuerzo por formular una legislación coherente sobre la esclavitud, y las leyes anteriores referentes a esta cuestión eran princ ipalme nte represivas, incluso aunque no faltaban en ellas algunos pasajes más benignos.14 La legislación brasileña siguió siendo fragmentaria y contradictoria .15 Pero lo importante, desde luego, es que el contenido humanitario de las leyes se aplicara o no. Ya en 1904 el historiador norteamericano E. G. Bourne escribió lo siguiente: “Sobre la humanidad relativa de las leyes españolas no queda duda, pero decidir si los esclavos españoles eran más afectuosamente tratados que los franceses o ingleses es una cuestión diferente y más difícil .” 16 Todo estudioso de la historia colonial latinoamericana ha tenido amplias oportunidades de observar qué arduo fue siempre aplicar cualquier tipo de legislación resistida por alguna corporación o grupo de influencia más o menos poderoso. De modo que parece dudoso que hayan podido tener éxito normas legales que restringían la libertad de acción de quienes poseían propiedad Immana —prácticamente todos los individuos y corporaciones influyen tes de la sociedad—. Nada menos que un testigo como Alexander von I himboldt subrayó también la impotencia de las autoridades españolas ni respecto, llegando a la conclusión de que “nada es más ilusorio que el tan ensalzado efecto de esas leyes que prescriben la forma del látigo v el número de golpes que se permite dar de una vez ”.17 La instrucción do 1789 autorizó a los sacerdotes y a inspectores especiales a recoger denuncias secretas de los esclavos sobre abusos y mal tratamiento; la documentación legal conservada demuestra que las autoridades estaban ni tanto de muchos de los abusos que ocurrían .18 Pero desde el cono r¡miento hasta la acción eficiente había un trecho muy largo. Como la Instrucción de 1789 ha llegado a ocupar una posición clave e n l a discusión, sería bueno tener presente el contexto en el cual fue l>¡omulgada. Está íntimamente relacionada con los esfuerzos de la Cor o n a por extender la esclavitud en las posesiones de ultramar, y reemplazar el sistema obsoleto de asientos por el libre tráfico de esclavos, asegurando un mejor abastecimiento .19 En la mayor parte de la América '« CDFS, III, 643652. 14 Un decreto real de 1540 ordenó a las Audiencias que atendieran las quejas de Ii". esclavos que afirmaban tener derecho a ser liberados; fue incorporado a R l ( 1(180), VIIV8. Algunas ordenanzas del siglo xvn sobre el buen tratamiento ■I' linio a los esclavos están en H D M , I, 237240. Otras leyes sobre la esclavitud se nni iuintran en CDFS, passim. ' ■ lloxer (19 63), 107. 111 Bourne (196 2), 281. King (194 5), 310, afirma que sólo llegaron a ser efec llvns las providencias coincidentes con la actitud popular hacia la esclavitud. i' Ilumboldt (1956), II, 105. ri Juramillo Uribe (1963), 2325, 3035. La compra de un esclavo que padecía i nli'imod ades o vicios desco nocidos por el comp rador se podía anular legalmente. 1 .....i lo demuestra Massini Ezcurra (1961), los registros sobre tales casos pueden llir.lmr la situación de los esclavos y el tratamiento que recibían. 111 Klng (19 44); Villalobos (1962 ).
punto de vista legal, todo lo que producía el esclavo pertenecía al propietario,2'’ pero por costumbre y tradición se permitía que aquél retuviera algunos ahorros, producto de lo que cultivaba o ganaba en días feriados, y otros ingresos por el e stilo: en latín, su pe cu liu m . Esta constituía la base de la compra de sí mismo. La “coartación” fue una institución interesante, de origen cubano, posteriormente extendida a otros territorios. Una vez fijado el precio de la compra de sí mismo, con o sin arbitraje por parte de un tribunal, el pago se realizaba en cuotas. Si ■‘1 esclavo cambiaba de amo, el nuevo propietario debía respetar la coartación y descontar los pagos ya realizados del precio de la libertad. La pretensión de que las madres esclavas en coartación liberaran a los Ilijos menores sin un pago adicional, fue rechazada por el Consejo de Indias en 1788. La medida se debió a que lo contrario hubiera disminuido las entradas en concepto de alcabala y se habrían reducido el poder y el control de los amos .26 En Brasil, a pesar de las manumisiones acostumbradas, sólo en 1871 los amos quedaron legalmente obligados a aceptar la compra de si mismo por un esclavo, a su precio de mercado. La compra de su libertad por el esclavo podía también beneficiar a I('iceros. A veces, una tercera parte adela ntaba e l din ero necesario a Miisini (1962), 5559. "" CDFS, III, 647. El cronista de Potosí, Arzanz y Orsúa (muerto en 1736) limilili'n critica este tipo de manumisión, CXLVIII. 111 lluntlde y Ferná ndez ( 19 55 ), 99. •
ii
ii
.
süvientes o incluso principalmente como signos de prestigio social. El número de lacayos negros que acompañaban al propietario en la calle era más un símbolo de status que cualquier otra cosa. En las plantaciones, los esclavos domésticos, brillantemente retratados por Freyre, constituían la pequeña élite privilegiada de la masa servil. Los esclavos manumitidos en los testamentos deben haber sido por lo general domésticos.34 Entre los esclavos urbanos, aunque también había muchos sirvientes domésticos, se contaban artesanos y trabajadores no calificados. El mejor modo de obtener beneficio de ellos consistía en alquilarlos o permitirles que trabajaran por cuenta propia, obligándolos a pagar una renta fija al propietario. Las oportunidades que tenían de comprar su libertad eran comparativamente buenas en ese caso, pero estaban sujetos a una
hispana, hasta esa época, los esclavos negros por lo general habían sido sirvientes domésticos. La Corona española quería hacer de la esclavitud la base de la agricultura de plantación, según el modelo francés de Santo Domingo. Bastante naturalmente, la instrucción se inspiró en algunas partes del Code Noir francés de 1685. Por razones en parte humanitarias, la esclavitud fue algo humanizada, pero se suponía que lps negros libres podían servir para el mismo fin. Una versión preliminar de la Instrucción subraya claramente que ésta apunta a promover .. la ocupac ión útil y asidua de los negros libres y esclavos en el cultivo de las producciones que necesita la metrópoli. . tanto como la “perfecta subordinación y respeto” de ambas categorías “a los magistrados, a sus señores, y generalmente a toda persona blanca ”.20 No obstante, los rasgos protectores de la Instrucción provocaron una enérgica oposición en las áreas de plantaciones de la América hispana. Si bien no fueron derogadas, como lo sugieren algunos estudiosos, no hay razón para creer que las partes controvertibles de la Instrucción tuvieron una vigencia efectiva (excepto en casos raros ).21 La manumisión constituye un problema especial de gran interés. Fue relativamente frecuente tanto en la América hispana como en Brasil, y sin duda más común que en Angloamérica, aunque las cifras concretas sólo pueden establecerse mediante una investigación minuciosa. En ninguna parte de la América española existían restricciones legales al derecho del propietario de liberar a sus esclavos si así lo deseaba .22 Humboldt asegura que, por lo contrario, durante los últimos años del régimen español, la política oficial favorecía la manumisión, aplicando normas legales que la prescribían en casos específicos, por ejemplo, cuando mediaba un tratamiento cruel .23 Pero es probable que las generalizaciones sobre la manumisión y sus efectos conduzcan a conclusiones engañosas. Debemos considerar sus diferentes formas junto con sus diferentes motivaciones. La categoría más frecuente de manumisión en Latinoamérica fue probablemente la compra por el esclavo de su propia libertad .24 Desde el 20 CDFS, III, 554556; Malagón (1956). 21 Ortiz (1916), 363, afirma que la Instrucción no fue obedecida, pero Torre Revello (1932), 4250, demuestra que teóricamente seguía en vigor. Véase también Petit Muñoz (1947), 7989; Depons (1960), I, 113. 22 Davis (1966), 262 y sigs.; Jaramillo Uribe (1963), 2930; Depons (1960), I, 114115; Tannenbaum (1947). Una viajera sueca que visitó América del Sur y Cuba hacia 1850 encontró que los esclavos cubanos conseguían dinero para comprar su libertad más fácilmente que los esclavos de los Estados Unidos. Por otra parte, los esclavos cubanos de las plantaciones eran explotados más duramente y su situación general era “mucho peor” . Bremer (18 53 ), I II , 109 y sigs. 23 Humboldt ( 19 41 ), I I, 138139. Violando el “ acuerdo de caballeros” entre los propietarios de esclavos del Caribe, el rey de España decidió en 1773 que cierto número de fugitivos que llegaron a Trinidad desde el Tobago británico y Essequibo holandés fueran liberados en lugar de restituidos a sus propietar ios; deb ían emplearse como jornaleros libres. Saco (1938), II, 286288. Es más bien obvio que los españoles intentaron de este modo atraer brazos desde las colonias de las otras potencias. 24 Entre las manumisiones concedidas en Mendoza, Argentina, durante la primera mitad del siglo xix, la mayoría lo fueron “por compra” o condicionales; sólo
de gratitud y aprecio .30 Debemos llegar a la conclusión de que las razones para otorgar la manumisión gratuita variaban mucho, y que por ello las generalizaciones son imposibles. Finalmente, estaba la manumisión condicional, que solía modificar muy poco la situación del negro o del mulato. Esto se aplica por igual a las manumisiones individuales como a las que resultaban de medidas abolicionistas. En Paraguay, durante el siglo x v i i i , los esclavos manumitidos quedaban a cargo de algún “español” que tributaba por ellos la suma que debían entregar a las autoridades, pero se beneficiaban con su trabajo “como si fuesen sus esclavos ”.31 En Venezuela, el conde de Tovar, en el siglo x v i i i , manumitió a una gran cantidad de esclavos, haciéndolos sus inquilinos. De este modo, un historiador venezolano afirma: “el latifundista... se libraba de los gastos relacionados con su mantenimiento, y, se aseguraba, por otra parte, una renta anual fija por el arrendamiento de tierras y mano de obra en la época de cosechas ,32 Las variadas funciones del trabajo esdavo
Incluso en este breve estudio resulta claro que las generalizaciones corrientes sobre la esclavitud en Latinoamérica (formuladas con frecuencia por comparación con las condiciones en las otras partes del Nuevo Mundo) se resienten de simplificación y de confusiones peligrosas entre los principios legales y la realidad social. El hecho de que la religión, la nacionalidad y la ciudadanía de un propietario de esclavos lo hicieran más o menos cruel en el tratamiento que les daban es algo que definida- mente no ha sido probado. El hecho objetivo es que la esclavitud constituye una institución inhumana (aun cuando haya sido sancionada desde tiempo inmemorial en las diversas culturas), que implica el poder absoluto de una persona sobre otra, y el poder absoluto invariablemente corrompe. Pero veamos ahora si otro tipo de enfoque nos puede proporcionar una mayor comprensión de la esclavitud negra en sus versiones latinoamericanas. Analizando las diferentes funciones del trabajo esclavo podemos diferenciar cierto número de categorías, según el tratamiento y las oportunidades de evasión .33 Los más favorecidos eran los esclavos domésticos, conservados como 30 Un ejemplo pintoresco de manumisión por gracia se narra en Díaz Soler (1953), 231232. 31 Carvalho Neto (19 62 ), 44, 49. Los manumitidos por leyes de “ libertad de vientres” conseguían, a lo sumo, una semilibertad. En la Argentina eran incluso vendidos por “los años de servicio que fija la ley”. Masini (1962), 53. 32 Brito Figueroa (1960), 112113. Cf. Carrera Damas (1965). A veces la manumisión influyó en la distribución de la población negra. En Puerto Rico, en 1867, los esclavos estaban concentrados en los cinco centros de agricultura de plantación a lo largo de la costa, mientras que los libres fueron hacia el interior. Zelinsky (1949), 212214. 33 La importancia de este enfoque fue comprendida por Humboldt que escribió: “ ¡Qué distancia entre el esclavo que sirve en la casa de un hombre rico en La Habana y en Kingston, o que trabaja por su cuenta . . . y el esclavo sujeto a un ingenio de azúcar!... Al calesero se le amenaza con el cafetal, al que trabaja en el cafetal, con el ingenio de azúcar.” Humboldt (1960), 284.
Alto Perú (la actual Bolivia). Por otra parte, eran empleados en Nueva Granada (ahora Colombia) y en Minas Gerais, Brasil, porque allí no se contaba con mano de obra indígena. A pesar de todas sus penurias en esos lugares, los negros también gozaron en ellos de posibilidades relativamente buenas para ahorrar dinero que les permitiera comprar la libertad —si sobrevivían —.38 En el Brasil y en el Caribe español, la mayor parte de los esclavos eran empleados en la agricultura comercial. Algunos se ocupaban en las haciendas de las tierras altas, por lo general como supervisores, traba jadores calific ados o artesanos, pe ro los es clavos constituían la masa de la fuerza de trabajo solamente en las plantaciones de la costa. La capitalización relativamente alta y los beneficios que brindaban las plantaciones hacían posible el empleo en gran escala de esta mano de obra costosa.39 El trabajo en el campo fue siempre duro. Pero es riesgoso generalizar incluso sobre la esclavitud de plantación, porque la cosecha,
punto de vista legal, todo lo que producía el esclavo pertenecía al propietario,2'’ pero por costumbre y tradición se permitía que aquél retuviera algunos ahorros, producto de lo que cultivaba o ganaba en días feriados, y otros ingresos por el e stilo: en latín, su pe cu liu m . Esta constituía la base de la compra de sí mismo. La “coartación” fue una institución interesante, de origen cubano, posteriormente extendida a otros territorios. Una vez fijado el precio de la compra de sí mismo, con o sin arbitraje por parte de un tribunal, el pago se realizaba en cuotas. Si ■‘1 esclavo cambiaba de amo, el nuevo propietario debía respetar la coartación y descontar los pagos ya realizados del precio de la libertad. La pretensión de que las madres esclavas en coartación liberaran a los Ilijos menores sin un pago adicional, fue rechazada por el Consejo de Indias en 1788. La medida se debió a que lo contrario hubiera disminuido las entradas en concepto de alcabala y se habrían reducido el poder y el control de los amos .26 En Brasil, a pesar de las manumisiones acostumbradas, sólo en 1871 los amos quedaron legalmente obligados a aceptar la compra de si mismo por un esclavo, a su precio de mercado. La compra de su libertad por el esclavo podía también beneficiar a I('iceros. A veces, una tercera parte adela ntaba e l din ero necesario a Miisini (1962), 5559. "" CDFS, III, 647. El cronista de Potosí, Arzanz y Orsúa (muerto en 1736) limilili'n critica este tipo de manumisión, CXLVIII. 111 lluntlde y Ferná ndez ( 19 55 ), 99. •
ii
ii
.
süvientes o incluso principalmente como signos de prestigio social. El número de lacayos negros que acompañaban al propietario en la calle era más un símbolo de status que cualquier otra cosa. En las plantaciones, los esclavos domésticos, brillantemente retratados por Freyre, constituían la pequeña élite privilegiada de la masa servil. Los esclavos manumitidos en los testamentos deben haber sido por lo general domésticos.34 Entre los esclavos urbanos, aunque también había muchos sirvientes domésticos, se contaban artesanos y trabajadores no calificados. El mejor modo de obtener beneficio de ellos consistía en alquilarlos o permitirles que trabajaran por cuenta propia, obligándolos a pagar una renta fija al propietario. Las oportunidades que tenían de comprar su libertad eran comparativamente buenas en ese caso, pero estaban sujetos a una gran explotación, en especial por parte de propietarios pobres. Un viajero norteamericano que visitó Río de Janeiro en 1846 informa que liabía allí “centenares y centenares de familias que tienen uno o dos esclavos de cuyas ganancias viven ”.35 Desde Caracas, un funcionario ( ¡vil español informó en 1715 que los esclavos eran despachados por amos y obligados a ganar dos o tres reales diarios. Puesto que falm i s laban oportunidades de trabajo, continúa, esto convirtió a los hombres i n ladrones y a las mujeres en prostitutas. También está documentado con referencia a otras partes que los amos empleaban a las esclavas para la prostitución .36 La estancia ganadera también modeló la esclavitud de acuerdo con mis funciones. Los esclavos podían trabajar con el ganado sólo si se les dejaba alguna libertad de movimiento y contaban con alguna confianza. I'ai consecuencia, parece que esta categoría de esclavos fue relativamente bien tratada .37 Por otra parte, las condiciones existentes en las minas eran muy duras, ¡unto para el esclavo como para el trabajador indio. Pero la mano de obra india era por lo general más abundante e incomparablemente más luí ruta, de modo que los esclavos negros se emplearo n m uy lim itada niente en los distritos mineros de América latina. En una ocasión, las autoridades, considerando las horriblemente altas cifras de mortalidad de los indios mitayos de las minas de Potosí, sugirieron la introducción de esclavos negros, porque entendían que su alto precio les aseguraría un mejor tratamiento. Esta fue precisamente la razón por la cual la mano de o!>ra negra nunca se empleó extensamente en el distrito minero del "* l'Veyro (1950 ); W olff (1964), 166; Arzanz y Orsúa (1965), C XL VIII . lm <’urdozo (1960 1961 ), 251252, citando a T. Ewbank. En Brasil, los esclavos l<11 1 11inl( is se llamaban negros de aluguel; los que trabajaban por su cuenta, negros ih< mulio. Carneiro (1964), 810. Véase también HarthTerré y Márquez Abanto ( 10(1.1), 4648. Para la pesca de perlas se empleaba el mismo sistema. luán y l 'IimI (10 53 ), 418419. En Domíng uez Ortiz (19 52 ), 385386, se describe un i i i l m t o hispano. Hurgcs ( 1963), 138139. Véase también Jaramillo Uribe (1963), 32; Santa ChImi.IIs (1956), I, 44. (lardoso (1962), 136139. Era fácil escapar de las estancias, Davidson ( 1 9 6 6 ) ,
trabajo al que estaban sometidos los esclavos se originaba en la estructura de la economía de plantación. Los esclavos con frecuencia representaban más de la mitad de la inversión total de la plantación; inversión inelástioa que solamente rendía beneficios si se los mantenía I rabajando.43 El ritmo de reproducción biológica de los esclavos era muy lento, probablemente debido a factores psicológicos ,44 pero también a causa del mal tratamiento sufrido por las esclavas embarazadas. La “cría de esclavos” sistemática en Virginia y Carolina del Sur para las plantaciones de algodón ubicadas más al sudoeste ,45 parece no haber tenido equivalente en América latina. En la medida en que resultaba posible reponer el stock de esclavos importándolos o comprándolos a otros propietarios, los esclavócratas de la América latina lo preferían a promover la reproducción y a perder días de trabajo por embarazo de las esclavas, etcétera. La cortedad de miras de los propietarios de esclavos
de gratitud y aprecio .30 Debemos llegar a la conclusión de que las razones para otorgar la manumisión gratuita variaban mucho, y que por ello las generalizaciones son imposibles. Finalmente, estaba la manumisión condicional, que solía modificar muy poco la situación del negro o del mulato. Esto se aplica por igual a las manumisiones individuales como a las que resultaban de medidas abolicionistas. En Paraguay, durante el siglo x v i i i , los esclavos manumitidos quedaban a cargo de algún “español” que tributaba por ellos la suma que debían entregar a las autoridades, pero se beneficiaban con su trabajo “como si fuesen sus esclavos ”.31 En Venezuela, el conde de Tovar, en el siglo x v i i i , manumitió a una gran cantidad de esclavos, haciéndolos sus inquilinos. De este modo, un historiador venezolano afirma: “el latifundista... se libraba de los gastos relacionados con su mantenimiento, y, se aseguraba, por otra parte, una renta anual fija por el arrendamiento de tierras y mano de obra en la época de cosechas ,32 Las variadas funciones del trabajo esdavo
Incluso en este breve estudio resulta claro que las generalizaciones corrientes sobre la esclavitud en Latinoamérica (formuladas con frecuencia por comparación con las condiciones en las otras partes del Nuevo Mundo) se resienten de simplificación y de confusiones peligrosas entre los principios legales y la realidad social. El hecho de que la religión, la nacionalidad y la ciudadanía de un propietario de esclavos lo hicieran más o menos cruel en el tratamiento que les daban es algo que definida- mente no ha sido probado. El hecho objetivo es que la esclavitud constituye una institución inhumana (aun cuando haya sido sancionada desde tiempo inmemorial en las diversas culturas), que implica el poder absoluto de una persona sobre otra, y el poder absoluto invariablemente corrompe. Pero veamos ahora si otro tipo de enfoque nos puede proporcionar una mayor comprensión de la esclavitud negra en sus versiones latinoamericanas. Analizando las diferentes funciones del trabajo esclavo podemos diferenciar cierto número de categorías, según el tratamiento y las oportunidades de evasión .33 Los más favorecidos eran los esclavos domésticos, conservados como 30 Un ejemplo pintoresco de manumisión por gracia se narra en Díaz Soler (1953), 231232. 31 Carvalho Neto (19 62 ), 44, 49. Los manumitidos por leyes de “ libertad de vientres” conseguían, a lo sumo, una semilibertad. En la Argentina eran incluso vendidos por “los años de servicio que fija la ley”. Masini (1962), 53. 32 Brito Figueroa (1960), 112113. Cf. Carrera Damas (1965). A veces la manumisión influyó en la distribución de la población negra. En Puerto Rico, en 1867, los esclavos estaban concentrados en los cinco centros de agricultura de plantación a lo largo de la costa, mientras que los libres fueron hacia el interior. Zelinsky (1949), 212214. 33 La importancia de este enfoque fue comprendida por Humboldt que escribió: “ ¡Qué distancia entre el esclavo que sirve en la casa de un hombre rico en La Habana y en Kingston, o que trabaja por su cuenta . . . y el esclavo sujeto a un ingenio de azúcar!... Al calesero se le amenaza con el cafetal, al que trabaja en el cafetal, con el ingenio de azúcar.” Humboldt (1960), 284.
Alto Perú (la actual Bolivia). Por otra parte, eran empleados en Nueva Granada (ahora Colombia) y en Minas Gerais, Brasil, porque allí no se contaba con mano de obra indígena. A pesar de todas sus penurias en esos lugares, los negros también gozaron en ellos de posibilidades relativamente buenas para ahorrar dinero que les permitiera comprar la libertad —si sobrevivían —.38 En el Brasil y en el Caribe español, la mayor parte de los esclavos eran empleados en la agricultura comercial. Algunos se ocupaban en las haciendas de las tierras altas, por lo general como supervisores, traba jadores calific ados o artesanos, pe ro los es clavos constituían la masa de la fuerza de trabajo solamente en las plantaciones de la costa. La capitalización relativamente alta y los beneficios que brindaban las plantaciones hacían posible el empleo en gran escala de esta mano de obra costosa.39 El trabajo en el campo fue siempre duro. Pero es riesgoso generalizar incluso sobre la esclavitud de plantación, porque la cosecha, las condiciones del mercado, la tecnología, la capitalización y otros factores modificaban la vida del esclavo. Al aumentar la capitalización y los beneficios, el paternalismo —si es que hubo alguno— tendió a disminuir.40 En consecuencia, parece que las condiciones de vida de los esclavos cubanos en 1860, durante el boom del azúcar, fueron peores que en 1780, antes de que este producto llegara a dominar la economía de la isla. Y la situación deteriorante de los recursos humanos, tanto esclavos como libres, en Puerto Bico durante la primera mitad del siglo xix, contrasta con las condiciones más favorables de la económicamente deprimida Jamaica, donde antes había habido una variedad de esclavitud en extremo penosa. En el Brasil del siglo xix, los esclavos de las fa- zendas del nordeste, con su economía azucarera en depresión, gozaron aparentemente de condiciones superiores a las de sus hermanos empleados en las empresas cafeteras dinámicas y en expansión del valle de Paraíba, más al sur .41
süvientes o incluso principalmente como signos de prestigio social. El número de lacayos negros que acompañaban al propietario en la calle era más un símbolo de status que cualquier otra cosa. En las plantaciones, los esclavos domésticos, brillantemente retratados por Freyre, constituían la pequeña élite privilegiada de la masa servil. Los esclavos manumitidos en los testamentos deben haber sido por lo general domésticos.34 Entre los esclavos urbanos, aunque también había muchos sirvientes domésticos, se contaban artesanos y trabajadores no calificados. El mejor modo de obtener beneficio de ellos consistía en alquilarlos o permitirles que trabajaran por cuenta propia, obligándolos a pagar una renta fija al propietario. Las oportunidades que tenían de comprar su libertad eran comparativamente buenas en ese caso, pero estaban sujetos a una gran explotación, en especial por parte de propietarios pobres. Un viajero norteamericano que visitó Río de Janeiro en 1846 informa que liabía allí “centenares y centenares de familias que tienen uno o dos esclavos de cuyas ganancias viven ”.35 Desde Caracas, un funcionario ( ¡vil español informó en 1715 que los esclavos eran despachados por amos y obligados a ganar dos o tres reales diarios. Puesto que falm i s laban oportunidades de trabajo, continúa, esto convirtió a los hombres i n ladrones y a las mujeres en prostitutas. También está documentado con referencia a otras partes que los amos empleaban a las esclavas para la prostitución .36 La estancia ganadera también modeló la esclavitud de acuerdo con mis funciones. Los esclavos podían trabajar con el ganado sólo si se les dejaba alguna libertad de movimiento y contaban con alguna confianza. I'ai consecuencia, parece que esta categoría de esclavos fue relativamente bien tratada .37 Por otra parte, las condiciones existentes en las minas eran muy duras, ¡unto para el esclavo como para el trabajador indio. Pero la mano de obra india era por lo general más abundante e incomparablemente más luí ruta, de modo que los esclavos negros se emplearo n m uy lim itada niente en los distritos mineros de América latina. En una ocasión, las autoridades, considerando las horriblemente altas cifras de mortalidad de los indios mitayos de las minas de Potosí, sugirieron la introducción de esclavos negros, porque entendían que su alto precio les aseguraría un mejor tratamiento. Esta fue precisamente la razón por la cual la mano de o!>ra negra nunca se empleó extensamente en el distrito minero del "* l'Veyro (1950 ); W olff (1964), 166; Arzanz y Orsúa (1965), C XL VIII . lm <’urdozo (1960 1961 ), 251252, citando a T. Ewbank. En Brasil, los esclavos l<11 1 11inl( is se llamaban negros de aluguel; los que trabajaban por su cuenta, negros ih< mulio. Carneiro (1964), 810. Véase también HarthTerré y Márquez Abanto ( 10(1.1), 4648. Para la pesca de perlas se empleaba el mismo sistema. luán y l 'IimI (10 53 ), 418419. En Domíng uez Ortiz (19 52 ), 385386, se describe un i i i l m t o hispano. Hurgcs ( 1963), 138139. Véase también Jaramillo Uribe (1963), 32; Santa ChImi.IIs (1956), I, 44. (lardoso (1962), 136139. Era fácil escapar de las estancias, Davidson ( 1 9 6 6 ) ,
trabajo al que estaban sometidos los esclavos se originaba en la estructura de la economía de plantación. Los esclavos con frecuencia representaban más de la mitad de la inversión total de la plantación; inversión inelástioa que solamente rendía beneficios si se los mantenía I rabajando.43 El ritmo de reproducción biológica de los esclavos era muy lento, probablemente debido a factores psicológicos ,44 pero también a causa del mal tratamiento sufrido por las esclavas embarazadas. La “cría de esclavos” sistemática en Virginia y Carolina del Sur para las plantaciones de algodón ubicadas más al sudoeste ,45 parece no haber tenido equivalente en América latina. En la medida en que resultaba posible reponer el stock de esclavos importándolos o comprándolos a otros propietarios, los esclavócratas de la América latina lo preferían a promover la reproducción y a perder días de trabajo por embarazo de las esclavas, etcétera. La cortedad de miras de los propietarios de esclavos de la zona surcentral de Brasil se refleja en el cálculo de la “durabilidad” promedio del esclavo que llegaba a las plantaciones hacia 1850: aproximadamente diez años .48 Si esta cifra es correcta, las condiciones eran realmente horribles. La ausencia o la debilidad de los lazos familiares y comunitarios de los esclavos eran, por supuesto, un resultado intencional de la situación tic esclavitud. Seguía habiendo una falta de equilibrio entre los sexos. En el distrito cafetero del valle de Paraíba, estudiado por Stanley Stein, (•I 77 por ciento de los esclavos en la década de 1820 eran hombres .47 Sólo a partir de 1869 se prohibió la venta separada de esposo, esposa e hijos menores, pero incluso entonces el matrimonio de esclavos requería el permiso previo del propietario .48 E p a ta s circunstancias, el cruzamiento entre amos y esclavas ocurría necesariamente en todos los~fi> gares donde se mantenía a los negros en cautiverio. La medida en que <1 fenómeno sea característico de las plantacionesbrasileñas o de otras zonas de Latinoamérica es difícil de evaluar, y no se trata de una
El medio del esclavo
Los castigos crueles, siempre normales en el ambiente de la plantación, podrían explicarse principalmente como causados por el temor mutuo de amos y esclavos. Es extraño que el interés económico del propietario no salvara al esclavo del ajusticiamiento. Bealizando esta misma observación, Humboldt menciona un plantero de Curiaco, Venezuela, que azotó a dos de sus ocho esclavos hasta causarles la muerte y pronto perdió a otros cuatro por su tratamiento descuidado .42 Pero el excesivo 88 Boxer (19 62 ), 173178; W ol ff (19 64 ), 163164; Jaramillo Uribe (1 963 ). Cuando la minería declinó en Minas Gerais, hubo manumisiones en gran escala. Carneiro (1964), 25. 39 Wo lf y Mintz (19 57 ), 390, define las haciendas y las plantaciones. 40 Harris (1965), 45. 41 Morse (1964), 9; Mintz (1959), 273281; StehTTl957), passim. 42<(Humboldt (1956), V, 105106. Según las palabras de Jaramillo Uribe (1963), 31, . . la sociedad neograna dina esclavista era una sociedad cargada de tensio
cuestión muy interesante. Resulta claro que el abuso por parte del amo de las mujeres colocadas bajo su control no tiene nada que ver con una falta de prejuicio racial ,49 según algunos autores influyentes han tratado de hacernos creer. Lo mismo se aplica a su religión. Las relaciones sexuales en las plantaciones de los calvinistas holandeses de Su rinam eran muy similares a las de los católicos portugueses del nordeste brasileño.50 Negar que la promiscuidad de las plantaciones fuera exclusiva de América latina no implica afirmar que careció de importancia. Los niños nacidos de uniones amoesclavas muy frecuentemente, pero (como ya lo hemos subrayado) no siempre eran manumitidos. Las relaciones sexuales también creaban una trama de lazos sutiles entre la casa de los amos (o casa grande de la faz en da brasileña) y la choza de los esclavos (o senzala ), nunca mejor descriptas que en las obras de Gilberto Freyre. Más o menos abandonado por la Iglesia, el mundo de la plantación
lies, conflicto s y odios” . Las cicatrices que presentaban en el cuerpo los esclavos v otros signos analogos testimoniaban la crueldad con que se los trataba, según l'rcyre (1963b), 220. Es posible que los esclavos fueran más duramente reprimidos durante el último período de la esclavitud, Cardoso ( 19 62) , 272. Sobre la Argentina, por lo contrario, el sueco Graaner (1 94 9), 37, informó en 1816: “Por l<> que respecta a los esclavos, el español americano es, acaso, demasiado indúl jante, a punto de que puede verse a los esclavos alternando con sus amos, sobre lodo desde que el comercio de negros fue completamente abolido . . . ” Stein (1957), 225. II Cf. T. Mathews en 1PGH (1961), 94. Incluso en las haciendas bien administradas el índice de natalidad entre los esclavos parece haber sido mucho más I>ujo que entre los negros libres. Garzón Maceda y Dorflinger (1962). 15 Sobre este tema, véase Conrad y Meyer (19 64 ), 43114. III Straten Ponthoz (1854), III, 116. Cf. Davis (1966), 232233. 17 Stein (195 7), 76-77, 155156; Aguirre Beltrán en PA U (1957), 70. En I /7(!, en Minas Gerais había 117.171 negros varones, pero solamente 49.824 negras. Machado Filho (1943), 25. Los propietarios de esclavos pobres con frecuencia pusoínn sólo un par de hombres, puesto que las tareas hogareñas eran realizadas por el ama de casa. Cardoso e Ianni (1960), 29, 6869. 4H Bastide y Fernandes (1 95 5), 98.
Hacia la abolición
El cambio radical en la actitud británica hacia el tráfico de esclavos y la esclavitud misma durante la primera parte del siglo xix obedeció a un complejo de motivaciones económicas, políticas y humanitarias. Habiendo prohibido a los súbditos ingleses que participaran en el tráfico de esclavos en el año 1807, Gran Bretaña pronto intentó forzar a otras naciones a seguir su ejemplo. El resultado en América latina fue una larga serie de tratados entre las nuevas naciones y el Reino Unido, que apuntaban a abolir la importación de esclavos .55 En algunos casos, los países signatarios hispanoamericanos ya habían decretado la abolición por sí, o por lo menos iniciado el proceso correspondiente. Pero se encontró resistencia en los países donde la esclavitud todavía era económicamente importante: Perú, España (que representaba a Cuba) y, por
Alto Perú (la actual Bolivia). Por otra parte, eran empleados en Nueva Granada (ahora Colombia) y en Minas Gerais, Brasil, porque allí no se contaba con mano de obra indígena. A pesar de todas sus penurias en esos lugares, los negros también gozaron en ellos de posibilidades relativamente buenas para ahorrar dinero que les permitiera comprar la libertad —si sobrevivían —.38 En el Brasil y en el Caribe español, la mayor parte de los esclavos eran empleados en la agricultura comercial. Algunos se ocupaban en las haciendas de las tierras altas, por lo general como supervisores, traba jadores calific ados o artesanos, pe ro los es clavos constituían la masa de la fuerza de trabajo solamente en las plantaciones de la costa. La capitalización relativamente alta y los beneficios que brindaban las plantaciones hacían posible el empleo en gran escala de esta mano de obra costosa.39 El trabajo en el campo fue siempre duro. Pero es riesgoso generalizar incluso sobre la esclavitud de plantación, porque la cosecha, las condiciones del mercado, la tecnología, la capitalización y otros factores modificaban la vida del esclavo. Al aumentar la capitalización y los beneficios, el paternalismo —si es que hubo alguno— tendió a disminuir.40 En consecuencia, parece que las condiciones de vida de los esclavos cubanos en 1860, durante el boom del azúcar, fueron peores que en 1780, antes de que este producto llegara a dominar la economía de la isla. Y la situación deteriorante de los recursos humanos, tanto esclavos como libres, en Puerto Bico durante la primera mitad del siglo xix, contrasta con las condiciones más favorables de la económicamente deprimida Jamaica, donde antes había habido una variedad de esclavitud en extremo penosa. En el Brasil del siglo xix, los esclavos de las fa- zendas del nordeste, con su economía azucarera en depresión, gozaron aparentemente de condiciones superiores a las de sus hermanos empleados en las empresas cafeteras dinámicas y en expansión del valle de Paraíba, más al sur .41
trabajo al que estaban sometidos los esclavos se originaba en la estructura de la economía de plantación. Los esclavos con frecuencia representaban más de la mitad de la inversión total de la plantación; inversión inelástioa que solamente rendía beneficios si se los mantenía I rabajando.43 El ritmo de reproducción biológica de los esclavos era muy lento, probablemente debido a factores psicológicos ,44 pero también a causa del mal tratamiento sufrido por las esclavas embarazadas. La “cría de esclavos” sistemática en Virginia y Carolina del Sur para las plantaciones de algodón ubicadas más al sudoeste ,45 parece no haber tenido equivalente en América latina. En la medida en que resultaba posible reponer el stock de esclavos importándolos o comprándolos a otros propietarios, los esclavócratas de la América latina lo preferían a promover la reproducción y a perder días de trabajo por embarazo de las esclavas, etcétera. La cortedad de miras de los propietarios de esclavos de la zona surcentral de Brasil se refleja en el cálculo de la “durabilidad” promedio del esclavo que llegaba a las plantaciones hacia 1850: aproximadamente diez años .48 Si esta cifra es correcta, las condiciones eran realmente horribles. La ausencia o la debilidad de los lazos familiares y comunitarios de los esclavos eran, por supuesto, un resultado intencional de la situación tic esclavitud. Seguía habiendo una falta de equilibrio entre los sexos. En el distrito cafetero del valle de Paraíba, estudiado por Stanley Stein, (•I 77 por ciento de los esclavos en la década de 1820 eran hombres .47 Sólo a partir de 1869 se prohibió la venta separada de esposo, esposa e hijos menores, pero incluso entonces el matrimonio de esclavos requería el permiso previo del propietario .48 E p a ta s circunstancias, el cruzamiento entre amos y esclavas ocurría necesariamente en todos los~fi> gares donde se mantenía a los negros en cautiverio. La medida en que <1 fenómeno sea característico de las plantacionesbrasileñas o de otras zonas de Latinoamérica es difícil de evaluar, y no se trata de una
El medio del esclavo
Los castigos crueles, siempre normales en el ambiente de la plantación, podrían explicarse principalmente como causados por el temor mutuo de amos y esclavos. Es extraño que el interés económico del propietario no salvara al esclavo del ajusticiamiento. Bealizando esta misma observación, Humboldt menciona un plantero de Curiaco, Venezuela, que azotó a dos de sus ocho esclavos hasta causarles la muerte y pronto perdió a otros cuatro por su tratamiento descuidado .42 Pero el excesivo 88 Boxer (19 62 ), 173178; W ol ff (19 64 ), 163164; Jaramillo Uribe (1 963 ). Cuando la minería declinó en Minas Gerais, hubo manumisiones en gran escala. Carneiro (1964), 25. 39 Wo lf y Mintz (19 57 ), 390, define las haciendas y las plantaciones. 40 Harris (1965), 45. 41 Morse (1964), 9; Mintz (1959), 273281; StehTTl957), passim. 42<(Humboldt (1956), V, 105106. Según las palabras de Jaramillo Uribe (1963), 31, . . la sociedad neograna dina esclavista era una sociedad cargada de tensio
cuestión muy interesante. Resulta claro que el abuso por parte del amo de las mujeres colocadas bajo su control no tiene nada que ver con una falta de prejuicio racial ,49 según algunos autores influyentes han tratado de hacernos creer. Lo mismo se aplica a su religión. Las relaciones sexuales en las plantaciones de los calvinistas holandeses de Su rinam eran muy similares a las de los católicos portugueses del nordeste brasileño.50 Negar que la promiscuidad de las plantaciones fuera exclusiva de América latina no implica afirmar que careció de importancia. Los niños nacidos de uniones amoesclavas muy frecuentemente, pero (como ya lo hemos subrayado) no siempre eran manumitidos. Las relaciones sexuales también creaban una trama de lazos sutiles entre la casa de los amos (o casa grande de la faz en da brasileña) y la choza de los esclavos (o senzala ), nunca mejor descriptas que en las obras de Gilberto Freyre. Más o menos abandonado por la Iglesia, el mundo de la plantación presenció el desarrollo de una peculiar religión sincretista, aunque también el sistema esclavocrático impuso un filtro que muy pocas tradiciones africanas fueron capaces de atravesar .51 El alimento para la subsistencia aparentemente se producía en la plantación misma o era importado, de acuerdo con la conveniencia económica .52 La economía de la plantación estaba íntimamente relacionada con otras economías regionales y exteriores. El no muy sabroso tasajo de Rio Grande do Sul, Rrasil, y del Río de la Plata hispanohablante se destinaba a los estómagos de los esclavos brasileños. Fernando Henrique Cardoso ha descripto las condiciones inhumanas del trabajo esclavo en las charqueadas o saladeros de Rio Grande do Sul. Esta explotación inmisericorde ilustra la debilidad intrínseca del sistema esclavocrático en el siglo xix. En competencia con los saladeros del Río de la Plata que empleaban a jornaleros, las charqueadas de Rio Grande declinaron progresivamente. Puesto que tenían más incentivos, dos trabajadores libres equivalían a tres esclavos. Además, la riesgosa inversión en la vida de un esclavo (con una muy baja expectativa de reproducció n) era mucho más gravosa que los jornales .53 En consecuencia, los sistemas esclavocráticos sólo podían defenderse mientras compitieran entre sí, como ocurrió durante mucho tiempo en la producción de azúcar. Aunque en las Indias Occidentales británicas la esclavitud contribuyó a crear el capital necesario para la industrialización inglesa (según lo demostró Eric Williams), una vez establecido el capitalismo industrial, la esclavitud se convirtió cada vez más en una anomalía tanto económica como social .54
49 Lo enuncia muy bien Harris (19 64) , 68. 50 Lier (1949). B1 Véase, por ejemplo, Warren (19 65) y Aguirr e Beltrán en PA U (1957), 67. 53 Cf. Harris (1964), 46; Stein (1957), 4748; S. Mintz en American Anthro- pologist, LX III (1961), 585. 63 Cardoso (1962), passim. 54 Williams (1944).
de los esfuerzos británicos por reducirla, parece haber alcanzado entre 750.000 y 1.000.000 de individuos .59 Especialmente durante la última decada, cuando era evidente que la esclavitud estaba muriendo, las manumisiones fueron frecuentes. En Brasil, la suspensión del tráfico de esclavos con Africa fue seguida por una intensificación del tráfico de esclavos interno, a través del cual los esclavos del decadente nordeste eran vendidos a los prósperos cafeteros del valle de Paraíba .60 Resumamos ahora las conclusiones a que hemos llegado sobre el intrincado y polémico tema de la esclavitud en América latina. El carácter de esta institución en esa región, como en todas partes, parece haber estado determinado principalmente por la función económica del esclavo. En consecuencia, la esclavitud de plantación tuvo en lo esencial las mismas características en toda América. Si la esclavitud en el medio latinoamericano parece haber sido 'suave”, la explicación se encuentra
lies, conflicto s y odios” . Las cicatrices que presentaban en el cuerpo los esclavos v otros signos analogos testimoniaban la crueldad con que se los trataba, según l'rcyre (1963b), 220. Es posible que los esclavos fueran más duramente reprimidos durante el último período de la esclavitud, Cardoso ( 19 62) , 272. Sobre la Argentina, por lo contrario, el sueco Graaner (1 94 9), 37, informó en 1816: “Por l<> que respecta a los esclavos, el español americano es, acaso, demasiado indúl jante, a punto de que puede verse a los esclavos alternando con sus amos, sobre lodo desde que el comercio de negros fue completamente abolido . . . ” Stein (1957), 225. II Cf. T. Mathews en 1PGH (1961), 94. Incluso en las haciendas bien administradas el índice de natalidad entre los esclavos parece haber sido mucho más I>ujo que entre los negros libres. Garzón Maceda y Dorflinger (1962). 15 Sobre este tema, véase Conrad y Meyer (19 64 ), 43114. III Straten Ponthoz (1854), III, 116. Cf. Davis (1966), 232233. 17 Stein (195 7), 76-77, 155156; Aguirre Beltrán en PA U (1957), 70. En I /7(!, en Minas Gerais había 117.171 negros varones, pero solamente 49.824 negras. Machado Filho (1943), 25. Los propietarios de esclavos pobres con frecuencia pusoínn sólo un par de hombres, puesto que las tareas hogareñas eran realizadas por el ama de casa. Cardoso e Ianni (1960), 29, 6869. 4H Bastide y Fernandes (1 95 5), 98.
Hacia la abolición
El cambio radical en la actitud británica hacia el tráfico de esclavos y la esclavitud misma durante la primera parte del siglo xix obedeció a un complejo de motivaciones económicas, políticas y humanitarias. Habiendo prohibido a los súbditos ingleses que participaran en el tráfico de esclavos en el año 1807, Gran Bretaña pronto intentó forzar a otras naciones a seguir su ejemplo. El resultado en América latina fue una larga serie de tratados entre las nuevas naciones y el Reino Unido, que apuntaban a abolir la importación de esclavos .55 En algunos casos, los países signatarios hispanoamericanos ya habían decretado la abolición por sí, o por lo menos iniciado el proceso correspondiente. Pero se encontró resistencia en los países donde la esclavitud todavía era económicamente importante: Perú, España (que representaba a Cuba) y, por sobre todo, Brasil. Después de haber resistido una presión creciente durante muchos años, el gobierno imperial de Brasil suprimió el tráfico de esclavos por obra de la ley de Eusébio de Quiroz promulgada en 1850. Un estudioso brasileño ha propuesto la explicación de que esta ley fue políticamente factible y entró en vigencia debido a que implicaba la suspensión de las deudas que los terratenientes habían contraído con los proveedores de esclavos .56 La quiebra del comercio de esclavos significó prácticamente la sentencia de muerte para la esclavitud, a causa del bajo índice de natalidad de la población esclava, pero la institución no se extinguió hasta que transcurrieron otras dos décadas en Cuba y 38 años en Brasil. Durante la década de 1850, la esclavitud fue abolida en Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú. Esta abolición fue también completada en la Argentina y Uruguay. En México, América Central y Chile ya había desaparecido. En Brasil el proceso fue lento y tuvo lugar por etapas: la ley de Rio Branco, que libe ró a los niños esclavos nacidos después del 28 de setiembre de 1871; la ley de los sexagenarios, promulgada en 1885, y la abolición universal sin compensación a los propietarios en el glorioso Treze de Maio (trece de mayo) de 1888. De modo convincente, un estudioso contemporáneo ha relacionado este proceso con la transformación económica y social de la sociedad brasileña durante el mismo período, subrayando también la importancia que tuvieron las deserciones en gran escala desde las plantaciones de café, alentadas por los abolicionistas urbanos, en la abolición final.57 La población esclava ha sido estimada en 1.107.000 en 1819, 1.510.000 en 1872, 1.272.000 en 1882 y solamente 637.000 en 1887.58 La importación de esclavos durante la primera mitad del siglo xix, a pesar King (1944). B0 Carneiro (1 96 4), 9194. En cuanto a Cuba, véase Corwin ( 196 7). n7 Graham (1 96 6) . Uno d e los abolicionistas más destacados de San Pablo, Luis Gama, era un mulato que había sido esclavo. Después de servir seis años en el ejército se convirtió en funcionario civil y poeta. Morse (19 58 ), 146. Por otra parte, un notable antiabolicionista de Brasil, Domingo Carlos Silva, era también do color. Freyre (1959), I, 322. os Stein (1957), 295.
cuestión muy interesante. Resulta claro que el abuso por parte del amo de las mujeres colocadas bajo su control no tiene nada que ver con una falta de prejuicio racial ,49 según algunos autores influyentes han tratado de hacernos creer. Lo mismo se aplica a su religión. Las relaciones sexuales en las plantaciones de los calvinistas holandeses de Su rinam eran muy similares a las de los católicos portugueses del nordeste brasileño.50 Negar que la promiscuidad de las plantaciones fuera exclusiva de América latina no implica afirmar que careció de importancia. Los niños nacidos de uniones amoesclavas muy frecuentemente, pero (como ya lo hemos subrayado) no siempre eran manumitidos. Las relaciones sexuales también creaban una trama de lazos sutiles entre la casa de los amos (o casa grande de la faz en da brasileña) y la choza de los esclavos (o senzala ), nunca mejor descriptas que en las obras de Gilberto Freyre. Más o menos abandonado por la Iglesia, el mundo de la plantación presenció el desarrollo de una peculiar religión sincretista, aunque también el sistema esclavocrático impuso un filtro que muy pocas tradiciones africanas fueron capaces de atravesar .51 El alimento para la subsistencia aparentemente se producía en la plantación misma o era importado, de acuerdo con la conveniencia económica .52 La economía de la plantación estaba íntimamente relacionada con otras economías regionales y exteriores. El no muy sabroso tasajo de Rio Grande do Sul, Rrasil, y del Río de la Plata hispanohablante se destinaba a los estómagos de los esclavos brasileños. Fernando Henrique Cardoso ha descripto las condiciones inhumanas del trabajo esclavo en las charqueadas o saladeros de Rio Grande do Sul. Esta explotación inmisericorde ilustra la debilidad intrínseca del sistema esclavocrático en el siglo xix. En competencia con los saladeros del Río de la Plata que empleaban a jornaleros, las charqueadas de Rio Grande declinaron progresivamente. Puesto que tenían más incentivos, dos trabajadores libres equivalían a tres esclavos. Además, la riesgosa inversión en la vida de un esclavo (con una muy baja expectativa de reproducció n) era mucho más gravosa que los jornales .53 En consecuencia, los sistemas esclavocráticos sólo podían defenderse mientras compitieran entre sí, como ocurrió durante mucho tiempo en la producción de azúcar. Aunque en las Indias Occidentales británicas la esclavitud contribuyó a crear el capital necesario para la industrialización inglesa (según lo demostró Eric Williams), una vez establecido el capitalismo industrial, la esclavitud se convirtió cada vez más en una anomalía tanto económica como social .54
49 Lo enuncia muy bien Harris (19 64) , 68. 50 Lier (1949). B1 Véase, por ejemplo, Warren (19 65) y Aguirr e Beltrán en PA U (1957), 67. 53 Cf. Harris (1964), 46; Stein (1957), 4748; S. Mintz en American Anthro- pologist, LX III (1961), 585. 63 Cardoso (1962), passim. 54 Williams (1944).
Hacia la abolición
El cambio radical en la actitud británica hacia el tráfico de esclavos y la esclavitud misma durante la primera parte del siglo xix obedeció a un complejo de motivaciones económicas, políticas y humanitarias. Habiendo prohibido a los súbditos ingleses que participaran en el tráfico de esclavos en el año 1807, Gran Bretaña pronto intentó forzar a otras naciones a seguir su ejemplo. El resultado en América latina fue una larga serie de tratados entre las nuevas naciones y el Reino Unido, que apuntaban a abolir la importación de esclavos .55 En algunos casos, los países signatarios hispanoamericanos ya habían decretado la abolición por sí, o por lo menos iniciado el proceso correspondiente. Pero se encontró resistencia en los países donde la esclavitud todavía era económicamente importante: Perú, España (que representaba a Cuba) y, por sobre todo, Brasil. Después de haber resistido una presión creciente durante muchos años, el gobierno imperial de Brasil suprimió el tráfico de esclavos por obra de la ley de Eusébio de Quiroz promulgada en 1850. Un estudioso brasileño ha propuesto la explicación de que esta ley fue políticamente factible y entró en vigencia debido a que implicaba la suspensión de las deudas que los terratenientes habían contraído con los proveedores de esclavos .56 La quiebra del comercio de esclavos significó prácticamente la sentencia de muerte para la esclavitud, a causa del bajo índice de natalidad de la población esclava, pero la institución no se extinguió hasta que transcurrieron otras dos décadas en Cuba y 38 años en Brasil. Durante la década de 1850, la esclavitud fue abolida en Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú. Esta abolición fue también completada en la Argentina y Uruguay. En México, América Central y Chile ya había desaparecido. En Brasil el proceso fue lento y tuvo lugar por etapas: la ley de Rio Branco, que libe ró a los niños esclavos nacidos después del 28 de setiembre de 1871; la ley de los sexagenarios, promulgada en 1885, y la abolición universal sin compensación a los propietarios en el glorioso Treze de Maio (trece de mayo) de 1888. De modo convincente, un estudioso contemporáneo ha relacionado este proceso con la transformación económica y social de la sociedad brasileña durante el mismo período, subrayando también la importancia que tuvieron las deserciones en gran escala desde las plantaciones de café, alentadas por los abolicionistas urbanos, en la abolición final.57 La población esclava ha sido estimada en 1.107.000 en 1819, 1.510.000 en 1872, 1.272.000 en 1882 y solamente 637.000 en 1887.58 La importación de esclavos durante la primera mitad del siglo xix, a pesar King (1944). B0 Carneiro (1 96 4), 9194. En cuanto a Cuba, véase Corwin ( 196 7). n7 Graham (1 96 6) . Uno d e los abolicionistas más destacados de San Pablo, Luis Gama, era un mulato que había sido esclavo. Después de servir seis años en el ejército se convirtió en funcionario civil y poeta. Morse (19 58 ), 146. Por otra parte, un notable antiabolicionista de Brasil, Domingo Carlos Silva, era también do color. Freyre (1959), I, 322. os Stein (1957), 295.
de los esfuerzos británicos por reducirla, parece haber alcanzado entre 750.000 y 1.000.000 de individuos .59 Especialmente durante la última decada, cuando era evidente que la esclavitud estaba muriendo, las manumisiones fueron frecuentes. En Brasil, la suspensión del tráfico de esclavos con Africa fue seguida por una intensificación del tráfico de esclavos interno, a través del cual los esclavos del decadente nordeste eran vendidos a los prósperos cafeteros del valle de Paraíba .60 Resumamos ahora las conclusiones a que hemos llegado sobre el intrincado y polémico tema de la esclavitud en América latina. El carácter de esta institución en esa región, como en todas partes, parece haber estado determinado principalmente por la función económica del esclavo. En consecuencia, la esclavitud de plantación tuvo en lo esencial las mismas características en toda América. Si la esclavitud en el medio latinoamericano parece haber sido 'suave”, la explicación se encuentra por lo general en la estructura socioeconómica. También el carácter y la extensión de la manumisión reflejaron en general condiciones socioeconómicas. "Dan za negra” , dibujo chino sobre papel de arroz incluido en un manuscrito de aproximadamente 1860, perteneciente a la “ Lipperheideschen Kostümbibliothek” (M d 2 0) de la Kunstbibliothek, Berlín. El artista fue probablemente un culi que volvió de Perú a Cantón.
59 Observando que la poblacion esclava de Estados Unidos aumentó durante el mismo período a pesar de la menor importación, Furtado (19 59 ), 141143, sugiere que las condiciones de vida de los esclavos en Brasil habrían sido peores. En Cuba la población esclava aumentó de 84.690 en 1792 a 199.145 en 1817, pero la importación legal durante ese período no incluyó a menos de 147.483 individuos. Aun descontando una cierta cantidad en concepto de manumisiones y reexportaciones, estas cifras sugieren un elevado índice de mortalidad. Zelinsky (1949), 206. 60 Cardoso (1962), 8081; Bastide y Fernandes (1955), 36. Sobre la evolución de los precios durante este período, véase Stein (1957), 65, 228; Carneiro (1964),
IX DISTRIBUCION DE LAS RAZAS Y RELACIONES RACIALES DESDE 1850
India peruana llevando una llama, por el mismo artista de la “ Danza negra” . Cortesía de la Kunstbibliothek, Berlín.
en “bolsones” de mayor o menor extensión en partes del sur y el oeste de México, norte de Guatemala, las zonas altas de Ecuador, Perú y Bolivia, además de los pequeños grupos que todavía existen en algunas partes de la cuenca del Amazonas. El límite entre los “indios” de las tierras altas y el resto de la población es más sociocultural que racial. Una gran parte de la tierra que hace unos cien años pertenecía todavía a la La tinoamérica mestiza ha sido transformada completamente por la inmigración europea. Esto se aplica a la Argentina (exceptuadas, quizá, partes de las provincias andinas), al Uruguay, al extremo meridional de Chile y al sur de Brasil. Todos estos territorios están en zona templada, y por ello particularmente atractiva para los colonos europeos. Pero la inmigración europea también modificó a la población de Cuba, Puerto Rico y, más rec ientement e, Venez uela. En la Amé rica afrolatina del último siglo se ha expandido/ía población negra del nordeste brasileño y de la costa del Caribe en,1a América Central. Prácticamente en todas las In-
de los esfuerzos británicos por reducirla, parece haber alcanzado entre 750.000 y 1.000.000 de individuos .59 Especialmente durante la última decada, cuando era evidente que la esclavitud estaba muriendo, las manumisiones fueron frecuentes. En Brasil, la suspensión del tráfico de esclavos con Africa fue seguida por una intensificación del tráfico de esclavos interno, a través del cual los esclavos del decadente nordeste eran vendidos a los prósperos cafeteros del valle de Paraíba .60 Resumamos ahora las conclusiones a que hemos llegado sobre el intrincado y polémico tema de la esclavitud en América latina. El carácter de esta institución en esa región, como en todas partes, parece haber estado determinado principalmente por la función económica del esclavo. En consecuencia, la esclavitud de plantación tuvo en lo esencial las mismas características en toda América. Si la esclavitud en el medio latinoamericano parece haber sido 'suave”, la explicación se encuentra por lo general en la estructura socioeconómica. También el carácter y la extensión de la manumisión reflejaron en general condiciones socioeconómicas. "Dan za negra” , dibujo chino sobre papel de arroz incluido en un manuscrito de aproximadamente 1860, perteneciente a la “ Lipperheideschen Kostümbibliothek” (M d 2 0) de la Kunstbibliothek, Berlín. El artista fue probablemente un culi que volvió de Perú a Cantón.
59 Observando que la poblacion esclava de Estados Unidos aumentó durante el mismo período a pesar de la menor importación, Furtado (19 59 ), 141143, sugiere que las condiciones de vida de los esclavos en Brasil habrían sido peores. En Cuba la población esclava aumentó de 84.690 en 1792 a 199.145 en 1817, pero la importación legal durante ese período no incluyó a menos de 147.483 individuos. Aun descontando una cierta cantidad en concepto de manumisiones y reexportaciones, estas cifras sugieren un elevado índice de mortalidad. Zelinsky (1949), 206. 60 Cardoso (1962), 8081; Bastide y Fernandes (1955), 36. Sobre la evolución de los precios durante este período, véase Stein (1957), 65, 228; Carneiro (1964),
IX DISTRIBUCION DE LAS RAZAS Y RELACIONES RACIALES DESDE 1850
Un mapa étnico de la moderna América latina
En los últimos cien años, la sociedad latinoamericana ha sufrido una profunda transformación. A este cambio contribuyeron por igual factores externos como la revolución económica y tecnológica de mediados del siglo xix, y factores internos como el crecimiento de la población. Tanto la inmigración como las migraciones internas modificaron la composición étnica de estos pueblos. Se ha desarrollado una sociedad de clases económicas y capitalismo industrial, lo cual ha influido grandemente sobre los valores y actitudes, y éstos son importantes también en las relaciones raciales. Pero resulta difícil bosquejar, aunque sea en líneas generales, el patrón nuevo —o mejor, modificado— de la distribución de las razas y de las actitudes raciales, pues son m uy pocos los estudios serios que en el último siglo abord aron la historia social de la región. A la mayor parte de las obras, realizadas por antropólogos y sociólogos, les falta, en cambio, perspectiva histórica, lo cual no deja de ser natural. Cuando comenzó el período nacional, los indios ya eran minoría en el seno de la población latinoamericana total. Los mestizos prevalecían en las partes periféricas de México, en América Central al sur de Guatemala, en la mayor parte de Venezuela y Colombia, en una franja a lo largo de la costa del Pacífico en América del Sur, en todo Chile, y también al este de los Andes en la Argentina, Uruguay, Paraguay y partes del sur y centro de Brasil. Pero, como ya lo hemos señalado, una considerable población india vivía junto con los mestizos en casi toda la América hispana y grandes zonas de Brasil. La mayoría de la población negra habitaba, desde luego, en la zona de plantaciones a lo largo de la costa atlántica, desde Río de Janeiro a Cartagena, en las Indias Occidentales. En Cuba estaba concentrada en la parte oeste. Muchos negros vivían también en el interior de México y Colombia, tanto como en la franja costera del Pacífico en Ecuador y Perú .1 En el curso del período nacional, la población indígena fue reducida 1 Una buena encuesta sobre la poblaci ón negroid e se encuentra en Zelinsky (1949). Véase también Rosenblat (1954).
y que ya se encontraba ocupada por grandes propied ades. Asi, las p lantaciones de esa zona parecen haber recuperado rápidamente toda la mano de obra que necesitaban —habida cuenta de la reducción de esa necesidad que resultó de la modernización de la industria . En el va lle de Paraíba fue posible constituir tan rápidamente una fuerza d e trabajo jornalera que incluso se salvó la cosecha de 1888.3 En San P ab lo y en el sur había mucho trabajo durante este período de expansión, pero también los inmigrantes europeos presentaban una competencia creciente. Los negros tenían la desventaja de su falta de preparación. La mayor parte de los abolicionistas de Brasil y del resto de America latina creían que la justicia política daría lugar automáticamente a la justicia socioeconómica. Cuando se produjo la abolición, ni en Brasil ni en ninguna otra parte se habían tomado medidas para entrenar a los nuevos ciudadanos en sus nuevas funciones, con el fin de integrarlos a la sociedad .4 Sola-
India peruana llevando una llama, por el mismo artista de la “ Danza negra” . Cortesía de la Kunstbibliothek, Berlín.
en “bolsones” de mayor o menor extensión en partes del sur y el oeste de México, norte de Guatemala, las zonas altas de Ecuador, Perú y Bolivia, además de los pequeños grupos que todavía existen en algunas partes de la cuenca del Amazonas. El límite entre los “indios” de las tierras altas y el resto de la población es más sociocultural que racial. Una gran parte de la tierra que hace unos cien años pertenecía todavía a la La tinoamérica mestiza ha sido transformada completamente por la inmigración europea. Esto se aplica a la Argentina (exceptuadas, quizá, partes de las provincias andinas), al Uruguay, al extremo meridional de Chile y al sur de Brasil. Todos estos territorios están en zona templada, y por ello particularmente atractiva para los colonos europeos. Pero la inmigración europea también modificó a la población de Cuba, Puerto Rico y, más rec ientement e, Venez uela. En la Amé rica afrolatina del último siglo se ha expandido/ía población negra del nordeste brasileño y de la costa del Caribe en,1a América Central. Prácticamente en todas las Indias Occidentales, predominan los negros, aunque su proporción en la población de Cuba y Puerto Bico ha disminuido constantemente. En México, donde había todavía muchos negros hace un siglo, han sido absorbidos casi por completo. Una vez abolida la esclavitud negra, la necesidad de las plantaciones de contar con mano de obra dócil dio lugar a la inmigración de trabajadores contratados, en su mayor parte de origen asiático, como veremos en detall e más adelante. D e este modo se sumaron nuevas categorías étnicas a la pauta pluralista de negros, mulatos y blancos en la zona de plantaciones de la América latina. Puesto que ya hemos tratado de las relaciones cambiantes entre mes lizos e indígenas en las tierras altas, en este capítulo nos concentraremos en los cambios ocurridos en las plantaciones, o sea en las zonas bajas y tórridas. También comentaremos brevemente los efectos de la inmigración europea. Efectos de la abolición sobre la América de las plantaciones
En la zona de plantaciones, el punto de partida es la abolición de la esclavitud negra. La medida en que la abolición modificó la distribución de la población negra depen dió principalmente de la existencia o falta de ni ras tareas, facto r en el cual tamb ién hay qu e incluir la dispon ibili dad de tierra apta para la agricultura de subsistencia. En Colombia, por ejemplo, muchos negros libres derivaron hacia el valle del Magdalena, encontrando trabajo como leñadores y remeros .2 En el norte del Brasil, la abolición fue seguida por fugas masivas de las plantaciones y por disturbios generales; no obstante, tal estado de cosas no duró mucho. Muchos propietarios de esclavos habían creído que la “gratitud” de los liberados los convertiría fácilmente en jornaleros. Pero es muy poco probable que haya sido la “gratitud” lo que hizo retornar a las planta ( iones a los negros del nordeste: fue la falta de alternativas en una zona i|ue bordeaba la árida caatinga (o área de vegetación achaparrada) “ James (1950), 106.
el remedio para el problema racial. El gobernador de Paraná afirmó en 1888 que la inmigración debía ser “un factor étnico de primera importancia, destinado a fortalecer el cuerpo nacional, bastardeado por el v icio originario y por su contacto con la esclavitud ”.8 No resulta difícil explicar el hecho de que el prejuicio fuera más visible en el sur de Brasil que en el norte. En el norte, la condición del negro siguió sieñdo casi la misma, mientras que en el sur, transformado por la inmigración y el boom económico, los negros eran uno de los grupos que competían por la obtención de empleos. Como lo hemos subrayado, el prejuicio no necesariamente se expresa en una rígida forma de discriminación; en Brasil asumió un carácter extralegal, sutil y vago. Así fue posible crear en el país el mito de la “democracia racial” , mientras que, en la realidad, la mayoría miserable de los individuos de piel oscura contrasta con la élite próspera e irresistiblemente “blanca ”. 9
IX DISTRIBUCION DE LAS RAZAS Y RELACIONES RACIALES DESDE 1850
Un mapa étnico de la moderna América latina
En los últimos cien años, la sociedad latinoamericana ha sufrido una profunda transformación. A este cambio contribuyeron por igual factores externos como la revolución económica y tecnológica de mediados del siglo xix, y factores internos como el crecimiento de la población. Tanto la inmigración como las migraciones internas modificaron la composición étnica de estos pueblos. Se ha desarrollado una sociedad de clases económicas y capitalismo industrial, lo cual ha influido grandemente sobre los valores y actitudes, y éstos son importantes también en las relaciones raciales. Pero resulta difícil bosquejar, aunque sea en líneas generales, el patrón nuevo —o mejor, modificado— de la distribución de las razas y de las actitudes raciales, pues son m uy pocos los estudios serios que en el último siglo abord aron la historia social de la región. A la mayor parte de las obras, realizadas por antropólogos y sociólogos, les falta, en cambio, perspectiva histórica, lo cual no deja de ser natural. Cuando comenzó el período nacional, los indios ya eran minoría en el seno de la población latinoamericana total. Los mestizos prevalecían en las partes periféricas de México, en América Central al sur de Guatemala, en la mayor parte de Venezuela y Colombia, en una franja a lo largo de la costa del Pacífico en América del Sur, en todo Chile, y también al este de los Andes en la Argentina, Uruguay, Paraguay y partes del sur y centro de Brasil. Pero, como ya lo hemos señalado, una considerable población india vivía junto con los mestizos en casi toda la América hispana y grandes zonas de Brasil. La mayoría de la población negra habitaba, desde luego, en la zona de plantaciones a lo largo de la costa atlántica, desde Río de Janeiro a Cartagena, en las Indias Occidentales. En Cuba estaba concentrada en la parte oeste. Muchos negros vivían también en el interior de México y Colombia, tanto como en la franja costera del Pacífico en Ecuador y Perú .1 En el curso del período nacional, la población indígena fue reducida 1 Una buena encuesta sobre la poblaci ón negroid e se encuentra en Zelinsky (1949). Véase también Rosenblat (1954).
y que ya se encontraba ocupada por grandes propied ades. Asi, las p lantaciones de esa zona parecen haber recuperado rápidamente toda la mano de obra que necesitaban —habida cuenta de la reducción de esa necesidad que resultó de la modernización de la industria . En el va lle de Paraíba fue posible constituir tan rápidamente una fuerza d e trabajo jornalera que incluso se salvó la cosecha de 1888.3 En San P ab lo y en el sur había mucho trabajo durante este período de expansión, pero también los inmigrantes europeos presentaban una competencia creciente. Los negros tenían la desventaja de su falta de preparación. La mayor parte de los abolicionistas de Brasil y del resto de America latina creían que la justicia política daría lugar automáticamente a la justicia socioeconómica. Cuando se produjo la abolición, ni en Brasil ni en ninguna otra parte se habían tomado medidas para entrenar a los nuevos ciudadanos en sus nuevas funciones, con el fin de integrarlos a la sociedad .4 Solamente el ejército los aceptó prontamente, entrenándolos para una nueva tarea. “El destino del negro fue en nuestro país el de pasar de la esclavitud al cuartel”, ha escrito un historiador uruguayo, y esto también vale para otros países donde los negros eran pocos .0 En el sur de Brasil algunos negros lograron convertirse en obreros y arrendatarios (pagan do la renta con parte de la cosech a), pero muchos sucumbieron a la com petencia, cayeron en la agricultura de subsistencia o en una vida completamente marginal. Allí y en todas partes la situación de muchos negros libres patentizaba su falta de entrenamiento profesional y los efectos degradantes y brutalizantes de la esclavitud .6 A su vez, la existencia marginal que llevaban muchos negros libres contribuyó a fortalecer el prejuicio racial contra su raza. En Brasil y algunos países de la América hispana, el prejuicio durante el periodo de la postabolición cumplió las mismas funciones que en los Estados Unidos: conservar el abismo entre los blancos y los negros, que antes estaba automáticamente asegurado por la dicotomía amoesclavo. En otras palabras, la desigualdad social existente se justificaba por una supuesta desigualdad racial. Factores externos como el racismo europeo y, en el sur de Brasil, la inmig ración europea, contrib uyeron también a fortalecer el prejuicio .7 Muchos brasileños encontraban en la inmigración 3 Furtado (1 95 9), 164165; Stein (1957 ), 264265. Deb e también notarse la presencia, después de la abolición, de industriosos arrendatarios negros en el Reconcavo, zona próxima a Bahía, james (1950), 390. . * Cf. Freyre (195 9), I, 329. 5 Pereda Valdés (1941), 129. Condiciones similares prevalecían en la Argentina. Muchas tropas brasileñas de color tomaron parte en la Guerra del Paraguay (18651870). 6 Para un estudio exhaustivo sobre las condiciones en el San Pablo de la postabolición, véase Fernandes (1 96 5), y también Bastide y Fernandes (19 55 ), 120121. En Puerto Rico, por lo contrario, los ex esclavos obtenían mejores empleos en las refinerías de azúcar. Mintz (1951), 239240, 246247. 7 Cardoso e Ianni (1960), 236; Cardoso (1962); Ianni (1962), 244247; Fernandes (1965), passim-, Bastide y Fernandes (1955), 363367. Observese la modificación del prejuicio según se tratara de negros o mulatos. Freyre (1959), I, 306, afirma que una carrera profesional ayudó a muchos mulatos a superar su desventaja racial, proporcion ándoles 'cartas de blancura sociológica . Es interesante que n
el régimen español en 1868. Esto a su vez provoco que las autoridades ‘ españolas suspendiera» el tráfico.” En la s e g las Guayanas y otras p o s e s i o n e s europeas del Car.bellegaron desde ^
y control aba más [ác ilmen te q ue a los nativos, y por ell o se los p r e e Fn el sur de Brasil los italianos y otros europeos pobres ocuparon el lnear de los negros en las faze nda s cafeteras. Desde el punto e V1S S T a í d l i s S u , el color de la p * “ X
en “bolsones” de mayor o menor extensión en partes del sur y el oeste de México, norte de Guatemala, las zonas altas de Ecuador, Perú y Bolivia, además de los pequeños grupos que todavía existen en algunas partes de la cuenca del Amazonas. El límite entre los “indios” de las tierras altas y el resto de la población es más sociocultural que racial. Una gran parte de la tierra que hace unos cien años pertenecía todavía a la La tinoamérica mestiza ha sido transformada completamente por la inmigración europea. Esto se aplica a la Argentina (exceptuadas, quizá, partes de las provincias andinas), al Uruguay, al extremo meridional de Chile y al sur de Brasil. Todos estos territorios están en zona templada, y por ello particularmente atractiva para los colonos europeos. Pero la inmigración europea también modificó a la población de Cuba, Puerto Rico y, más rec ientement e, Venez uela. En la Amé rica afrolatina del último siglo se ha expandido/ía población negra del nordeste brasileño y de la costa del Caribe en,1a América Central. Prácticamente en todas las Indias Occidentales, predominan los negros, aunque su proporción en la población de Cuba y Puerto Bico ha disminuido constantemente. En México, donde había todavía muchos negros hace un siglo, han sido absorbidos casi por completo. Una vez abolida la esclavitud negra, la necesidad de las plantaciones de contar con mano de obra dócil dio lugar a la inmigración de trabajadores contratados, en su mayor parte de origen asiático, como veremos en detall e más adelante. D e este modo se sumaron nuevas categorías étnicas a la pauta pluralista de negros, mulatos y blancos en la zona de plantaciones de la América latina. Puesto que ya hemos tratado de las relaciones cambiantes entre mes lizos e indígenas en las tierras altas, en este capítulo nos concentraremos en los cambios ocurridos en las plantaciones, o sea en las zonas bajas y tórridas. También comentaremos brevemente los efectos de la inmigración europea. Efectos de la abolición sobre la América de las plantaciones
En la zona de plantaciones, el punto de partida es la abolición de la esclavitud negra. La medida en que la abolición modificó la distribución de la población negra depen dió principalmente de la existencia o falta de ni ras tareas, facto r en el cual tamb ién hay qu e incluir la dispon ibili dad de tierra apta para la agricultura de subsistencia. En Colombia, por ejemplo, muchos negros libres derivaron hacia el valle del Magdalena, encontrando trabajo como leñadores y remeros .2 En el norte del Brasil, la abolición fue seguida por fugas masivas de las plantaciones y por disturbios generales; no obstante, tal estado de cosas no duró mucho. Muchos propietarios de esclavos habían creído que la “gratitud” de los liberados los convertiría fácilmente en jornaleros. Pero es muy poco probable que haya sido la “gratitud” lo que hizo retornar a las planta ( iones a los negros del nordeste: fue la falta de alternativas en una zona i|ue bordeaba la árida caatinga (o área de vegetación achaparrada) “ James (1950), 106.
el remedio para el problema racial. El gobernador de Paraná afirmó en 1888 que la inmigración debía ser “un factor étnico de primera importancia, destinado a fortalecer el cuerpo nacional, bastardeado por el v icio originario y por su contacto con la esclavitud ”.8 No resulta difícil explicar el hecho de que el prejuicio fuera más visible en el sur de Brasil que en el norte. En el norte, la condición del negro siguió sieñdo casi la misma, mientras que en el sur, transformado por la inmigración y el boom económico, los negros eran uno de los grupos que competían por la obtención de empleos. Como lo hemos subrayado, el prejuicio no necesariamente se expresa en una rígida forma de discriminación; en Brasil asumió un carácter extralegal, sutil y vago. Así fue posible crear en el país el mito de la “democracia racial” , mientras que, en la realidad, la mayoría miserable de los individuos de piel oscura contrasta con la élite próspera e irresistiblemente “blanca ”. 9 El trabajo forzado no desapareció de la economía de plantación con la llegada de la abolición. Sabemos, por ejemplo, que incluso cuando la esclavitud todavía existía en Puerto Rico, los proletarios “libres” eran sometidos a un régimen de trabajo forzado por las leyes contra la “vagancia ”.10 Este recurso fue probablemente empleado también en otras partes. Cuando se interrumpió la provisión de esclavos, los intereses de las plantaciones se volcaron hacia el sólo ligeramente más humano tráfico de culíes asiáticos. Entre 1849 y 1874, Perú importó aproximadamente 80.000 chinos, contratados para trabajar en las plantaciones de azúcar y en la extracción de guano en las islas Chincha. Fueron tan maltratados que incluso hubo un escándalo internacional y complica
mcdiados del siglo los negros libres de Buenos Aires sostuvieron una lucha contra la desigualdad racial. Sus voceros fueron los periódicos La Raza Africana o sea el Demócrata Negro y El Proletario. Rodríguez Molas (1961), 119. I Ianni (1 96 2) , 264. A veces los inmigrantes y sus descendientes adoptan acti tlides racistas. Habl ando con un alcalde “ alemán” en una pequeña ciudad de lllo Grande do Sul en 1950, lo oí referirse a un transeúnte (mu lato claro) con palabras desdeñosas (en alemán): “Estos individuos amoratados a los que llaman brasileños . ..” II “El prejuicio del color, la mística de la blancura, el mito de la arianización y rl de la democracia racial son todos productos de la fase crítica de desorganización y reorganización del sistema social cuando está siendo afectado por la transformación del trabajo.” Ianni (1962), 265. Freyre (1959), II, 352382, reproduce entrevistas en las cuales se discutió sobre las razas con 183 brasileños nacidos limante la áltima mitad del siglo diecinueve, representantes de diferentes regiones v estratos (aun que princip almente miembros de la élite). Aunque algunos son Ii amaíne nte racistas, la mayor p arte enuncian un punto de vis ta posi tivo sobre los Individuos de color. Pero cuando se les preguntó cómo reaccionarían si sus lillas o algún otro familiar quisiera casarse con un hombre de color, la mayoría ■'I iii lió la respuesta o admitió una reacción negativa. Algunos eran perfectamente 11 inscientes de la contradicción. Un paulista nacido en 1888, refiriéndose a su ■.lucera creencia en la tolerancia racial y a su simultánea falta de entusiasmo por cvlublecer lazos de familia con individuos de color, dij o: “ Hay en mí invencibles linazas ancestrales que justifican esta actitud. Son, creo, más instintivas que ra ■límales. . (II, 359360). III Mintz (1951). En Venezuela, disposiciones policiales ayudaban a restringir la libertad de los libres. Lombardi (1967), 22.
pobres asiáticos.17 Más tarde se cruzaron con peruanas, creando un tipo humano muy atractivo: los “injertos e injertas de Lima. Entre los riukiuanos de Bolivia, no menos de las dos terceras partes de los matrimonios son mixtos, lo cual es al mismo tiempo un síntoma y una explicación del alto grado de asimilación de este grupo. Pero los matrimonios de los primeros japoneses de Brasil con caboclas fracasaron en muchos casos a causa de la distancia cultural: los hombres consideraban in feriores a estas mujeres. Tan pronto como llegaron japonesas, las tomaron a ellas por esposas. Una pauta endogámica reintrodujo a la tradicional familia japonesa, en la cual los padres conciertan los matrimonios. La falta de asimilación fue el telón de fondo de los movimientos nacionalistas japoneses que surgieron en Brasil durante e inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial .18 En la zona de las plantaciones el mapa étnico fue grandemente modificado por las migraciones internas, impulsadas principalmente por
y que ya se encontraba ocupada por grandes propied ades. Asi, las p lantaciones de esa zona parecen haber recuperado rápidamente toda la mano de obra que necesitaban —habida cuenta de la reducción de esa necesidad que resultó de la modernización de la industria . En el va lle de Paraíba fue posible constituir tan rápidamente una fuerza d e trabajo jornalera que incluso se salvó la cosecha de 1888.3 En San P ab lo y en el sur había mucho trabajo durante este período de expansión, pero también los inmigrantes europeos presentaban una competencia creciente. Los negros tenían la desventaja de su falta de preparación. La mayor parte de los abolicionistas de Brasil y del resto de America latina creían que la justicia política daría lugar automáticamente a la justicia socioeconómica. Cuando se produjo la abolición, ni en Brasil ni en ninguna otra parte se habían tomado medidas para entrenar a los nuevos ciudadanos en sus nuevas funciones, con el fin de integrarlos a la sociedad .4 Solamente el ejército los aceptó prontamente, entrenándolos para una nueva tarea. “El destino del negro fue en nuestro país el de pasar de la esclavitud al cuartel”, ha escrito un historiador uruguayo, y esto también vale para otros países donde los negros eran pocos .0 En el sur de Brasil algunos negros lograron convertirse en obreros y arrendatarios (pagan do la renta con parte de la cosech a), pero muchos sucumbieron a la com petencia, cayeron en la agricultura de subsistencia o en una vida completamente marginal. Allí y en todas partes la situación de muchos negros libres patentizaba su falta de entrenamiento profesional y los efectos degradantes y brutalizantes de la esclavitud .6 A su vez, la existencia marginal que llevaban muchos negros libres contribuyó a fortalecer el prejuicio racial contra su raza. En Brasil y algunos países de la América hispana, el prejuicio durante el periodo de la postabolición cumplió las mismas funciones que en los Estados Unidos: conservar el abismo entre los blancos y los negros, que antes estaba automáticamente asegurado por la dicotomía amoesclavo. En otras palabras, la desigualdad social existente se justificaba por una supuesta desigualdad racial. Factores externos como el racismo europeo y, en el sur de Brasil, la inmig ración europea, contrib uyeron también a fortalecer el prejuicio .7 Muchos brasileños encontraban en la inmigración 3 Furtado (1 95 9), 164165; Stein (1957 ), 264265. Deb e también notarse la presencia, después de la abolición, de industriosos arrendatarios negros en el Reconcavo, zona próxima a Bahía, james (1950), 390. . * Cf. Freyre (195 9), I, 329. 5 Pereda Valdés (1941), 129. Condiciones similares prevalecían en la Argentina. Muchas tropas brasileñas de color tomaron parte en la Guerra del Paraguay (18651870). 6 Para un estudio exhaustivo sobre las condiciones en el San Pablo de la postabolición, véase Fernandes (1 96 5), y también Bastide y Fernandes (19 55 ), 120121. En Puerto Rico, por lo contrario, los ex esclavos obtenían mejores empleos en las refinerías de azúcar. Mintz (1951), 239240, 246247. 7 Cardoso e Ianni (1960), 236; Cardoso (1962); Ianni (1962), 244247; Fernandes (1965), passim-, Bastide y Fernandes (1955), 363367. Observese la modificación del prejuicio según se tratara de negros o mulatos. Freyre (1959), I, 306, afirma que una carrera profesional ayudó a muchos mulatos a superar su desventaja racial, proporcion ándoles 'cartas de blancura sociológica . Es interesante que n
el régimen español en 1868. Esto a su vez provoco que las autoridades ‘ españolas suspendiera» el tráfico.” En la s e g las Guayanas y otras p o s e s i o n e s europeas del Car.bellegaron desde ^
y control aba más [ác ilmen te q ue a los nativos, y por ell o se los p r e e Fn el sur de Brasil los italianos y otros europeos pobres ocuparon el lnear de los negros en las faze nda s cafeteras. Desde el punto e V1S S T a í d l i s S u , el color de la p * “ X de R e fecha la inmigración asiatica » Braal “ jg 4 1 casi 190.000 culminaci ón se pro duj o entre 1926 y 1941,. Hasta^ eran japoneses habían lleg ado a Brasil y 29.000 d k Se. nativos de las islas Riukiu, especialmen te Gkmaw a Despues d gunda Guerra Mundial, se reinició la inmigración de de asj S, ^ rimad amente 2.500 riukiuanos han estable cido colonias agr o e
sido absorbidos por los estratos medios urbanos. T aculturación y asimilación de los asiáticos es peculiar. Entre los el desequilibrio de los sexos llegaba con frecuencia a valo ^ e x tr e m S Los culks eran exclusivamente varones cosa que mevi a blemente debía conducir al cruzamiento de razas. Por otra par e S e o s se resistieron de un modo especialmente vigoroso en el plano a
i n o
r a n t e s
S u a M a d qu°?cuando era descubierta, fortalecía el pre,u,cío contra los
el remedio para el problema racial. El gobernador de Paraná afirmó en 1888 que la inmigración debía ser “un factor étnico de primera importancia, destinado a fortalecer el cuerpo nacional, bastardeado por el v icio originario y por su contacto con la esclavitud ”.8 No resulta difícil explicar el hecho de que el prejuicio fuera más visible en el sur de Brasil que en el norte. En el norte, la condición del negro siguió sieñdo casi la misma, mientras que en el sur, transformado por la inmigración y el boom económico, los negros eran uno de los grupos que competían por la obtención de empleos. Como lo hemos subrayado, el prejuicio no necesariamente se expresa en una rígida forma de discriminación; en Brasil asumió un carácter extralegal, sutil y vago. Así fue posible crear en el país el mito de la “democracia racial” , mientras que, en la realidad, la mayoría miserable de los individuos de piel oscura contrasta con la élite próspera e irresistiblemente “blanca ”. 9 El trabajo forzado no desapareció de la economía de plantación con la llegada de la abolición. Sabemos, por ejemplo, que incluso cuando la esclavitud todavía existía en Puerto Rico, los proletarios “libres” eran sometidos a un régimen de trabajo forzado por las leyes contra la “vagancia ”.10 Este recurso fue probablemente empleado también en otras partes. Cuando se interrumpió la provisión de esclavos, los intereses de las plantaciones se volcaron hacia el sólo ligeramente más humano tráfico de culíes asiáticos. Entre 1849 y 1874, Perú importó aproximadamente 80.000 chinos, contratados para trabajar en las plantaciones de azúcar y en la extracción de guano en las islas Chincha. Fueron tan maltratados que incluso hubo un escándalo internacional y complica
mcdiados del siglo los negros libres de Buenos Aires sostuvieron una lucha contra la desigualdad racial. Sus voceros fueron los periódicos La Raza Africana o sea el Demócrata Negro y El Proletario. Rodríguez Molas (1961), 119. I Ianni (1 96 2) , 264. A veces los inmigrantes y sus descendientes adoptan acti tlides racistas. Habl ando con un alcalde “ alemán” en una pequeña ciudad de lllo Grande do Sul en 1950, lo oí referirse a un transeúnte (mu lato claro) con palabras desdeñosas (en alemán): “Estos individuos amoratados a los que llaman brasileños . ..” II “El prejuicio del color, la mística de la blancura, el mito de la arianización y rl de la democracia racial son todos productos de la fase crítica de desorganización y reorganización del sistema social cuando está siendo afectado por la transformación del trabajo.” Ianni (1962), 265. Freyre (1959), II, 352382, reproduce entrevistas en las cuales se discutió sobre las razas con 183 brasileños nacidos limante la áltima mitad del siglo diecinueve, representantes de diferentes regiones v estratos (aun que princip almente miembros de la élite). Aunque algunos son Ii amaíne nte racistas, la mayor p arte enuncian un punto de vis ta posi tivo sobre los Individuos de color. Pero cuando se les preguntó cómo reaccionarían si sus lillas o algún otro familiar quisiera casarse con un hombre de color, la mayoría ■'I iii lió la respuesta o admitió una reacción negativa. Algunos eran perfectamente 11 inscientes de la contradicción. Un paulista nacido en 1888, refiriéndose a su ■.lucera creencia en la tolerancia racial y a su simultánea falta de entusiasmo por cvlublecer lazos de familia con individuos de color, dij o: “ Hay en mí invencibles linazas ancestrales que justifican esta actitud. Son, creo, más instintivas que ra ■límales. . (II, 359360). III Mintz (1951). En Venezuela, disposiciones policiales ayudaban a restringir la libertad de los libres. Lombardi (1967), 22.
pobres asiáticos.17 Más tarde se cruzaron con peruanas, creando un tipo humano muy atractivo: los “injertos e injertas de Lima. Entre los riukiuanos de Bolivia, no menos de las dos terceras partes de los matrimonios son mixtos, lo cual es al mismo tiempo un síntoma y una explicación del alto grado de asimilación de este grupo. Pero los matrimonios de los primeros japoneses de Brasil con caboclas fracasaron en muchos casos a causa de la distancia cultural: los hombres consideraban in feriores a estas mujeres. Tan pronto como llegaron japonesas, las tomaron a ellas por esposas. Una pauta endogámica reintrodujo a la tradicional familia japonesa, en la cual los padres conciertan los matrimonios. La falta de asimilación fue el telón de fondo de los movimientos nacionalistas japoneses que surgieron en Brasil durante e inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial .18 En la zona de las plantaciones el mapa étnico fue grandemente modificado por las migraciones internas, impulsadas principalmente por factores económicos. Hacia fines del siglo xix, cuando a lo largo de la costa del Caribe en América Central se establecieron las plantaciones de bananas, la mano de obra llevada a esa zona muy poco poblada provino de la población negra de Jamaica y las Bahamas .111 Cuando la enfermedad sigatoka destruyó muchas plantaciones de banana en la zona oriental de Costa Rica, los negros quedaron desempleados y volvieron a la agricultura de subsistencia .20 La construcción del canal de Panamá creó numerosas oportunidades de trabajo para los negros de las Indias Occidentales, que generalmente se radicaban en el istmo. Uno de los resultados de la apertura del canal en 1914 fue la prosperidad del valle del Cauca, en el sureste de Colombia, y el crecimiento de su puerto, Buenaventura. Esta ciudad —y también Cartagena, y su hermana menor como puerto sobre el Atlántico, Barranquilla son predominantemente negras .21 En las Indias Occidentales, la mano de obra se desplazó de isla a isla de acuerdo con las necesidades ocasionales o estacionales. Se ha informado que entre 1916 y 1935, 150.000 haitianos pasaron a Cuba como braceros durante la zafra o cosecha de azúcar. Muchos se quedaron allí.22 Trabajadores haitianos de la misma categoría fueron las víctimas de la gigantesca masacre ordenada en 1937 por el déspota dominicano Trujillo. Inmigración en las regiones templadas
Aunque antes había sido principalmente mestiza, la zona templada del sur de Sudamérica recibió la mayor parte de los doce millones de inmi u Stewart (1951). T ie n te s/ * * * ■ £ ■
jl aurtssr,(s¿z 5 fí¡x: ,3 * * «. —j»-j«— Véliz ( en
1 9 6 1 ),
147156.
Timénez Pastrana (19 63 ). Revela la mi
Cuba en 1862, 173 eran chinos y 130 esclavos negros. Ortiz (1916), 392.
“ Wolf6y E S
’itW , « M
(19601961), 35. (1963) , Morner (1960).
grantes europeos que llegaron a América latina entre 1850 y 1930 Pero aproximadamente el 40 % retornaron tarde o temprano a sus países de origen. Como la Argentina, el Uruguay y el sur de Brasil estaban muy poco poblados, las enormes olas de recién llegados muy pronto excedieron a la población original, aunque gradualmente adoptaron por lo menos en parte la tradición criolla y también el lenguaje del país. La mayoría de los inmigrantes provenían de Italia, España y Portuf a modo que la asimilación resultaba relativamente sencilla^ Toda la zona tomó un aspecto europeo; el elemento negro desapareció definitivamente de la Argentina y el Uruguay. , , La historia de la inmigración europea es poco conocida a pesar de importancia fundamental que tuvo para los países afectados por ella. En especial, es poco lo que se sabe sobre lasr ¿ ac^ * S entre los inmigrantes y la poblacion nativa. La proporcion de lo «
17 Stewart (1951), 103, 230. i» Tigner (1961, 1963). 19 Véase, por ejemplo, Dahl (19601961); González Navarro (1957), 166172. Después del alzamiento de Yucatán en 1847, “esclavos” mayas se exportaron a Cuba. González Navarro (1968b). 20 James (1950), 660. 21 Ihid., 99100. 22 Bastien (1964), 182.
como déscendientes de una africana y de un ‘ desecho europeo .*6 En Paraguay he encontrado varias personas de posición muy modesta, que descendían de uniones entre aventureros ingleses o alemanes y mujeres nativas: personas de ojos azules y pelo negro, que solo hablan guaraní. Este tipo de fenómeno ocurre y siempre ocurrirá en todas las regiones de Latinoamérica cuando los inmigrantes y visitantes recurran a las mujeres de la región; son casos de mestizaje que no modifican ni ínfimamente la cultura local. Pero cuando la inmigración inicia la aculturaeión, el fenómeno es “de dos manos”. Mientras que los efectos europeizantes son obvios y con frecuencia destacados en la literatura erudita, también ha ocurrido que muchos inmigrantes europeos, especialmente los radicados en las zonas rurales, sufren profundas transformaciones, provocadas por el medio y por la competencia con los trabajadores nativos. En una obra literaria titulada Los gauchos judíos, su autor, Alberto Gerchunoff,
el régimen español en 1868. Esto a su vez provoco que las autoridades ‘ españolas suspendiera» el tráfico.” En la s e g las Guayanas y otras p o s e s i o n e s europeas del Car.bellegaron desde ^
y control aba más [ác ilmen te q ue a los nativos, y por ell o se los p r e e Fn el sur de Brasil los italianos y otros europeos pobres ocuparon el lnear de los negros en las faze nda s cafeteras. Desde el punto e V1S S T a í d l i s S u , el color de la p * “ X de R e fecha la inmigración asiatica » Braal “ jg 4 1 casi 190.000 culminaci ón se pro duj o entre 1926 y 1941,. Hasta^ eran japoneses habían lleg ado a Brasil y 29.000 d k Se. nativos de las islas Riukiu, especialmen te Gkmaw a Despues d gunda Guerra Mundial, se reinició la inmigración de de asj S, ^ rimad amente 2.500 riukiuanos han estable cido colonias agr o e
sido absorbidos por los estratos medios urbanos. T aculturación y asimilación de los asiáticos es peculiar. Entre los el desequilibrio de los sexos llegaba con frecuencia a valo ^ e x tr e m S Los culks eran exclusivamente varones cosa que mevi a blemente debía conducir al cruzamiento de razas. Por otra par e S e o s se resistieron de un modo especialmente vigoroso en el plano a
i n o
r a n t e s
pobres asiáticos.17 Más tarde se cruzaron con peruanas, creando un tipo humano muy atractivo: los “injertos e injertas de Lima. Entre los riukiuanos de Bolivia, no menos de las dos terceras partes de los matrimonios son mixtos, lo cual es al mismo tiempo un síntoma y una explicación del alto grado de asimilación de este grupo. Pero los matrimonios de los primeros japoneses de Brasil con caboclas fracasaron en muchos casos a causa de la distancia cultural: los hombres consideraban in feriores a estas mujeres. Tan pronto como llegaron japonesas, las tomaron a ellas por esposas. Una pauta endogámica reintrodujo a la tradicional familia japonesa, en la cual los padres conciertan los matrimonios. La falta de asimilación fue el telón de fondo de los movimientos nacionalistas japoneses que surgieron en Brasil durante e inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial .18 En la zona de las plantaciones el mapa étnico fue grandemente modificado por las migraciones internas, impulsadas principalmente por factores económicos. Hacia fines del siglo xix, cuando a lo largo de la costa del Caribe en América Central se establecieron las plantaciones de bananas, la mano de obra llevada a esa zona muy poco poblada provino de la población negra de Jamaica y las Bahamas .111 Cuando la enfermedad sigatoka destruyó muchas plantaciones de banana en la zona oriental de Costa Rica, los negros quedaron desempleados y volvieron a la agricultura de subsistencia .20 La construcción del canal de Panamá creó numerosas oportunidades de trabajo para los negros de las Indias Occidentales, que generalmente se radicaban en el istmo. Uno de los resultados de la apertura del canal en 1914 fue la prosperidad del valle del Cauca, en el sureste de Colombia, y el crecimiento de su puerto, Buenaventura. Esta ciudad —y también Cartagena, y su hermana menor como puerto sobre el Atlántico, Barranquilla son predominantemente negras .21 En las Indias Occidentales, la mano de obra se desplazó de isla a isla de acuerdo con las necesidades ocasionales o estacionales. Se ha informado que entre 1916 y 1935, 150.000 haitianos pasaron a Cuba como braceros durante la zafra o cosecha de azúcar. Muchos se quedaron allí.22 Trabajadores haitianos de la misma categoría fueron las víctimas de la gigantesca masacre ordenada en 1937 por el déspota dominicano Trujillo. Inmigración en las regiones templadas
S u a M a d qu°?cuando era descubierta, fortalecía el pre,u,cío contra los
Aunque antes había sido principalmente mestiza, la zona templada del sur de Sudamérica recibió la mayor parte de los doce millones de inmi u Stewart (1951). T ie n te s/ * * * ■ £ ■ 17 Stewart (1951), 103, 230. i» Tigner (1961, 1963). 19 Véase, por ejemplo, Dahl (19601961); González Navarro (1957), 166172. Después del alzamiento de Yucatán en 1847, “esclavos” mayas se exportaron a Cuba. González Navarro (1968b). 20 James (1950), 660. 21 Ihid., 99100. 22 Bastien (1964), 182.
jl aurtssr,(s¿z 5 fí¡x: ,3 * * «. —j»-j«— Véliz ( en
1 9 6 1 ),
147156.
Timénez Pastrana (19 63 ). Revela la mi
Cuba en 1862, 173 eran chinos y 130 esclavos negros. Ortiz (1916), 392.
“ Wolf6y E
’itW , « M
S
(19601961), 35. (1963) , Morner (1960).
grantes europeos que llegaron a América latina entre 1850 y 1930 Pero aproximadamente el 40 % retornaron tarde o temprano a sus países de origen. Como la Argentina, el Uruguay y el sur de Brasil estaban muy poco poblados, las enormes olas de recién llegados muy pronto excedieron a la población original, aunque gradualmente adoptaron por lo menos en parte la tradición criolla y también el lenguaje del país. La mayoría de los inmigrantes provenían de Italia, España y Portuf a modo que la asimilación resultaba relativamente sencilla^ Toda la zona tomó un aspecto europeo; el elemento negro desapareció definitivamente de la Argentina y el Uruguay. , , La historia de la inmigración europea es poco conocida a pesar de importancia fundamental que tuvo para los países afectados por ella. En especial, es poco lo que se sabe sobre lasr ¿ ac^ * S entre los inmigrantes y la poblacion nativa. La proporcion de lo « ha sido evidentemente el principal determinante de lcr u za m ien tod e razas a que dio lugar la nueva inmigración c om o lo había sido en el siglo xvi con la inmigración ibé ric a En el extremo mendiona de, Bras£ los alemanes que se radicaron durante la primera mitad del siglo x por lo general llevaron consigo a sus familias; teman, en consecuencia, menos necesidad del matrimonio mixto que los otros grupos La pobl ación “alemana” de esa zona aumentó rápidamente, gracias sobre todo un alto coeficiente de reproducción y a una tenaz resistencia a la as lación .24 Por otra parte, el predominio de hombres en los giupos inmigratorios debía necesariamente conducir a un mestizaje mas amplio y a un mayor número de matrimonios mixtos, lo c u a l naturalmente aceleraba el ritmo de la asimilación. La inmigración a la Argen tina entre 1857 y 1926 incluí a un 71% d e varones; aproximad amente las dos terceras partes eran adultos de menos de cuarenta anos. Víctor Baúl Haya de la To rre en u n congreso sobre la historia del cruzamiento de razas que se celebró en Estocolmo, Suecia, en 1960, dijo: “Hoy e s t a surgiendo un nuevo mestizaje en América latina.” Tanto las inmigraciones asiaticas como las europeas proporcionan abundantes ejemplos para convalidar •
f
•
25
CSLa 'ma yor ía d e los inmigrantes recién llega dos eran pobres, de modo que debían buscar sus primeras compañeras sexuales entre los estratos inferiores de la sociedad. En el medio latinoamericano, esto significaba con frecuencia que esas compañeras eran de piel oscura. Según Gilberto Fre yre los inmigrantes europeos pobres muchas veces se unían a una mulata lleva dos no sólo por el atra ctivo sexual de la mujer, smo también por su buena disposición para mantener al hombre, cosa que podía hacer t r a b a j a n d o como lavandera o cocinera. Al mismo tiempo, Freyre admite que los niños nacidos de tales uniones enfrentaban una doble desventaja
como déscendientes de una africana y de un ‘ desecho europeo .*6 En Paraguay he encontrado varias personas de posición muy modesta, que descendían de uniones entre aventureros ingleses o alemanes y mujeres nativas: personas de ojos azules y pelo negro, que solo hablan guaraní. Este tipo de fenómeno ocurre y siempre ocurrirá en todas las regiones de Latinoamérica cuando los inmigrantes y visitantes recurran a las mujeres de la región; son casos de mestizaje que no modifican ni ínfimamente la cultura local. Pero cuando la inmigración inicia la aculturaeión, el fenómeno es “de dos manos”. Mientras que los efectos europeizantes son obvios y con frecuencia destacados en la literatura erudita, también ha ocurrido que muchos inmigrantes europeos, especialmente los radicados en las zonas rurales, sufren profundas transformaciones, provocadas por el medio y por la competencia con los trabajadores nativos. En una obra literaria titulada Los gauchos judíos, su autor, Alberto Gerchunoff, describe mejor que cualquier erudito el proceso de este tipo que se dio en la historia de diez mil exiliados de los ghettos de Busia que probaron fortuna como agricultores en la provincia de Santa Fe, Argentina. Sobre las colonizaciones alemana, italiana y polaca en el sur del Brasil, un distinguido estudioso ha subrayado recientemente la importancia de la aculturaeión de los nuevos residentes en un medio primitivo .27 El tema de la manera en que las diferentes religiones y otras concepciones referentes a la familia y a la moral afectaron las relaciones entre los inmigrantes (en particular los de países europeos no latinos) y los latinoamericanos nativos, es interesante aunque poco conocido. Por otra parte, la inmigración a la zona templada de América latina no fue exclusivamente europea. Una gran cantidad de inmigrantes del Cercano Oriente, conocidos como “turcos” y “siriolibaneses” llegaron a casi todas las regiones de América latina. Su asimilación no presentó mayores problemas. Después de todo, sus fenotipos son muy similares a los de los otros pueblos mediterráneos.28 Tam bién en la zona tem plad a las m igraciones internas han mo difica do el mapa étnico, aunque menos que en la zona de plantaciones. En el noroeste argentino, las migraciones bolivianas fortalecieron la sangre indígen a de la pobla ción; en el noroeste, mestizos paraguayo s se^ radicaron en un área que albergaba a la más cosmopolita población de inmigrantes europeos. Ambas categorías, por supuesto, fueron atraídas fundamentalmente por las mejores oportunidades de trabajo .29 La población de los barrios bajos de las ciudades argentinas, en especial Hnctios Aires, se ha visto engrosada por elementos mestizos provenientes de las provincias andinas. En otros países, como Perú, donde la pobla Kreyre (1951), I, 345 y passim. Véase también Freyre (1959), I, 334336. Un fenómeno paralelo que ocurrió en Cartagena en el siglo xvm, es descripto por ...... y Ulloa (1768), I, 3738. Wulbol (1955). 1 I ,n asimilación de individuos provenientes del Cercano Oriente se manifiesta, milre otras cosas, en su participación en la política nacional. Véase Bray ( 1 9 6 2 ) . l’or la información oral que me proporcionó sobre la inmigración boliviana. . |nv en lleuda ron el profesor Germán Tjarks. Yo mismo he visitado la provincia m l(enllna do Misiones. .
:s r
5¡ n—
ciento. Azevedo (1961), 66. 25 1PGH (1961), 199.
r rS
.fe
#5
ción es considerablemente mestiza, el flujo desde el campo hacia los suburbios ha sido en parte indígena y en todos los casos su piel presenta un matiz más oscuro. Las variadas relaciones raciales en las Americas
Ya hemos observa do el fortalec imiento d el prej uicio racia l que siguió^ a la abolición de la esclavitud en la América afrolatina. La inmigración europea a la zona templada afectó análogamente a los pocos elementos de color que quedaban allí. En la America indolatina,^ durante el pe ríodo nacional, la población indígena quedo cada vez mas aislada, según ya lo hemos descript o. N o obstante, la comp arac ión con las relaci ones raciales en los Estados Unidos, por ejemplo, permite observar una diferencia muy manifiesta. No puede haber duda de que estas relaciones
relación con el problema. En los Estados Unidos, el abolicionismo era un vigoroso movimiento popular que, no obstante, sólo logró su propósito después de una devastadora guerra civil. En el Caribe, por lo contrario, la abolición fue impuesta desde arriba. En Brasil fue el resultado final de un proceso muy lento, en el cual intervinieron activamente factores internos y externos. Incluso así, la abolición final originó la caída del más estable gobierno latinoamericano del siglo xix. Quizás el vigor del humanitarismo en los Estados Unidos explica mejor que su debilidad la actitud reaccionaria y brutal de los racistas blancos del Sur.31 Otra circunstancia incluso más importante ha sido señalada por el antropologo Marvin Harris. Ya antes de la esclavitud negra había en el sur de Estados Unidos muchos blancos pobres, con los cuales debieron competir los negros emancipados. En Latinoamérica, el estrato equi-
grantes europeos que llegaron a América latina entre 1850 y 1930 Pero aproximadamente el 40 % retornaron tarde o temprano a sus países de origen. Como la Argentina, el Uruguay y el sur de Brasil estaban muy poco poblados, las enormes olas de recién llegados muy pronto excedieron a la población original, aunque gradualmente adoptaron por lo menos en parte la tradición criolla y también el lenguaje del país. La mayoría de los inmigrantes provenían de Italia, España y Portuf a modo que la asimilación resultaba relativamente sencilla^ Toda la zona tomó un aspecto europeo; el elemento negro desapareció definitivamente de la Argentina y el Uruguay. , , La historia de la inmigración europea es poco conocida a pesar de importancia fundamental que tuvo para los países afectados por ella. En especial, es poco lo que se sabe sobre lasr ¿ ac^ * S entre los inmigrantes y la poblacion nativa. La proporcion de lo « ha sido evidentemente el principal determinante de lcr u za m ien tod e razas a que dio lugar la nueva inmigración c om o lo había sido en el siglo xvi con la inmigración ibé ric a En el extremo mendiona de, Bras£ los alemanes que se radicaron durante la primera mitad del siglo x por lo general llevaron consigo a sus familias; teman, en consecuencia, menos necesidad del matrimonio mixto que los otros grupos La pobl ación “alemana” de esa zona aumentó rápidamente, gracias sobre todo un alto coeficiente de reproducción y a una tenaz resistencia a la as lación .24 Por otra parte, el predominio de hombres en los giupos inmigratorios debía necesariamente conducir a un mestizaje mas amplio y a un mayor número de matrimonios mixtos, lo c u a l naturalmente aceleraba el ritmo de la asimilación. La inmigración a la Argen tina entre 1857 y 1926 incluí a un 71% d e varones; aproximad amente las dos terceras partes eran adultos de menos de cuarenta anos. Víctor Baúl Haya de la To rre en u n congreso sobre la historia del cruzamiento de razas que se celebró en Estocolmo, Suecia, en 1960, dijo: “Hoy e s t a surgiendo un nuevo mestizaje en América latina.” Tanto las inmigraciones asiaticas como las europeas proporcionan abundantes ejemplos para convalidar •
f
•
25
CSLa 'ma yor ía d e los inmigrantes recién llega dos eran pobres, de modo que debían buscar sus primeras compañeras sexuales entre los estratos inferiores de la sociedad. En el medio latinoamericano, esto significaba con frecuencia que esas compañeras eran de piel oscura. Según Gilberto Fre yre los inmigrantes europeos pobres muchas veces se unían a una mulata lleva dos no sólo por el atra ctivo sexual de la mujer, smo también por su buena disposición para mantener al hombre, cosa que podía hacer t r a b a j a n d o como lavandera o cocinera. Al mismo tiempo, Freyre admite que los niños nacidos de tales uniones enfrentaban una doble desventaja
como déscendientes de una africana y de un ‘ desecho europeo .*6 En Paraguay he encontrado varias personas de posición muy modesta, que descendían de uniones entre aventureros ingleses o alemanes y mujeres nativas: personas de ojos azules y pelo negro, que solo hablan guaraní. Este tipo de fenómeno ocurre y siempre ocurrirá en todas las regiones de Latinoamérica cuando los inmigrantes y visitantes recurran a las mujeres de la región; son casos de mestizaje que no modifican ni ínfimamente la cultura local. Pero cuando la inmigración inicia la aculturaeión, el fenómeno es “de dos manos”. Mientras que los efectos europeizantes son obvios y con frecuencia destacados en la literatura erudita, también ha ocurrido que muchos inmigrantes europeos, especialmente los radicados en las zonas rurales, sufren profundas transformaciones, provocadas por el medio y por la competencia con los trabajadores nativos. En una obra literaria titulada Los gauchos judíos, su autor, Alberto Gerchunoff, describe mejor que cualquier erudito el proceso de este tipo que se dio en la historia de diez mil exiliados de los ghettos de Busia que probaron fortuna como agricultores en la provincia de Santa Fe, Argentina. Sobre las colonizaciones alemana, italiana y polaca en el sur del Brasil, un distinguido estudioso ha subrayado recientemente la importancia de la aculturaeión de los nuevos residentes en un medio primitivo .27 El tema de la manera en que las diferentes religiones y otras concepciones referentes a la familia y a la moral afectaron las relaciones entre los inmigrantes (en particular los de países europeos no latinos) y los latinoamericanos nativos, es interesante aunque poco conocido. Por otra parte, la inmigración a la zona templada de América latina no fue exclusivamente europea. Una gran cantidad de inmigrantes del Cercano Oriente, conocidos como “turcos” y “siriolibaneses” llegaron a casi todas las regiones de América latina. Su asimilación no presentó mayores problemas. Después de todo, sus fenotipos son muy similares a los de los otros pueblos mediterráneos.28 Tam bién en la zona tem plad a las m igraciones internas han mo difica do el mapa étnico, aunque menos que en la zona de plantaciones. En el noroeste argentino, las migraciones bolivianas fortalecieron la sangre indígen a de la pobla ción; en el noroeste, mestizos paraguayo s se^ radicaron en un área que albergaba a la más cosmopolita población de inmigrantes europeos. Ambas categorías, por supuesto, fueron atraídas fundamentalmente por las mejores oportunidades de trabajo .29 La población de los barrios bajos de las ciudades argentinas, en especial Hnctios Aires, se ha visto engrosada por elementos mestizos provenientes de las provincias andinas. En otros países, como Perú, donde la pobla Kreyre (1951), I, 345 y passim. Véase también Freyre (1959), I, 334336. Un fenómeno paralelo que ocurrió en Cartagena en el siglo xvm, es descripto por ...... y Ulloa (1768), I, 3738. Wulbol (1955). 1 I ,n asimilación de individuos provenientes del Cercano Oriente se manifiesta, milre otras cosas, en su participación en la política nacional. Véase Bray ( 1 9 6 2 ) . l’or la información oral que me proporcionó sobre la inmigración boliviana. . |nv en lleuda ron el profesor Germán Tjarks. Yo mismo he visitado la provincia m l(enllna do Misiones. .
:s r
5¡ n—
ciento. Azevedo (1961), 66. 25 1PGH (1961), 199.
r rS
.fe
#5
ción es considerablemente mestiza, el flujo desde el campo hacia los suburbios ha sido en parte indígena y en todos los casos su piel presenta un matiz más oscuro. Las variadas relaciones raciales en las Americas
Ya hemos observa do el fortalec imiento d el prej uicio racia l que siguió^ a la abolición de la esclavitud en la América afrolatina. La inmigración europea a la zona templada afectó análogamente a los pocos elementos de color que quedaban allí. En la America indolatina,^ durante el pe ríodo nacional, la población indígena quedo cada vez mas aislada, según ya lo hemos descript o. N o obstante, la comp arac ión con las relaci ones raciales en los Estados Unidos, por ejemplo, permite observar una diferencia muy manifiesta. No puede haber duda de que estas relaciones son más suaves y humanas en cualquier parte de Latinoamérica que en los Estados Unidos, incluso fuera de Misisipí y Alabama. Pero hay también una diferencia muy obvia entre las relaciones raciales en la América indolatina y en la América afrolatina. En la primera encontramos un dualismo étnico genéticamente artificial de indígenas y no indígenas, que corresponde al dualismo de los llamados blancos y los llamados negros en los Estados Unidos. Pero, mientras que el criterio en Angloamérica es genealógico; se funda en lo que se sabe sobre la ascendencia de una persona y excluye rígidamente del status blanco a todo el que tenga algún antepasado africano, el criterio en la America indolatina es sociocultural y por lo tanto mucho mas flexible y fluido. Ta l ve z para el “p asaje” no se neces ite más que comp rar rop a de tip o europeo y desplazarse a otro lugar. Finalmente, en la America afrolatina, con su pluralismo racial, el criterio para diferenciar a los distintos grupos es el aspecto físico, el fenotipo, pero algo modificado por consideraciones sociales y culturales. Si una persona de piel oscura es culta y prospera, la socied ad considerará que de algún m odo su j) ie l es algo^ mas clara. De manera que también en este caso el “ pasaje es algo mas fácil que en el rígido y exclusivista medio anglosajón. Mientras que en los Estados Unidos, por lo menos en la actualidad, la palabra verdaderamente ofensiva es “mulato” , en Brasil la que ha de evitarse es negro . Parec e seguro que la diferencia de actitudes entre las dos sociedades era especialmente profunda en lo referente a los mulatos y a la comprensión o negativa a comprender que el cruzamiento de razas es un hecho histórico.30 , Estas diferencias entre las relaciones raciales en Angloamérica y en la América afrolatina son difíciles de explicar, pero de nuestro capítulo V II I deb e surgir obviamente que la causa no se encuentra en las condiciones de la esclavitud de plantación. Probablemente los diferentes modos en que se llegó a la abolición de la esclavitud tenga una mayor 30 ,, la principal difer encia entre las actitudes raciales en Angloa mérica y Latinoamérica radica en la posición del mulato, más que en la del neg ro. . . ’ W . J. Cahnman, citado por Hoetink (1961), 633.
relación con el problema. En los Estados Unidos, el abolicionismo era un vigoroso movimiento popular que, no obstante, sólo logró su propósito después de una devastadora guerra civil. En el Caribe, por lo contrario, la abolición fue impuesta desde arriba. En Brasil fue el resultado final de un proceso muy lento, en el cual intervinieron activamente factores internos y externos. Incluso así, la abolición final originó la caída del más estable gobierno latinoamericano del siglo xix. Quizás el vigor del humanitarismo en los Estados Unidos explica mejor que su debilidad la actitud reaccionaria y brutal de los racistas blancos del Sur.31 Otra circunstancia incluso más importante ha sido señalada por el antropologo Marvin Harris. Ya antes de la esclavitud negra había en el sur de Estados Unidos muchos blancos pobres, con los cuales debieron competir los negros emancipados. En Latinoamérica, el estrato equivalente era el producto de tres siglos de mestizaje. La absorción gradual de estas personas, primero las manumitidas y después las liberadas por la abolicion de la esclavitud, causó menos tensión.32 Como en Latinoamérica, las sociedades fundadas por europeos del norte en el Caribe reconocían a los mulatos como un estrato intermedio. Pero las variaciones existentes en las relaciones raciales en el Caribe, con su estructura economica relativamente similar y su diversidad cultural, demuestran lo complejo que es el problema. Un sociólogo ha sugerido recientemente que la desemejanza física entre el europeo del norte y el negro o el mulato es realmente ( y se siente ) mucho mayor que la que media entre los blancos mediterráneos y las personas de ascendencia africana, y que esa desemejanza contribuyó a modelar las relaciones raciales en el Caribe .33 Esto no sería sorprendente en absoluto. Pero el historiador que encara la comparación de las diversas relaciones raciales se encuentra perplejo cuando trata de ir más allá de las explicaciones tangibles de las diferencias entre las pautas predominantes en diversas areas. El estudio de las actitudes étnicas pertenece con propiedad al dominio del psicólogo social. Y todavía esperamos una interpretación convincente del contraste que hemos examinado en estas páginas. Las generalizaciones referentes a las actitudes en diversas partes de Latinoamérica están a veces lejos de ser válidas. El conflicto racial puede deberse a la competencia económica y surgir como exteriorización del prejuicio étnico acumulado en el grupo mayoritario ”, asumiendo características notablemente similares en los diferentes medios. Por ejemplo, los chinos, trabajadores tesoneros y sólo parcialmente asimilados, enfrentan un tipo de persecución casi idéntica en el norte de México y en el oeste de los Estados Unidos. Una masacre en Torreón en 1911 costó la vida a trescientos chinos. En 1931, una larga historia de discriminación contra estos orientales culminó en Sonora con un decreto del gobierno Harris (1964), 9394. 112 Stein (196 4), 16; Harris (19 64 ), 8389. ( l()67)°et*nk ^ ® Tesis presentada con más detalle en un libro suyo
estadual que les prohibía, entre otras cosas, el casamiento con mexicanas, incluso cuando el “chino” de que se trataba fuera un ciudadano mexicano. Este decreto provocó el éxodo colectivo de los chinos de Sonora; la vida económica de la región resultó dañada como consecuencia.34 Tales episodios demuestran que, en ciertas condiciones, el prejuicio étnico » latente puede producir rápidamente discriminación y violencia racial en cualquier ambiente racial. No es un fenómeno que afecte exclusivamente a anglosajones, alemanes y sudafricanos.
EL RENACIMIENTO INDIO Y EL MESTIZAJE REEVALUADO
ción es considerablemente mestiza, el flujo desde el campo hacia los suburbios ha sido en parte indígena y en todos los casos su piel presenta un matiz más oscuro. Las variadas relaciones raciales en las Americas
Ya hemos observa do el fortalec imiento d el prej uicio racia l que siguió^ a la abolición de la esclavitud en la América afrolatina. La inmigración europea a la zona templada afectó análogamente a los pocos elementos de color que quedaban allí. En la America indolatina,^ durante el pe ríodo nacional, la población indígena quedo cada vez mas aislada, según ya lo hemos descript o. N o obstante, la comp arac ión con las relaci ones raciales en los Estados Unidos, por ejemplo, permite observar una diferencia muy manifiesta. No puede haber duda de que estas relaciones son más suaves y humanas en cualquier parte de Latinoamérica que en los Estados Unidos, incluso fuera de Misisipí y Alabama. Pero hay también una diferencia muy obvia entre las relaciones raciales en la América indolatina y en la América afrolatina. En la primera encontramos un dualismo étnico genéticamente artificial de indígenas y no indígenas, que corresponde al dualismo de los llamados blancos y los llamados negros en los Estados Unidos. Pero, mientras que el criterio en Angloamérica es genealógico; se funda en lo que se sabe sobre la ascendencia de una persona y excluye rígidamente del status blanco a todo el que tenga algún antepasado africano, el criterio en la America indolatina es sociocultural y por lo tanto mucho mas flexible y fluido. Ta l ve z para el “p asaje” no se neces ite más que comp rar rop a de tip o europeo y desplazarse a otro lugar. Finalmente, en la America afrolatina, con su pluralismo racial, el criterio para diferenciar a los distintos grupos es el aspecto físico, el fenotipo, pero algo modificado por consideraciones sociales y culturales. Si una persona de piel oscura es culta y prospera, la socied ad considerará que de algún m odo su j) ie l es algo^ mas clara. De manera que también en este caso el “ pasaje es algo mas fácil que en el rígido y exclusivista medio anglosajón. Mientras que en los Estados Unidos, por lo menos en la actualidad, la palabra verdaderamente ofensiva es “mulato” , en Brasil la que ha de evitarse es negro . Parec e seguro que la diferencia de actitudes entre las dos sociedades era especialmente profunda en lo referente a los mulatos y a la comprensión o negativa a comprender que el cruzamiento de razas es un hecho histórico.30 , Estas diferencias entre las relaciones raciales en Angloamérica y en la América afrolatina son difíciles de explicar, pero de nuestro capítulo V II I deb e surgir obviamente que la causa no se encuentra en las condiciones de la esclavitud de plantación. Probablemente los diferentes modos en que se llegó a la abolición de la esclavitud tenga una mayor 30 ,, la principal difer encia entre las actitudes raciales en Angloa mérica y Latinoamérica radica en la posición del mulato, más que en la del neg ro. . . ’ W . J. Cahnman, citado por Hoetink (1961), 633.
relación con el problema. En los Estados Unidos, el abolicionismo era un vigoroso movimiento popular que, no obstante, sólo logró su propósito después de una devastadora guerra civil. En el Caribe, por lo contrario, la abolición fue impuesta desde arriba. En Brasil fue el resultado final de un proceso muy lento, en el cual intervinieron activamente factores internos y externos. Incluso así, la abolición final originó la caída del más estable gobierno latinoamericano del siglo xix. Quizás el vigor del humanitarismo en los Estados Unidos explica mejor que su debilidad la actitud reaccionaria y brutal de los racistas blancos del Sur.31 Otra circunstancia incluso más importante ha sido señalada por el antropologo Marvin Harris. Ya antes de la esclavitud negra había en el sur de Estados Unidos muchos blancos pobres, con los cuales debieron competir los negros emancipados. En Latinoamérica, el estrato equivalente era el producto de tres siglos de mestizaje. La absorción gradual de estas personas, primero las manumitidas y después las liberadas por la abolicion de la esclavitud, causó menos tensión.32 Como en Latinoamérica, las sociedades fundadas por europeos del norte en el Caribe reconocían a los mulatos como un estrato intermedio. Pero las variaciones existentes en las relaciones raciales en el Caribe, con su estructura economica relativamente similar y su diversidad cultural, demuestran lo complejo que es el problema. Un sociólogo ha sugerido recientemente que la desemejanza física entre el europeo del norte y el negro o el mulato es realmente ( y se siente ) mucho mayor que la que media entre los blancos mediterráneos y las personas de ascendencia africana, y que esa desemejanza contribuyó a modelar las relaciones raciales en el Caribe .33 Esto no sería sorprendente en absoluto. Pero el historiador que encara la comparación de las diversas relaciones raciales se encuentra perplejo cuando trata de ir más allá de las explicaciones tangibles de las diferencias entre las pautas predominantes en diversas areas. El estudio de las actitudes étnicas pertenece con propiedad al dominio del psicólogo social. Y todavía esperamos una interpretación convincente del contraste que hemos examinado en estas páginas. Las generalizaciones referentes a las actitudes en diversas partes de Latinoamérica están a veces lejos de ser válidas. El conflicto racial puede deberse a la competencia económica y surgir como exteriorización del prejuicio étnico acumulado en el grupo mayoritario ”, asumiendo características notablemente similares en los diferentes medios. Por ejemplo, los chinos, trabajadores tesoneros y sólo parcialmente asimilados, enfrentan un tipo de persecución casi idéntica en el norte de México y en el oeste de los Estados Unidos. Una masacre en Torreón en 1911 costó la vida a trescientos chinos. En 1931, una larga historia de discriminación contra estos orientales culminó en Sonora con un decreto del gobierno Harris (1964), 9394. 112 Stein (196 4), 16; Harris (19 64 ), 8389. ( l()67)°et*nk ^ ® Tesis presentada con más detalle en un libro suyo
estadual que les prohibía, entre otras cosas, el casamiento con mexicanas, incluso cuando el “chino” de que se trataba fuera un ciudadano mexicano. Este decreto provocó el éxodo colectivo de los chinos de Sonora; la vida económica de la región resultó dañada como consecuencia.34 Tales episodios demuestran que, en ciertas condiciones, el prejuicio étnico » latente puede producir rápidamente discriminación y violencia racial en cualquier ambiente racial. No es un fenómeno que afecte exclusivamente a anglosajones, alemanes y sudafricanos.
EL RENACIMIENTO INDIO Y EL MESTIZAJE REEVALUADO Racismo
I iii la literatura romantica latinoamericana aparecen el indio y aunque menos frecuentemente, el negro.1 El primer autor que enfocó el tema con algún realismo y conciencia de la miseria de los individuos de piel oscura fue una peruana, Clorinda Matto de Turner, quien en 1889 publico Aves sin nido, libro que, por otra parte, no posee gran valor literario. Hasta principios del siglo xx, la causa de la justicia social para indios y negros sólo tuvo unos pocos campeones literarios.2 Un poco antes, no obstante, la gente de piel oscura comenzó a ser considerada por lo menos un problema social e incluso una causa de la lentitud del desarrollo de America latina. Desde 1833, en que Domingo Faustino Sarmiento publicó su libro Conflictos y amonios de las razas en Amé rica, el factor “racial” fue cada vez considerado con más frecuencia. El tema se enfocó desde los puntos de vista positivista y spenceriano (o darwinista social), que eran las filosofías entonces en boga. El racismo europeo, tal como lo predicaban el conde Gobineau,3 Vacher de La |)ouge, Houston Chamberlain y Gustave Le Bon, también dejó su marca.4 I )ebemos comprender que en esa época las ideas racistas parecían representar la ciencia moderna. La antropometría, por ejemplo, se consideraba una disciplina especial. Si pensamos en la extrema sensibilidad de los latinoamericanos ante todo lo que estaba de moda en París, resulta notable que el racismo no ejerciera una influencia aún mayor sobre los intelectuales de esa parte del mundo. En México, la mayor parte de los
ai Cumberland (1960). Sobre las leyes latinoamericanas de inmigración discriminatorias con respecto a los asiáticos, véase Bradley (1 94 2) , 6768. También González Navarro (1957), 166172.
“científicos” —los intelectuales positivistas reunidos en torno del dictador Porfirio Díaz— aceptaban el cruzamiento como hecho histórico, pero ponían sus esperanzas en la influencia de la educación popular. Gabino Barreda y Justo Sierra aducían que los indios eran educables. Entre los principales científicos sólo Francisco Bulnes fue un racista franco, aunque confuso. Comparó el vigor y la inteligencia de los europeos del norte, que consumían una dieta basada en el trigo, con la debilidad de los amerindios y los orientales, nutridos con maíz y arroz. Pero no extrajo la conclusión lógi ca de su razonamiento: ¡la diferenc ia podría resolverse mediante un simple cambio de dieta! 5 Fuera de México pueden encontrarse más influencias racistas. Consideremos la retórica que despliega el argentino Carlos Octavio Bunge, hijo de un inmigrante alemán, hablando de los mestizos y mulatos en 1903: “Impuros ambos, ambos atávicamente anticristianos; son como las dos cabezas de una
1 Meléndez (1934 ); Manzoni (1939 ); Sayers (1956) •’ Zum Felde (19 59) , I I, 254256. Gobineau estuvo en el Brasil entre 1868 y 1870 como ministro francés en Río nüx1™ ’m antemendomuy buenas relaciones con el emperador Pedro I I Pero le escribió a un amigo : “ Este no es un país de mi gusto. Una pobla ción enteramente " ulula, corrompida en cuerpo y alma, repugnante hasta un extremo terrorífico . . .” Gobineau (1917), 87. 1 Sánchez (196 2), 140, admite la existencia de racismo en América latina, pero ultima: LEI racismo] no nació en América; eso vino de afuera, y hacia afuera towlra que volverse...
el pensamiento racista debe ser necesariamente pesimista. Alcides Ar guedas, en su libro Pueblo enfermo, publicado en 1909, culpa al mestizaje por el atraso de su país. En Brasil, Euclides da Cunha, autor de la admirable obra titulada Os Sertoes (1902), no escapa a la influencia del determinismo biológico de su época: “El cruzamiento de razas muy diferentes es en la mayoría de los casos pernicioso. .. El indoeuropeo, el negro, el guaraní brasileño o el tapuia” representan diferentes estadios de la evolución humana y “el cruzamiento, además de borrar las cualidades eminentes del primero, estimula la reaparición de los atributos primitivos de los últimos”.11 Pero da Cunha no era un dogmático, y su obra, por sobre todo, ensaya las cualidades épicas desplegadas por hombres pertenecientes a diferentes grupos étnicos durante la larga lucha de Canudos. Algunos intelectuales racistas ponían su esperanza en los efectos benéficos de la inmigración europea. A causa de su superioridad biológica, la raza blanca se impondría a las otras. La meta era
estadual que les prohibía, entre otras cosas, el casamiento con mexicanas, incluso cuando el “chino” de que se trataba fuera un ciudadano mexicano. Este decreto provocó el éxodo colectivo de los chinos de Sonora; la vida económica de la región resultó dañada como consecuencia.34 Tales episodios demuestran que, en ciertas condiciones, el prejuicio étnico » latente puede producir rápidamente discriminación y violencia racial en cualquier ambiente racial. No es un fenómeno que afecte exclusivamente a anglosajones, alemanes y sudafricanos.
EL RENACIMIENTO INDIO Y EL MESTIZAJE REEVALUADO Racismo
I iii la literatura romantica latinoamericana aparecen el indio y aunque menos frecuentemente, el negro.1 El primer autor que enfocó el tema con algún realismo y conciencia de la miseria de los individuos de piel oscura fue una peruana, Clorinda Matto de Turner, quien en 1889 publico Aves sin nido, libro que, por otra parte, no posee gran valor literario. Hasta principios del siglo xx, la causa de la justicia social para indios y negros sólo tuvo unos pocos campeones literarios.2 Un poco antes, no obstante, la gente de piel oscura comenzó a ser considerada por lo menos un problema social e incluso una causa de la lentitud del desarrollo de America latina. Desde 1833, en que Domingo Faustino Sarmiento publicó su libro Conflictos y amonios de las razas en Amé rica, el factor “racial” fue cada vez considerado con más frecuencia. El tema se enfocó desde los puntos de vista positivista y spenceriano (o darwinista social), que eran las filosofías entonces en boga. El racismo europeo, tal como lo predicaban el conde Gobineau,3 Vacher de La |)ouge, Houston Chamberlain y Gustave Le Bon, también dejó su marca.4 I )ebemos comprender que en esa época las ideas racistas parecían representar la ciencia moderna. La antropometría, por ejemplo, se consideraba una disciplina especial. Si pensamos en la extrema sensibilidad de los latinoamericanos ante todo lo que estaba de moda en París, resulta notable que el racismo no ejerciera una influencia aún mayor sobre los intelectuales de esa parte del mundo. En México, la mayor parte de los
ai Cumberland (1960). Sobre las leyes latinoamericanas de inmigración discriminatorias con respecto a los asiáticos, véase Bradley (1 94 2) , 6768. También González Navarro (1957), 166172.
“científicos” —los intelectuales positivistas reunidos en torno del dictador Porfirio Díaz— aceptaban el cruzamiento como hecho histórico, pero ponían sus esperanzas en la influencia de la educación popular. Gabino Barreda y Justo Sierra aducían que los indios eran educables. Entre los principales científicos sólo Francisco Bulnes fue un racista franco, aunque confuso. Comparó el vigor y la inteligencia de los europeos del norte, que consumían una dieta basada en el trigo, con la debilidad de los amerindios y los orientales, nutridos con maíz y arroz. Pero no extrajo la conclusión lógi ca de su razonamiento: ¡la diferenc ia podría resolverse mediante un simple cambio de dieta! 5 Fuera de México pueden encontrarse más influencias racistas. Consideremos la retórica que despliega el argentino Carlos Octavio Bunge, hijo de un inmigrante alemán, hablando de los mestizos y mulatos en 1903: “Impuros ambos, ambos atávicamente anticristianos; son como las dos cabezas de una hidra fabulosa que rodea, aprieta y estrangula, entre^su espiral gigantesca una hermosa y pálida virgen, Hispanoamérica.. .” 6 Bunge tenía muchos lectores en esa época. Para él y otros de su tendencia, el mestizaje proporcionaba una explicación fácil de todas las tragedias de la historia latinoamericana: la anarquía, el caudillismo, las guerras civiles, etcetera. Pero, como Angel Rosenblat dice justamente: “La verdad es que, sin ese mestizaje, no ha sido más ejemplar la historia española de estos últimos ciento cincuenta años. . . ” 7 Veamos otro ejemplo de racismo seudo científico en el Bío de la Plata: José Ingenieros, refiriéndose a los negros, afirmó que “los hombres de las razas blancas, aun en sus grupos étnicos inferiores, distan un abismo de esos seres, que parecen mas proximos de los monos antropoides que de los blancos civilizados. .. Con una lógica tomada del spencerismo, el autor argentino concluye fríamente: “Cuanto se haga en pro de las razas inferiores es anticientífico;^ a lo sumo, se les podría proteger para que se extingan agradablemente.” 8 En Chile, el triunfo obtenido en la Guerra del Pacífic o (18791883) se atribuyó a veces a la “blancura” de los chilenos, comparados con los “indios” de Bolivia y Perú. O bien los chilenos encontraron consuelo en la creencia de que el mestizaje en su país había vinculado a dos razas “superiores” : españoles góticovascuences y araucanos. El perse verante historiador Francisco Antonio Encina es partidario de esta interpretación ingenua .9 Lo grave del racismo en Chile está en que parece haber influido sobre las actitudes sociales de los estratos medios con respecto a los “rotos” de la clase inferior, cuya piel es a menudo un poco más oscura.10 En Bolivia, con su población indomestiza y su trágica historia, 5 Stabb (1959). 6 Citado por Stabb (1957), 435. 7 J. Icaza Tijerino representa a los autores que intentan explicar racialmente la evolución de Latinoamérica. Rosenblat (1954), II, 185. 8 Cita de un diario de viaje de Ingenieros, publicado en 1913. Stabb (19 57 ), 436. 9 Griffi n (1 95 7), 26, observa, no obstante, que: “ .. .p ar te d el racismo de Encina es una cuestión de vocabulario. Aunque él seria el primero en negarlo, mucho de lo que interpreta racialmente puede ser traducido por el lector a términos culturales . . . ” i» Pike (19 63 ), 36, 289292, 444445, afirma que la clase media chilena,
responder: Morrer, se preciso fór, matar, nunca (Morir si es preciso; matar, nunca).14 Los campesinos indios de las bandas de Emiliano Zapata, y el Plan de Ayala de 1911, redactado por su ayudante Otilio Montaño, iniciaron en México el movimiento para devolver a los indios las tierras de que habían sido privados. Este objetivo encontró su expresión legal en el párrafo 27 de la Constitución de Querétaro. Interpretado en sentido socialista por el presidente Lázaro Cárdenas, ese párrafo dio lugar a una categoría de “ejidos”, que tenían más cosas en común con granjas colectivas contemporáneas que con el prototipo indoespañol. Desde entonces, el indígena ha estado presente en todos los numerosos proyectos de reforma agraria discutidos o iniciados en los países latinoamericanos que todavía tienen elementos “indios”. En Perú, el presidente Augusto Le guía restauró en 1919 la legalidad de las comunidades indias. En Colombia, Venezuela y Chile se ha discutido mucho sobre las últimas de esas
1 Meléndez (1934 ); Manzoni (1939 ); Sayers (1956) •’ Zum Felde (19 59) , I I, 254256. Gobineau estuvo en el Brasil entre 1868 y 1870 como ministro francés en Río nüx1™ ’m antemendomuy buenas relaciones con el emperador Pedro I I Pero le escribió a un amigo : “ Este no es un país de mi gusto. Una pobla ción enteramente " ulula, corrompida en cuerpo y alma, repugnante hasta un extremo terrorífico . . .” Gobineau (1917), 87. 1 Sánchez (196 2), 140, admite la existencia de racismo en América latina, pero ultima: LEI racismo] no nació en América; eso vino de afuera, y hacia afuera towlra que volverse...
el pensamiento racista debe ser necesariamente pesimista. Alcides Ar guedas, en su libro Pueblo enfermo, publicado en 1909, culpa al mestizaje por el atraso de su país. En Brasil, Euclides da Cunha, autor de la admirable obra titulada Os Sertoes (1902), no escapa a la influencia del determinismo biológico de su época: “El cruzamiento de razas muy diferentes es en la mayoría de los casos pernicioso. .. El indoeuropeo, el negro, el guaraní brasileño o el tapuia” representan diferentes estadios de la evolución humana y “el cruzamiento, además de borrar las cualidades eminentes del primero, estimula la reaparición de los atributos primitivos de los últimos”.11 Pero da Cunha no era un dogmático, y su obra, por sobre todo, ensaya las cualidades épicas desplegadas por hombres pertenecientes a diferentes grupos étnicos durante la larga lucha de Canudos. Algunos intelectuales racistas ponían su esperanza en los efectos benéficos de la inmigración europea. A causa de su superioridad biológica, la raza blanca se impondría a las otras. La meta era el branqueamento (blanqueamiento) o arianizagño ( arianización) de los que hablan de Oliveira Vianna y Ellis (hijo ).12 Indigenismo y afrolatinocimericcinismo
Es por igual fascinante y paradójico que el ambiente intelectual que acabamos de bosquejar también produjera los primeros esfuerzos para defender al hombre de piel oscura y reevaluar sus contribuciones y su capacidad. En Bolivia fue el mismo Alcides Arguedas, el autor de Pueblo enfermo, quien publicó en 1919 la primera gran novela indigenista, La raza de bronce, en la cual revela el modo en que los indios eran sojuzgados por un clero rapaz. Poco antes del estallido de la revolución mexicana, en 1910, a Porfirio Díaz se le propuso la fundación de una “sociedad indigenista mexicana”, con el “único y exclusivo objeto de [cultivar] el estudio de nuestras razas indígenas y procurar su evolución”.13 En Brasil, el profesor Nina Rodrigues, de Bahía, aunque personalmente convencido de la superioridad de la raza blanca, creó la dinámica y entusiasta escuela de estudios afrobrasileños. En ese mismo país, el general Candido de Rondon, positivista convencido, estableció en 1910 el Serví50 de Protegao aos Indios. El programa de esta dependencia, durante sus períodos más activos, dio importancia a la justicia y la paciencia en el trato con los aborígenes, en la tolerancia con respecto a sus costumbres religiosas, en la promoción del matrimonio mixto y del comercio para integrar a los indios a la sociedad —metas todas imbuidas de positivismo—. No conozco un lema más noble que el que Rondon acuñó para la organización —y al que algunos de sus miembros supieron
"enorgulleciéndose de su blancura”, “ cree en su conjunto en la inferioridad de los Indios y personas de sangre mezclada ” , n Cunha (1954), 96. ,a irCII (1961), 23. '» Stabb (19 59), 422423; Comas (1953 ), 70.
Cárdenas la acción indigenista fue más vigorosa. En 1936 se estableció un Departamento de Asuntos Indígenas, y se comenzó a trabajar en las comunidades. A principios de 1940 se reunió en Pátzcuaro el primer Congreso Indigenista Interamericano. Basadas principalmente en la experiencia mexicana, las recomendaciones de este congreso cubrieron un vasto espectro: estudio y empleo en la educación de los lenguajes aborígenes, inalienabilidad de las tierras de las comunidades indias, protección a la artesanía indígena, salubridad y asistencia a los indios en el desarrollo de sus dones, “con el fin de que su cultura propia no desaparezca, y sirva para enriquecer el acervo cultural de cada país .. .” 18 Como resultado del Congreso, se fundó un Instituto Indigenista Inter americano. Pronto lo siguieron varios institutos nacionales. Estimulada por este movimiento, en los diversos países proliferó la legislación indigenista, pero, como durante el período colonial, la aplicación en la práctica resultó con frecuencia más difícil. No obstante, muchos de sus
“científicos” —los intelectuales positivistas reunidos en torno del dictador Porfirio Díaz— aceptaban el cruzamiento como hecho histórico, pero ponían sus esperanzas en la influencia de la educación popular. Gabino Barreda y Justo Sierra aducían que los indios eran educables. Entre los principales científicos sólo Francisco Bulnes fue un racista franco, aunque confuso. Comparó el vigor y la inteligencia de los europeos del norte, que consumían una dieta basada en el trigo, con la debilidad de los amerindios y los orientales, nutridos con maíz y arroz. Pero no extrajo la conclusión lógi ca de su razonamiento: ¡la diferenc ia podría resolverse mediante un simple cambio de dieta! 5 Fuera de México pueden encontrarse más influencias racistas. Consideremos la retórica que despliega el argentino Carlos Octavio Bunge, hijo de un inmigrante alemán, hablando de los mestizos y mulatos en 1903: “Impuros ambos, ambos atávicamente anticristianos; son como las dos cabezas de una hidra fabulosa que rodea, aprieta y estrangula, entre^su espiral gigantesca una hermosa y pálida virgen, Hispanoamérica.. .” 6 Bunge tenía muchos lectores en esa época. Para él y otros de su tendencia, el mestizaje proporcionaba una explicación fácil de todas las tragedias de la historia latinoamericana: la anarquía, el caudillismo, las guerras civiles, etcetera. Pero, como Angel Rosenblat dice justamente: “La verdad es que, sin ese mestizaje, no ha sido más ejemplar la historia española de estos últimos ciento cincuenta años. . . ” 7 Veamos otro ejemplo de racismo seudo científico en el Bío de la Plata: José Ingenieros, refiriéndose a los negros, afirmó que “los hombres de las razas blancas, aun en sus grupos étnicos inferiores, distan un abismo de esos seres, que parecen mas proximos de los monos antropoides que de los blancos civilizados. .. Con una lógica tomada del spencerismo, el autor argentino concluye fríamente: “Cuanto se haga en pro de las razas inferiores es anticientífico;^ a lo sumo, se les podría proteger para que se extingan agradablemente.” 8 En Chile, el triunfo obtenido en la Guerra del Pacífic o (18791883) se atribuyó a veces a la “blancura” de los chilenos, comparados con los “indios” de Bolivia y Perú. O bien los chilenos encontraron consuelo en la creencia de que el mestizaje en su país había vinculado a dos razas “superiores” : españoles góticovascuences y araucanos. El perse verante historiador Francisco Antonio Encina es partidario de esta interpretación ingenua .9 Lo grave del racismo en Chile está en que parece haber influido sobre las actitudes sociales de los estratos medios con respecto a los “rotos” de la clase inferior, cuya piel es a menudo un poco más oscura.10 En Bolivia, con su población indomestiza y su trágica historia, 5 Stabb (1959). 6 Citado por Stabb (1957), 435. 7 J. Icaza Tijerino representa a los autores que intentan explicar racialmente la evolución de Latinoamérica. Rosenblat (1954), II, 185. 8 Cita de un diario de viaje de Ingenieros, publicado en 1913. Stabb (19 57 ), 436. 9 Griffi n (1 95 7), 26, observa, no obstante, que: “ .. .p ar te d el racismo de Encina es una cuestión de vocabulario. Aunque él seria el primero en negarlo, mucho de lo que interpreta racialmente puede ser traducido por el lector a términos culturales . . . ” i» Pike (19 63 ), 36, 289292, 444445, afirma que la clase media chilena,
responder: Morrer, se preciso fór, matar, nunca (Morir si es preciso; matar, nunca).14 Los campesinos indios de las bandas de Emiliano Zapata, y el Plan de Ayala de 1911, redactado por su ayudante Otilio Montaño, iniciaron en México el movimiento para devolver a los indios las tierras de que habían sido privados. Este objetivo encontró su expresión legal en el párrafo 27 de la Constitución de Querétaro. Interpretado en sentido socialista por el presidente Lázaro Cárdenas, ese párrafo dio lugar a una categoría de “ejidos”, que tenían más cosas en común con granjas colectivas contemporáneas que con el prototipo indoespañol. Desde entonces, el indígena ha estado presente en todos los numerosos proyectos de reforma agraria discutidos o iniciados en los países latinoamericanos que todavía tienen elementos “indios”. En Perú, el presidente Augusto Le guía restauró en 1919 la legalidad de las comunidades indias. En Colombia, Venezuela y Chile se ha discutido mucho sobre las últimas de esas comunidades. ¿Habría que preservarlas? 15 ¿O deberían extinguirse para facilitar la integración del indígena a la sociedad nacional? Los argumentos en favor de la nueva política agraria antiliberal provienen de interpretaciones con frecuencia anacrónicas e idealizadas de las civilizacione s precolo mbinas, en otros casos su origen está en el socialismo occidental.16 Este es el trasfondo del cual surgió la versión original del aprismo peruano de Víctor Raúl Haya de la Torre. Por otra parte, Miguel Othón de Mendizábal negó en México que fueran las tradiciones indias las que imponían la colectivización del sector agrario (que él propugnaba): la razón era la conveniencia económica.17 Desde el punto de vista marxista, los indios merecen apoyo principalmente porque son proletarios. En México, un grupo de personas capaces, idealistas y prácticas al mismo tiempo, contribuyeron a que el indigenismo intelectual comenzara a expresarse en la acción social; entre ellas se cuentan Manuel Gamio, Moisés Sáenz y Alfonso Caso. Durante las primeras administraciones revolucionarias, la política indigenista era aún experimental y vacilante. El experimento de la llamada Casa del Estudiante Indígena nos recuerda otro similar, llevado a cabo en el siglo xvi, cuya finalidad era la formación de una élite india. En ambos casos, los estudiantes cuidadosamente seleccionados, una vez preparados en la ciudad, no se reintegraron a las aldeas de sus familiares. Durante la administración 14 Kiemen (19 65 ), 263273. En mi artículo sobre razas y clases (1 964 c) en la Latinoamérica del siglo xx, ignoré la íntima relación que existe entre el positivismo y el nacimiento del indigenismo. Según revelaciones recientes, el SP I decayó rápidamente después de la muerte de Rondón (19 58) y llegaron a cometerse los abusos más atroces. 15 Entre quienes se han pronunciado en favor de esta política se cuentan el chileno Alejandro Lipschütz y el colombiano Juan Friede. Incidentalmente, ambos son inmigrantes europeos. 16 Salz (1944), 456. 1 7 Alba (1960), 348. El aprismo, con su ideología ecléctica, se inició como movimiento revolucionario izquierdista en la década de 1920. Cuarenta años más tarde se ha convertido en una fuerza centrista, o incluso de centroderecha, en la política peruana.
sorprendentemente similares a las del régimen colonial español.22 Existe el peligro de que fortaleciendo las tradiciones indias referentes a la tenencia de la tierra, y prestando atención a sus lenguajes, etcétera, se subraye aun más la diferencia entre el indígena y los otros ciudadanos, lo que está lejos de ser deseable.23 Por otra parte, la introducción de cambios acelerados puede conducir fácilmente al “pochismo”, formando una subcultura de Lumpenproletariat. Pero a pesar de todos los riesgos y pelig ros, los indigenistas , partic ularm ente en Méx ico , pued en exhibir algunos logros. A la variada civil izació n industrial que está emergiend o en la actualidad en Latinoamérica se le ha infundido algún matiz indio. Infundir a la civilización industrial algún carácter, algún sabor nacional y regio nal, es una tarea d e suma import ancia. A l mismo t iemp o, la industrialización, si se la explota con habilidad, puede proporcionar nuevos medios para integrar a los indígenas en las sociedades nacionales. No obstante los fuertes lazos que existen entre el indigenismo y algu-
el pensamiento racista debe ser necesariamente pesimista. Alcides Ar guedas, en su libro Pueblo enfermo, publicado en 1909, culpa al mestizaje por el atraso de su país. En Brasil, Euclides da Cunha, autor de la admirable obra titulada Os Sertoes (1902), no escapa a la influencia del determinismo biológico de su época: “El cruzamiento de razas muy diferentes es en la mayoría de los casos pernicioso. .. El indoeuropeo, el negro, el guaraní brasileño o el tapuia” representan diferentes estadios de la evolución humana y “el cruzamiento, además de borrar las cualidades eminentes del primero, estimula la reaparición de los atributos primitivos de los últimos”.11 Pero da Cunha no era un dogmático, y su obra, por sobre todo, ensaya las cualidades épicas desplegadas por hombres pertenecientes a diferentes grupos étnicos durante la larga lucha de Canudos. Algunos intelectuales racistas ponían su esperanza en los efectos benéficos de la inmigración europea. A causa de su superioridad biológica, la raza blanca se impondría a las otras. La meta era el branqueamento (blanqueamiento) o arianizagño ( arianización) de los que hablan de Oliveira Vianna y Ellis (hijo ).12 Indigenismo y afrolatinocimericcinismo
Es por igual fascinante y paradójico que el ambiente intelectual que acabamos de bosquejar también produjera los primeros esfuerzos para defender al hombre de piel oscura y reevaluar sus contribuciones y su capacidad. En Bolivia fue el mismo Alcides Arguedas, el autor de Pueblo enfermo, quien publicó en 1919 la primera gran novela indigenista, La raza de bronce, en la cual revela el modo en que los indios eran sojuzgados por un clero rapaz. Poco antes del estallido de la revolución mexicana, en 1910, a Porfirio Díaz se le propuso la fundación de una “sociedad indigenista mexicana”, con el “único y exclusivo objeto de [cultivar] el estudio de nuestras razas indígenas y procurar su evolución”.13 En Brasil, el profesor Nina Rodrigues, de Bahía, aunque personalmente convencido de la superioridad de la raza blanca, creó la dinámica y entusiasta escuela de estudios afrobrasileños. En ese mismo país, el general Candido de Rondon, positivista convencido, estableció en 1910 el Serví50 de Protegao aos Indios. El programa de esta dependencia, durante sus períodos más activos, dio importancia a la justicia y la paciencia en el trato con los aborígenes, en la tolerancia con respecto a sus costumbres religiosas, en la promoción del matrimonio mixto y del comercio para integrar a los indios a la sociedad —metas todas imbuidas de positivismo—. No conozco un lema más noble que el que Rondon acuñó para la organización —y al que algunos de sus miembros supieron
"enorgulleciéndose de su blancura”, “ cree en su conjunto en la inferioridad de los Indios y personas de sangre mezclada ” , n Cunha (1954), 96. ,a irCII (1961), 23. '» Stabb (19 59), 422423; Comas (1953 ), 70.
Cárdenas la acción indigenista fue más vigorosa. En 1936 se estableció un Departamento de Asuntos Indígenas, y se comenzó a trabajar en las comunidades. A principios de 1940 se reunió en Pátzcuaro el primer Congreso Indigenista Interamericano. Basadas principalmente en la experiencia mexicana, las recomendaciones de este congreso cubrieron un vasto espectro: estudio y empleo en la educación de los lenguajes aborígenes, inalienabilidad de las tierras de las comunidades indias, protección a la artesanía indígena, salubridad y asistencia a los indios en el desarrollo de sus dones, “con el fin de que su cultura propia no desaparezca, y sirva para enriquecer el acervo cultural de cada país .. .” 18 Como resultado del Congreso, se fundó un Instituto Indigenista Inter americano. Pronto lo siguieron varios institutos nacionales. Estimulada por este movimiento, en los diversos países proliferó la legislación indigenista, pero, como durante el período colonial, la aplicación en la práctica resultó con frecuencia más difícil. No obstante, muchos de sus aspectos positivos pudieron cobrar realidad. Una visita que realicé al centro que mantiene el Instituto Nacional Indigenista mexicano, en San Cristóbal Las Casas, Chiapas, en 1958, me impresionó muy favorablemente. El indigenismo tal como se manifiesta en la acción social necesariamente presenta un problema crucial. ¿Cómo puede conciliarse la meta fundamental de incorporar al indígena a la sociedad nacional moderna, con el deseo de preservar los elementos positivos de la cultura tradicional? Para indigenistas como Gamio, la cultura futura de México y el resto de Latinoamérica debe reposar sobre una base tecnológicocientí fica occidental, pero expresaría principalmente valores espirituales de origen indio.19 No obstante, este encumbrado sueño parece gozar de poco apoyo, y en general se admite que una vez introducido el cambio, afectará necesariamente a todos los aspectos de la vida del indígena, y que, para bien o para mal, el proceso no puede demorarse mucho tiempo. Según Luis Mendieta y Núñez, especialista mexicano, la vida de los indígenas debe transformarse “no sólo desde el punto de vista del indio, muy discutible, sino por motivos de interés nacional indiscutibles”.20 Esta manera fría de ver las cosas contribuye a explicar un fenómeno que ha subrayado el antropólogo Richard Adams, quien afirma que a los indios de la selva por lo general no les prestan mucha atención los gobiernos, a causa de que producen poco más de lo que necesitan para subsistir, viven en el aislamiento y no votan.21 Las soluciones que ofrece el indigenismo moderno muchas veces son i® Ballesteros y Gaibrois y Ulloa Suárez (1961), 295. Véase también Comas (1964), 4854. 19 Alba (1960), 350354. 20 Ibid., 356. Para el indio, el problema podía muy bien plantearse en los términos bosquejados por Adams (19 64a ), 161: “ El indio que sigue sus tradiciones es con frecuencia considerado reaccionario por los izquierdistas, mientras que el que trata de convertirse en ladino quizá sea muy pronto motejado de comunista por los conservadores.” 21 Adams (1964b),
y reinte rpre tació n, como en las obras del guat ema ltec o Mi gu el An ge l Asturias y el peruano José María Arguedas.26 El renacimiento indio ha tenido un equivalente más débil en las áreas afroamericanas, esto es, en la zona del Caribe y en Brasil. Puesto que se trata primordialmente de un fenómeno cultural, sus consecuencias políticas y sociales están lejos de ser importantes. Desde la publicación de su primer libro sobre los negros cubanos, el gran intelectual Fernando Ortiz ha continuado analizando la contribución africana a la sociedad y cultura del Carib e. Un grup o de negros y neg róf ilos de esa r egi ón ha creado una interesante poesía afroantillana.27 En Brasil, Artur Ramos y Gil be rto Fr ey re —el p rime ro antr opólo go, el segundo soc iólo go e historiador— ocuparon en la década de 1930 el lugar que les corresponde como principales estudiosos del pasado y presente africano. Gracias a los esfuerzos de Freyre, en el año 1934 se reunió en Recife el primer
responder: Morrer, se preciso fór, matar, nunca (Morir si es preciso; matar, nunca).14 Los campesinos indios de las bandas de Emiliano Zapata, y el Plan de Ayala de 1911, redactado por su ayudante Otilio Montaño, iniciaron en México el movimiento para devolver a los indios las tierras de que habían sido privados. Este objetivo encontró su expresión legal en el párrafo 27 de la Constitución de Querétaro. Interpretado en sentido socialista por el presidente Lázaro Cárdenas, ese párrafo dio lugar a una categoría de “ejidos”, que tenían más cosas en común con granjas colectivas contemporáneas que con el prototipo indoespañol. Desde entonces, el indígena ha estado presente en todos los numerosos proyectos de reforma agraria discutidos o iniciados en los países latinoamericanos que todavía tienen elementos “indios”. En Perú, el presidente Augusto Le guía restauró en 1919 la legalidad de las comunidades indias. En Colombia, Venezuela y Chile se ha discutido mucho sobre las últimas de esas comunidades. ¿Habría que preservarlas? 15 ¿O deberían extinguirse para facilitar la integración del indígena a la sociedad nacional? Los argumentos en favor de la nueva política agraria antiliberal provienen de interpretaciones con frecuencia anacrónicas e idealizadas de las civilizacione s precolo mbinas, en otros casos su origen está en el socialismo occidental.16 Este es el trasfondo del cual surgió la versión original del aprismo peruano de Víctor Raúl Haya de la Torre. Por otra parte, Miguel Othón de Mendizábal negó en México que fueran las tradiciones indias las que imponían la colectivización del sector agrario (que él propugnaba): la razón era la conveniencia económica.17 Desde el punto de vista marxista, los indios merecen apoyo principalmente porque son proletarios. En México, un grupo de personas capaces, idealistas y prácticas al mismo tiempo, contribuyeron a que el indigenismo intelectual comenzara a expresarse en la acción social; entre ellas se cuentan Manuel Gamio, Moisés Sáenz y Alfonso Caso. Durante las primeras administraciones revolucionarias, la política indigenista era aún experimental y vacilante. El experimento de la llamada Casa del Estudiante Indígena nos recuerda otro similar, llevado a cabo en el siglo xvi, cuya finalidad era la formación de una élite india. En ambos casos, los estudiantes cuidadosamente seleccionados, una vez preparados en la ciudad, no se reintegraron a las aldeas de sus familiares. Durante la administración 14 Kiemen (19 65 ), 263273. En mi artículo sobre razas y clases (1 964 c) en la Latinoamérica del siglo xx, ignoré la íntima relación que existe entre el positivismo y el nacimiento del indigenismo. Según revelaciones recientes, el SP I decayó rápidamente después de la muerte de Rondón (19 58) y llegaron a cometerse los abusos más atroces. 15 Entre quienes se han pronunciado en favor de esta política se cuentan el chileno Alejandro Lipschütz y el colombiano Juan Friede. Incidentalmente, ambos son inmigrantes europeos. 16 Salz (1944), 456. 1 7 Alba (1960), 348. El aprismo, con su ideología ecléctica, se inició como movimiento revolucionario izquierdista en la década de 1920. Cuarenta años más tarde se ha convertido en una fuerza centrista, o incluso de centroderecha, en la política peruana.
sorprendentemente similares a las del régimen colonial español.22 Existe el peligro de que fortaleciendo las tradiciones indias referentes a la tenencia de la tierra, y prestando atención a sus lenguajes, etcétera, se subraye aun más la diferencia entre el indígena y los otros ciudadanos, lo que está lejos de ser deseable.23 Por otra parte, la introducción de cambios acelerados puede conducir fácilmente al “pochismo”, formando una subcultura de Lumpenproletariat. Pero a pesar de todos los riesgos y pelig ros, los indigenistas , partic ularm ente en Méx ico , pued en exhibir algunos logros. A la variada civil izació n industrial que está emergiend o en la actualidad en Latinoamérica se le ha infundido algún matiz indio. Infundir a la civilización industrial algún carácter, algún sabor nacional y regio nal, es una tarea d e suma import ancia. A l mismo t iemp o, la industrialización, si se la explota con habilidad, puede proporcionar nuevos medios para integrar a los indígenas en las sociedades nacionales. No obstante los fuertes lazos que existen entre el indigenismo y algunos aspectos de la política colonial española, algunos indigenistas, más precisamente, los voceros de los que podríamos llamar un “indianismo más romántico”, se han comprometido en una violenta lucha contra los partidarios de la “Hispanidad”.24 En esta lucha ideológica, la afiliación de los primeros al izquierdismo político, o de los últimos a la reacción política, con frecuencia ha resultado evidente. A causa del carácter inexorable del conflicto, nutrido de una interpretación simplificada del pasado, las expresiones culturales de l indianismo han sido a vec es estereotipadas y estériles. Lo mismo —o incluso algo peor— ha ocurrido con el movimiento de la “Hispanidad”.25 El indianismo corre en consecuencia el peligro de convertirse en una ruta hacia un racismo invertido. En la famosa novela Huasipungo (1934) del ecuatoriano Jorge Icaza, el mensaje propagandístico es tan fuerte y el extremado naturalismo tan nauseabundo, que el valor literario se resiente. Por otra parte, el peruano Ciro Alegría, en su gran obra El mundo es ancho y ajeno ( 1941) logró presentar de modo elocuente y digno la tradicional dicotomía del hacendadoexplotador y la comunidad india que lucha por su existencia. El ocasional gringo “imperialista”, presente como villano en la novela indigenista, nos recuerda que muchos de estos autores simultáneamente luchan en el ala izquierda de la política nacional. Desde luego, esto puede también observarse en las obras de artistas como los grandes mexicanos Rivera, Orozco y Siqueiros. Con los años, el indianismo en algunos países fue favorecido oficialmente como expresión cultural, lo cual siempre implica peligros para el desarrollo estético. Pero, por fortuna, el indigenismo ha mostrado recientemente síntomas de mayor profundidad 22 Alba (19 60 ), 345346. _ 23 “ . . . una ideología romántica de la existencia rural indígena tiene el efecto paradójico y no perseguido de endurecer los límites de casta entre los indios y los mestizos.” Kubler (1952), 6566. 24 Breve exposición de Diffie (1943). Se necesita una evaluación más actualizada, especialmente sobre la relación con el indio y el mestizaje. 25 En Zum Felde (1959), II, 254288, se encuentra un estudio somero de esta literatura.
Brasil”.30 En 1950 convocaron un Congreso del Negro Brasileño, pero este movimiento de “derechos civiles” parece haber fracasado, probablemente a causa de la sutileza de la discriminación étnica en el Brasil.31 Quizás el énfasis que Freyre y otros pusieron en la “tolerancia racial” en el medio brasileño eclipsó los problemas sociorraciales, ofreciendo a los elementos reaccionarios una cómoda excusa para apartarlos como ilusorios.32 Pero, por otra parte, una innovación como la de cerrar filas en torno a lineamientos más o menos “raciales” , como en los Estados Unidos, carecería de atractivo en el medio brasileño. El indigenismo y el afrolatinoamericanismo son los compañeros ideológicos de un gigantesco proceso de cambio social que está llevando a un número cada vez mayor de personas de piel oscura a los estratos sociales superiores. El tradicional orgullo por el linaje de los estratos medio y superior parece haberse debilitado un tanto. En la actualidad, más miembros de la élite latinoamericana están dispuestos a decir,
Cárdenas la acción indigenista fue más vigorosa. En 1936 se estableció un Departamento de Asuntos Indígenas, y se comenzó a trabajar en las comunidades. A principios de 1940 se reunió en Pátzcuaro el primer Congreso Indigenista Interamericano. Basadas principalmente en la experiencia mexicana, las recomendaciones de este congreso cubrieron un vasto espectro: estudio y empleo en la educación de los lenguajes aborígenes, inalienabilidad de las tierras de las comunidades indias, protección a la artesanía indígena, salubridad y asistencia a los indios en el desarrollo de sus dones, “con el fin de que su cultura propia no desaparezca, y sirva para enriquecer el acervo cultural de cada país .. .” 18 Como resultado del Congreso, se fundó un Instituto Indigenista Inter americano. Pronto lo siguieron varios institutos nacionales. Estimulada por este movimiento, en los diversos países proliferó la legislación indigenista, pero, como durante el período colonial, la aplicación en la práctica resultó con frecuencia más difícil. No obstante, muchos de sus aspectos positivos pudieron cobrar realidad. Una visita que realicé al centro que mantiene el Instituto Nacional Indigenista mexicano, en San Cristóbal Las Casas, Chiapas, en 1958, me impresionó muy favorablemente. El indigenismo tal como se manifiesta en la acción social necesariamente presenta un problema crucial. ¿Cómo puede conciliarse la meta fundamental de incorporar al indígena a la sociedad nacional moderna, con el deseo de preservar los elementos positivos de la cultura tradicional? Para indigenistas como Gamio, la cultura futura de México y el resto de Latinoamérica debe reposar sobre una base tecnológicocientí fica occidental, pero expresaría principalmente valores espirituales de origen indio.19 No obstante, este encumbrado sueño parece gozar de poco apoyo, y en general se admite que una vez introducido el cambio, afectará necesariamente a todos los aspectos de la vida del indígena, y que, para bien o para mal, el proceso no puede demorarse mucho tiempo. Según Luis Mendieta y Núñez, especialista mexicano, la vida de los indígenas debe transformarse “no sólo desde el punto de vista del indio, muy discutible, sino por motivos de interés nacional indiscutibles”.20 Esta manera fría de ver las cosas contribuye a explicar un fenómeno que ha subrayado el antropólogo Richard Adams, quien afirma que a los indios de la selva por lo general no les prestan mucha atención los gobiernos, a causa de que producen poco más de lo que necesitan para subsistir, viven en el aislamiento y no votan.21 Las soluciones que ofrece el indigenismo moderno muchas veces son i® Ballesteros y Gaibrois y Ulloa Suárez (1961), 295. Véase también Comas (1964), 4854. 19 Alba (1960), 350354. 20 Ibid., 356. Para el indio, el problema podía muy bien plantearse en los términos bosquejados por Adams (19 64a ), 161: “ El indio que sigue sus tradiciones es con frecuencia considerado reaccionario por los izquierdistas, mientras que el que trata de convertirse en ladino quizá sea muy pronto motejado de comunista por los conservadores.” 21 Adams (1964b),
y reinte rpre tació n, como en las obras del guat ema ltec o Mi gu el An ge l Asturias y el peruano José María Arguedas.26 El renacimiento indio ha tenido un equivalente más débil en las áreas afroamericanas, esto es, en la zona del Caribe y en Brasil. Puesto que se trata primordialmente de un fenómeno cultural, sus consecuencias políticas y sociales están lejos de ser importantes. Desde la publicación de su primer libro sobre los negros cubanos, el gran intelectual Fernando Ortiz ha continuado analizando la contribución africana a la sociedad y cultura del Carib e. Un grup o de negros y neg róf ilos de esa r egi ón ha creado una interesante poesía afroantillana.27 En Brasil, Artur Ramos y Gil be rto Fr ey re —el p rime ro antr opólo go, el segundo soc iólo go e historiador— ocuparon en la década de 1930 el lugar que les corresponde como principales estudiosos del pasado y presente africano. Gracias a los esfuerzos de Freyre, en el año 1934 se reunió en Recife el primer Congreso Afrobrasileño. Un segundo congreso fue convocado en Bahía dos años más tarde. Se dio importancia al estudio del folklore y de la historia social de los negros. A m edida que pasaban los años, Frey re se fue haciendo cada vez más idealista en su estudio de las relaciones raciales en los territorios colonizados por los portugueses. Incluso lanzó la “lusotropicología” como disciplina o campo de estudio especial.28 Mientras que el anciano Freyre subraya ahora la solidaridad brasileña con Portugal, el distinguido historiador José Honorio Rodrigues, en un libro estimulante, destaca los lazos del interés común y la amistad con las nuevas naciones africanas, incluyendo al movimiento nacionalista rebelde de Angola.29 Después de la Segunda Guerra Mundial, un proyecto de investigación sobre las relaciones étnicas en Brasil, patrocinado por la u n e s c o , contribuyó a hacer que se prestara más atención a los aspectos sociales. Aunque eruditos que trabajan en el norte —norteamericanos y brasile ños—, llegaron a la conclusión de que el status racial era sólo uno entre muchos determinantes de la clase social, un grupo de sociólogos de San Pablo, conducidos por Florestan Fernandes, parecen haber obtenido resultados totalmente diferentes de la opinión que prevaleció durante más de tres décadas. Estos sociólogos, empleando una metodología funeionalista o, en algunos casos, marxista, subrayaron la influencia ejercida por el prejuicio en la formación de las relaciones étnicas en el sur del Brasil. Mientras tanto, un grupo de intelectuales brasileños negros y mulatos, asociados con el llamado Teatro Experimental de los Negros (creado en 1944) intentó dar al negro un papel más activo en la sociedad, en lugar de limitarse a estudiarlo. Reaccionaron contra el enfoque aplicado hasta ese momento, de acuerdo con el cual los negros eran algo exótico y ajenos. Según ellos mismos lo dicen, “los negros son el pueblo en 2o Sommers (1964). 27 Coulthard (1962). 28 Stein (1 96 1) , 113, comenta sarcásticamente: “E l muy férvid o nacionalista que una vez exhumó el pasado colonial parece ahora enamorado de un cadáver.” 2» Rodrigues (1961).
parte, es cierto que las mismas condiciones en que el mestizaje tuvo lugar (l a relación amoesclava y la promiscuidad ilimitad a) suscitó un fenómeno que por cierto no concordaba con las normas éticas declaradas. Pero las actitudes sexuales y sociales tradicionales y los problemas engendrados por ellas quizá serán modificados por el cambio social. Finalmente, pienso que la vaguedad y complejidad de la terminología étnica empleada en América latina, producida por la conciencia generalizada de la realidad del cruzamiento, es un factor sumamente positivo. En la medida en que esta nomenclatura siga siendo compleja, será difícil aplicar en la práctica cualquier discriminación étnica, incluso aunque no esté ausente el prejuicio. En estos países, en los que quedan muy pocos indios o negros, el mestizo se ha convertido naturalmente en símbolo de la nacionalidad. En otros países, donde aquellos elementos son todavía numerosos, el mestizo encarna el ideal de la futura integración. No obstante, a veces
sorprendentemente similares a las del régimen colonial español.22 Existe el peligro de que fortaleciendo las tradiciones indias referentes a la tenencia de la tierra, y prestando atención a sus lenguajes, etcétera, se subraye aun más la diferencia entre el indígena y los otros ciudadanos, lo que está lejos de ser deseable.23 Por otra parte, la introducción de cambios acelerados puede conducir fácilmente al “pochismo”, formando una subcultura de Lumpenproletariat. Pero a pesar de todos los riesgos y pelig ros, los indigenistas , partic ularm ente en Méx ico , pued en exhibir algunos logros. A la variada civil izació n industrial que está emergiend o en la actualidad en Latinoamérica se le ha infundido algún matiz indio. Infundir a la civilización industrial algún carácter, algún sabor nacional y regio nal, es una tarea d e suma import ancia. A l mismo t iemp o, la industrialización, si se la explota con habilidad, puede proporcionar nuevos medios para integrar a los indígenas en las sociedades nacionales. No obstante los fuertes lazos que existen entre el indigenismo y algunos aspectos de la política colonial española, algunos indigenistas, más precisamente, los voceros de los que podríamos llamar un “indianismo más romántico”, se han comprometido en una violenta lucha contra los partidarios de la “Hispanidad”.24 En esta lucha ideológica, la afiliación de los primeros al izquierdismo político, o de los últimos a la reacción política, con frecuencia ha resultado evidente. A causa del carácter inexorable del conflicto, nutrido de una interpretación simplificada del pasado, las expresiones culturales de l indianismo han sido a vec es estereotipadas y estériles. Lo mismo —o incluso algo peor— ha ocurrido con el movimiento de la “Hispanidad”.25 El indianismo corre en consecuencia el peligro de convertirse en una ruta hacia un racismo invertido. En la famosa novela Huasipungo (1934) del ecuatoriano Jorge Icaza, el mensaje propagandístico es tan fuerte y el extremado naturalismo tan nauseabundo, que el valor literario se resiente. Por otra parte, el peruano Ciro Alegría, en su gran obra El mundo es ancho y ajeno ( 1941) logró presentar de modo elocuente y digno la tradicional dicotomía del hacendadoexplotador y la comunidad india que lucha por su existencia. El ocasional gringo “imperialista”, presente como villano en la novela indigenista, nos recuerda que muchos de estos autores simultáneamente luchan en el ala izquierda de la política nacional. Desde luego, esto puede también observarse en las obras de artistas como los grandes mexicanos Rivera, Orozco y Siqueiros. Con los años, el indianismo en algunos países fue favorecido oficialmente como expresión cultural, lo cual siempre implica peligros para el desarrollo estético. Pero, por fortuna, el indigenismo ha mostrado recientemente síntomas de mayor profundidad
y reinte rpre tació n, como en las obras del guat ema ltec o Mi gu el An ge l Asturias y el peruano José María Arguedas.26 El renacimiento indio ha tenido un equivalente más débil en las áreas afroamericanas, esto es, en la zona del Caribe y en Brasil. Puesto que se trata primordialmente de un fenómeno cultural, sus consecuencias políticas y sociales están lejos de ser importantes. Desde la publicación de su primer libro sobre los negros cubanos, el gran intelectual Fernando Ortiz ha continuado analizando la contribución africana a la sociedad y cultura del Carib e. Un grup o de negros y neg róf ilos de esa r egi ón ha creado una interesante poesía afroantillana.27 En Brasil, Artur Ramos y Gil be rto Fr ey re —el p rime ro antr opólo go, el segundo soc iólo go e historiador— ocuparon en la década de 1930 el lugar que les corresponde como principales estudiosos del pasado y presente africano. Gracias a los esfuerzos de Freyre, en el año 1934 se reunió en Recife el primer Congreso Afrobrasileño. Un segundo congreso fue convocado en Bahía dos años más tarde. Se dio importancia al estudio del folklore y de la historia social de los negros. A m edida que pasaban los años, Frey re se fue haciendo cada vez más idealista en su estudio de las relaciones raciales en los territorios colonizados por los portugueses. Incluso lanzó la “lusotropicología” como disciplina o campo de estudio especial.28 Mientras que el anciano Freyre subraya ahora la solidaridad brasileña con Portugal, el distinguido historiador José Honorio Rodrigues, en un libro estimulante, destaca los lazos del interés común y la amistad con las nuevas naciones africanas, incluyendo al movimiento nacionalista rebelde de Angola.29 Después de la Segunda Guerra Mundial, un proyecto de investigación sobre las relaciones étnicas en Brasil, patrocinado por la u n e s c o , contribuyó a hacer que se prestara más atención a los aspectos sociales. Aunque eruditos que trabajan en el norte —norteamericanos y brasile ños—, llegaron a la conclusión de que el status racial era sólo uno entre muchos determinantes de la clase social, un grupo de sociólogos de San Pablo, conducidos por Florestan Fernandes, parecen haber obtenido resultados totalmente diferentes de la opinión que prevaleció durante más de tres décadas. Estos sociólogos, empleando una metodología funeionalista o, en algunos casos, marxista, subrayaron la influencia ejercida por el prejuicio en la formación de las relaciones étnicas en el sur del Brasil. Mientras tanto, un grupo de intelectuales brasileños negros y mulatos, asociados con el llamado Teatro Experimental de los Negros (creado en 1944) intentó dar al negro un papel más activo en la sociedad, en lugar de limitarse a estudiarlo. Reaccionaron contra el enfoque aplicado hasta ese momento, de acuerdo con el cual los negros eran algo exótico y ajenos. Según ellos mismos lo dicen, “los negros son el pueblo en
22 Alba (19 60 ), 345346. _ 23 “ . . . una ideología romántica de la existencia rural indígena tiene el efecto paradójico y no perseguido de endurecer los límites de casta entre los indios y los mestizos.” Kubler (1952), 6566. 24 Breve exposición de Diffie (1943). Se necesita una evaluación más actualizada, especialmente sobre la relación con el indio y el mestizaje. 25 En Zum Felde (1959), II, 254288, se encuentra un estudio somero de esta literatura.
2o Sommers (1964). 27 Coulthard (1962). 28 Stein (1 96 1) , 113, comenta sarcásticamente: “E l muy férvid o nacionalista que una vez exhumó el pasado colonial parece ahora enamorado de un cadáver.” 2» Rodrigues (1961).
parte, es cierto que las mismas condiciones en que el mestizaje tuvo lugar (l a relación amoesclava y la promiscuidad ilimitad a) suscitó un fenómeno que por cierto no concordaba con las normas éticas declaradas. Pero las actitudes sexuales y sociales tradicionales y los problemas engendrados por ellas quizá serán modificados por el cambio social. Finalmente, pienso que la vaguedad y complejidad de la terminología étnica empleada en América latina, producida por la conciencia generalizada de la realidad del cruzamiento, es un factor sumamente positivo. En la medida en que esta nomenclatura siga siendo compleja, será difícil aplicar en la práctica cualquier discriminación étnica, incluso aunque no esté ausente el prejuicio. En estos países, en los que quedan muy pocos indios o negros, el mestizo se ha convertido naturalmente en símbolo de la nacionalidad. En otros países, donde aquellos elementos son todavía numerosos, el mestizo encarna el ideal de la futura integración. No obstante, a veces resulta manifiesto que quienes exaltan al mestizo asumen una posición extrañamente defensiva que sólo puede explicarse como persistencia de los ataques racistas contra el mestizaje. Luis Alberto Sánchez, por ejemplo, sostiene que: “Más hipócrita que el mestizo americano, y sin sus razones defensivas [!] es el levantino, el hombre del Mediterráneo. Pero nadie discute sus valores tradicionales, su calidad humana.” 35 Por otra parte, la palabra “mestizaje”, que simplemente significa “cruzamiento de razas” ha sido objeto de una sublimación extrema en la retórica política y en la prosa literaria, en las cuales designa la aculturación en general o nada concreto en absoluto. Los intelectuales hablan vagamente de un arte mestizo, una cultura mestiza, una literatura mestiza. Uno de los recientes jefes de Estado de Latinoamérica empleó incluso la expresión “economía mestiza” en lugar de la común “economía mixta .3e El ensalzamiento apologético de los valores del mestizaje, hábilmente expresado, puede incluso representar la continuación del antiguo movimiento de la “Hispanidad” en su lucha con el indigenismo de izquierda, pues la absoluta esterilidad del hispanismo puro es cada vez más obvia. Pero, como ya lo hemos señalado, el culto al mestizaje puede representar también la búsqueda sincera de una fórmula unificadora que reemplace a los conceptos divisionistas de “indigenismo” e “hispanidad”. Concordamos de todo corazón con la observación de Angel Rosenblat: “En la exaltación actual del mestizo, en la afirmación de una cultura ‘mestiza’ o de un arte ‘mestizo’ estamos extendiendo un concepto biológico simplista, de carácter racial, a fenómenos de orden espiritual complejo. Y estamos cayendo en una especie de determinismo de la sangre. . Como lo explica este distinguido intelectual, en la medida en que el mestizo era realmente un hombre marginal, en oposición con su padre, resultaba absolutamente natural que la literatura y el arte reflejaran este conflicto. Pero, cuando la población se hace más homo
Brasil”.30 En 1950 convocaron un Congreso del Negro Brasileño, pero este movimiento de “derechos civiles” parece haber fracasado, probablemente a causa de la sutileza de la discriminación étnica en el Brasil.31 Quizás el énfasis que Freyre y otros pusieron en la “tolerancia racial” en el medio brasileño eclipsó los problemas sociorraciales, ofreciendo a los elementos reaccionarios una cómoda excusa para apartarlos como ilusorios.32 Pero, por otra parte, una innovación como la de cerrar filas en torno a lineamientos más o menos “raciales” , como en los Estados Unidos, carecería de atractivo en el medio brasileño. El indigenismo y el afrolatinoamericanismo son los compañeros ideológicos de un gigantesco proceso de cambio social que está llevando a un número cada vez mayor de personas de piel oscura a los estratos sociales superiores. El tradicional orgullo por el linaje de los estratos medio y superior parece haberse debilitado un tanto. En la actualidad, más miembros de la élite latinoamericana están dispuestos a decir, resignadamente, como Rubén Darío: “¿Hay en mi sangre alguna gota de sangre de Africa o de indio chorotega o nagrandano? Pudiera ser, a despecho de mis manos de marqués.” 33 En la Cuba de Castro parece que el profundo cambio social ocurrido ayudó a remover el tradicional estigma ligado a la condición del hombre “de color”.34 Desde el punto de vista democrático, se necesitaría desde luego con urgencia obtener resultados similares dentro de un proceso político democrático y constitucional. Aunque el problema de los indígenas es su integración, el de los negros y mulatos consiste en luchar contra el prejuicio y la degradación social. Esta lucha, mucho más clara en los Estados Unidos y Sudáfrica, par ece acompa ñar a la prese ncia africa na en todos los medios multirraciales. Sea cual fuere la naturaleza del problema llamado “racial”, su solución se inserta en el marco general de la construcción de una sociedad más democrática e implica restar cada vez más importancia a la raza del individuo. Reevaluación del mestizaje
El ascenso del indigenismo y del afrolatinoamericanismo tuvo el efecto secundario de provocar una reevaluación del mestizaje. La idea de que el cruzamiento de razas no tiene consecuencias biológicas negativas (ni, para e l caso, tampoco posit ivas) está, desde luego , consustanciada con la ciencia moderna. Está también fuera de duda que el cruzamiento ha tenido una enorme gravitación positiva para Latinoamérica en un sentido social, pues preparó el camino para la aculturación. Por otra 30 Guerreiro Ramos (1957), 137. 31 En el C ongreso se oyeron quejas de que los lí deres mulatos y blancos estaban tomando el control del movimiento. Wagley (1952), 150151. 32 Probablemente uno de los primeros extranjeros que criticó esta tendencia de Freyre y sus seguidores fue mi compatriota, el profesor sueco H. Tingsten (195 0). 33 J. Gillin en IPGH (1961), 13 y sigs. Darío (1948), 187, en el Prólogo de Prosas profanas (1896). 34 Cf. McGaffey y Barnett (1965), 337338.
génea, absorbiendo gradualmente los extremos, ¿no se disolverá el mestizaje mismo? 37 Desd e el punto de vista nacionalista latinoamericano, parec e que hispanidad, africanismo, indigenismo y mestizaje son símbolos que han servido al mismo propósito, prolongando la perspectiva histórica y creando lazos con el pasado, especialmente necesarios en el Nuevo Mundo .38 El africanismo, el indigenismo y en alguna medida el mestizaje contribuyeron a profundizar y ampliar el nacionalismo más allá del marco establecido por la civilización europea y occidental. Pero resulta paradójico que este cambio ocurra precisamente cuando el mestizaje se ha vuelto prácticamente invisible, cuando se acelera la acul turación en todas las regiones apartadas, y cuando las características raciales del individuo comienzan a perder su importancia tradicional en la sociedad.39 Palabras como “raza” y “mestizaje” están perdiendo su sentido biológico real y se convierten en eslogans retóricos sin contenido. Inicié este libro citando las palabras de José Vasconcelos en el
Sánchez (1962), 120. «o Belaúnde Terry (1963).
85
"
g BREVE CRONOLOGIA
1492 Primer viaje de Colón 1500 Lle ga da al Brasil actual de la expedic ión portuguesa de Cabral 1521 Conquista de México (Nu eva España) por Cortés
Brasil”.30 En 1950 convocaron un Congreso del Negro Brasileño, pero este movimiento de “derechos civiles” parece haber fracasado, probablemente a causa de la sutileza de la discriminación étnica en el Brasil.31 Quizás el énfasis que Freyre y otros pusieron en la “tolerancia racial” en el medio brasileño eclipsó los problemas sociorraciales, ofreciendo a los elementos reaccionarios una cómoda excusa para apartarlos como ilusorios.32 Pero, por otra parte, una innovación como la de cerrar filas en torno a lineamientos más o menos “raciales” , como en los Estados Unidos, carecería de atractivo en el medio brasileño. El indigenismo y el afrolatinoamericanismo son los compañeros ideológicos de un gigantesco proceso de cambio social que está llevando a un número cada vez mayor de personas de piel oscura a los estratos sociales superiores. El tradicional orgullo por el linaje de los estratos medio y superior parece haberse debilitado un tanto. En la actualidad, más miembros de la élite latinoamericana están dispuestos a decir, resignadamente, como Rubén Darío: “¿Hay en mi sangre alguna gota de sangre de Africa o de indio chorotega o nagrandano? Pudiera ser, a despecho de mis manos de marqués.” 33 En la Cuba de Castro parece que el profundo cambio social ocurrido ayudó a remover el tradicional estigma ligado a la condición del hombre “de color”.34 Desde el punto de vista democrático, se necesitaría desde luego con urgencia obtener resultados similares dentro de un proceso político democrático y constitucional. Aunque el problema de los indígenas es su integración, el de los negros y mulatos consiste en luchar contra el prejuicio y la degradación social. Esta lucha, mucho más clara en los Estados Unidos y Sudáfrica, par ece acompa ñar a la prese ncia africa na en todos los medios multirraciales. Sea cual fuere la naturaleza del problema llamado “racial”, su solución se inserta en el marco general de la construcción de una sociedad más democrática e implica restar cada vez más importancia a la raza del individuo. Reevaluación del mestizaje
El ascenso del indigenismo y del afrolatinoamericanismo tuvo el efecto secundario de provocar una reevaluación del mestizaje. La idea de que el cruzamiento de razas no tiene consecuencias biológicas negativas (ni, para e l caso, tampoco posit ivas) está, desde luego , consustanciada con la ciencia moderna. Está también fuera de duda que el cruzamiento ha tenido una enorme gravitación positiva para Latinoamérica en un sentido social, pues preparó el camino para la aculturación. Por otra 30 Guerreiro Ramos (1957), 137. 31 En el C ongreso se oyeron quejas de que los lí deres mulatos y blancos estaban tomando el control del movimiento. Wagley (1952), 150151. 32 Probablemente uno de los primeros extranjeros que criticó esta tendencia de Freyre y sus seguidores fue mi compatriota, el profesor sueco H. Tingsten (195 0). 33 J. Gillin en IPGH (1961), 13 y sigs. Darío (1948), 187, en el Prólogo de Prosas profanas (1896). 34 Cf. McGaffey y Barnett (1965), 337338.
génea, absorbiendo gradualmente los extremos, ¿no se disolverá el mestizaje mismo? 37 Desd e el punto de vista nacionalista latinoamericano, parec e que " hispanidad, africanismo, indigenismo y mestizaje son símbolos que han servido al mismo propósito, prolongando la perspectiva histórica y creando lazos con el pasado, especialmente necesarios en el Nuevo Mundo .38 El africanismo, el indigenismo y en alguna medida el mestizaje contribuyeron a profundizar y ampliar el nacionalismo más allá del marco establecido por la civilización europea y occidental. Pero g resulta paradójico que este cambio ocurra precisamente cuando el mestizaje se ha vuelto prácticamente invisible, cuando se acelera la acul turación en todas las regiones apartadas, y cuando las características raciales del individuo comienzan a perder su importancia tradicional en la sociedad.39 Palabras como “raza” y “mestizaje” están perdiendo su sentido biológico real y se convierten en eslogans retóricos sin contenido. Inicié este libro citando las palabras de José Vasconcelos en el sentido de que el Nuevo Mundo presencia el nacimiento de una Raza Cósmica; que esto sea así o no, no viene al caso, en lo que a la genética concierne. Después de todo, el cubano José Martí, contemporáneo de más edad del pensador mexicano, expresó una visión mucho más profunda de la realidad humana cuando escribió, en 1894: “No hay razas; no hay más que modificaciones diversas del hombre, en los detalles de hábito y formas que no les cambian lo idéntico y esencial, según las ^ condiciones de clima e historia en que viva.” 40
parte, es cierto que las mismas condiciones en que el mestizaje tuvo lugar (l a relación amoesclava y la promiscuidad ilimitad a) suscitó un fenómeno que por cierto no concordaba con las normas éticas declaradas. Pero las actitudes sexuales y sociales tradicionales y los problemas engendrados por ellas quizá serán modificados por el cambio social. Finalmente, pienso que la vaguedad y complejidad de la terminología étnica empleada en América latina, producida por la conciencia generalizada de la realidad del cruzamiento, es un factor sumamente positivo. En la medida en que esta nomenclatura siga siendo compleja, será difícil aplicar en la práctica cualquier discriminación étnica, incluso aunque no esté ausente el prejuicio. En estos países, en los que quedan muy pocos indios o negros, el mestizo se ha convertido naturalmente en símbolo de la nacionalidad. En otros países, donde aquellos elementos son todavía numerosos, el mestizo encarna el ideal de la futura integración. No obstante, a veces resulta manifiesto que quienes exaltan al mestizo asumen una posición extrañamente defensiva que sólo puede explicarse como persistencia de los ataques racistas contra el mestizaje. Luis Alberto Sánchez, por ejemplo, sostiene que: “Más hipócrita que el mestizo americano, y sin sus razones defensivas [!] es el levantino, el hombre del Mediterráneo. Pero nadie discute sus valores tradicionales, su calidad humana.” 35 Por otra parte, la palabra “mestizaje”, que simplemente significa “cruzamiento de razas” ha sido objeto de una sublimación extrema en la retórica política y en la prosa literaria, en las cuales designa la aculturación en general o nada concreto en absoluto. Los intelectuales hablan vagamente de un arte mestizo, una cultura mestiza, una literatura mestiza. Uno de los recientes jefes de Estado de Latinoamérica empleó incluso la expresión “economía mestiza” en lugar de la común “economía mixta .3e El ensalzamiento apologético de los valores del mestizaje, hábilmente expresado, puede incluso representar la continuación del antiguo movimiento de la “Hispanidad” en su lucha con el indigenismo de izquierda, pues la absoluta esterilidad del hispanismo puro es cada vez más obvia. Pero, como ya lo hemos señalado, el culto al mestizaje puede representar también la búsqueda sincera de una fórmula unificadora que reemplace a los conceptos divisionistas de “indigenismo” e “hispanidad”. Concordamos de todo corazón con la observación de Angel Rosenblat: “En la exaltación actual del mestizo, en la afirmación de una cultura ‘mestiza’ o de un arte ‘mestizo’ estamos extendiendo un concepto biológico simplista, de carácter racial, a fenómenos de orden espiritual complejo. Y estamos cayendo en una especie de determinismo de la sangre. . Como lo explica este distinguido intelectual, en la medida en que el mestizo era realmente un hombre marginal, en oposición con su padre, resultaba absolutamente natural que la literatura y el arte reflejaran este conflicto. Pero, cuando la población se hace más homo Sánchez (1962), 120. «o Belaúnde Terry (1963).
85
BREVE CRONOLOGIA
1492 1500 1521 1532 1535 1542 1549 1566 1580 1609 1641 1654 1680 1696 1713 1759 1767 1780 J789 1804 1810
37 Rosenblat (1954), II, 187188. Véase también Salz (1944), 469. 38 Davis (1959), 6465. 39 Véase en PittRiver s ( 19 65 ), 47, una opinión contraria. 49 Martí (19 46 ), I, 2035. Stabb (195 7); Ortiz (19 45 ). Teniendo en cuenta el vigor del racismo en la época de Martí, su inteligencia visionaria resulta especialmente destacada.
1824 1829 1830 1847 1850 1851 1854 1856 1880 1888 1889 1910 1917
La b atalla de Ayacucho marca el fin de las guerras emancipadoras en Hispanoamérica Abol ición de la esclavitud en Méx ico Muerte del Libe rtad or Simón Bolíva r Rebe lión maya en Yucatán, Méxic o Brasil toma medidas efectivas para suprimir el tráfico de esclavos Abol ició n de la esclavitud en Colom bia Abolición d e la esclavitud en Perú y Venezuela Se promulga la Le y Ler do en México; tanto la Iglesia como las comunidades indias deben vender sus tierras Abol ició n de la esclavitud en Cuba Abo lición de la esclavitud en Brasil Caíd a del Impe rio del Brasil Estallido de la Revo lución Mexicana Promulg ación de la Constitución de Querétaro en México; se
1811
1822
Primer viaje de Colón Lle ga da al Brasil actual de la expedic ión portuguesa de Cabral Conquista de México (Nu eva España) por Cortés Conquista de l Perú por Pizarro Nuev a España se convier te en Virreinato Promulg ación de las “L eye s Nuevas” , destinadas a prot eger a los indios de Hispanoamérica Lle ga da a Brasil del primer capitán general portugués y de los primeros misioneros jesuítas Muert e de Fray Bartolom é de las Casas, “apóstol de los indios” Fundación definitiv a de Buenos Aires ( fin de la conquista) Fundación de la prime ra misión jesuítica en Paraguay, la más famosa de las misiones indias Los cazadores esclavos ( bandeirantes ) de San Pab lo son derrotados por indios de las misiones jesuíticas españolas Los holandeses son desalojados del nordeste brasileño que habían ocupado durante más de veinte años Se promulga la Recopilació n de las Ley es de Indias para la Am érica española Se inicia en Brasil la fiebr e del oro Los ingleses se encargan de propor cionar esclavos a Hispano américa (hasta 1748) Expulsión de los jesuítas de los dominios portugueses Expuls ión de los jesuítas de los domin ios españoles Rebelión india de Túpac Amaru en el Perú Se pro mulg a un cód igo español sobre los esclavos Ha ití se declara independ iente Se establecen gobiernos autónomos en Venezue la, Colombia, Ch ile y la Argentina; revuelta popular en México Se declara independie nte Venezuela, primer país hispanoamericano que toma esa medida; hacia 1830 ya México, América Central, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Paraguay y Uruguay habían seguido su ejemplo Brasil se indepe ndiza como Impe rio
BIBLIOGRAFIA
A c o s t a Sa ig n e s , M i g u e l : “Los negros cimarrones de Venezuela”, El movi
miento emancipador de Hispanoamérica: Actas y ponencias, III. Caracas
génea, absorbiendo gradualmente los extremos, ¿no se disolverá el mestizaje mismo? 37 Desd e el punto de vista nacionalista latinoamericano, parec e que " hispanidad, africanismo, indigenismo y mestizaje son símbolos que han servido al mismo propósito, prolongando la perspectiva histórica y creando lazos con el pasado, especialmente necesarios en el Nuevo Mundo .38 El africanismo, el indigenismo y en alguna medida el mestizaje contribuyeron a profundizar y ampliar el nacionalismo más allá del marco establecido por la civilización europea y occidental. Pero g resulta paradójico que este cambio ocurra precisamente cuando el mestizaje se ha vuelto prácticamente invisible, cuando se acelera la acul turación en todas las regiones apartadas, y cuando las características raciales del individuo comienzan a perder su importancia tradicional en la sociedad.39 Palabras como “raza” y “mestizaje” están perdiendo su sentido biológico real y se convierten en eslogans retóricos sin contenido. Inicié este libro citando las palabras de José Vasconcelos en el sentido de que el Nuevo Mundo presencia el nacimiento de una Raza Cósmica; que esto sea así o no, no viene al caso, en lo que a la genética concierne. Después de todo, el cubano José Martí, contemporáneo de más edad del pensador mexicano, expresó una visión mucho más profunda de la realidad humana cuando escribió, en 1894: “No hay razas; no hay más que modificaciones diversas del hombre, en los detalles de hábito y formas que no les cambian lo idéntico y esencial, según las ^ condiciones de clima e historia en que viva.” 40
BREVE CRONOLOGIA
1492 1500 1521 1532 1535 1542 1549 1566 1580 1609 1641 1654 1680 1696 1713 1759 1767 1780 J789 1804 1810
37 Rosenblat (1954), II, 187188. Véase también Salz (1944), 469. 38 Davis (1959), 6465. 39 Véase en PittRiver s ( 19 65 ), 47, una opinión contraria. 49 Martí (19 46 ), I, 2035. Stabb (195 7); Ortiz (19 45 ). Teniendo en cuenta el vigor del racismo en la época de Martí, su inteligencia visionaria resulta especialmente destacada.
1824 1829 1830 1847 1850 1851 1854 1856 1880 1888 1889 1910 1917 1919 1940 1952 1959 1961
La b atalla de Ayacucho marca el fin de las guerras emancipadoras en Hispanoamérica Abol ición de la esclavitud en Méx ico Muerte del Libe rtad or Simón Bolíva r Rebe lión maya en Yucatán, Méxic o Brasil toma medidas efectivas para suprimir el tráfico de esclavos Abol ició n de la esclavitud en Colom bia Abolición d e la esclavitud en Perú y Venezuela Se promulga la Le y Ler do en México; tanto la Iglesia como las comunidades indias deben vender sus tierras Abol ició n de la esclavitud en Cuba Abo lición de la esclavitud en Brasil Caíd a del Impe rio del Brasil Estallido de la Revo lución Mexicana Promulg ación de la Constitución de Querétaro en México; se plantea como meta la reforma agraria Leg aliza ción de las comunidades indias en Perú Primer Congreso Indigenista Interamericano en Pátzcuaro, México El Movimie nto Nacionalista Revoluci onario encabeza una rev olución en Bolivia, seguida por reforma agraria Revolu ción de Castro en Cuba La Alian za para el Progreso respalda la necesidad de la reforma agraria en América latina
1811
1822
Primer viaje de Colón Lle ga da al Brasil actual de la expedic ión portuguesa de Cabral Conquista de México (Nu eva España) por Cortés Conquista de l Perú por Pizarro Nuev a España se convier te en Virreinato Promulg ación de las “L eye s Nuevas” , destinadas a prot eger a los indios de Hispanoamérica Lle ga da a Brasil del primer capitán general portugués y de los primeros misioneros jesuítas Muert e de Fray Bartolom é de las Casas, “apóstol de los indios” Fundación definitiv a de Buenos Aires ( fin de la conquista) Fundación de la prime ra misión jesuítica en Paraguay, la más famosa de las misiones indias Los cazadores esclavos ( bandeirantes ) de San Pab lo son derrotados por indios de las misiones jesuíticas españolas Los holandeses son desalojados del nordeste brasileño que habían ocupado durante más de veinte años Se promulga la Recopilació n de las Ley es de Indias para la Am érica española Se inicia en Brasil la fiebr e del oro Los ingleses se encargan de propor cionar esclavos a Hispano américa (hasta 1748) Expulsión de los jesuítas de los dominios portugueses Expuls ión de los jesuítas de los domin ios españoles Rebelión india de Túpac Amaru en el Perú Se pro mulg a un cód igo español sobre los esclavos Ha ití se declara independ iente Se establecen gobiernos autónomos en Venezue la, Colombia, Ch ile y la Argentina; revuelta popular en México Se declara independie nte Venezuela, primer país hispanoamericano que toma esa medida; hacia 1830 ya México, América Central, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Paraguay y Uruguay habían seguido su ejemplo Brasil se indepe ndiza como Impe rio
BIBLIOGRAFIA
A c o s t a Sa ig n e s , M i g u e l : “Los negros cimarrones de Venezuela”, El movi
miento emancipador de Hispanoamérica: Actas y ponencias, III. Caracas 1961. A d a m s , R i c h a r d : “La mestización cultural en CentroAmérica”, Revista de Indias, XXIV (Madrid) 1964a. — Politics and Social Anthropology in Spanish America”, Human Orsaniza- tion, XXIII. 1964b. A g u i r r e B e l t r Á n , G o n z a l o : La población negra de México, 1519-1810: Estudio etno-histórico. México, 1946. A i m e s , H. H. S.: Coartación: A Spanish Institution for the Advancement of Slaves into Freedmen” The Y ale Review, XVII, 19081909. ‘^LBA; V í c t o r (seud . P e d r o P a g e s ) : Las ideas sociales contemporáneas en México. México, 1960. A l d e n , D a u r i l : “The Population of Brazil in the Late Eighteenth Century” The Hispanic American Historical Review, XLIII, 1963. A l l p o r t , G o r d o n W.: The Nature of Prejudice. Garden City, Nueva York, 1958. A n d r a d e , A n t o n io A l b e r t o d e : Many Races-One Nation. Lisboa, 1961. A r c a y a , P e d r o M.: Insurrección de los negros de la serranía de Coro Caracas, 1949. A r m i l l a s , P e d r o : The Native Period in the Historu of the New World M é xico (IP G H ), 1962. A r z a n s d e O r s ú a y V e l a , B a r t o l o m é : Historia de la Villa Imperial de Potosí. Ed. con una introd. de Lewi s Hanke y Gunnar Mendoza I. Pro vidence, R. I., 1965. A s h b u r n , F. D. (comp.): The Ranks of Death: A Medical Historu of the Conquest of America. Nueva York, 1947. AssuNgÁo, F e r n a n d o O.: El gaucho. Montevideo, 1963. A z a r a , F é l i x d e : Descripción e historia del Paraguay y del Río de la Plata. Buenos Aires, 1943. A z e v e d o , Jo a o L u c i o d e : “Algumas notas relativas a pontos de historia social , Miscelánea de estudos en homenagen de D. Carolina Michaelis de Vasconcellos. Coimbra, 1930. A z e v e d o ^ 1 h a l e s d e : “Italian Colonization in Southern Brazil”, Anthropolo- g ical Quarterly, XXXIV, 1961. B a g ú , S e r g i o : Estructura social de la Colonia: Ensayo de historia comprada
de América Latina. Buenos Aires, 1952.
B a l l e s t e r o s y G a i b r o i s , M a n u e l y J. U l l o a S u a r e z : El indigenismo ame
ricano. Madrid, 1961.
B a r ó n C a s t r o , R o d o l f o : La población de El Salvador: Estudio acerca de
su desenvolvimiento desde la época prehispánica hasta nuestros días. Madrid, 1942. B a s t i d e , R o g e r y F l o r e s t a n F e r n a nd e s : RclaQoes laciais entre negros e brancos em Sao Paido. San Pablo, 1955. B a s t i e n , R.: “Proceso de aculturaeión en las Antillas”, Revista de Indias, XXIV. Madrid, 1964. B e c k m a n , L a r s : Ras och rasfórdomar. Falkoping, Suecia, 1966. B e l a ú n d e T e r r y , F e r n a n d o : “El mestizaje de la economía , Journal of Inter-American Studies, V. 1963. B e n e d i c t , R u t h : Race: Science and Politics. Nueva York, 1959. B e n e y t o , T u a n : Historia social de España y de Hispanoamérica. Madrid, 1961. B e r t h e J.P.: “Aspects de l’esclavage des indiens en NouvelleEspagne pen
B r a y , D o n a l d W.: “The Political Emergence of ArabChileans, 19521958”
’ Journal of Inter-American Studies, IV . 1962. BREMER^FREDWKA^íTie Homes of the New World: Impressions of America, BR1960FlGU£ROA’ FEDERICO: Ensa'J°s de historia social venezolana. Caracas,
— La estructura económica de Venezuela colonial. Caracas 1963 B u a r q u e DE H o l a n d a ^ é r g 10 (c o m p .) : História geral da civilizagáo brasileira, — Raizes do Brazil, 3® ed., Río de Janeiro, 1956. BUv X W c e l ST i m f T 9 5 1 /ía * * ^
vineinal (sigl° XVI11)- Comp, por D.
B u s h n e l l , D a v i d : The Santander Regime in Gran Colombia. Newark, Del.
1824 1829 1830 1847 1850 1851 1854 1856 1880 1888 1889 1910 1917 1919 1940 1952 1959 1961
La b atalla de Ayacucho marca el fin de las guerras emancipadoras en Hispanoamérica Abol ición de la esclavitud en Méx ico Muerte del Libe rtad or Simón Bolíva r Rebe lión maya en Yucatán, Méxic o Brasil toma medidas efectivas para suprimir el tráfico de esclavos Abol ició n de la esclavitud en Colom bia Abolición d e la esclavitud en Perú y Venezuela Se promulga la Le y Ler do en México; tanto la Iglesia como las comunidades indias deben vender sus tierras Abol ició n de la esclavitud en Cuba Abo lición de la esclavitud en Brasil Caíd a del Impe rio del Brasil Estallido de la Revo lución Mexicana Promulg ación de la Constitución de Querétaro en México; se plantea como meta la reforma agraria Leg aliza ción de las comunidades indias en Perú Primer Congreso Indigenista Interamericano en Pátzcuaro, México El Movimie nto Nacionalista Revoluci onario encabeza una rev olución en Bolivia, seguida por reforma agraria Revolu ción de Castro en Cuba La Alian za para el Progreso respalda la necesidad de la reforma agraria en América latina
BIBLIOGRAFIA
A c o s t a Sa ig n e s , M i g u e l : “Los negros cimarrones de Venezuela”, El movi
miento emancipador de Hispanoamérica: Actas y ponencias, III. Caracas 1961. A d a m s , R i c h a r d : “La mestización cultural en CentroAmérica”, Revista de Indias, XXIV (Madrid) 1964a. — Politics and Social Anthropology in Spanish America”, Human Orsaniza- tion, XXIII. 1964b. A g u i r r e B e l t r Á n , G o n z a l o : La población negra de México, 1519-1810: Estudio etno-histórico. México, 1946. A i m e s , H. H. S.: Coartación: A Spanish Institution for the Advancement of Slaves into Freedmen” The Y ale Review, XVII, 19081909. ‘^LBA; V í c t o r (seud . P e d r o P a g e s ) : Las ideas sociales contemporáneas en México. México, 1960. A l d e n , D a u r i l : “The Population of Brazil in the Late Eighteenth Century” The Hispanic American Historical Review, XLIII, 1963. A l l p o r t , G o r d o n W.: The Nature of Prejudice. Garden City, Nueva York, 1958. A n d r a d e , A n t o n io A l b e r t o d e : Many Races-One Nation. Lisboa, 1961. A r c a y a , P e d r o M.: Insurrección de los negros de la serranía de Coro Caracas, 1949. A r m i l l a s , P e d r o : The Native Period in the Historu of the New World M é xico (IP G H ), 1962. A r z a n s d e O r s ú a y V e l a , B a r t o l o m é : Historia de la Villa Imperial de Potosí. Ed. con una introd. de Lewi s Hanke y Gunnar Mendoza I. Pro vidence, R. I., 1965. A s h b u r n , F. D. (comp.): The Ranks of Death: A Medical Historu of the Conquest of America. Nueva York, 1947. AssuNgÁo, F e r n a n d o O.: El gaucho. Montevideo, 1963. A z a r a , F é l i x d e : Descripción e historia del Paraguay y del Río de la Plata. Buenos Aires, 1943. A z e v e d o , Jo a o L u c i o d e : “Algumas notas relativas a pontos de historia social , Miscelánea de estudos en homenagen de D. Carolina Michaelis de Vasconcellos. Coimbra, 1930. A z e v e d o ^ 1 h a l e s d e : “Italian Colonization in Southern Brazil”, Anthropolo- g ical Quarterly, XXXIV, 1961. B a g ú , S e r g i o : Estructura social de la Colonia: Ensayo de historia comprada
de América Latina. Buenos Aires, 1952.
B a l l e s t e r o s y G a i b r o i s , M a n u e l y J. U l l o a S u a r e z : El indigenismo ame
B r a y , D o n a l d W.: “The Political Emergence of ArabChileans, 19521958”
ricano. Madrid, 1961.
’ Journal of Inter-American Studies, IV . 1962. BREMER^FREDWKA^íTie Homes of the New World: Impressions of America,
B a r ó n C a s t r o , R o d o l f o : La población de El Salvador: Estudio acerca de
su desenvolvimiento desde la época prehispánica hasta nuestros días. Madrid, 1942. B a s t i d e , R o g e r y F l o r e s t a n F e r n a nd e s : RclaQoes laciais entre negros e brancos em Sao Paido. San Pablo, 1955. B a s t i e n , R.: “Proceso de aculturaeión en las Antillas”, Revista de Indias, XXIV. Madrid, 1964. B e c k m a n , L a r s : Ras och rasfórdomar. Falkoping, Suecia, 1966. B e l a ú n d e T e r r y , F e r n a n d o : “El mestizaje de la economía , Journal of Inter-American Studies, V. 1963. B e n e d i c t , R u t h : Race: Science and Politics. Nueva York, 1959. B e n e y t o , T u a n : Historia social de España y de Hispanoamérica. Madrid, 1961. B e r t h e , J.P.: “Aspects de l’esclavage des indiens en NouvelleEspagne pen dant la premiére moitié du XVIo siécle Journal de la Société des Améri- canistes, LIV:2. (París) 1965. B i e r c k , H a r o l d : “The Struggle for Abolition in Gran Colombia”, The His- panic Ame rica n Hist orica l Review , XXXIII. 1953. B i s h k o , C. J.: “The Iberian Background of Latin American History: Recent Progress and Continuing Problems” , The Hispanic American Historical Review, XXXVI. 1956. “Th e Peninsular Background of Latin American Cattle Ranchmg , The Hispanic American Historical Review, XXXII. 1952. B l a n c h a r d , R.: “Les tableaux de métissage au Mexique”, Journal de la Société des Americanistes de Taris, N.S. V, VII. 19081910. B l a n c o , J o s é F é l i x (comp.): Documentos para la historia de la vida publica del Libertador..., I. Caracas, 1875. B o l í v a r , S i m ó n : Obras completas, 2^ ed., IIII. La Habana, 19o0. B o r a h , W o o d r o w : “¿América como modelo? El impacto demográfico de la expansión europea sobre el mundo no europeo , Cuadernos Americanos, VI. 1962. New Spain’s Century of Depression. Berkeley, 1951. “Race and Class in México”, Pacific Historical Review, XXIII. 1954. y S. F. Cook: “ La despoblación del México Central en el siglo XV I” , His toria Mexicana, XII. 1962. n “ Marriage and Legitimac y in Mexican Culture: México and California , California Laxo Review, LIV. 1966. The Aboriginal Population of Central México on the Eve of the Spaniih Conquest. Berkeley, 1963. B o r d e , Je a n y M a r i o G ó n g o r a : Evolución de la propiedad rural en el Valle del Puangue, III. Santiago de Chile, 1956. B o r g e s , A n a l o l a : Alvarez Abreu y su extraordinaria misión en Indias. Santa Cruz de Tenerife, 1963. B o u r n e , E. G.: Spain in America, 1450-1580. Nueva York, 1962. B o x e r , C. R.: Race Rclations in the Portuguese Colonial Empire, 1415-1825. Oxford, 1963. The Golden Age of Brazil, 1695-1750. Berkeley, .1962. B o y d -B o w m a n , P e t e r : “La emigración peninsular a América, 15201539 , Historia Mexicana, XIII. 1963. B r a d l e y , A n i t a : Trans-Pacifie Relations of Latin America. Nueva York, 1942.
Madrid. (Colección de documentos inéditos para la historia de España. LXXVII.) 1881. — La crónica del Perú. Buenos Aires, 1945.
C o l l y P r a t , N a r c i s o : Memoriales sobre la Independencia de Venezuela.
Madrid. (Biblioteca de la Academia Naciona l de la Historia, Venezuela, XXIII.) 1960.
C o l u m b u s , C h r i s t o p h e r : Four Voyages to the New World: Letters and Se-
lected Documents. Nueva York, 1961. — The Journal of Christopher Columbus. Tra d. por C. Jane con un apé ndic e de R. A. Skelton. Nueva York, 1960. C o m a s , Ju a n : “El mestizaje y su importancia social”, Acta Americana, II
(Austin, Tex.) 1944.
— Ensayos sobre el indigenismo. México, 1953. — La antropología social aplicada en México: Trayectoria y antología. México, 1964. “Concolorcorvo” (seud.): El lazarillo de ciegos caminantes desde Buenos
BR1960FlGU£ROA’ FEDERICO: Ensa'J°s de historia social venezolana. Caracas,
— La estructura económica de Venezuela colonial. Caracas 1963 B u a r q u e DE H o l a n d a ^ é r g 10 (c o m p .) : História geral da civilizagáo brasileira, — Raizes do Brazil, 3® ed., Río de Janeiro, 1956. BUv X W c e l ST i m f T 9 5 1 /ía * * ^
vineinal (sigl° XVI11)- Comp, por D.
B u s h n e l l , D a v i d : The Santander Regime in Gran Colombia. Newark, Del.
C a l m o n , Pedro: História social do Brasil, 4» ed., I. San Pablo, 1937.
^ T ? á n P ab kT T9 SENEIQUE: CapUalkmo e escravidao no Brazil Meridio- ~ 1960TAVI° lANNI: C6r 6 mobilidade social em Florianópolis. San Pablo, C a r d o z o , E f r a í n : El Paraguay colonial. Buenos Aires
1959
ísísZ° ’ t Y AT EL: •,
en una sociedad provincial: El Norte Chico, 1690-1800. Santiago 1963. y H e r b e r t S. K l e
in
: “Demografía histórica: La población del Óbisnado
XXXnntl1965
”
üoletín de la Academia Chilena de Historia,
C a r n e i r o , E d i s o n : Ladinos e crioulos: Estudios sobre o negro no Brasil. Rí o
de Janeiro, 1964.
O Quilombo dos Palmares, 2* ed., San Pablo, 1958. ( Ag ^ ™ bl°E ^ENooNfA, M a r c o s : A Amazonia na era pombalina, IIIII. O Marqués de Pombal e o Brasil. San Pablo, 1960. C a r r e r a D a m a s , G e r m á n : “La supuesta empresa antiesclavista del Conde
e H£o“ .yi i ( c “
l9ffiP” “ Íe '
So/jre el significado socioeconómico de la acción histórica de Boves. Caracas, C a r r e r a S t a m p a , M a n u e l : Los gremios mexicanos. M é x i c o Cartas de Indias. M a d r i d , 1877.
1954
C a r v a l h o N e t o , P a u l o d e : “Antología del negro paraguayo” Anales de la
^ Universidad Central, XC I (Quito ) 1962.
’
Catálogo de pasajeros a Indias durante los siglos XV I, X V II u XV II I 11 Ii. Sevill a, 194019 46.
^ d o c u m e n t o s
’
para la formación social de Hispanoamérica,
1493-1810, 1111:2 (Madrid, 19531962).
(C D III C h) : Colección de documentos inéditos para la historia de Chile. Comp por J. T. Medina, 2 9 serie, III. Santiago, 1959. '
i ’n ^ M i u l r i d ^ m g MlGUEL DE: ° bms comPletas- Comp. por A. Valbuena
( :u;/,A DE Le ón, Pe dr o de: Guerras civiles del Perú: II. Guerra de Chupas.
C h á v e z O r o z c o , L u is : Historia, económica y social de México. México, 1938. — Las instituciones democráticas de los indígenas mexicanos en la época co lonial, México, 1943. C h e v a l i e r , F r a n c o i s : La formación de los grandes latifundios en México. México. (Problemas agrícolas e industriales de México. ) 1956. D a h l , V í c t o r C .: “Alien Labor on the Gulf of México, 18801900”, The
Américas, XVII. 19601961.
D a r í o , R u b é n : Obras completas. Buenos Aires, 1948. D a v i d s o n , B a s i l : Black Mother, Africa: The Years of Trial. Londres, 1961. D a v i d s o n , D a v i d M.: “Negro Slave Control and Resistance in Colonial Mé-
xico, 15191650”, The Hispanic American Historical Review, XLVI. 1966. D a v i s , D a v i d B r i o n : The Problem of Slavery in Western Culture. Ithaca,
Nueva York, 1966.
D a v i s , H a r o l d E.: “Trends in Social Thought in Twentieth Century Latin
America”, Journal of Inter-American Studies, I. 1959.
B a l l e s t e r o s y G a i b r o i s , M a n u e l y J. U l l o a S u a r e z : El indigenismo ame
B r a y , D o n a l d W.: “The Political Emergence of ArabChileans, 19521958”
ricano. Madrid, 1961.
’ Journal of Inter-American Studies, IV . 1962. BREMER^FREDWKA^íTie Homes of the New World: Impressions of America,
B a r ó n C a s t r o , R o d o l f o : La población de El Salvador: Estudio acerca de
su desenvolvimiento desde la época prehispánica hasta nuestros días. Madrid, 1942. B a s t i d e , R o g e r y F l o r e s t a n F e r n a nd e s : RclaQoes laciais entre negros e brancos em Sao Paido. San Pablo, 1955. B a s t i e n , R.: “Proceso de aculturaeión en las Antillas”, Revista de Indias, XXIV. Madrid, 1964. B e c k m a n , L a r s : Ras och rasfórdomar. Falkoping, Suecia, 1966. B e l a ú n d e T e r r y , F e r n a n d o : “El mestizaje de la economía , Journal of Inter-American Studies, V. 1963. B e n e d i c t , R u t h : Race: Science and Politics. Nueva York, 1959. B e n e y t o , T u a n : Historia social de España y de Hispanoamérica. Madrid, 1961. B e r t h e , J.P.: “Aspects de l’esclavage des indiens en NouvelleEspagne pen dant la premiére moitié du XVIo siécle Journal de la Société des Améri- canistes, LIV:2. (París) 1965. B i e r c k , H a r o l d : “The Struggle for Abolition in Gran Colombia”, The His- panic Ame rica n Hist orica l Review , XXXIII. 1953. B i s h k o , C. J.: “The Iberian Background of Latin American History: Recent Progress and Continuing Problems” , The Hispanic American Historical Review, XXXVI. 1956. “Th e Peninsular Background of Latin American Cattle Ranchmg , The Hispanic American Historical Review, XXXII. 1952. B l a n c h a r d , R.: “Les tableaux de métissage au Mexique”, Journal de la Société des Americanistes de Taris, N.S. V, VII. 19081910. B l a n c o , J o s é F é l i x (comp.): Documentos para la historia de la vida publica del Libertador..., I. Caracas, 1875. B o l í v a r , S i m ó n : Obras completas, 2^ ed., IIII. La Habana, 19o0. B o r a h , W o o d r o w : “¿América como modelo? El impacto demográfico de la expansión europea sobre el mundo no europeo , Cuadernos Americanos, VI. 1962. New Spain’s Century of Depression. Berkeley, 1951. “Race and Class in México”, Pacific Historical Review, XXIII. 1954. y S. F. Cook: “ La despoblación del México Central en el siglo XV I” , His toria Mexicana, XII. 1962. n “ Marriage and Legitimac y in Mexican Culture: México and California , California Laxo Review, LIV. 1966. The Aboriginal Population of Central México on the Eve of the Spaniih Conquest. Berkeley, 1963. B o r d e , Je a n y M a r i o G ó n g o r a : Evolución de la propiedad rural en el Valle del Puangue, III. Santiago de Chile, 1956. B o r g e s , A n a l o l a : Alvarez Abreu y su extraordinaria misión en Indias. Santa Cruz de Tenerife, 1963. B o u r n e , E. G.: Spain in America, 1450-1580. Nueva York, 1962. B o x e r , C. R.: Race Rclations in the Portuguese Colonial Empire, 1415-1825. Oxford, 1963. The Golden Age of Brazil, 1695-1750. Berkeley, .1962. B o y d -B o w m a n , P e t e r : “La emigración peninsular a América, 15201539 , Historia Mexicana, XIII. 1963. B r a d l e y , A n i t a : Trans-Pacifie Relations of Latin America. Nueva York, 1942.
Madrid. (Colección de documentos inéditos para la historia de España. LXXVII.) 1881. — La crónica del Perú. Buenos Aires, 1945.
C o l l y P r a t , N a r c i s o : Memoriales sobre la Independencia de Venezuela.
Madrid. (Biblioteca de la Academia Naciona l de la Historia, Venezuela, XXIII.) 1960.
C o l u m b u s , C h r i s t o p h e r : Four Voyages to the New World: Letters and Se-
lected Documents. Nueva York, 1961. — The Journal of Christopher Columbus. Tra d. por C. Jane con un apé ndic e de R. A. Skelton. Nueva York, 1960. C o m a s , Ju a n : “El mestizaje y su importancia social”, Acta Americana, II
(Austin, Tex.) 1944.
BR1960FlGU£ROA’ FEDERICO: Ensa'J°s de historia social venezolana. Caracas,
— La estructura económica de Venezuela colonial. Caracas 1963 B u a r q u e DE H o l a n d a ^ é r g 10 (c o m p .) : História geral da civilizagáo brasileira, — Raizes do Brazil, 3® ed., Río de Janeiro, 1956. BUv X W c e l ST i m f T 9 5 1 /ía * * ^
vineinal (sigl° XVI11)- Comp, por D.
B u s h n e l l , D a v i d : The Santander Regime in Gran Colombia. Newark, Del.
C a l m o n , Pedro: História social do Brasil, 4» ed., I. San Pablo, 1937.
^ T ? á n P ab kT T9 SENEIQUE: CapUalkmo e escravidao no Brazil Meridio- ~ 1960TAVI° lANNI: C6r 6 mobilidade social em Florianópolis. San Pablo, C a r d o z o , E f r a í n : El Paraguay colonial. Buenos Aires
1959
ísísZ° ’ t Y AT EL: •,
en una sociedad provincial: El Norte Chico, 1690-1800. Santiago 1963. y H e r b e r t S. K l e
in
: “Demografía histórica: La población del Óbisnado
XXXnntl1965
”
üoletín de la Academia Chilena de Historia,
C a r n e i r o , E d i s o n : Ladinos e crioulos: Estudios sobre o negro no Brasil. Rí o
de Janeiro, 1964.
O Quilombo dos Palmares, 2* ed., San Pablo, 1958. ( Ag ^ ™ bl°E ^ENooNfA, M a r c o s : A Amazonia na era pombalina, IIIII. O Marqués de Pombal e o Brasil. San Pablo, 1960. C a r r e r a D a m a s , G e r m á n : “La supuesta empresa antiesclavista del Conde
e H£o“ .yi i ( c “
l9ffiP” “ Íe '
So/jre el significado socioeconómico de la acción histórica de Boves. Caracas, C a r r e r a S t a m p a , M a n u e l : Los gremios mexicanos. M é x i c o Cartas de Indias. M a d r i d , 1877.
1954
C a r v a l h o N e t o , P a u l o d e : “Antología del negro paraguayo” Anales de la
^ Universidad Central, XC I (Quito ) 1962.
’
Catálogo de pasajeros a Indias durante los siglos XV I, X V II u XV II I 11 Ii. Sevill a, 194019 46.
^ d o c u m e n t o s
’
para la formación social de Hispanoamérica,
1493-1810, 1111:2 (Madrid, 19531962).
(C D III C h) : Colección de documentos inéditos para la historia de Chile. Comp por J. T. Medina, 2 9 serie, III. Santiago, 1959. '
i ’n ^ M i u l r i d ^ m g MlGUEL DE: ° bms comPletas- Comp. por A. Valbuena
( :u;/,A DE Le ón, Pe dr o de: Guerras civiles del Perú: II. Guerra de Chupas.
C h á v e z O r o z c o , L u is : Historia, económica y social de México. México, 1938. — Las instituciones democráticas de los indígenas mexicanos en la época co lonial, México, 1943. C h e v a l i e r , F r a n c o i s : La formación de los grandes latifundios en México. México. (Problemas agrícolas e industriales de México. ) 1956. D a h l , V í c t o r C .: “Alien Labor on the Gulf of México, 18801900”, The
Américas, XVII. 19601961.
D a r í o , R u b é n : Obras completas. Buenos Aires, 1948. D a v i d s o n , B a s i l : Black Mother, Africa: The Years of Trial. Londres, 1961. D a v i d s o n , D a v i d M.: “Negro Slave Control and Resistance in Colonial Mé-
xico, 15191650”, The Hispanic American Historical Review, XLVI. 1966.
— Ensayos sobre el indigenismo. México, 1953. — La antropología social aplicada en México: Trayectoria y antología. México,
D a v i s , D a v i d B r i o n : The Problem of Slavery in Western Culture. Ithaca,
1964. “Concolorcorvo” (seud.): El lazarillo de ciegos caminantes desde Buenos Aires a Lima (1773). Buenos Aires, 1942. C o n i , E m i l i o A. : El gaucho: Argentina-Brasil-Uruguay. Buenos Aires, 1945. C o n r a d , A l f r e d H. y Jo h n R. M e y e r : The Economics of Slavery and Other Studies in Econometric History. Chicago, 1964. C o o k , S. F. y W . B o r a h : “Quelle fut la stratification sociale au Centre du Mexique p endant la premiére moité du XV Ie siécle?”, Anales: Économies, sociétés, civilisations, XVIII, 1963. — The Indian Population of Central México, 1531-1610. Berkeley, 1960. — y L . B. Si m p s o n : The Pepulation of México in the Sixteenth Century. Berkeley, 1948. C ó r d o b a , M a t í a s d e : “Utilidades de que todos los indios y ladinos se vistan y calcen a la españo la (1 7 9 7 )” , Anales de la Sociedad de Geografía e Historia, X IV (Guatem ala) 1937. C o r o m i na s , J.: Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, I. Madrid, 1954. C o r r e i a L o p e s , E d m u n d o : A escravatura: Subsidios para a sua historia. Lisboa, 1944.
D a v i s , H a r o l d E.: “Trends in Social Thought in Twentieth Century Latin
C o r t é s , V i c e n t a : La esclavitud en Valencia durante el reinado de los Reyes
Católicos (1479-1516). Valencia, 1964. L a r r a z , P e d r o : Descripción geográfico-rnoral de la diócesis de Goathemala .. ., III. Guatemala, 1958. C o r w i n , A. F.: Spain and the Abolition of Slavery in Cuba, 1817-1886. AusC o r t é s y
tin, Texas, 1967. C o s t a l e s , P i e d a d d e P. : “El huasipungo y su evolución histórica”, Anales de la Universidad Central, X C I (Quito) 1962. C o u l t h a r d , G. R.: Race and Colour in Caríbbean Literature. Londres y
Nueva York, 1962. C u m b e r l a n d , C h a r l e s C .: “The Sonora Chínese and the Mexican Revolu
tion”, The Hispanic American Historical Review, XL. 1960. C u n h a , E u c l i d e s d a : Os Sertoes (Campanha de Canudos), 23? ed., Río de
Janeiro, 1954. C h a m b e r l i n , T a y l o r : The Formation of a Native Clergy in Colonial Spanish
America. Tesis de Master (inédita), Columbia University, 1966. C h a n g -R o d r í g u e z , E u g e n io : “Chinese Labor Migration into Latin America
in the Nineteenth Century”, Revista de Historia de América, X L V I . ( M é xico), 1958. C h á v e z , E z e q u i e l A. : Morelos. México, 1957.
F r e y r e , G i l b e r t o : Casa Grande e Senzala: Formagcio da familia brasileña
sob o regime de economía patriarcal, 6^ ed., III. Río de Janeiro, 1950. — New Wo rld in the Tropics. Nueva York, 1963a. — O escravo nos anúncios de jomáis brasileiros do sáculo XIX : Tentativa de interpretagño antropológica, através de anúncios de jomáis, de caracte rísticas de personalidade e de deformagao de corpo de negros. . . Recife, 1963b. — Ordem e progresso: Processo de desintegragáo das sociedades patriarcal e semipatriarcál no Brasil sob o regime de traballio liv re . .., III. Río de Janeiro, 1959. — Sobrados e mucambos: Decadencia do patriarcado rural e desenvolvimiento do urbano, 2? ed., IIII. Río de Janeiro y San Pablo, 1951. F r i e d e , Ju a n : “Algunas observaciones sobre la realidad de la emigración española a América en la primera mitad del siglo XVI”, Revista de Indias, XII (Madrid) 1952. “El factor demográfico en la conquista de América”, Banco de la República:
Nueva York, 1966.
America”, Journal of Inter-American Studies, I. 1959.
D e p o n s , F r a n c i s c o : Viaje a la parte oriental de Tierra Firme en la América
Meridional, III. Caracas, 1960. Effects of the Hacienda and Plantation Systems on Guatemala’s Indians”, América Indígena, XXII (México) 1962. D í a z d e l C a s t i l lo , B e r n a l: Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, III. México, 1955. D í a z S o l e r , L. M.: Historia de la esclavitud negra en Puerto Rico, 1493-1890. Madrid, 1953. D i f fi e , B a i le y W.: Latin American Civilization: Colonial Period. Harrisburg. Pa. 1945. “The Ideology of Hispanidad”, The Hispanic American Historical Review, XXIII. 1943. D o b y n s , H e n r y F .: “An Outline o f Andean Epidemic History to 1720” Bulletin of the History of Medicine, XXXVII. 1963. D o m í n g ue z O r t i z , A n t o n i o : “La esclavitud en Castilla durante la edad moderna”, Estudios de Historia Social de España, II (Madrid) 1952. D u n n , L. C. y T. D o b z h a n s k y : Heredity, Race and Society. Nueva York, 1952, D e s s a i n t , A l a i n Y.:
E l k i n s , S t a n l e y M.: Slavery. Chicago, 1959. E n d r e k , E m i l i a n o : El mestizaje en Córdoba: Siglo X V II I y principios del
XIX. Córdoba, Argentina. 1966. (Ejñstolario): Epistolario de la Primera República, II. Caracas, 1960.
F a l s B o r d a , O r l a n d o : El hombre y la tierra en Boijacá: Bases sociológicas e
históricas para una reforma agraria. Bogotá, 1957. C a r d o t , C a r l o s : La rebelión de Andresote (Valles de Yaracuau 1730-1733). Caracas, 1952. K e i .iú C r u z , G u i l l e r m o : La abolición de la esclavitud en Chile. Santiago 1942. s I ' k h n a n d e s , F l o r e s t a n : A integrando do negro á sociedade de clases III San Pablo, 1965. I1l o r e s M o n c a y o , J o s é (comp.): Legislación boliviana del indio. La Paz 1953. I1'm a n c o , José L.: Afroamérica. La Habana, 1961. I' iia'/.ii ii, K ha nk lin : Race and Cidture Contacts in the Modern World Nueva York, 1957. I 'e l i c e
Chili Central)”, Anuales: Sociétés, economies, civilisations, XXI (París), 1966. G o n z á l e z d e l C o s s í o , F. (comp.): Legislación indigenista de México: Re copilación. México (instituto Indigenista Interamericano) 1958. G o n z á l e z N a v a r r o , M o i s é s : “El mestizaje en el período nacional”, Revista Mexicana de Sociología, XXX (México), 1968a. — “L a guerra de castas en Yucatán y la venta de mayas a Cuba”, Historia Mexicana, XVIII (México), 1968b. — “L a política social de Hidalgo ” , Anales del Instituto Nacional de Antropo logía e Historia, 1953, VII: 36 (México), 1955. — L a vida social: M éxico (en D. Cosío Villegas, Historia moderna de México: El Porfiriato) 1957. G o u v e i a , E l s a : “The West India Slave Laws of the Eighteenth Century”, Revista de Ciencias Sociales, IV (Río Piedras, P. R.), 1960. G r a a n e r , J. A.: Las provincias del Río de la Plata en 1816. Buenos Aires,
Madrid. (Colección de documentos inéditos para la historia de España. LXXVII.) 1881. — La crónica del Perú. Buenos Aires, 1945.
C o l l y P r a t , N a r c i s o : Memoriales sobre la Independencia de Venezuela.
Madrid. (Biblioteca de la Academia Naciona l de la Historia, Venezuela, XXIII.) 1960.
C o l u m b u s , C h r i s t o p h e r : Four Voyages to the New World: Letters and Se-
lected Documents. Nueva York, 1961. — The Journal of Christopher Columbus. Tra d. por C. Jane con un apé ndic e de R. A. Skelton. Nueva York, 1960. C o m a s , Ju a n : “El mestizaje y su importancia social”, Acta Americana, II
(Austin, Tex.) 1944.
C h á v e z O r o z c o , L u is : Historia, económica y social de México. México, 1938. — Las instituciones democráticas de los indígenas mexicanos en la época co lonial, México, 1943. C h e v a l i e r , F r a n c o i s : La formación de los grandes latifundios en México. México. (Problemas agrícolas e industriales de México. ) 1956. D a h l , V í c t o r C .: “Alien Labor on the Gulf of México, 18801900”, The
Américas, XVII. 19601961.
D a r í o , R u b é n : Obras completas. Buenos Aires, 1948. D a v i d s o n , B a s i l : Black Mother, Africa: The Years of Trial. Londres, 1961. D a v i d s o n , D a v i d M.: “Negro Slave Control and Resistance in Colonial Mé-
xico, 15191650”, The Hispanic American Historical Review, XLVI. 1966.
— Ensayos sobre el indigenismo. México, 1953. — La antropología social aplicada en México: Trayectoria y antología. México,
D a v i s , D a v i d B r i o n : The Problem of Slavery in Western Culture. Ithaca,
1964. “Concolorcorvo” (seud.): El lazarillo de ciegos caminantes desde Buenos Aires a Lima (1773). Buenos Aires, 1942. C o n i , E m i l i o A. : El gaucho: Argentina-Brasil-Uruguay. Buenos Aires, 1945. C o n r a d , A l f r e d H. y Jo h n R. M e y e r : The Economics of Slavery and Other Studies in Econometric History. Chicago, 1964. C o o k , S. F. y W . B o r a h : “Quelle fut la stratification sociale au Centre du Mexique p endant la premiére moité du XV Ie siécle?”, Anales: Économies, sociétés, civilisations, XVIII, 1963. — The Indian Population of Central México, 1531-1610. Berkeley, 1960. — y L . B. Si m p s o n : The Pepulation of México in the Sixteenth Century. Berkeley, 1948. C ó r d o b a , M a t í a s d e : “Utilidades de que todos los indios y ladinos se vistan y calcen a la españo la (1 7 9 7 )” , Anales de la Sociedad de Geografía e Historia, X IV (Guatem ala) 1937. C o r o m i na s , J.: Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, I. Madrid, 1954. C o r r e i a L o p e s , E d m u n d o : A escravatura: Subsidios para a sua historia. Lisboa, 1944.
D a v i s , H a r o l d E.: “Trends in Social Thought in Twentieth Century Latin
C o r t é s , V i c e n t a : La esclavitud en Valencia durante el reinado de los Reyes
Católicos (1479-1516). Valencia, 1964. L a r r a z , P e d r o : Descripción geográfico-rnoral de la diócesis de Goathemala .. ., III. Guatemala, 1958. C o r w i n , A. F.: Spain and the Abolition of Slavery in Cuba, 1817-1886. AusC o r t é s y
tin, Texas, 1967. C o s t a l e s , P i e d a d d e P. : “El huasipungo y su evolución histórica”, Anales de la Universidad Central, X C I (Quito) 1962. C o u l t h a r d , G. R.: Race and Colour in Caríbbean Literature. Londres y
Nueva York, 1962. C u m b e r l a n d , C h a r l e s C .: “The Sonora Chínese and the Mexican Revolu
tion”, The Hispanic American Historical Review, XL. 1960. C u n h a , E u c l i d e s d a : Os Sertoes (Campanha de Canudos), 23? ed., Río de
Janeiro, 1954. C h a m b e r l i n , T a y l o r : The Formation of a Native Clergy in Colonial Spanish
America. Tesis de Master (inédita), Columbia University, 1966. C h a n g -R o d r í g u e z , E u g e n io : “Chinese Labor Migration into Latin America
in the Nineteenth Century”, Revista de Historia de América, X L V I . ( M é xico), 1958. C h á v e z , E z e q u i e l A. : Morelos. México, 1957.
F r e y r e , G i l b e r t o : Casa Grande e Senzala: Formagcio da familia brasileña
sob o regime de economía patriarcal, 6^ ed., III. Río de Janeiro, 1950. — New Wo rld in the Tropics. Nueva York, 1963a. — O escravo nos anúncios de jomáis brasileiros do sáculo XIX : Tentativa de interpretagño antropológica, através de anúncios de jomáis, de caracte rísticas de personalidade e de deformagao de corpo de negros. . . Recife, 1963b. — Ordem e progresso: Processo de desintegragáo das sociedades patriarcal e semipatriarcál no Brasil sob o regime de traballio liv re . .., III. Río de Janeiro, 1959. — Sobrados e mucambos: Decadencia do patriarcado rural e desenvolvimiento do urbano, 2? ed., IIII. Río de Janeiro y San Pablo, 1951. F r i e d e , Ju a n : “Algunas observaciones sobre la realidad de la emigración española a América en la primera mitad del siglo XVI”, Revista de Indias, XII (Madrid) 1952. — “El factor demográfico en la conquista de América”, Banco de la República: Biblioteca Luis Angel Arango. Boletín Cultural y Bibliográfico, VI (Bogotá) 1963a. — El indio en la lucha por la tierra: Historia de los resguardos del Macizo Central Colombiano. Bogotá, 1944. — “La extraordinaria experiencia de Francisco Martín (153115 33)” , Funda ción John Boulton. Boletín Histórico, n9 7. Caracas, 1965. — Los quimbayas bajo la dominación española: Estudio documental. Bogotá, 1963b. — Los Welser en la conquista de Venezuela. Caracas, 1961. — “Th e Catálogo de Pasajeros and Spanish Emigration to America to 1550”, The Hispanic American Historical Review, XXXI. 1951. F u r t a d o , C e l s o : Formagao económica do Brasil. Río de Janeiro, 1959. G a r z ó n M a c e d a , C e f e r i n o y José W a l t e r
D o r f l i n g e r : “Esclavos y mulatos en un dominio rural del siglo XV II I en Córdoba: Contribución a la demografía histórica”, Revista de la Universidad Nacional de Córdoba, II (Córdoba, Argentina), 1961. G i b s o n , C h a r l e s : The Aztecs Under Spanish Rule: A History of the Indians of the Valley of México, 1519-1810. Stanford, Calif., 1964. — “Th e Transformation of the Indian Community in New Spain, 15001810”, Cahiers d’Historie Mondiale, II (París), 1954. G i l m o r e , R o b e r t L.: Caudillism and Militarism in Venezuela, 1810-1910. Athens, Ohío, 1964. G o b i ne a u , Jo s e p h A r t h u r d e : Nachgelassene Schriften des Grafen Gobineau herausgegeben von L. Schemann: B rief e. . . mit A. v. Keller. Strassburg, 1911. G ó n g o r a , B a r t o l o m é d e : El Corregidor Sagaz. Madrid, 1960. G ó n g o r a , M a r i o : El estado en el derecho indiano: Época de fundación, 1492- 1570. Santiago de Chile, 1951. — Los grupos de conquistadores en Tierra Firme (1509-1530): Fisonomía his- tórico-sociál de un tipo de conquista. Santiago de Chile, 1962. — Origen de los inquilinos en Chile Central. Santiago, 1960. —“ Régimen señorial y rural en la Extremadura d e la Orden de Santiago en el momento de la emigración a Indias”, Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas, II (Colonia), 1965. — “Vagabondage et société pastorale en Amérique Latine ( spécialement au
— The Two Variants in Caribbean Race Relations. A Contribution to the Sociology of Segmented Societies. Londres, Nueva York y Toronto, 1967. (HSAI) Handbook of South American Indians, II. Washington. D.C., 1946. H u d s o n , R a n d a l l O .: “The Status of the Negro in Northern South America, 18201860”, The Journal of Negro History, XLIX. 1964. H u m b o l d t , A l e x a n d e r v o n : Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, 6? ed., II. México, 1941. — Ensayo político sobre la isla de Cuba. La Habana, 1960. — Viaje a las regiones equinocciales del nuevo con tin en te ... , IV. Caracas, 1956. H u m p h b e y s , R. A.: Modern Latin America. Londres, 1946. H u t c h i n s o n , H e n r y W i l l i a m : Villa ge and Plantation L ife in N ortheastern Brazil. Seattle, 1957. A s metamorfoses do escravo: apogeu e crise da escravatura no Brasil Meridional. San Pablo, 1962. ( I L O ) : Indigenous Peoples: Livin g and Working Conditions of Aboriginal Po -
Ianni, Octavio:
Nueva York, 1966.
America”, Journal of Inter-American Studies, I. 1959.
D e p o n s , F r a n c i s c o : Viaje a la parte oriental de Tierra Firme en la América
Meridional, III. Caracas, 1960. Effects of the Hacienda and Plantation Systems on Guatemala’s Indians”, América Indígena, XXII (México) 1962. D í a z d e l C a s t i l lo , B e r n a l: Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, III. México, 1955. D í a z S o l e r , L. M.: Historia de la esclavitud negra en Puerto Rico, 1493-1890. Madrid, 1953. D i f fi e , B a i le y W.: Latin American Civilization: Colonial Period. Harrisburg. Pa. 1945. “The Ideology of Hispanidad”, The Hispanic American Historical Review, XXIII. 1943. D o b y n s , H e n r y F .: “An Outline o f Andean Epidemic History to 1720” Bulletin of the History of Medicine, XXXVII. 1963. D o m í n g ue z O r t i z , A n t o n i o : “La esclavitud en Castilla durante la edad moderna”, Estudios de Historia Social de España, II (Madrid) 1952. D u n n , L. C. y T. D o b z h a n s k y : Heredity, Race and Society. Nueva York, 1952, D e s s a i n t , A l a i n Y.:
E l k i n s , S t a n l e y M.: Slavery. Chicago, 1959. E n d r e k , E m i l i a n o : El mestizaje en Córdoba: Siglo X V II I y principios del
XIX. Córdoba, Argentina. 1966. (Ejñstolario): Epistolario de la Primera República, II. Caracas, 1960.
F a l s B o r d a , O r l a n d o : El hombre y la tierra en Boijacá: Bases sociológicas e
históricas para una reforma agraria. Bogotá, 1957. C a r d o t , C a r l o s : La rebelión de Andresote (Valles de Yaracuau 1730-1733). Caracas, 1952. K e i .iú C r u z , G u i l l e r m o : La abolición de la esclavitud en Chile. Santiago 1942. s I ' k h n a n d e s , F l o r e s t a n : A integrando do negro á sociedade de clases III San Pablo, 1965. I1l o r e s M o n c a y o , J o s é (comp.): Legislación boliviana del indio. La Paz 1953. I1'm a n c o , José L.: Afroamérica. La Habana, 1961. I' iia'/.ii ii, K ha nk lin : Race and Cidture Contacts in the Modern World Nueva York, 1957. I 'e l i c e
Chili Central)”, Anuales: Sociétés, economies, civilisations, XXI (París), 1966. G o n z á l e z d e l C o s s í o , F. (comp.): Legislación indigenista de México: Re copilación. México (instituto Indigenista Interamericano) 1958. G o n z á l e z N a v a r r o , M o i s é s : “El mestizaje en el período nacional”, Revista Mexicana de Sociología, XXX (México), 1968a. — “L a guerra de castas en Yucatán y la venta de mayas a Cuba”, Historia Mexicana, XVIII (México), 1968b. — “L a política social de Hidalgo ” , Anales del Instituto Nacional de Antropo logía e Historia, 1953, VII: 36 (México), 1955. — L a vida social: M éxico (en D. Cosío Villegas, Historia moderna de México: El Porfiriato) 1957. G o u v e i a , E l s a : “The West India Slave Laws of the Eighteenth Century”, Revista de Ciencias Sociales, IV (Río Piedras, P. R.), 1960. G r a a n e r , J. A.: Las provincias del Río de la Plata en 1816. Buenos Aires, 1949. G r a h a m , R i c h a r d : “Causes for the Abolition of Negro Slavery in Brazil: An Interpretive Essay”, The Hispanic American Historical Review, XLVI. 1966. G r e e n l e a f , R. E.: “The Inquisition and the Indians of New Spain: A Study in Jurisdictional Confusion”, The Américas, XXII. 1965. G r i f f i n , C h a r l e s : “Francisco Encina and Revisionism in Chilean History”, The Hispanic American Historical Review, XXXVII. 1957. — Los temas sociales y económicos en ¡a época de la Independencia. Caracas, 1962. G u e r r e i r o R a m o s , A.: Introdugao crítica á sociología brasileira. Río de Janeiro, 1957. G u il l o t , C a r l o s F e d e r i c o : Negros rebeldes y negros cimarrones: Perfil afro americano en la historia del Nuevo Mundo durante el siglo XVI. Buenos Aires, 1961. G u m i l l a , Jo s é : El Orinoco Ilustrado (1740). Comp. por C. Baylc. Madrid, s. f. G u t h r i e , C h e s t e r L.: “Riots in Seventeenth Century México City: A Study of Social and Economic Conditions”, Greater America: Essays in Honor of H. Bolton. Berkeley, 1945. G u t i é r r e z d e P i n e d a , V i r g i n i a : La familia en Colombia, I. Bogotá, 1903. I I a m i l l , H u g h M.: The Hidalgo Revolt. Prelude to Mcxican Indepcndence.
Gainesville, Fia., 1966.
I I a r i ng , C. H.: The Spanish Empire in America. Nueva York, 1963. H a r r i s , M a r v i n : Patterns of Race in the Américas. Nueva York, 1964. I I a r t i i -t e r r é , E m i l i o : Ponencia presentada al 111 Congreso Nacional de His
toria Peruana. Multigr., s. f. — “El esclavo negro en la sociedad indoperuana”, Journal of Inter-American Studies, III. 1961. — y A l b e r t o M á r q u e z -A b a n t o : “Perspectiva social y económica del artesano virreinal en Lima”, Revista del Archivo Nacional del Perú, XXVI. 1962. I I a r t z , L o u i s (comp.): The Founding of New Societies. Nueva York, 1964. I I k n a o , J e s ú s M. y G e r a r d o A r r u b l a : History of Colombia. Trad. por Chapel Hill, N.C., 1938. (II D M ) Historia documental de M éxico, III. México, 1964. Hoiítink, I I a r r y : “Colonial Psychology and Race”, Journal of Economic History, XXI. 1961.
War of Independence”, The Hispanic American Historical Review, XXXIII. 1953a. — “Descriptive Data on Negro Slaves in Spanish Importation Records and Bills of Sale”, The Journal of Negro History, XXVIII. 1943. — “Neg ro Slavery in New Granada”, Greater America: Essays in Honor of H. E. Bolton. Berkeley, 1945. — “Th e Case of José Ponciano de Ayarza: A document on Gracias al Sacar”, The Hispanic American Historical Review, XXXI. 1951. — “The Colored Castes and American Representation in the Cortes o f Cádiz” , The Hispanic American Historical Review, XXXIII. 1953b. — “The Evolution o f the F ree Slave Tr ade Principie in Spanish Colonial Ad ministration”, The Hispanic American Historical Review, XXII. 1942. — “T he Latin American Republics and the Suppression of the Slave Trade” , The Hispanic American Historical Review, XXIV. 1944. K l e i n , H e r b e r t S.: “Anglicanism, Catholicism, and the Negro Slave” , Com- parative Studies in Society and Histo ry, VIII. Incluye comentarios de E. Gouveia. 1966.
F r e y r e , G i l b e r t o : Casa Grande e Senzala: Formagcio da familia brasileña
sob o regime de economía patriarcal, 6^ ed., III. Río de Janeiro, 1950. — New Wo rld in the Tropics. Nueva York, 1963a. — O escravo nos anúncios de jomáis brasileiros do sáculo XIX : Tentativa de interpretagño antropológica, através de anúncios de jomáis, de caracte rísticas de personalidade e de deformagao de corpo de negros. . . Recife, 1963b. — Ordem e progresso: Processo de desintegragáo das sociedades patriarcal e semipatriarcál no Brasil sob o regime de traballio liv re . .., III. Río de Janeiro, 1959. — Sobrados e mucambos: Decadencia do patriarcado rural e desenvolvimiento do urbano, 2? ed., IIII. Río de Janeiro y San Pablo, 1951. F r i e d e , Ju a n : “Algunas observaciones sobre la realidad de la emigración española a América en la primera mitad del siglo XVI”, Revista de Indias, XII (Madrid) 1952. — “El factor demográfico en la conquista de América”, Banco de la República: Biblioteca Luis Angel Arango. Boletín Cultural y Bibliográfico, VI (Bogotá) 1963a. — El indio en la lucha por la tierra: Historia de los resguardos del Macizo Central Colombiano. Bogotá, 1944. — “La extraordinaria experiencia de Francisco Martín (153115 33)” , Funda ción John Boulton. Boletín Histórico, n9 7. Caracas, 1965. — Los quimbayas bajo la dominación española: Estudio documental. Bogotá, 1963b. — Los Welser en la conquista de Venezuela. Caracas, 1961. — “Th e Catálogo de Pasajeros and Spanish Emigration to America to 1550”, The Hispanic American Historical Review, XXXI. 1951. F u r t a d o , C e l s o : Formagao económica do Brasil. Río de Janeiro, 1959. G a r z ó n M a c e d a , C e f e r i n o y José W a l t e r
D o r f l i n g e r : “Esclavos y mulatos en un dominio rural del siglo XV II I en Córdoba: Contribución a la demografía histórica”, Revista de la Universidad Nacional de Córdoba, II (Córdoba, Argentina), 1961. G i b s o n , C h a r l e s : The Aztecs Under Spanish Rule: A History of the Indians of the Valley of México, 1519-1810. Stanford, Calif., 1964. — “Th e Transformation of the Indian Community in New Spain, 15001810”, Cahiers d’Historie Mondiale, II (París), 1954. G i l m o r e , R o b e r t L.: Caudillism and Militarism in Venezuela, 1810-1910. Athens, Ohío, 1964. G o b i ne a u , Jo s e p h A r t h u r d e : Nachgelassene Schriften des Grafen Gobineau herausgegeben von L. Schemann: B rief e. . . mit A. v. Keller. Strassburg, 1911. G ó n g o r a , B a r t o l o m é d e : El Corregidor Sagaz. Madrid, 1960. G ó n g o r a , M a r i o : El estado en el derecho indiano: Época de fundación, 1492- 1570. Santiago de Chile, 1951. — Los grupos de conquistadores en Tierra Firme (1509-1530): Fisonomía his- tórico-sociál de un tipo de conquista. Santiago de Chile, 1962. — Origen de los inquilinos en Chile Central. Santiago, 1960. —“ Régimen señorial y rural en la Extremadura d e la Orden de Santiago en el momento de la emigración a Indias”, Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas, II (Colonia), 1965. — “Vagabondage et société pastorale en Amérique Latine ( spécialement au
— The Two Variants in Caribbean Race Relations. A Contribution to the Sociology of Segmented Societies. Londres, Nueva York y Toronto, 1967. (HSAI) Handbook of South American Indians, II. Washington. D.C., 1946. H u d s o n , R a n d a l l O .: “The Status of the Negro in Northern South America, 18201860”, The Journal of Negro History, XLIX. 1964. H u m b o l d t , A l e x a n d e r v o n : Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, 6? ed., II. México, 1941. — Ensayo político sobre la isla de Cuba. La Habana, 1960. — Viaje a las regiones equinocciales del nuevo con tin en te ... , IV. Caracas, 1956. H u m p h b e y s , R. A.: Modern Latin America. Londres, 1946. H u t c h i n s o n , H e n r y W i l l i a m : Villa ge and Plantation L ife in N ortheastern Brazil. Seattle, 1957. A s metamorfoses do escravo: apogeu e crise da escravatura no Brasil Meridional. San Pablo, 1962. ( I L O ) : Indigenous Peoples: Livin g and Working Conditions of Aboriginal Po - pulations in Inde pend ent Countrie s. (International Labour Office) Ginebra, 1953. ( I L O ) : The Landless Farmer in Latin America. (International Labour Office) Ginebra, 1957. (Instruciones): Instruciones que los Vireyes de Nueva España dejaron a sus sucesores, II. México, 1873. (IPGH): El mestizaje en la historia de Ibero-América. (Instituto Panamericano de Geografía e Historia) México, 1961. I r ie , T o r a j i : “History of Japanese Migration to Perú”, The Hispanic Ame rican Historical Review, XXXIXXXII. 19511952. I t u r r i a g a , Jo s é : La estructura social y cultural de México. México y Buenos Aires, 1951.
Ianni, Octavio:
Ja m e s , P b e s t o n E.: Latin America. Ed. revisada. Nueva York, 1950. Ja ra , A lv a r o : L o s asientos de trabajo y la provisión de mano de obra para los no-encomenderos en la ciudad de Santiago, 1586-1600. Santiago de
Chile, 1959. — (comp.) Legislación indigenista de Chile. México (Instituto Indigenista Interamericano). 1956. Ja r a m il l o U r i b e , Ja i m e : “Esclavos y señores en la sociedad colombiana del siglo XVIII”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, 1:1. (Bogotá) 1963. — “La población indígena de Colombia en el momento de la Conquista y sus transformaciones posteriores”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, 1:11 (Bogotá) 1964. — “Mestizaje y diferenciación social en el Nuevo Reino de Granada en la segunda mitad del siglo XVIII”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, II:III. (Bogotá) 1965. Ji m én ez P a s tr a n a , Ju an : L o s chinos en las luchas por la Liberación Cubana, 1847-1930. La Habana, 1963. Ju a n , Jo r g e y A n t o n i o d e U l l o a : A Voyage to South America.. ., III. Londres, 1768. — Noticias secretas de América. Buenos Aires, 1953. K i e m e n , M a t h i a s : “The Status of the Indian in Brazil after 1820”, The Amer-
icas, XXI. 1965.
K in g , Ja m e s F.: “A Royalist View o f the Colored Gastes in the Venezuelan
L a n n i n g , Jo h n T.: The University in the Kingdom of Guatemala. Itliaru,
Nueva York, 1955. L e a l , I l d e f o n s o : Historia de la Universidad de Caracas (1721-1827). (! » racas, 1963. L e c u n a , V i c e n t e : Catálogo de errores y calumnias en la historia de Bolívar. I. Nueva York, 1956. — (comp.) Cartas del Libertador. IVI. Caracas, 1929. L e ó n , N i c o l á s : Las castas del México colonial o Nueva España. México, 1924. L e v i l l i e r , R o b e r t o ( c o m p . ) : Audiencia de Lima: Correspondencia de pre sidentes y oidores, I. Madrid, 1922. L e w i n , B o l e s l a o : Tupac Amaru, el rebelde, su época, sus luchas y su in fluen cia en el continent e. Buenos Aires, 1943. L ie r , R u d o l f v a n : Samenleving in een grensgebied: Een sociaál-historiseUe studie van de maatschappij in Suriname. The Hague, 1949. (L IP ) Legislación indigenista del Perú. (Dirección general de asuntos indi
Chili Central)”, Anuales: Sociétés, economies, civilisations, XXI (París), 1966. G o n z á l e z d e l C o s s í o , F. (comp.): Legislación indigenista de México: Re copilación. México (instituto Indigenista Interamericano) 1958. G o n z á l e z N a v a r r o , M o i s é s : “El mestizaje en el período nacional”, Revista Mexicana de Sociología, XXX (México), 1968a. — “L a guerra de castas en Yucatán y la venta de mayas a Cuba”, Historia Mexicana, XVIII (México), 1968b. — “L a política social de Hidalgo ” , Anales del Instituto Nacional de Antropo logía e Historia, 1953, VII: 36 (México), 1955. — L a vida social: M éxico (en D. Cosío Villegas, Historia moderna de México: El Porfiriato) 1957. G o u v e i a , E l s a : “The West India Slave Laws of the Eighteenth Century”, Revista de Ciencias Sociales, IV (Río Piedras, P. R.), 1960. G r a a n e r , J. A.: Las provincias del Río de la Plata en 1816. Buenos Aires, 1949. G r a h a m , R i c h a r d : “Causes for the Abolition of Negro Slavery in Brazil: An Interpretive Essay”, The Hispanic American Historical Review, XLVI. 1966. G r e e n l e a f , R. E.: “The Inquisition and the Indians of New Spain: A Study in Jurisdictional Confusion”, The Américas, XXII. 1965. G r i f f i n , C h a r l e s : “Francisco Encina and Revisionism in Chilean History”, The Hispanic American Historical Review, XXXVII. 1957. — Los temas sociales y económicos en ¡a época de la Independencia. Caracas, 1962. G u e r r e i r o R a m o s , A.: Introdugao crítica á sociología brasileira. Río de Janeiro, 1957. G u il l o t , C a r l o s F e d e r i c o : Negros rebeldes y negros cimarrones: Perfil afro americano en la historia del Nuevo Mundo durante el siglo XVI. Buenos Aires, 1961. G u m i l l a , Jo s é : El Orinoco Ilustrado (1740). Comp. por C. Baylc. Madrid, s. f. G u t h r i e , C h e s t e r L.: “Riots in Seventeenth Century México City: A Study of Social and Economic Conditions”, Greater America: Essays in Honor of H. Bolton. Berkeley, 1945. G u t i é r r e z d e P i n e d a , V i r g i n i a : La familia en Colombia, I. Bogotá, 1903. I I a m i l l , H u g h M.: The Hidalgo Revolt. Prelude to Mcxican Indepcndence.
Gainesville, Fia., 1966.
I I a r i ng , C. H.: The Spanish Empire in America. Nueva York, 1963. H a r r i s , M a r v i n : Patterns of Race in the Américas. Nueva York, 1964. I I a r t i i -t e r r é , E m i l i o : Ponencia presentada al 111 Congreso Nacional de His
toria Peruana. Multigr., s. f. — “El esclavo negro en la sociedad indoperuana”, Journal of Inter-American Studies, III. 1961. — y A l b e r t o M á r q u e z -A b a n t o : “Perspectiva social y económica del artesano virreinal en Lima”, Revista del Archivo Nacional del Perú, XXVI. 1962. I I a r t z , L o u i s (comp.): The Founding of New Societies. Nueva York, 1964. I I k n a o , J e s ú s M. y G e r a r d o A r r u b l a : History of Colombia. Trad. por Chapel Hill, N.C., 1938. (II D M ) Historia documental de M éxico, III. México, 1964. Hoiítink, I I a r r y : “Colonial Psychology and Race”, Journal of Economic History, XXI. 1961.
War of Independence”, The Hispanic American Historical Review, XXXIII. 1953a. — “Descriptive Data on Negro Slaves in Spanish Importation Records and Bills of Sale”, The Journal of Negro History, XXVIII. 1943. — “Neg ro Slavery in New Granada”, Greater America: Essays in Honor of H. E. Bolton. Berkeley, 1945. — “Th e Case of José Ponciano de Ayarza: A document on Gracias al Sacar”, The Hispanic American Historical Review, XXXI. 1951. — “The Colored Castes and American Representation in the Cortes o f Cádiz” , The Hispanic American Historical Review, XXXIII. 1953b. — “The Evolution o f the F ree Slave Tr ade Principie in Spanish Colonial Ad ministration”, The Hispanic American Historical Review, XXII. 1942. — “T he Latin American Republics and the Suppression of the Slave Trade” , The Hispanic American Historical Review, XXIV. 1944. K l e i n , H e r b e r t S.: “Anglicanism, Catholicism, and the Negro Slave” , Com- parative Studies in Society and Histo ry, VIII. Incluye comentarios de E. Gouveia. 1966. — Slavery in the Amerieas. A Comparative Study of Virginia and Cuba. Chicago, 1967. K o n e t z k e , R i c h a r d : Die Indianerkulturen Altamerikas und die Spanisch-Por- tugiesische Kolonialherrschaft. Frankfurt am Main (Fischer Weltgeschichte, 22.) 1965. — “Documentos para la historia y crítica de los registros parroquiales en las Indias”, Revista de Indias, VII (Madrid), 1946a. — “El mestizaje y su importancia en el desarrollo de la población hispanoamericana durante la época colonial”, Revista de Indias, VII. (Madrid) 1946b. — “Estado y sociedad en las Indias”, Estudios americanos, III. (Sevilla) 1951a — “L a emigración de mujeres españolas a América durante la época colonial” , Revista Internacional de Sociología, III (Madrid). 1945. — “L a emigración española al Río de la Plata durante e l siglo XV I” , Misce lánea Americanista (Homenaje a D. Antonio Ballesteros Beretta), III. Madrid, 1952. — “L a esclavitud de los indios como elemento de la estructuración social de Hispanoamérica”, Estudios de Historia Social de España, I. (Madrid) 19 49a. — “L a formación de la nobleza en Indias”, Anuario de Estudios Americanos, III. (Sevilla) 1951b. — “Las fuentes para la historia demográfica de Hispanoamérica durante la época colonial”, Anuario de Estudios Americanos, V. (Sevilla) 1948. — “Las ordenanzas de gremios como documentos para la historia social de Hispanoamérica durante la época colonial”, Estudios de Historia Social de España, I. (Madrid) 1949b. — “ Los mestizos en la legislación colonial”, Revista de Estudios Políticos, 112113/114. (Madrid) 1960. K r o e b e r , A. L.: Cultural and Natural Areas of Native South America. Berkeley, 1939. K u b l e r , G e o r g e : The Indian Caste of Perú, 1795-1940: A Population Study Based upon Tax Records and Census Reports. Washington, D.C. 1952. L a f u e n t e M a c h a i n , R. d e: El gobernador Domingo Martínez de Irala. Bue-
nos Aires, 1939.
XIV” ', R< vista de la Biblioteca Nacional “José Martí”, 2^ ed. La Habana, 1608.. Masini,,. |<>sí: Luis : La esclavitud negra en Mendoza: época independiente. Monud” /.a, Argentina, 1962. I \ | a s s i N i i Iv/.curra, José M.: “Redhibitoria y esclavos en el Río de la Plata”, AichFivo Iberoamericano de Historia de la Medicina y Antropología Médica, XIII. (Buenos Aire s), 1961. MASUn, Gkhhard: Simón Bolívar. Albuquerque, N.M., 1948. Mauro,,i I'kédéric: Le Portugal et l’Atlantique au XV IIe siécle (1570-1670). París*, í 960. Makeh,,, Kurt B.: Class and Society. Nueva York, 1955. M k a n s , P. A.: Ancient Civilizations of the Andes. Londres, 1931. NIi.niNjAA, José Toribio: Historia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisi ción en Ch ile. Santiago, 1952. Mi;léni1 >k/, Concha: La novela indianista en la América hispana, 1832-1889. Madnid, 1934.
— The Two Variants in Caribbean Race Relations. A Contribution to the Sociology of Segmented Societies. Londres, Nueva York y Toronto, 1967. (HSAI) Handbook of South American Indians, II. Washington. D.C., 1946. H u d s o n , R a n d a l l O .: “The Status of the Negro in Northern South America, 18201860”, The Journal of Negro History, XLIX. 1964. H u m b o l d t , A l e x a n d e r v o n : Ensayo político sobre el reino de la Nueva España, 6? ed., II. México, 1941. — Ensayo político sobre la isla de Cuba. La Habana, 1960. — Viaje a las regiones equinocciales del nuevo con tin en te ... , IV. Caracas, 1956. H u m p h b e y s , R. A.: Modern Latin America. Londres, 1946. H u t c h i n s o n , H e n r y W i l l i a m : Villa ge and Plantation L ife in N ortheastern Brazil. Seattle, 1957. A s metamorfoses do escravo: apogeu e crise da escravatura no Brasil Meridional. San Pablo, 1962. ( I L O ) : Indigenous Peoples: Livin g and Working Conditions of Aboriginal Po - pulations in Inde pend ent Countrie s. (International Labour Office) Ginebra, 1953. ( I L O ) : The Landless Farmer in Latin America. (International Labour Office) Ginebra, 1957. (Instruciones): Instruciones que los Vireyes de Nueva España dejaron a sus sucesores, II. México, 1873. (IPGH): El mestizaje en la historia de Ibero-América. (Instituto Panamericano de Geografía e Historia) México, 1961. I r ie , T o r a j i : “History of Japanese Migration to Perú”, The Hispanic Ame rican Historical Review, XXXIXXXII. 19511952. I t u r r i a g a , Jo s é : La estructura social y cultural de México. México y Buenos Aires, 1951.
Ianni, Octavio:
Ja m e s , P b e s t o n E.: Latin America. Ed. revisada. Nueva York, 1950. Ja ra , A lv a r o : L o s asientos de trabajo y la provisión de mano de obra para los no-encomenderos en la ciudad de Santiago, 1586-1600. Santiago de
Chile, 1959. — (comp.) Legislación indigenista de Chile. México (Instituto Indigenista Interamericano). 1956. Ja r a m il l o U r i b e , Ja i m e : “Esclavos y señores en la sociedad colombiana del siglo XVIII”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, 1:1. (Bogotá) 1963. — “La población indígena de Colombia en el momento de la Conquista y sus transformaciones posteriores”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, 1:11 (Bogotá) 1964. — “Mestizaje y diferenciación social en el Nuevo Reino de Granada en la segunda mitad del siglo XVIII”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, II:III. (Bogotá) 1965. Ji m én ez P a s tr a n a , Ju an : L o s chinos en las luchas por la Liberación Cubana, 1847-1930. La Habana, 1963. Ju a n , Jo r g e y A n t o n i o d e U l l o a : A Voyage to South America.. ., III. Londres, 1768. — Noticias secretas de América. Buenos Aires, 1953. K i e m e n , M a t h i a s : “The Status of the Indian in Brazil after 1820”, The Amer-
icas, XXI. 1965.
K in g , Ja m e s F.: “A Royalist View o f the Colored Gastes in the Venezuelan
L a n n i n g , Jo h n T.: The University in the Kingdom of Guatemala. Itliaru,
Nueva York, 1955. L e a l , I l d e f o n s o : Historia de la Universidad de Caracas (1721-1827). (! » racas, 1963. L e c u n a , V i c e n t e : Catálogo de errores y calumnias en la historia de Bolívar. I. Nueva York, 1956. — (comp.) Cartas del Libertador. IVI. Caracas, 1929. L e ó n , N i c o l á s : Las castas del México colonial o Nueva España. México, 1924. L e v i l l i e r , R o b e r t o ( c o m p . ) : Audiencia de Lima: Correspondencia de pre sidentes y oidores, I. Madrid, 1922. L e w i n , B o l e s l a o : Tupac Amaru, el rebelde, su época, sus luchas y su in fluen cia en el continent e. Buenos Aires, 1943. L ie r , R u d o l f v a n : Samenleving in een grensgebied: Een sociaál-historiseUe studie van de maatschappij in Suriname. The Hague, 1949. (L IP ) Legislación indigenista del Perú. (Dirección general de asuntos indi genas). Lima, 1948. L i p s c h u t z , A l e j a n d r o : El indoamericanismo y el problema racial en lux Américas, 2? ed., Santiago de Chile, 1944. L i s s ó n C h á v e z , E m i l i o ( c o m p . ) : La Iglesia de España en el Perú: Colec ción de documentos para la historia. . . , 125. Sevilla, 19431956. L o m b a r d i , Jo h n V.: “Los esclavos en la legislación republicana de Venezuela”, Fundación John Boulton. Boletín Histórico, n? 13 (Caracas) 1967. L ó p e z M a r t í n e z , H é c t o r : “Un motín de mestizos en el Perú ( 15 67 )” , Re vista de Indias, XXIV (Madrid) 1965. L ó p e z Sa r r e l a n g u e , D. E.: “Población indígena de la Nueva España en el siglo XVIII”, Historia Mexicana, XII. 1962. M c A l i s t e r , L y l e N.: El Fuero Militar in New Spain, 1764-1800. Gainesville,
Fia, 1957. — “Social Structure and Social Change in N ew Spain”, The Hispanic American Historical Review, XLIII. 1963. M a c G a f f e y , W y a t t y C l i f f o r d R. B a r n e t t : Twentieth-Century Cuba: The Background of the Castro Revolution. Garden City, Nueva York, 1965. M a c h a d o , Jo s é d e A l c á n t a r a : Vida e morte do bandeirante. San Pablo, 1953. M a c h a d o F i l h o , A i r e s d a M a t a : O negro e o garimpo em Minas Gerais. Río de Janeiro, 1943. M a d a r i a g a , S a l v a d o r d e : Bolívar. Londres, 1952. M a l a g ó n , Ja v i e r : “Un documento del siglo XV II I para la historia de la esclavitud en las Antillas”, Miscelánea de estudios dedicados a Fernando Ortiz, II. La Habana, 1956. M a l d o n a d o d e G u e v a r a , F r a n c i s c o : El primer contacto de blancos y gentes de color en América: Estudio sobre el diario del primer viaje de Cristóbal Colón. Valladolid, 1924. M a n z o n i , C.: El indio en la poesía de América española. Buenos Aires, 1939. M a r s h a l l , C. E.: “The Birth of the Mestizo in New Spain”, The Hispanic American Historical Review, XIX. 1939. M a r t í , Jo s é : Obras completas, I. La Habana, 1946. M a r t i n , N o r m a n F.: Los vagabundos en la Nueva España: Siglo XVI. México, 1957. M a r t í n e z -A l i e r , V e r e n a : “Color, clase y matrimonio en Cuba en el siglo
XVIXVIII)”, XXXVI Congreso Internacional de Americanistas, España, 1964: Actas y Memorias, II (Sevilla), 1966a. — “La política de segregación y el mestizaje en la Audiencia de Guatemala”, Revista de Indias, XXIV (Madrid), 1964b. —“ Las comunidades de indígenas y la legislación segregacionista en el Nuevo Reino de Granada”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cul tura, 1:1 (Bogotá), 1963. — “Los esfuerzos realizados por la Corona para separar negros e indios en Hispanoamérica durante el siglo XVI”, Homenaje. Estudios de filología e historia literaria lusohispanas e iberoamericanas publicados para celebrar el tercer lustro del Instituto de Estudios Hispánicos, Portugueses e Iberoame ricanos de la Universidad Estatal de Utrecht. The Hague, 1966b. — “Los jesuítas y la esclavitud de los negros”, Revista Chilena de Historia y Geografía, 135. Santiago. — “Race and Class in Twentieth Century Latin America”, Cahiers d’Histoire Mondiale, VIII. (París), 1964c.
War of Independence”, The Hispanic American Historical Review, XXXIII. 1953a. — “Descriptive Data on Negro Slaves in Spanish Importation Records and Bills of Sale”, The Journal of Negro History, XXVIII. 1943. — “Neg ro Slavery in New Granada”, Greater America: Essays in Honor of H. E. Bolton. Berkeley, 1945. — “Th e Case of José Ponciano de Ayarza: A document on Gracias al Sacar”, The Hispanic American Historical Review, XXXI. 1951. — “The Colored Castes and American Representation in the Cortes o f Cádiz” , The Hispanic American Historical Review, XXXIII. 1953b. — “The Evolution o f the F ree Slave Tr ade Principie in Spanish Colonial Ad ministration”, The Hispanic American Historical Review, XXII. 1942. — “T he Latin American Republics and the Suppression of the Slave Trade” , The Hispanic American Historical Review, XXIV. 1944. K l e i n , H e r b e r t S.: “Anglicanism, Catholicism, and the Negro Slave” , Com- parative Studies in Society and Histo ry, VIII. Incluye comentarios de E. Gouveia. 1966. — Slavery in the Amerieas. A Comparative Study of Virginia and Cuba. Chicago, 1967. K o n e t z k e , R i c h a r d : Die Indianerkulturen Altamerikas und die Spanisch-Por- tugiesische Kolonialherrschaft. Frankfurt am Main (Fischer Weltgeschichte, 22.) 1965. — “Documentos para la historia y crítica de los registros parroquiales en las Indias”, Revista de Indias, VII (Madrid), 1946a. — “El mestizaje y su importancia en el desarrollo de la población hispanoamericana durante la época colonial”, Revista de Indias, VII. (Madrid) 1946b. — “Estado y sociedad en las Indias”, Estudios americanos, III. (Sevilla) 1951a — “L a emigración de mujeres españolas a América durante la época colonial” , Revista Internacional de Sociología, III (Madrid). 1945. — “L a emigración española al Río de la Plata durante e l siglo XV I” , Misce lánea Americanista (Homenaje a D. Antonio Ballesteros Beretta), III. Madrid, 1952. — “L a esclavitud de los indios como elemento de la estructuración social de Hispanoamérica”, Estudios de Historia Social de España, I. (Madrid) 19 49a. — “L a formación de la nobleza en Indias”, Anuario de Estudios Americanos, III. (Sevilla) 1951b. — “Las fuentes para la historia demográfica de Hispanoamérica durante la época colonial”, Anuario de Estudios Americanos, V. (Sevilla) 1948. — “Las ordenanzas de gremios como documentos para la historia social de Hispanoamérica durante la época colonial”, Estudios de Historia Social de España, I. (Madrid) 1949b. — “ Los mestizos en la legislación colonial”, Revista de Estudios Políticos, 112113/114. (Madrid) 1960. K r o e b e r , A. L.: Cultural and Natural Areas of Native South America. Berkeley, 1939. K u b l e r , G e o r g e : The Indian Caste of Perú, 1795-1940: A Population Study Based upon Tax Records and Census Reports. Washington, D.C. 1952. L a f u e n t e M a c h a i n , R. d e: El gobernador Domingo Martínez de Irala. Bue-
nos Aires, 1939.
XIV” ', R< vista de la Biblioteca Nacional “José Martí”, 2^ ed. La Habana, 1608.. Masini,,. |<>sí: Luis : La esclavitud negra en Mendoza: época independiente. Monud” /.a, Argentina, 1962. I \ | a s s i N i i Iv/.curra, José M.: “Redhibitoria y esclavos en el Río de la Plata”, AichFivo Iberoamericano de Historia de la Medicina y Antropología Médica, XIII. (Buenos Aire s), 1961. MASUn, Gkhhard: Simón Bolívar. Albuquerque, N.M., 1948. Mauro,,i I'kédéric: Le Portugal et l’Atlantique au XV IIe siécle (1570-1670). París*, í 960. Makeh,,, Kurt B.: Class and Society. Nueva York, 1955. M k a n s , P. A.: Ancient Civilizations of the Andes. Londres, 1931. NIi.niNjAA, José Toribio: Historia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisi ción en Ch ile. Santiago, 1952. Mi;léni1 >k/, Concha: La novela indianista en la América hispana, 1832-1889. Madnid, 1934. M e l l a h i i:, Ro l a n d o : La esclavitud en Hispanoamérica. Buenos Aires, 1964. — La introducción de la esclavitud negra en Chile: Tráfico y rutas. Santiago, 1959„. (\fevtor^ias): Memorias de los Virreyes que han gobernado el Perú, I. Lima, 1859.. (Métodcw): Métodos y resultados de la política indigenista en México. México, 1954. (Memorias del Instituto Nacional Indigenista, VI. ) Mintz, Sidne y: “L abor and Sugar in Jamaica and Puerto Rico, 18001850” , Ccmpwrative Studies in Society and History, I (The Hague), 1959. “The Role of Fo rced Labour in Nineteenth Century Puerto Rico”, Carib- btan H istor ical Review, II. 1951. Mhundoa, Francisco de: Archivo del General Miranda, XXIXXII (La HabanaX), 1950. MrnxDíA, JosÉ: “ La población indígena de México en el siglo XV II ” , Historia MexicPana, XII. 1962. “ Los indígenas de América en la época colonial: teorías, legislación, realidades/’, Cuadernos Americanos, XXIII (México), 1964. Molina» Pedro: Escritos, III. Guatemala, 1954. Mora, ;María José Luis: Obras sueltas, 2? ed. México, 1963. Móbjef?, Magnus: “Das Verbot für die Encomenderos unter ihren eigenen InJiainem zu wohnen”, Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft uni tGesellschaft Lateinamerikas, I (Colonia), 1964a. — “ Das vergleichende Studium der Negersklaverei in Anglound Latein arierijka”, Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Ltteinnamerikas, V. (Colonia), 1968. — “ En ttorno a la penetración mestiza en los pueblos de indios, las composiciones de tierras y los encomenderos en el Perú en el siglo X VII ”, Re vi,ta Histórica, XXVIII (Lima), 1965b. — “Invaindringen och det moderna Latinamerikas tillblivelse”, Ymer (Esto edmot), Suecia), 1960. — “ la ai fortunada gestión de un misionero del Perú en Madrid en 1578”, Atuanrio de Estudios Americanos, XIX (Sevilla), 1962. — “ la cfllifusión ¿el castellano y el aislamiento d e los indios —dos aspiraciones contrsadictorias de la Corona española”, Homenaje a Jaime Vicens Vives, II, (iBar celon a), 1967a. — “ Ii ¡infiltración mestiza en los cacicazgos y cabildos de indios (siglos
y C o n c h i t a R u íz -B u b r u e c o s : “ L o s portugueses en la trata de esclavos negros en las postrimerías del siglo XVI”, Moneda y Crédito, LXXXV (Madrid), 1963. O v a l l e , A l o n s o d e : “Histórica Relación del Reino de Chile”, Colección de Historiadores Chilenos, XII. Santiago, 1888. O v i e d o , B a s i l i o V i c e n t e d e : Cualidades y riquezas del Nuevo Reino do Granada. Bogotá, 1930. O t t e , En r i q u e
P a l a c i o s d e l a V e g a , Jo s e p h : Diario de viaje entre los indios y negros de
la Provincia de Cartagena en el Nuevo Reino de Granada, 1787-1788. Comp. por G. ReichelDolmatoff. Bogotá, 1955. (PAU): Plantation Systems of the New World. Washington, D.C. (XJnión Panamericana) 1959. P a z , O c t a v i o : El laberinto de la soledad. México, 1950. (Pensamiento): El pensamiento constitucional hispanoamericano hasta 1830:
L a n n i n g , Jo h n T.: The University in the Kingdom of Guatemala. Itliaru,
Nueva York, 1955. L e a l , I l d e f o n s o : Historia de la Universidad de Caracas (1721-1827). (! » racas, 1963. L e c u n a , V i c e n t e : Catálogo de errores y calumnias en la historia de Bolívar. I. Nueva York, 1956. — (comp.) Cartas del Libertador. IVI. Caracas, 1929. L e ó n , N i c o l á s : Las castas del México colonial o Nueva España. México, 1924. L e v i l l i e r , R o b e r t o ( c o m p . ) : Audiencia de Lima: Correspondencia de pre sidentes y oidores, I. Madrid, 1922. L e w i n , B o l e s l a o : Tupac Amaru, el rebelde, su época, sus luchas y su in fluen cia en el continent e. Buenos Aires, 1943. L ie r , R u d o l f v a n : Samenleving in een grensgebied: Een sociaál-historiseUe studie van de maatschappij in Suriname. The Hague, 1949. (L IP ) Legislación indigenista del Perú. (Dirección general de asuntos indi genas). Lima, 1948. L i p s c h u t z , A l e j a n d r o : El indoamericanismo y el problema racial en lux Américas, 2? ed., Santiago de Chile, 1944. L i s s ó n C h á v e z , E m i l i o ( c o m p . ) : La Iglesia de España en el Perú: Colec ción de documentos para la historia. . . , 125. Sevilla, 19431956. L o m b a r d i , Jo h n V.: “Los esclavos en la legislación republicana de Venezuela”, Fundación John Boulton. Boletín Histórico, n? 13 (Caracas) 1967. L ó p e z M a r t í n e z , H é c t o r : “Un motín de mestizos en el Perú ( 15 67 )” , Re vista de Indias, XXIV (Madrid) 1965. L ó p e z Sa r r e l a n g u e , D. E.: “Población indígena de la Nueva España en el siglo XVIII”, Historia Mexicana, XII. 1962. M c A l i s t e r , L y l e N.: El Fuero Militar in New Spain, 1764-1800. Gainesville,
Fia, 1957. — “Social Structure and Social Change in N ew Spain”, The Hispanic American Historical Review, XLIII. 1963. M a c G a f f e y , W y a t t y C l i f f o r d R. B a r n e t t : Twentieth-Century Cuba: The Background of the Castro Revolution. Garden City, Nueva York, 1965. M a c h a d o , Jo s é d e A l c á n t a r a : Vida e morte do bandeirante. San Pablo, 1953. M a c h a d o F i l h o , A i r e s d a M a t a : O negro e o garimpo em Minas Gerais. Río de Janeiro, 1943. M a d a r i a g a , S a l v a d o r d e : Bolívar. Londres, 1952. M a l a g ó n , Ja v i e r : “Un documento del siglo XV II I para la historia de la esclavitud en las Antillas”, Miscelánea de estudios dedicados a Fernando Ortiz, II. La Habana, 1956. M a l d o n a d o d e G u e v a r a , F r a n c i s c o : El primer contacto de blancos y gentes de color en América: Estudio sobre el diario del primer viaje de Cristóbal Colón. Valladolid, 1924. M a n z o n i , C.: El indio en la poesía de América española. Buenos Aires, 1939. M a r s h a l l , C. E.: “The Birth of the Mestizo in New Spain”, The Hispanic American Historical Review, XIX. 1939. M a r t í , Jo s é : Obras completas, I. La Habana, 1946. M a r t i n , N o r m a n F.: Los vagabundos en la Nueva España: Siglo XVI. México, 1957. M a r t í n e z -A l i e r , V e r e n a : “Color, clase y matrimonio en Cuba en el siglo
XVIXVIII)”, XXXVI Congreso Internacional de Americanistas, España, 1964: Actas y Memorias, II (Sevilla), 1966a. — “La política de segregación y el mestizaje en la Audiencia de Guatemala”, Revista de Indias, XXIV (Madrid), 1964b. —“ Las comunidades de indígenas y la legislación segregacionista en el Nuevo Reino de Granada”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cul tura, 1:1 (Bogotá), 1963. — “Los esfuerzos realizados por la Corona para separar negros e indios en Hispanoamérica durante el siglo XVI”, Homenaje. Estudios de filología e historia literaria lusohispanas e iberoamericanas publicados para celebrar el tercer lustro del Instituto de Estudios Hispánicos, Portugueses e Iberoame ricanos de la Universidad Estatal de Utrecht. The Hague, 1966b. — “Los jesuítas y la esclavitud de los negros”, Revista Chilena de Historia y Geografía, 135. Santiago. — “Race and Class in Twentieth Century Latin America”, Cahiers d’Histoire Mondiale, VIII. (París), 1964c. — “¿Separación o integración? En tomo al debate dieciochesco sobre los principios de la política indigenista en Hispanoamérica”, Journal de la Société des Américanistes, LIV: I. (París), 1965. — “Teoría y práctica de la segregación racial en la América colonial española”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, XLIV (Caracas), 1961a. — “The Guaraní Missions and the Segregation Polic y of the Spanish Crown”, Archivum Historicum Societatis lesu, XXX. (Roma), 1961b. — “The History o f Race Relations in Latin America: Some Comments on the State of Research”, Latin American Research Review, 1:3. — y C h a r l e s G i h s o n : “Diego Muñoz Camargo and the Segregation Policy of the Spanish Crown”, The Hispanic American Historical Review, XLII. 1962. M o r s e , R i c h a r d : From Community to Metrópolis: A Biography of Sao Paulo, Brazil. Gainesville, Fia., 1958. — “Neg roWhite Relations in Latin America”, Reports and Speeches of the Ninth Yale Conference on the Teaching of Social Sciences. New Haven, Conn. Multigr. 1964. M o s k , S a n f o r d A.: “Latin America and the World Economy, 18501914”, Inter-American Economic Affairs, II. 1948. M u g u b u r u , J. y F. de : Diario de Lima (1640-1649), I. Lima, 1928. N ó b r e g a , M a n o e l d a: Cartas do Brasil e mais escritos.. . com introdugao e
notas históricas e críticas de S. Leite. Coimbra, 1955. O r n e l l a s , M a n o e l i to d e: Gauchos e beduinos: A origem étnica e a forma-
gao social do Rio Grande do Sul, 29- ed. Río de Janeiro, 1956. La Habana, 1916. — “Martí y las razas de librería”, Cuadernos Americanos, XXI (México), 1945. O s p i n a P e b e z , L u i s : Industria y protección en Colom bia 1810-1830. Medellín, 1955. O t h ó n d e M e n d i z a b a l , M i g u e l : Obras completas, IV. México, 1946. O t s C a p d e q u í , J. M.: E l estado español en las Indias, 3? ed. Buenos Aires y México, 1957. — Las instituciones del Nuevo Reino de Granada al tiempo de la Indepen dencia. Madrid, 1958. O b t i z , F e r n a n d o : Hampa afro-cubana. Los negros esclavos ...
R o c h e , Je a n : La colonisation allemande et le Rio Grande do Sul. París, 1959. R o d r i g u e s , Jo s é H o n o r i o : Brasil e a Africa: outro horizonte. Río de Janeiro, 1961. R o d r í g u e z M o l a s , R i c a r d o : “El gaucho rioplatense: origen, desarrollo y marginalidad social”, Journal of Inter-American Studies, IV. 1964.
— “Los negros libres rioplatenses”, Buenos Aires. Revista de Humanidades, I. 1961. R o m e r o , C a r l o s A l b e r t o ( comp.): Memoria del Virrey del Perú Marqués de Avilés. Lima, 1901. R o m e r o , E m i l i o : Historia económica del Perú. Buenos Aires, 1949. R o m e r o , F e r n a n d o : “José Manuel Valdés, Great Peruvian Mulatto”, Phylon, III. 1942. R o n c a l , Jo a q u í n : “The Negro Race in México”, The Hispanic American Historical Review, XXIV. 1944.
XIV” ', R< vista de la Biblioteca Nacional “José Martí”, 2^ ed. La Habana, 1608.. Masini,,. |<>sí: Luis : La esclavitud negra en Mendoza: época independiente. Monud” /.a, Argentina, 1962. I \ | a s s i N i i Iv/.curra, José M.: “Redhibitoria y esclavos en el Río de la Plata”, AichFivo Iberoamericano de Historia de la Medicina y Antropología Médica, XIII. (Buenos Aire s), 1961. MASUn, Gkhhard: Simón Bolívar. Albuquerque, N.M., 1948. Mauro,,i I'kédéric: Le Portugal et l’Atlantique au XV IIe siécle (1570-1670). París*, í 960. Makeh,,, Kurt B.: Class and Society. Nueva York, 1955. M k a n s , P. A.: Ancient Civilizations of the Andes. Londres, 1931. NIi.niNjAA, José Toribio: Historia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisi ción en Ch ile. Santiago, 1952. Mi;léni1 >k/, Concha: La novela indianista en la América hispana, 1832-1889. Madnid, 1934. M e l l a h i i:, Ro l a n d o : La esclavitud en Hispanoamérica. Buenos Aires, 1964. — La introducción de la esclavitud negra en Chile: Tráfico y rutas. Santiago, 1959„. (\fevtor^ias): Memorias de los Virreyes que han gobernado el Perú, I. Lima, 1859.. (Métodcw): Métodos y resultados de la política indigenista en México. México, 1954. (Memorias del Instituto Nacional Indigenista, VI. ) Mintz, Sidne y: “L abor and Sugar in Jamaica and Puerto Rico, 18001850” , Ccmpwrative Studies in Society and History, I (The Hague), 1959. “The Role of Fo rced Labour in Nineteenth Century Puerto Rico”, Carib- btan H istor ical Review, II. 1951. Mhundoa, Francisco de: Archivo del General Miranda, XXIXXII (La HabanaX), 1950. MrnxDíA, JosÉ: “ La población indígena de México en el siglo XV II ” , Historia MexicPana, XII. 1962. “ Los indígenas de América en la época colonial: teorías, legislación, realidades/’, Cuadernos Americanos, XXIII (México), 1964. Molina» Pedro: Escritos, III. Guatemala, 1954. Mora, ;María José Luis: Obras sueltas, 2? ed. México, 1963. Móbjef?, Magnus: “Das Verbot für die Encomenderos unter ihren eigenen InJiainem zu wohnen”, Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft uni tGesellschaft Lateinamerikas, I (Colonia), 1964a. — “ Das vergleichende Studium der Negersklaverei in Anglound Latein arierijka”, Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Ltteinnamerikas, V. (Colonia), 1968. — “ En ttorno a la penetración mestiza en los pueblos de indios, las composiciones de tierras y los encomenderos en el Perú en el siglo X VII ”, Re vi,ta Histórica, XXVIII (Lima), 1965b. — “Invaindringen och det moderna Latinamerikas tillblivelse”, Ymer (Esto edmot), Suecia), 1960. — “ la ai fortunada gestión de un misionero del Perú en Madrid en 1578”, Atuanrio de Estudios Americanos, XIX (Sevilla), 1962. — “ la cfllifusión ¿el castellano y el aislamiento d e los indios —dos aspiraciones contrsadictorias de la Corona española”, Homenaje a Jaime Vicens Vives, II, (iBar celon a), 1967a. — “ Ii ¡infiltración mestiza en los cacicazgos y cabildos de indios (siglos
y C o n c h i t a R u íz -B u b r u e c o s : “ L o s portugueses en la trata de esclavos negros en las postrimerías del siglo XVI”, Moneda y Crédito, LXXXV (Madrid), 1963. O v a l l e , A l o n s o d e : “Histórica Relación del Reino de Chile”, Colección de Historiadores Chilenos, XII. Santiago, 1888. O v i e d o , B a s i l i o V i c e n t e d e : Cualidades y riquezas del Nuevo Reino do Granada. Bogotá, 1930. O t t e , En r i q u e
P a l a c i o s d e l a V e g a , Jo s e p h : Diario de viaje entre los indios y negros de
la Provincia de Cartagena en el Nuevo Reino de Granada, 1787-1788. Comp. por G. ReichelDolmatoff. Bogotá, 1955. (PAU): Plantation Systems of the New World. Washington, D.C. (XJnión Panamericana) 1959. P a z , O c t a v i o : El laberinto de la soledad. México, 1950. (Pensamiento): El pensamiento constitucional hispanoamericano hasta 1830: Compilación de constituciones sancionadas y proyectos constitucionales, V. Caracas, 1961. P e r e d a V a l d é s , I l d e f o n s o : Negros esclavos y negros libres. Montevideo, 1941. P é r e z , A q u i l e s R.: Las mitas en la Real Audiencia de Quito. Quito, 1947. P é r e z B a r r a d a s , Jo s é : Los mestizos de América. Madrid, 1948. P é r e z d e T u d e l a B u e s o , Jo s é : “Ideario de Don Francisco Rodríguez, párroco criollo en los Andes”, Anuario de Estudios Americanos, XVII (Sevilla), 1960. P e t i t M u ñ o z , E., E. N a r a n c i o y J. M . T r a i b e l N e l c i s : La condición ju rídica, social, económica y política de los negros durante el coloniaje en la Banda Oriental, I. Montevideo, 1947. P i c ó n -S a l a s , M a b i a n o : A Cultural History of Spanish America: From the Conquest to Independence. Berkeley, 1963. P ik e , F b e d b i c k : Chile and the United States: The Emergence of Chilers Social Crisis and the Challenge to United States Diplomacu. South Bend, Ind., 1963. P i t t -R i v e b s , Ju l i á n : “Who are the Indians?”, Encounter, XXV: 3 (Londres) 1965. P o l o , J. T. (co mp .): Memorias de los virreyes del Perú: Marqués de Man- cera y Conde de Salvatierra. Lima, 1899. P o m a d e A y a l a , F e l i pe G u a m á n : Primer Nueva Coronica y Buen Gobier no. Comp. por A. Posnansky. La Paz, 1944. P o s a d a , G e b m á n : “La idea de América en Vasconcelos”, Historia Mexicana, XII. 1963. P b a d o Ju n io b , C a i o : Formagáo do Brasil contemporáneo: Colonia, 6? ed., San Pablo, 1961. P b ie s t l e y , H e b b e r t I.: The Corning of the White Man, 1492-1848. Nueva York, 1929.
“Os movimentos sociais na América Latina durante o século XIX”, Revista de Historia, VIII: 30. (San Pablo), 1957. (R I): Recopilació n de Leyes de los Reinos de las Indias. Madrid, 1680. R e d f i e l d , R o b e b t : The Folk Culture of Yucatán. Chicago, 1941. R e e d , N e l s o n : The Caste War of Yucatán. Stanford, California, 1964. R e y e s H e r o l e s , Je s ú s : Liberalismo mexicano. IIII. México, 1961. R i c a r d o , C a s s i a n o : Marcha para Oeste: A influencia da bandeira na forma- gao social e política do Brasil, 2Q ed., III. Río de Janeiro, 1942. R a m a , Ca r l o s :
U.: Derrotero y viaje a España y las Indias. Traducción y comentarios de E. Wernicke. Santa Fe (Argentina), 1938. Sh a p i r o , H a r r y : Race Mixture. París, 1953. S i c r o f f , A l b e r t A .: Les controverses des statuts de “pureté de sang” en Es- pagne du X Ve au X V II e siécle. París, 1960. Sk i n n e r -K l e e , J. ( comp.): Legislación indigenista de Guatemala. México (Instituto Indigenista Interamericano), 1954. S m i t h , T. L y n n : “The Racial Composition of the Population of Colombia”, Journal of Inter-American Studies, VIII. 1966. S o l ó r z a n o y P e r e i r a , Ju a n d e : Política Indiana. Madrid, 1647. So m m e r s , J o s e p h : “The IndianOriented Novel in Latin America: New Spirit, New Forms, New Scope”, Journal of Inter-American Studies, VI. 1964. S p i n d e n , H. J.: “The Population of Ancient America”, Geographic Review, XVIII. 1928. “Indigenism and Racism in Mexican Thought, 1857 Sc h m i d e l ,
XVIXVIII)”, XXXVI Congreso Internacional de Americanistas, España, 1964: Actas y Memorias, II (Sevilla), 1966a. — “La política de segregación y el mestizaje en la Audiencia de Guatemala”, Revista de Indias, XXIV (Madrid), 1964b. —“ Las comunidades de indígenas y la legislación segregacionista en el Nuevo Reino de Granada”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cul tura, 1:1 (Bogotá), 1963. — “Los esfuerzos realizados por la Corona para separar negros e indios en Hispanoamérica durante el siglo XVI”, Homenaje. Estudios de filología e historia literaria lusohispanas e iberoamericanas publicados para celebrar el tercer lustro del Instituto de Estudios Hispánicos, Portugueses e Iberoame ricanos de la Universidad Estatal de Utrecht. The Hague, 1966b. — “Los jesuítas y la esclavitud de los negros”, Revista Chilena de Historia y Geografía, 135. Santiago. — “Race and Class in Twentieth Century Latin America”, Cahiers d’Histoire Mondiale, VIII. (París), 1964c. — “¿Separación o integración? En tomo al debate dieciochesco sobre los principios de la política indigenista en Hispanoamérica”, Journal de la Société des Américanistes, LIV: I. (París), 1965. — “Teoría y práctica de la segregación racial en la América colonial española”, Boletín de la Academia Nacional de la Historia, XLIV (Caracas), 1961a. — “The Guaraní Missions and the Segregation Polic y of the Spanish Crown”, Archivum Historicum Societatis lesu, XXX. (Roma), 1961b. — “The History o f Race Relations in Latin America: Some Comments on the State of Research”, Latin American Research Review, 1:3. — y C h a r l e s G i h s o n : “Diego Muñoz Camargo and the Segregation Policy of the Spanish Crown”, The Hispanic American Historical Review, XLII. 1962. M o r s e , R i c h a r d : From Community to Metrópolis: A Biography of Sao Paulo, Brazil. Gainesville, Fia., 1958. — “Neg roWhite Relations in Latin America”, Reports and Speeches of the Ninth Yale Conference on the Teaching of Social Sciences. New Haven, Conn. Multigr. 1964. M o s k , S a n f o r d A.: “Latin America and the World Economy, 18501914”, Inter-American Economic Affairs, II. 1948. M u g u b u r u , J. y F. de : Diario de Lima (1640-1649), I. Lima, 1928. N ó b r e g a , M a n o e l d a: Cartas do Brasil e mais escritos.. . com introdugao e
notas históricas e críticas de S. Leite. Coimbra, 1955. O r n e l l a s , M a n o e l i to d e: Gauchos e beduinos: A origem étnica e a forma-
gao social do Rio Grande do Sul, 29- ed. Río de Janeiro, 1956. La Habana, 1916. — “Martí y las razas de librería”, Cuadernos Americanos, XXI (México), 1945. O s p i n a P e b e z , L u i s : Industria y protección en Colom bia 1810-1830. Medellín, 1955. O t h ó n d e M e n d i z a b a l , M i g u e l : Obras completas, IV. México, 1946. O t s C a p d e q u í , J. M.: E l estado español en las Indias, 3? ed. Buenos Aires y México, 1957. — Las instituciones del Nuevo Reino de Granada al tiempo de la Indepen dencia. Madrid, 1958. O b t i z , F e r n a n d o : Hampa afro-cubana. Los negros esclavos ...
R o c h e , Je a n : La colonisation allemande et le Rio Grande do Sul. París, 1959. R o d r i g u e s , Jo s é H o n o r i o : Brasil e a Africa: outro horizonte. Río de Janeiro, 1961. R o d r í g u e z M o l a s , R i c a r d o : “El gaucho rioplatense: origen, desarrollo y marginalidad social”, Journal of Inter-American Studies, IV. 1964.
— “Los negros libres rioplatenses”, Buenos Aires. Revista de Humanidades, I. 1961. R o m e r o , C a r l o s A l b e r t o ( comp.): Memoria del Virrey del Perú Marqués de Avilés. Lima, 1901. R o m e r o , E m i l i o : Historia económica del Perú. Buenos Aires, 1949. R o m e r o , F e r n a n d o : “José Manuel Valdés, Great Peruvian Mulatto”, Phylon, III. 1942. R o n c a l , Jo a q u í n : “The Negro Race in México”, The Hispanic American Historical Review, XXIV. 1944. R o s e n b l a t , A n g e l : La población de América en 1492. Viejos y nuevos cálcu los. México, 1967. — La población indígena de América desde 1492 hasta la actualidad. Buenos Aires, 1945. — La población indígena y el mestizaje en América, III. Buenos Aires. Nueva edición de la obra anterior. 1954. R o y s , R a l p h : The Indian Background of Colonial Yucatán. Washington, D.C., 1943. R u b i o O r b e , A l f r e d o (comp.): Legislación indigenista del Ecuador. México (Instituto Indigenista Interamericano). 1954. Ruíz, H i pó l i t o : Relación histórica del viage que hizo a los Reynos del Perú y Chil e .. . en el año 1777 hasta el de 1788, III. Madrid, 1952. R u m a z o G o n z á l e z , J. (co mp. ): Libro segundo de Cabildos de Quito, II. Quito, 1934. f r e d o : “Capacidad respiratoria y aclimatación en las razas andinas”, Journal de la Société des Américanistes, LUI (París), 1964. S a c o , Jo s é A n t o n i o : Historia de la esclavitud de la raza africana en el Nuevo Mundo y en especial en los países américo-hispanos, IIV. La Habana, 1938. S á e n z , M o i s é s : Sobre el indio peruano y su incorporación al medio nacional. México, 1933. Saito, H i r o s h i : O japones no Brasil. San Pablo, 1961. S a l a s , A l b e r t o M.: Crónica florida del mestizaje de las Indias: Siglo XVI. Buenos Aires, 1960. S a l d a n h a , P. E.: “Aspectos demográficos y genéticos del mestizaje en América del Sur”, Revista de Indias, XXIV (Madrid), 1964. Sa l z , B e a t e : “Indianismo”, Social Research, XI. 1944. , Sá n c h e z , L u is A l b e r t o : Examen espectral de América Latina. Buenos Aires, 1962. S a n d o v a l , A l o n s o d e : De instauranda aethiopum salute: El mundo de la esclavitud negra en América. Bogotá, 1956. Sa n t a G e r t r u d i s , Ju a n d e : Maravillas de la naturaleza, I. Bogotá. Sa p p e r , K a r l : “Die Zahl und die Volksdichte der indianischen Bevolkerung in Amerika”, Proceedings of the Twenty-first International Congress of Americanists ('The Hague), 1924. S a y e r s , R a y m o n d : The Negro in Brazilian Literature. Nueva York, 1956. S c e l l e , G e o r g e : La traite négriére aux Indes de Castille. París, 1906. S c h e u s s d e St u d e r , E l e n a F.: La trata de negros en el Río de la Plata du rante el siglo XVIII, Buenos Aires, 1958,.
Sa c c h e t t i , A l
l l e n i l l a L a n z , L a u r e a n o : Cesarismo democrático: Estudios sobre las bases sociológicas de la constitución efectiva de Venezuela, 49 ed. Caracas, ' 1961. V a r a l l a n o s , Jo s é : El cholo y el Perú. Buenos Aires, 1962. V a s c o n c e l o s , Jo s é : Vasconcelos. Comp. por G. Fernández MacGregor. México, 1942. V á z q u e z , M a r i o C.: Hacienda, peonaje y servidumbre en los Andes Perua nos. Lima, 1961. — The Castas: Unilinear Kin Groups in Vicos, Perú. Comell University, Multigr. 1964. V á z q u e z -M a c h i c a d o , H u m b e r t o : “Orígenes del mestizaje en Santa Cruz de la Sierra”, Universidad de San Carlos, XXXVI (Guatemala), 1956. V e g a , I n c a G a r c i l a s o d e l a : Comentarios Reales de los Incas. Buenos Aires y Lima, 1959. V é l i z , C l a u d i o : Historia de la marina mercante de Chile. Santiago, 1961.
Va
y C o n c h i t a R u íz -B u b r u e c o s : “ L o s portugueses en la trata de esclavos negros en las postrimerías del siglo XVI”, Moneda y Crédito, LXXXV (Madrid), 1963. O v a l l e , A l o n s o d e : “Histórica Relación del Reino de Chile”, Colección de Historiadores Chilenos, XII. Santiago, 1888. O v i e d o , B a s i l i o V i c e n t e d e : Cualidades y riquezas del Nuevo Reino do Granada. Bogotá, 1930. O t t e , En r i q u e
P a l a c i o s d e l a V e g a , Jo s e p h : Diario de viaje entre los indios y negros de
la Provincia de Cartagena en el Nuevo Reino de Granada, 1787-1788. Comp. por G. ReichelDolmatoff. Bogotá, 1955. (PAU): Plantation Systems of the New World. Washington, D.C. (XJnión Panamericana) 1959. P a z , O c t a v i o : El laberinto de la soledad. México, 1950. (Pensamiento): El pensamiento constitucional hispanoamericano hasta 1830: Compilación de constituciones sancionadas y proyectos constitucionales, V. Caracas, 1961. P e r e d a V a l d é s , I l d e f o n s o : Negros esclavos y negros libres. Montevideo, 1941. P é r e z , A q u i l e s R.: Las mitas en la Real Audiencia de Quito. Quito, 1947. P é r e z B a r r a d a s , Jo s é : Los mestizos de América. Madrid, 1948. P é r e z d e T u d e l a B u e s o , Jo s é : “Ideario de Don Francisco Rodríguez, párroco criollo en los Andes”, Anuario de Estudios Americanos, XVII (Sevilla), 1960. P e t i t M u ñ o z , E., E. N a r a n c i o y J. M . T r a i b e l N e l c i s : La condición ju rídica, social, económica y política de los negros durante el coloniaje en la Banda Oriental, I. Montevideo, 1947. P i c ó n -S a l a s , M a b i a n o : A Cultural History of Spanish America: From the Conquest to Independence. Berkeley, 1963. P ik e , F b e d b i c k : Chile and the United States: The Emergence of Chilers Social Crisis and the Challenge to United States Diplomacu. South Bend, Ind., 1963. P i t t -R i v e b s , Ju l i á n : “Who are the Indians?”, Encounter, XXV: 3 (Londres) 1965. P o l o , J. T. (co mp .): Memorias de los virreyes del Perú: Marqués de Man- cera y Conde de Salvatierra. Lima, 1899. P o m a d e A y a l a , F e l i pe G u a m á n : Primer Nueva Coronica y Buen Gobier no. Comp. por A. Posnansky. La Paz, 1944. P o s a d a , G e b m á n : “La idea de América en Vasconcelos”, Historia Mexicana, XII. 1963. P b a d o Ju n io b , C a i o : Formagáo do Brasil contemporáneo: Colonia, 6? ed., San Pablo, 1961. P b ie s t l e y , H e b b e r t I.: The Corning of the White Man, 1492-1848. Nueva York, 1929.
“Os movimentos sociais na América Latina durante o século XIX”, Revista de Historia, VIII: 30. (San Pablo), 1957. (R I): Recopilació n de Leyes de los Reinos de las Indias. Madrid, 1680. R e d f i e l d , R o b e b t : The Folk Culture of Yucatán. Chicago, 1941. R e e d , N e l s o n : The Caste War of Yucatán. Stanford, California, 1964. R e y e s H e r o l e s , Je s ú s : Liberalismo mexicano. IIII. México, 1961. R i c a r d o , C a s s i a n o : Marcha para Oeste: A influencia da bandeira na forma- gao social e política do Brasil, 2Q ed., III. Río de Janeiro, 1942. R a m a , Ca r l o s :
U.: Derrotero y viaje a España y las Indias. Traducción y comentarios de E. Wernicke. Santa Fe (Argentina), 1938. Sh a p i r o , H a r r y : Race Mixture. París, 1953. S i c r o f f , A l b e r t A .: Les controverses des statuts de “pureté de sang” en Es- pagne du X Ve au X V II e siécle. París, 1960. Sk i n n e r -K l e e , J. ( comp.): Legislación indigenista de Guatemala. México (Instituto Indigenista Interamericano), 1954. S m i t h , T. L y n n : “The Racial Composition of the Population of Colombia”, Journal of Inter-American Studies, VIII. 1966. S o l ó r z a n o y P e r e i r a , Ju a n d e : Política Indiana. Madrid, 1647. So m m e r s , J o s e p h : “The IndianOriented Novel in Latin America: New Spirit, New Forms, New Scope”, Journal of Inter-American Studies, VI. 1964. S p i n d e n , H. J.: “The Population of Ancient America”, Geographic Review, XVIII. 1928. S t a b b , M a r t i n S. : “Indigenism and Racism in Mexican Thought, 1857 1911”, Journal of Inter-American Studies, I. 1959. — “Martí and the Racists”, Hispania, XL ( Baltimore, Md .), 1957. St a v e n h a g e n , R o d o l f o : “Clases, colonialismo y aculturación”, América La tina, VI. (Río de Janeiro), 1963. St e i n , St a n l e y : “Freyre’s Brazil Revisited”, The Hispanic American Histori cal Review, XVI. 1961. —“ Historiografía latinoamericana: balance y perspectivas”, Historia Mexicana, XIV. 1964. — Vassouras: A Brazilian Coffee County. Cambridge, Mass., 1957. St e w a r t , W a t t : Chínese Bondage in Perú. Durham, N. C., 1951. S t o n e q u i s t , E v e r e t t V.: The Marginal Man: A Study in Personality and Culture Conflict. Nueva York, 1937. S t r a t e n P o n t h o z , A u g u s t e v a n d e r : Le budget du Brésil. .., III. Bruselas, 1854. S t r i c k o m , A r n o l d : “Hacienda and Plantation in Yucatán: A n Historical Ecological Continuum in Yucatán”, América Indígena, XXV. (México), 1965. Sz á s z d i , A d Á m : “Apuntes sobre la esclavitud en San Juan de Puerto Rico, 18001811”, Anuario de Estudios Americanos, XXIII. (Sevilla), 1967. Sc h m i d e l ,
T a n n e n b a u m , F r a n k : Slave and Citizen: The Negro in the Américas.
Nueva
York, 1947. T e i x e i r a S o a r e s : O Marqués de Pombal: A ligáo do passado e a ligáo do
pressente. Río de Janeiro, 1961. L .: “ T h e Ryukyuans in Bolivia”, The Hispanic American Historical Review, XLIII. 1963. — “Shindo Remmei: Japanese Nationalism in Brasil”, The Hispanic American Historical Review, XLI. 1961. T i n g s t e n , H e r b e r t : Revolutionernas arvtagare. Estocolmo, Suecia, 1950. T j a r k s , G e r m á n : “Juan Larrea y la defensa de los naturales”, Publicaciones del Museo de la Casa de Gobierno, serie 1:7. (Buenos Air es), 1958. T o r r e R e v e l l o , Jo s é : “Esclavas blancas en las Indias Occidentales” , Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas, VI. (Buenos Aires), 1927. —“Origen y aplicación del Código Negrero en la América española, 1788 1794”, Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas, XV (Buenos Aires), 1932. T o r r e s Q u in t e r o , G r e g o r i o : México hacia el fin del virreinato español. París y México, 1921. T i g n e r , J.
Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Latein amerikas, I (Colonia), 1964. Z a v a l a , S i l v i o : Contribución a la historia de las instituciones coloniales en Guatemala. México (Jornadas, 36), 1945. — De encomiendas y propiedad te rrito rial en algunas regiones de la Améric a Latina española. México, 1940. — Estudios indianos. México, 1948. — “Los orígenes del peonaje en México” , Trimestre económico, X. (México), 1944. — y M a r í a C a s t e l o (comp.): Fuentes para la historia del trabajo en Nueva España, VII. México, 1946. Z e li n s k y , W i l b u r : “The Historical Geography of the Negro Population of Latin America”, The Journal of Negro History, XXXIV. 1949. Z u l u e t a , E d u a r d o : “Movimiento antiesclavista en Antioquia”, Boletín de Historia y Antigüedades, X. (Bogotá), 1916.
R o c h e , Je a n : La colonisation allemande et le Rio Grande do Sul. París, 1959. R o d r i g u e s , Jo s é H o n o r i o : Brasil e a Africa: outro horizonte. Río de Janeiro, 1961. R o d r í g u e z M o l a s , R i c a r d o : “El gaucho rioplatense: origen, desarrollo y marginalidad social”, Journal of Inter-American Studies, IV. 1964.
— “Los negros libres rioplatenses”, Buenos Aires. Revista de Humanidades, I. 1961. R o m e r o , C a r l o s A l b e r t o ( comp.): Memoria del Virrey del Perú Marqués de Avilés. Lima, 1901. R o m e r o , E m i l i o : Historia económica del Perú. Buenos Aires, 1949. R o m e r o , F e r n a n d o : “José Manuel Valdés, Great Peruvian Mulatto”, Phylon, III. 1942. R o n c a l , Jo a q u í n : “The Negro Race in México”, The Hispanic American Historical Review, XXIV. 1944. R o s e n b l a t , A n g e l : La población de América en 1492. Viejos y nuevos cálcu los. México, 1967. — La población indígena de América desde 1492 hasta la actualidad. Buenos Aires, 1945. — La población indígena y el mestizaje en América, III. Buenos Aires. Nueva edición de la obra anterior. 1954. R o y s , R a l p h : The Indian Background of Colonial Yucatán. Washington, D.C., 1943. R u b i o O r b e , A l f r e d o (comp.): Legislación indigenista del Ecuador. México (Instituto Indigenista Interamericano). 1954. Ruíz, H i pó l i t o : Relación histórica del viage que hizo a los Reynos del Perú y Chil e .. . en el año 1777 hasta el de 1788, III. Madrid, 1952. R u m a z o G o n z á l e z , J. (co mp. ): Libro segundo de Cabildos de Quito, II. Quito, 1934. f r e d o : “Capacidad respiratoria y aclimatación en las razas andinas”, Journal de la Société des Américanistes, LUI (París), 1964. S a c o , Jo s é A n t o n i o : Historia de la esclavitud de la raza africana en el Nuevo Mundo y en especial en los países américo-hispanos, IIV. La Habana, 1938. S á e n z , M o i s é s : Sobre el indio peruano y su incorporación al medio nacional. México, 1933. Saito, H i r o s h i : O japones no Brasil. San Pablo, 1961. S a l a s , A l b e r t o M.: Crónica florida del mestizaje de las Indias: Siglo XVI. Buenos Aires, 1960. S a l d a n h a , P. E.: “Aspectos demográficos y genéticos del mestizaje en América del Sur”, Revista de Indias, XXIV (Madrid), 1964. Sa l z , B e a t e : “Indianismo”, Social Research, XI. 1944. , Sá n c h e z , L u is A l b e r t o : Examen espectral de América Latina. Buenos Aires, 1962. S a n d o v a l , A l o n s o d e : De instauranda aethiopum salute: El mundo de la esclavitud negra en América. Bogotá, 1956. Sa n t a G e r t r u d i s , Ju a n d e : Maravillas de la naturaleza, I. Bogotá. Sa p p e r , K a r l : “Die Zahl und die Volksdichte der indianischen Bevolkerung in Amerika”, Proceedings of the Twenty-first International Congress of Americanists ('The Hague), 1924. S a y e r s , R a y m o n d : The Negro in Brazilian Literature. Nueva York, 1956. S c e l l e , G e o r g e : La traite négriére aux Indes de Castille. París, 1906. S c h e u s s d e St u d e r , E l e n a F.: La trata de negros en el Río de la Plata du rante el siglo XVIII, Buenos Aires, 1958,.
Sa c c h e t t i , A l
l l e n i l l a L a n z , L a u r e a n o : Cesarismo democrático: Estudios sobre las bases sociológicas de la constitución efectiva de Venezuela, 49 ed. Caracas, ' 1961. V a r a l l a n o s , Jo s é : El cholo y el Perú. Buenos Aires, 1962. V a s c o n c e l o s , Jo s é : Vasconcelos. Comp. por G. Fernández MacGregor. México, 1942. V á z q u e z , M a r i o C.: Hacienda, peonaje y servidumbre en los Andes Perua nos. Lima, 1961. — The Castas: Unilinear Kin Groups in Vicos, Perú. Comell University, Multigr. 1964. V á z q u e z -M a c h i c a d o , H u m b e r t o : “Orígenes del mestizaje en Santa Cruz de la Sierra”, Universidad de San Carlos, XXXVI (Guatemala), 1956. V e g a , I n c a G a r c i l a s o d e l a : Comentarios Reales de los Incas. Buenos Aires y Lima, 1959. V é l i z , C l a u d i o : Historia de la marina mercante de Chile. Santiago, 1961. V e l l a r d , Jean: “Causas biológicas de la desaparición de los indios americanos”, Boletín del Instituto Riva Agüero (Lima), 1956. V e r g e r , P i e r r e : Flux et reflux de la traite des négres entre le Golfe de Bénin et Bahia de Todos os Santos du XVI V au XIX e siécle. París y La Haya, 1968. V e r l i n d e n , C h a r l e s : “Esclavage médiéval en Europe et esclavage colonial en Amérique”, Cahiers de l’Institut des Hautes Etudes de YAmérique Lati ne, VI (París), ¿1964? — L ’esclavage dans l’Europe médiévale: I. Péninsule Ibérique . France. Brujas, 1955. V i a l C o r r e a , G o n z a l o : El africano en el Reino de Chile: Ensayo histórico- juríd ico. Santiago, 1957. — “Los prejuicios sociales en Chile al terminar el siglo X VI II ”, Boletín de la Academia Chilena de la Historia, XXXII: 73 (Santiago), 1965. V i a n a F i l h o , L u is : “O trabalho do engenho e a reacgáo do indio”, Congresso do Mundo Portugués, Publicagóes, X ( L i s b o a ) , 1 9 4 0 . V i c e n s V i v e s , Ja i m e (comp.): Historia social y económica de España y América, I I I V : I . Barcelona, 19571958. V i l l a l o b o s , Se r g i o : “El comercio extranjero a fines de la dominación española”, Journal of Inter-American Studies, IV . 1962. V i l l a -S e ñ o r y Sá n c h e z , J. A.: Theatro Americano: Descripción general de los reynos y provincias de la Nueva España, III. México, 1748.
Va
W a g l e y , C h a r l e s ( comp.): Race and Class in Brazil. París, 1952. — y M a r v i n H a r r i s : Minorities in the New World: Six Case Studies. Nueva York, 1958. W a i b e l , L e o : Die europaische Kolonisation Südbrasiliens. Bonn, 1955. W a r r e n , D o n a l d : “The Negro and Religión in Brazil”, Race VI. (Londres), 1965. W i l l e m s , E m i l i o : A aculturagdo dos alemd.es no Brasil: Estudo antropológico dos immigrantes ,alemaes e seus descendentes no Brasil. San Pablo, 1946. W i l l i a m s , E r ic : Capitalism and Slavery. Chapel Hill, N. C , 1944. W o l f , E r ic R. : Sons of the Shaking Earth. Chicago, 1962. — The Mexican Bajío in the Eighteenth Century”, Synoptic Studies of Me- xican Culture, Nueva Orleáns, 1957. —y Si d n e y M i n t z : “Haciendas and Plantations in Middle America and the Antilles”, Social and Economic Studies, VI (Kingston, Jamaica), 1957. W o l f f , I n g e : “Negersklaverei und Negerhandel in Hochperu, 15451640”,
U.: Derrotero y viaje a España y las Indias. Traducción y comentarios de E. Wernicke. Santa Fe (Argentina), 1938. Sh a p i r o , H a r r y : Race Mixture. París, 1953. S i c r o f f , A l b e r t A .: Les controverses des statuts de “pureté de sang” en Es- pagne du X Ve au X V II e siécle. París, 1960. Sk i n n e r -K l e e , J. ( comp.): Legislación indigenista de Guatemala. México (Instituto Indigenista Interamericano), 1954. S m i t h , T. L y n n : “The Racial Composition of the Population of Colombia”, Journal of Inter-American Studies, VIII. 1966. S o l ó r z a n o y P e r e i r a , Ju a n d e : Política Indiana. Madrid, 1647. So m m e r s , J o s e p h : “The IndianOriented Novel in Latin America: New Spirit, New Forms, New Scope”, Journal of Inter-American Studies, VI. 1964. S p i n d e n , H. J.: “The Population of Ancient America”, Geographic Review, XVIII. 1928. S t a b b , M a r t i n S. : “Indigenism and Racism in Mexican Thought, 1857 1911”, Journal of Inter-American Studies, I. 1959. — “Martí and the Racists”, Hispania, XL ( Baltimore, Md .), 1957. St a v e n h a g e n , R o d o l f o : “Clases, colonialismo y aculturación”, América La tina, VI. (Río de Janeiro), 1963. St e i n , St a n l e y : “Freyre’s Brazil Revisited”, The Hispanic American Histori cal Review, XVI. 1961. —“ Historiografía latinoamericana: balance y perspectivas”, Historia Mexicana, XIV. 1964. — Vassouras: A Brazilian Coffee County. Cambridge, Mass., 1957. St e w a r t , W a t t : Chínese Bondage in Perú. Durham, N. C., 1951. S t o n e q u i s t , E v e r e t t V.: The Marginal Man: A Study in Personality and Culture Conflict. Nueva York, 1937. S t r a t e n P o n t h o z , A u g u s t e v a n d e r : Le budget du Brésil. .., III. Bruselas, 1854. S t r i c k o m , A r n o l d : “Hacienda and Plantation in Yucatán: A n Historical Ecological Continuum in Yucatán”, América Indígena, XXV. (México), 1965. Sz á s z d i , A d Á m : “Apuntes sobre la esclavitud en San Juan de Puerto Rico, 18001811”, Anuario de Estudios Americanos, XXIII. (Sevilla), 1967. Sc h m i d e l ,
T a n n e n b a u m , F r a n k : Slave and Citizen: The Negro in the Américas.
Nueva
York, 1947. T e i x e i r a S o a r e s : O Marqués de Pombal: A ligáo do passado e a ligáo do
pressente. Río de Janeiro, 1961. L .: “ T h e Ryukyuans in Bolivia”, The Hispanic American Historical Review, XLIII. 1963. — “Shindo Remmei: Japanese Nationalism in Brasil”, The Hispanic American Historical Review, XLI. 1961. T i n g s t e n , H e r b e r t : Revolutionernas arvtagare. Estocolmo, Suecia, 1950. T j a r k s , G e r m á n : “Juan Larrea y la defensa de los naturales”, Publicaciones del Museo de la Casa de Gobierno, serie 1:7. (Buenos Air es), 1958. T o r r e R e v e l l o , Jo s é : “Esclavas blancas en las Indias Occidentales” , Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas, VI. (Buenos Aires), 1927. —“Origen y aplicación del Código Negrero en la América española, 1788 1794”, Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas, XV (Buenos Aires), 1932. T o r r e s Q u in t e r o , G r e g o r i o : México hacia el fin del virreinato español. París y México, 1921. T i g n e r , J.
Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Latein amerikas, I (Colonia), 1964. Z a v a l a , S i l v i o : Contribución a la historia de las instituciones coloniales en Guatemala. México (Jornadas, 36), 1945. — De encomiendas y propiedad te rrito rial en algunas regiones de la Améric a Latina española. México, 1940. — Estudios indianos. México, 1948. — “Los orígenes del peonaje en México” , Trimestre económico, X. (México), 1944. — y M a r í a C a s t e l o (comp.): Fuentes para la historia del trabajo en Nueva España, VII. México, 1946. Z e li n s k y , W i l b u r : “The Historical Geography of the Negro Population of Latin America”, The Journal of Negro History, XXXIV. 1949. Z u l u e t a , E d u a r d o : “Movimiento antiesclavista en Antioquia”, Boletín de Historia y Antigüedades, X. (Bogotá), 1916. Z um F e l d e , A l b e r t o : Indice crítico de la literatura hispanoamericana, III. México, 1959.
l l e n i l l a L a n z , L a u r e a n o : Cesarismo democrático: Estudios sobre las bases sociológicas de la constitución efectiva de Venezuela, 49 ed. Caracas, ' 1961. V a r a l l a n o s , Jo s é : El cholo y el Perú. Buenos Aires, 1962. V a s c o n c e l o s , Jo s é : Vasconcelos. Comp. por G. Fernández MacGregor. México, 1942. V á z q u e z , M a r i o C.: Hacienda, peonaje y servidumbre en los Andes Perua nos. Lima, 1961. — The Castas: Unilinear Kin Groups in Vicos, Perú. Comell University, Multigr. 1964. V á z q u e z -M a c h i c a d o , H u m b e r t o : “Orígenes del mestizaje en Santa Cruz de la Sierra”, Universidad de San Carlos, XXXVI (Guatemala), 1956. V e g a , I n c a G a r c i l a s o d e l a : Comentarios Reales de los Incas. Buenos Aires y Lima, 1959. V é l i z , C l a u d i o : Historia de la marina mercante de Chile. Santiago, 1961. V e l l a r d , Jean: “Causas biológicas de la desaparición de los indios americanos”, Boletín del Instituto Riva Agüero (Lima), 1956. V e r g e r , P i e r r e : Flux et reflux de la traite des négres entre le Golfe de Bénin et Bahia de Todos os Santos du XVI V au XIX e siécle. París y La Haya, 1968. V e r l i n d e n , C h a r l e s : “Esclavage médiéval en Europe et esclavage colonial en Amérique”, Cahiers de l’Institut des Hautes Etudes de YAmérique Lati ne, VI (París), ¿1964? — L ’esclavage dans l’Europe médiévale: I. Péninsule Ibérique . France. Brujas, 1955. V i a l C o r r e a , G o n z a l o : El africano en el Reino de Chile: Ensayo histórico- juríd ico. Santiago, 1957. — “Los prejuicios sociales en Chile al terminar el siglo X VI II ”, Boletín de la Academia Chilena de la Historia, XXXII: 73 (Santiago), 1965. V i a n a F i l h o , L u is : “O trabalho do engenho e a reacgáo do indio”, Congresso do Mundo Portugués, Publicagóes, X ( L i s b o a ) , 1 9 4 0 . V i c e n s V i v e s , Ja i m e (comp.): Historia social y económica de España y América, I I I V : I . Barcelona, 19571958. V i l l a l o b o s , Se r g i o : “El comercio extranjero a fines de la dominación española”, Journal of Inter-American Studies, IV . 1962. V i l l a -S e ñ o r y Sá n c h e z , J. A.: Theatro Americano: Descripción general de los reynos y provincias de la Nueva España, III. México, 1748.
Va
W a g l e y , C h a r l e s ( comp.): Race and Class in Brazil. París, 1952. — y M a r v i n H a r r i s : Minorities in the New World: Six Case Studies. Nueva York, 1958. W a i b e l , L e o : Die europaische Kolonisation Südbrasiliens. Bonn, 1955. W a r r e n , D o n a l d : “The Negro and Religión in Brazil”, Race VI. (Londres), 1965. W i l l e m s , E m i l i o : A aculturagdo dos alemd.es no Brasil: Estudo antropológico dos immigrantes ,alemaes e seus descendentes no Brasil. San Pablo, 1946. W i l l i a m s , E r ic : Capitalism and Slavery. Chapel Hill, N. C , 1944. W o l f , E r ic R. : Sons of the Shaking Earth. Chicago, 1962. — The Mexican Bajío in the Eighteenth Century”, Synoptic Studies of Me- xican Culture, Nueva Orleáns, 1957. —y Si d n e y M i n t z : “Haciendas and Plantations in Middle America and the Antilles”, Social and Economic Studies, VI (Kingston, Jamaica), 1957. W o l f f , I n g e : “Negersklaverei und Negerhandel in Hochperu, 15451640”,
Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Latein amerikas, I (Colonia), 1964. Z a v a l a , S i l v i o : Contribución a la historia de las instituciones coloniales en Guatemala. México (Jornadas, 36), 1945. — De encomiendas y propiedad te rrito rial en algunas regiones de la Améric a Latina española. México, 1940. — Estudios indianos. México, 1948. — “Los orígenes del peonaje en México” , Trimestre económico, X. (México), 1944. — y M a r í a C a s t e l o (comp.): Fuentes para la historia del trabajo en Nueva España, VII. México, 1946. Z e li n s k y , W i l b u r : “The Historical Geography of the Negro Population of Latin America”, The Journal of Negro History, XXXIV. 1949. Z u l u e t a , E d u a r d o : “Movimiento antiesclavista en Antioquia”, Boletín de Historia y Antigüedades, X. (Bogotá), 1916. Z um F e l d e , A l b e r t o : Indice crítico de la literatura hispanoamericana, III. México, 1959.